domingo, enero 30, 2011

Duele

Te sueño y te resueño. Por más que peleo en mi vida consciente contra tu recuerdo, en llenarla de ocupacioes que me gustan y me llenan, de que no me afecte pensarte ni rememorarte... mi subconsciete (el que dicen que es sabio) me mortifica, me despierta agotada de echarte de menos, de no creer ni entender (al igual que tú) tus razones.

Son tan intensos que abro los ojos amándote cada día más, llenos de añoranza, de desesperanza, de la tristeza del que no encuentra razones para tener que vivir este penar. Que el dolor permanece intacto y el amor crece, sin el menor sentido para mí, para ti y para el mundo.

Unos días me abrazas, me acunas, me aseguras que nuestra vida comienza y soy tan feliz que no se puede describir desde ese cinco por ciento de cerebro que apenas sabemos utilizar. Otros, esgrimes tus razones para no estar juntos, sufriendo conmigo, muriendo de ausencia y distancia conmigo.

Luego me despierto pero el dolor y la soledad permanecen. No puedo borrarte, estás tan dentro que observo, con pavor, que eres parte de mí y no puedo tenerte.

Me duele el alma de sentir que sigues teniendo poder para hacer que sangre. Me duele el corazón de no tenernos, de estar perdiendo la oportunidad, única, de nuestras vidas.

Me dueles, me dueles tanto...

jueves, enero 27, 2011

Reformas y peligros

Tengo la casa en reformas estos días. Me refiero, principalmente, a la interior pero no sólamente. El exterior es,después de todo, un reflejo de lo que se queda dentro.

He comenzado por el cuerpo y la mente. A mi cuerpo le doy caña en el gimnasio y descanso a mi mente. Me siento y me sienta bien, aún a pesar de ver alguna cara conocida (con lo ogra que soy en estos ambientes...). Es lo que tienen las pequeñas ciudades... Quieras o no, te acabas tropezando con todo el mundo.

Con mi mente hago trabajos para limpiar las heridas del pasado más remoto, que han marcado mi vida y que, lamentablemente, hasta hace poco la seguían marcando. Confío en haber cerrado un ciclo y haber descubierto una nueva puerta abierta hacia mi inconsciente, tan consciente él, al contrario que yo, de todo lo que me ocurre.

He conocido un nuevo mundo de actividades, talleres y grupos constructivos que, espero, me ayuden a sentirme libre, mejor y sana a todos los efectos.

Es curioso ver cómo tu mundo interno afecta al externo. Por ejemplo, mi última pareja me dijo un día (tal vez buscando motivos para no encajar o dejarlo o lo que fuese, que nunca me lo ha dejado claro) que mi casa era una "leonera". Me dolió muchísimo, mi casa no está sucia, desde luego y no es ningua leonera pero en ella vivimos, todos los días, tres personas, dos de ellas niños. En cualquier caso, lo que más me dolía es que eso fuese un posible motivo para no querer estar a mi lado, aunque luego se desdijese.

Sin embargo, no estaba del todo equivocado. Aún cuando la casa estaba limpia, entre trabajar en dos cosas y esmerarme en estar divina de la muerte cuando él venía a casa, dedicarle toda mi atención y que se sintiese como un rey, me preocupaba menos de los armarios y de recolocarlo todo que de adorarle que es lo que, básicamente, hacía. Supongo que para muchos hombres eso sería más importante pero, bueno, para eso habrá que corresponder del mismo modo y, por desgracia para mí, no estábamos al mismo nivel de sentimiento. Por mucho que me duela admitirlo, no me quiere, no me queria y eso es todo.

En cualquier caso, cuando rompimos volví en mi, en cierto sentido. Sufrí horrores, claro, pero tenía que hacerlo en silencio, sin que los niños se diesen cuenta, sin que él mismo lo notase. Pero opté por mejorar mi vida, asi que eché al vegetal que hacía la limpieza los lunes (del todo punto inapreciable) y contraté a una chica brasileña que es maravillosa. Ahora que ya no viene nadie, mis armarios están pulcramete ordenados (yo no destruyo, por norma, lo que los demás construyen), con toda la ropita planchada y con "casi" todas las migas de madre e hijos exterminadas. Llego a casa cansada pero se parece a la que tuve antaño, cuando estaba casada, con todas las toallas a juego, una habitación enorme y perfectamente limpia y cuidada, armarios en el baño para tener todos mis potingues en orden, etc, etc. Mi casa era mi tesoro y mi refugio y tengo buen gusto para decorar. Apenas queda nada de eso, entre mudanzas, cosas que no caben y otras que ya no encajan ni con el lugar ni con la persona que soy en la actualidad.

Pero, vamos, que tenía algo de razón aunque claro está que es fácil criticar y no ponerse en el lugar de los demás, cuando se tira del trabajo, una casa y dos niños todo junto y en soledad. Es una pena que no pueda comprobar que, con algo de ayuda, mi casita puede estar como los chorros del oro. Tristemente para mí, ya tiene otra casa y no estoy en su corazón. Eso sí, siendo positivos, me ha dado motivos para buscar una ayuda real y soñar con, algún día, tener un hogar totalmente nuevo y decorado de otro modo. Sólo es un sueño, claro, pero de esa materia se compone la vida.

Retirada me hallo, momentáneamente, del terreno sexual. He pasado demasiado tiempo haciendo el amor como para ponerme a follar ahora. He hecho un par de intentos, uno muy pobre (es curiosa la diferencia de percepción: él no hace otra cosa que llamarme y para mí fue un medio polvo, con lo cual, no pienso repetir aunque el muchacho tenga 34 espléndidos añitos). El otro, todo lo contrario, muy guapo, joven también y espectacularmente salvaje, como a mí me va pero, todo lo que tiene de vehemente y de fuerte química conmigo en la cama, lo tiene de taimado y hasta apático fuera. Un soso, vamos.

Y se me han quitado las ganas. En algún momento tendrá que llegar un hombre auténtico que me sepa apreciar. Estoy llena de defectos pero está claro que cuanto mejor me he portado con una pareja, más cruel ha sido conmigo. No busco, no me preocupa.Por el momento, trato de curar mis heridas más recientes. No es fácil, estoy rodeada de cosas que abren la llaga una y otra vez... Sin embargo, no hay opción, no tengo mucha fe en que el tiempo lo cure todo pero... me toca intentar creérmelo.

Paso a paso... Sigo creyendo que lo mejor está por llegar, así que, como siempre, a la vida le pido, una vez más otra oportunidad...

A pesar del Peligro.

miércoles, enero 19, 2011

Hoy va a ser un gran día

Lo he hecho. Al fin me he dejado de excusas, paranoias y argumentos disuasorios y me he plantado en el gimnasio para darme de alta. No he querido ni pensarlo ni mirar mucho rato la programación. Tarjeta, matrícula y atrapada. Es el único modo.

Hace la friolera de diez (¿u once?) años que dejé el ejercicio. De niña nunca fui deportista: nunca pude hacer el pino o el spagat, tenía un gran aprecio por mi integridad física y me traía al pairo que me suspendieran gimnasia con tal de no romperme la crisma. Además, sacaba sobresalientes en todo lo demás, así pues, sentía un manifiesto desprecio por esa asignatura.

Comencé ya mayorcita y recuerdo perfectamente el día que tomé esa decisión: estaba con mi entonces marido, estresadísima, deprimidísima y siendo consciente de que no podía hablar del trabajo sin llorar. Ese día me puse en la disyuntiva de ir al psiquiatra o al gimnasio. Elegí el deporte. Y me fue de lujo.

Yo soy una persona extrema en sus pasiones e indisciplinada hasta que me disciplino. Así pues, temía yo no acudir, porque nunca me había interesado el ejercicio y, para más inri, disfrutaba de una genética bastante privilegiada que me mantenía delgada comiendo lo que tenía a bien y con un aspecto mucho más juvenil del que corresponde a mi edad. Pero lo que buscaba era una ingesta galopante de esas maravillosas endorfinas que se segregan sudando la gota gorda y, especialmente, haciendo algo que para mí es francamente difícil: dejar de pensar durante unos minutos al día. Comencé y no falté ni un día a la semana, hora y media diaria, durante casi dos años. Luego llegaron los beneficios añadidos en los que ni había pensado pero cuando los notas empiezas a valorarlos: piernas y brazos bien torneados y dura como una piedra. Buenorra que me puse, vamos.

Al cabo de ese tiempo me quedé embarazada y, desde entonces, llevo diez años intentando regresar y encontrando millones de excusas para no hacerlo. Pero todos ese tiempo lo he pasado añorando la increíble sensación de bienestar que me producía salir del gimnasio recién duchada, colorada (es lo malo, me pongo coloradísima y me dura un montón....) y sintiéndome ágil por fuera y por dentro. Eso es lo que voy a recuperar ahora: a la ninfa que se quiere por dentro y por fuera y que encuentra el bienestar por sí misma, lo mismo que en su día el sustento o su identidad como mujer.

Como en el horario que yo puedo disponer no hay actividades me senté delante del monitor y le expliqué mis cuitas: "Verás, soy una persona que necesita horarios y obligaciones para hacer ejercicio. Las máquinas por libre me aburren profundamente, así que necesito tu ayuda". Diseñar un planning inicial de entrenamiento fue coser y cantar, me aseguré que el guapo mozo (a vé, una cosa no quita la otra, si encima conoces chicos monos...) se convirtiese en mi casi entrenador personal, coincidiendo en horarios y escasez de follón y listo. El lunes comenzaré a andar cojeando por la calle hasta que una semana o dos después se me quiten las agujetas. Y para Semana Santa calculo que estaré tan maciza que pensaré seriamente en salir desnuda a la calle para que alguien valore todo mi esfuerzo.

Lo dicho, en mi caso, esto es otra de mis ya reiteradas gestas heroicas. He pasado el día feliz como una perdiz, orgullosa de mí misma y vibrando alto. Últimamente, cada vez que tengo alguno de mis habituales pensamientos negativos que puedan fastidiarme el día o el café, tarareo la canción de Serrat y me convenzo de que, realmente, hoy puede ser un gran día.

Y funciona.

martes, enero 18, 2011

De los años y su peso específico

Está claro que esto de escribir es tanto un hábito como un trabajo. En cuanto pierdes un poco el ritmo, cada vez da más pereza retomarlo y eso que yo siempre pienso, como digo muchas veces, en "modo blog", es decir, imagino cómo escribiría tal o cual situación o pensamiento. En cualquier caso, no abandono, aquí estoy de nuevo.

Hemos cambiado ya de año y yo he pasado el momento agridulce de cumplir... uno más. Éste cambié el chip y opté por celebrarlo puesto que, después de todo, tengo muchas cosas que agradecer a la vida, además de seguir dando guerra. Opté por una fiesta en casa (la prohibición de fumar en los locales volvió más hogareños a los golfos de mis amigos que se apiñaban en la cocina como adolescentes hasta que me mosqueé y los eché a todos fuera...). Estuvo bien, no faltaron los incombustibles y algunas caras nuevas de esas que alegran la vida. Para variar, fui la única que no se emborrachó (son muuuchas horas de vuelo), aparte de Dharma, mi gata, que, con su carácter perruno y chismoso -tiene que estar siempre donde está el mondongo en vez de evaporarse como hacen la mayoría de los felinos al ver extraños y no durmió hasta las tantas al igual que yo- hizo las delicias de mis invitados.

Por lo demás, me sentí bien y arropada. Fue uno de esos días en los que me levanté dispuesta a no dejar que nadie me lo aguara y, ciertamente, lo conseguí. Ahora toca seguir descontando hacia atrás, claro, que el numerito cada vez suena peor. Mi prima vuelve a ser la embarazada más guapa que he conocido -no es peloteo, es la pura realidad-, comí con Fabián e Inés, mi amiga del alma que me soporta mucho más a las duras que a las maduras, y terminé el día en nueva y agradable compañía.

La vida me ha dado garrotazos, cómo no, pero estoy tratando de romper la inercia de los palos mirando hacia otro lado con ojos nuevos. Este año que se nos viene encima pido trabajo y dinerito, que falta hace, amor verdadero y no sucedáneos (todos los años pido lo mismo pero algún día tendrá que llegar) y estabilidad para mí y los pequeños roedores.

El padre de mis hijos parece decidido regresar a estas nubladas tierras, lo cual sería especialmente bueno para los peques, cada vez más distanciados por las largas ausencias y que se van haciendo mayores sin una figura masculina presente en sus vidas.

Vuelve -y ésta sí que es la noticia del año- mi Ángel de la Guarda. No estará aquí todo el tiempo pero siempre es agradable tenerle cerca, habida cuenta de que casi nadie me conoce ni aconseja tan bien cómo él. Tiene la cualidad, al igual que Inés y mi querida prima, de no juzgarme nunca, hasta cuando me flagelo porque he hecho una tontería. Él sabe como nadie, lo necesario que es para mí que los ciclos queden cerrados sin fisuras, y esa necesidad algo obsesiva de encontrarle una razón a todo lo que sucede, cuando tantas veces no hay ninguna razonable y valga la redundancia. Ha pasado y ya está, no siempre tengo la culpa ni puedo resolverlo.

Quería yo ponerme poco filosófica y reiterativa con este nuevo "curso escolar" pero lo mío es darle a la manivela. Estoy buscando luz en lugares inexplorados para mí pero que podrían ser la solución de muchas cosas y me he vuelto más cocoon que nunca. Entiendo que toda la energía positiva (o la mayor parte) de mi vida está en mi casa, con mis pequeños roedores, que me quieren como soy y porque así soy, porque aún están llenos de pureza, frente a tantas mentiras y mal tiempo en el exterior.

Con todo, tengo la certeza de que van a cambiar muchas cosas y para bien. Tengo la actitud y la aptitud. Obviamente, de vez en cuando practico una de mis legendarias caídas en picado pero, bueno, siempre me levanto. He recuperado la fe, no sé en qué, pero lo he hecho y me siento más fuerte. Las heridas del alma se curarán en algún momento. No voy a negar que he vivido decepciones y transformaciones ajenas que me han dejado perpleja pero, lo dicho, no hace falta entenderlo todo. Me conformo con asumirlo y aparcar el dolor que, aunque educativo, me pilla algo cansada ya, la verdad.

Pues nada, que ya tengo más edad, especialmente para lo bueno -aunque deteste seguir sumando...-, que sé que no tengo más elección que levantarme aunque bese el suelo cada dos por tres y que los que tenemos vidas densas hemos nacido para ser interesantes y acabar agotados. No estoy feliz como una perdiz pero tampoco infeliz, así que, con todo lo que llevo encima, me doy por satisfecha. Y todo este rodaje me da un peso específico que me permite ponerme el mundo por montera, independientemente de que no exista un hombre capaz de apreciarlo.

Después de todo... "¡Soy una chica con suerte y estoy divina de la muerte!"