lunes, junio 28, 2010

A mi hermana mayor

He escrito, a lo largo de los años que llevo al frente de este blog, sobre numerosas personas. Algunas me han marcado para bien y otras, para mal. Gran parte de ellas me han defraudado, otras me han enseñado cosas y, sólo unas pocas, muy pocas, han logrado que, incluso en mis peores momentos, siguiese creyendo en el género humano, aún cuando mi opinión del mismo, en general, sigue siendo muy pobre.

He dedicado posts a personas que son parte de mi familia, a hombres que me alegraron la vida y a otros que me la amargaron, a mi ángel de la guarda, pero nunca a ella, que me sigue y me persigue cuando me apago, que me cuida, que me quiere y mueve cielo y tierra para ayudarnos a mí y a mis cachorros. A ella, que ha llorado conmigo sólo porque yo no podía dejar de hacerlo. A mi hermana mayor, quien, sin colgarse ninguna medalla, me ha dejado claro con el tiempo y los hechos que no hay nadie que le llegue a la suela de los zapatos como mi amiga, mi hermana y mi compañera de fatigas.

Ahí está siempre, alentando, sin juzgar, a pesar de que mi modo de vida es radicalmente diferente al suyo. Es mi amiga más antigua, me conoce desde cuando era poco más que una niña y aún hoy, que hace ya alguna década - o dos...- que he dejado de serlo, sigue viendo en mí a aquella chiquilla vulnerable con zapatitos de tacón rosa que cruzó la puerta de su tienda para ponerse tras del mostrador con apenas diecisiete años.

Vendíamos botafumeiros, así era como yo definía mi actividad laboral veraniega en su tienda de souvenirs. Allí hemos trabajado y reído casi por igual: mucho. Siempre ha tenido la capacidad de romper la barrera defensiva con sólo una certera pregunta que me partía en dos. Incluso ni eso, una mirada, una afirmación eran suficientes: nunca pude convencerla de que era una chica dura...

Se marchó a su tierra natal durante diez años pero, aún sin saber mucho una de la otra, siempre nos tuvimos. Cuando sus padres venían de visita, me enviaba alfajores en tiempos en que era impensable encontrarlos por estos lares. Incluso el primer peluche de mi hija, antes de que naciera, llegó en avión, atravesando el océano para depositarse en su cunita.

Pasaron los años, vinieron los peques, el divorcio, la lucha titánica por la supervivencia. La frustración, el desánimo y el desamor. Cuando nadie tuvo tiempo para verme o escucharme al fondo del foso, ella se aparecía y se aparece en la puerta del colegio, a sabiendas que de que era mala compañía, que no hacía otra cosa que llorar y autocompadecerme cuando el dolor era más fuerte que la razón... en todos esos momentos me acompañó sin desafallecer, salió corriendo a atender a mis niños, a mis necesidades, a apoyarme incondicionalmente.

No hay nadie como tú, INÉS, y es triste que yo sólo sepa escribir estas cosas y se me dé tan mal decirlas en persona. Eres graciosa, eres buena, eres cariñosa, eres inteligente, eres generosa, eres GRANDE y por eso te quiero tanto. Porque eres mi única verdadera amiga a las duras y a las maduras (más, incluso, a las duras), porque es ahí cuando te matas a correr: en el momento en que todo el mundo mira hacia otro lado. Pero no es por lo que haces por mí que te quiero, es por quién eres y cómo eres: valiosa, dulce, hermosa, eternamente joven y única en tu especie.

Por eso y porque, muy probablemente, nadie me ha querido ni me querrá como tú. Ni yo he compartido ni compartiré tanto con nadie más que contigo.

Cuando escribo estas cosas siempre me parecen descafeinadas, las palabras se me quedan cortas y frías para tratar de describir quiénes somos. Mi dominio de las letras no es tan grande, como ves, pero el sentimiento de quien las escribe es mucho mayor.

Yo sólo espero que te llegue una mínima parte de todo el cariño, agradecimiento y admiración que siento por ti.

domingo, junio 13, 2010

De la amistad y otros tópicos

Escribo poco y leo menos aún en la red. Sin embargo, de vez en cuando entro en blogs conocidos -el concepto de amigo me parece que, lamentablemente, queda grande en las bitacoras e incluso en la vida misma, en demasiados casos- buscando nuevas visiones, un buen texto o algo que refresque mi conciencia o mi afán de enriquecerme literariamente.

Salvo honrosísimas excepciones, encuentro que (probablemente al igual que yo) nos repetimos como el ajo. Supongo que soy una rebelde sin (o con) causa pero reconozco que me hastía un poco leer tanto tópico en el que lo mismo hacemos exaltación de la amistad teórica y de las cosas sencillas de la vida que, al día siguiente, nos rasgamos las vestiduras porque esa preciosa vida y las personas que la conforman no están diseñadas a nuestra medida. Nos falta autocrítica y utilizo el "nos" a conciencia.

Yo tengo un elevado concepto de la amistad, lo he reiterado mil veces. Poner en tan alto lugar ese tipo de relaciones humanas tiene un coste elevadísimo. Por una parte, porque las decepciones están servidas. Unas veces te decepcionan los demás y otras decepcionas tú. Y cada cual ve la amistad y lo que espera de ella de un modo diferente. Desde mi punto de vista, los verdaderos amigos se aceptan en la diferencia, se reconocen en la afinidad y, por encima de todas las cosas, se respetan y quieren al margen de pequeñas cosas que rayan lo infantil.

Me ha pasado más de una vez, supongo que a quien lee también. He conocido a personas a las que he querido mucho y hubiese hecho por ellas lo que fuese. Pensaba, cuando era más jovencita, que el sentimiento debía ser biunívoco aunque no por ello una obligación. El tiempo, la experiencia y la gente que ha pasado de largo por mi vida me han enseñado que los demás no han de amarte como tú a ellos -en en fondo y en la forma- y no por eso son peores que tú.

Me han enseñado que se puede ser amigo de alguien que no te dará lo mismo que ofreces, no porque no te quiera, sino porque, bien no tiene la capacidad, bien ese sentimiento de amor fraterno no tiene la misma dimensión para todos.

Yo tengo cierta a tendencia a ser muy tolerante con los amigos, en el mejor sentido de la palabra. Para mí sólo pesan e importan los grandes gestos. Los pequeños errores, la diferencia de opiniones o los detalles que a mí me pudieran molestar pero que soy consciente que no soy nada personal, los obvio. No compensa.

Siempre me quedo con las cosas grandes, grandes para mí. Yo soy una persona que lo da todo en las situaciones de gran crisis lo mismo que no me doy cuenta de que meto la pata en cosas que, para mí, no tienen la menor importancia. Y, aunque tengo claro que nadie ha de vivir la amistad del mismo modo, sí tiene que conocerme y valorarme por lo leal que puedo llegar a ser cuando las cosas se ponen feas para mí o para los demás.

A lo largo de mi vida he creído tener grandes amigas que, cuando sufrían, se apoyaron en mí (apoyo que les entregué y volvería a entregar de mil amores) y cuando no les haces falta, hacen de tonterías graves defectos o afrentas personales. No me ha importado descubrirlas, la verdad. Al sufrimiento inicial siempre le sigue la sensación de haber visto a tiempo que la gente que no me conoce o no quiere usarme más que como paño de lágrimas en la adversidad, no me interesa.

Tras muchos meses de oscuridad y un año extraño en el que me sentí fuera del mundo largo tiempo, comienzo a reencontrar mi lugar. Siguen decepcionándome los amigos de papel y los personajes con complejo de censor pero, como ya es costumbre hace muchos años, me importa un bledo.

El hecho es que los amigos que han permanecido, han creído en mí en la distancia y la imperfección. Son los de siempre, quizá porque me conocen, saben de mi despiste, de mis errores pero también de mi fondo. Que, lo mismo que me olvido del día de su cumpleaños, donaría un riñón para salvar sus vidas. Probablente no sea ideal pero soy tal y como me muestro. Y así me gusta que sean los que me rodean.

Por eso será que me rodeo de tan pocos.

Pero pocos son tan buenos.

jueves, junio 03, 2010

El amante amado

Vas y vienes a toda velocidad, a veces tengo la sensación de estar sólo con un holograma de ti mismo. Pero no, desprendes tanto en tan poco tiempo que, inevitablemente, me enganchas y reenganchas con sólo una mirada, la sonrisa permanente, ese secreto que apenas guardamos nos hace cómplices traviesos, nos retrotrae al juego de los besos robados, de los mimos a escondidas de mayores y pequeños.

Amantes y amados. Pocos son los privilegiados que pueden decir que lo que les une está a la par en su forma de dar y recibir. No dudaste cuando te lo preguntaron, sin saber casi de qué hablaban. Yo tampoco dudé en mi fuero interno. Sorprendentemente, contigo nunca ha habido dudas. Miedo a nuevos golpes, sí. Al desequilibrio, sí. A caer rendida en soledad, también. Pero dudas sobre mis sentimientos, sobre lo que quiero contigo, no, jamás.

Mis malas experiencias pasadas me han abocado a la prudencia... escrita. La otra se mantiene, más en función de la posibilidad que de lo que yo quisiera.

Pero... llenas tanto, ocupas tanto, ofreces tanto... Eres tan bello por dentro y por fuera que es muy difícil callar, incluso por si luego he de hacerlo por obligación. Aunque no lo creo, no de ti.

Aún no estoy lista para soltarlo todo. Espero hacerlo, creo que lo haré. Pero de tu mano. No antes.

Gracias por la canción. "Sin ninguna pretensión pero con todas" yo también quiero seguir despertándome contigo.

Siempre.