lunes, diciembre 28, 2009

Para nada

Quién me ha visto y quién me ve... me he vuelto perezosa hasta para escribir.

En el colmo de la originalidad, llegadas estas fechas, ya sabéis lo que toca: balances. Balances casi siempre negativos por varios motivos: porque estoy negativa (estoy hasta las narices de estarlo pero no se me ha pasado aún), porque la Navidad me pone melancólica, con ese sentimiento dual que no consigo arrancarme, porque ha sido un año difícil y denso (como todos los míos, bien me vendría algo de cotidianeidad...) y porque, a qué negarlo, he sufrido, aún sufro.

Ha sido un año de idas y venidas laborales, dinero más bien en ida, complicaciones en venida. Terminé un enganche emocional de años que no me llevaba a ninguna parte gracias, en gran parte, al ínclito: no hay como tratarme mal para que salga huyendo despavorida. Así que pasé al olvido algo que parecía interminable y, cuando por fin estaba libre y sin dolor, apareció el sapo del año disfrazado de príncipe y arruinó todo el trabajo de reconstrucción de autoestima. Felicidades, sapo querido, eres una máquina.

He aprendido dos cosas importantes: no mantener ningún tipo de relación con tipos que trabajen como comerciales, da igual a qué nivel (mi madre siempre lo ha dicho: los representantes son todos unos charlatanes, muy simpáticos y falsos. Jode darle la razón pero cuando la tiene, la tiene) y evitar como la peste a los géminis. Tremendos elementos volubles que hoy te echan los brazos al cuello y mañana ni te conocen (no sólo los hombres, las géminis igual, no puedo soportar este signo).

Me mudé de vuelta a mi ciudad natal donde no hago otra cosa que echar pestes contra el espantoso clima (pero espantoso de verdad) aunque la vida es algo más fácil. Más barata, puedo echar mano de mi madre para los apuros con los niños pero todas mis amigas tienen sus vidas de casadas y yo sigo siendo la solterona oficial del grupo.

Dejé en Madrid varias oportunidades para mi corazón, lo aposté todo a una y, cómo no, fallé. No importa, que pase el siguiente.

Tengo un trabajo que no es la bomba pero sí cómodo y aquí puedo vivir con eso y la ayuda de mi madre, claro. Tengo un piso muy bonito que no consigo sentir mi hogar (creo que no tengo sensación de permanencia en ninguna parte y no hay pared que me parezca mi "casa"). Mis niños se han adaptado mejor que yo, a Dios gracias, pero echamos de menos a nuestros amigos de los madriles. Me cuesta asumir que no volveré.

Intento buscar la felicidad perdida dentro de mí, no quiero que mi bienestar vuelva a depender de terceros. Pero no es tarea fácil. Me inunda la ansiedad y, aunque lucho por estar bien, por dejar atrás todo lo que duele, no lo logro. Tal vez me haga falta una fórmula mágica. O un loquero.

Rosana ha sacado una canción con la que me identifico mucho esta temporada pero con el mensaje negativo (síii, ya lo séee, maaal). Cuando se pone megapositiva me dan ganas de parar la música y cagarme en todos los tópicos. Pero está mal, hay que creer que hay gente que cree. Además, la canción es buena.

Pues no me ha salido un balance, me ha salido una pataleta. Bueno...

Genio y figura.

P.D: ¡Ah, coño, se me olvidaba! ¡Me he divorciado el día de los Santos Inocentes y noes broma! Una buena noticia al menos.

lunes, diciembre 21, 2009

¿Imposible pasión?

Mientras en toda España padecen y disfrutan de la nieve a partes iguales, aquí seguimos con nuestra infame y característica lluvia infernal. Cubos y cubos de agua, señores, un viento del demonio y el cielo permanentemente gris. Un asco, resumiendo.

Hemos tenido cuatro o cinco días sin llover (eso en Santiago de Compostela es algo a reseñar en los periódicos y no es broma), me empezaba yo a conformar con mis piedras y, ¡zas! Venga agua a raudales. Están hartos hasta los militantes de las precipitaciones acuáticas, que aquí los hay, aunque parezca mentira, igual que las meigas.

Así que, con tanta humedad y frío se agradece la calidez de uno de mis lectores favoritos y entrañables. Es bonito que alguien te encuentre en la red y te diga: "Hola, queridísima Ninfa". Más aún que ha tenido un día penoso y que se le ha arreglado por compartir unas palabritas conmigo. Sé que suena vanidoso pero, de veras, no lo es. Estas pequeñas cosas y esas grandes personas son las que me reconcilian con la vida de vez en cuando, habida cuenta de la extraña relación que la susodicha y yo mantenemos.

Nos hemos puesto a hablar de relaciones, de sexo, qué sé yo. Parece ser que todo el mundo está de acuerdo en que tener pareja estable y mantener unas relaciones sexuales activas y satisfactorias al cabo de los años son situaciones antagónicas.

A mí me hace ilusión pensar que eso no me pasaría a mí pero no puedo probarlo. En la relación estable y larga que tuve la situación (extremadamente complicada) que existía nunca me permitió aclarar este punto. Sí sé que soy una persona sexualmente muy activa -de hecho, me he encontrado a hombres bastante más paraditos que yo...- y que me gustaría creer que, no por el hecho de tener estabilidad algún día, la pasión se irá al carajo y me dolerá (aún más) la cabeza.

Igual estoy equivocada pero sigo creyendo que, trabajando la relación, el deseo no tiene que desaparecer. Es verdad que no vas a estar permanentemente en el estado de estupidez transitoria y calentorra de los inicios pero... ¿Por qué no un sosegado y tranquilo amor, complicidad y un bien alimentado sexo?

Las parejas de largo recorrido suelen decir que todo lo del comienzo es una mera reacción química y que luego todo eso se queda en nada, en costumbre y desgana. Soy consciente de que esto es así en la mayoría de los casos, como también de que muchas mujeres, al ser madres, cambian un amor por otro, un placer por otro, y aparcan a su hombre. Un grave error muy extendido.

Luego están los hombres que se aguantan -la mayoría-, los que se buscan la vida fuera (muchos) y los que ni ganas tienen ya (al menos con su mujer). Tristemente ahí cojeamos más las mujeres. Tengo muchos amigos con parejas absolutamente pasivas o, inactivas directamente, que ni echan de menos el sexo ni se dan cuenta de que la muerte del amor viene de la mano de la ausencia del deseo, del contacto, de las caricias.

No sé, a mí lo que me pasa cuando paso mucho tiempo sin tener relaciones es que me pongo de muy mal humor, me duele más la cabeza y estoy hasta deprimida. Una cruz ser tan pasional. Me comporto como lo que vulgarmente se dice de la que está "malfollá" aunque eso sí que no. A lo sumo, llego a ser una "sinfollá" pero los malos folladores los quiero lejos de mi vista y mi cuerpo... Yo misma me aplico la expresión vulgar de "ésa lo que necesita es un buen polvo...". Pues eso, yo ya me lo digo sola.

En fin, que es una lástima que los que tenéis amor no lo reguéis, que el sexo es como todo, hay que practicarlo como cualquier otro ejercicio o se pierde el hábito y que el sábado-sabadete puede ser cualquier día de la semana.

Mira tú en qué cosas me pongo a pensar yo con la lluvia...

En fin, siempre he sido una ninfa pecadora.

viernes, diciembre 11, 2009

Cuánto amor, cuánto dolor, cuánta belleza...

Fue un espejismo.

Esta vez no puedo decir que la advertí, bien al contrario: reparé sus alas, abrí su jaula y la animé a volar y aletear sin miedo hacia lo que pensó era su milagro. Permití que la cegase. La empujé con todas mis fuerzas a ser piel, a ser menos etérea y más humana. Le regalé la fe y la esperanza en esa visión extraordinaria.

Escuchó atenta las llamadas del que se hizo llamar El Valiente. Quedó prendada de su seguridad arrolladora, de su fuerza, de su entusiasmo por haberla encontrado. Se sintió, por primera vez, incapaz de poner diques al mar de sus sentimientos y yo... yo la bendije, lo celebré con ella, creí con ella.

Vivió la Ninfa por primera vez la locura del amor compartido, la maravilla del sentimiento en estado puro, la certeza, la belleza incomparable de ser entera y materialmente parte de él. Los más preciosos momentos, uno a uno, incontables (su mano y sus ojos acariciándola, los paseos, los besos, los recibimientos, las despedidas, su sonrisa, su cuerpo haciéndole el amor... millones de tesoros) a pesar de lo efímeros que fueron. Ni una sola sombra de duda.

Él la tomó de la mano y la hizo volar sin miedo. "No puede ser tan fácil", repetía mi Ninfa inocente una y otra vez. Pero él la convencía con sus palabras, con sus manos, con sus ojos de que había llegado para quedarse, que era real, que era suyo, que era suya.

Disfrutó de los mejores restaurantes, las más bellas habitaciones de hotel, lujosos coches, grandes atenciones, una campanilla con sentimiento de cenicienta al final del cuento.

De todo ello, de todo ese mundo encantado de lujo y fantasía, arropada por su príncipe soñado, y que se autodestruyó del mismo modo que llegó -de pronto, sin sospecharlo siquiera-, sólo añora y le quiebran la voz dos recuerdos: el modo en que la abrazaba -una fusión total entre su pecho y el suyo, el espacio perfecto en el hueco de su hombro, la seguridad de sus brazos, el sentirse en casa- y cada vez que la bañaba en aquella profunda, insondable, devastadora mirada azul. Un baño de amor profundo imposible de simular.

De tanta belleza no queda nada. Al menos para él. El Valiente no lo era tanto, al parecer tampoco sentía tanto, no la había descubierto tanto. Sólo era un ser humano, inseguro, aterrado, voluble, arrastrado por las circunstancias, perdido en sus propios miedos, en su capacidad de ilusionarse y desilusionarse a toda velocidad. Se fue y la borró de su vida. Sin mirar atrás, sin ver la estela de dolor y amor que dejaba a su paso. Un corto amor para tan largo olvido.

No hay Valiente ni Ninfa ya. Sólo eran verdad juntos. Ahora no son nada. Él continúa su periplo por su mundo de luces de neón y ella... desearía no haberse abierto como una flor para ver sus frágiles pétalos arrancados de cuajo.

Ha sido muy real, al menos para mi Ninfa. Ha sido tan verdad, que duele sólo de pensarlo, de imaginar que algo tan bello pueda causar tanto sufrimiento. Un dolor que se esconde en lo más profundo y le quita el brillo a cualquier otra armadura. Un dolor que, definitivamente, es un precio demasiado alto.

Ahora sus lágrimas son pequeños diamantes de valor incalculable pero sólo para ninfas. No valen nada, no pesan nada, no significan nada.

No sabía que en el mundo de los hombres todo es efímero, que los Valientes no existen y que su lugar no está entre ellos.

Es extraño, cuánto dolor, cuanto amor, cuánta belleza...



"No puedo ser lo que no soy.
Pesa tan poco lo que doy.
Pero en el alma de mis versos
está la llave del secreto
de cuanto quise y no pedí

Sé que perdí la razón.
Fue detrás del corazón.
Y es que a pesar de lo que amé
como jamás había amado,
no supe amarte a ti, ya sé ...

Y encontrarás,
que es locura y no es tristeza
lo que me parte en dos la voz
Encontrarás,
cuánta herida, qué belleza
saber que aún queda mucho amor.
Que si te vas o si me dejas
voy a volar muy lejos del dolor
Encontrarás.
Que perderte, no te miento,
no me cuesta,
no me cuesta

Después de mí otra quizás.
Y como yo sólo otra más.
Y en el espacio que le cedo
dale mi amor y tiempo nuevo.
Todo lo que ya no espero.

Yo volveré a lo que fui,
fuerte y a partir de mí.
Y tú perdido entre mis versos,
descubrirás tarde el secreto
y entenderás cuánto te di.

Encontrarás,
que es locura y no es tristeza
lo que me parte en dos la voz
Encontrarás,
cuánta herida, qué belleza,
saber que aún queda mucho amor
Que si te vas o si me dejas
voy a volar muy lejos del dolor
Encontrarás,
Y que perderte no te miento,
No me cuesta

Encontrarás...