domingo, octubre 25, 2009

Un poco de cordura... sólo para ninfas

Me aburría, como casi siempre últimamente, así que me he puesto a releer viejos posts y, sobre todo, viejos comentarios.

Acostumbro a releerme a boleo, esto es, dejo correr el cursor sin mirar y ahí leo. Siempre he creído eso de que los libros dan respuestas abriéndolos por cualquier página y en este blog está la persona que, si bien puede que no sea la que mejor me conoce, es la que más tiempo lleva conmigo: yo misma.

Me caí en varios lugares... en Todos somos capitanes. Hace muy poco tiempo, alguien que descubrió ese texto me comentó que le dolía leer palabras tan amargas y que esperaba ser el artífice de que no volviese a escribir cosas así, especialmente porque él me había repetido algunas de las frases que rechazaba en el post. No ha sido así, lamentablemente, pero, desde la sinrazón intuitiva que es la única que hace que me levante una y otra vez tras cada embestida, sigo creyendo en su sinceridad y en que vuelva a ocupar su puesto a mi lado tarde o temprano.

Seguí paseando al azar por mi blog y desembarqué en Punto y final. Me iba de mi casa, censuraba a la Ninfa, perdía la libertad hasta de escribir en la nada del ciberespacio. Fue conmovedor el aluvión de amigos lectores (a pesar de lo que piensan algunos, no tengo el gusto de conocer personalmente a casi ninguno de los más fieles) que me dieron todo su cariño en el adiós y se lamentaron de mi marcha. Algunas tan especiales como la de mi querido Félix. Que quien tiene el don de la palabra se quede sin ellas para despedirse es todo un privilegio. Supongo que nunca podré evitar que sea mi amor platónico-literario. Y no, tampoco tengo el gusto de conocerle personalmente, cosa que me encantaría.

Estuve tres meses en silencio y, nostálgica de mi yo más profundo (la ninfa expuesta, combativa, tierna, valiente, irónica, estúpida, quejosa, melodrámatica, graciosa, pesada, triste...), volví por mis fueros. Y en todas las reacciones a ese retorno encontré el motivo de este texto.

Llevo una buena temporada regocijándome en mis penas. No es sólo autocompasión (que también) sino que siempre he encontrado en escribir mi catarsis emocional y la Ninfa tiene la dudosa virtud de arrancarme las letras directamente de las entrañas. Reconozco mi tendencia a la purga de sentimientos, daños y quejas al más puro estilo lamprea: sí, me cuezo en mi propia sangre y, a ratos, hasta me gusta.

Sin embargo, allí, en vuestras palabras, me volví a ver como aquélla por la que mejor se me ha reconocido dentro y fuera de este blog: esa especie de ave fénix que renace una y otra vez aunque la vida -que continúa enfadada conmigo- no se lo ponga nada fácil.

Soy una buena persona, no hay atisbo de vanidad en estas palabras. Adolezco de grandes defectos, sonoros algunos de ellos, pero desconozco el odio, el rencor y la maldad. Independientemente de lo que algunos puedan opinar de mí, no hay nadie en la faz de la Tierra que pueda acusarme de hacer daño de modo intencionado, ni siquiera en casos en que, francamente, estaría más que justificado.

Soy generosa, no tengo bienes materiales pero cuando los he tenido, los he compartido. No siento el menor apego por las cosas, bien sé yo que todo eso va y viene. Pero no soy generosa por compartir eso, lo soy porque cuando quiero, quiero a raudales, sin frenos, sin condiciones. No preciso tanto que me den como que me permitan entregar, nada me hace más feliz. Y, probablemente, lo que más desgraciado hace mi día a día es precisamente eso: que no se me permita ni se aprecie mi necesidad de regalar, ayudar, besar, abrazar, amar, sacrificar, escuchar, hablar, estar.

Me he vuelto negativa, lo admito. En realidad, al natural, soy una persona muy vital, juerguista, charlatana y entretenida. Pero los golpes son lo que mejor queda registrado aquí, es inevitable. Soy extrovertida, me gusta la gente, me gusta la calle, el aire, la vida. Sin embargo, he de reconocer que he perdido algo muy importante: la fe.

Me eduqué en una familia religiosa y, si bien me alegro de haberme despojado de todos los fanatismos y tabúes incluidos en el paquete, echo de menos esa legendaria fe que me hacía sentirme acompañada siempre por ese Dios bueno que me contaron que me cuidaría, me querría y me atendería siempre. Es verdad que las personas religiosas son más fuertes ante la adversidad. Desde que no creo de ese modo en alguna persona, dios o cualquier suerte de becerro de oro que me haga darle sentido a los sinsabores, he perdido mucha esperanza. Y es una pena.

En cualquier caso, hoy he vuelto a escribir no por ni para mí. He vuelto por todos los que, de un modo u otro me apoyais, me leéis, me criticáis o me escuchéis en silencio. He vuelto porque quiero volver a verme como algunos de vosotros me veis y me queréis. Porque necesito quererme mucho yq que son tan pocos los que pueden amarme sin fisuras. Y porque estoy cansada de estar cansada. Es muy pronto para tanta desazón.

Vendrán más días oscuros, tardaré en salir de ellos, pero estoy tratando de rebuscar en el fondo de mi alma aquella creencia ciega de que no estaba sola, de que algo superior estaba a mi lado, de que todo tiene sentido. Lo malo es que cuesta. Soy una vaquilla con demasiadas horas de toreo.

En fin, es una declaración de intenciones. Intentaré aparcar un poco las vicisitudes y volverme más generalista. Dar y darme margen. Volver a pensar en mí de modo más individual y hasta egoísta. Es cuando más feliz he sido. ¡Ah, aquellos alegres años de frivolidad….!

Intentaré poner empeño en mí misma y en aprender a aceptar mi nueva situación. Hay alguna página que es posible que deba pasar pero, por el momento, no estoy ni convencida ni preparada para hacerlo. Por lo demás, oremos para que la vida se normalice y sea, siquiera… tranquila.

Buenos días, Compostela, la Ninfa ha vuelto. Trátala bien, todavía es demasiado frágil. Dile a tus piedras que la cuiden.

Y que nadie la obligue a morir, cortando sus alas al volar...


sábado, octubre 24, 2009

Olvídame tú

A veces, sólo a veces, parece que la vida se alía conmigo y me permite acercarme a ti pero es sólo una ilusión. Por cada costoso paso que doy hacia delante, intentando rozarte, das tú tres atrás alejándote... de mí, de ti, de la vida misma.

Te busco entre mis sueños ya que no puedo tenerte despierta. Muero por ser tu paz y tú mueres sin encontrar la calma. Te vislumbro tan cerca en el recuerdo como lejos en tus palabras. Ora dentro, ora fuera. Un martirio causado por un pecado cometido que aún desconozco.

Era demasiada felicidad, quizá. Era demasiado auténtico. Éramos unos privilegiados, el encaje perfecto en un mundo imperfecto ¿Será verdad, entonces, que el amor es una mentira, que sólo es una reacción química, que nace ya muriendo?

Tengo que olvidarte. Quieres que te deje atrás aún cuando estoy dentro de tu sangre. Ahora te castigas tú, el superviviente ha de purgar solo, sin apoyos, sin debilidades, sin el dolor del amor... ése que te hacía sentir tan vivo.

Y debería intentarlo. Lo malo es que no quiero, que no puedo hacer más que amarte, que pensarte, que esperarte. Mi piel no reconoce otras manos, no reconoce otros labios que no sean los tuyos, prefiere secarse antes que sentirse profanada.

Dime, ¿qué he de hacer? ¿Realmente tengo que rendirme, partir, dejarte solo? ¿O aún queda un motivo para luchar, un átomo de sentimiento, un resquicio de ternura? ¿En verdad ésta es la vida que quieres, ésta es la solución, éste es el final?

Dime, dime tú, que vuelas lejos cuando yo no puedo soltarme...

¿No he sido más que un lamentable un error?

martes, octubre 20, 2009

Y ahora... toca continuar

Ha vuelto el diluvio universal, oséase, la tradicional lluvia compostelana. Me he puesto pingando para llevar los "karateguis" que, para variar, mis pequeños roedores habían olvidado y empiezo a preguntarme qué coño de calzado voy a usar, puesto que las botas que tengo hasta ahora son prácticamente decorativas y sirven en Madrid pero aquí... cuando te pones a cruzar un río circulando por la acera... pues no mucho.

Permanezco en cierto estado de ansiedad pero recuperando mi espíritu combativo. Los problemas económicos-legales (motivados por los abusos de cierto banco de cuyo nombre no quiero acordarme que me alquiló el piso en Madrid) no se han resuelto (qué novedad...) y tengo que ver cómo sobrevivo a los dos meses siguientes. No pienso más que lo inevitable en ello, me desgasta mucho y aún no sé qué pasará con los usureros de turno.

Me he reencontrado hoy, por el trabajo, con una chica encantadora que conozco de Santiago hace mil años. Es lo bueno y lo malo de una ciudad tan pequeña como ésta: te acabas encontrando a todo quisqui. Lleva un farragosísimos proceso de separación, la pobre, (somos legión, qué pasada...) pero es una chica llena de vida y no forma parte de la agrupación "Marujas al Poder". Así que, tal vez, pueda encontrar alguien con quien salir a tomar algo por ahí que no tenga pretensiones de índole sexual, para variar.

Mis heridas siguen abiertas pero el sentimiento que las provoca es más fuerte, así que apuesto por luchar (como siempre) y que sea lo que Dios, o quien sea que rija este jaleo llamado vida, quiera.

Sigo soñando con futuros ahora un poco más difíciles pero no por ello imposibles y esperando que la vida da otra vuelta de tuerca.

Veremos cómo van las cosas... Cruzad los dedos por mí.

domingo, octubre 18, 2009

Ojos muertos

He vuelto al vino y los pistachos. No sé si es una involución pero, en estos momentos, necesito tomar chocolate, pistachos y toda suerte de porquerías que, supuestamente, alimentan el ánimo. El único problema es que alimentan también los michelines y, habida cuenta de que estoy en mi peso más o menos ideal, no es cosa de fastidiarla ahora. En fin, retomo en mi vieja ciudad mis viejos vicios de sola.

Mi proverbial capacidad de adaptación se ve atacada por mi ausencia de entusiasmo en esta nueva etapa. Lo comentaba el otro día con un lector y sin embargo amigo: no me gusta ser reiterativa ni cuando estoy feliz como una lombriz (que ya sé que son pocas veces) ni cuando tengo el corazón roto, sea por el motivo que sea. En cualquier caso, sí me reitero y me fastidia pero, hasta que me anime a ponerme con mi famoso libro, necesito soltar lastre y no conozco ningún espacio mejor que éste.

También con A. (mi lector-amigo) empecé a divagar, al punto de que los dos coincidimos en que esas cosas las tenía que escribir aquí. No sé si porque le empezaba a dar la paliza al pobre con mis delirios o porque encaja con mi extraño no-estilo.

En los últimos días ya no hay lágrimas. Como suelo decir, me he secado. No sé qué es peor. Hace un par de días sonreía por alguna cosa de mis niños cuando me vi reflejada en el espejo. Tenía una mueca, supuestamente sonrisa, en la boca pero me quedé petrificada al mirar mis ojos. Mis ojos son oscuros, muy oscuros y expresivos. No suelen dejar lugar a dudas sobre lo que quiero decir y sobre mi estado de ánimo. Habitualmente son chispeantes, maliciosos, curiosos. Mi mirada es franca, directa, no temo mirar a los ojos de nadie y no me gusta la gente que los rehuye.

Mis ojos estaban oscuros, más oscuros que nunca. Sólo sonreía mi boca, en ellos no había ni brillo, ni alegría, ni picardía, ni siquiera pena. Sólo eran dos sombras negras que no desprendían ninguna emoción, estaban -están- muertos.

Ahora, cada día me levanto y los estudio: siguen gélidos, apagados, inertes. Me recuerdan a esos ojos claros que no transmiten nada. Mi armadura intenta colocar ya el yelmo. No me atrevo a tener esperanza ni a perderla, no me atrevo a abrirme a nuevas experiencias y temo equivocarme si espero las que se fueron, no quiero ni puedo aceptar mi presente. Mi presente mata mi luz, la poca que me quedaba.

No soy una ninfa a día de hoy, sólo soy un ser humano de lo más vulgar, incapaz de conservar lo que ama, de lograr ser amada por sí misma sin peros ni miedos. Escucho hasta el hastío eso de que es incomprensible que alguien como yo tenga dificultades con los afectos, con la vida, con las emociones.

¿Alguien como yo? He pagado un precio altísimo por mi supuesta singularidad, no quiero ni pensar qué ocurrirá en el momento en que mi aspecto deje de ser atractivo. Me libraré de los aventureros pero, puesto que es el único juego en el que salgo ganadora, me redescubriré como esa clase de bicho raro que soy sin mi hermoso plumaje.

Tengo los ojos negros, negros como la noche. Negros y sin vida.

Como la muerte.

martes, octubre 13, 2009

Tristeza

Finalizadas mis jornadas de autocompasión, me empeño ahora en dibujar una mueca en mi cara que se parezca a una sonrisa.

No estoy mejor, no me siento bien pero tengo que hacer ver que sí. Debería recuperar mi vida social aunque me da pereza, me toca obligarme a mantenerme entera y parecer fuerte, como siempre.

En realidad, estoy cansada de tanto errar en esta especie de infierno que me parece la vida, no deseo mejorar, no deseo divertirme y no lo hago. Me siento una extraña en mi ciudad, donde me he sentido en todo momento de paso, me siento demoledoramente triste y esto ya no pertenece a la autocompasión con la que me he flagelado este puente.

Es muy duro tocar el cielo y caer de pronto sin saber qué ha sucedido. Sin entender, sin oportunidad de volver a amarrarte, sin que te den tiempo para luchar. Es duro saber que lo tienes todo por dar, que eres quien puede y debe hacerlo y que, sin embarog, las circunstancias manden y pesen más que tú misma.

No sé qué decir, en realidad. Siento ese dolor sordo en el estómago, ese apretón que te recuerda que no tienes paz, que eres infeliz, que no son mariposas, son murciélagos lo que revolotea ahí.

Sigo pensando que lo que ocurre ahora carece de sentido, que debería cambiar, que tendría que tener mi oportunidad. Pero hace mucho tiempo que descubrí que Dios juega a los dados y no sé qué clase de ficha soy yo en todo este enloquecido tablero.

Sólo sé que estoy triste, con esa profunda melancolía que se impregna en el alma, en las pupilas, en las entrañas. Pude tenerlo todo, o lo pareció, y, como de costumbre, no tengo nada. No quiero pasar página, no quiero cambiar nada. Sólo quiero despertar y que todo haya sido una pesadilla.

No ocurrirá, lo sé, pero llevo años esperando despertarme de mi propia vida.

Y aún no lo he logrado.

domingo, octubre 11, 2009

Fuera de lugar

Estoy en "casa". Se supone que uno aquí está rodeado de los suyos, con apoyos cerca cuando las cosas se ponen feas, arropada ante la adversidad.

Desde el pasado miércoles estoy viviendo una de las semanas más tristes de mi vida. y salvo la excepción de I., que está ahí siempre, preocupándose hasta el exceso, llorando conmigo y buscándome hasta quehaceres, no he visto a nadie.

Me supuesta mejor amiga no ha encontrado un hueco en su atareada existencia marujil para sentarse conmigo un rato y ponerme una mano en el hombro. Al resto ni le he contado nada ¿Para qué?

Es cierto que nadie va a solucionar mis problemas por mí pero una mano amiga se extraña, máxime cuando estás empezando una vida que no te gusta, en un lugar que no te gusta, sola, como a ti no te gusta, y sin perspectivas ni ilusión alguna.

Estoy lo que se dice vulgarmente jodida. Lo peor es que no tengo ni motivos, ni ganas ni apoyos para dejar de estarlo. No veo luz ni la quiero ver. No quiero consejos a granel, con tópicos a granel.

Nadie parece entender que el dolor es dolor y, cuando está en su apogeo, lo que ha de venir te importa un bledo. Si, como yo, eres una experta en devenires adversos, menos todavía.

Cuando estás sangrando necesitas cuidados, una venda, un poco de antiséptico si acaso. No escuchar una y otra vez que dentro de unos meses no tendrás heridas, no te dolerá, que tu herida no es para tanto. Cuando un niño se lastima no lo consuelas´repitiéndole una y otra vez que, cuando sea mayor, la pupa no le dolerá, que su pupa la han tenido muchos, que no llore que no es para tanto, que hay pupas peores...

Conmigo no ha hablado casi nadie, unos porque están muy ocupados y otros porque ni saben ni preguntan si estoy mal. Tienen sus vidas, repito, unas vidas antagónicas a la mía, alejados ya de mis problemáticas y mis huecos. Echo de menos a mis amigos de Madrid, estaba más arropada allí, ya veis.

Se han ido al garete muchas ilusiones en unos días, muchas esperanzas, muchos proyectos. Ahora tengo que creerme que todo lo que puedo tener es esta gris existencia, en esta gris ciudad, con este ánimo gris.

Es curioso, no importa dónde esté. Estoy sola, allá donde fuere.

Y no me gusta

jueves, octubre 08, 2009

Si me dejas ir

Si me dejas ir, el presente morirá y la palabra futuro perderá su significado.

Si me dejas ir, se romperá para siempre la magia de tus manos y la ferocidad de tus besos. La dama oculta que se atrevió a dejarse entrever, felina, salvaje, sin miedo a las barreras, volverá a la oscuridad y tú con ella.

Los miles de secretos, sensaciones y emociones que estaban reservadas sólo para ti, se secarán sin destino. El pecado dejará de tener sentido si no puedo cometerlo a tu lado. Y el infierno se helará porque todo nuestro fuego se ha apagado.

Si me dejas ir, nunca conocerás las tiernas caricias, el suave tacto del amor puro que estaba esperando a que me amaras para darte. No tendrás vidas suficientes, ya no habrá labios lo bastante sensuales para colmar tu pasión, esa pasión que arrancabas a mordiscos de mi cuerpo, ese cuerpo nacido para tu goce y disfrute, para tu uso, para tu abuso.

Si me dejas ir, no descubriremos nunca la ternura y la locura que eran nuestras. Nos quedaremos mirando la vida pasar en otros brazos, acallando el dolor, el hambre y la locura en el lugar equivocado.

Si me dejas ir, nos rendiremos a la vulgaridad. Nos conformaremos con lo esperado, con lo seguro, con lo previsible. Con tu marcha morirán los sueños, la imaginación, la lujuria, la risa, la complicidad. Morirá todo lo que habíamos creado sin que te dieras cuenta, no nacerá todo lo que estaba gestándose en mi vientre para ti.

Si me dejas ir, me perderás. Y yo me perderé contigo.

(Nunca olvides que, cerca o lejos, yo siempre estaré a tu lado. En la luz y en la oscuridad)


miércoles, octubre 07, 2009

Temblando

Por primera vez en mi vida... no tengo palabras.




lunes, octubre 05, 2009

El Ángel de la Muerte

Llevo días acercándome a este blog y retirándome como un caracol. Podría contar muchas cosas pero, habida cuenta de que mi ex se entretiene mucho con mi vida (querido, deberías preguntarte por qué te sigue interesando tanto) y que no me gusta usar este espacio sólo para quejarme o desnudarme, me retraigo una y otra vez.

Pero hoy llueve. Llueve que se las pela, llueve como sólo llueve en Santiago. Un día gris, oscuro, deprimente y sepetecientos mil coches peleándose para discurrir por esta ciudad de juguete...

La oscuridad y esta lluvia siempre parecen ir de la mano con otro tipo de "oscuridades". Mi vida parece, en demasiadas ocasiones, una exposición permanente de arcanos del tarot de las desgracias. La estabilidad laboral y, por tanto, la económica siguen siendo, por ahora, una incógnita. El banco que me arrendaba el piso en Madrid pretende arruinarme. Sufro por mi permanente capacidad para atraer cierto tipo de desgracias y no puedo arrancarme el temor a perder lo que de veras me importa. Así que la carta de trabajo, está boca abajo, el amor permanece en suspenso y el Ángel de la Muerte planea de nuevo sobre mi casa.

No puedo evitar relacionarlo con mi regreso y es una tontería porque en Madrid las cosas fueron también mal o no estaría de vuelta. Pero es que hay sucesos que se hacen tan recurrentes que no puedo evitar preguntarme qué he hecho mal en mi anterior vida para ver cómo mi familia se va extinguiendo día a día, cómo los vicios, los malos hábitos, la ociosidad, han exteminado lo bueno que pudo haber en los cuerpos que hoy languidecen de dolor, en las mentes que han perdido el norte, en ese ser que, al final prematuro de su vida, no te reconoce, no le reconoces, no tiene la misma voz, está en otro lugar y tú no sabes qué debes desear o sentir.

Estoy peligrosamente acostumbrada a la enfermedad, a la muerte, al dolor. Quizá por eso, cuando soy feliz, soy tan exageradamente feliz. Y también por eso, cuando esa felicidad se esfuma, me pongo tan exageradamente triste. Porque no alcanzo la serenidad, porque mi destino parece ser la soledad y, sinceramente, creo que no me lo merezco. Supongo que nadie se lo merece pero, por la parte que me toca, he cumplido con creces. Y nunca parece suficiente.

He visto el Ángel de la Muerte en su cara. Sé cuando alguien enfermo va a morir. Siempre acierto. Es un color, una expresión... algo, que me traspasa en la primera visión. Es la Muerte, que tiene siempre la misma faz, a veces me sorprende que no todos la vean como yo la veo. Si algún día me pasa a mí, no tendré más que mirarme al espejo y mi vieja conocida se reirá en mi cara y me saludará. Aunque no la temo.

Temo al dolor físico, no al viaje. Temo la corta esperanza de vida que refleja mi experiencia familiar porque tengo dos niños y no quisiera -al igual que ellos- que fuesen criados por otra persona, incapacitada hoy para hacerlo. Temo no disfrutar de cada minuto cuando, tal vez, me quede muy poco tiempo. O no. Pero he visto a demasiadas personas creer que son inmortales y desperdiciar su vida. Yo no quiero desperdiciar nada pero la vida es bastante cabrona incluso con su saldo...

Necesito un poco de paz, de orden, de buenas vibraciones, de afecto, de cuidado, de despreocupación. Necesito que la vida sea vida y no sólo muerte y pérdida. Necesito que las cosas tengan un orden y un sentido.

Pero... el Ángel de la Muerte ronda de nuevo mi casa.