sábado, diciembre 29, 2012

Cruzar el mapa en busca de la felicidad

Como siempre que he de madrugar y rendir laboralmente al día siguiente, estoy desvelada. Como siempre que he de estar especialmente lúcida y descansar, tengo una migraña, he de tomar un triptán que me deja con los ojos como platos y mi neurona flotante corretea como loca por la superficie acuosa de mi cerebro...

Tengo mucho en qué pensar estos días. Mi primer proyecto de marketing, fruto de mi osadía y algo de talento, unido a la inmensa sabiduría y generosidad de Ana, arranca en estos días. Un reto que me asusta e ilusiona, no diría por igual, porque el miedo gana por varios cuerpos, pero ahí tengo a mi maestra Yoda, con la moral y fuerza que a mí me faltan. Gracias, querida Jedi.

Para más inri, ha germinado con fuerza la idea de dejar definitivamente Santiago. Soy infeliz aquí, llevo tres años intentándolo y aunque conservo tres buenos amigos, tienen sus vidas y yo siento que la mía está vacía, que no se va a reciclar en una sociedad en la que ya no encajo y con un clima que, además de malo para mi salud, directamente me desquicia. Ya no amo esta ciudad, ni tengo arraigo en ella. Ya no pertenezco a esta tierra. Necesito luz, sol, nuevas miras. Lo he intentado y no ha salido bien.

Deseaba volver a Madrid pero hace tiempo que lo he descartado. Es muy caro vivir allí con dos niños y, a decir verdad, tengo cierto miedo a regresar y que me ocurra un poco lo que me pasó al volver a Galicia: que las personas hayan cambiado, que ya no estemos en sus vidas y nos encontremos demoledoramente solos de nuevo. Madrid es una ciudad difícil, si bien cuando llegué tampoco conocía a nadie y salimos adelante y la gente es muchísimo más abierta. Pero las dificultades son mayores y si estamos muy solos, con esos precios será muy difícil subsistir... Aún cuando creo que el futuro, tarde o temprano florecerá allí.

Pero mi estado vital actual, que mira al presente y a la felicidad, piensa en un lugar que, independientemente de las personas que conozca o no, me haga feliz en sí mismo. Ese  lugar es Málaga. Un clima privilegiado, sol todo el año, luz y vida en la calle... Tengo una muy buena amiga allí. Sé que no estará pendiente de mí. Vive ya en pareja, es muy feliz y tiene su propio negocio pero es dinámica, auténtica y sé que me ayudará a entrar en su mundo. Y si no es así, tendré una terraza cálida, un clima estupendo para salir a la calle y gente abierta a conocer. Me da igual si no somos íntimos. Yo sólo quiero disfrutar un poco de la vida antes de apagarme definitivamente.

El sol es casi todo para mí, mi salud se resiente en todos los sentidos con esta permanente humedad y oscuridad. Necesito sentirme llena de luz por dentro y por fuera. Si fuese cien por cien autónoma me mudaría este verano sin dudar pero no todo mi dinero es mío. Si tuviera un currillo, aunque fuese pequeño que lo justificase, tal vez mi madre lo viese con buenos ojos... El caso es que se me ha metido entre ceja y ceja y eso es buena (o mala) señal...

Supongo que la economía va como el carajo pero yo aspiro a teletrabajar, con lo cual, es lo mismo aquí que en Málaga y para mí sería un sueño hacerlo en un lugar así... con mi Sonia, mi Antoñito, las catas, el vinito... "qué felices seríamos los tres, viviendo en mi casita de papel...".

Creo que esta situación tan atípica nos puede permitir, por fin, vivir la vida que nos dé la gana donde nos dé la gana. Un giro vital para hacer eso que no te atrevías. Como si hace falta vivir en el campo, mientras haya colegios cerca. No me gusta la hierba, todo hay que decirlo, pero si es barato y los niños lo pasan bien... ¿por qué no?

Y un porche soleado... qué sueño... Y unos finos con mi Soni, antes de que se convierta en mami, y después también, que hay que atender el negocio... Y una vida en calma, un poco feliz sin más...

Es tan bello soñar. Un pequeño sueldo que me haga independiente para volar...

Soni, yo te hago el plan de marketing para tus vinos, reina ;-D

Qué hermoso sería darle la vuelta al destino porque me da la gana.

¿No os parece la mejor idea que he tenido?


Y volar, volar tan lejos...

lunes, diciembre 24, 2012

De la crisis y la España de los mediocres

Echo de menos a varios de mis lectores y es más que nada por ellos que estoy hoy aquí. Pensando sobre qué escribir que no sea yo misma y este destructivo clima de desesperación que envuelve a este país y mundo de locos.

A mí la crisis me afecta como a todos. En realidad, me afecta  hace muchísimo más tiempo. Casi nueve largos años. Siempre digo que este drama económico ha "democratizado" mi situación. En vez de ser aquella   pobre pringada, soy una más de los casi seis millones de infelices que engrosan las filas del paro.
En todo caso, ya sea por mi largo entrenamiento y por las circunstancias actuales, no estoy en posición de quejarme. Al contrario, opino que mis oportunidades están empezando a crecer, que hay gente que cree en mí y me apoya y que, tal y como está el patio, es el momento de reinventarse como sea. Todo esto sobre el papel es fácil de decir pero en esa lucha estamos.

Como terapia personal y que recomendaría para las tres cuartas partes de la población (es una opinión, claro está) no veo los telediarios ni leo periódicos y demás. No es que esté a favor de la desinformación, durante diez años trabajé en un diario, muchos de ellos al frente de la sección de Nacional e Internacional, así que estar al día era parte de mi labor profesional. Simplemente, da la impresión de que medios, Gobierno, sindicatos y toda la oligarquía que nos dirige como marionetas, desea que la moral general se hunda del todo. Y no es hablar por hablar. Un pueblo hundido es más manipulable, no se levanta, no se queja y, por encima de todas las cosas, no tiene iniciativa.

Los españoles pecamos mucho de eso. Le dimos la merecidísima patada a un desgobierno socialista que no tenía la más mínima idea de gestionar una crisis económica y, como no había otra cosa, votamos a Rajoy, que no le cae bien a nadie pero como no teníamos opcióna, pues hala, a probar. Éste, además de estar totalmente pez de cómo solucionar tremendo embolado para ayudar al pueblo, tenía el componente añadido de que, además, le importaba un bledo, con lo cual, manos libres para arrodillarse ante el IV Reich y hacerle la ola a los que nos insultan y nos tratan como basura. Primero el oro de los judíos y ahora el... qué sé yo del sur de Europa. Todo sea por el nuevo imperio.

Lo triste es que como buenos españoles, en vez de unirnos, nos dedicamos a tirarnos piedras como si eso solucionase algo. Aunque huyo de las noticias, mato el tiempo sabiendo algo de mis amigos a través del facebook (aquí me gustaría hacer un alegato en favor de que alguien cree una página no política para los que estamos más que hartos de que nos amarguen la vida...) y ahí tampoco te escapas. Es dramático ver cómo los que se sienten socialistas gritan consignas como "si votaste al PP eres un hijo de puta" y estupideces del mismo corte. Como si no supiéramos todos que de aquellos barros vienen estos lodos y que, para colmo, muchos no parecen darse cuenta de que lo que está muerto y enterrado es el sistema político de este país.

Y ya nos veo en las próximas elecciones votando a otro partido político (el que sea, será un timo igualmente, nos venderá lo mismo) esperando que haga un milagro sabiendo que el poder los corrompe de inmediato. Y no aprovecharemos este tiempo para organizarnos, para pensar en candidaturas populares, en nuevas oportunidades para el Estado de Derecho, ése que ya no casi no existe aquí. Un país en el que la enseñanza, la sanidad y los principios más básicos se consideran secundarios mientras se enriquecen los de siempre.

Porque es cierto, somos un país de mediocres, esperando que nos solucionen las cosas, que ocurran milagros, sin iniciativa ni ganas de buscar nuevas perspectivas dejando atrás enfrentamientos y guerras viejas que no sirven para nada.

Y por eso, no porque no tengamos más que políticos-basura (a los que votamos, todos ellos), vamos directos hacia el abismo.

Ojalá los mayas tengan razón, caminemos hacia una nueva era y sea el fin del mundo que conocemos.

Porque éste da asco.




lunes, noviembre 26, 2012

El síndrome del nido vacío

Definitivamente, no tengo remedio. Me ha sobrado tiempo todo el fin de semana y heme aquí, de madrugada, robándole horas al sueño, para actualizar el blog porque, de pronto, no puedo esperar a mañana.

Mi relación con los fines de semana se está convirtiendo en una extraña dualidad amor-odio. Por un lado, estoy deseando que lleguen para no madrugar, si no están los niños aprovechar para no cocinar y, si me apuras, no hacer nada de nada. Sin embargo, salvo cuando tengo algún plan, me resultan soporíferos.

Siempre he sido muy independiente y me ha encantado tener tiempo para mí pero, últimamente,  me doy cuenta de que, cuando se van los niños, empiezo a padecer el síndrome del nido vacío. Nunca lo había imaginado porque adoro a mis hijos pero el haberlos criado sola desde tan pequeñitos me dejaba exhausta con mucha frecuencia. Ahora, siendo más autosuficientes que nunca, con nuestras conversaciones tan amenas y dado mi actual sentimiento permanente de desubicación, cuando no están me aburro como una ostra.

Yo creo que mi peor problema es que detesto cocinar, si no, ni haría falta que se moviesen de casa. Y eso que he prosperado mucho porque tengo un robot que hace maravillas y me ha permitido mejorar mis escasas artes culinarias. El drama es que trabajar en hacer de comer a mí me parece una pérdida de tiempo. Me gusta alimentarme bien pero no complicarme la vida pensando qué hacer cada día, calculando tiempos y dejando de hacer otras cosas que me gustan para entregarme a una labor diaria, obligatoria y no remunerada. Yo me eduqué para trabajar fuera de casa y por dinero. Justo lo contrario de lo que me ocurre ahora.

En todo caso, mis hijos están en un momento dulce. Podemos charlar, compartir gustos o disgustos y aún no son lo bastante mayores como para empezar a discutir sobre si la adolescencia es un problema o no.

Mi hija está empezando su etapa de fenómeno fan. Tiene ya sus grupos de chicos guapos que le encantan, su preocupante afición al ordenador y sus nuevos gustos preadolescentes (que ella llama adolescentes). A mí me divierte y rejuvenece mucho. Recuerdo perfectamente aquellos tiempos de tener tus posters con el cantante que te traía por la calle de la amargura, estar todo el día enchufada a la música y buscar afines.

Nosotras lo llevamos bien. A mí me gusta mucho de lo que escucha, no tengo prejuicios con la música comercial, me encanta bailar y siempre he opinado en voz alta de lo bueno que está fulanito, así que, si acaso, la que se tiene que medir soy yo. No sé si las cosas cambiarán mucho pero siempre comento que me veo como la madre ye-ye que invita a las copas a los amigos de mis hijos antes de salir y, mientras mis herederos están pensando lo pelma que soy y las ganas que tienen de irse, sus compañeros estarán encantados de tomarse un vino con la chiflada y juerguista progenitora. No me imagino de otro modo.

El peque aún es un niño y, en parte, me gusta que crezca más despacio. Aún siendo avispado y maduro, haciendo comentarios que te dejan con la boca abierta, él conserva cierto candor infantil que le hacer echar de menos a su mamá cuando está fuera de casa más de una hora y reconozco que la incertidumbre sobre lo que puedan causar los cambios hormonales en él me preocupa un poco. En cualquier caso es encantador verlo tan emocionado cuando juega con su equipo del fútbol, del que es el mejor porque se la da bien, a pesar de que el grupo es el peor de la clasificación. Un desperdicio pero este año tenemos que conformarnos con continuar ahí.

Me preocupa sentirme sola sin ellos, no es bueno. Los hijos no son nuestros, están destinados a volar y siempre lo he sabido y fomentado. Pero es un hecho que en esta etapa de mi vida creía que las cosas y mis circunstancias serían muy diferentes. Antes disfrutaba cada minuto libre porque no los tenía. Ahora me sobran por falta de muchas cosas pero, sobre todo, por ausencia de compañía.

Quiero pensar que es temporal (todo en la vida lo es, de hecho). Así que sigo viéndome mucho más joven de lo que dice mi carnet de identidad -y sin  entender cómo puedo continuar cumpliendo años sin mi aprobación-, deseando hacer cosas nuevas que me saquen de la monotonía y ser solvente. Es mucho en los tiempos que corren pero hay que conservar las ganas de que las cosas mejoren.

Tengo la desagradable sensación de que mi vida y los años pasan sin darme cuenta mientras la desperdicio y me desperdicio en muchos sentidos. Lo dicho, espero que sea temporal.

Mientras, escucho las cosas geniales que dicen.



jueves, noviembre 22, 2012

Agrias rutinas

Llevo una vida tan monótona que, en realidad, no tengo nada que contar. Pero tengo que aprovechar que vuelvo a tener ganas de escribir así que, aún a riesgo de cargarme la calidad del texto, algo diré.

Se acerca otro apasionante fin de semana sin planes. A veces está bien estar en modo seta pero, habida cuenta de que no tengo dinero para ir de compras (eso es entretenido hasta sola) y que cuando me quedo en casa todo el día sufro un dolor de cabeza terrible, la cosa se complica.

Como vivo en una ciudad sin chicha ni limoná, ahí estoy, aguantando el tirón y soñando con ser económicamente libre para largarme a vivir a un clima amable, como el de Málaga, donde tengo una buena amiga, o algún lugar donde, al menos, brille el sol.

Siempre estoy pensando en emigrar. Me encantaría dar el portazo y olvidarme de la crisis y este país que me ha defraudado en todas sus esferas. No me gusta hablar de política, lo detesto, de hecho. No creo en ninguno de los partidos políticos que están a ver si sacar tajada de la situación, ni el que manda ni los demás, sé que todos harían lo mismo y me aburre profundamente.

Mis hijos crecen por días. La niña tiene casi mi estatura, que no es gran cosa pero tengo la esperanza de que me pase de largo y el peque se desespera porque el desarrollo no le ha llegado y sigue siendo un niño encantador. No tengo muchas ganas yo de que las hormonas le posean, hay tanta literatura sobre la adolescencia que temo que mi dulce pequeñeco se convierta en un muchachote contestón y desaliñado. Creo que tiene buena base pero... qué sé yo, todo eso es nuevo.

Los días pasan sin gracia ni emoción. Nada ilusionante o divertido espera con la llegada del fin de semana, aparte de dormir más. La falta de dinero genera una situación de ansiedad permanente que no me deja en paz y los deseos dormidos nunca duermen del todo.

No tengo anécdotas que contar porque mi vida se reduce a llevar a mis hjos al colegio, al fútbol, a casa de sus amigos, hacer la comida, la colada, trabajar en el ordenador mientras me formo con Social Media y casi nada más... Ya no me pasan cosas divertidas porque no me pasa nada. Supongo que es bueno porque para que ocurra algo malo, mejor nos quedamos como estamos.

Busco cursos gratuitos con la única intención de conocer gente nueva pero no es fácil tampoco y, además, no valgo para los que sean de manualidades y cosas por el estilo. Me conmueven pocas cosas aunque mis hijos me hacen reír, están en una edad dulce en que hacen compañía. Sé que pronto volarán y se distanciarán de mí pero, mientras, les disfruto. No dudo que volverán, son buenos chicos.

Sigo soñando con un futuro mejor, tratando de controlar mi tendencia a la desesperanza y falta de fe. No es sencillo, el malestar general es contagioso y yo llevo muchos años luchando contra lo mismo.

Con todo, es buena señal que haya regresado aquí, a Casa. Os deseo que mi vida se vuelva algo más animada para no escribir más naderías que me aburren hasta a mí.

A ver si vuelvo a despotricar, que soy mucho más amena aunque luego me llamen borde.

Agrias rutinas...

miércoles, noviembre 21, 2012

Que os den

No hay nada como una buena dosis de adrenalina para sentirse vivo. De verdad, creo que me ha sentado hasta bien.

Hace un día hablaba de mi soledad, ésa que el que un día se llamó amigo mío ha dado a entender que me merezco por no comulgar con ruedas de molino como hacen otros con tal de tener a alguien en su cama. O por mi fea costumbre de elegir muy mucho de quién me rodeo. Incluso por mi negativa a agarrarme a ningún clavo ardiendo para no estar sola. Pues sí, estoy sola en muchos planos. En algunos a mi pesar pero en otros, sin duda alguna, por decisión propia.

Tiene gracia que, después de tres meses sin escribir para evitar que mi gusto por mostrar mis sentimientos sin pudor fuese utilizado contra mí, no hayan pasado ni 24 horas antes de la aparición de los inseguros, las chifladas y los cobardes de turno dispuestos a derribarme.

Me da lo mismo. No soy una persona que busque parecer buena o mala. Soy real. Ayer he tenido un día para olvidar en muchos sentidos pero, por otra parte, me he quedado la mar de a gusto poniendo a algunas personas en su lugar, ya que ellas desconocen cuál es.

Me importa un pepino que haya quien opine sobre mi estado emocional para atacarme. Ésta es mi casa, lo he dicho cientos de veces, y en mi casa hay que comportarse. El que no lo haga se expone a recibir de su propia medicina. Tratar de hacerme daño mediante la dialéctica es, simplemente, patético.

Espero que quien no sepa leer o se crea el ombligo del mundo recuerde que yo escribo para mí, no para enviar cartas envenenadas. Y que las personas sin sensibilidad ni cultura para entender lo que transmito a través de las teclas se abstengan de acercarse y vuelvan a leer cosas al nivel de su escasa altura intelectual.

Por lo demás, podría contar muchas cosas pero, salvo nuevas provocaciones, me voy a callar.

Ofrecí una amistad leal, honesta y blanca a alguien que no tiene arrestos para defenderla ni hacerse valer siquiera para evitar ser atacado por ello. El trofeo es un follón de la extraña pareja internáutica sin cerebro ni confianza que, sin siquiera conocerme, trata de convertirme en el centro de sus males. Que os den.

El que se cubra de mierda que haga el favor de no salpicarla a los demás para salvarse. Estoy hasta las narices de cobardes, histéricas y cazadores/as.

Y a los que no les guste... que se maten entre ellos. O se operen. Pero que me dejen en paz, que todavía hay clases.

He dicho.






martes, noviembre 20, 2012

La Soledad

Es mi tercer intento de regresar y espero que, esta vez, no sea saboteado por los demonios informáticos.

Había empezado dos o tres veces con un rollazo de cómo y por qué iba a escribir a partir de ahora pero visto que los hados han dejado claro que mis paranoias mentales no le interesan ni al Tato, voy a pasar.

Lo único que aclararé es que seguiré escribiendo con las vísceras, que me importa un pepino si resulto triste, alegre o me desnudo demasiado. Mi blog me hace bien aunque se convierta en una Canción Triste de Hill Street así que vuelvo por mis fueros, con mis días buenos y malos. Asumo las consecuencias, como siempre.

Llevo una buena temporada luchando activamente con mi actitud negativa. Una actitud muy dañina pero dificilísima de controlar cuando las cosas no ruedan y que, paradójicamente, colabora activamente en que no rueden. Me lo han explicado muy bien pero sigo sin asumir la práctica.

No es ningún secreto que me abruma la soledad, cada día más intensa en mi vida. Trato de hacer nuevas cosas, de aceptarla (si es que eso se puede aceptar) pero no se me da demasiado bien.

Echo de menos aquellos tiempos en que me sentía arropada por mis entonces amigos. Añoro los días de fiesta y los vinos y cervezas en casa. Desearía que no pasasen semanas enteras sin ver un adulto ni hablar con nadie que no sean mis hijos (¡Gracias a Dios que están ellos  si no, esto sería un infierno!), pero así es mi realidad actual.

Ahora la soledad es mi compañera habitual. De mis viejos amigos apenas quedan un par, que son maravillosos pero que, como todo el mundo, tienen sus vidas. Puedo gritar socorro y ahí están (son dos apenas...). Lo peor es que a la que le falta vida es a mí y la he convertido en un mero pasar.

Estoy más vulnerable que nunca. No me preocupa confesarlo, creo que nadie me ve ni me escucha. He pasado la etapa de la autocompasíón y, ahora, intento hacer cosas para salir de ese estado. No lo parece pero estoy luchando.

No es fácil. Intento conocer gente pero eso ya no funciona como antes. Al menos necesitaría una simple amiga para ir a dar una vuelta y socializar. No la tengo. O un buen amigo para tomar unos vinos. Tampoco lo tengo. Las novias de los hombres me odian. Me encantaría formar parte de un grupo aunque nunca he sido muy de pandillas pero ahora me vendría bien. No es factible. Estoy simplemente sola por dentro y por fuera.

Es bueno decir que puedo escribir esto con cierta distancia, desapasionadamente, porque me he sentido tan mal que no podía ni abrir el PC. Ahora me encantaría contar alguna cosa entretenida o no, lo que fuese. No tengo nada que contar.

Trabajo en casa, a nivel laboral, sin cobrar, y a nivel familiar, pagando. Eso me impide ver a casi nadie. El dinero sigue escaseando, así que tampoco me doy desestresantes caprichos del estilo de unas botas y un jersey para mi hijo, que los necesita hace tiempo.

Escribo y noto que mi texto está igual que yo: sin chispa, sin gracia, sin entusiasmo. Así que, por hoy, lo voy a dejar. Pero quiero volver, quiero seguir escribiendo y éste es un primer paso.

Lo siento si os he defraudado.


miércoles, agosto 22, 2012

No quedan días de verano

Demasiadas veces siento el deseo de escribir y no sé sobre qué hacerlo. Hablar sobre mí es una redundancia tal como intentar evitarlo en este blog que hace tiempo se ha resignado a ser un lienzo de sentimientos (yo, que soy inmensamente torpe en el arte de pintar).

Pero los temas sesudos, aunque se me dan bien, y polemizar, que se me da mejor, no me apetecen en este momento de mi vida para el blog. Laboralmente sí me gustaría escribir sobre cosas de ese cariz pero aquí, no me nace. Y lo que me nace es demasiado personal, como siempre.

Me preocupa que se acabe el verano. Bueno, o lo que sea que hayamos tenido aquí. Galicia está hermosa, no se ha incendiado. Es la parte positiva de un estío penoso que hace que me desquicie cuando los telediarios -que, como sabéis, evito al igual que la peste- muestran una y otra vez las imágenes de los españolitos que, al parecer, han pasado tantísimo calor estos meses. Aquí no, señores, aquí hemos tenido dos días de calor y cinco nublados o con lluvia. Una auténtica pesadilla. Otro verano sin verano, que decimos por aquí. Es muy frustrante, hay que vivir un eterno invierno de lluvias para llegar y encontrarse con un semiveranillo de tres al cuarto para comprenderlo. Y ahora, hasta eso está a punto de acabar.

A mí el sol me da vida. Me siento y soy más feliz en estas fechas. Tengo más tiempo para mí, para salir, estoy más animada, hasta más guapa, se diría... Y temo que, cuando regrese el monzón, mis avances se pierdan. Espero que no, espero seguir adelante, que mis proyectos se hagan realidades pero temo al encierro, a la falta de luz. Los temo de un modo real, la oscuridad daña mi estado de ánimo, no salir me hace sentir cautiva. La rutina escolar, los días todos iguales... Cómo añoraré el verano que este año no quiso venir...

Iré a pasar unos días a mi querida capital en un par de semanas. Como sabéis, todos los años iba con la mayor frecuencia posible pero el pasado fue muy complicado por miles de motivos y no he estado nada. Y me hace tanta falta volver a mi segundo hogar... Esta vez con más emociones añadidas, emociones que pueden ser peligrosas pero de las que te resucitan, te recuerdan que estás viva y te compensan, incluso, aún cuando vienen con fecha de caducidad.

Necesito la luz castellana, el hongo contaminado de mi Madrid, el dulce abrazo de mis buenos amigos y sus niños. No tendré mucho tiempo, apenas disfrutaré las luces de neón, las tiendas y las grandes calles del centro pero no me importa. Iré a casa.

Aunque ya no tenga un hogar allí.


miércoles, agosto 15, 2012

Agosto otoñal

Estamos a 15 de agosto y desde mi salón escucho cómo ruge el viento y la lluvia golpea con furia los cristales del ventanal. En estos encantadores momentos es cuando pienso en todos los turistas que, amablemente nos visitan unos días al año y que, más amablemente todavía, ni se quejan si llueve o está nublado.

"¡Qué maravilla de clima!"," ¡Qué suerte estar tan fresquitos en verano!", "¡Pero qué bien vivís aquí!", exclaman al tiempo que recuerdan lo feliz que les hace ponerse una mantita para dormir por la noche, abrigarse en pleno verano y hasta comprarse alguno de esos infames chubasqueros de plástico para protegerse del vendaval improvisado que, a diferencia de los tropicales, puede durar días enteros y baja la temperatura hasta niveles otoñales.

Aquí es cuando a mí me llaman renegada y con razón. Verdaderamente, Galicia es una belleza sin par para ver, comer, beber y hasta fiestear. Pero para los gallegos, que nos pasamos todo el laaargo invierno padeciendo el diluvio universal con la vana esperanza de que el verano nos compense (bien sabemos que aquí no hay garantías), encontrarnos con que la mitad del estío no sólo llueve sino que, encima, ni siquiera hace calor, es una auténtica burla celestial.

Cierto es que mis paisanos lo llevan muchísimo mejor que yo. Incluso en esta estación en que todos despotricamos contra la porquería meteorológica que nos castiga igual que el año pasado y el anterior siempre hay una voz amnésica que gorjea: "¡Ah, pero hace tres años pasamos muchísimo calor! ¿Recuerdas?". ¿Quién tiene la osadía de decir que los gallegos no son positivos?

Pues yo estoy, como dirían los argentinos, repodrida. No especialmente amargada porque este año he decidido que no me da la gana de que me fastidien mi crecimiento personal pero, leches, me hace falta metabolizar la vitamina D. No voy a mejorar mi altura pero es pronto para la osteoporosis. Además, cuando hace buen tiempo no tengo jaquecas y en cuanto las nubes cubren el cielo, soy como los galos, tengo la clara sensación de que éste se va derrumbar sobre mi cabeza.

Eso por no hablar de que el ligero bronceado que he adquirido me abandonará y con él, el sex-appeal veraniego que hace que mi teléfono suene con más frecuencia y mi ego compense mi no muy elevada estatura.

Yo opino que en mi región tenemos tres estaciones: otoño, invierno, otoño y mi... Como dice mi amiga Pepa... "¡Mira como chove!". Claro, así tenemos un verde que te quiero verde que es la envidia del país. Sin embargo, ¿Alguien se hace una idea del altísimo precio que pagamos por este hermoso decorado? ¿Y lo poco que se puede disfrutar paraguas volador en mano?

Nada, sigo añorando el secano, la gran ciudad o los paraísos tropicales, y soy una incomprendida. ´Sé que he de aprender a aceptar lo que la vida me da, a vivir con el clima que me toca, con la ciudad que me toca y el entorno que me toca. Pero ser una inconformista, ambiciosa, inquieta, curiosa y poco amiga de resignarse tiene un precio.

Dicen que los creativos no somos organizados ni disciplinados. Es una gran verdad. Pero es hermoso ser creativo. Los creativos hacen que el mundo cambie, se emocione o conmocione, transmita, sea irredento y se rebele contra lo establecido. Siempre repito que quiero ser de ciencias para poder optar a puestos de trabajo más demandados pero... no sería yo. Lo único que me enorgullece de mí misma son mis hijos y mi don. Y un don es algo que se da. Así que ser muy bueno en algo que aporta algo a los demás, es bello.

Por ello prefiero ser indisciplinada, un poco torpe, trabajando siempre a golpe de inspiración, sin planificar ni mis textos ni mi vida. De hecho, cuando he planificado los futuros posibles no me ha ido bien, así que he presentado mi dimisión. Y tan feliz, oiga.

Me dedico a ser creativa con mi bienestar, mis sentimientos y mis impulsos. Quiero ser creativamente feliz, fluir, dejarme llevar aunque mi felicidad sólo sean retazos de luz...

¡Pero qué luz! ¡Una llamarada!


(Y aunque no tenga que ver con la lluvia tengo ganas de colgar y dedicar esta canción, sin pretensiones pero con toda su belleza y naturalidad).


jueves, agosto 09, 2012

El volcán vive

Creía que había dejado de existir, que había muerto.

Yo misma participé en su magnicidio. No fui la única ni, por supuesto, la más importante.

La hoguera de las vanidades de los sin alma trabajó activamente en su destrucción: los cobardes pusieron su bloque de granito. Los mentirosos la impulsaron al abismo. Los ineptos la apagaron a escobazos. Los necios le robaron la emoción. Los ingratos llamaron estupidez a su generosidad. Los lujuriosos no apreciaron su don. Los tibios no estuvieron a su altura. Los duros de corazón no supieron amarla. Los enamorados inexpertos no pudieron llegar hasta ella.

Era un Vesubio esperando una hermosa Pompeya sobre la que desbordarse, fundirse, derretirse. Un volcán en una Tierra fría, más cerca del Sol de Medianoche que del centro de las entrañas en las que se calcinaba. Un ser fuera de lugar que sentía tanto, vivía tanto, percibía tanto, que no encajaba en ninguna parte.

Ese rugido no compartido la estaba destruyendo. Me destrozaba verla así, por eso tuve que detenerla.

Pensaba que era lo mejor. Primero sedarla del dolor causado por los sentimientos no correspondidos, por el fuego que no encuentra otro fuego que lo mantenga y lo avive. Después, ir apagándola poco a poco, despacio, que el crepitar de las ramas y hojas yermas no resuenen a muerte. Al fin, el silencio hueco, helado de la negritud. Apagué sus ya débiles llamas. "Lo hago por su bien", quise creer.

Donde hubo lava sólo quedaron piedras y fósiles. Ya no sentía nada. Si acaso, la tenue calma de aquélla que sabe que hubo tiempos donde se sintió todo pero se sufrió más. Una lobotomía del corazón que la mantenía a salvo de nuevos daños.

Ahogué su esencia, esa locura de vivir, su sensualidad apta sólo para iniciados, esa fuerza que arrastraba con ella a quien la veía, la chispa electrizante que lo anegaba todo mientras se permitió ser piel y no pensar en las consecuencias. No dejé espacio a su alma libre y salvaje. Creí que había fenecido, que se había ido. Y ella también.

Sólo cuando se cruzaron todo volvió a su lugar. O mejor aún, el desorden tomó las rienda. Las chispas, la lava en forma de sangre, se adueñaron de nuevo de sus venas y de su alma, seca y dormida durante milenios. Sus salivas fueron una y el fuego anegó el valle, arrasó la cordura, las buenas costumbres, los convencionalismos y la Ninfa fue Vesubio y halló, casi sin rozarla, su Pompeya donde inflamarse, diluirse y SER.

Desde entonces es llama, antorcha viviente, fuego inextinguible. Es ella, decidida a inmolarse, a morir en su propio calor, sin miedo al dolor de las llagas que pueda causarle ese fuego abrasador que le muerde las entrañas y la tiene tan viva que no puede pensar en otra cosa que calcinarse en y con él.

Y no hay futuro para las hogueras y es muy probable que tampoco para las ninfas pero nadie, nadie volverá a quitarles el privilegio de sentir.

Aunque deba resucitar una y otra vez para probar el dulce dolor de morir abrasada por haber tenido el valor de vivir. Esta vez no habrá nadie que la entierre.

 Así tenga que acudir a enterrarlo yo misma primero.

martes, junio 12, 2012

¡Sueña!

Nos toca soñar. Nos toca soñar a todos porque no estamos preparados para esta realidad tan dura, tan extraña, tan macroeconómica que nos es tan ajena.

Yo llevaba muchos meses apartada de la información de toda clase, una suerte de autosalvación. Pero me pilló el ministro en casa tartamudeando mentiras sobre falsos regalos europeos y me enteré, lamentablemente. Y me informé, aún peor.

Dicen que la suerte es la que te toca, la que viene: la familia en la que has nacido, el entorno que te rodea en tu infancia por arbitrio. La buena suerte es otra cosa, es la que uno se forja con su trabajo, con su esfuerzo y, sobre todo, con su actitud. Eso que llaman actitud positiva.

En estos tiempos aciagos de desesperanza hemos de aprender a ser nuestros mejores amigos, a desearnos lo mejor, a estar dispuestos a convercernos y a convencer de que somos fuertes y de que somos un gran país, le pese a los secuestradores, a los gangsters y a los especuladores.

Que hemos de enfrentarnos con uñas y dientes a esa gentuza, tipo Reino Unido y otras hierbas que ríen de nuestra desgracia, a falta de nuestro sol y tras haber soportado sus infames borracheras por nuestro entreguismo a un turismo de mala calidad,  a dos duros, que no gasta en comer (porque no sabe), no se comporta ni aporta. Que podía veranear diez años en el mismo lugar y hasta montar un negocio y no aprender a decir ni gracias en cristiano. Y lo permitimos. A buena hora lo hubiesen hecho ellos.

Pues hemos de dejar de caer en el victimismo y en el miedo. Los que tenéis dinero, haced el favor de gastarlo, es el momento. Porque os saldrá barato y porque deberíais ser solidarios con vuestra inmensa suerte. Las Pymes deberían de pensar en cómo crecer de otro modo (las redes sociales son un horizonte inmenso al alcance de cualquiera) en lugar de subcontratarse a precio de saldo con estafadores.

Los que no tenemos nada más que talento, algo que, definitivamente, ya no se lleva, hemos de empecinarnos en soñar, en volver a creer en nosotros por encima de empresarios ciegos, multinacionales explotadoras y desgobiernos ignorantes y despreciables.

Y no es que yo crea en los pajaritos preñados, es que no nos queda otra. No nos queda más que soñar, que mirar a lo lejos, a un futuro hermoso donde seremos quién nos empeñemos en ser, como cuando éramos niños. Nuestros padres salieron de una guerra, de una posguerra, de la miseria, del hambre, crecieron y no se quejaron tanto porque no disfrutaron de todo lo que nosotros lo hemos hecho.

Yo quiero seguir disfrutando pero a lo mejor, he de aprender a hacerlo de otro modo. Cierto es que yo os llevo ventaja: mi crisis se remonta a los últimos ocho años y ya me he hundido dos o tres veces. Así que he aprendido a procurarme branquias de donde nadie sabe.

Y si la que escribe, con dos niños pequeños, más sola que la una y de letras, va resistiendo, qué no haréis todos los que venís sobradamente preparados. Es hora de soñar con el futuro pensando sólo en el presente. El presente es que aún estamos aquí, que muchos podemos ayudar a otros con casi nada y algunos, con mucho. Queda gente valiente, generosa, dispuesta a cambiar el mundo, aunque sea con pequeños gestos. Miremos hacia ellos, pongamos nuestro granito de arena y demos, al fin, la espalda a los que nos entregan al abismo. Funciona.

Y es que si no nos hacemos idealistas ahora, nada habrá merecido la pena.

Ni el estado de bienestar ni el de malestar ni el de la madre que lo parió.

Por todo ello, hazlo... ¡Sueña!


lunes, junio 11, 2012

He visto la Aurora Boreal

He visto la aurora boreal. He visto el sol de medianoche. He estado en un lugar remoto y maravilloso donde mis hijos y yo fuimos acogidos por una familia maravillosa, generosa y desinteresada que lo tenía todo y lo compartía más.

He disfrutado de un hermoso hogar cálido, de paredes de cristal donde la luz natural era escasa pero la espiritual permanecía omnipresente. Donde todas las personas compartían lo poco o mucho que tuviesen y todas las razas se mezclaban en un oasis lejano, muy cerca del lugar más alejado de este espacio del mundo que conozco, lleno de problemas, de rescates que suenan a secuestro, de crisis que retumban como fosas comunes de la vida que la gente de a pie hemos conocido.

Había una voz dulce que me susurraba: "No sabes lo que daría por poder hacer que te quedases". Era una mujer, el alma de la casa que sabía que yo no quería irme, era plenamente feliz en aquel entorno de serenidad, de calma, de bienestar.

Me vi en una playa nocturna donde le mostré a mis hijos un sol de medianoche amarillo y rojo embelesante y una gran luna al mismo tiempo. Una visión irrepetible, mientras gente de todos los colores y culturas hacía un mercadillo solidario y no intercambiaba dinero, sólo cosas necesarias y calidez a raudales. No había mucha luz, sí naturaleza, grandes abetos, nieve y páramos, todo en diferentes planos. Yo pensaba que no querría vivir sin luz pero entreví los colores del cielo (verde, naranja, azul...), ese sueño irrealizable de ver la aurora boreal. Cierro mis ojos y puedo percibir la emoción, puedo regresar... No deseaba retornar.

Estoy convencida de que en aquel universo paralelo, al que, al parecer, para volver a donde quiera que procediese debía dar tres vueltas al mundo en avión, un avión cuyos billetes de vuelta no tenía dinero para pagar, sería inmensamente feliz, tal era la paz y la plenitud. Tan lejos de la miseria de los bancos ladrones, los gobiernos mentirosos. Un sueño donde volver a empezar lejos de todo y de todos. Un mundo nuevo lleno de colores preciosos. Ese mundo nuevo donde no podemos entrar pero que, estoy segura, debe existir.

Hubiera deseado no despertarme. Tengo serias dudas de qué parte de la vida es la auténtica y cuál es la onírica. La sensación de belleza, de saber lo que quería, de haber hallado mi entorno físico y personal perfecto era completamente real cuando me desperté. Descubrí lo que de verdad me hace feliz en mi mente inconsciente, ésa que es sabia y pasa tanto tiempo oculta por nuestra mediocre consciencia.

Y ha sido tan hermoso... Que quiero regresar al reino de los sueños para disfrutar de mis deseos más que de futuros reales.

He visto la aurora boreal. He visto el sol de medianoche...



viernes, junio 08, 2012

La culpa es vuestra

Le he dado muchas vueltas. He recibido comentarios de apoyo fuera y dentro de la red. Estoy más fuerte y he recordado que huir de las letras es, para mí, huir de mí misma. Así que, aunque soy poco dada a estos vaivenes blogueriles, creo estar dispuesta para volver con un espíritu más positivo, si puede ser ,a hablar de tontunas y, si no lo logro, a desnudarme como mil veces me han dicho que no debo hacer.

El mérito y la culpa son vuestros, queridos y animosos lectores. No me explico que hacíais todavía ahí. Espero que regreséis ahora.

No tengo ganas ni creo conveniente ponerme trascendental y aburrida. Aunque caigo en ello casi siempre. Como cinco millones de españistañoles, busco trabajo. La diferencia entre ellos y yo es que llevo ocho años en crisis y tengo práctica en esto de vivir angustiada, razón por la cual, he decidido desangustiarme. Esto no quiere decir que no me preocupe, simplemente, no me vale de nada y me roba la salud.

El síndrome de parado te convierte en un ser anodino (algún ex dirá que lo soy pero miente...). Hay momentos en que he pensado que sólo me faltaba la camiseta de tiras, panza, cerveza en mano y pelos en el pecho mientras me pudría viendo la televisión para ser la reencarnación del desempleado estándar entregado a su suerte. En mi caso, no he echado barrigón ni bebo, a mí me da por adelgazar. Puede que algo de más pero, como decía Wallis Simpson: "Querida, nunca se es demasiado rica ni se está demasiado delgada".

De momento, yo me dedico a quedarme en el chasis. Pero no descarto (esto es fantasía pura y dura pero a menudo me acusan de ser poco positiva) llegar tener dinero como para no preocuparme por él.

Para compensar, ya que opino que mis piernas están demasiado delgadas, subo escaleras. Pero de verdad: nueve plantas desde el garaje más una entreplanta, o sea, diez pisos, mínimo dos veces al día. Si salgo para alguna cosa más, otra vez. Veinte pisos diarios o cuarenta si llevo al niño a jugar a casa de alguien. No está mal para la flacidez. Quiero que mi legendario trasero no se venga abajo también y, si las piernas están algo más delgadas, por lo menos no estar fofa.

Realmente, habida cuenta que últimamente estoy algo monjil no sé para qué tanto cuidarse. Bueno, sí lo sé; mens sana in corpore sano. Como tenía y tengo la mens bastante ajetreada le doy un respiro con un subidón de oxígeno. Y a ver si en unos meses un bombeo de autoestima.

Como veis, intento volver a mi yo más frívolo. No os preocupéis que, cuando me dé el bajón, os volveré a encandilar con mis llantos rosalianos. Pero hoy no. Hoy he vuelto y he escrito un post como Dios manda: sobre todo y nada en concreto. Vacío como manda la blogosfera, según me han dicho.  Además, me niego a hablar del gobierno.

Ya me diréis que es lo que os pone más.

(Confieso que esta canción me parece demasiado positiva pero tengo que reeducar mi cerebro...)

martes, mayo 22, 2012

La despedida

Hace mucho que no entraba por aquí. Hace tiempo que decidí, voluntariamente, dejar de escribir en este blog y en todas partes. Hace meses que estoy de brazos caídos y, por eso mismo, no quise seguir adelante con unos textos tristes, desesperanzados y deprimentes. Hace tiempo que se fue la Ninfa. Hace tiempo que creo que no existe.

Una larga noche de insomnio me ha traído hasta aquí. He leído a mis viejos amigos blogueros. También están tristes y apagados. Es la primavera. O la crisis. O la vida, que no es tan bella como dicen los amantes de las frases hechas.

Hace tiempo que había pensado en entrar a despedirme. A decirle a mis fieles, adorables todos, que tanto me han dado, que tanto me han hecho sentir, que tanto hemos reído y llorado juntos, que se había terminado. Me cuesta dejar atrás a la Ninfa literaria. La otra me ha abandonado hace tiempo, hace año y medio largo... No sé si para siempre, no sé si existió y era sólo mi fantasía pero era mejor cuando aún quedaba capacidad para soñar. Porque, como decía Wendy cuando la ninfilla Campanilla se moría... "Si no crees en la magia, su luz se apagará". Y así es.

No veo luz. Ni en este país, con su imparable crisis, ni en la Ninfa (bueno, hace mucho que no la veo a ella) ni en mí misma. Por eso me fui, para no transmitir una imagen que me disgusta, que no atrae ni regala nada bueno. No sé si volveré pero debía despedirme.

Os echo de menos.

La Ninfa también.

lunes, enero 16, 2012

Bloguicidio frustrado

Estaba mi blog en claro proceso de bloguicidio de un modo más o menos deliberado. Estaba, digo, porque hoy, precisamente hoy y no ayer o mañana, él y yo hemos resucitado para las letras. Seguramente ya nadie nos espere pero bien sabe Dios que jamás he escrito por eso. Hay quien dice que el bloguero tiene un componente de exhibicionista o de vanidad porque la finalidad del mismo es que le lean. Es posible pero yo nunca me he sentido bloguera al uso. Así pues, yo sólo he tecleado por gusto, necesidad o impulso. Que me lean es un placer porque las letras nacieron para comunicar pero no hay vanidad en las mías. De ser así, escribiría sobre cosas más profundas, que también sé hacerlo y probablemente algún día lo haré. Pero no me preocupa ahora.

Le debo este arrebato de regreso a una charla encantadora con un escritor al que admiro tanto... que me ha inspirado tanto cuando comencé mis andares por este mundillo y me lo tropecé con su estupendo y exitoso blog... Se lo debo a mi queridísimo "Feo recién divorciado", que por maravillas del Facebook estaba conectado y he logrado darle la paliza un buen rato. Qué agradable sensación. Y me ha recordado todas las estupendas sensaciones y personas que me ha regalado este blog a lo largo de los años.

En su blog, el Feo me hizo un hueco y hasta me dio un papelito, un personaje, "el más sexy" dice (¡Qué encanto!). No es cierto, sólo era una vecinita mona pero era encantador encontrarse allí, de pronto, paseando por el libro de mi admirado escritor. Me decía mi Feo que mi blog le pone triste porque siempre estoy triste en él. Por eso me aparté. Porque se había vuelto tan catárquico que proyectaba sólo penas, dolor, heridas y yo, no Ninfa, yo, soy mucho más que eso.

Separo a la Ninfa porque la encuentro desaparecida. No tengo mucha magia en este momento vital. No estoy triste. No estoy ni mejor ni peor que en otras ocasiones pero soy consciente de que no me siento Náyade ni mágica. No sé si volveré a serlo, espero que sí, espero que ésa sea mi esencia y no una fantasía literaria que me creía para subsistir en tiempos difíciles. El tiempo hablará.

Este es un día de renacimiento, sin embargo. El 2011 fue un año para olvidar (otro más) pero no acabó mal. Finalizó con proyectos, algo que ya no tenía desde hace mucho. Terminó y dejó paso a 2012 -un número mucho más bonito para mí- con otra luz. Soy cauta, no me emociono de buenas a primeras pero diciembre fue un mes en que volví a creer en el género humano.

Quería haber escrito ya entonces. Quería hacer un post sólo para María y Pedro, dos seres humanos excepcionales que han sabido hacer de una circunstancia dolorosa, terrible, una fuente de esperanza, de fe en las personas, de tranquilidad y apoyo a los que estamos en una situación desfavorecida. En lugar de regodearse en su dolor; de su tristeza crearon felicidad para otros, un colchón de futuro y una amiga que ya tenían pero que, desde luego, saben ya que estará aquí y allá cuando la necesiten para lo que sea y cuando sea, el resto de sus vidas.

Queridos, no podéis imaginar lo profundamente que estáis en mi corazón y no es una cuestión material. Pocas veces me han regalado amor porque sí a cambio de nada y bien sabe Dios que lo necesito y lo valoro. Un millón de gracias.

Es de ley que agradezca también a una persona muy especial que apenas conozco personalmente pero también me ha mostrado que la empatía y la capacidad de dar está donde menos te la esperas y que, si bien en el pasado yo he dado mucho a otras personas cuando he podido -y he sido muy criticada cuando me traicionaron y yo jamás me arrepentí porque lo hice con toda la sinceridad del mundo-, de pronto, aparecen otras  que, sin motivo aparente, te tienden una mano ( y no una mano interesada como la de ciertos tipejos que hacen cualquier cosa con tal de llevarte al catre) y dos y las piernas y lo que haga falta. Esa persona se llama Ana. Por motivos de intimidad familiar no voy a pormenorizar quién es. Sólo que es una hermosísima sorpresa, mi mecenas y alguien tan empeñada en darme un futuro que no tengo dudas de que lo logrará.

Se lo dije a ella y a Emilio. Estoy orgullosísima de vosotros. Por mí, por vosotros y por nuestros hijos: GRACIAS.

No es que en este tiempo me hayan faltado ideas y ganas de contar pero estaba bloqueada. Llegaba la hora de teclear y una especie de resistencia pasiva me contenía. No sé por qué hago estas cosas. Yo escribo con el corazón y dejo de hacerlo del mismo modo. Hace dos días fue mi cumpleaños. Volví a salir de copas con mi prima después de años. No hicimos nada especial, salvo estar juntas. Para mí, mi prima es tan especial, tiene tanta luz, es tan mi hermana que el simple hecho de estar con ella es una ocasión espectacular.

Jamás me aburro, te adoro Concha. Gracias por pasar ese día conmigo. Y gracias a Julio, mi primo también, que es ideal para el ego y pasarse la noche diciéndome que era un pecado tener una prima tan cachonda. Es tremendo pero me parto con él.

Gracias a Pepa y Carmiña por haber vuelto a mi vida aunque sea más virtualmente que otra cosa y por haberme traído a Mary, que es un amor, tan graciosa, tan generosa y que se quiere tan poco. Un amor de criatura que quisiera ver más, que tiene tanto que ofrecer y que debe pensar mucho en sí misma. Porque ya está bien, mariquiña. Es mi deseo para ti en 2012. Que te quieras y estar cerca de ti. Vales mucho y eres todo corazón. Empieza a disfrutar de la vida. Te toca.

Hay clásicos: Inés, que se alegrará mucho de ver que escribo y que tengo intención de hacerlo con frecuencia a pesar de mi vida monacal. Moni, que no me lee pero me quiere allá por los madriles. Luis, que tampoco me ve pero también me quiere on his way y Sonia, que me quiere mucho pero no tiene tiempo ni de respirar. Mi lista de amigos se acaba pero, tal como está el patio, creo que son muchos. Lo malo es que casi no los veo. Así es la vida de las divorciadas en el extrarradio.

Podría decir muchas cosas más pero sería demasiado denso para empezar. Por hoy, ya está bien. Tengo ilusión, medida, pero ilusión. Paso de la crisis y de ver los telediarios. Voy por libre. Mi nueva vida y carrera empiezan hoy. Por todo lo recibido y lo que ha de venir, hoy toca ser agradecida y positiva, aunque no tenga costumbre.

¿Queréis acompañarme?