miércoles, diciembre 29, 2010

Pero me acuerdo de ti

Hoy es uno de esos temibles días en que no puedo engañarme, ni alegrarme, ni convencerme de que las cosas siguen el camino correcto, que todo va a mejorar, que no estoy dolorida, sola y perdida.

Termino el año como lo empecé: con el corazón roto, sin ilusión, con un dolor que apenas me deja respirar, sin capacidad ya para llorar a causa de un autocontrol que sólamente me destruye.

Hoy siento que no sé por qué te he perdido o por qué nunca te tuve. Por qué no luché por ti o por qué no lo hiciste tú por mí. Por qué preferiste engañarme y elegir a otra que, decías, no significaba nada... Y es tu compañera de viaje, el centro de tus cientos de llamadas, tu ilusión y tu deseo.

Yo me he quedado perdida en esa tierra de nadie que aún no me permite comprender, porque estaba convencida de que eras sincero, que me amabas, que me valorabas. Lo único que pasaba es que no tenías tiempo, temías al compromiso pero, aún con todo, me amabas.

Es durísimo aceptar que no sólo no te importo sino que hasta te repelo. Pareces furioso conmigo en tus mensajes e indiferente hasta casi el desprecio en mi presencia. No has sentido el deseo de hablarme, de contarme por qué no pudo ser, qué tiene ella que no tenga yo (aparte de la ausencia de hijos), qué hice tan mal para ni la amistad, ni la complicidad ni nada mío quieras en tu vida.

A veces sueño que despiertas, que es verdad eso que decías de que la otra no era nadie (los dos sabemos que fue una mentira más, lo que no comprendo es para qué mentirme, para qué dañarme), que me extrañas... pero ni un café podemos tomar juntos. Ni siquiera me hablas como a cualquier otro empleado. Siento que me tratas como el peor de tus errores y es tan triste...

Yo fui tan feliz al principio que me aferraba a mi amor pasado para no engancharme. Supongo que mi único atractivo fue el reto de conquistar a una mujer que se confesaba enamorada de otro y sin ganas de recaer... Lo intenté todo, lo di todo (ya sé que mis cosas no son valiosas pero, créeme, mis sentimientos y mi corazón sí por dos motivos: porque son puros y porque no están al alcance de cualquiera) pero nada fue suficiente. Yo no soy suficiente.

No debería sincerarme, tú tienes a quien quieres, disfrutas de la vida con ella y yo... estoy bien a ratos pero no logro arrancarte de mí. Bien sé que estas líneas son un error, que todos me dicen que te has portado mal, que eres un mentiroso, que no te importo nada, que sólo juegas con las personas... Y me parece tan terrible que sea verdad... Fuiste tan tierno, tan amoroso... hasta que me sustituiste.

Decías que los niños eran el problema, que no estabas con ella a sólo dos días de irte de luna de miel a Berlín con esa mujer que, asegurabas, habías dejado. Que tu viaje de verano fue un error y por eso es quien te acompaña en los actos sociales, en los viajes, en la diversión, en los regalos... Sólo era una vía de escape para sentirte libre, decías -de mí...-, mientras le dabas el lugar que yo creía mío.

Sé bien que nuestra conversación pendiente no tendrá lugar. Supongo que ha pasado el momento, no tienes ganas de hablarme ni de mirarme a la cara siquiera... ¿Para qué sentarte frente a esos ojos que te hacen sentirte culpable aún a su pesar? Imaginas, quizás, que te reprocharé o querré saber los detalles. Yo no quería nada de eso, yo quería hablar y sonreír al hombre al que conocí que ya prácticamente no me dirige la palabra más que para mostrarme su malestar por mi existencia.

Entiendo que te he decepcionado apostando por ti ciegamente, creyendo todas y cada una de tus palabras. Ciertamente, no me comporté como una mujer muy inteligente pero el amor es así. Supongo que debí resultar ridícula enviándote correos llenos de sentimientos cuando tú no podías ni contestarme porque ni te apetecía, ni me sentías y, además, estabas de vacaciones...

La vida ha continuado, hay cosas buenas, intento mejorarlo todo. Ojalá pudiese hacerlo como tú, ojalá me enseñases porque yo no sé cómo dejar de sufrir, de sentirte y de añorarte. Dímelo tú, que sabes hacerlo. Ayúdame tú, porque yo no puedo romper este lazo de amargura que me asfixia. Enséñame a no amar, a no entregarme.

Libérame, dame las pistas para acorazar el corazón porque no puedo más. Tiéndeme una mano no ya como mujer -aunque sigo sin comprender que falló entre nosotros para que ni siquiera eches de menos nuestras charlas, nuestros abrazos...- sino como aquélla que, un día, entregó su corazón, tontamente pero con total sinceridad, y ahora no sabe cómo recuperarlo. Devuélveme la paz o devuélveme la vida, si algo de afecto queda dentro de ti para aquella que lo perdió todo en tus brazos.

La vida ha continuado. Puedo salir, estar con otro hombre, reírme pero... no sé cómo salir de aquí. Te sigo sintiendo, te sigo extrañando y te sigo recordando...

Y se me desgarra el alma.


lunes, diciembre 27, 2010

Navidad y negatividad

Pues ya hemos pasado la Nochebuena. No ha estado mal, los niños disfrutaron y yo, este año, estoy dispuesta a cebarme y tomar todos los dulces que se me ocurra. No porque sea Navidad, simplemente me apetece comer y no privarme de nada. Ni me he pesado, me he enteré demasiado tarde de la teoría lománica de llegar con "infrapeso" a estas fechas... Me doy tregua, así que hasta después de Reyes no pienso pesarme (ya habrá tiempo para disgustarse con la cuesta de enero). Así pues, estoy entregado a los bombones, al turrón de chocolate, al panetone y todas las porquerías que encuentro. Voy a acabar cilíndrica.

Estoy pensando seriamente en celebrar mi cumpleaños. Habida cuenta de que no lo hago desde hace cuatro años, creo que sería un buen comienzo de década y de mi nueva postura vital. Lo malo es que me costará reunir a los amigos... Algunos viven lejos, otros se han perdido por el camino y, la mayoría, viven sus vidas en pareja con niños y poca disposición a salir de casa... Siempre queda la opción fiesta privada pero para eso siempre hay tiempo.

He recibido un golpe emocional a través de una persona muy querida para mí que me ha dicho (y casi me ha hecho creer) que quiere mantener distancia porque desprendo negatividad y se carga de culpa y energia negativa cuando nos escribimos. Nunca me habían acusado de tal cosa y es especialmente triste cuando viene de alguien a quien, básicamente, adoro aunque es obvio que no debo seguir haciéndolo.

Lo que más me preocupa es que estas declaraciones, de ser ciertas en líneas generales, darían sentido a muchas de mis complicadas relaciones personales. Tal vez no sea una santa pero, desde luego, no soy una mala persona, mucho menos con las personas que me importan. ¿Es posible que, de forma inconsciente, sea una persona que irradie negatividad, que cause rechazo? ¿Puedo dar lugar a confusión...? Creía que no, que se me veía venir, tenía la estúpida idea de que la claridad era una buena aliada. Ahora sé que no pero, aún así, hacerme más ambigua y menos transparente no va unido de negatividad o ser dañina. Pero me ha afectado, no lo voy a negar.

De hecho, me resulta doblemente sorprendente ahora puesto que pretendo mejorar mi vida desde mí, que creo estar aprendiendo mucho y de encontrarle o darle el sentido positivo a las cosas. Y hete aquí que, de pronto, alguien parece deecubrirme el origen de la mayoría de mis problemas: le cargo de energía negativa y, por tanto, ésta sensación de él mismo me la ha trasladado por triplicado. No es la única persona que me rehuye y malinterpreta de un tiempo a esta parte. ¿Será ésta la razón? ¿He perdido la capacidad de empatizar...?

Qué difíciles son las relacione humanas, coñe. Me pasaré las dos próximas semanas sin niños y, la verdad, ya casi prefiero que no se vayan. Es cierto que tengo más tiempo libre pero no lo es menos que ellos animan la casa y me dan calor y buenas vibraciones todo el día. Pero bueno, es una ocasión para trasnochar, ver a los amigos y golfear un poquillo...

Me ha salido un post que ni chicha ni limoná pero, lo admito, simplemente quería escribir y eso he hecho.

Otro día hablaré de magia negra, es más ameno.

martes, diciembre 21, 2010

Es locura, no es tristeza

Me has reclamado justicia. Reconozco estar sorprendida tanto por tu petición como por el hecho de que sigas mi blog. Cuando alguien sale sentimentalmente de tu vida -aunque es cierto que en nuestro caso esto es relativo -, una piensa que es porque no le interesa lo que haces, lo que piensas o lo que sientes. En cualquier caso, intento (no siempre lo logro, no soy más que un pobre ser humano) ser justa así pues, obviaré la parte dolorosa por dos motivos: en primer lugar, considero que aún quedan cosas por resolver y/o aclarar y no aprecio interés alguno por tu parte en hacer lo necesario para que este capítulo se cierre de la mejor manera posible. Desconozco tus motivos como, probablemente, muchas otras cosas de ti. En segundo, porque pretendo aprender de mis errores y construir en lugar de destruir, incluso cuando las heridas sean, en algunos aspectos, terribles.

Pero tienes razón, no es justo que dé la impresión de que de tu paso por mi vida sólo he sacado dolor y traición. Rencor no siento, principalmente porque estoy inhabilitada para él con respecto a todo el mundo. Eso no supone que sea santa Teresita de Jesús y no me frustren y enfaden los daños que me causan los demás. Tengo una lengua afilada que procuro medir -antes no lo hacía y puedo ser temible- porque suele tener bastante más mala leche que yo. Soy consciente que desprendo una imagen que no es mi aliada: esa mujer mordaz, fuerte e imbatible dialécticamente tiene que cargar con la cruz de ser la primera candidata a ser lastimada con mayor despreocupación. Sin embargo, la fuerza no presupone que el dolor sea menor, sólo que se lleva con más elegancia.

Pero no es de mí de quien quiero hablar. Si fuese cien por cien justa en mi valoración, no saldrías muy bien parado en este momento por la parte que a me toca, pero es un hecho que sí has traído muchas cosas positivas a mi vida y, puesto que para ti es importante, es de ley que las reconozca. El problema no es si has sido bueno o malo, el problema es que no sé cómo ni por qué han sucedido muchas cosas y sigues sin informarme. No sé si porque no puedes enfrentarte a mí con la verdad desnuda (un error, prefiero una verdad cruel a la más piadosa de las mentiras) o porque entiendes que no hay nada que no esté claro ni nada por lo que hayas de sentirte mal. Ese enigma sólo puedes aclararlo tú.

Cuando llegaste a mí, mi corazón sangraba aún por el último golpe amoroso, sin lugar a dudas el más duro de mi existencia. No deseaba enamorarme de nuevo, me había preparado para un pequeño amor, uno de ésos en que el otro quiere mucho y uno poquito pero se está a gusto. Son los más duraderos y con cero posibilidades de sufrimiento. A eso aspiraba antes y ahora.

No fue un amor a primera vista, eso sólo me ha ocurrido una vez y dudo que se repita. Eres muy inteligente, sabías qué había que decir y cómo había que hacerlo para que me fuese entregando, casi sin darme cuenta. He de confesar que durante los primeros meses de nuestra relación seguía amando a J., no había mañana en que no despertase recordándole. Ahora no viene a mi mente a primera hora del día pero tampoco pasa un sólo día en que pueda decir que no le he pensado ni un minuto. Eso ocurre cuando has vivido un gran amor, ojalá pudieses comprenderlo.

A pesar de todo, poco a poco, me ganaste. Recuerdo perfectamente el momento en que me dijiste por primera vez que me querías. Me paré y te pregunté si eras consciente de lo que significaba decir eso y aseguraste que sí... Y yo te creí. Fuiste atento, tierno, te preocupabas por mis problemas, me dijiste que ya no estaba sola. Y yo volví a creer porque, ciertamente, me ayudaste, me escuchaste y, sobre todo, me diste tranquilidad, cariño y en ningún lugar estaba más segura que en tus brazos. Eras mi caballero andante, siempre dispuesto a resolver cualquiera de mis cuitas. Un tiempo feliz y hermoso del que no reniego. No sé tú.

Te arriesgaste de veras dándome un trabajo -temo que ahora te arrepientes y eso duele tanto a nivel laboral como personal-, me liberaste de deudas, disfruté mi única y fugaz luna de miel a tu lado en un París que conocí cuando hay que hacerlo y como hay que hacerlo: plenamente feliz y enamorada, con un hombre que me lo daba todo (así lo creía, si me equivocaba o no es duro analizarlo pero esos momentos no me los robará nadie ya). Íbamos a hacer muchos viajes juntos, preparamos uno a Dubrovnik... pero no era conmigo con quien querias ir. El caballero de París ya no me sentía y no quise o no pude darme cuenta.

Hemos compartido, desde mí al menos, una química personal perfecta: hemos llorado de risa, intercambiado preocupaciones, hemos apreciado y admirado el criterio del otro, nos hemos dado los abrazos más estremecedores del mundo y, por un tiempo, te amé sin barreras ni peros, con tus defectos (los que yo conocía) que suplías con mi firme creencia de que eras un hombre esencialmente bueno, el mejor, solía decir, No es que crea que eres malo, simplemente (y es una opinión) vista tu trayectoria con las mujeres, no estás capacitado para amar. Priorizas el edonismo, no sé si consciente o inconscientemente y, una vez pasada la novedad, saltas a tu nueva aventura... Decías que estabas cansado... Pero temo que no. Tengo la impresión de que no puedes empatizar con el dolor y los sentimientos ajenos y eso hace que, sin mala intención, no te preocupen, no te hagan sentir mal.

No te juzgo por elegir esa vida o por no poder evitarla. Sólo te pido por mí y por las que te acompañen ahora y en el futuro que seas sincero: todos tenemos derecho a conocer las reglas del juego.

Ahora pareces remoto y permanentemente enfadadado conmigo. Si antes no me regañabas ni cuando debías, ahora cualquier motivo es bueno para descalificarme. Tal vez crees realmente que no hago casi nada bien o, quién sabe, donde hay odio hay sentimiento... y no sabes cómo canalizarlo.

Pero sí, has sido positivo en mi vida. He descubierto que volver a enamorarse es posible (aunque no me queden ganas de repetir pero, conociéndome, eso también cambiará)y que soy bastante menos inteligente de lo que tú y yo pensábamos. Asimismo, me has dado la relación más larga tras mi divorcio (y no lo ha sido mucho, quizá porque lo que yo he venido a aprender en este mundo es que los hombres son agradables pero no deben ser necesarios para mi felicidad) y me has "regalado" -aunque no haya sido exactamente así- a Dharma, una gata que me alegra los días, me da el cariño que ya no busco fuera de casa, aparte del de mis niños, claro. Su nombre es todo un símbolo, parte de mi nuevo futuro posible, el que estoy creando.

Te he querido pura, total y desinteresadamente, sin condiciones. Los buenos recuerdos aún hacen latir mi corazón por ti de vez en cuando, pero ya no somos los mismos, especialmente tú. Tus ojos no brillan al verme, me rehuyen y los mios ya no esperan nada de ellos. Fue muy hermoso pero pudo serlo más. Pudo ser auténtico y duradero. Como dice la canción... "descubrirás tarde el secreto y entenderás cuánto te di".

Pero todavía no estás preparado para fundirte con una Ninfa. Por ello, aún sintiéndote dentro todavía, como dice la canción..., "perderte no me cuesta".

(Escúchala, merece la pena)

jueves, diciembre 16, 2010

Duelos sanadores

No llevo bien los duelos yo. De hecho, es más que probable que no haya superado con éxito más de uno y no me refiero exclusivamente a los de tipo amoroso, he tenido motivos para estar de luto desde que tengo uso de razón.

No es una queja, simplemente, mirando hacia atrás me he dado cuenta de que, por numerosas circunstancias, he tenido que echar tierra -muchas veces erradamente- sobre episodios dolorosos y que, a pesar de todas estas oportunidades, hasta hace apenas unos días, no había aprendido nada. Sólo era capaz de ver dolor, no enseñanzas, crecimiento, lecciones de vida. He sido una experta en lamentarme y este blog es buena prueba de ello.

He tardado la mitad de mi vida (suponiendo que sea longeva...) en abrir los ojos. He sido como esos perros pequeños y estúpidos que descubren su cola y se dedican a perseguirla como poseídos pensando que es el enemigo. Así me he comportado yo conmigo misma todos estos años. No he sabido ver que el origen de todas mis desgracias, es más, el hecho de considerarlas como tales, ha sido responsabilidad mía. No es fácil caer en la cuenta así que tampoco voy a ser demasiado dura ni autoflagelarme. Simplemente, he despertado.

Estoy en el momento de cerrar ciclos, esos ciclos que son algunos de mis duelos pendientes, que me han ahogado por mi resistencia a dejarme arrastrar de nuevo por las lágrimas o la desesperación. La intención era buena pero el resultado, hasta este momento, ha sido desastroso.

Ha llegado el punto de inflexión, al menos, yo así lo creo. He comenzado a verme y a ver mi entorno con perspectiva. Comienzo a tomar las riendas de mis emociones y a recuperar el poder sobre mi existencia. El primer paso es hacer mis duelos pendientes. Uno de ellos tiene un punto de intangibilidad, un aire Puentes de Madison muy fastidioso pero así es. El otro ha comenzado ya su camino con la tristeza natural y necesaria.

No es tristeza por un amor perdido sino por no haberme dado cuenta de que jamás existió ni el amor ni el supuesto sujeto del mismo. Tras desear dar pasos atrás, creyendo que había algo que rescatar, he descubierto aspectos que no han dejado ningún género de dudas sobre su inexistencia.

Si es ciertamente penoso descubrir que no eres la única, más lo es todavía darte cuenta de que no lo has sido en ningún momento, que los sentimientos eran unilaterales y, para el otro, sólo un juego en el que el ego y el número de presas eran el principal objetivo. Ni fui la única ni la más importante, sólo un apunte más, nada que recordar. No llegué ni a favorita del sultán. Menuda ninfa de tres al cuarto.

Sin embargo, con mi nueva actitud vital, me he dado cuenta de que no sólo no me daña sino que me alegra saberlo. Soy la única responsable de darle el poder de hacerme daño a cualquier otra persona que no sea yo misma. Hoy he contemplado desde fuera a alguien a quien no conozco. Le he visto ofreciendo ternura y me recordó a los días en que me la otorgaba a mí. La gran diferencia radica en que esos besos y abrazos paternales eran auténticos y los que yo viví sólo eran el resultado -tengo que aplaudirlo y lo digo muy en serio- de la mejor interpretación teatral de alguien que tiene la capacidad de vivir varias vidas paralelas y, en consecuencia, ninguna.

Hace no mucho tiempo esto me hubiese causado un dolor terrible, tanto a nivel emocional como de autoestima. Hoy no, hoy me alegra saber que puedo enfrentarme a ello sin que se me encoja el corazón. Senti pena mirando a alguien a quien no conocia, teniendo que admitir que los recuerdos hermosos que quería conservar eran sólo míos, fruto de la mentira, que lo que yo creía bondad genuina es algo... que no puedo comprender. Siempre he confiado en las personas con las que he estado porque parto de la idea de que somos adultos y que quien está conmigo lo hace porque quiere y que, cuando no es así, no tiene más que decirlo. Desafortunadamente, no todo el mundo piensa igual.

Sin embargo, me siento bien con mi propia reacción. No siento rabia ni rencor ni ansias de venganza. Por primera vez en mi vida entiendo que la permanente búsqueda del amor me ha hecho meter la pata muchas veces. Mi transparencia, más. Prácticamente he puesto en las manos de las personas que me han hecho daño un manual de "Cómo engañar a una Ninfa listilla". Les he dado las pistas, los medios, la justificación. Les he explicado cómo, cuándo y dónde había que mentir y herir. Y ahora que me hago responsable de mis errores me encuentro mejor que nunca.

Por primera vez no me he descubierto pensando que era yo la que tenía la culpa, la que no le merecía. la que tenía mala suerte. No, esta vez, de modo inconsciente -y eso es lo más maravilloso- me encontré oyendo decir a mi yo más profundo que el que no estaba preparado para tener a alguien como yo, quien no ha alcanzado la madurez emocional y vital para merecerse alguien como yo, es él.

Y no le odio. Le he querido mucho. Seguramente aún quiero al que pensaba que era. Ahora siento una agridulce melancolía al pensar que esa fantástica persona -independientemente de que me correspondiese o no- no existe, al menos tal y como se ha presentado ante durante algún tiempo. Pero asumo que ha venido a enseñarme. Nada es azar.

Me ha quedado largo el post y corto el espacio para decir muchas cosas. Quien me siga pensará que me voy enamorando por ahí a cada rato. No es así, me he enamorado tres veces en mi vida pero todas ellas tras mi divorcio, todas ellas reflejadas de algún modo aquí. Pretendía no volver a exponerme, previendo ya que no saldría bien. Y claro, con semejante capacidad para proyectar porquería, por supuesto no ha salido bien. O sí.

Soy más humilde hoy pero con más poder. Estoy sola y nunca mejor acompañada. Estoy creciendo a marchas forzadas y esta vez no es un órdago. He dado lo mejor de mí, no me arrepiento, pero tengo que aprender a no dar poder, a no ser un juguete, a aceptarme, valorarme, perdonarme, disfrutarme, apoyarme y quererme.

Y es mi deseo de año nuevo para mí y para todos aquéllos que estén dispuestos a luchar por iluminar sus vidas.

Así pues, gracias Caballero, gracias Valiente y, sobre todo, gracias, gracias, gracias a Dores y a Chelo, mis dos estrellas-guía.

Y la canción no puede ser otra que la que sigue con la diferencia de que, realmente, así me siento, así soy y así voy a ser.


jueves, diciembre 02, 2010

Nieve, árboles y recuerdos...

Nieva. No es habitual por aquí pero estos dos últimos años ha hecho aparición esa curiosa fascinación blanca. No sé qué tiene la nieve, creo que a todos nos retrotrae a la infancia incluso cuando, como es mi caso, la he visto y disfrutado contadas veces.

Lo bueno del frío es que hace de estar en casa una sensación muy agradable. Lo malo es que la factura del gas es tremenda y la padezco muy mucho. Mi niño está enfermo y, como suele pasar, no ha mejorado hasta que me he quedado a su lado. Ahora me abraza mientras tirita. Es un misterio lo que nos convierte a las madres en la mejor medicina. Nada es más curativo que un abrazo, un mimo, una atención. Cuando era pequeña, recuerdo que mi madre me hacía plátanos machacados con zumo de naranja si tenía gripe. Era lo único que comía y me encantaba la dedicación con la que me cuidaba. Mi madre no es una mujer cariñosa, no la educaron para eso, pero de niña sí percibía mucho su afecto a través de estas cosas.

Hemos montado el árbol de Navidad. Yo me he ocupado de las luces y los niños (más bien la nena, el pobrecito está muy malito) de los adornos. Para ellos es tan importante como para mi antaño tener ese gran abeto repleto de luces. Me recuerda otras navidades dulces ya muy lejanas. Cuando era niña y el alcohol y la ociosidad aún no habían azotado a mi familia, las fiestas las pasábamos los seis hermanos y mis padres. Eran estupendas, cantábamos toda la noche, había mucho turrón y cosas ricas, mis hermanos se hacían más cariñosos. Nunca tuve regalos (ni de cumpleaños ni de nada) pero adoraba esas fechas.

Luego, todo acabó, llegó la violencia, la muerte, la soledad. Durante unos años reflorecieron al lado de mi entonces marido. Intenté recuperar lo perdido y mejorarlo incluso. Así, compramos un hermoso y gran árbol, nos hacíamos muchos regalitos y eran momentos de ilusión y sorpresas.

Ahora, para mí, se reducen a la Nochebuena, que aún es mágica gracias a los niños. Luego, con el reparto separacional, suelo pasarlas sola. No me preocupa en exceso salvo los días señalados: Fin de año, Reyes... Y vuelta a empezar.

No quiero ser ni estar melancólica esta vez. Esperaba que este año fuesen diferentes como lo esperaba también el pasado. La realidad se impone y serán monocolor salvo, como he dicho, los días especiales para los niños. He vuelto a equivocarme porque, como dice una amiga, por extraño que parezca, sigo intentándolo. Una parte de mí ya no quiere creer en nadie, me han mentido mucho e innecesariamente. Pero qué sé yo... ¿Quién entiende al corazón?

Es complicado empeñarse en secarlo. Puede que sea lo más práctico: pensar en lo malo, llenarse de razón, ponerle candados al alma. Pero algunos no podemos, no sabemos. O sí pudimos y supimos pero, una vez abierta la caja de pandora, no hay retorno.

No sé cómo me las arreglo que siempre acabo hablando del corazón. Tantos temas que se me ocurren a lo largo del día y vuelta al monotema. He repasado posts viejos, llenos de dolor, de hace un año. Se me antojan extrañamente hermosos a sabiendas de todo el sufrimiento que hay tras esa belleza. Debe ser por eso que siempre los más bellos poemas son tristes. O nos lo parecen.

Ya me he perdido. Decía que nieva, no estoy triste, pero llega la Navidad y...

Te extraño