lunes, agosto 28, 2006

Redecorando la vida

Pues aún no me han llamado. Los del trabajo, digo. Me debato entre no pensar en ello (imposible de todo punto), en creerme las más que razonables posibilidades que me exponen mis amigos (muy posibles pero a mí me va a dar un ataque cualquier día de estos...) o salir de compras como me pide el cuerpo.

Desde que me mudé a esta casa no la he convertido en un hogar. La sensación de provisionalidad me hacía evitar hasta colgar los cuadros. Ahora, como resurgida de mis cenizas, empiezo a sentir la necesidad de decorar. Siempre me ha gustado y soy bastante buena pero la falta de liquidez y, sobre todo, la casi aversión que le tomé a todo lo material y marujil hicieron que aparcase esa afición.

De pronto _casualmente cuando parece que mi nueva vida comienza y con ella un sueldo estable_, necesito color en mi casa. Quiero que mi sala abandone el color marrón que ha cubierto muchos de mis días pasados. Yo soy de colorines, desde siempre. Mi color favorito es el rojo para muchas cosas. Quiero que mi cuarto tenga su propia vida, no quiero cuadros de mi época de casada _de hecho, no los he vuelto a colgar_. Siento la necesidad de poner el cuarto de los niños tan bonito como estuvo en el pasado en otro lugar.

Y todo esto está muy bien. Pero como no veo mi puesto de trabajo por ningún lado, no me atrevo a darle salida a este ataque de creatividad que tan saludable es alguien que lleva, en algunos aspectos, mucho tiempo de brazos caídos.

Así que me debato entre llenar mi casa de color y acabar con los números de mi cuenta en tonos similares o esperar. Pero se me da tan mal esperar... Llevo tanto tiempo esperando... Buff!!

Hablando de lo mal que se me da esperar, el otro día me encontré con esa monada de chico morenito que conocí en una de esas noches de verano. Hay qué ver. No entiendo por qué los seres humanos son tan complicados. Se deshace en halagos, se le cae la baba, dice que soy demasiada tentación... ¡Y me deja ir!

Hay que comprender que, como él dice, está en transición. O sea, terminando esa clase de relación que no da más de sí pero que tiene tiempo y cariño invertidos. Esto está bien. Pero ya puestos a haber sido infieles, un día más o menos no debería contar ¿no?

Lo más sorprendente es que me ha dicho que considera que hay que dejar espacio entre una y otra relación. No sé si sentirme halagada o qué. En ningún momento me he planteado que yo pudiese ser una relación. Ni creo que él. De hecho, ya le expliqué que para tener aventuras no hace falta tanto lío... No sé. Cuando por fin una decide pasarse al bando de las aventureras, los hombres te dicen que eres tan excepcional que no se pueden quedar ¿Quedarse en dónde? ¡Que me he pasado a pendón, leñeeee!

¿Es que ni así se puede tener nada en este mundo? ¿Quién os entiende, caballeros? (Aquí emplazo a todos los lectores masculinos a que me aclaren lo que les parezca porque esto es un sindiós).

Total, que sigo durmiendo sola mientras alguno que otro se muere de ganas de estar conmigo pero nada. Y si yendo por libre la cosa está mala, ya me explicaréis a qué lista hay que apuntarse. Estoy por pasarme al celibato pero, a mi edad, eso me parece un pecado. Como decimos en Galicia "Os que me dan, non os quero e os que quero, non mos dan" (Los que me dan no los quiero y los que quiero no me los dan). Así pasa que, de vez en cuando, sigues recordando noches de estrellas y aviones en aquel universo paralelo al que nunca volverás. Pero como de ilusión también se vive y de buenos recuerdos es de lo único que se puede llenar la bolsa de este extraño paseo terrenal, pues nada, a guardar lo bonito y borrar todo lo demás.

Que luego se confunde una y acaba quedando con personas majas pero con las sabes que no podrías tener nunca nada, metiéndose en citas a ciegas que no conducen a ninguna parte y confundiendo y confundiéndose. En realidad, ya llevo algún tiempo solita y no estoy tan mal. Solita del todo, digo. Y no pasa nada.

Yo sólo quiero colorines en mi vida. A través de mi casa, de mis hijos, de mis amigos y, a lo mejor en un futuro creo que lejano, a través de una ilusión paralela.

Mientras, redecoraré mi casa y mi corazón.

Con mucho color y rojo pasión. Como la vida misma.

jueves, agosto 24, 2006

Era mi padre

He estado de playa marujil con una buena amiga y mejor persona. Hablamos de muchas cosas. Sólo hubo una de la que no pudo decir casi palabra y, sin embargo, no podría haber contado más. Comentábamos lo mucho que nos desagradan las Navidades por numerosas razones. Una de ellas era, para ella, que faltase su padre. Con su madre se lleva regulín pero de su progenitor habla maravillas con su silencio.

Para contarme cómo era su progenitor comenzó: "Él era...". Vaciló, sus labios temblaron, sus hermosos ojos azules se empañaron y terminó: "Bueno, era mi padre". No pudo continuar. Las lágrimas corrían por sus mejillas. La conversación no continuó. Pero todo el amor y la pena por su falta pude verla en ese chispazo.

Está separada, como yo, con un proceso mucho más traumático. Jamás la he visto flaquear, su voz temblar, derramar una lágrima. Ésta fue la única ocasión.

Y claro, en mi línea, me retrotrajo a mi pasado. Al lugar que ocupaba mi padre. Hace ya muchos años que se fue. Mi relación con él siempre fue extraña. O no.

Era uno de esos hombres de su generación. Me llevaba bastantes años. Cuarenta y dos, para ser exactos. Era ese señor que venía a comer, a dormir, a ver la tele. No charlaba demasiado con nosotros ni nosotros con él. No es que fuera callado, hablaba por los codos pero de sus cosas. Y ya se sabe, cuando eres joven no estás para la paliza paterna.

Siempre vivió en su mundo. Dentro de su matrimonio hecho trizas hace miles de años. Para mi desgracia, de él no recibí ninguna información y por parte de mi madre, recibí demasiada. El caso es que, cuando falleció de repente, yo apenas sabía quién era ni lo qué sentía por él.

Recuerdo que llamaron del hospital. Había ido en taxi y bajado por su propio pie. Se fue a urgencias porque le dolía el estómago y había vomitado por la noche. Fue allí simplemente porque se sentía bastante mal y para que abreviasen. Ninguno esperábamos que no volviese. Yo comía a punto de volver a trabajar. Llamaron de la clínica. Dijeron eso que dicen siempre, que fuese alguien de la familia que estaba muy mal.

Soy la menor de seis hermanos varones. Nadie quiso ir. Yo era una cría. Y salí caminando. Estaba cerca. Sin saber bien por qué, algo me impulsó a empezar a correr. Presentía que era más grave de lo que decían pero me resultaba inasumible pensar en la muerte. No era más que una chiquilla de veintiún años. Corrí y corrí creyendo que llegaría a tiempo, que le vería, que no moriría solo. Que todo se iba a solucionar.

El médico me comunicó que había fallecido. Entró a las nueve y yo llegué a las tres y cuarto. Mi padre estaba muerto. Me quedé sola con la asistente social que me ayudó a decidir a qué funeraria llamar, qué flores poner, qué esquela elegir. Me trajeron su ropa. Ver la ropa de tu padre en una bolsa de basura, con su reloj, sus zapatos... Luego la presión de saber que, si elegía una caja muy cara, me caería la bronca.

Salvo mi madre, que vino al principio y, como es lógico, la mandé para casa, nadie acudió al hospital hasta las seis o siete, en que aparecieron mis primas enfermeras nada más enterarse. De mis hermanos no supe nada hasta las nueve en la funeraria.

Como casi todo en mi familia, fue patético. Frivolidad, despreocupación, muchas cosas para olvidar. Luego fueron pasando los años. Empezaron a venir a mi mente recuerdos más amables. Esas curiosidades sin aparente importancia que son la salsa de la vida.

Le descubrí después de muerto. Tardé años. Según fui madurando le fui conociendo. Comencé a encontrar parecidos entre él y yo. Los dos lectores compulsivos, los dos incomprendidos, los dos coquetos, los dos toxos con deseos de mimos...

Era extremeño. Ahora me veo muchos coletazos de esa sangre tan diferente a la gallega. El ser tan demoledoramente directa, la casi ausencia de acento (mi padre no tenía ninguno de ninguna parte), el físico... Muchas cosas.

Ahora me acuerdo de su costumbre de quitarme las patatas del plato porque sabía que me ponia de los nervios. Se reía como un niño pequeño. Y cuando me explicaba que los árboles en invierno se quedaban sin hojas porque estaban dormidos. Sólo recuerdo ese paseo en mi infancia más tierna con mi padre. Les he contado lo mismo a mis niños. Le gustaba la comida muy salada y siempre decía que estaba sosa. Cuando decía que estaba "un pelín salada", los seis hijos en pleno nos negábamos ni a probar. Eso es que estaba intragable. Se deshacía por un beso que le dábamos muy pocas veces y con esfuerzo porque él no nos había enseñado con el ejemplo.
Gritaba mucho. Era cosa de familia. En su casa todo el mundo armaba un tremendo jaleo por cualquier cosa.

Era una fanático de los libros. Hijo de guardia civil con un sueldo pírrico, sacó su carrera de químico con becas de pobre y brillantes notas, estudiando en la biblioteca, sin tener un libro de su propiedad a lo largo de toda su vida estudiantil. Así luego se pasaba la vida comprando libros y manteniendo broncas con mi madre porque se compraba colecciones enteras y ni siquiera llegábamos a fin de mes.

Le fascinaba la playa. Cuando éramos pequeños, nos levantaba cantando "Quinto levanta, tira de la manta..." para que nos preparásemos por la mañana. Se ponía nuestros microgorros a pesar de que mi madre le decía que estaba ridículo. Y me cantaba aquello de "coge tu sombrero y póntelo, vamos a la playa calienta el sol".

Siempre presumía de guapo, con gracia y cachondeíto. La verdad es que de joven se parecía a Errol Flynn y no es pasión de hija. No tengo grandes recuerdos dirigidos hacia mi persona. Al menos, no estupendos. Me asaltan en la cotidianeidad. De pronto me sale contar que mi padre hacía esto o aquello y que soy medio extremeña. En realidad, soy gallega hasta la médula pero la sangre y algunos rasgos genéticos me han salido más de allí.

El tiempo me ha enseñado a valorar la necesidad de la figura paterna. Fue muy imperfecto, como yo, como todos. No era un papá de cuento. No me llamaba princesa ni me malcriaba. Pero, así es la vida, le recordé y le soñé durante muchos años después.

Uno de mis sueños recurrentes era que aparecía y me explicaba que no se había muerto pero que yo no podía contárselo a nadie. Le reñía por haberme tenido tanto tiempo creyendo en su defunción. Lloraba y me enfadaba por ser cruel y desaparecer así, sin pensar en nuestro dolor y cargándome con la responsabilidad de guardar su secreto.

A pesar de todas sus cosas, nuestro desconocimiento, con los años le he sentido más cerca de él cada vez. Al contrario de lo habitual, su recuerdo no es más remoto. Es más vivo. Pienso: "tendría que haber visto esto o aquello". Pero se marchó joven, como tantos en nuestra otrora superpoblada casa.

No era un modelo, no era perfecto, no era espectacular. Pero, parafraseando a mi amiga, ERA MI PADRE.

¿Qué más podría decir?

Aprendiendo a golpes

Aquí estoy robándole horas al sueño. Mi cita diaria con mi blog se ha vuelto una necesidad o una agradable obligación. Es muy satisfactorio para mí encontrar personas que me dan las gracias por escribir, por ofrecerles unos retazos de mi casita internáutica y que sepan disfrutar de ella. Así que, entre que este lugar se ha vuelto mi diván de psiquiatra gratuito y deseado y las hermosas palabras que me enviáis algunos de vosotros, no puedo por menos que desear tener algo que ofrecer cada día.

Estos días estoy viviendo una crisis, para variar, externa. He visto cómo una amiga ha tenido su primera rotura de corazón a una edad algo tardía, quizá por su complejo de campanilla y esa extraña obsesión por no crecer. Las mujeres _en general, ya sabéis que yo estoy en proceso de masculinización emocional..._ tienen/tenemos una tendencia francamente peligrosa a montarnos películas con nuestros amantes. A día de hoy, ya ningún hombre se plantea de entrada "salir" con una chica que le guste. Más bien, se acuestan con ella para que se les pase. Y se les pasa, vaya si se les pasa.

Sin embargo, he de reconocer que las chicas, por muy avisadas que estén, siguen soñando con príncipes, con ser especiales y ser ELLA: esa chica diferente, especial, que convierta al reticente "follador" en un enamorado y fascinado noviete. La realidad es que eso raramente ocurre y lo peor es que las féminas acostumbran a ser poco sinceras consigo mismas en este plano.

Por lo tanto, cuando la historia se acaba y nos golpea en las narices, todas a una se dedican a echarle la culpa al "partenaire", independientemente de que les haya aclarado por activa y por pasiva que él está ahí sólo para pasar un buen rato.

El hecho es que cuando un hombre dice que no quiere una relación la expresión exacta debería ser que no quiere una relación CONTIGO. Pero no nos gusta entenderlo. Luego hacemos cónclave, decidimos que es un cabrón, ella se hace un rato la víctima y a seguir haciendo el primo.

A mí estas actitudes me fastidian mucho. Como mujer me molesta la ausencia de autocrítica que tenemos cuando nos arriesgamos. Esto es, si el tío quiere sexo y te encaprichas, perfecto, pero la culpa es tuya. Claro que hay que tener en cuenta que, como todos quieren sexo y nuestra moral judeo-cristiana nos ha educado para encontrar al naranjito para el resto de nuestra vida, pues vamos de desilusión en desilusión.

Luego está la otra cara de la moneda. Que aquí hay caña para todos. La insensibilidad de los hombres en nombre de su libertad o de su claridad es cada vez más evidente. Nunca se hacen responsables del sufrimiento de nadie incluso cuando son perfectamente conscientes de que, hablando alto y claro y manejando cada relación tal y como corresponde a sus sentimientos, podrían evitar romper algún que otro corazón. Pero, a qué engañarse, les encanta. El ego masculino supera cualquier atisbo de culpabilidad o sorpresa. Están tan felices de haberse conocido que, después de todo, es normal que las estúpidas de turno hagan lo mismo. Y es una auténtica espiral de desmanes emocionales.

Hace un par de meses una querida amiga me decía que su relación con un chico no iba a ninguna parte porque eran tal para cual. Que ambos habían hecho del sexo y el no compromiso su bandera y, a pesar de que se atraen muchísimo, según sus palabras "los que entramos en esta espiral ya sabemos lo que hay y no hay forma de salir".

Yo observo toda esta entropía con cierta agradable frialdad. Como me he pasado al otro bando (al de los insensibles, ojo, incomprensiblemente siguen gustándome los hombres...) mantengo la distancia, procuro que nadie me guste demasiado y entono cada mañana como un sonsonete la fortuna de poder tontear hasta con las piedras y no estar prendida de nadie. Por ahora funciona. Sé que me aburriré pero de las parejas también se aburre una. Ya se me ha olvidado que es una pareja y no dejo que las mariposas en el estómago me enturbien la vista. Me parezco cada vez más a ellos. Me refiero a los hombres.

Es divertido pero perecedero. La diferencia entre un hombre y yo es que sé que, más tarde o más temprano la sensación de vacío me podrá. Pero, al menos ahora, disfruto de lo que puedo tener que no es demasiado aunque otras lo tienen peor. Puedo elegir. Ganado, claro. Hombres de verdad y encima valientes sólo están en los cuentos de hadas.

Eso es lo malo de ser una ninfa... Eres un personaje de cuento atrapado en vulgar cuerpo de mujer. Y esa es lo único que se ve. Así que la ninfa cada día está más muda y deja a su cuerpo que se divierta. Porque lo que regalan las ninfas no es para todos los públicos. Y estamos tan pasadas de moda como el circo. No tenemos público.

Y, es probable que, muy a nuestro pesar, no tengamos tampoco lugar. Acabaremos también en la sección de saldos, como esas horribles figuritas que las señoras ponen en esos infames aparadores de comedor del año de la polka. Llenas de polvo y convertidas en invisibles en medio de tanta horterada.

Por cierto, ¿A cuánto está el gramo de ninfa?

jueves, agosto 17, 2006

Y volver la vista atrás...

Repasando el blog me he fijado en algo que me ha parecido curioso. No he vuelto la vista atrás prácticamente para nada. Es decir, no he tocado mi pasado, ni siquiera el más reciente. Alguna salvedad son cosas como mis hermanos y la familia. Esto es algo que considero saludable, desde luego. En los últimos dos años he desarrollado una impresionante capacidad para borrar de mi disco duro todo aquello que sobra o no interesa.

Antes era una persona que me recreaba bastante en las desgracias pasadas. Desde muy joven. Si tenía un noviete de los veinte que me había dejado el clásico sabor agridulce de las cosas agradables que se acaban, le mitificaba y le recordaba con nostalgia años y años. El único chico que yo señalaría como aquel al que verdaderamente amé (y aún así conservo mis dudas de que haya sido así) fue mi recuerdo recurrente durante los años de matrimonio para recordar todo ese sentimiento del que carecía en esa etapa. Hasta soñaba con él y me sentía infiel. Sorprendentemente, en el momento en que me separé perdí todo interés en verle.

Algo de morbo tiene la cosa pero está casado y total no tiene ya la menor importancia. Ni siquiera cosas que ocurrieron a lo largo del año pasado y que fueron importantes en su momento vuelven a mi memoria con frecuencia.

Las veo como algo remoto. He aprendido a borrar todos los mecanismos que me causen daño sin casi hacer esfuerzo. Simplemente, tengo mi par de días malos y continúo adelante. Yo misma me sorprendo. Una persona en la que podía haber depositado ilusión hace un mes es apenas un recuerdo vago al cabo de él, si se ha ganado mi olvido.

Hoy charlaba con un amigo y recordaba curiosidades del pasado más remoto. Cuando era una niña miraba infatigablemente el cielo con la esperanza de ver un ovni. Y ser abducida. Sí, hasta de niña era una friky. Creo haber visto hasta estrellas móviles. Y luego nunca he pillado ni una pequeña lluvia de estrellas. Y del Haley ni hablemos. La pereza de salir de casa me puede más que mi pasión espacial. Y mira que me hacen gracia esos fenómenos.

Era una niña algo rara. Yo no lo pensaba, me lo dijo mi ex cuando ya era mayorcita. Ahora que lo pienso, cambiarse seis veces de colegio en EGB por deporte no es algo muy normal. Para mí era como viajar. En vez del clásico apego que los niños tienen por el entorno, a mí me fascinaba ver pizarras de diferentes colores, pupitres nuevos, caras desconocidas, profesores distintos. Y al año ya me había aburrido. A día de hoy no me explico por qué mi madre me permitía esos desmanes. Sacaba buenas notas y utilizaba la técnica de la gota china, debía ser eso.

Jugaba a las muñecas sola. Normal, teniendo cinco hermanos varones. Pero nunca hablaba en alto ni hacía voces. Jugaba con el pensamiento con ellas. Y yo misma me sentía mal por no ser como las demás. Sabía que eso era extraño. Un signo de soledad. No dormía con las muñecas y no tenía peluches porque nunca me los compraron. De vez en cuando, me daba el ataque y las metía todas juntas en la cama. Claro, incomodísimo. Al día siguiente, todas al puñetero suelo. Un chico muy especial me confesó que a él le gustaban los peluches. Lo decía como algo raro e inconfesable. Siento pena de no haber seguido el impulso de regalarle uno de los muchos que hay en mi casa. Qué pena seguir tan pocas veces los impulsos.

También me gustaba cambiarme de habitación. Cuando vivíamos en Ourense teníamos dos pisos unidos porque éramos mucha gente. Pues cada equis tiempo, yo iniciaba una mudanza y me cambiaba de cuarto. Porque tenía ventana o porque no. Porque era muy pequeño y oscuro y eso me gustaba y, después, todo lo contrario.

Me gustaba estar con la gente mayor. Mi niña se me parece mucho. Mis hermanos no me podían ni ver (como siempre, con excepción de Pablo, el mayor y el único que alguna vez me hizo un regalo) pero sus novias me adoraban y ellos llegaban a tener hasta celos (siempre han sido unos inmaduros, qué se le va a hacer). Así que a los siete u ocho años ya era carne de cafetería. Me encantaba. Sigo siéndolo. Disfruto de una manera irracional tomando cualquier cosa en una cafeta. Ni siquiera sé por qué, con lo que clavan. Iba a sus guateques _entonces había de eso, mis cuatro hermanos mayores me llevaban bastantes años_ y era la única enana que no era expulsada. Eso agrandaba mi infantil ego que no veas.

Aunque ahora sorprenda, entonces cantaba muy bien. Era popular en los diversos colegios por los que me paseé. Una negligencia médica se cargó al jilguero y me convirtió en una acomplejada un montón de años. Ahora soy una mujer joven con voz de mujer madura. No me gusta mucho pero reconozco que hace que se me tome más en serio. No hay mal que por bien no venga. Y bailaba. O bailo. Ahora quiero ser Shakira. Haces abdominales y eres recontrasexy ¿Qué más se puede pedir?

Creo que si todos nos pusiésemos a recordar esas etapas casi olvidadas nos sorprenderíamos de quiénes fuimos. Aquellos 15 tiernos años en que volvía corriendo con mi amiga con los zapatos de tacón en la mano para poder llegar a las diez a casa. Y a lavarse los pies en el bidet. Qué cosas. Nunca nos cortábamos, vaya suerte.

Otro de nuestros divertimentos era tirar toda clase de cosas por la ventana. Remojar a los viandantes nos producía un subidón de adrenalina impresionante. Me río sólo de pensarlo. Qué lástima haber perdido ese punto infantil. Se echa de menos para tomarse la vida menos en serio. Y eso que yo sigo permitiéndome travesuras pero, claro, menos de las que quisiera.

Hoy siento el impulso de recordar a esa niña bastante triste que fui. A pesar de ello, disfruté mucho de algunos retazos de mi infancia y siempre era charlatana y activa. Supongo que era el instinto de supervivencia. O que soy un loro y no lo puedo remediar. Hubo momentos en que me robaron la infancia pero, como salvavidas, me he regalado una larga juventud.

Espero que me cunda. Me la merezco. Y tú también.

miércoles, agosto 16, 2006

Aeropuertos y estrellas

Recibí ayer un mensaje. Llegado desde más allá de mi mundo, con destino a ser guardado para siempre, como una hermosa joya impagable.

Me hablaba de estrellas, de fugacidad, de magia, de cómplices aviones plateados. No me avergüenza decir que me conmovió como nunca antes ningún otro lo había hecho. Proviene de un casi desconocido. Al menos en este vulgar universo. Sin embargo, llega directo al corazón como si le perteneciese desde siempre y como si supiese cómo es exactamente ese corazón. Estoy particularmente sensible estos días. Debe ser la migraña o la sorpresa.

Siempre digo que me gustaría que me alguien pudiese verme. No sé si ha ocurrido pero a lo largo de todo ese texto me he sentido descubierta. Como siempre dije que quería que ocurriese. Aunque sólo fuese por un rato.

Paradójicamente, me he quedado sin palabras para devolver tanta belleza. Sin poder ni pretender emular todo el contenido, toda la emoción, todo el sentimiento de esas líneas.

Sólo se me ocurre decirte: GRACIAS. Gracias por existir, por haberte cruzado en mi camino, por demostrar que queda luz y que yo también la conservo. Por ser diferente, por ser tú.

Por hacerme sentir descubierta . Tal vez por primera y única vez. Pero no fugazmente, sin embargo. Me guardo el sentimiento, el recuerdo y las líneas. Espero que no te importe que no las deje marchar. La belleza escasea. Los ojos limpios, también. Me lo quedo todo. Espero que a ti se te quedase algo. Porque es demasiada luz para mí sola y te iluminará hacia donde quiera que tú vayas. Y estoy segura de que tú SÍ encontrarás lo que necesitas.

Tal vez en algún aeropuerto, donde la comida de avión es sabrosa y el café inusitadamente bueno.

Vuelve el dolor

Ha vuelto. Mi vieja compañera, inseparable de mí desde los doce años. Me ha regalado una noche de vómitos y dolor. Y, sobre todo, de impotencia. Se llama migraña y, cuando decide cebarse en mí, es implacable. Tomo medicación hace nueve años y mi calidad de vida ha mejorado bastante. Pero como todo lo incurable, aparece en el momento más inadecuado _si es que hay alguno adecuado para sufrir_.

Dice mi neurólogo que los migrañosos somos los grandes incomprendidos. Un diabético tiene mejor calidad de vida que cualquiera de nosotros pero se nos asocia con la "jaqueca", una delicada excusa para no asistir a citas de sociedad. Mi juventud y adolescencia se vieron acosadas durante años por crisis de vómitos, dolor de cabeza insoportable y un montón de diagnósticos erróneos. A los 18 años acertaron pero no había tratamiento. Y el daño se había cronificado. Sin fármacos estaría enferma siempre. Hasta hace nueve años no hubo medicación eficaz así que, cuando se presentaba la crisis, no había otra elección que vomitar de modo intermitente _cada cinco minutos, independientemente de que hubiese nada que expulsar_ desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche. Tenía horario y todo.

Ahora hay profilaxis para diario y para crisis. La de ayer fue gorda y sólo me quedaba un triptán (una bomba para la ocasión, vamos). Hubieran hecho falta dos y no quedaban. Mala previsión, terrible noche. Encima no las venden libremente.

Estos días me recuerdan todo lo que tengo cuando estoy bien. Nada menos que salud y mucha vida. Sin esperanza de curación pero tampoco con peligro de muerte. Y, en estos ratos, todos mis deseos se reducen a recuperar la lozanía, el bienestar, la calma. Vendrá con las horas, muchas pastillas y el descanso. Vendrá... Por un tiempo.

martes, agosto 15, 2006

Coletazos de verano

Esta vida nocturna me va a matar. Bueno, eso es mentira, me tiene muy vivita. Supongo que estoy en esa fase que dicen que tienen las separadas justito después. Como una postadolescencia. En mi caso, el asunto tiene más que ver con el verano y los buenos amigos que otra cosa. También ayuda que vivo exactamente la fase de desencanto absoluto del sexo opuesto que se da, habitualmente, inmediatamente después de la separación.

De todos modos, mi desencanto no conlleva acritud. Al contrario, me esfuerzo por ver (o más bien no ver) las cosas de otro modo. Busco en mis amigas, en mis pequeñecos y, sobre todo en mí misma, todo lo que necesito. Y me parece que lo encuentro. Por supuesto que me siguen gustando los hombres _es la desgracia que conlleva ser joven y heterosexual..._ pero ya no me preocupa si vienen o si van. Tampoco me preocupa llamarles si me apetece verles y no me preocupa ni lo más mínimo si a ellos no les apetece.

La ventaja de no esperar nada es que no te desilusionas. Si esperas que la relación vaya a más o que el muchacho de turno vea en ti algo más que una chica divertida y tal, la decepción está servida. Si eres realista y ves en ellos lo mismo que ven en ti, todos contentos.

Una amiga me decía ayer que esta filosofía conmigo no funciona. Qué pesadas son _y qué majas_. Ahora me funciona. Me gusta algún chico con el que sé perfectamente que nunca llegaré a nada y eso no me intranquiliza. Tampoco me intranquiliza si viene o si va. En cualquier caso, él se lo pierde. Básicamente porque soy entretenida y no hago ninguna presión. Y no es una pose. No sé si el sexo masculino aprecia esta "samanthización" pero, desde luego, yo sí.

De repente, es como si estuviese más visible en todas partes. Los hombres me ven cuando salgo y se me acercan. Puede ser una cuestión de actitud. Antes ni miraba ni esperaba que se acercase nadie. Ahora si son guapos, los miro. Si son simpáticos les doy rollo. Y la verdad es que esto de ligar es más fácil de lo que recordaba.

Tampoco es que me llene gran cosa. Es bueno para el ego, para el bronceado y una buena excusa para sacar modelitos. Con lo que más me quedo es con la compañía. Con mis amigas y mi primita. Que son tan divertidas y liberales como yo. Que nos podemos pasar la noche diciendo tonterías sin explicarlas y desbarrando cuando, en la vida diurna, somos gente responsable, trabajadora y muy buenas personas.

Conocemos algún chico majo al que permitimos que nos acompañe de vez en cuando (esto suele ser la excepción pero, normalmente, un buen chaval). El otro día un chico me decía que soy una permanente exposición de temas para el blog. No le entendí muy bien. Pero decía que mis reflexiones eran graciosas y daban tema. Ya le dije que los fuese anotando porque tengo problema con la temática pero está algo lejos.

Recuerdo que hablé de los vídeo-clips y lo que me hacen sentir. Os lo cuento otro día porque aquí no encaja. Como todos los días que estoy cansada, aprovecho este rincón par reflexionar en teclas y exponer lo que me da la gana porque esto no es un diario.

El verano se extingue. Espero que mi vida laboral (que, al tiempo, me aterra) comience. Entonces os contaré los agobios de la profesión, lo cabrón que es el jefe y todas esas cosas del común de los mortales que tanta falta me hacen.

Mientras, continúo con mis últimos coletazos veraniegos. Sin haber encontrado nada de lo que podría haber buscado hasta hace bien poco. Como ya no busco, encontrar algo sería demasiada sorpresa. Que alguien me descubriese sería un milagro. Y ya no me importa. Me estoy volviendo cínica o pragmática. Más bien las dos cosas.

Y me alegro.

sábado, agosto 12, 2006

Houston

A veces uno conoce personas especiales en circunstancias especiales. Son momentos puntuales que se dan sin que se sepa cómo ni por qué.

Son individuos que pareces haber conocido en otro espacio-tiempo. Cuando los silencios son cómodos, no hay prisa por vivir algo que, sin embargo, se autodestruirá en unas horas. No habrá pasado ni futuro. Como en una película antigua con Cary Grant. Sólo que aquí no hay final feliz. Tampoco infeliz. No hay final porque el comienzo es imposible. Y por una contada ocasión, eso no tiene la menor importancia.

Decides pasar largas horas descubriendo cómo,a miles de kilómetros, alguien es afín a ti. Compartes gustos, experiencias, intimidades, bromas, olores, sabores. Te sorprendes disfrutando como viejos conocidos.

Es un joven ganador. Brillante, valiente, viajero, diferente. Vive en un mundo paralelo a toda nuestra estupenda y, al mismo tiempo, vulgar existencia. Puede pasar horas escuchando y riendo el monólogo del clown de turno. Yo misma, en este caso. Fuera de lugar y perfectamente camuflado entre la multitud.

Conversamos durante muchas horas. No dormimos para no perder la oportunidad de compartir esos momentos de comunicación que sabíamos que jamás se volverían a repetir. Y somos lo bastante maduros para saberlo, reconocerlo, aceptarlo y hasta disfrutarlo. No tenemos nada que ver y nos parecemos mucho.

Yo de letras, él de ciencias. Yo a Santiago´y tú a Houston. Apenas un soplo de emoción que se ha esfumado ya. Un alma gemela en un mundo opuesto.

No puedo contar mucho. No hay nada que contar. Sólo unas líneas para que, aquel que teme que el tiempo borre sus vivencias, que tiene morriña en el país de las oportunidades, pueda recordar, sin temor a que el pasado le engañe, que un día, en el país de la ausencia de ellas, pudo disfrutar del silencio, de la risa, de las palabras. Porque, como dice Manolo García, "nunca el tiempo es perdido, sólo un recodo más en nuestra ilusión".

Entre recodo y recodo, hay momentos fugaces para no olvidar. Aunque el tiempo haga que no los recordemos. Vuela alto. Vive todo. Sé libre. Y encuentra lo que buscas.

Te deseo todo lo que quiero para mí. Nada menos. ¡Bon voyage!

viernes, agosto 11, 2006

Caza con "furón"

Toca salida de "sólochicas". Esta noche dos o tres amigas y yo saldremos como lo hemos hecho en los últimos findes al más viejo estilo "tiro al pichón".
El ejercicio consiste en fase de pintarrajeo y modelito por votación popular (el pasado viernes hubo posturas encontradas con mi minifaldita y el top pero, al final, alcanzamos el consenso). Empezamos a beber en casita, que es más barato y así salimos ya festivas.

Y hemos descubierto un nuevo concepto: "El Furón" (hurón, en castellano). Esto viene al cuento de mi mejor amigo del sexo enemigo, que nos contaba que en su pandilla, años ha, había un personaje al que los demás denominaban así. La razón: el clásico pequeñajo y poco agraciado del grupo con un morro impresionante que iba por delante a los grupitos de chicas. Una vez alborotado el gallinero, todos sus amigotes acudían a la ganancia de pescadores. Y alegría para el pueblo.

Nosotras tenemos nuestra "furona". A ella no le gusta el apelativo porque ni es fea ni enana pero sí tiene ese morro que se lo pisa tan apañado. Así que se autodenomina ardilla pero es una furona, le guste o no. En nuestra única salida nos dio una clase magistral de cómo movilizar al adormilado personal masculino de Compostela. Yo había reparado en un chico muy mono, la verdad. Pero en esto soy de la antigua usanza. Espero a que vengan ellos o nada. Y tal y como están los tiempos, pues nada.

No tengo problemas en ser descarada y obvia cuando el animalito ya está depositado en mi tela pero no antes. Mi amiga es el fenómeno inverso. Total, que se larga sin previo aviso, se acerca a los dos invidentes _mientras las dos restantes esperábamos a que se nos tragase la tierra_, los besa, charla y.. ¡¡Se los trae!!

El resto ya es historia. Ya me ocupé yo de llamar la atención del que me interesaba mientras el resto hacía lo ídem con los moscones restantes. Pero es fastidiado este cambio de roles. Porque yo no me veo entrándole a los tíos por ahí (mi sentido del ridículo no podría asumir un rechazo) así que mi amiga la furona se ha convertido en un órgano vital para la salida de "sólochicas".

Es como volver a la adolescencia. Pero al revés. El chico que conocí me dijo que no se movían porque ya no hace falta. Hay que fastidiarse. Luego me dice lo que todos, que si no tengo novio es porque no quiero, que si no daré abasto y tal y cual. Lo que tú quieras, guapo, pero si mi furona no se hace cargo de la situación, hubíésemos pasado la noche en blanco ambos los dos.

Y ahora paso a la segunda fase juvenil. ¿Y si me lo encuentro? ¿Me saludará? ¿Me hago la loca? ¿Le saludo? ¿Me paro, no me paro? !Por Dios, qué dura es la vida de la mujer libre y liberal!

En fin, deseadme suerte y si no encontramos la monada del pasado viernes, que nos riamos mucho _eso seguro que sí_, que escandalicemos más y que regresemos a casa con el ego bien alto.

Y quién sabe sin con alguna presa...

jueves, agosto 10, 2006

Luto en el paraíso

Estamos de luto. Ahora que nuestra hermosa tierra le quitó los pañuelos y la ropa oscura a las viejecitas, una nueva marea negra nos regresa a las tinieblas.

Ayer fui a la playa. En las dos últimas ocasiones, el sol quedó eclipsado (de forma literal) por el humo de los tropecientos focos incendiarios que nos rodean. Tomé un camino de los supuestamente menos afectados y el espectáculo es desolador. Nos están arrasando. Jamás he visto desfilar de manera tan continuada, y mucho menos cerca de las ciudades, tantos coches de bomberos, sirenas, aviones amerizando en la playa, humo cubriendo el cielo _en este verano siempre despejado_ y hollín en el ambiente.

Los gallegos estamos acostumbrados a la belleza. Casi no nos impresiona. Es natural que todo esté lleno de vegetación, que nuestras playas estén limpias. Es natural sentirse seguro entre nuestro pueblo pacífico e individualista. Ahora, Galicia vuelve a ser profunda y oscura y no sé si será peor que con el Prestige. El telediario o un periódico tituló: "Galicia vuelve a ser negra: es su color".

Es el color de una comunidad que llora poco, reivindica poco, porque somos pacíficos y algo gilipollas. Muy cada uno de lo suyo, poco amigos de manifestaciones y mogollones. He visto al muñegote ése que tenemos de presidente (el tontaina de Zapatero) suspender sus vacaciones después de diez días en que mi tierra ha ido convirtiéndose en un páramo. Le recibieron con abucheos pero el muñegote sonrió para la foto. Mandan al ejército después de diez días en que los bomberos están reventados, la tierra arde, la gente tiene que huir de sus casas.

El muñegote dejó su estancia en la isla negra con el tiempo suficiente para no notar el cambio de ambiente. Aquí también tenemos humo y ceniza a go-go. Dice que EL AÑO QUE VIENE Galicia recibirá muchas ayudas. Ayudas para recalificar toda esta basura, digo yo. ¿Cuántos años harán falta para reparar este desastre? ¿Cómo se transforma el negro en verde en sólo unos meses? ¿Por qué el dispositivo antiincendios es una porquería de tres al cuarto cuando somos el azote de cuanto pirómano hijo de puta anda cerca?

Queremos penas ejemplarizantes, queremos ayudas ejemplarizantes, queremos presidentes ejemplarizantes, queremos medidas preventivas ejemplarizantes. Queremos un milagro. Que Galicia deje de ser el cero a la izquierda de este puñetero país. Y que nos dejen en paz, que es lo único que tenemos.

Mientras, el fuego del infierno se abre paso en el paraíso.

martes, agosto 08, 2006

Chachas

Quiero escribir pero no sé sobre qué. Sobre mí no me apetece, que ya me lee demasiada gente conocida y se me empieza a conocer en exceso. Podríais sugerirme temas, queridos. Porque rajar no me resulta dificultoso pero caer en el egocentrismo me fastidia bastante.

Se acaba el verano. Qué pocas ganas. Una parte de mí quiere empezar su nueva etapa y la otra, darle duramente al carpe diem. Esto último se me da muy bien, la verdad. Lo que llevo peor es la casa. Dios mío, cómo detesto todo lo que tenga que ver con el marujeo. Pero hasta encontrar quien limpie tiene su quid.

Yo he tenido toda suerte de experiencias religiosas con el "servicio" (osú, qué refinado queda esto). Desde la primera de todas las chicas que tuve, la mejor, Rosa, hasta todo lo que vino después, que no hay por dónde agarrarlo.

Una de ellas, que vivía como una marquesa, aprovechó mi separación para demandarme cuando era pensionista y no le interesaba para nada un contrato. Vivir para ver. Dentro del culebrón que significó todo aquello, la hija de la gran ¡Píiiiii! llegó a insinuar que me había dado a la mala vida y que había encontrado un anuncio mío para la sección de Contactos. ¿Os estáis riendo? Yo quería _aún me gustaría_ matarla. Se lo dijo a mi ex, ya ex, cuando le dio la gana de reaparecer, tras tres meses que se tiró el tío disfrutando en Mallorca.

Otra se daba a la bebida y desaparecía un día y medio sin explicaciones. Después descubrí que se quedaba en casita en coma etílico hasta que la poli la sacaba de casa. Y cuidaba de mis hijos. ¡Qué mal me sentí! La verdad es que en casa no estaba nunca en mal estado pero, realmente, infunde pánico toda esta gente.

Ahora las llamo chachas. Suena mal y ésa es la idea. Menos a Rosa, claro. Rosa era una bella persona, trabajadora, sin maldad y fiel. Estuvo con nosotros siete años y aún la echo de menos. Pero las demás son todas chachas.

Las chachas tienen un perfil definido. Son ignorantes, interesadas, egoístas, poco trabajadoras (hacen lo justito y algo menos y te ignoran cuando les recuerdas sus labores), se toman confianzas que una pardilla como yo no sabía detener y te dejan tirado por 30 euros. O ni siquiera.

Ahora estoy buscando otra vez. Necesito alguien para cuando me ponga a trabajar. Creo que me voy a interesar por el mercado internacional. Está claro que sólo trabaja bien quien lo necesita. Y estas personas lo necesitan de verdad.

Así que me toca preselección de señora que no sé de dónde habrá salido, que sea limpia, que no me robe, que no me venda y que no se largue al mes porque ya se ha cansado de currar dos días a la semana. Que no sea cotilla (ya sé, ya sé, pido milagros pero el que no llora no mama), que sea bien educada y que sepa apreciar que la tratamos bien no por ser gilipollas sino porque ella es una persona.

Vamos, que lo llevo bastante crudo. Pero, en fin, seguiremos testando chachas hasta encontrar una buena persona para hacer la limpieza. Y que Dios nos coja confesados.

Amén

lunes, agosto 07, 2006

Inquieta

Estoy de mala leche hoy. No sé, con esa inquietud que me hace sentirme físicamente mal. No tengo gran cosa que contar (que se pueda contar,claro).

Tengo ganas de tumbarme al sol a no pensar en nada. Eso que dicen de poner la mente en blanco. Yo soy incapaz. Lo he intentado pero me agota más que ese torbellino de pensamientos que azotan mi mente en todo momento. Tengo ganas de salir de copas. Este calor me está convirtiendo en una adicta al cachondeo permanente. Será que veo que en septiembre me encerraré y no podré decicar mucho espacio al hedonismo y eso, para una ninfa, es terrible.

Mi niña se ha quedado conmigo y el niño con papi. Yo a Boston y tú a California. Le ha dado la supermamitis y me gusta, claro, pero yo prefiero tener cierto airecillo pa respirar. De todos modos, creo que es una fase. A papi le fastidia, ya se sabe, pero ni caso. Piensa que el pequeño roedor le prefiere. Chorradas. Pasan sus etapas y yo las vivo según vienen. A él le gustan las películas. De terror, diría yo.

Veo como Galicia arde, Santiago arde, hasta yo estoy que ardo. Ardo física y mentalmente. Me duele la cabeza, la sangre, qué sé yo. La ansiedad me mata. Es lo que peor llevo y hoy la tengo porque sí. Será el síndrome pre-premenstrual como le decía hoy a una gran amiga. Supongo que, como me riñe porque dice que me subestimo, pues me ha tocado la fibra.

Yo no creo que me subestime. El desencanto viene por hechos empíricos y, aunque sé que el mundo está lleno de gilipollas, eso no me consuela, porque tengo que vivir en él con todos ellos dentro.

Como tengo el día "pallá" me acuerdo de Castro. De Fidelito, vamos. Decía la Iglesia cubana que había que rezar por él. Yo estoy de acuerdo. Rezo aquí con unos amigos de la isla para que la palme de una puñetera vez y todos los exiliados puedan entrar libremente en su país. Es cierto que le harán falta muchas oraciones porque, con la vidorra que se ha pegado aquí, no hay quien le salve del infierno. O así debería ser. Y rezo para que haya una transición como es debido, que el pueblo se lo merece.

Definitivamente, me encuentro fatal. Y no sé por qué. O sí pero creo que no hay que llevar los sentimientos tan a flor de piel. Es malo para la salud y para la armadura. Yo quiero recuperar mi imagen de chica dura y creérmela. Y echar un buen polvo. Siempre viene bien ¿no?

En fins, creo que me tomaré un ansiolítico. A falta de pan...

sábado, agosto 05, 2006

Touch and go

Me acabo de merendar un cuento de princesas en plan "Barbie". Final feliz, claro. Me han dicho por aquí que era a mamá a quien más le había gustado la película. Algo de cierto hay.

Me sigue pareciendo hermoso creer en los pajaritos preñados. Otra cosa es que una no sepa que del cine a la cruda realidad hay un abismo. Mi espíritu pragmático ha decidido pasar al "touch and go". O sea, disfruta y hasta luego cocodrilo. Puesto que tengo cada día más claro que lo de llenar el corazón está imposible y que, algunas, no hemos nacido más que para ser deseadas _o sea, para que nos echen un polvo pero no para enamorar_ pues a disfrutar de la parte positiva de este sambenito.

Con las mismas, ahora he optado por salir de marcha con mis amigas, bailar como una go-go porque me divierte provocar y me divierte bailar y, si conozco a algún chico guapo o que entretenga, me lo merendaré justamente como prohibe la Santa Madre Iglesia. Claro, todo esto presupone cargarse cualquier atisbo de romanticismo pero ahí está el quid.

Científicamente demostrado por mí misma que un clavo saca otro clavo. Que si varías de clavos no te enganchas de ninguno y no hay oportunidad de que te han pupa ni en el alma ni en el ego (que también es muy importante, ¡Qué leches!).

Además, ya me han explicado que mis dos queridos hándicaps no me facilitan las cosas. Siempre lo supe pero, en fin, una piensa que la sociedad ha evolucionado. Va a ser que no. Tampoco lo critico. No es para cualquiera eso de hacerse con el kit completo de mamá y sus increíbles hijos. Sobre todo para un hombre. Sin embargo, soñar era gratis.

La verdad es que, hasta ahora, no había pensado seriamente en tener pareja. Ahora tampoco porque no conozco a ningún candidato idóneo pero me doy cuenta que esa necesidad está ahí. Lo que pasa es que he decidido exterminarla. Puesto que no puedo colmarla... la ignoraré.

Lo bueno de ser pasional es que, en ese área, al menos cubres alguna parte sin que sea preciso que se casen contigo. Es más, preferentemente de este modo. Ya sabemos aquello de "cásate y sabrás lo que es joder sin ganas". Así que prefiero hacerlo con muchas ganas, sin promesas y, como lo del amor está caro, complicado y tal, pues con mucho cachondeo.

Conste que no me quejo. Porque para el cachondeo no tengo problemas y ahora menos que nunca. Así que, puesto que no hay manera de enamorar y enamorarse, habrá que optar por los dones que la naturaleza a tenido a bien regalarme, sacarles su jugo mientras duren (unos añitos) y que me quiten lo bailao.

Luego, espero trabajar muchos años y volver a ligar en las excursiones del Imserso. Con mi traje de Adolfo Domínguez, eso sí. Y que sea con un puestecito, por Dios.

Que las mujeres solitarias hemos de ser independientes. ¿O es al revés?

¡Bah! No tiene importancia.

jueves, agosto 03, 2006

Un día de furia

Hay días (o semanas) que es mejor no levantarse de la cama. Definitivamente, no sólo la luna llena sino la vida en general saca lo peor de cuanto memo una se cruza por su vida.

Me aburren profundamente los complejos de inferioridad de algunos individuos que, cuando se sienten mal, acusan al prójimo (en este caso la prójima, oséase, yo misma) de sus propias inseguridades y, encima, te tienes que comer toda su porquería.

Me tocan la moral los mamarrachos tipo ex marido que pretenden chantajearme con el amor de mis hijos y la porca miseria de pensión que les pasa. Estoy hasta el último pelo de cerrar el pico para que no haya problemas y de que, en cuanto expongo mi criterio, me salten a la yugular.

Me alucinan los hombres-bebé, en proceso de convertirse en abuelitos, que pierden el norte y se creen que han vuelto a la adolescencia y que se van a comer el mundo sólo porque el mundo les ha dado una oportunidad fuera de lo común. Aunque he de reconocer que es verdad que ciertos hombres deben dedicarse a la conquista con fruición, especialmente cuando les queda exactamente año y medio para visitar el mercado con la posibilidad _cada día menor y de peor calidad_ de pillar cacho.

Yo no sé por qué algunos individuos se vuelven tan patéticos. ¿Qué problema hay con aprender algo de la vida y recordar que el tiempo vuela y que el sol pasa una o dos veces por la puerta?. Y,lo peor, que, cuando ha pasado, es mejor prepararse ya para los nubarrones.

Estoy podrida de que personas que me importan o deberían importarme un pito me estropeen los días. Un día, dos, los que sean. Que no les soporto. Que trato de disfrutar de lo que la vida me ofrece y, aún así, siempre aparece algún imbécil pretencioso que se toma la libertad de cuestionarme o menospreciarme.

Que me canso de esperar que mi existencia tenga la luz que se merece y que sólo me encuentre gilipollas haciendo sombra. ¡Hasta en verano, leches!

Un día de estos me levantaré en plan "Un día de furia" y me dedicaré a engullirme a todos los que a día de hoy me están amargando la vida. Los ametrallaré con su propia realidad, me los cargaré con sus miserias y destaparé la caja de los truenos para que se jodan. Aún más de lo que habitualmente lo hacen.

Como me ha dicho un amigo, los blandos, paradójicamente, suelen ser insensibles. Tan preocupados de su propio dolor o su autoestima de tres al cuarto.

Y tal vez, otro día, yo me levante y deje de fingir que no necesito muchas cosas que necesito. Que me quieran, que me den mimos, que me ofrezcan ternura. Pero, claro, eso está mal visto. Mejor una diablesa. Vende más y sirve para lo que sirve.

A mí me encanta ser una diablesa cuando hay que ser una diablesa. Y me gusta ser una mujer cuando toca ser mujer. Pero me gusta mucho más que me descubran. Que miren dentro y no vean sólo la fachada. No sé si existe esa persona _cada vez estoy más convencida de que no_ pero realmente creo que merezco ser descubierta. Sobre todo por mí misma. Por poder soltarme una sola vez en mi vida.

Pero las cosas funcionan de otra manera. Si eres atractiva, sólo eres un cuerpo por ser atractiva. Si no lo eres, no miran dentro porque no quieren ni mirar fuera. Si eres valiente, aterras a los inseguros. Si eres cobarde, no interesas por noña. Si te haces de rogar, eres una estrecha. Si disfrutas de tu cuerpo, te va la marcha... Y así hasta el infinito.

¡Dios, qué aburrimiento!