viernes, julio 22, 2011

Seriemanía

Me he convertido en una yonky de las series. Me ofrecen continuidad, me evaden de mi realidad diaria -tan monótona, tan hueca- y es como una cita diaria con el entretenimiento. Ahora mismo estoy atrapada por Anatomía de Grey, que no vi en su día, y que repiten en varios canales en diferentes temporadas sin ton ni son. Así que os podéis imaginar el estrés de estar saltando de un canal a otro viendo la tercera temporada, la sexta a las cinco de la mañana (por obra y gracia del insomnio) y las ocho de la tarde, la séptima. En Divinity repiten los capítulos con una compulsión que me está volviendo loca y en Cosmo, más de lo mismo. En fin, cuando me encuentro un episodio que no he visto la emoción me embarga hasta extremos ridículos.

Esta serie me pone porque están todo el día trabajando como locos. Como estoy en el paro, los niños se han ido de vacaciones, no tengo casi nadie con quien salir, el verano ha salido rana y no hace calor suficiente para ir a la playa y estoy deprimida por todo lo dicho, ver a esa gente currando sin parar me da envidia. Y ligando sin parar también me da envidia a pesar de que, en este momento, estoy rechazando toda clase de propuestas masculinas. No tengo el cuerpo ni el alma para ruidos. Sólo uno me hace gracia y está peor que yo. Creo sinceramente que necesita una dosis de ternura para recuperar la fe y el amor por sí mismo y a mí me la produce pero, ya ves, para uno que me comería... me da que no se deja. Le asusta la Ninfa. Es demasiado traviesa, la verdad, y es posible que le gusten más modositas. De todos modos, la Ninfa es ruidosa pero también dulce. Es algo complicado hasta para ella. En fin, la he castigado con pena de arresto unos días. Ya sabes J. tú no te asustes, en directo se comporta. Aunque insiste en que resucitar un ratito te haría bien ;-)

Otra serie que me encanta es Los Tudor, a pesar de su ausencia de rigor histórico. La historia me apasiona, leo todas las novelas de este tipo, que son menos de las que quisiera porque ni hay tantas bien escritas ni tengo mucho dinero extra. El caso es que al amigo Enrique VIII lo conozco bien y a todas sus mujeres también, casi como si hubiesen vivido hace poco.

Lo más curioso de esta serie es que, con la excepción de Catalina de Aragón, la pobre, que sale poco agraciada, todas son guapísimas y están cambiadísimas. Y Enrique está macicísimo por lo menos hasta Catalina Howard que es por donde vamos. Con sus dos primeras mujeres aún era joven y atractivo pero a partir de Jane Seymour (que en la serie es una rubia cachondísima cuando en la realidad era una chica regordeta y sumisa, que gustaba al rey por su carácter dulce y porque se murió rápido pero no se parece nada a la belleza explosiva que sale en la tele) ya la gota le daba problemas y empezó a engordar seriamente.

Cuando llega Anne de Cléves -que elígió engañado por un retrato retocado que no reflejaba un rostro feo picado por la viruela, una mujer alta, gruesa y tosca, que apenas hablaba inglés, mayor de lo que le habían dicho- sale una chica monísima que uno no se explica, si no conoce la historia, por qué al rey le da tanto repelús y es incapaz de consumar el matrimonio con una mujer que le espanta y a la que acaba repudiando.

Catalina Howard, es prima de Ana Bolena y nadie se acuerda de citarlo, era morena, ahí sale una chica flaca rubia, el rey está cojo pero sigue estando buenísimo (ni envejece, ni la gota le hace más repugnante, cuando en esta etapa la cintura de Enrique VIII era de 1.35 cms), tiene 50 años, el actor tendrá 30 y está que yo no veo la hora de hacer el casting para ser la siguiente... No sé. Me queda sólo una esposa y pocos años de vida. Casi me alegro que no hayan deformado al protanista, porque estoy en un momento en que sólo me deleito con la tele pero para hacer una serie con tanto presupuesto... deberían ser un pelín más rigurosos.

Bueno, yo la critico pero no me pierdo un capítulo, como veis. Menos Águila Roja, que ni es histórica ni nada y me pone del hígado, las historias de época me van. el medievo me interesa especialmente. Eso sí, si a vosotros también os gusta la historia, un consejito: divertíos con la tele pero para saber algo, no queda otra que leer.

Afortunadamente.
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sábado, julio 09, 2011

Matar a una Ninfa

Llevo semanas intentando sacarla de ahí pero ni sé cómo ni me escucha. Cierto es que no tengo grandes cosas que decirle: por una parte, ni yo misma me las creo y, por la otra, no se me ocurre ya nada. Se ha metido dentro de sí misma hasta extremos desconocidos incluso para ella. No sale de casa, no hay estímulo exterior que la saque de la apatía, de esa amarga desilusión vital.

¿Cómo se puede hacer soñar a quien lo ha visto todo, a quien a creído tenerlo todo y se le ha deslizado como arena entre los dedos? ¿Qué apósito se le pone a una herida causada a un corazón abierto de par en par que ha sido apaleado, ninguneado, maltratado y expuesto al escarnio con una crueldad sólo comparable a la de un rey medieval? ¿Cómo le vas a hacer entender a una Ninfa que han confundido sus alas con las de un vulgar moscardón?

No ama la Ninfa y no quiere hablar de amor. Está seca pero es que un ser de agua deshidratado se muere, se muere lentamente. Más aún en un ambiente que cada día le es más ajeno, sin afines, en un lugar que no le corresponde, sin nada que le induzca a creer en la magia vital, que no en la amorosa. No quiere amor y yo tampoco se lo recomiendo. Pero necesita aire, necesita risas, necesita compañía, necesita volver a ser el cascabel, el alma de la fiesta que siempre fue. Y no tiene con quien volar, ni una aprendiz de ninfa, ni una amiga que se rebele a su papel de madre de familia, de persona corriente, de... vida limitada.

Y ya no puedo convencerla de que haga algo con su talento, que luche por él porque está lejos del mundo donde las letras aún valen algo y no tiene fuerzas para pelear. Es demasiado tiempo. Es fácil decirle: sigue, lucha, pelea... pero es que el muro es muy grande, el cansancio mayor, las cargas enormes y las alas están rotas.

Para más inri es tiempo de recuerdos y mayormente tristes. Este pretendía ser un verano que compensase de las amarguras del pasado: los plantones, las mentiras, las infidelidades, los desprecios. Pero no hay nadie. Sólo el recuerdo de un viaje a París que fue maravilloso sólo para ella y por culpa del cual nunca podrá regresar, los preparativos de unas vacaciones que fueron maravillosos sólo para otra y cientos de humillaciones en la ignorancia.

Tiene el corazón roto. No es amor, ya no puede amar, pero el dolor y los daños son peores casi que el desamor. La desconfianza, la ausencia de fe, el rencor se han hecho un lugar en un alma que se mantenía casi pura en este aspecto. Por eso se llamaba Ninfa, porque, en el fondo, siempre creyó que la vida podía ser´, algún día, de color de rosa. París parecía el primer paso a esa promesa. Una gran mentira, una gran herida.Y no se cura. Ahora, el centro de mi pequeña hada ya no sale al mundo. Tal vez haya muerto.

¿Y cuál es la condena por matar a una Ninfa?

(Para los que aún pueden soñar con el amor y su ciudad, una canción inolvidable, para que nunca les haga sufrir)