lunes, diciembre 28, 2009

Para nada

Quién me ha visto y quién me ve... me he vuelto perezosa hasta para escribir.

En el colmo de la originalidad, llegadas estas fechas, ya sabéis lo que toca: balances. Balances casi siempre negativos por varios motivos: porque estoy negativa (estoy hasta las narices de estarlo pero no se me ha pasado aún), porque la Navidad me pone melancólica, con ese sentimiento dual que no consigo arrancarme, porque ha sido un año difícil y denso (como todos los míos, bien me vendría algo de cotidianeidad...) y porque, a qué negarlo, he sufrido, aún sufro.

Ha sido un año de idas y venidas laborales, dinero más bien en ida, complicaciones en venida. Terminé un enganche emocional de años que no me llevaba a ninguna parte gracias, en gran parte, al ínclito: no hay como tratarme mal para que salga huyendo despavorida. Así que pasé al olvido algo que parecía interminable y, cuando por fin estaba libre y sin dolor, apareció el sapo del año disfrazado de príncipe y arruinó todo el trabajo de reconstrucción de autoestima. Felicidades, sapo querido, eres una máquina.

He aprendido dos cosas importantes: no mantener ningún tipo de relación con tipos que trabajen como comerciales, da igual a qué nivel (mi madre siempre lo ha dicho: los representantes son todos unos charlatanes, muy simpáticos y falsos. Jode darle la razón pero cuando la tiene, la tiene) y evitar como la peste a los géminis. Tremendos elementos volubles que hoy te echan los brazos al cuello y mañana ni te conocen (no sólo los hombres, las géminis igual, no puedo soportar este signo).

Me mudé de vuelta a mi ciudad natal donde no hago otra cosa que echar pestes contra el espantoso clima (pero espantoso de verdad) aunque la vida es algo más fácil. Más barata, puedo echar mano de mi madre para los apuros con los niños pero todas mis amigas tienen sus vidas de casadas y yo sigo siendo la solterona oficial del grupo.

Dejé en Madrid varias oportunidades para mi corazón, lo aposté todo a una y, cómo no, fallé. No importa, que pase el siguiente.

Tengo un trabajo que no es la bomba pero sí cómodo y aquí puedo vivir con eso y la ayuda de mi madre, claro. Tengo un piso muy bonito que no consigo sentir mi hogar (creo que no tengo sensación de permanencia en ninguna parte y no hay pared que me parezca mi "casa"). Mis niños se han adaptado mejor que yo, a Dios gracias, pero echamos de menos a nuestros amigos de los madriles. Me cuesta asumir que no volveré.

Intento buscar la felicidad perdida dentro de mí, no quiero que mi bienestar vuelva a depender de terceros. Pero no es tarea fácil. Me inunda la ansiedad y, aunque lucho por estar bien, por dejar atrás todo lo que duele, no lo logro. Tal vez me haga falta una fórmula mágica. O un loquero.

Rosana ha sacado una canción con la que me identifico mucho esta temporada pero con el mensaje negativo (síii, ya lo séee, maaal). Cuando se pone megapositiva me dan ganas de parar la música y cagarme en todos los tópicos. Pero está mal, hay que creer que hay gente que cree. Además, la canción es buena.

Pues no me ha salido un balance, me ha salido una pataleta. Bueno...

Genio y figura.

P.D: ¡Ah, coño, se me olvidaba! ¡Me he divorciado el día de los Santos Inocentes y noes broma! Una buena noticia al menos.

lunes, diciembre 21, 2009

¿Imposible pasión?

Mientras en toda España padecen y disfrutan de la nieve a partes iguales, aquí seguimos con nuestra infame y característica lluvia infernal. Cubos y cubos de agua, señores, un viento del demonio y el cielo permanentemente gris. Un asco, resumiendo.

Hemos tenido cuatro o cinco días sin llover (eso en Santiago de Compostela es algo a reseñar en los periódicos y no es broma), me empezaba yo a conformar con mis piedras y, ¡zas! Venga agua a raudales. Están hartos hasta los militantes de las precipitaciones acuáticas, que aquí los hay, aunque parezca mentira, igual que las meigas.

Así que, con tanta humedad y frío se agradece la calidez de uno de mis lectores favoritos y entrañables. Es bonito que alguien te encuentre en la red y te diga: "Hola, queridísima Ninfa". Más aún que ha tenido un día penoso y que se le ha arreglado por compartir unas palabritas conmigo. Sé que suena vanidoso pero, de veras, no lo es. Estas pequeñas cosas y esas grandes personas son las que me reconcilian con la vida de vez en cuando, habida cuenta de la extraña relación que la susodicha y yo mantenemos.

Nos hemos puesto a hablar de relaciones, de sexo, qué sé yo. Parece ser que todo el mundo está de acuerdo en que tener pareja estable y mantener unas relaciones sexuales activas y satisfactorias al cabo de los años son situaciones antagónicas.

A mí me hace ilusión pensar que eso no me pasaría a mí pero no puedo probarlo. En la relación estable y larga que tuve la situación (extremadamente complicada) que existía nunca me permitió aclarar este punto. Sí sé que soy una persona sexualmente muy activa -de hecho, me he encontrado a hombres bastante más paraditos que yo...- y que me gustaría creer que, no por el hecho de tener estabilidad algún día, la pasión se irá al carajo y me dolerá (aún más) la cabeza.

Igual estoy equivocada pero sigo creyendo que, trabajando la relación, el deseo no tiene que desaparecer. Es verdad que no vas a estar permanentemente en el estado de estupidez transitoria y calentorra de los inicios pero... ¿Por qué no un sosegado y tranquilo amor, complicidad y un bien alimentado sexo?

Las parejas de largo recorrido suelen decir que todo lo del comienzo es una mera reacción química y que luego todo eso se queda en nada, en costumbre y desgana. Soy consciente de que esto es así en la mayoría de los casos, como también de que muchas mujeres, al ser madres, cambian un amor por otro, un placer por otro, y aparcan a su hombre. Un grave error muy extendido.

Luego están los hombres que se aguantan -la mayoría-, los que se buscan la vida fuera (muchos) y los que ni ganas tienen ya (al menos con su mujer). Tristemente ahí cojeamos más las mujeres. Tengo muchos amigos con parejas absolutamente pasivas o, inactivas directamente, que ni echan de menos el sexo ni se dan cuenta de que la muerte del amor viene de la mano de la ausencia del deseo, del contacto, de las caricias.

No sé, a mí lo que me pasa cuando paso mucho tiempo sin tener relaciones es que me pongo de muy mal humor, me duele más la cabeza y estoy hasta deprimida. Una cruz ser tan pasional. Me comporto como lo que vulgarmente se dice de la que está "malfollá" aunque eso sí que no. A lo sumo, llego a ser una "sinfollá" pero los malos folladores los quiero lejos de mi vista y mi cuerpo... Yo misma me aplico la expresión vulgar de "ésa lo que necesita es un buen polvo...". Pues eso, yo ya me lo digo sola.

En fin, que es una lástima que los que tenéis amor no lo reguéis, que el sexo es como todo, hay que practicarlo como cualquier otro ejercicio o se pierde el hábito y que el sábado-sabadete puede ser cualquier día de la semana.

Mira tú en qué cosas me pongo a pensar yo con la lluvia...

En fin, siempre he sido una ninfa pecadora.

viernes, diciembre 11, 2009

Cuánto amor, cuánto dolor, cuánta belleza...

Fue un espejismo.

Esta vez no puedo decir que la advertí, bien al contrario: reparé sus alas, abrí su jaula y la animé a volar y aletear sin miedo hacia lo que pensó era su milagro. Permití que la cegase. La empujé con todas mis fuerzas a ser piel, a ser menos etérea y más humana. Le regalé la fe y la esperanza en esa visión extraordinaria.

Escuchó atenta las llamadas del que se hizo llamar El Valiente. Quedó prendada de su seguridad arrolladora, de su fuerza, de su entusiasmo por haberla encontrado. Se sintió, por primera vez, incapaz de poner diques al mar de sus sentimientos y yo... yo la bendije, lo celebré con ella, creí con ella.

Vivió la Ninfa por primera vez la locura del amor compartido, la maravilla del sentimiento en estado puro, la certeza, la belleza incomparable de ser entera y materialmente parte de él. Los más preciosos momentos, uno a uno, incontables (su mano y sus ojos acariciándola, los paseos, los besos, los recibimientos, las despedidas, su sonrisa, su cuerpo haciéndole el amor... millones de tesoros) a pesar de lo efímeros que fueron. Ni una sola sombra de duda.

Él la tomó de la mano y la hizo volar sin miedo. "No puede ser tan fácil", repetía mi Ninfa inocente una y otra vez. Pero él la convencía con sus palabras, con sus manos, con sus ojos de que había llegado para quedarse, que era real, que era suyo, que era suya.

Disfrutó de los mejores restaurantes, las más bellas habitaciones de hotel, lujosos coches, grandes atenciones, una campanilla con sentimiento de cenicienta al final del cuento.

De todo ello, de todo ese mundo encantado de lujo y fantasía, arropada por su príncipe soñado, y que se autodestruyó del mismo modo que llegó -de pronto, sin sospecharlo siquiera-, sólo añora y le quiebran la voz dos recuerdos: el modo en que la abrazaba -una fusión total entre su pecho y el suyo, el espacio perfecto en el hueco de su hombro, la seguridad de sus brazos, el sentirse en casa- y cada vez que la bañaba en aquella profunda, insondable, devastadora mirada azul. Un baño de amor profundo imposible de simular.

De tanta belleza no queda nada. Al menos para él. El Valiente no lo era tanto, al parecer tampoco sentía tanto, no la había descubierto tanto. Sólo era un ser humano, inseguro, aterrado, voluble, arrastrado por las circunstancias, perdido en sus propios miedos, en su capacidad de ilusionarse y desilusionarse a toda velocidad. Se fue y la borró de su vida. Sin mirar atrás, sin ver la estela de dolor y amor que dejaba a su paso. Un corto amor para tan largo olvido.

No hay Valiente ni Ninfa ya. Sólo eran verdad juntos. Ahora no son nada. Él continúa su periplo por su mundo de luces de neón y ella... desearía no haberse abierto como una flor para ver sus frágiles pétalos arrancados de cuajo.

Ha sido muy real, al menos para mi Ninfa. Ha sido tan verdad, que duele sólo de pensarlo, de imaginar que algo tan bello pueda causar tanto sufrimiento. Un dolor que se esconde en lo más profundo y le quita el brillo a cualquier otra armadura. Un dolor que, definitivamente, es un precio demasiado alto.

Ahora sus lágrimas son pequeños diamantes de valor incalculable pero sólo para ninfas. No valen nada, no pesan nada, no significan nada.

No sabía que en el mundo de los hombres todo es efímero, que los Valientes no existen y que su lugar no está entre ellos.

Es extraño, cuánto dolor, cuanto amor, cuánta belleza...



"No puedo ser lo que no soy.
Pesa tan poco lo que doy.
Pero en el alma de mis versos
está la llave del secreto
de cuanto quise y no pedí

Sé que perdí la razón.
Fue detrás del corazón.
Y es que a pesar de lo que amé
como jamás había amado,
no supe amarte a ti, ya sé ...

Y encontrarás,
que es locura y no es tristeza
lo que me parte en dos la voz
Encontrarás,
cuánta herida, qué belleza
saber que aún queda mucho amor.
Que si te vas o si me dejas
voy a volar muy lejos del dolor
Encontrarás.
Que perderte, no te miento,
no me cuesta,
no me cuesta

Después de mí otra quizás.
Y como yo sólo otra más.
Y en el espacio que le cedo
dale mi amor y tiempo nuevo.
Todo lo que ya no espero.

Yo volveré a lo que fui,
fuerte y a partir de mí.
Y tú perdido entre mis versos,
descubrirás tarde el secreto
y entenderás cuánto te di.

Encontrarás,
que es locura y no es tristeza
lo que me parte en dos la voz
Encontrarás,
cuánta herida, qué belleza,
saber que aún queda mucho amor
Que si te vas o si me dejas
voy a volar muy lejos del dolor
Encontrarás,
Y que perderte no te miento,
No me cuesta

Encontrarás...

jueves, noviembre 26, 2009

Días de soledad

Son días de muchos sentimientos entrecruzados, entrelazados, amordazados, estrangulados. Son momentos para pensar en cosas importantes y en las que no lo parecen. El exceso de tiempo en soledad propia y ajena da tiempo a darle vueltas a muchas cosas.

Conozco personas que han malgastado su vida, destrozando sus cuerpos y sus mentes, apartándose y apartando todo lo bueno de su entorno. Conozco seres que viven vacíos concentrados en su ombligo y otros que mueren sumergidos en el vacío que ellos mismos han creado a lo largo de su estéril existencia. Hay gente que recoge lo que siembra y, en demasiados casos, la cosecha es terrible.

Sigo creciendo y viviendo experiencias que, tal vez, no deberían haber sido tan reiteradas. Nadie está preparado a sobrevivir a tantos que han compartido parte del camino en su vida pero, desgraciadamente o quizá por ventura, los golpes te hacen algo más inmune al dolor. Puedo verme desde fuera como a una extraña, con perspectiva, haciendo lo que debo, sintiendo lo que puedo, afrontando lo que venga.

Me invade la enorme tristeza de no estar triste cuando quisiera estarlo. Matar el amor (de la clase que sea, fraternal, romántico, amistoso) es un crimen que pocos son conscientes del enorme precio que habrán de pagar. Creemos que estamos por encima del bien y el mal, que no pueden tocarnos, que el dolor ajeno es eso, ajeno, un daño que, hayamos causado o no, no nos atañe.

Es amargo descubrir que aquello que creíste que era lo más hermoso y real de tu vida nunca existió, era una mera ilusión, no había diferencia alguna con nada de lo vivido antes. Si acaso un detalle que lo ensucia más: la mentira.

He visto morir solas a demasiadas personas. He tenido que matar en mi corazón demasiados seres que se han cruzado en mi vida. Unos han muerto físicamente, otros se los ha llevado el olvido, el desprecio o el desencanto.

Continúo creciendo. Estoy serena, me siento fuerte. Hay demasiado horror ahí fuera para ser tan poco agradecida de mirar a mis hermosos niños, más bellos aún por dentro que por fuera, aprendiendo cosas que no les oculto porque es mejor que la teoría de la universidad de la vida les llegue de la mano de quien más les quiere y querrá nunca.

Vuelvo a sentirme valiosa. Nunca dejé de serlo pero se me olvidó que hay personas (por llamarlas de alguna manera) que usan a los demás porque su vanidad no les permite reconocer sus errores, tan grandes, tan indispensables, tan especiales se creen. Y son tan miserablemente pobres... que ni siquiera se dan cuenta.

Me dispongo a reencontrarme con mi Mejor Yo, parafraseando a Salinas y cometiendo la osadía de cambiar el pronombre. Todo el proceso está en marcha y yo, con una cicatriz más y una parte de mi sangre menos en el mundo, me levanto una vez más con determinación y fuerza redoblada.

Se ha ido alguien que no tiene amigos ni pareja. Ni siquiera una familia que en verdad le quisiera. Por consuelo queda que él tampoco quería a nadie por acción, decisión y elección. Aún así, no puedo evitar sentir lástima por él, por nosotros, por nuestra extraña familia, tan hueca, tan desestructurada.

Me gustaría creer que habrá otro mundo como ése que me prometieron de niña y que, allí, tenga una segunda oportunidad, que haya aprendido algo y su próxima aventura existencial _donde quiera que ésta tenga lugar_ dé frutos, le permita dar y recibir amor, descubrir la belleza de la generosidad, del afecto genuino.

Son días extraños, duros, pero no tengo miedo. He visto la terrible faz de la muerte con mucha frecuencia, quizá por eso no la temo. Yo también cruzaré ese puente. Támbién lo haré sola, nadie nos acompañará ahí. Sólo espero que, cuando eso ocurra, mis manos no estén vacías, mi legado sea el futuro de mis hijos y, quién sabe, que tal vez alguien me eche de menos un tiempo.

Son días extraños. Son días de soledad.

lunes, noviembre 16, 2009

Para los que no saben de ninfas...

"Las ninfas son seres mágicos procedentes de las fuerzas de la naturaleza. Su creación es simple; la esencia natural de ninfa crea un cuerpo y lo "habita". Este cuerpo es siempre el de una mujer de enorme atractivo y encanto. Las ninfas tienen su propio lenguaje musical.

Una ninfa tiene la apariencia de una mujer siempre joven y de gran belleza. Es muy inteligente, y de mente rápida e ingeniosa. Cualquier animal que esté cerca de una ninfa se acercará para ser acariciado por ella, sin importarle tener cerca incluso a su peor enemigo.

Las ninfas sólo habitan en los lugares más hermosos; palacios de hielo, grutas oceánicas, lagos y arroyos cristalinos, y los más maravillosos bosques.

Estos encantadores seres no agresivos, al contrario, intentarán huir siempre que noten el peligro cerca. Tienen la capacidad de escapar creando una puerta dimensional. A pesar de que no son seres violentos, son pocos los que se atreven a enfrentarse a una ninfa, ya que el simple hecho de contemplarla produce en la mayoría de los casos una ceguera irreversible. Si alguien contempla a una ninfa desnuda puede morir en el acto.

Las ninfas odian la fealdad y el mal. Su condición de seres mágicos procedentes de la naturaleza, las convierte en defensoras de bosques, lagos, ríos y océanos. Curan animales heridos, reparan flores y árboles rotos.

Una ninfa puede vivir durante varias generaciones, por lo que suelen conocer bien su entorno y donde se encuentran la mayoría de lugares secretos y entradas ocultas".


(Descripción sobre las ninfas en una página de internet. El texto no es mío. Pero como si lo fuera).

domingo, noviembre 01, 2009

"Eres la mejor"

"Eres la mejor".

Ésta es la gratificante frase que me regaló mi pequeño roedor de siete años tras "solucionar" el escaso criterio de su colegio al no celebrar Halloween con una pequeña fiesta de disfraces. Las palabras de mi niño son un regalo muy bienvenido y necesitado en tiempos de sequía personal y espiritual. No diría que es el primer hombre que me ha dicho estas palabras pero, sin duda, es el único que me importa que no ha salido corriendo poco después de haber tenido la osadía de pensarlo, decírmelo y morirse del susto acto seguido.

Llevo unos días dándole vueltas a la idea de dejar de escribir un tiempo. Ya sabéis que soy incapaz de hacerlo para siempre, al menos, aún no. Pero sí que siento que no transmito nada positivo, que me apago, que me falta ilusión y esperanza, como he señalado ya varios posts antes. Y reescribir la ausencia de ilusión es bastante penoso. Con contarlo una vez es suficiente.

Sigo siendo una extranjera en mi tierra, sigo añorando todo lo que no tengo, sigo deseando encontrarme y no sé cómo, desconozco los resortes para quererme en soledad, para no buscar la felicidad fuera de mí, para encontrarla dentro. Simplemente, intento aprender a hacer lo que otros hacen por mí: no pensar, aparcar sentimientos, cerrar puertas, hacer oídos sordos, no sentir...

No sé qué me ha impulsado a escribir. Supongo que es algo que no decido, como muchas otras circunstancias, simplemente es lo que me nace aunque no me consuele.

Es verdad, debería dejarlo un tiempo. Tal vez cuando llegue el tiempo del bienestar, si llega. O cuando pueda contar algo nuevo. O lo mismo, pero de modo diferente.

No sé. No puedo pensarlo hoy. Ya lo pensaré mañana.
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domingo, octubre 25, 2009

Un poco de cordura... sólo para ninfas

Me aburría, como casi siempre últimamente, así que me he puesto a releer viejos posts y, sobre todo, viejos comentarios.

Acostumbro a releerme a boleo, esto es, dejo correr el cursor sin mirar y ahí leo. Siempre he creído eso de que los libros dan respuestas abriéndolos por cualquier página y en este blog está la persona que, si bien puede que no sea la que mejor me conoce, es la que más tiempo lleva conmigo: yo misma.

Me caí en varios lugares... en Todos somos capitanes. Hace muy poco tiempo, alguien que descubrió ese texto me comentó que le dolía leer palabras tan amargas y que esperaba ser el artífice de que no volviese a escribir cosas así, especialmente porque él me había repetido algunas de las frases que rechazaba en el post. No ha sido así, lamentablemente, pero, desde la sinrazón intuitiva que es la única que hace que me levante una y otra vez tras cada embestida, sigo creyendo en su sinceridad y en que vuelva a ocupar su puesto a mi lado tarde o temprano.

Seguí paseando al azar por mi blog y desembarqué en Punto y final. Me iba de mi casa, censuraba a la Ninfa, perdía la libertad hasta de escribir en la nada del ciberespacio. Fue conmovedor el aluvión de amigos lectores (a pesar de lo que piensan algunos, no tengo el gusto de conocer personalmente a casi ninguno de los más fieles) que me dieron todo su cariño en el adiós y se lamentaron de mi marcha. Algunas tan especiales como la de mi querido Félix. Que quien tiene el don de la palabra se quede sin ellas para despedirse es todo un privilegio. Supongo que nunca podré evitar que sea mi amor platónico-literario. Y no, tampoco tengo el gusto de conocerle personalmente, cosa que me encantaría.

Estuve tres meses en silencio y, nostálgica de mi yo más profundo (la ninfa expuesta, combativa, tierna, valiente, irónica, estúpida, quejosa, melodrámatica, graciosa, pesada, triste...), volví por mis fueros. Y en todas las reacciones a ese retorno encontré el motivo de este texto.

Llevo una buena temporada regocijándome en mis penas. No es sólo autocompasión (que también) sino que siempre he encontrado en escribir mi catarsis emocional y la Ninfa tiene la dudosa virtud de arrancarme las letras directamente de las entrañas. Reconozco mi tendencia a la purga de sentimientos, daños y quejas al más puro estilo lamprea: sí, me cuezo en mi propia sangre y, a ratos, hasta me gusta.

Sin embargo, allí, en vuestras palabras, me volví a ver como aquélla por la que mejor se me ha reconocido dentro y fuera de este blog: esa especie de ave fénix que renace una y otra vez aunque la vida -que continúa enfadada conmigo- no se lo ponga nada fácil.

Soy una buena persona, no hay atisbo de vanidad en estas palabras. Adolezco de grandes defectos, sonoros algunos de ellos, pero desconozco el odio, el rencor y la maldad. Independientemente de lo que algunos puedan opinar de mí, no hay nadie en la faz de la Tierra que pueda acusarme de hacer daño de modo intencionado, ni siquiera en casos en que, francamente, estaría más que justificado.

Soy generosa, no tengo bienes materiales pero cuando los he tenido, los he compartido. No siento el menor apego por las cosas, bien sé yo que todo eso va y viene. Pero no soy generosa por compartir eso, lo soy porque cuando quiero, quiero a raudales, sin frenos, sin condiciones. No preciso tanto que me den como que me permitan entregar, nada me hace más feliz. Y, probablemente, lo que más desgraciado hace mi día a día es precisamente eso: que no se me permita ni se aprecie mi necesidad de regalar, ayudar, besar, abrazar, amar, sacrificar, escuchar, hablar, estar.

Me he vuelto negativa, lo admito. En realidad, al natural, soy una persona muy vital, juerguista, charlatana y entretenida. Pero los golpes son lo que mejor queda registrado aquí, es inevitable. Soy extrovertida, me gusta la gente, me gusta la calle, el aire, la vida. Sin embargo, he de reconocer que he perdido algo muy importante: la fe.

Me eduqué en una familia religiosa y, si bien me alegro de haberme despojado de todos los fanatismos y tabúes incluidos en el paquete, echo de menos esa legendaria fe que me hacía sentirme acompañada siempre por ese Dios bueno que me contaron que me cuidaría, me querría y me atendería siempre. Es verdad que las personas religiosas son más fuertes ante la adversidad. Desde que no creo de ese modo en alguna persona, dios o cualquier suerte de becerro de oro que me haga darle sentido a los sinsabores, he perdido mucha esperanza. Y es una pena.

En cualquier caso, hoy he vuelto a escribir no por ni para mí. He vuelto por todos los que, de un modo u otro me apoyais, me leéis, me criticáis o me escuchéis en silencio. He vuelto porque quiero volver a verme como algunos de vosotros me veis y me queréis. Porque necesito quererme mucho yq que son tan pocos los que pueden amarme sin fisuras. Y porque estoy cansada de estar cansada. Es muy pronto para tanta desazón.

Vendrán más días oscuros, tardaré en salir de ellos, pero estoy tratando de rebuscar en el fondo de mi alma aquella creencia ciega de que no estaba sola, de que algo superior estaba a mi lado, de que todo tiene sentido. Lo malo es que cuesta. Soy una vaquilla con demasiadas horas de toreo.

En fin, es una declaración de intenciones. Intentaré aparcar un poco las vicisitudes y volverme más generalista. Dar y darme margen. Volver a pensar en mí de modo más individual y hasta egoísta. Es cuando más feliz he sido. ¡Ah, aquellos alegres años de frivolidad….!

Intentaré poner empeño en mí misma y en aprender a aceptar mi nueva situación. Hay alguna página que es posible que deba pasar pero, por el momento, no estoy ni convencida ni preparada para hacerlo. Por lo demás, oremos para que la vida se normalice y sea, siquiera… tranquila.

Buenos días, Compostela, la Ninfa ha vuelto. Trátala bien, todavía es demasiado frágil. Dile a tus piedras que la cuiden.

Y que nadie la obligue a morir, cortando sus alas al volar...


sábado, octubre 24, 2009

Olvídame tú

A veces, sólo a veces, parece que la vida se alía conmigo y me permite acercarme a ti pero es sólo una ilusión. Por cada costoso paso que doy hacia delante, intentando rozarte, das tú tres atrás alejándote... de mí, de ti, de la vida misma.

Te busco entre mis sueños ya que no puedo tenerte despierta. Muero por ser tu paz y tú mueres sin encontrar la calma. Te vislumbro tan cerca en el recuerdo como lejos en tus palabras. Ora dentro, ora fuera. Un martirio causado por un pecado cometido que aún desconozco.

Era demasiada felicidad, quizá. Era demasiado auténtico. Éramos unos privilegiados, el encaje perfecto en un mundo imperfecto ¿Será verdad, entonces, que el amor es una mentira, que sólo es una reacción química, que nace ya muriendo?

Tengo que olvidarte. Quieres que te deje atrás aún cuando estoy dentro de tu sangre. Ahora te castigas tú, el superviviente ha de purgar solo, sin apoyos, sin debilidades, sin el dolor del amor... ése que te hacía sentir tan vivo.

Y debería intentarlo. Lo malo es que no quiero, que no puedo hacer más que amarte, que pensarte, que esperarte. Mi piel no reconoce otras manos, no reconoce otros labios que no sean los tuyos, prefiere secarse antes que sentirse profanada.

Dime, ¿qué he de hacer? ¿Realmente tengo que rendirme, partir, dejarte solo? ¿O aún queda un motivo para luchar, un átomo de sentimiento, un resquicio de ternura? ¿En verdad ésta es la vida que quieres, ésta es la solución, éste es el final?

Dime, dime tú, que vuelas lejos cuando yo no puedo soltarme...

¿No he sido más que un lamentable un error?

martes, octubre 20, 2009

Y ahora... toca continuar

Ha vuelto el diluvio universal, oséase, la tradicional lluvia compostelana. Me he puesto pingando para llevar los "karateguis" que, para variar, mis pequeños roedores habían olvidado y empiezo a preguntarme qué coño de calzado voy a usar, puesto que las botas que tengo hasta ahora son prácticamente decorativas y sirven en Madrid pero aquí... cuando te pones a cruzar un río circulando por la acera... pues no mucho.

Permanezco en cierto estado de ansiedad pero recuperando mi espíritu combativo. Los problemas económicos-legales (motivados por los abusos de cierto banco de cuyo nombre no quiero acordarme que me alquiló el piso en Madrid) no se han resuelto (qué novedad...) y tengo que ver cómo sobrevivo a los dos meses siguientes. No pienso más que lo inevitable en ello, me desgasta mucho y aún no sé qué pasará con los usureros de turno.

Me he reencontrado hoy, por el trabajo, con una chica encantadora que conozco de Santiago hace mil años. Es lo bueno y lo malo de una ciudad tan pequeña como ésta: te acabas encontrando a todo quisqui. Lleva un farragosísimos proceso de separación, la pobre, (somos legión, qué pasada...) pero es una chica llena de vida y no forma parte de la agrupación "Marujas al Poder". Así que, tal vez, pueda encontrar alguien con quien salir a tomar algo por ahí que no tenga pretensiones de índole sexual, para variar.

Mis heridas siguen abiertas pero el sentimiento que las provoca es más fuerte, así que apuesto por luchar (como siempre) y que sea lo que Dios, o quien sea que rija este jaleo llamado vida, quiera.

Sigo soñando con futuros ahora un poco más difíciles pero no por ello imposibles y esperando que la vida da otra vuelta de tuerca.

Veremos cómo van las cosas... Cruzad los dedos por mí.

domingo, octubre 18, 2009

Ojos muertos

He vuelto al vino y los pistachos. No sé si es una involución pero, en estos momentos, necesito tomar chocolate, pistachos y toda suerte de porquerías que, supuestamente, alimentan el ánimo. El único problema es que alimentan también los michelines y, habida cuenta de que estoy en mi peso más o menos ideal, no es cosa de fastidiarla ahora. En fin, retomo en mi vieja ciudad mis viejos vicios de sola.

Mi proverbial capacidad de adaptación se ve atacada por mi ausencia de entusiasmo en esta nueva etapa. Lo comentaba el otro día con un lector y sin embargo amigo: no me gusta ser reiterativa ni cuando estoy feliz como una lombriz (que ya sé que son pocas veces) ni cuando tengo el corazón roto, sea por el motivo que sea. En cualquier caso, sí me reitero y me fastidia pero, hasta que me anime a ponerme con mi famoso libro, necesito soltar lastre y no conozco ningún espacio mejor que éste.

También con A. (mi lector-amigo) empecé a divagar, al punto de que los dos coincidimos en que esas cosas las tenía que escribir aquí. No sé si porque le empezaba a dar la paliza al pobre con mis delirios o porque encaja con mi extraño no-estilo.

En los últimos días ya no hay lágrimas. Como suelo decir, me he secado. No sé qué es peor. Hace un par de días sonreía por alguna cosa de mis niños cuando me vi reflejada en el espejo. Tenía una mueca, supuestamente sonrisa, en la boca pero me quedé petrificada al mirar mis ojos. Mis ojos son oscuros, muy oscuros y expresivos. No suelen dejar lugar a dudas sobre lo que quiero decir y sobre mi estado de ánimo. Habitualmente son chispeantes, maliciosos, curiosos. Mi mirada es franca, directa, no temo mirar a los ojos de nadie y no me gusta la gente que los rehuye.

Mis ojos estaban oscuros, más oscuros que nunca. Sólo sonreía mi boca, en ellos no había ni brillo, ni alegría, ni picardía, ni siquiera pena. Sólo eran dos sombras negras que no desprendían ninguna emoción, estaban -están- muertos.

Ahora, cada día me levanto y los estudio: siguen gélidos, apagados, inertes. Me recuerdan a esos ojos claros que no transmiten nada. Mi armadura intenta colocar ya el yelmo. No me atrevo a tener esperanza ni a perderla, no me atrevo a abrirme a nuevas experiencias y temo equivocarme si espero las que se fueron, no quiero ni puedo aceptar mi presente. Mi presente mata mi luz, la poca que me quedaba.

No soy una ninfa a día de hoy, sólo soy un ser humano de lo más vulgar, incapaz de conservar lo que ama, de lograr ser amada por sí misma sin peros ni miedos. Escucho hasta el hastío eso de que es incomprensible que alguien como yo tenga dificultades con los afectos, con la vida, con las emociones.

¿Alguien como yo? He pagado un precio altísimo por mi supuesta singularidad, no quiero ni pensar qué ocurrirá en el momento en que mi aspecto deje de ser atractivo. Me libraré de los aventureros pero, puesto que es el único juego en el que salgo ganadora, me redescubriré como esa clase de bicho raro que soy sin mi hermoso plumaje.

Tengo los ojos negros, negros como la noche. Negros y sin vida.

Como la muerte.

martes, octubre 13, 2009

Tristeza

Finalizadas mis jornadas de autocompasión, me empeño ahora en dibujar una mueca en mi cara que se parezca a una sonrisa.

No estoy mejor, no me siento bien pero tengo que hacer ver que sí. Debería recuperar mi vida social aunque me da pereza, me toca obligarme a mantenerme entera y parecer fuerte, como siempre.

En realidad, estoy cansada de tanto errar en esta especie de infierno que me parece la vida, no deseo mejorar, no deseo divertirme y no lo hago. Me siento una extraña en mi ciudad, donde me he sentido en todo momento de paso, me siento demoledoramente triste y esto ya no pertenece a la autocompasión con la que me he flagelado este puente.

Es muy duro tocar el cielo y caer de pronto sin saber qué ha sucedido. Sin entender, sin oportunidad de volver a amarrarte, sin que te den tiempo para luchar. Es duro saber que lo tienes todo por dar, que eres quien puede y debe hacerlo y que, sin embarog, las circunstancias manden y pesen más que tú misma.

No sé qué decir, en realidad. Siento ese dolor sordo en el estómago, ese apretón que te recuerda que no tienes paz, que eres infeliz, que no son mariposas, son murciélagos lo que revolotea ahí.

Sigo pensando que lo que ocurre ahora carece de sentido, que debería cambiar, que tendría que tener mi oportunidad. Pero hace mucho tiempo que descubrí que Dios juega a los dados y no sé qué clase de ficha soy yo en todo este enloquecido tablero.

Sólo sé que estoy triste, con esa profunda melancolía que se impregna en el alma, en las pupilas, en las entrañas. Pude tenerlo todo, o lo pareció, y, como de costumbre, no tengo nada. No quiero pasar página, no quiero cambiar nada. Sólo quiero despertar y que todo haya sido una pesadilla.

No ocurrirá, lo sé, pero llevo años esperando despertarme de mi propia vida.

Y aún no lo he logrado.

domingo, octubre 11, 2009

Fuera de lugar

Estoy en "casa". Se supone que uno aquí está rodeado de los suyos, con apoyos cerca cuando las cosas se ponen feas, arropada ante la adversidad.

Desde el pasado miércoles estoy viviendo una de las semanas más tristes de mi vida. y salvo la excepción de I., que está ahí siempre, preocupándose hasta el exceso, llorando conmigo y buscándome hasta quehaceres, no he visto a nadie.

Me supuesta mejor amiga no ha encontrado un hueco en su atareada existencia marujil para sentarse conmigo un rato y ponerme una mano en el hombro. Al resto ni le he contado nada ¿Para qué?

Es cierto que nadie va a solucionar mis problemas por mí pero una mano amiga se extraña, máxime cuando estás empezando una vida que no te gusta, en un lugar que no te gusta, sola, como a ti no te gusta, y sin perspectivas ni ilusión alguna.

Estoy lo que se dice vulgarmente jodida. Lo peor es que no tengo ni motivos, ni ganas ni apoyos para dejar de estarlo. No veo luz ni la quiero ver. No quiero consejos a granel, con tópicos a granel.

Nadie parece entender que el dolor es dolor y, cuando está en su apogeo, lo que ha de venir te importa un bledo. Si, como yo, eres una experta en devenires adversos, menos todavía.

Cuando estás sangrando necesitas cuidados, una venda, un poco de antiséptico si acaso. No escuchar una y otra vez que dentro de unos meses no tendrás heridas, no te dolerá, que tu herida no es para tanto. Cuando un niño se lastima no lo consuelas´repitiéndole una y otra vez que, cuando sea mayor, la pupa no le dolerá, que su pupa la han tenido muchos, que no llore que no es para tanto, que hay pupas peores...

Conmigo no ha hablado casi nadie, unos porque están muy ocupados y otros porque ni saben ni preguntan si estoy mal. Tienen sus vidas, repito, unas vidas antagónicas a la mía, alejados ya de mis problemáticas y mis huecos. Echo de menos a mis amigos de Madrid, estaba más arropada allí, ya veis.

Se han ido al garete muchas ilusiones en unos días, muchas esperanzas, muchos proyectos. Ahora tengo que creerme que todo lo que puedo tener es esta gris existencia, en esta gris ciudad, con este ánimo gris.

Es curioso, no importa dónde esté. Estoy sola, allá donde fuere.

Y no me gusta

jueves, octubre 08, 2009

Si me dejas ir

Si me dejas ir, el presente morirá y la palabra futuro perderá su significado.

Si me dejas ir, se romperá para siempre la magia de tus manos y la ferocidad de tus besos. La dama oculta que se atrevió a dejarse entrever, felina, salvaje, sin miedo a las barreras, volverá a la oscuridad y tú con ella.

Los miles de secretos, sensaciones y emociones que estaban reservadas sólo para ti, se secarán sin destino. El pecado dejará de tener sentido si no puedo cometerlo a tu lado. Y el infierno se helará porque todo nuestro fuego se ha apagado.

Si me dejas ir, nunca conocerás las tiernas caricias, el suave tacto del amor puro que estaba esperando a que me amaras para darte. No tendrás vidas suficientes, ya no habrá labios lo bastante sensuales para colmar tu pasión, esa pasión que arrancabas a mordiscos de mi cuerpo, ese cuerpo nacido para tu goce y disfrute, para tu uso, para tu abuso.

Si me dejas ir, no descubriremos nunca la ternura y la locura que eran nuestras. Nos quedaremos mirando la vida pasar en otros brazos, acallando el dolor, el hambre y la locura en el lugar equivocado.

Si me dejas ir, nos rendiremos a la vulgaridad. Nos conformaremos con lo esperado, con lo seguro, con lo previsible. Con tu marcha morirán los sueños, la imaginación, la lujuria, la risa, la complicidad. Morirá todo lo que habíamos creado sin que te dieras cuenta, no nacerá todo lo que estaba gestándose en mi vientre para ti.

Si me dejas ir, me perderás. Y yo me perderé contigo.

(Nunca olvides que, cerca o lejos, yo siempre estaré a tu lado. En la luz y en la oscuridad)


miércoles, octubre 07, 2009

Temblando

Por primera vez en mi vida... no tengo palabras.




lunes, octubre 05, 2009

El Ángel de la Muerte

Llevo días acercándome a este blog y retirándome como un caracol. Podría contar muchas cosas pero, habida cuenta de que mi ex se entretiene mucho con mi vida (querido, deberías preguntarte por qué te sigue interesando tanto) y que no me gusta usar este espacio sólo para quejarme o desnudarme, me retraigo una y otra vez.

Pero hoy llueve. Llueve que se las pela, llueve como sólo llueve en Santiago. Un día gris, oscuro, deprimente y sepetecientos mil coches peleándose para discurrir por esta ciudad de juguete...

La oscuridad y esta lluvia siempre parecen ir de la mano con otro tipo de "oscuridades". Mi vida parece, en demasiadas ocasiones, una exposición permanente de arcanos del tarot de las desgracias. La estabilidad laboral y, por tanto, la económica siguen siendo, por ahora, una incógnita. El banco que me arrendaba el piso en Madrid pretende arruinarme. Sufro por mi permanente capacidad para atraer cierto tipo de desgracias y no puedo arrancarme el temor a perder lo que de veras me importa. Así que la carta de trabajo, está boca abajo, el amor permanece en suspenso y el Ángel de la Muerte planea de nuevo sobre mi casa.

No puedo evitar relacionarlo con mi regreso y es una tontería porque en Madrid las cosas fueron también mal o no estaría de vuelta. Pero es que hay sucesos que se hacen tan recurrentes que no puedo evitar preguntarme qué he hecho mal en mi anterior vida para ver cómo mi familia se va extinguiendo día a día, cómo los vicios, los malos hábitos, la ociosidad, han exteminado lo bueno que pudo haber en los cuerpos que hoy languidecen de dolor, en las mentes que han perdido el norte, en ese ser que, al final prematuro de su vida, no te reconoce, no le reconoces, no tiene la misma voz, está en otro lugar y tú no sabes qué debes desear o sentir.

Estoy peligrosamente acostumbrada a la enfermedad, a la muerte, al dolor. Quizá por eso, cuando soy feliz, soy tan exageradamente feliz. Y también por eso, cuando esa felicidad se esfuma, me pongo tan exageradamente triste. Porque no alcanzo la serenidad, porque mi destino parece ser la soledad y, sinceramente, creo que no me lo merezco. Supongo que nadie se lo merece pero, por la parte que me toca, he cumplido con creces. Y nunca parece suficiente.

He visto el Ángel de la Muerte en su cara. Sé cuando alguien enfermo va a morir. Siempre acierto. Es un color, una expresión... algo, que me traspasa en la primera visión. Es la Muerte, que tiene siempre la misma faz, a veces me sorprende que no todos la vean como yo la veo. Si algún día me pasa a mí, no tendré más que mirarme al espejo y mi vieja conocida se reirá en mi cara y me saludará. Aunque no la temo.

Temo al dolor físico, no al viaje. Temo la corta esperanza de vida que refleja mi experiencia familiar porque tengo dos niños y no quisiera -al igual que ellos- que fuesen criados por otra persona, incapacitada hoy para hacerlo. Temo no disfrutar de cada minuto cuando, tal vez, me quede muy poco tiempo. O no. Pero he visto a demasiadas personas creer que son inmortales y desperdiciar su vida. Yo no quiero desperdiciar nada pero la vida es bastante cabrona incluso con su saldo...

Necesito un poco de paz, de orden, de buenas vibraciones, de afecto, de cuidado, de despreocupación. Necesito que la vida sea vida y no sólo muerte y pérdida. Necesito que las cosas tengan un orden y un sentido.

Pero... el Ángel de la Muerte ronda de nuevo mi casa.

martes, septiembre 29, 2009

Un día más... o menos

Pues no acabo de recolocarme. Ya sé que soy una pesada pero, ya se sabe, aquí cada uno habla de su libro.

Hace dos días que he retomado el estado de ansiedad que prácticamente tenía aparcado. No veo el futuro, no veo estabilidad laboral a corto plazo y sigo añorando desesperadamente mi Madrid y, claro está, al propietario de mi corazón que allí he tenido que dejar...

Los principios de semana siempre son fastidiados. Después de un fin de semana largamente esperado, intenso y, a qué negarlo, también complicado, llega el bajón a la cruda realidad, las dudas. ¿Habré tomado la decisión adecuada? ¿Estoy hipotecando un año de mi vida y la de mis hijos para nada? Hummm, qué difícil es sobrevivir a la incertidumbre...

Encima, hay que sumar que de las certezas absolutas paso a la preocupación, a las inseguridades estúpidas, al miedo a perder algo tan parecido a la perfección que me tiemblan las piernas. Ya sé que el ideal no existe ni yo lo espero pero... cuando se roza el cielo con las manos, pensar en volver a la terrenalidad es lo más parecido al infierno.

Un día si y otro también se me pasa por la cabeza la loca idea de volver a hacer las maletas en Navidad. No lo harè, claro, es imposible, no puedo, no debo, no... pero me resulta imposible no darle vueltas.

Necesito trabajar, yo soy así. El tiempo libre me atormenta, me permite elucubrar, desvariar, angustiarme. El hombro donde encuentro la paz no lo tengo a mano, el dinero que me trae calma no llega y me he levantado cruzada. Se me hacen largos y monótonos los días, no tengo madera de maruja, no tengo madera de residente en ciudades pequeñas -no es que reniegue pero tampoco es un pecado, soy urbanita de pro-,no tengo... un buen día.

Bueno, hacía tiempo que no os dedicaba una pataleta, ¿no?

Pues ahí queda eso.


viernes, septiembre 18, 2009

Llueve

Me lo había prometido, me lo había propuesto pero es imposible.

No quería desnudarme en este blog como sólo lo he hecho para ti, queria preservarnos de la curiosidad y el morbo pero...llueve y te echo terriblemente de menos.

Soy y transmito felicidad en este momento de mi vida y pretendía silenciarlo por si algo lo enturbiaba y tenía que escuchar las críticas del troll de turno si me partías el corazón pero... es imposible.

Es imposible no gritarlo, no desprenderlo. Se me ve de lejos, resplandezco, me has devuelto mi luz, incluso la que nunca he mostrado, la que yo sabía que estaba escondida a la espera de aquél que sabría descubrirla.

Me colmas, me desbordas, me tienes presa y me haces libre. Le das sentido a todo el cúmulo de despropósitos de una vida que se me ha hecho demasiadas veces incomprensible. No soy una quinceañera y me siento como tal pero con plena consciencia de lo que me pasa.

Me pasa que te he encontrado. Nos hemos encontrado, reconocido y hemos sufrido tanto antes... que nos merecemos todo este amor que casi me ahoga en una muerte tan dulce como lenta.

Hoy llueve y te siento lejos. Me cuentas los días que hace que no nos vemos y no lo podemos creer... ¿Realmente hace cuatro? ¿Seguro? Se diría que hace años luz y que faltan otros tantos para que vuelvas a acariciarme con tus ojos, con ese sentimiento profundo, real, inconfundible con el que me bañas y no puedes imaginar de qué modo te hace transparente.

Llueve y se me cae la casa encima, te necesito aquí, te siento aquí y estás tan lejos... como cerca, como dentro.

Por eso todas las críticas, los pronósticos, las envidias, las opiniones nos resbalan. Hasta las respetamos. ¿Cómo podríamos hacerles entender esto que nos pasa si nos ha arrollado, nos ha devastado, si no podemos hacer nada más que sentir, que darnos, que amarnos?

¿Cómo explicarles que habíamos elegido no elegirnos, ilusos, creyendo que podíamos decidir por encima del destino? ¿Cómo transmitir tanta energía, tanta ilusión, tanta irrefrenable fascinación que nos dio la vuelta del revés en un tiempo récord? ¿Cómo se describe el amor a primera vista?

Es imposible. Hay que vivirlo. Y os deseo de corazón que, independientemente de cómo acabe, podáis sentirla una sola vez en vuestra vida.

Yo he elegido el camino de la perdición, el camino sin retorno, el de la entrega, del riesgo, de la apuesta. Y tú también y no puedo más que soñar con el día en que ni un milímetro físico nos separe porque mi corazón, mi alma y mi razón ya me las robaste.

Sólo espero que vuelvas con ellas para raptarme.

Dios... Cómo llueve sobre "nuestros tejados"...

¿Los reconoces?

lunes, septiembre 14, 2009

La Ninfa busca su sitio

Estoy en una etapa francamente movida. Entre acomodar cachivaches sin poder hacerlo del todo porque mi mueble de salón está a medio montar, tratar de encontrar el cuarto de mi peque (que hay que comprar...) y renovar todo el papeleo -que es impresionante-, el tiempo de ocio ha sido más bien escaso.

Ahora me toca readaptarme a mi lugar de orígen en el que, por motivos muy personales, sigo considerando mi hogar temporal.

Cuando una regresa a una ciudad pequeña como la mía tras haber vivido casi tres años en una urbe de las características de Madrid, los contrastes se acentúan. Obviamente ambos sitios ofrecen sus ventajas y sus inconvenientes e, inevitablemente, yo lo tengo todo demasiado fresco para no comparar.

Por un lado, los trámites burocráticos. Hay que reconocer que Compostela es una maravilla. Pido una partida literal de nacimiento de mis hijos y la recibo en el acto. El traslado de cole de los niños se realizó rápida y felizmente (aunque tengo un considerable disgusto porque a la niña le ha tocado una profesora monja... me habían asegurado que el profesorado era laico cuando aborrezco a las religiosas metidas a docentes y a las otras) el sistema sanitario le da cien mil vueltas al de la capital y, en resumen, cualquier tipo de papeleo es bastante más llevadero, habida cuenta de que no hay que hacer ni grandes colas ni distancias.

Para alquilar el piso no me han reclamado tropecientos requisitos previos, avales bancarios y toda suerte de complicadas pegas para hacerse con un sitio donde vivir. Resido en un precioso piso rodeada de campos y montañas. Cuando miro desde mi sofá al gran ventanal, tengo la sensación de vivir en una casa: ni un sólo edificio a la vista que no sea el Palacio de Congresos o un par de hoteles de muchas estrellas pero sobre todo verde, el variopinto verde de mi antiquísima Galicia.

Luego está la otra cara de la moneda. Me está costando asumir que todo quisqui conduzca al ralentí, que haya atascos por todas partes en una ciudad con la mitad de habitantes del distrito en el que yo vivía en Madrid, donde todas las calles del centro de la ciudad son de dirección única y el Ayuntamiento no parece tener más que hacer que dedicarse a eliminar todas las plazas de aparcamiento posibles para lucrarse a través de los parkings privados. Obras por todas partes, sin orden ni concierto.

Por aquí nos gusta decir que ésta es una ciudad cómoda. Si, cómoda si vives en el centro y no haces ninguna distancia más allá de dos kilómetros a la redonda. Los 20 25 minutos mínimos que uno malgasta de semáforo en semáforo puesto sin ton ni son para recorrer distancias ridículas, permiten hacer 15 o 20 kilómetros en Madrid. Las opciones de ocio para niños y grandes son limitadísimas y hasta cuando te vas a un edificio nuevo como el mío, te encuentras con que eres vecina de la esteticienne a la que has acudido cuatro o cinco veces en tu vida. Cuando salgo a la calle esquivo ciertas zonas en que sé que me encontraré a mucha´más gente de la que me gustaría ver y, paradójicamente, todo es tan agradable como fastidiosamente conocido...

Aún no me he hecho del todo a la idea de que mi vida transcurrirá en los próximos tiempos de nuevo en "casa". Disfruto del sitio que he elegido pero añoro el estupendo colegio bilingüe de mis niños, añoro a Monny Penny, a los primos postizos de los niños, añoro la noche y el día de ese Madrid al que ya no pertenezco y, sobre todas las cosas, al corazón que me dejé allí.

A veces pienso que sería perfecto que Santiago, mi nuevo piso y este inigualable paisaje fuesen las afueras de mi Madrid para no tener que prescindir de ninguno de mis dos trozos de corazón.

Por de pronto, mi Galicia -que está muy hermosa porque este año no la han incendiado-me anima con temperaturas veraniegas y sol. Y yo disfruto embelesada de su belleza mientras, sin poder evitarlo, mi mirada sigue mirando hacia el centro...

del mapa y de mis sentimientos.

(Ésta es la canción que quería que escucharas, Valiente...)

sábado, septiembre 05, 2009

Esta casa es una ruina

Pues ya estoy sentada en mi nueva casa dentro de esta dura e interminable mudanza. Digo que estoy sentada porque "instalada" es un término que no sé si se producirá en algún futuro posible...

Señores, esto es horripilante. He tenido que desmontar una casa, cargar un camión, ver que no cabía todo (menos mal que me rendí el día anterior y había dejado cosas sin empaquetar todavía...), descargar el camión, meterlo todo en el piso, volver a Madrid, seguir empacando, subirlo todo a otro camión, vaciar el piso del todo, recoger a mis hijos y llegar a casa... ayer. Todo ello para encontrarme una casa mucho peor que el desmadre que me había dejado y cajas por todas partes...

Ésta es la versión resumida porque, como no podía ser de otro modo, todo el proceso ha sido de traca. Vamos a ir por partes:

En primer lugar, visto que no podía enfrentar el gasto de una empresa de mudanzas que hiciese el trabajo sucio de recoger y llevarme todo a Santiago, emprendí mi odisea hacia un traslado "cutre". Hay que decir que ha sido una labor de fondo, con colaboradores estrella y ha salido todo lo bien que podía salir... que no era mucho.

Para empezar, alquilo un camión -el que me habían indicado en todos los presupuestos "profesionales"- que se me queda pequeño. Mis queridos vecinos -tan valientes y solidarios como sólo nuestra familia madrileña podía ser- apechugan con el marrón de llevarlo a destino. El día anterior yo parto a Compostela para recoger las llaves del piso. El viajecito fue... cómo decirlo... accidentado y largo, muy largo.

Salgo con mi ya un poco veterano coche (tampoco llega a viejo por mucho que diga mi hijo y tira bastante bien) casi sin dormir, después de haber recogido lo posible en las primeras horas del día. De pronto, a la altura de Medina del Campo, escucho un sonido que no quiero creer, un "chas" suave que me recuerda a otro ya vivido antes... y el cacharro empieza a perder fuerza. Parada en medio de la autovía y llamada a la grúa. Apaño de tres al cuarto en un "taller" donde me aseguran que así llegaré a Santiago y, una hora después, nuevo "chas", nueva parada en medio de un pueblo perdido en la nada. Segunda grúa (sólo tardó una hora a treintatodos los grados), segunda chapuza, tercera caída en tierra... Y a pasar la noche en
Benavente.

En medio de todo el proceso, un viudo que había en el taller me propuso llevarle a Santiago a curar sus penas, entré en un bar de un pueblo de la Castilla profunda donde había algo así como 50 hombres que me miraron anonadados por entrar sin burka en sus dominios y tuve la curiosa experiencia de que la Guardia Civil se parase en medio de la A-6 camuflada en un mercedes de la pera con radar incluido.

Durante una semana me pego con mi casa y consigo despejarla un poco. Entonces, vuelta a Madrid, vuelta a cargar, vuelta a embalar, a limpiar... !Dios, me canso sólo de escribirlo!

El caso es que voy por la cuarta etapa y ya estoy requeteharta. Los niños y yo sorteamos las cajas, la ropa sucia porque no he tenido acceso al trastero donde está la lavadora hasta hoy y gracias que tenemos agua caliente. Por cuarta vez en esta historia, estoy desbordada. Tengo la sensación de que mi casa nunca lo parecerá y me pudre ponerme a ello.

Como comienzo rutilante de nuestra etapa, voy a comprar los uniformes de los niños. No son feos, son modernitos aunque no tan monos como los que tenían... aunque el precio es de eso... de uniforme de capitán de Marina. 670 eurazos me he dejado... sin tenerlos. Menos mal que los libros todavía se "heredan" en los cursos de mis hijos. Con la llegada del PP han eliminado este formato -les apasiona hacernos gastar- será como en Madrid: a comprarlo todo y una ayudita del tres al cuarto.

Pero tampoco la herencia es jauja: tres libros por niño y he tenido que aflojar más de cien euros... ¡España va bien!

Resumiendo, entre mudanza, nuevo colegio, libros y tal y cual, mis tarjetas de crédito (que tanto detesto usar) están encantadas de la vida. Mis números rojos durarán hasta marzo, con suerte. Así es la vida de la madre soltera y entera.

Menos mal que tengo el corazón a buen recaudo porque esto acaba con la moral de un santo. Ahora nos toca, a los tres, hacernos a la idea de que ya no vivimos en Madrid, hacer o recuperar amigos e integrarnos en este nuevo caminar... en el que no descarto nada, incluso que nos convirtamos en tres corazones con freno y marcha atrás...

Ah, también me he olvidado el móvil nuevo en la capital... y ahora no sé por qué no logro poner los acentos y demás símbolos en este teclado del demonio...

Viva el sindrome de Diógenes y perdonad la falta de expresividad gráfica en estas últimas lineas...

¿Alguien quiere echar una manita...?

miércoles, agosto 26, 2009

El Valiente

Lo había cumplido. Se quedó en silencio, replegada en sí misma, con sus pequeñas alas doradas envolviéndo su frágil silueta a modo de insignificante manto protector.

Ha pasado su propio vía crucis inmóvil en su jaula de oro, sin mirar atrás pero tampoco adelante, convencida ya de que nada podía ni debía sacarla de ahí. No sentía ni quería sentir, no valía la pena. Nadie valía esa pena.

Lista ya para guardar definitivamente su polvo de hadas en la caja de la magia desaprovechada, la interrumpió un ruido. Leve al principio, en la distancia, la sacó de su voluntario ostracismo el golpeteo en el cerrojo de su celda. No quería mirar, no era el momento, no era el lugar, no debía permitir que el polvo de hadas se levantase y se desperdigase de nuevo en el sueño equivocado.

Pero el insistente chirriar del cerrojo ganó la partida. Comenzó poco a poco y no pudo evitar acercarse. La curiosidad de la Ninfa, su gusto natural por las sorpresas, le impidió seguir durmiendo. Aún así, sólo escuchaba, no podía ver.

De pronto, los barrotes crujieron y el golpeteo inicial tomó la fuerza y la furia de un huracán. Nadie había osado nunca acercarse a su prisión, nadie había sabido cómo hacerlo. Se estremeció de inquietud y emoción.

Y entonces le vio, dando patadas a la puerta, no con rabia sino con firmeza, con la decisión del que SABE, del que QUIERE, del que LUCHA. La sorpresa la hizo dar un paso en falso... y entonces él también la descubrió. Levantó la vista y la bañó con sus ojos azules, con su fuerza interior, con su seguridad, con su certeza, con su capacidad de amar, de no arredrarse ante nada, de mirarla con deseo y con admiración pero, cosa ya increíble, sin temor.

Temblaba mi náyade de alegría y de miedo a un tiempo. Ella pensaba que no existía, lo había visto mil veces. Llevaba toda una vida esperándole y buscándole en caras equivocadas, en corazones secos, en almas mezquinas y cobardes. No podía apartar la vista de la inmensidad que había tras aquellas pupilas.

Él dijo algo y ella no escuchó, no entendió, sólo sintió. Le tendió la mano y, en ese mismo instante, los barrotes crujieron de nuevo con un ruido atronador. La mazmorra se vino abajo y ellos ni siquiera se dieron cuenta, sumergidos uno en el perfume del otro.

Se fundieron en un abrazo inmenso, desde siempre esperado, largo y cálido. Por fin, se materializó el sueño: era ÉL, el Valiente y no necesitaba ninguna fortaleza más que sus brazos.

Estaban en Casa. Y no había mazmorras, ni distancias ni dudas capaces de separarlos porque, después de toda una densa vida buscándose, se habían encontrado.

Y ahora están completos.

Bienvenido al paraíso, Valiente.


domingo, agosto 09, 2009

En tránsito... para variar

Cómo me cuesta ponerme al teclado últimamente. Si no hubiese amigas por ahí que me hostigan, tal vez ni me pasase por aquí y no por falta de ideas. Es una suerte de pereza, dolor de cabeza, calor y síndrome de mudanza que me atenazan.

Estoy en tránsito de mi mudanza a lo cutre. Cutre porque me estoy buscando la vida para llevar el camión nosotros, he encontrado un par de rumanos dispuestos a cargar por poco dinero en Madrid pero me falta el tema logístico en Santiago.

Por un lado, están los amigos de confianza que no pueden venir a ayudar porque, justamente en las mismas fechas que yo llego, ellos están fuera de merecidísimas vacaciones. Por el otro, los que se ofrecen y, cuando les envías un mail pidiéndoles una manita, te contestan que ese día lo tienen todo ocupado con sexo. Como suena. Será capullo.

Así que, como no conozco cuadrillas de extranjeros apañados en mi tierra, a ver cómo me lo monto para subir todos mis enseres a mi nuevo hogar.

Había pensado irme más tarde pero las necesidades de mi bondadoso conductor harán que adelante la salida. Mi intención era regresar después a Madrid un poco antes para la entrega del piso pero todo depende de si hay planes o me voy a pudrir aquí igual que allí pero sin casa. Eso por no hablar de organizar una casa entera en soledad. Una paliza.

Un efecto colateral muy curioso que se produce al mudarse es la lista de lamentos y rechinar de dientes de los supuestos galanes que me "conocieron" más o menos a lo largo de estos dos años y medio de aventura.

Ahora todo el mundo quiere verme, todos se mueren de pena y todos quieren "despedirse". Así que estoy en la tesitura de decidir si hago una lista negra con todos ellos y les doy el pertinente repaso antes de largarme (dejando así abierta una bonita agenda para mis más que frecuentes futuras visitas) o mandarlos a todos a la mierda. Supongo que lo primero es lo más práctico.

Tal vez no les dé la alegría pero no hay que cerrar puertas a la posibilidad de cubrir una necesidad fisiológica tan interesante y útil a la hora de evitar nuevos enganches emocionales que encuentro tan indeseables en este momento en el que, por fin, mi corazón parece estar de nuevo en libertad y gozando de buena salud.

También me ha pasado lo de siempre: conocer a alguien con quién (quizás) podría haber tenido algo especial justo cuando estoy a punto de levantar el vuelo. Obviamente, ni se plantea preguntar (además, Criky ya me ha explicado que mi problema con los hombres es que les hago pensar... así que, ahora, les dejo en su estado natural: catatónicos).

Mi agenda en Santiago está de lo más hueca. Tengo que ponerme al día porque, claro, dos años y medio fuera pasan factura: ha dado tiempo a cerrar capítulos errados y el único hombre que conozco que merece la pena tiene novia, cómo no.

Las amistades... siguen siendo muy buenas pero... todas con vidas antónimas a la mía. No tendré amigas libres para salir, que es lo que más me fastidia. Los hombres los encuentro con facilidad (para la chorboagenda, no para el amor, ya sabeis...) pero mis amigas solteras a la madrileña las echaré mucho de menos. También las tengo aquí casadas pero menos marujas que las gallegas. En fin, que tengo que reestructurarlo todo.

Pero estoy con ánimos. Para todo menos para hacer cajas, que me agobio sólo de pensarlo. Intentaré disfrutar mis últimos días en la capital aunque tenga que combinarlos con mis tareas de embalaje. Tengo un bronceado más que potente, estoy delgada y con la autoestima en su lugar.

Me espera una nueva vida, todo indica que un trabajo que, al menos, tiene que ver conmigo (para variar) y un piso precioso. Ahora toca lo de siempre: reinventarse.

Y de eso, yo sé un rato largo.

martes, julio 28, 2009

De Madrid al cielo

Se acerca el momento. En realidad, quería posponer este tema para el día exacto en que me tocase despedirme de facto pero mi mala afición a trasnochar y mi pepita grisha particular me obligan a soltarme quizás antes de tiempo.

He visto hace un rato un programa de una cadena madrileña en que los extranjeros opinaban sobre Madrid. Yo llevo un tiempo masticando el hecho de tener que abandonarla. No es un secreto que amo esta ciudad como amo la mía pero son amores distintos aunque no por ello incompatibles. De todos modos, hay quien me tacha de apátrida por no preferir las preciosas y verdes montañas gallegas a la urbe multicolor y babélica que me eligió para vivir los casi tres últimos años.

Querida Madrid, no sabes cómo te voy a echar de menos. Echaré de menos tu cielo casi perennemente azul (con su pequeño gran hongo de contaminación pero... nadie es perfecto), tus calles llenas de vida, movimiento y juventud en el centro, tu ambiente de pueblo tranquilo en el barrio donde aún existen tiendas tradicionales que, paradójicamente, están en vías de extinción en mi pequeña y también amada Compostela.

Echaré de menos perderme de vez en cuando (¿Qué voy a decirle ahora a mi Tom-Tom?) y sorprenderme aprendiendo nuevos caminos para llegar a casa cuando estoy casi a punto de abandonarla. Echaré de menos ese Madrid cosmopolita donde los homosexuales caminan abrazados, donde todos los bares son nuevos porque nunca te reencuentras con nadie ni falta que hace, ese pasear despreocupada de aspecto y actitud porque a nadie le importa (como debe ser) quién soy ni qué hago mientras no les moleste, ese gusto por el piropo que aquí todavía no se ha perdido y tan bueno es para el ego en los días difíciles.

Me sigue emocionando la plaza que acoge a La Cibeles, el edificio Metropol iluminado de noche, la Gran Vía -mi segunda casa-, Alcalá, el Madrid de Los Austrias, El Palacio Real, El Retiro, las Vistillas (concierto y cañas castizas al aire libre), el Templo de Debod, Sol, La Latina, Santa Ana, su intensa vida nocturna, los mil conciertos, los musicales, las decenas de teatros, el tapeo, las tostas, los huevos rotos, el calor del verano, los cientos de chicos guapos que no volverás a ver en tu vida...

Añoraré ese Madrid abierto donde todo el mundo es de fuera y de dentro y todos intentan echarte una mano porque ellos también se han sentido perdidos en algún momento en su propia ciudad. Extrañaré mi primera relación vecinal en la vida -esos vinitos con Mamen en su terraza; las amables y comprensivas charlas con Claudia, Edu y Nonita, tíos (Edu casi padre)y abuelita adoptiva de mis pequeños roedores; a Hugo y Paula, los primos madrileños de los niños). Tantos favores, tanto afecto gratis y a raudales...

Madrid me demostró que podía hacer lo que me propusiese, incluso saliéndome mal. Que no tenía miedo a nada que no fuese a acobardarme. Me recordó que, en esta vida, caminamos siempre solos, muy solos, pero, como los peregrinos del Camino de Santiago, vas encontrando manos amigas que se tienden cuando ya crees que no podrás seguir adelante.

Podría decir muchas cosas -y lo haré- sobre mi segundo hogar pero un post no es suficiente. Me faltan muchos e importantísimos afectos por citar y transmitir pero no quiero hacerlo así. Así que me guardaré algo para mi despedida real (que espero compartir con personas muy queridas por mí y a ver cómo me las arreglo para no acabar gimoteando...).

Hoy sólo sé que aún no me he ido y ya te echo de menos. Siempre te llevaré conmigo y siempre regresaré. Como antes volvia a Galicia a la menor oportunidad, ahora haré el trayecto inverso. Un día vine y me traje mis piedras con alma en la mochila. Hoy regreso siendo mucho mayor, más fuerte, más abierta, más valiente, más cosmopolita -sin haber dejado de ser nunca de provincias porque para mí Madrid es siempre novedad- y que fui capaz de hacerme mi lugar en el mundo llegando absolutamente sola a una ciudad de casi seis millones de habitantes que me recibió con los brazos abiertos.

Seguimos fundidas en ese abrazo pero, hoy, me asaltan las lágrimas. Tengo que irme y no acabo de soltarme. Sólo me consuela pensar que el dicho popular se cumpla y que, de verdad, pueda irme...

De Madrid al cielo.


(Las imágenes son muy mejorables pero esta canción ya me encantaba antes de llegar...)

jueves, julio 23, 2009

Buscando nuevo hogar

Me he resistido y mucho. Es más, no iba a escribir nada hoy tampoco pero recibo amables presiones de aún más amables amigos y/o lectores que reclaman su cachito de Ninfa para desayunar.

Como bien he señalado ya, la Ninfa está hibernando, castigada hasta que su fragilidad deje de serlo y no se permita el lujo de ser vulnerable. Una diosa, por muy menor que sea, nunca debe olvidar que lo es y eso pasa por mantener la dignidad y el respeto propio y ajeno. No importa si el precio es alto, no haber nacido ninfa.

Así pues, una amiga me ha pedido que le pida a alguna pariente de la Ninfa que no esté enjaulada que, por Dios, nos cuente algo. Y aquí estoy, la mujer atribulada en plena transición.

Mi actual gran aventura es encontrar piso. Parece fácil, una chorrada... ¿verdad? Pues no, a mí me resulta muy complicado.

En primer lugar, yo tengo que enamorarme del inmueble. Necesito sentir el deseo de acomodar allí a mis hijos (precisan ya habitaciones separadas), de sentarme en el salón y mirar cómo llueve (porque va a llover todo lo llovible, que lo sé yo) a través de un gran ventanal. En fin, que de todo lo que vi en casi dos semanas buscando como loca hogar en la capital de Galicia, sólo me enredó como una hidra un piso tan perfecto, que parecía un sueño. Pero los sueños, sueños son.

La culpa es del cretino del dueño, que se metió a diseñador de cocinas, y el cretino del fabricante que se lo permitió.

Veamos, la casa queda algo alejada del centro (del centro de Santiago, un concepto que, visto desde Madrid, es... insignificante). Cierto que tendría que llevar a los niños al cole en coche y que Santiago es una ciudad donde el tráfico es lo peor de lo peor (en ciertos aspectos, que matizaré otro día que tenga ganas de meterme con el Ayuntamiento, peor que Madrid. Ya destriparé este tema). Pero también me hará falta conducir para ir a trabajar así que el mal sería menor.

Sigamos. Tiene un salón como un campo de fútbol con tres grandes ventanales que dan a una zona de jardín primorosamente cuidada -ya de comer la lluvia, disfrutar del verde. El entorno es alucinante-, las tres habitaciones son exteriores, los baños nuevos, como toda la casa, el parqué hermoso, etc, etc, etc. Hasta lo que sería la pared de la cocina es un ventanal del techo al suelo. Impresionante.

Fui con mi ángel de la guarda y nos preguntábamos dónde estaba el fallo. Vi que no había tendedero, me extrañó un poco porque no había posibilidad de tender fuera puesto que es totalmente exterior. Aún así, seguía fascinada.

Volví a la cocina, que tenía un diseño hermoso, de esos "fashion", en color marrón oscuro, tan mona... Hasta que caí en un pequeño detalle. ¿Y la lavadora? ¿O el hueco de la lavadora? ¿El lavavajillas? ¿El hueco del lavavajillas? ¡Ahí estaba el quid!

El merluzo dice que pone la lavadora en el trastero. Un poco latoso pero, teniendo en cuenta que lograr que la ropa seque en el exterior en Galicia roza el milagro, tampoco me preocupó tanto. Pero... ¿dónde voy a poner mi maravilloso lavavajilas Míele, que lleva 13 años conmigo, que lava mejor que Ariel y sin el cual no puedo vivir? Pues en ninguna parte. Manda narices.

Única opción: comprar uno de 45 cm porque el merluzo diseñó él mismo la cocinita (evidentemente, éste es de los que lavan la ropa en casa de su madre y no usa platos porque para eso ya están las bandejas de cartón de Telepizza) y no deja opción a meter nada de 60 cm. Vaya por Dios.

Intento desestimar la casa. Pero me he enamorado y, como algunos sabréis, cuando me enamoro lo hago hasta las trancas. Así que pienso en ella día y noche. Veo otros pisos, ninguno me gusta y, para suerte del merluzo todos tienen la misma pega: no hay trastero. Y yo sin trastero no puedo vivir por razones obvias. Voy con la casa a cuestas como buena tortuga y, de tanto repartir cosas, me estoy quedando sin nada. Y no quiero seguir quedándome sin trocitos de mi hogar.

Encontré uno en el centro-centrísimo, con dos habitaciones interiores pero exterior en parte, con garaje y buen precio. Colegios y madre cerca. Tengo que cogerlo (me lo repito y me lo repito mientras reprimo mi deseo de llamar a la inmobiliaria para que me reserven mi pisazo de diseño). Pero no hay trastero -ya tengo la disculpa_ y además no lo he visto personalmente ni podré hacerlo antes del 15 de agosto. Después he recordado que la casa de mi madre es un gran trastero, que seguro que alguna cosa podría meter allí pero... sueño con el piso del merluzo.

Y aquí tengo al corazón y a la razón, como de costumbre, peleándose hasta con lo que no procede. DEBO alquilar el piso del centro aún cuando la falta de trastero es un grave problema. QUIERO alquilar el piso de mis sueños, lleno de luz y verdor pero alejado de todo lo que entretiene a los críos, colegios incluidos.

Y aquí estoy, esperando a que alguien intente convencerme de que haga lo que quiero y no lo que debo. Odio tomar estas decisiones sola. Así que os doy vela en este entierro y que sea lo que Dios quiera.

Si es que no han alquilado ya mi pisazo...

martes, junio 30, 2009

Necesito una historia

Necesito un libro. Necesito una de esas obras maravillosas que me teletransportan a un mundo diferente, lejos, muy lejos de la realidad. Lo malo es que cada vez es más difícil para mí encontrar un libro que me llene.

De niña era una lectora compulsiva. Antes de los 14 años había leído a Valle-Inclán, Unamuno, Cervantes, Cela, Jane Austen, etc, etc. Después llegaron los tiempos de la adolescencia, el golfeo y la dispersión. Hace ya varios años que lo que más me engancha es la novela histórica y las biografías pero soy muy exigente con lo que leo. No vale que la historia sea buena, tiene que estar bien escrita y viceversa. Y lo peor es que, cuando estoy anímicamente mal, prácticamente no puedo leer, no me empapo de ningún texto y aborrezco pasar páginas y desperdiciarlas.

Pero añoro uno de esos libros que me tienen ansiosa por encontrar un rato para acariciar sus páginas que huelen a nuevo, que me enseñan palabras nuevas, emociones nuevas, historias nuevas. Añoro un texto que me haga palpitar y que me recuerde por qué descubrí la necesidad de escribir.

Tampoco me puedo permitir comprar muchos o ningún libro actualmente. Ese apartado está destinado a mis pequeños roedores y a otras necesidades básicas. Echo de menos unas tapas duras que me emocionen, que conviertan en otro ser que no sea éste que ahora me oprime. Una obra de esas gordotas que te da pena terminar.

Padezco ahora sobredosis de tiempo libre. No me quejo, necesitaba ese punto de soledad antes de la tempestad de volver a crear una nueva vida. Lo malo es que pienso mucho, demasiado, y en nada bueno. Estoy gris, no sé cómo dejar de estarlo y, aún peor, cómo tener ganas de hacerlo, empeñada como estoy en negarle el paso a la Ninfa por una buena temporada. Ahora soy una vulgar mortal, una vulgar parada, una más... Sólo soy gente. Quiero aprender de la estupidez imperante. Es tan cómoda...

Yo tendría que haberme centrado en ser una tía buena cuando era más jovencita y dar el braguetazo, como se dice por ahí. Tanto principio y tanto romanticismo no me han servido para nada. Sólo para no poder comprar los libros que me da la gana, para no tener al hombre que me da la gana y no poder pagarme las futuras operaciones estéticas que me convertirían en una Isabel Preysler de la vida. Ya sé, ya sé, me vais a contar que mi vida actual es mejor, que soy más honesta, que soy la pera. Chorradas.

Reconozco que encerrar a Ninfa tiene un alto coste. No veo mi luz por ningún lado o no quiero verla. No leo, apenas escribo y sonrío menos todavía. Recuerdo y recuerdo como los ancianos. Me voy a tiempos e incluso personas lejanas y reviso su paso por mi vida, reviso mi paso por la suya, me pregunto dónde y por qué me equivoqué o las dejé pasar. Supongo que mi estado es inevitable antes de cerrar una etapa que no tengo ganas de clausurar.

En fin, quiero una historia apasionante que me saque del mundo real, que me haga imaginar cosas diferentes, que me abstraiga, que me enamore, que me enseñe. Acepto sugerencias. Creo que voy a pasarme por la Fnac. Aún la tengo al lado de casa, otro lujo que tampoco tendré en miniciudad.

Estoy divagando, será el calor.

jueves, junio 25, 2009

En busca del manto dorado

Me resisto a escribir. He entrado en ese estado que busco cuando he tenido un grave disgusto. Me ha costado dos migrañas de campeonato que he empalmado con una gripe y ahora la tos me ha dejado afónica como un camionero. Emocionalmente estoy catatónica, el estado ideal. Ni frío ni calor. Fuera emociones.

Hoy alguien ha escrito un texto que me recordó uno de los dones que mi ninfa -de nuevo secreta- solía ofrecer. Decía el texto "Llevo unos días viéndome con mi vecinita ninfa para esos quehaceres que las ninfas hacen mejor que nadie (convierten en magia casi cualquier cosa)". Qué hermosa definíción. Mi ninfa tuvo un tiempo de luz, brillaba donde iba, desprendía gracia, simpatía y, sí, ponía magia en la pasión, en la lectura, en las tertulias de viajes... Era verdad que fue así y algunas personas pudieron percibirlo.

En estos días de oscuridad he recibido llamadas de atención sobre mi pérdida de fe en su halo dorado. Olvidé que la magia estaba ahí, entre las alas de mi ninfa. No puedo verla ahora, las alas están rotas. Las destrozaron de un sólo zarpazo, tratándo a mi náyade como una cualquiera, como un ser insignificante al que no hay que respetar.

Obviaron su inteligencia, su locuacidad, sus ganas de vivir, de dar, de entregar. La trataron peor que a una desconocida y deshicieron, con su vulgaridad y su ignorancia, todo el manto de oro que había tejido.

He descubierto que existe gente que cree en mi ninfa más que yo misma, que la quieren viva, libre, alegre. Pero le va a costar salir de su encierro. No sé si quiero que lo haga. Es vulnerable y delicada, como todas las cosas valiosas. Quizá su error fue mostrarse a quien no puede ver más allá de sus narices, a quien no sabe distinguir la singularidad.

Creo que mi ninfa dejó pasar su verdadera gran oportunidad hace un año ya. Una oportunidad que vive feliz en otro mundo mientras ella seguía mirando al lugar equivocado.

Yo pensaba que su corazón mágico no podía equivocarse, que veía donde él mismo no veía. Es mentira. No había nada que ver. Sólo vacío, egoísmo y egolatría.

Espero que Ninfa recupere sus alas aunque sólo sea por los que -hombres y mujeres- son capaces de verla. Ellos lo merecen.

Pero ahora, necesita calma, soledad, retiro.

Tal vez alguien venga a rescatarla algún día.

Tal vez.

miércoles, junio 17, 2009

La magia no existe

Supongo que debería escribir y digo supongo porque, en realidad, no puedo contar nada nuevo, ni me siento especialmente animada pero algo me incita a pasarme por aquí.

Con la Ninfa encerrada a cal y canto se ha dormido también una buena parte de mi legendaria chispa. Básicamente estoy triste, desilusionada con la vida en general y, lo que es peor, es como quiero sentirme. No tengo ganas de sobreponerme ni de sonreír ni de poner nada de mi parte. Deseo mantenerme así en espacio melancólico-vegetativo hasta que mi armadura se recomponga y no sienta nada, ni bueno ni malo.

Así que subo al metro, luego al tren, voy a la oficina y organizo mi trabajo y mi día como una autómata. Sólo me permito fingir ante mis hijos porque no quiero que se enteren del bajo concepto que tengo de la vida.

Escribo esto y me sorprendo porque, muchos posts atrás, yo me autodefinía como una nutria del universo por mi capacidad de disfrutar de casi todo. No la he perdido, espero, pero no siento deseos de disfrutar de nada. Es como un autocastigo: me he saltado mis normas, he osado volar, dejarme llevar por los sentimientos, darle a mi vida una pizca de loca ilusión... Y ahora lo estoy pagando. Y me lo merezco, lo sé.

Tengo por delante un giro vital que no me produce entusiasmo, lo cual hace las cosas más difíciles. Sigo viendo pasar oportunidades ante mis ojos y trenes que no volverán. Sigo siendo la misma loba esteparia (ahora a mi pesar) que hace cinco años. Sigo descubriendo personas que no valen nada y a las que se lo habría dado todo. Sigo sin tener lo que necesito para ser mínimamente feliz.

Y eso es lo malo: cero evolución, cero perspectivas, cero proyección. Sólo supervivencia y más supervivencia.

Tengo los ojos más negros que de costumbre, la expresión más dura que de costumbre y la sonrisa forzada. Ninfa se llevó la luz pero es demasiado visceral para dejarla que camine conmigo. Luego pasa lo que pasa, que le rompen las alas y me deja a mí el trabajo sucio.

Ése es el precio que pagamos ambas por ser auténticas: desilusión, heridas y daños colaterales.

Tal vez sea la hora de confesarle a Ninfa que la magia no existe.

Pobre mía.

domingo, junio 14, 2009

Alas rotas

No he tenido que decirle nada, ya se ha dado cuenta ella. Alguna vez se lo sugerí y me escuchaba con los ojos muy abiertos dentro de su jaula. Pero se escapó y olvidó que el mundo de los mortales no era para ella.

Voló alto, se dejó acariciar por el aire, por sus sentimientos, por la libertad. Cada día era más libre, tanto, que perdió el miedo aterrador a entregarse, a mostrarse, a desplegarse.

Ha regresado a su jaula. Vino sola, desmadejada, con sus preciosas alas de cristal resquebrajadas. No tuve que guardarla, entró en silencio, con los ojos llenos de nada, se encogió y dejó sus alas rotas rodeando su cuerpo, convertido en una pequeña bola de polvo mágico.

Esta mañana apareció replegada, envuelta en su crisálida en forma de burbuja. Parece que duerme pero es mentira. Se encierra en sí misma para no volver a mirar fuera. Alguien debería cuidar de las ninfas con el alma al aire para evitar que, una y otra vez, la ausencia de calor humano les desgarre las alas.

Cerré su jaula dorada y no se volvió al oír el chirriar de la cerradura. Es por su bien, lo sabe, pero no le gusta su destino.

Alguien debería proteger a las ninfas. Alguien debería respetarlas.

Duerme Ninfa. Es lo mejor para las dos.


martes, junio 09, 2009

Los dominios de la Ninfa

Estos días la Ninfa está independizada. Hace y deshace, siente, imagina y maquina totalmente al margen de la voluntad del cuerpo que la esconde.

Mientras su versión humana se preocupa de cuestiones materiales, razonables y muy importantes, ella sigue revoloteando por su estómago ajena al mundo exterior, distraída en sus deseos, sus sensaciones, sus sentidos...

Quisiera tener el poder de acallarla de vez en cuando, de hacer de ella una formal y silente hada que espere su turno para la frivolidad y el desenfreno. Pero no. En realidad, desde que resquebrajó la armadura -y antes pero acallada por la fuerza- ella lo domina todo. Hace tiempo ya que el imperio de los sentidos manda en la Ninfa. No sólo los sentidos sensuales (aunque la sensualidad es algo importantísimo para ella y para su envoltura, algo que crece y crece con el tiempo, en lugar de ir calmándose...), quizá más su ausencia de "sentido", que es lo que en Galicia calificaríamos como cabeza, sentido común.

Y hay que reconocer que la Ninfa es pesada a veces. Fuerza, presiona y empuja al pobre cuerpo que la envuelve a ser suyo, tan suyo que la materia deja de serlo para ser sólo Ninfa, hada, diosa, esclava, concubina... El deseo en su más pura esencia.

Un deseo que, para más inri, no se quiere desatar con cualquiera pero está omnipresente. Y las ropas ligeras, el sol, la caricia del viento suave la ponen alerta y alertan a quien la rodea. Es consciente de sí misma en todo momento y lugar, de cada poro, de cada sensación, de cada hueco por llenar...

Se ahoga la Ninfa en su cuerpo mortal. Quiere salir y romper puertas a patadas, desatarse del todo, escandalizar, hechizar, enamorar, esclavizar también. Le hace falta un elfo o un demonio capaz de valorarla, de aprovecharla, de apurarla hasta absorber hasta la última gota de su esencia.

La Ninfa se empeña en sacar el corazón por la boca, en tener al cuerpo en tensión, en permanente excitación, en sacudirse la moral y dejar que los deseos y los sentimientos lo dominen todo. Aburrida está de escuchar a la razón, a lo adecuado, a lo correcto. Quiere ser dueña y señora de sí y de él. Quiere amar y ser amada. Quiere tocar y ser tocada. Quiere azotar y ser azotada. Quiere doblegar y ser doblegada. Es un volcán deseoso de erupcionar.

Mientras, se entretiene en fantasear, en prepararse para el encuentro. Acaricia y protege sus alas, elimina impurezas de su frágil exterior, se ocupa en suavizar su piel, en aceitarla, en preparar juguetes... Y se sorprende con su propia codicia, sus ansias de SER, sus variopintas miradas, sus insospechadas dispersiones, su capacidad de mirar a varios frentes, de recordar goces vividos, amores abortados...

Está harta la Ninfa de ser una ninfa a medias. De gozar a medias, de amar a medias, de mostrarse a medias. Un día de estos me desgarrará la piel y me poseerá.

Ay, entonces de mi pobre cuerpo...

domingo, junio 07, 2009

De cine y renacimientos

Llevo un fin de semana cinéfilo-sentimental. Hacía siglos que no iba al cine a ver una película que no fuese de dibujos y elegida por mí a conciencia. Así que el sábado me fui a Kinépollis con M. y un par de amigos.

Acertamos de pleno con el largometraje. Bueno, con actores de altura y manteniendo el interés durante las dos horas de duración. Fue curioso, me trajo muchas nostalgias. El hilo argumental gira alrededor de una trama periodística y de corrupción en las altas esferas. Me dio morriña ese redactor caótico, esa redacción tan tradicional en el fondo, donde el papel sigue siendo lo más importante. Al final incluso, cuando ofrecen imágenes de los fotolitos (negativos de las páginas impresas), recordé mi primer reportaje porque me lo regalaron para que lo enmarcase. No lo hice y hoy lo lamento.

Nunca me he sentido demasiado periodista porque no soy una perseguidora de noticias pero sí en todo lo demás: la pasión por escribir, por plasmar algo nuevo, por investigar, por hacer, como dice Russell Crowe, "periodismo del bueno". No echo de menos mi periódico pero sí ese bullicio redaccional, esa capacidad de concentrarse entre la multitud, la tensión y esa sensación de seguridad que produce conocer el terreno que pisas.

Encima, un personaje se parecía sorprendentemente (en la imagen, más que nada) a un chico con el que salí el año pasado. El parecido era tal, que había momentos en los que M. y yO nos reíamos sin poder evitarlo porque, como decía ella, "yo sólo veo a A. por todas partes". A. es un chico especial, bueno donde los haya, aunque algo voluble emocionalmente. En cualquier caso, una de esas personas que siempre ocupan un lugar en el corazón al margen de que el momento, la oportunidad y hasta el sentimiento inicial ya hayan pasado.

Lo más increíble es que soñé con él esa noche. Para mí la sorpresa es mayor puesto que no sueño nunca con personas que conozco. Y si fuese cierto que los sueños reflejan nuestros deseos, la cosa sería para darse de cabezazos. En cualquier caso, siempre he pensado que el universo onírico es demasiado complejo como para entenderlo con explicaciones sencillas. En general, cualquier tipo de universo me parece inexplicable.

La tarde del domingo me la he pasado viendo por enésima vez Notting Hill. Estas pelis, como dice un amigo mío, "para mujeres". Él dice que nos gustan porque nos las creemos. Yo digo que nos gustan porque sabemos que son imposibles, que esos tíos no existen. Para eso está el cine: para soñar...

En otro orden de cosas, he tomado ya mi decisión irrevocable. Ya estoy preparada para dar de nuevo el salto. De hecho, creo que ya me he ido. Ahora queda el aspecto logístico, el trabajo duro, pero estoy entrenada.

Me he prometido a mí misma que crearé (por septuagésima vez) un hogar. Colgaré los cuadros para darme la impresión de que permaneceremos y tal vez lo consigamos. Y daré un nuevo giro a mi vida. Después de todo, siempre me ha encantado bailar.

La otra gran decisión del año será escuchar a todos los que tanto me riñen por no ponerme seria y hacer de mi catarsis personal, un oficio. Sí, escribiré. Una vez resituada comenzaré ese libro que siempre me he resistido a iniciar. Es verdad, tenéis razón: soy una egoísta, una cómoda o una cobarde -qué sé yo- y nunca me he tomado en serio escribir. Así que una forma de recomenzar será resetear mis dedos, mi cerebro y moldear mi futuro aunque sólo sea en la ficción

Ahora sólo quiero volver a casa, encontrar un buen lugar para mis niños y para mí en el mundo, volver a empezar y...

Renacer. Una vez más.


miércoles, junio 03, 2009

Tiempo perdido

Hay que ver cómo se las gasta la vida. Como ya es habitual, no me deja hacer lo que me da la gana, ni siquiera lo que debo. En fin, aún espero algún giro que me facilite las cosas, a sabiendas de que rara vez se dan. Después dicen que el dinero no da la felicidad. Amos anda...

Ha llegado el calor, la ropa corta y con ellas, la sensación de estar "desaprovechada" puesto que, para algunas cosas, no tengo reparo alguno en reconocer que me gusta (pero mucho) que se aprovechen de mí...

No tengo la menor idea de cómo voy a pagar el alquiler los próximos dos meses, no me dejan rescindir el contrato y tal y tal. Sinceramente, ya estoy que vivo el día a día y dejo para mañana preocuparme por las cosas de mañana. No puedo organizar los cambios que necesito hacer a expensas de que tengo la desgracia de tener el piso arrendado a un banco, o sea, a un ladrón inflexible.

Me encuentro desgastada y no lo digo con especial acritud. Simplemente es así. Me falta ilusión en general y ésa es una de las peores lacras a la hora de seguir hacia adelante. No obstante, espero recuperarla -o algo así- en cuanto me vea libre de las últimas ataduras que me impiden iniciar otra nueva vida. Es una pena que el dinero mande siempre pero así son las cosas.

Tengo ganas de enfrentar algún reto que siempre he ido posponiendo y tengo ganas de estar entre los míos. Quisiera disfrutar de unos días al sol, sin pensar, sin preocuparme, sin vivir con el agua al cuello... pero parece que no me dejan.

Realmente, carezco de inspiración hoy pero tenía ganas de escribir. Así que, diciendo sin decir -por si los espías-, quedo a las espera de que las musas menos viciosas vuelvan por mi casa. Las otras están siempre en activo pero hay que dosificarse e, incluso, aguantarse.

Qué mal llevo la sequía...

jueves, mayo 28, 2009

La hija de las piedras

La primera vez que la dejé tenía sólo cinco años. Me fui con ilusión, mi casa -tan antigua- era de planta baja y me parecía emocionante vivir en un piso con escaleras...

Me marché subida a un 1500 repleto de maletas y expectativas. Cambié mis piedras por una ciudad en crecimiento debido al retorno de los emigrantes, fea y lejos de mis amigos de la infancia. Nunca me gustó, nunca me adapté. Siempre ejercí de compostelana, los once años siguientes que residí allí.

Recuerdo a la perfección la sensación que me producía llegar en el coche por la parte estrecha de esa calle del casco histórico, donde está mi casa. Al final, se veía la puerta y, cuando llegaba, a la derecha,la fachada luminosa de la Catedral me recibía espléndida, majestuosa. Me observaba severa pero sonriente, como una madre que disimula sus sentimientos de ternura hacia su hija pródiga.

Bajaba corriendo del coche y me iba directamente a casa de mi "amiga", la única que consideraba como tal. L. es mi más antigua amistad de la infancia. Jugaba en su patio desde los dos años, no recuerdo ni cómo nos conocimos. Éramos inseparabales y nunca he olvidado la emoción que me embargaba al tocar a su timbre y ver cómo su familia me recibía con los brazos abiertos y le avisaba a voces de que había llegado Tata, así me llamaban en la infancia en mi familia y entorno santiagués.

Allí tuve mi primer novio, por supuesto, el líder de la pandilla, ése que te gusta de toda la vida. Los primeros tonteos, los primeros besos escondidos.

Curiosamente, cuando tocó regresar yo ya no quería. No es extraño, tenía 16 años, justo cuando comenzaba a hacer pandillas y ligar con chicos nuevos. Me costó reinsertarme. Mis amigas de siempre ya no eran iguales, ahora adolescentes, y llovía de modo incesante. El primer año fue infernal. Pero al segundo, empecé a disfrutar de nuevo de mis piedras con alma, de su fiesta eterna y de la juventud que preside sus calles día y noche. Los tiempos de Universidad fueron, sin duda, los mejores de mi vida.

Cuando volví a abandonarla ya no fue con mis padres. Ahora, la madre era yo, y la que tomaba las decisiones también. Me fui con ilusión, con un puesto de trabajo, un piso hermoso y muchas esperanzas. Mi ciudad de adopción era fascinante, una gran capital imperial, con todas las posibilidades al alcance de la mano... eso sí, con un bolsillo en condiciones.

Es acogedora mi Madrid. Fue amor a primera vista. Me hechizó la Gran Vía, mi Duque de Ramales, mi querida M. que, después de todo, no lo es tanto pero ocupó un lugar importantísimo en mi vida. Descrubrí a Criky, su apoyo incondicional, la bohemia de la Latina, el tapeo en Sol, los teatros, la Cibeles, las noches locas, sus edificios modernistas, el Madrid de los Austrias... Imposible para mí no amarla.

Y llegó la crisis y el sueño de un futuro, de una estabilidad, de un trabajo a la altura de mis posibilidades, se desvanecieron. El despertar fue muy doloroso. Dejé por el camino una oportunidad amorosa porque no podía ni quería irme de la ciudad que me devolvió mi lugar en el mundo y, de pronto, me lo volvió a quitar.

Una vida muy cara, el mejor colegio para mis hijos, el mejor piso, lo mejor que podía ofrecerles. Ya no puedo. Los números cantan. No puedo ni económica ni anímicamente. Estoy sola, agotada.

Ayer dos personas muy importantes me dijeron que había perdido la alegría que me caracterizaba. Que soy una sombra de esa Ninfa loca que les hacía reír hasta en las desgracias. Me recordaron que mi lugar está en casa y, fuera de toda lógica, creo que tienen razón.

No quiero seguir enviando mis naves a luchar contra los elementos. Infravivir es más barato en el norte y siempre tendré un hombro en el cual apoyarme. Dejo buenos amigos aquí pero ya no tengo el sitio que creía haberme hecho.

Considero, sinceramente, que una retirada a tiempo es, si no una victoria, una muestra también de valor. Es duro asumir el fracaso, la vuelta atrás, el no cubrir tus expectativas, el no lograr la soñada independencia. Pero más aún lo es empecinarse en algo que ya no tiene sentido y que me hace profundamente infeliz. No sé qué me deparará el futuro pero las piedras me reclaman, ya sueño con reunirme con ellas.

Hoy, más que nunca, me siento como lo que soy:

La hija de las piedras.