miércoles, diciembre 29, 2010

Pero me acuerdo de ti

Hoy es uno de esos temibles días en que no puedo engañarme, ni alegrarme, ni convencerme de que las cosas siguen el camino correcto, que todo va a mejorar, que no estoy dolorida, sola y perdida.

Termino el año como lo empecé: con el corazón roto, sin ilusión, con un dolor que apenas me deja respirar, sin capacidad ya para llorar a causa de un autocontrol que sólamente me destruye.

Hoy siento que no sé por qué te he perdido o por qué nunca te tuve. Por qué no luché por ti o por qué no lo hiciste tú por mí. Por qué preferiste engañarme y elegir a otra que, decías, no significaba nada... Y es tu compañera de viaje, el centro de tus cientos de llamadas, tu ilusión y tu deseo.

Yo me he quedado perdida en esa tierra de nadie que aún no me permite comprender, porque estaba convencida de que eras sincero, que me amabas, que me valorabas. Lo único que pasaba es que no tenías tiempo, temías al compromiso pero, aún con todo, me amabas.

Es durísimo aceptar que no sólo no te importo sino que hasta te repelo. Pareces furioso conmigo en tus mensajes e indiferente hasta casi el desprecio en mi presencia. No has sentido el deseo de hablarme, de contarme por qué no pudo ser, qué tiene ella que no tenga yo (aparte de la ausencia de hijos), qué hice tan mal para ni la amistad, ni la complicidad ni nada mío quieras en tu vida.

A veces sueño que despiertas, que es verdad eso que decías de que la otra no era nadie (los dos sabemos que fue una mentira más, lo que no comprendo es para qué mentirme, para qué dañarme), que me extrañas... pero ni un café podemos tomar juntos. Ni siquiera me hablas como a cualquier otro empleado. Siento que me tratas como el peor de tus errores y es tan triste...

Yo fui tan feliz al principio que me aferraba a mi amor pasado para no engancharme. Supongo que mi único atractivo fue el reto de conquistar a una mujer que se confesaba enamorada de otro y sin ganas de recaer... Lo intenté todo, lo di todo (ya sé que mis cosas no son valiosas pero, créeme, mis sentimientos y mi corazón sí por dos motivos: porque son puros y porque no están al alcance de cualquiera) pero nada fue suficiente. Yo no soy suficiente.

No debería sincerarme, tú tienes a quien quieres, disfrutas de la vida con ella y yo... estoy bien a ratos pero no logro arrancarte de mí. Bien sé que estas líneas son un error, que todos me dicen que te has portado mal, que eres un mentiroso, que no te importo nada, que sólo juegas con las personas... Y me parece tan terrible que sea verdad... Fuiste tan tierno, tan amoroso... hasta que me sustituiste.

Decías que los niños eran el problema, que no estabas con ella a sólo dos días de irte de luna de miel a Berlín con esa mujer que, asegurabas, habías dejado. Que tu viaje de verano fue un error y por eso es quien te acompaña en los actos sociales, en los viajes, en la diversión, en los regalos... Sólo era una vía de escape para sentirte libre, decías -de mí...-, mientras le dabas el lugar que yo creía mío.

Sé bien que nuestra conversación pendiente no tendrá lugar. Supongo que ha pasado el momento, no tienes ganas de hablarme ni de mirarme a la cara siquiera... ¿Para qué sentarte frente a esos ojos que te hacen sentirte culpable aún a su pesar? Imaginas, quizás, que te reprocharé o querré saber los detalles. Yo no quería nada de eso, yo quería hablar y sonreír al hombre al que conocí que ya prácticamente no me dirige la palabra más que para mostrarme su malestar por mi existencia.

Entiendo que te he decepcionado apostando por ti ciegamente, creyendo todas y cada una de tus palabras. Ciertamente, no me comporté como una mujer muy inteligente pero el amor es así. Supongo que debí resultar ridícula enviándote correos llenos de sentimientos cuando tú no podías ni contestarme porque ni te apetecía, ni me sentías y, además, estabas de vacaciones...

La vida ha continuado, hay cosas buenas, intento mejorarlo todo. Ojalá pudiese hacerlo como tú, ojalá me enseñases porque yo no sé cómo dejar de sufrir, de sentirte y de añorarte. Dímelo tú, que sabes hacerlo. Ayúdame tú, porque yo no puedo romper este lazo de amargura que me asfixia. Enséñame a no amar, a no entregarme.

Libérame, dame las pistas para acorazar el corazón porque no puedo más. Tiéndeme una mano no ya como mujer -aunque sigo sin comprender que falló entre nosotros para que ni siquiera eches de menos nuestras charlas, nuestros abrazos...- sino como aquélla que, un día, entregó su corazón, tontamente pero con total sinceridad, y ahora no sabe cómo recuperarlo. Devuélveme la paz o devuélveme la vida, si algo de afecto queda dentro de ti para aquella que lo perdió todo en tus brazos.

La vida ha continuado. Puedo salir, estar con otro hombre, reírme pero... no sé cómo salir de aquí. Te sigo sintiendo, te sigo extrañando y te sigo recordando...

Y se me desgarra el alma.


lunes, diciembre 27, 2010

Navidad y negatividad

Pues ya hemos pasado la Nochebuena. No ha estado mal, los niños disfrutaron y yo, este año, estoy dispuesta a cebarme y tomar todos los dulces que se me ocurra. No porque sea Navidad, simplemente me apetece comer y no privarme de nada. Ni me he pesado, me he enteré demasiado tarde de la teoría lománica de llegar con "infrapeso" a estas fechas... Me doy tregua, así que hasta después de Reyes no pienso pesarme (ya habrá tiempo para disgustarse con la cuesta de enero). Así pues, estoy entregado a los bombones, al turrón de chocolate, al panetone y todas las porquerías que encuentro. Voy a acabar cilíndrica.

Estoy pensando seriamente en celebrar mi cumpleaños. Habida cuenta de que no lo hago desde hace cuatro años, creo que sería un buen comienzo de década y de mi nueva postura vital. Lo malo es que me costará reunir a los amigos... Algunos viven lejos, otros se han perdido por el camino y, la mayoría, viven sus vidas en pareja con niños y poca disposición a salir de casa... Siempre queda la opción fiesta privada pero para eso siempre hay tiempo.

He recibido un golpe emocional a través de una persona muy querida para mí que me ha dicho (y casi me ha hecho creer) que quiere mantener distancia porque desprendo negatividad y se carga de culpa y energia negativa cuando nos escribimos. Nunca me habían acusado de tal cosa y es especialmente triste cuando viene de alguien a quien, básicamente, adoro aunque es obvio que no debo seguir haciéndolo.

Lo que más me preocupa es que estas declaraciones, de ser ciertas en líneas generales, darían sentido a muchas de mis complicadas relaciones personales. Tal vez no sea una santa pero, desde luego, no soy una mala persona, mucho menos con las personas que me importan. ¿Es posible que, de forma inconsciente, sea una persona que irradie negatividad, que cause rechazo? ¿Puedo dar lugar a confusión...? Creía que no, que se me veía venir, tenía la estúpida idea de que la claridad era una buena aliada. Ahora sé que no pero, aún así, hacerme más ambigua y menos transparente no va unido de negatividad o ser dañina. Pero me ha afectado, no lo voy a negar.

De hecho, me resulta doblemente sorprendente ahora puesto que pretendo mejorar mi vida desde mí, que creo estar aprendiendo mucho y de encontrarle o darle el sentido positivo a las cosas. Y hete aquí que, de pronto, alguien parece deecubrirme el origen de la mayoría de mis problemas: le cargo de energía negativa y, por tanto, ésta sensación de él mismo me la ha trasladado por triplicado. No es la única persona que me rehuye y malinterpreta de un tiempo a esta parte. ¿Será ésta la razón? ¿He perdido la capacidad de empatizar...?

Qué difíciles son las relacione humanas, coñe. Me pasaré las dos próximas semanas sin niños y, la verdad, ya casi prefiero que no se vayan. Es cierto que tengo más tiempo libre pero no lo es menos que ellos animan la casa y me dan calor y buenas vibraciones todo el día. Pero bueno, es una ocasión para trasnochar, ver a los amigos y golfear un poquillo...

Me ha salido un post que ni chicha ni limoná pero, lo admito, simplemente quería escribir y eso he hecho.

Otro día hablaré de magia negra, es más ameno.

martes, diciembre 21, 2010

Es locura, no es tristeza

Me has reclamado justicia. Reconozco estar sorprendida tanto por tu petición como por el hecho de que sigas mi blog. Cuando alguien sale sentimentalmente de tu vida -aunque es cierto que en nuestro caso esto es relativo -, una piensa que es porque no le interesa lo que haces, lo que piensas o lo que sientes. En cualquier caso, intento (no siempre lo logro, no soy más que un pobre ser humano) ser justa así pues, obviaré la parte dolorosa por dos motivos: en primer lugar, considero que aún quedan cosas por resolver y/o aclarar y no aprecio interés alguno por tu parte en hacer lo necesario para que este capítulo se cierre de la mejor manera posible. Desconozco tus motivos como, probablemente, muchas otras cosas de ti. En segundo, porque pretendo aprender de mis errores y construir en lugar de destruir, incluso cuando las heridas sean, en algunos aspectos, terribles.

Pero tienes razón, no es justo que dé la impresión de que de tu paso por mi vida sólo he sacado dolor y traición. Rencor no siento, principalmente porque estoy inhabilitada para él con respecto a todo el mundo. Eso no supone que sea santa Teresita de Jesús y no me frustren y enfaden los daños que me causan los demás. Tengo una lengua afilada que procuro medir -antes no lo hacía y puedo ser temible- porque suele tener bastante más mala leche que yo. Soy consciente que desprendo una imagen que no es mi aliada: esa mujer mordaz, fuerte e imbatible dialécticamente tiene que cargar con la cruz de ser la primera candidata a ser lastimada con mayor despreocupación. Sin embargo, la fuerza no presupone que el dolor sea menor, sólo que se lleva con más elegancia.

Pero no es de mí de quien quiero hablar. Si fuese cien por cien justa en mi valoración, no saldrías muy bien parado en este momento por la parte que a me toca, pero es un hecho que sí has traído muchas cosas positivas a mi vida y, puesto que para ti es importante, es de ley que las reconozca. El problema no es si has sido bueno o malo, el problema es que no sé cómo ni por qué han sucedido muchas cosas y sigues sin informarme. No sé si porque no puedes enfrentarte a mí con la verdad desnuda (un error, prefiero una verdad cruel a la más piadosa de las mentiras) o porque entiendes que no hay nada que no esté claro ni nada por lo que hayas de sentirte mal. Ese enigma sólo puedes aclararlo tú.

Cuando llegaste a mí, mi corazón sangraba aún por el último golpe amoroso, sin lugar a dudas el más duro de mi existencia. No deseaba enamorarme de nuevo, me había preparado para un pequeño amor, uno de ésos en que el otro quiere mucho y uno poquito pero se está a gusto. Son los más duraderos y con cero posibilidades de sufrimiento. A eso aspiraba antes y ahora.

No fue un amor a primera vista, eso sólo me ha ocurrido una vez y dudo que se repita. Eres muy inteligente, sabías qué había que decir y cómo había que hacerlo para que me fuese entregando, casi sin darme cuenta. He de confesar que durante los primeros meses de nuestra relación seguía amando a J., no había mañana en que no despertase recordándole. Ahora no viene a mi mente a primera hora del día pero tampoco pasa un sólo día en que pueda decir que no le he pensado ni un minuto. Eso ocurre cuando has vivido un gran amor, ojalá pudieses comprenderlo.

A pesar de todo, poco a poco, me ganaste. Recuerdo perfectamente el momento en que me dijiste por primera vez que me querías. Me paré y te pregunté si eras consciente de lo que significaba decir eso y aseguraste que sí... Y yo te creí. Fuiste atento, tierno, te preocupabas por mis problemas, me dijiste que ya no estaba sola. Y yo volví a creer porque, ciertamente, me ayudaste, me escuchaste y, sobre todo, me diste tranquilidad, cariño y en ningún lugar estaba más segura que en tus brazos. Eras mi caballero andante, siempre dispuesto a resolver cualquiera de mis cuitas. Un tiempo feliz y hermoso del que no reniego. No sé tú.

Te arriesgaste de veras dándome un trabajo -temo que ahora te arrepientes y eso duele tanto a nivel laboral como personal-, me liberaste de deudas, disfruté mi única y fugaz luna de miel a tu lado en un París que conocí cuando hay que hacerlo y como hay que hacerlo: plenamente feliz y enamorada, con un hombre que me lo daba todo (así lo creía, si me equivocaba o no es duro analizarlo pero esos momentos no me los robará nadie ya). Íbamos a hacer muchos viajes juntos, preparamos uno a Dubrovnik... pero no era conmigo con quien querias ir. El caballero de París ya no me sentía y no quise o no pude darme cuenta.

Hemos compartido, desde mí al menos, una química personal perfecta: hemos llorado de risa, intercambiado preocupaciones, hemos apreciado y admirado el criterio del otro, nos hemos dado los abrazos más estremecedores del mundo y, por un tiempo, te amé sin barreras ni peros, con tus defectos (los que yo conocía) que suplías con mi firme creencia de que eras un hombre esencialmente bueno, el mejor, solía decir, No es que crea que eres malo, simplemente (y es una opinión) vista tu trayectoria con las mujeres, no estás capacitado para amar. Priorizas el edonismo, no sé si consciente o inconscientemente y, una vez pasada la novedad, saltas a tu nueva aventura... Decías que estabas cansado... Pero temo que no. Tengo la impresión de que no puedes empatizar con el dolor y los sentimientos ajenos y eso hace que, sin mala intención, no te preocupen, no te hagan sentir mal.

No te juzgo por elegir esa vida o por no poder evitarla. Sólo te pido por mí y por las que te acompañen ahora y en el futuro que seas sincero: todos tenemos derecho a conocer las reglas del juego.

Ahora pareces remoto y permanentemente enfadadado conmigo. Si antes no me regañabas ni cuando debías, ahora cualquier motivo es bueno para descalificarme. Tal vez crees realmente que no hago casi nada bien o, quién sabe, donde hay odio hay sentimiento... y no sabes cómo canalizarlo.

Pero sí, has sido positivo en mi vida. He descubierto que volver a enamorarse es posible (aunque no me queden ganas de repetir pero, conociéndome, eso también cambiará)y que soy bastante menos inteligente de lo que tú y yo pensábamos. Asimismo, me has dado la relación más larga tras mi divorcio (y no lo ha sido mucho, quizá porque lo que yo he venido a aprender en este mundo es que los hombres son agradables pero no deben ser necesarios para mi felicidad) y me has "regalado" -aunque no haya sido exactamente así- a Dharma, una gata que me alegra los días, me da el cariño que ya no busco fuera de casa, aparte del de mis niños, claro. Su nombre es todo un símbolo, parte de mi nuevo futuro posible, el que estoy creando.

Te he querido pura, total y desinteresadamente, sin condiciones. Los buenos recuerdos aún hacen latir mi corazón por ti de vez en cuando, pero ya no somos los mismos, especialmente tú. Tus ojos no brillan al verme, me rehuyen y los mios ya no esperan nada de ellos. Fue muy hermoso pero pudo serlo más. Pudo ser auténtico y duradero. Como dice la canción... "descubrirás tarde el secreto y entenderás cuánto te di".

Pero todavía no estás preparado para fundirte con una Ninfa. Por ello, aún sintiéndote dentro todavía, como dice la canción..., "perderte no me cuesta".

(Escúchala, merece la pena)

jueves, diciembre 16, 2010

Duelos sanadores

No llevo bien los duelos yo. De hecho, es más que probable que no haya superado con éxito más de uno y no me refiero exclusivamente a los de tipo amoroso, he tenido motivos para estar de luto desde que tengo uso de razón.

No es una queja, simplemente, mirando hacia atrás me he dado cuenta de que, por numerosas circunstancias, he tenido que echar tierra -muchas veces erradamente- sobre episodios dolorosos y que, a pesar de todas estas oportunidades, hasta hace apenas unos días, no había aprendido nada. Sólo era capaz de ver dolor, no enseñanzas, crecimiento, lecciones de vida. He sido una experta en lamentarme y este blog es buena prueba de ello.

He tardado la mitad de mi vida (suponiendo que sea longeva...) en abrir los ojos. He sido como esos perros pequeños y estúpidos que descubren su cola y se dedican a perseguirla como poseídos pensando que es el enemigo. Así me he comportado yo conmigo misma todos estos años. No he sabido ver que el origen de todas mis desgracias, es más, el hecho de considerarlas como tales, ha sido responsabilidad mía. No es fácil caer en la cuenta así que tampoco voy a ser demasiado dura ni autoflagelarme. Simplemente, he despertado.

Estoy en el momento de cerrar ciclos, esos ciclos que son algunos de mis duelos pendientes, que me han ahogado por mi resistencia a dejarme arrastrar de nuevo por las lágrimas o la desesperación. La intención era buena pero el resultado, hasta este momento, ha sido desastroso.

Ha llegado el punto de inflexión, al menos, yo así lo creo. He comenzado a verme y a ver mi entorno con perspectiva. Comienzo a tomar las riendas de mis emociones y a recuperar el poder sobre mi existencia. El primer paso es hacer mis duelos pendientes. Uno de ellos tiene un punto de intangibilidad, un aire Puentes de Madison muy fastidioso pero así es. El otro ha comenzado ya su camino con la tristeza natural y necesaria.

No es tristeza por un amor perdido sino por no haberme dado cuenta de que jamás existió ni el amor ni el supuesto sujeto del mismo. Tras desear dar pasos atrás, creyendo que había algo que rescatar, he descubierto aspectos que no han dejado ningún género de dudas sobre su inexistencia.

Si es ciertamente penoso descubrir que no eres la única, más lo es todavía darte cuenta de que no lo has sido en ningún momento, que los sentimientos eran unilaterales y, para el otro, sólo un juego en el que el ego y el número de presas eran el principal objetivo. Ni fui la única ni la más importante, sólo un apunte más, nada que recordar. No llegué ni a favorita del sultán. Menuda ninfa de tres al cuarto.

Sin embargo, con mi nueva actitud vital, me he dado cuenta de que no sólo no me daña sino que me alegra saberlo. Soy la única responsable de darle el poder de hacerme daño a cualquier otra persona que no sea yo misma. Hoy he contemplado desde fuera a alguien a quien no conozco. Le he visto ofreciendo ternura y me recordó a los días en que me la otorgaba a mí. La gran diferencia radica en que esos besos y abrazos paternales eran auténticos y los que yo viví sólo eran el resultado -tengo que aplaudirlo y lo digo muy en serio- de la mejor interpretación teatral de alguien que tiene la capacidad de vivir varias vidas paralelas y, en consecuencia, ninguna.

Hace no mucho tiempo esto me hubiese causado un dolor terrible, tanto a nivel emocional como de autoestima. Hoy no, hoy me alegra saber que puedo enfrentarme a ello sin que se me encoja el corazón. Senti pena mirando a alguien a quien no conocia, teniendo que admitir que los recuerdos hermosos que quería conservar eran sólo míos, fruto de la mentira, que lo que yo creía bondad genuina es algo... que no puedo comprender. Siempre he confiado en las personas con las que he estado porque parto de la idea de que somos adultos y que quien está conmigo lo hace porque quiere y que, cuando no es así, no tiene más que decirlo. Desafortunadamente, no todo el mundo piensa igual.

Sin embargo, me siento bien con mi propia reacción. No siento rabia ni rencor ni ansias de venganza. Por primera vez en mi vida entiendo que la permanente búsqueda del amor me ha hecho meter la pata muchas veces. Mi transparencia, más. Prácticamente he puesto en las manos de las personas que me han hecho daño un manual de "Cómo engañar a una Ninfa listilla". Les he dado las pistas, los medios, la justificación. Les he explicado cómo, cuándo y dónde había que mentir y herir. Y ahora que me hago responsable de mis errores me encuentro mejor que nunca.

Por primera vez no me he descubierto pensando que era yo la que tenía la culpa, la que no le merecía. la que tenía mala suerte. No, esta vez, de modo inconsciente -y eso es lo más maravilloso- me encontré oyendo decir a mi yo más profundo que el que no estaba preparado para tener a alguien como yo, quien no ha alcanzado la madurez emocional y vital para merecerse alguien como yo, es él.

Y no le odio. Le he querido mucho. Seguramente aún quiero al que pensaba que era. Ahora siento una agridulce melancolía al pensar que esa fantástica persona -independientemente de que me correspondiese o no- no existe, al menos tal y como se ha presentado ante durante algún tiempo. Pero asumo que ha venido a enseñarme. Nada es azar.

Me ha quedado largo el post y corto el espacio para decir muchas cosas. Quien me siga pensará que me voy enamorando por ahí a cada rato. No es así, me he enamorado tres veces en mi vida pero todas ellas tras mi divorcio, todas ellas reflejadas de algún modo aquí. Pretendía no volver a exponerme, previendo ya que no saldría bien. Y claro, con semejante capacidad para proyectar porquería, por supuesto no ha salido bien. O sí.

Soy más humilde hoy pero con más poder. Estoy sola y nunca mejor acompañada. Estoy creciendo a marchas forzadas y esta vez no es un órdago. He dado lo mejor de mí, no me arrepiento, pero tengo que aprender a no dar poder, a no ser un juguete, a aceptarme, valorarme, perdonarme, disfrutarme, apoyarme y quererme.

Y es mi deseo de año nuevo para mí y para todos aquéllos que estén dispuestos a luchar por iluminar sus vidas.

Así pues, gracias Caballero, gracias Valiente y, sobre todo, gracias, gracias, gracias a Dores y a Chelo, mis dos estrellas-guía.

Y la canción no puede ser otra que la que sigue con la diferencia de que, realmente, así me siento, así soy y así voy a ser.


jueves, diciembre 02, 2010

Nieve, árboles y recuerdos...

Nieva. No es habitual por aquí pero estos dos últimos años ha hecho aparición esa curiosa fascinación blanca. No sé qué tiene la nieve, creo que a todos nos retrotrae a la infancia incluso cuando, como es mi caso, la he visto y disfrutado contadas veces.

Lo bueno del frío es que hace de estar en casa una sensación muy agradable. Lo malo es que la factura del gas es tremenda y la padezco muy mucho. Mi niño está enfermo y, como suele pasar, no ha mejorado hasta que me he quedado a su lado. Ahora me abraza mientras tirita. Es un misterio lo que nos convierte a las madres en la mejor medicina. Nada es más curativo que un abrazo, un mimo, una atención. Cuando era pequeña, recuerdo que mi madre me hacía plátanos machacados con zumo de naranja si tenía gripe. Era lo único que comía y me encantaba la dedicación con la que me cuidaba. Mi madre no es una mujer cariñosa, no la educaron para eso, pero de niña sí percibía mucho su afecto a través de estas cosas.

Hemos montado el árbol de Navidad. Yo me he ocupado de las luces y los niños (más bien la nena, el pobrecito está muy malito) de los adornos. Para ellos es tan importante como para mi antaño tener ese gran abeto repleto de luces. Me recuerda otras navidades dulces ya muy lejanas. Cuando era niña y el alcohol y la ociosidad aún no habían azotado a mi familia, las fiestas las pasábamos los seis hermanos y mis padres. Eran estupendas, cantábamos toda la noche, había mucho turrón y cosas ricas, mis hermanos se hacían más cariñosos. Nunca tuve regalos (ni de cumpleaños ni de nada) pero adoraba esas fechas.

Luego, todo acabó, llegó la violencia, la muerte, la soledad. Durante unos años reflorecieron al lado de mi entonces marido. Intenté recuperar lo perdido y mejorarlo incluso. Así, compramos un hermoso y gran árbol, nos hacíamos muchos regalitos y eran momentos de ilusión y sorpresas.

Ahora, para mí, se reducen a la Nochebuena, que aún es mágica gracias a los niños. Luego, con el reparto separacional, suelo pasarlas sola. No me preocupa en exceso salvo los días señalados: Fin de año, Reyes... Y vuelta a empezar.

No quiero ser ni estar melancólica esta vez. Esperaba que este año fuesen diferentes como lo esperaba también el pasado. La realidad se impone y serán monocolor salvo, como he dicho, los días especiales para los niños. He vuelto a equivocarme porque, como dice una amiga, por extraño que parezca, sigo intentándolo. Una parte de mí ya no quiere creer en nadie, me han mentido mucho e innecesariamente. Pero qué sé yo... ¿Quién entiende al corazón?

Es complicado empeñarse en secarlo. Puede que sea lo más práctico: pensar en lo malo, llenarse de razón, ponerle candados al alma. Pero algunos no podemos, no sabemos. O sí pudimos y supimos pero, una vez abierta la caja de pandora, no hay retorno.

No sé cómo me las arreglo que siempre acabo hablando del corazón. Tantos temas que se me ocurren a lo largo del día y vuelta al monotema. He repasado posts viejos, llenos de dolor, de hace un año. Se me antojan extrañamente hermosos a sabiendas de todo el sufrimiento que hay tras esa belleza. Debe ser por eso que siempre los más bellos poemas son tristes. O nos lo parecen.

Ya me he perdido. Decía que nieva, no estoy triste, pero llega la Navidad y...

Te extraño



domingo, noviembre 28, 2010

Espíritu navideño y puertas cerradas

Ya ha volado otro fin de semana... En los dos últimos meses he abandonado el estado vegetativo en que me encontraba, socialmente hablando, y procuro aprovechar el tiempo todo lo posible. Así pues, los días son de los niños y las noches, de los mayores.

El casquillo de mi cocina se ha roto, asi que ahora no puedo ni cambiar la bombilla... Estoy haciendo un curso intensivo de bricolaje de la mano de Inés para ser capaz de hacer tan magna obra por mí misma. Tengo candidatos dispuestos a hacer esos trabajos de "hombres" pero me he prometido a mí misma que no meteré a ninguno más en mi casa con mis niños dentro. No es que sea algo que haya hecho mucho que digamos pero, en los dos casos en que lo hice, fue un craso error.

Por un lado, porque dejan de verme como una mujer y pasan a verme como la maruja en potencia en que me convertiré si se enamoran (no les cabe en la cabeza que una pueda vivir perfectamente en su casa sin un tipo al que lavarle los calzoncillos y que una relación de cada uno en su casa y Dios en la de todos es fantástica para mí) y se arrogan posibles responsabilidades de paternidad que nadie les ha pedido, ni las necesitamos, ni creo que pudiesen desempeñar adecuadamente.

Por el otro, los niños son demasiado inteligentes como para no darse cuenta de qué pie cojean los adultos (la intuición aún funciona de modo puro en su interior) y temen por el daño que el desconocido de turno me hará, además de culparse de su más que previsible desaparición. Y no se han equivocado hasta ahora.

Así pues, opto por la canguro y la Ninfa picantona por las noches y por la madre moderna y antimaruja que soy de día. Es una buena combinación, los encuentros masculinos sólo fuera de casita (aunque sean puramente amistosos, salvo Luis, todos los demás tienen las puertas cerradas) con la única excepción de que estén los críos de vacaciones y yo tenga ganas de darme un homenaje.

Por lo demás, un finde completito. Conozco gente a diario, pongo a mi autoestima en el lugar que le corresponde (que es bastante alto), disfruto de nuevas sensaciones y desconecto del día a día, con todo el componente curativo que eso tiene para mi salud mental.

Mientras, intento recuperar el espíritu navideño por mis peques, así que me fui con ellos a ver adornos de navidad y nos hemos traído un Papá Noel gris, precioso, montado en un trineo. No nos hemos atrevido a nada más... Creo que debería poner guirnaldas en el salón, es un poco hortera pero sólo con el árbol ya llevamos mucho tiempo.

Como a muchos, estas fiestas siempre me producen un poco de tristeza. Tengo la fea costumbre de hacer balances y mirar todas las cosas malas que han pasado, lo que no tengo, lo que perdí o lo que no he logrado conseguir. Quisiera cambiar mi política de desagradecimiento y pensar que este año sí lo terminaré en plenitud, al lado de las personas que me llenan y, muy especialmente, acompañada por mí misma, con paz interior y sintiéndome plena con mi yo más profundo, ése que me ha limitado hasta ahora pero que ha decidido ya dejar de hacerlo.

No tengo regalos para mí en Navidad desde tiempos inmemoriales y, lo reconozco, eso me hace sentirme poca cosa. Cuando inicio una relación con alguien no puedo evitar imaginar esos días en que recibiré un hermoso paquete de regalo: mi cumpleaños, Navidad... como pasa en las familias completas... Pero no llego emparejada nunca a esas fechas. Lo de menos es lo que hay dentro, es la ilusión de ser tan especial como para que alguien pierda algo de tiempo y dinero en arrancarte una sonrisa. De todos modos, estoy acostumbrada, tampoco es importante.

Sigo avanzando en mi autoconocimiento y en abrir mi vida y mi corazón a personas y afectos nuevos. He de evitar que la armadura me posea de nuevo, al menos, sólo lo justo para evitar daños pero no impidiéndome sentir. Creo que lo estoy logrando.

Por lo demás, este año tendré una compañera de excepción: mi gatita. Así, cuando los niños no estén, seremos dos en casa y nos haremos mimos la una a la otra. No es que no tenga mimos en otra parte pero... éstos serán de casa y vienen para quedarse.

Y son los únicos que ahora mismo me apetecen, aparte de los de mis pequeños roedores. Por lo tanto, mis deseos navideños son simples: tranquilidad, paz interior, trabajo, amor (el que tengo y el que esté por llegar), algún regalo sorpresa que me recuerde que hubo un tiempo -ya remoto- en que yo también viví esas fechas con ilusión y salud. Quién sabe, es posible que la vida aún me reserve emociones nuevas y felices de aquí hasta entonces. Unas fechas bien diferentes a mis last christmas...Así lo creo.

De las diversiones más terrenales ya me ocuparé yo.

miércoles, noviembre 24, 2010

Ésta soy yo

Me dice uno de mis lectores favoritos que se ha vuelto a enganchar a la visita mañanera de la Ninfa y le preocupa sufrir el "mono" de mi desaparición. No hay cuidado, querido, he vuelto por mis fueros y, ocupaciones extras aparte, no tengo intención de volver a descuidarte ni a ti ni a mi blog. De hecho, estoy empezando a tomarme en serio la tarea de escribir y empiezo a hacerlo fuera de aquí, con un poquito más de ambición.

Qué fastidioso es noviembre. No sé si a vosotros os pasa lo mismo, a mí me parece un mes triste por defecto. O yo me pongo triste por defecto, como en abril, pero tampoco diría que mi situación anímica es triste en este momento, más bien al contrario. Sin embargo, no me gusta este mes, estoy deseando que acabe.

Puede que mi subconsciente esté mandando señales por otros noviembres grabados a fuego. En noviembre perdí mi empleo de diez años por no tirarme al subdirector, en noviembre tuve una de las peores depresiones de mi vida el pasado año, en noviembre murió uno de mis hermanos y pasé interminables horas en el hospital velando a otro antes de fallecer también... en noviembre llueve mucho y la ciudad se sume en la oscuridad, noviembre es la previa a diciembre, mes por el que profeso una relación de amor-odio, como todos sabéis.

En cualquier caso, sí estoy ilusionada con diciembre. Haré una escapada -este año no hubo vacaciones, ni escapadas ni nada de nada- en el puente de la Constitución y llenaré de aire fresco mis pulmones. El siguiente fin de semana iré a buscar a mi nueva mascota, Dharma, una gata muy especial que esperamos los niños y yo con auténtica desesperación e ilusión. Creo que la que peor lo lleva soy yo pero disimulo con los críos...

Hace tiempo que contemplaba tener un miembro de cuatro patas en la familia pero el gasto que supone mantenerlo y el trabajo añadido de un perro -unido a mis dos cachorros humanos, que son modélicos, pero cachorros al fin- me echaban para atrás. Esto no significa que no adore a los animales, siempre me han gustado mucho. Mucho más que la mayoría de las personas, de hecho. Y no es una gata cualquiera. Es una Bosque de Noruega, por si no os suena, uno de esos hermosos y grandes gatos-lince... tiernos y salvajes... ¡Como yo!

Resumiendo, tras sentir cómo los humanos vienen y van aunque te prometan la luna, hace tiempo que sentía la necesidad de enfocar mis atenciones hacia un animalito suave y bello que, como ya me habréis oído decir, no huya despavorido cuando lo acaricio, y se quede a mi lado a las duras y a las maduras.

Dharma no es una gata cualquiera. Es un símbolo de mis ganas de catalizar energías negativas (no sé si sabéis que los animales son grandísimos terapéutas y conductores de tensión y vibraciones negativas, devolviendo a cambio bienestar y afecto). Me horroriza sentir incomodidad o rabia por lo que sea, me repito mucho, pero es la verdad. Quiero y necesito cambiar rencor por amor, es mi mejor medicina para los golpes de la vida.

He aprendido mucho esta última temporada. He aprendido a controlar y poner orden en mis emociones, a conocer mi poder frente a la adversidad, a disfrutar y agradecer lo que tengo y no darle vueltas a lo que no, a hacer crecer mi autoestima en lugar de permitir que los daños externos la lastimen, a ver que incluso en el fango puede volver a florecer la ilusión y que existen personas que nos devuelven la fe en el ser humano y en nosotros mismos.

He aprendido que muchas cosas no salen bien no porque yo no lo valga, quizá más bien porque, de forma inconsciente (a pesar de mis aires de mujer ultrasegura e inasequible al desaliento) yo creía que no las merecía. Buscaba la felicidad fuera de mí. Ahora me concentro y trabajo (en serio, es un verdadero esfuerzo pero creo que merecerá la pena) en conocerme interiormente, en descubrir, más allá de lo racional, quién soy, qué quiero y cómo hacerlo llegar.

Ahora sé que el destino no está marcado para castigarme. El destino se forja, no es fácil, pero me niego a pensar que hemos venido a este lugar sólo para sufrir. Es mentira, tan mentira como que no merezco todo lo que deseo.

Me concentro en mis motivos para ser feliz, entendiendo por felicidad la serenidad y la tranquilidad, que son la base de una vida razonablemente estable. Tengo dos niños guapos y modélicos, con una educación exquisita sin perder la espontaneidad que se corresponde con su edad. Tengo trabajo, en unos tiempos en que es un auténtico privilegio. No gano mucho dinero pero estoy a gusto, me apaño algunos ingresos extras y estoy convencida de que el año que viene mi cuenta corriente y mi vertiente escritora florecerán.

No soy ninguna niña y sigo pasando la prueba de la obra y alguna más: aún me piropean por la calle, aún se giran a mirarme. No muchas mujeres de mi edad (y de veinte años menos) pueden decirlo. Ya que siempre digo que "la suerte de la fea, la guapa la desea", pues mira, hay que dejar de tirarse piedras por ser una mujer coqueta y resultona. Al menos, una mirada admirativa anima un poco la mañana.

Tengo una gran capacidad de recuperación, una enorme capacidad de amar que, si bien ha sido poco aprovechada hasta ahora, no falta quién quiera darse una oportunidad de sentir conmigo. No busco, pero no cerraré ninguna puerta a quien llame. Y llaman bastantes...

Tengo un piso de alquiler muy digno, dinero para pagarlo, algunos buenísimos amigos, sé estar sola -no soy emocionalmente dependiente de nadie-, mantengo una vida sexual activa y satisfactoria, una salud razonablemente buena (ahora no es mi mejor momento pero no es nada mortal, así que todo pasará). Tengo gracia, inteligencia y, por encima de todas las cosas, tengo corazón, un buen corazón.

Soy una buena persona, sin llegar a ñoña, (ya sé que diréis que no tengo abuela. Cierto, ni abuela ni parientes que corroboren mis palabras pero sí otras muchas personas que lo harían sin pestañear) y eso me ha pasado muchas facturas, realmente injustas en algunos casos. Aunque sentimental, no me dejo pisotear, al menos conscientemente. No me gustan los gritos, las malas maneras, los desplantes ni hacer daño gratuito a nadie. Incluso vengarme me resulta difícil y eso que, a veces, a más de uno le vendría bien un poco de su propia medicina. Sin embargo... perro ladrador poco mordedor.

Como veis... soy multimillonaria. Nada de qué quejarme y sí muchas ganas de recuperar la fe en las personas y en la vida.

He vuelto a creer en los milagros. Ya sé que puede que tarde o temprano vuelva a sufrir pero no será por no haber intentado gozar.

¡Y tengo que dejar de hablar de mí ya en los posts, lechesss!


domingo, noviembre 21, 2010

El secreto de vivir

Sigue sin aparecer mi GPS. ¿Os he contado alguna vez lo importante que es el GPS en mi vida? ¿No? Pues lo es, y mucho.

Mi GPS fue mi salvador y guía frente a mí inexistente sentido de la orientación durante mi accidentado periplo por la capital. Sigue (o seguía) siendo todo un aliciente a la hora de subirme al coche y salir pitando sin miramientos y a cualquier hora para emprender la aventura de conocer algo o alguien. Me da libertad y empuje para lanzarme a la carretera sola sin temor a no llegar... adonde sea. Vamos, que es muy importante mi GPS, leñe.

Pues no está, se ha ido, me lo han robado o no sé qué pasa. Nunca lo saco del coche y por más que busco y rebusco, nada, no aparece. Amiga como soy de ver señales por todas partes, me he parado a pensar. ¿Será el momento de aalir al mundo sin dirección, sin metas que me detengan, disfrutando del camino sin pensar adónde me lleva mi instinto? Tal vez...

Es tiempo de cambios y averías. A mi portátil le faltan tres teclas, tiene la batería viciada, la de enchufe se desconecta a cada rato y está más muerto que vivo. No sé cómo me las arreglaré cuando se descuarijingue del todo porque me hace falta para trabajar y no me sobra de nada.

Capítulo aparte merece la carrocería de mi coche: da más pena que mi cuenta corriente. Se ha convertido en la prueba visible de las cicatrices de los golpes de este... inopinado año. No soy mala conductora, algo fuguillas, eso sí. Me gusta correr, me cabreo como un camionero y no tengo que envidiarle nada a ningún madrileño a la hora de hacer piratadas... Sin embargo, sus marcas de guerra no se han producido por mi ineptitud al volante. Unas se deben a que soy una sobrada de cuidado (o sea, voy marcha atrás con prisa y sin mirar más de una vez...) y, principalmente, a las heridas del alma.

El pobre Scenic tiene más rascazos, abolladuras y demás ocasionadas este año que en toda su vida activa. ¿Motivo? Cada vez que tengo un disgusto, lo rozo o golpeo en el garaje. El porcentaje ha sido alto, me prometieron que me lo iban a arreglar (entre otras muchas promeses incumplidas), me ofrecieron comprarme otro ordenador y, en mi empeño de no ser ni parecer interesada lo rechacé, sabiendo que me hacía falta porque, aunque adoro los regalos, me parecía mucho más importante que apreciasen que me importaban mucho más los obsequios del corazón. Un error. No se valoró y todos los caprichos se destinaron a otras... causas.

En fin, actualmente, con el coche me pasa lo mismo que a esas chicas que engordan y ya no les sienta bien ninguno de aquellos bonitos vestidos de tallas más pequeñas. Se sienten feas, se compran prendas cada vez mayores hasta que llega el punto en que ya no sienten el deseo de arreglarse ni bajar de peso porque hace demasiado tiempo y tallaje que no pueden verse atractivas. Eso me pasa con mi pobre coche. Está machacado, tiene muchos kilómetros, yo no acostumbro a tener medios para ir reparando las rayaduras, abolladuras, cicatrices... y llega el momento en que siempre lo veo feo y viejo. Me da un poco de pena, es un fiel amigo y tiemblo al pensar en el día en que deje de andar. Eso sí que será una dramática pérdida de libertad y no sé de dónde saldrá la posibilidad de tener otro. Quizá por ello creo que le debo y me debo la oportunidad de que se le/me vea bien.

Quiero borrar las huellas de golpes. Las del coche y las mías. Yo estoy bien, me siento bien conmigo misma; ya no dependo de nadie para proyectar mi presente y mi futuro. He decidido ser y hacer feliz y sé qué puedo. No importa el cómo: es y será. Me basta con esa certeza. Así que, no sé de quémodo ni cuándo pero curaré a mi coche y, cuando fallezca, tendré uno grande y hermoso. Conozco hasta el color. Exactamente como ocurre con mi proyecto de vida, será brillante, claro y seguro.

Será mi reflejo. Y me he comprado el mejor espejo que se puede comprar sin dinero porque tengo...

El Secreto de Vivir.


jueves, noviembre 18, 2010

Pasado, presente y futuro

Dicen que donde hubo fuego siempre quedan brasas. No sé si esto es cierto en su totalidad pero es un hecho que hay experiencias, personas y momentos que marcan tu vida. Hay un antes y un después de ellas. A veces, te hacen daño y te cambian no siempre para bien, ése es uno de los motivos por los que rehúyo el odio y el rencor como la peste, independientemente de los motivos que puedan originarlos. No se construye nada en el dolor, en la rabia.

En otras ocasiones, el tiempo pone las cosas en su sitio. La perspectiva te devuelve lo que te fue robado por error o falta de criterio. Puede ser la autoestima, el amor, la dignidad o tu sentimiento de ocupar un lugar adecuado y útil en el mundo. Ayer fue uno de esos días.

Yo pasé del cielo más claro y azul al infierno más oscuro y profundo de la depresión cuando perdí al amor de mi vida. Nunca pude entender lo que había pasado, por qué lo que ERA a todos los efectos una emoción única y compartida me fue arrancada. La vida continuó, seguí adelante, como siempre, sin querer ni poder mirar atrás, sin dar ni espacio a una leve señal que derrumbase el nuevo castillo de naipes que había creado para sobrevivir.

Cerradas ya las heridas, las de aquel amor y otras que este extraño devenir puso en mi camino, volví a crecer un poquito más. Tal vez mi alto nivel de tolerancia y sinceridad me hayan causado más mal que bien (por cuanto hay gente que lo usa en su propio provecho en lugar de valorarlo como el regalo que es) pero siempre han sido y serán los que me levanten y me devuelvan esa fe que es mi sostén y el de mis hijos. Entiendo que para muchas personas puedo parecer un pelín estúpida, confiada o ilusa. Yo también lo he pensado en alguna ocasión. Mi exceso de confianza en el ser humano me ha jugado muy malas pasadas, simplemente porque soy incapaz de imaginar que alguien a quien le ofrezco lo mejor de mí pueda hacerme daño o engañarme. Una tontería, lo sé.

A lo que íbamos. Por azar (¿Alguien cree realmente en el azar...?) o por destino abrí una puerta que me había negado siquiera a revisar. La puerta seguía abierta y entré. Casi cara a cara con ese pasado pude reformular y conocer detalles que me recordaron quién soy y quién, pese a quien pese, siempre seré.

No hay dolor ni remordimientos cuando lo has hecho lo mejor que podías y sabías. No hay pena ni asignaturas pendientes. Sólo paz y... dulces brasas. En esa puerta escuché algo que le dio mucho valor a tanto sufrimiento y autoflagelamiento sin sentido. Me dijeron la frase más bonita que un amor (presente, pasado, futuro...) puede regalar a alguien como yo. "Cuando una pareja se separa, no suele echar de menos al amigo que había en ella. El día que te perdí, no perdí sólo a la pareja. Perdí a la amiga más divertida e inteligente que he tenido nunca. Y es por eso que te echado muchísimo de menos".

Recordamos cómo nos reíamos, constantemente. Nos reíamos en la calle, en los restaurantes, en la cama, por cualquier cosa. La risa me ha salvado siempre de mis peores momentos, me resulto graciosa hasta cuando sufro (por patética pero es raro que no haga una humorada hasta cuando lloro) y la complicidad y el bienestar que lleva a una relación no tiene caducidad como la pasión o la emoción de los primeros tiempos. La risa es saludable y no provoca arrugas. La risa crea lazos que ni el tiempo ni el desamor pueden romper.

La distancia ha aclarado muchas cosas. Con el paso de los meses y los nuevos mazazos he aprendido que aún hay modos de hacer peor las cosas. Tras el dolor que en su día me hizo cerrar cualquier comunicación con ese pasado, me siento como lo que soy: una persona valiosa, honesta, buena compañera, mejor amiga y excelente amante. No hay vanidad en mis palabras, es reconocimiento, salud mental. Nadie puede quererte si tú mismo no lo haces y, algunas veces, me temo que lo olvido.

Aquello que ayer fue una ofensa y una llaga insondable es hoy un modo de valorarme de nuevo porque tengo a gala decir que ninguno de los hombres que me han importado puede decir de mí que le he decepcionado o no era lo que aparentaba. No pueden decir que les aburría o agobiaba. Que les mentía o fingía. No pueden decir nada más que que les amé. Si fue suficiente o no, depende de sus propios sentimientos y ambición emocional. Yo soy muy ambiciosa, realmente compadezco a aquéllos que no lo son en ese aspecto. Eso puede costarme acabar sola o dar con la verdadera horma de mi zapato. En cualquier caso, practico la coherencia y la sinceridad, no importa que no se aprecie, esa pobreza no es mía.

Se acerca el puente y, con él, un encuentro que hasta ahora, por temido, por no confundir lo que creía que podía perder (sin saber que no tenía nada), se ha ido posponiendo hasta el momento adecuado.

En mi presente hay ilusión, hay emoción y hay sentimientos. En dos semanas le pondré una nueva cara al pasado y, con el perdón y la paz interior, crearé mi verdadero futuro. Cruzaré esa peligrosa línea entre lo que pudo ser y no fue y, tal vez, empezar por una buena amistad. Me miraré en ese espejo y, recordaré, pase lo que pase que ésa soy yo: la mejor amiga, la amante, la compañera...

La Ninfa

lunes, noviembre 15, 2010

Heroísmo casero y ley seca

Hoy he tenido una de esas jornadas heroicas que me caracterizan. La bombilla de la cocina está fundida y puesto que, por dos o tres centímetros de nada, no llego ni con banqueta, he vuelto a desafiar a los elementos.

Empecé con buen ánimo. Bueno, para ser sinceros sentía cierto pavor en puntillas sobre aquel raquítico asiento y nada, que no alcanzaba. Para más inri, los casquillos de las bombillas de mi casa son de tan mala calidad que no hay forma de sacar la vieja ni a tiros.

Dispuesta a no dejarme abatir por la adversidad insistí e insistí mientras recordaba el episodio del año pasado, cuando el martillo se me cayó directamente en la cabeza. Pues fue acabar de pensarlo y ¡zas!, la bombilla se rompe en mil añicos apretujada por mis manazas. Ahora ya no podré sacarla del fucking casquillo y necesitaré que alguien venga a cambiarlo (recordad que éste es uno de los pocos momentos en que echo de menos un hombre en casa). Me temo que la cocina seguirá sumida en la oscuridad hasta que algún alma caritativa, manitas y de más de 1.65 centímetros se pase por mi casa dispuesta a ayudar.

Dentro de la etapa lúdica que estoy emprendiendo se encuentra el deseo (utópico) de ir al gimnasio. No pierdo la esperanza pero, mientras tanto, he oteado qué máquina sería la adecuada para tonificar y practicar el superficial y sanísimo culto al cuerpo.

La cinta es ejercicio aeróbico, no me vale para tonificar las carnes bamboleantes, la máquina vibradora ésa dicen que es la pera pero, al parecer, es incompatible con el DiU. Yo llevo uno que, aunque no me libra de tomar medidas adicionales de seguridad tal y como está el patio, es el padre de todos los DiUs y ya sé lo mal que se pasa si se descoloca. He intentado hablar con el médico pero, na, no estaba. Me da la sensación de que los espíritus protectores de la celulitis se alían contra mí.

¿Qué hacer, pues? ¡Ir de compras! ¿Problema? No money. ¿Ventaja? Eterna talla 36, puedo entrar en tiendas baratillas tipo Bershka y tal, donde hay trapos por poco dinero. No es que pueda elegir gran cosa pero, en fin, una está acostumbrada a tirar con poco y la que tuvo retuvo.

Creo que debería hablar del Papa (que pasó enfrente de mi casa pero me pilló durmiendo y no pude salir a saludar), o de la crisis o del mosqueo que me pillé el sábado cuando pretendía comprar algo de alcohol en el Opencor a las diez y media de la noche y me pilló la prohibición ridícula de la ley seca a partir de las diez. Por esa regla de tres, podrían vender coca hasta esa hora y prohibir colocarse desde entonces... Obviamente, los niñatos van más temprano a buscar material para el botellón y santas pascuas... Vaya soluciones más chorras. ¡¡Incluso se negaron a venderme una shandy!! ¿Pero adónde vamos a ir a parar?

Al final sólo he escrito tonterías pero tengo el día ligero -no los cascos, enfermos-y me sienta bien desvariar de vez en cuando.

En fin, prometo que mañana escribiré sobre alguna falacia con algo de miga. Mientras tanto, se aceptan voluntarios para solucionar el problema de la oscuridad en mi cocina, ahora nos iluminamos con la campana pero... ¿¿Que será de nosotros como, al igual que todas en esta puñetera casa, se funda??

Está bien... ya me callo.

sábado, noviembre 13, 2010

"Public relations"

Ya lo decía mi abuela: noches alegres, mañanas tristes. Es lo que tiene la nocturnidad alevosa de las juergas, que te levantas con la boca pegada y dos problemillas llamados, dolor de cabeza y sed desesperada, más conocidos como resaca.¡Pero bueno, vale la pena!

Mi situación de pluriempleada incluye, en ocasiones, el hacer de relaciones públicas en eventos que organizan las administraciones para las que trabajo. Sin duda alguna, es lo que mejor se me da. Me gusta organizar a la gente y mangonearla con mucha educación. Además, conoces personas diferentes y, a veces, cuando das con personajes animados, la noche se alarga...

Hubo suerte, así que nos corrimos la juerga del millón (sin que yo desembolsase un duro, cuestión importante porque, como es costumbre, no tengo).Con mi reincorporación al mercado, tras meses de casta exclusividad sin saber que estaba haciendo el primo, parece que llevo un cartel en la frente que pone "Disponible" en fluorescente. No sé si es cuestión de actitud pero es estupendo para el ego, así que me dejo querer y halagar, eso no hace daño a nadie.

Por lo demás, estoy haciendo cambios y remodelando mi casa interior. Uno de ellos es tomar clases de salsa. Me chifla bailar y, aunque no me gusra el postureo de los que lo convierten en una herramienta de vanidad, no he podido resistir la tentación cuando me invitaron.

Estos lugares dan también para un estudio sociológico, centrándonos en el animal investigación habitual de este blog: el hombre.

En materia de baile, al menos en mi caso, no me preocupa nada el aspecto del oponente; lo que me interesa es que lo haga bien y me sepa llevar. Es por esto que acabas teniendo "contacto" con tipos que, en otras circunstancias, no hubieses valorado para nada más, siendo honesta y superficial.

Y hay cierta variedad: unos son gorditos y poco agraciados pero le ponen mucho interés al asunto: cuentan los pasos, cuando te dan vueltas va la cosa un poco forzada (las mollas quitan espacio...) pero ellos siguen cuenta que cuenta, gira que gira cuando corresponde -nada de improvisar, no sea que se líe la cosa- mientras una intenta no tocar mucho la camisa sudorosa del avezado partenaire. Son tenaces, no te sueltan así como así aunque te equivoques y acabas hablando con quien sea de el sexo de los ángeles para que te dejen en paz, aunque te mueras de ganas de bailar.

Los hay talluditos que se miran al espejo para ver qué tal ha quedado la posturita e intentan tontear en la medida que la música lo permite. Van a clase para ligar y, aunque alguno podría ser físicamente aceptable, mi psicólogo me ha prohibido terminantemente enredarme con cuarentones: ya se sabe, están en postadolescencia y se creen que el modo picaflor los convierte en conquistadores. Habida cuenta de que no voy detrás de la cartera de nadie, he decidido que vuelvo a mirar sólo a los tíos buenos por debajo de la década maldita: te garantizan calidad y cantidad en el sexo, van al gimnasio, no te venden motos ni falta que hace y más de uno tiene un cuerpo de escándalo.

También hay de éstos en clase. Los macizos altos como a mí me gustan suelen ser patosos, la estatura y el buen bailar no suelen ir de la mano pero aquí compensa obviar ese detalle. El ritual es un poco accidentado: yo hago el papel de botijo, mientras el pobre muchacho se tiene que doblar por la mitad para dar una vuelta. En este caso, aunque mi prioridad es el baile, me "sacrifico" y cambio la danza por el tonteo, que es más... estimulante.

Por último, nos queda el profesor de baile. Puede ser más feo que picio que todas se pegan por él. Es normal, es el mejor bailarín y eso, además de ser mucho más satisfactorio a la hora de mover las caderas -en el buen sentido-, le concede un plus de atractivo. Otra cosa es que liguen con él pero, sin lugar a dudas, es el amo del gallinero en los ambientes danzantes.

Pues nada, nunca he sido mala moviendo el trasero pero es innegable que la sensualidad de la salsa me hace sentir más... hembra. Puede sonar machista pero es todo lo contrario. Aquí, la ama del gallinero soy yo.

Y ya no recordaba lo mucho que me gusta...


jueves, noviembre 11, 2010

Levando anclas

Tras la tormenta llega la calma o eso dicen. En mi caso, lo habitual es que, tras la tormenta, vuelva la emoción. Probablemente mi naturaleza apasionada atraiga este tipo de montaña rusa que es mi vida pero, he de reconocerlo, cuando el vagón está en la parte alta es difícil resistirse a la tentación de arriesgarse y... ¡volar de nuevo!

Los que vivimos la vida a pleno pulmón tenemos esa doble vertiente: el sufrimiento es más profundo pero las emociones son también más intensas. Esa capacidad de disfrutar (casi desmesurada) hace que la otra cara de la moneda, el dolor, nos deje noqueados pero, a cambio, cuando decidimos levar anclas... sabemos hacerlo a la velocidad de la luz. No por superficialidad, por experiencia y supervivencia.

He cerrado un ciclo. Las cosas rara vez son como uno quiere y, más aún, como uno cree o ve. Pasado el duelo, evalúo el aprendizaje, vuelvo a abrir los ojos con la curiosidad que me caracteriza y me pongo a disposición de llenarlos de información y sensaciones nuevas.

Parte del proceso es abrirse al mundo. Me siento renovada, como si hubiese crecido varios centímetros, más viva. Preparada. Los últimos meses he estado presa en la crisálida, sintiéndome fea y encerrada como la oruga que, temporalmente, fui. Cuando estás envuelta en ese capullo sufres algo parecido al síndrome de Estocolmo: te enganchas al dolor, te sientes atrapada pero, al tiempo que te cortan las alas, crees que debes permanecer ahí, quieta, oprimida, esperando ese milagro que nunca llega. Hasta que, de nuevo, despiertas del mal sueño y descubres las dos preciosas extremidades que te devuelven a la vida.

Disfruto de caras y planes nuevos. Por fin encuentro con quien proyectar cosas sencillas como si fuesen enormes, vuelvo a reír con los amantes del absurdo devenir que es esta existencia. Se acabaron las noches de espera y las excusas. Se terminó el juego del gato y el ratón. Ahora siento y sé que estoy dónde debo, que no sobro, que soy especial, no porque nadie me lo diga sino porque lo siento, lo demuestro y me lo demuestran. Y no dependo de nadie para ser mejor pero es bueno estar cerca de quien te hace mejor.

Desde hoy, decido amarme tal y como soy y amar a quien me ame de ese mismo modo. A quien aprecie que lo que unos llaman "circunstancias adversas" son lo que me ha convertido en la mejor o peor persona que soy. Decido ser magnética, valiente e independiente. Decido ser valorada y cuidada. Decido sonreír a la vida y a quien me sonría. Y elegir el camino del bienestar.

Parafraseando a Diego Torres, sé que las ventanas se pueden abrir, cambiar el aire depende de mí, vale la pena una vez más. Sé que es mejor perderse que nunca embarcar, mejor tentarse a dejar de intentar, aunque no es fácil empezar.

Sí, puede que tropiece de nuevo pero estoy convencida de que descubriré y me descubrirán. De que abrazaré y me abrazarán. Y de que mi futuro con nuevos colores es ya presente.

Porque me lo merezco.

(Esto es mucho más que una canción, no dejéis de escucharla)



Sé que hay en tus ojos con solo mirar
que estas cansado de andar y de andar
y caminar girando siempre en un lugar

Sé que las ventanas se pueden abrir
cambiar el aire depende de ti
te ayudara vale la pena una vez más

Saber que se puede querer que se pueda
quitarse los miedos sacarlos afuera
pintarse la cara color esperanza
tentar al futuro con el corazón

Es mejor perderse que nunca embarcar
mejor tentarse a dejar de intentar
aunque ya ves que no es tan fácil empezar

Sé que lo imposible se puede lograr
que la tristeza algún día se irá
y así será la vida cambia y cambiará

Sentirás que el alma vuela
por cantar una vez más

Vale más poder brillar
Que solo buscar ver el sol

domingo, octubre 31, 2010

La traición

¿Cómo se mide la traición? ¿Por peso, por profundidad, por la víctima elegida, por el modo en que se practica, por el daño causado, por el número de damnificados...?

Supongo que la traición y la mentira no son asuntos de gran trascendencia para quien está habituado a practicarlas. Después de todo, son actitudes y situaciones que dañan a los otros, no al traidor.

Hay muchas modalidades de traición. La amistosa es triste por cuanto la base de ella es la lealtad, el apoyo, la sinceridad, el poder contar con el otro. Yo he vivido la traición de personas que amaba como hermanas. Siempre he dicho que mis amigos eran mi familia elegida. Sigo conservando estupendos amigos, a pesar de los pesares pero, lamentablemente, soy consciente de que vienen y van y que, salvo grandes excepciones, todos tienen su vida en la que uno no va a ser indispensable jamás. Quizá porque ellos sí tienen familias más tradicionales o, simplemente, porque es un tipo de amor que no todos sentimos del mismo modo.

A pesar de los pesares, yo opino que la amistad real se basa en la generosidad y no en la exclusividad. Por ello, a diferencia del amor, existen menos motivos para traicionarla... pero, aún así, la lealtad sigue siendo un bien escaso.

Está la traición laboral. Ésta, para ser honesto, es poco sorprendente y sólo te pilla el toro cuando eres muy joven. Valoro mucho el buen ambiente laboral pero sí tengo claro que los compañeros son sólo eso y, si por las razones que sean, eres tú o ellos, tendrás que caer. No los culpo en este caso. Otra cosa es medrar a la salud de la buena fe de uno pero... tampoco sorprende.

Por último, nos queda la traicion amorosa. En el amor, si no es verdadero -y tengo serias dudas de que exista como tal- quizá este concepto podria ser menos grave que la amistosa por cuanto el amor no se elige, lo mismo que no decides dejar de querer o hacerlo de modo voluntario. Sin embargo el daño es inmensamente mayor porque el amor si es exclusivo, o eso creemos, y aùna todas las cualidades de la amistad y ese sentimiento irracional y devastador que te hace volar o desintegrarte. Cuando se traiciona al amor, el dolor que se causa es el mayor que el ser humano conoce. Porque se traiciona la fe, la confianza, la esperanza de ser amado, los proyectos, la ilusión, la autoestima del otro,. Se traiciona al AMOR. A ese sentimiento que muchos no llegan a conocer jamás, cambiándolo por razonamientos terrenales, presuposiciones,comparaciones erróneas.

No hay un amor igual a otro, lo mismo que no hay una traición igual a otra. En los asuntos del corazón, el engaño puede ser inocuo, si la víctima no se entera o no duda, o no padece las consecuencias de él. Está mal pero... ojos que no ven, corazón que no siente.

En la otra modalidad, las dudas, miedos y dolores del cornudo/a son utilizados en su propia contra para convencerle de que es él quien comete el error, quien provoca el malestar, quien duda sin sentido. Así, se puede manipular y obligarle a confiar para poder seguir haciendo una doble vida, mintiendo a unos y otros, y haciendo que el verdugo logre convencer a su inconmensurable ego de que hace lo correcto y no tiene nada que objetar a su propia conducta.

Se causa dolor a sabiendas y se da uno la vuelta para cambiar de brazos mientras abandona al otro con los ojos arrasados de lágrimas por desprecio, abandono, ausencia de deseo... sin explicaciones, sin remordimientos. Y poder volar así, feliz, a otros brazos (también engañados) que reciben todas las atenciones que a los que sufren se les niega con mentiras, excusas, humillaciones. El traidor no se flagela, no siente remordimientos ni compasión por el otro. Sólo se siente mal si le pillan porque, por un instante, no puede mantener la estupenda imagen qeu tiene de sí mismo. Aún así, un gran traidor está encantado de haberse conocido e independientemente de que sea consciente de que lo que haya hecho esté bien o no, no necesita más que poder seguir alimentando su mediocridad emocional con nuevas víctimas.

Es terrible la traicion al amor. No me canso de decir que el amor es un sentimiento que hay que respetar, por encima de todas las cosas, aunque no sea recíproco. Pero si no puedes siquiera respetar el sentimiento, hay que respetar a las personas y, en último caso, ser lo bastante humano para apartarte de quien te ama antes de convertirlo en nadie.

Es triste que el amor traiga en este mundo más dolor que felicidad. No tendría que ser así, no era ése el plan cuando se creó, estoy segura.

Con los años y las pérdidas comienzas a pensar seriamente en no amar demasiado a tus amigos porque te abandonarán, no amar a los hombres, porque te destrozarán y no sentir demasiado por nada porque todo está destinado a terminar.

La traición es la antítesis de la humanidad. Y, sin embargo, sigue siendo quien la rige. Quizá porque el mundo es de los traidores.

Y por eso el mundo es cada día un lugar peor en el que vivir y morir.


domingo, octubre 24, 2010

Inspirador sufrimiento

Hace unos días uno de mis lectores comentaba que iba a ser muy difícil que yo escribiese de fuera adentro, como era mi propósito. Es duro admitirlo pero, ciertamente, ya casi no recuerdo cómo se hace. Es un hecho también que es más fácil transmitir emociones cuando éstas son tristes, quizá porque nada es más intenso que el dolor del alma.

Casi todos preferimos las canciones de desamor. Tal vez porque somos algo masoquistas o, más bien, porque ésa sí es una experiencia que, por suerte o por desgracia, hemos vivido y/o padecido la inmensa mayoría de los mortales. Una vida mayormente feliz es la excepción. Sin embargo, el sufrimiento es universal. No me parece justo ni con el menor sentido pero la estadística es implacable.

El caso es que nada es más inspirador que el dolor: los más hermosos poemas son melancólicos, las películas más entrañables tratan sobre amores y vidas atormentadas, los libros más profundos desmenuzan los más bajos instintos humanos. Y todos nos hemos visto reflejados en la adversidad.

No me gusta darle vueltas a las malas sensaciones. De hecho, tras mucho practicar pasándolas moradas y autoflagelándome, he aprendido a no regodearme, a mirar lo que tengo y no lo que no tengo.

Sin embargo, la parte menos racional de nuestro cerebro es bastante más dura de roer. Cuando sufro por algo o alguien la ansiedad se hace dueña de mi alma. No lloro, no me lamento e intento apartar los malos pensamientos, pero mi cuerpo me devuelve la pelota con terribles migrañas y una ansiedad que no me deja respirar.

No es tan simple levantarse cada mañana y decir: hoy no estaré ansiosa, no pensaré en lo que me hace daño, eso no existe, es el pasado. Lo mismo que cuesta matar la esperanza de que todo se arregle a sabiendas de que es muy improbable que ocurra.

Yo quisiera disfrutar de una amnesia selectiva. Tener esa paz mental que te permita alcanzar la serenidad, dejar pasar la vida sin esperar un nuevo golpe o, simplemente, no dejar que los recuerdos amargos condicionen.

Me gustaría tener una receta mágica para evitar el dolor de cabeza, la desesperanza, la desilusión. Y, paradójicamente, también quisiera matar la esperanza de que todo se vuelva hermoso como en las películas. O que las personas que se niegan a vivir el momento destruyan el presente, el pasado y el futuro.

Lamentablemente, no la tengo. Yo sólo quiero estar tranquila, amar tranquila, vivir tranquila. Pero es dificilísimo.

Qué raro... Ya he vuelto a escribir desde dentro y, claro...

Me he perdido.


jueves, octubre 21, 2010

Ya no

Ya no.

Ya no esperaré impaciente tu llegada, tus excusas tardías, tus abrazos tiernos.

Ya no.

Ya no me repetirás que soy la única, tu encaje perfecto, la más bella, la mejor.

Ya no.

Ya no compartiremos risas de pequeñas maldades, de frases cómplices, de situaciones absurdas que nos encanta repetir.

Ya no.

Ya no "resucitarás" de tus sueños para hacerme el amor, ya nunca podré acariciarte como te prometí, cuando llegase esa miniluna de miel para la que no quisiste encontrar tiempo.

Ya no.

Ya no soñaremos con viajes donde redescubriríamos la emoción de la primera vez en todo su esplendor.

Ya no.

Ya no me besarás a escondidas, ni me repetirás que estoy preciosa, incluso con mis gafas de patito feo.

Ya no.

Ya no volverás a repetirme que no estoy sola y yo no volveré a creer que he dejado de estarlo.

Ya no.

Ya no creeré que me amaste porque siempre elegiste no hacerlo, a pesar de tus palabras.

Ya no.

Ya no tendrás que inventar mentiras para ser y sentirte libre. No tendrás que volver a hacerme daño para alejarme de ti. Serás libre, como tanto deseabas, para halagar a otras, para enamorar a otras, para huir de la cárcel que, según dijiste, fui para ti.

Ya no.

Y yo ya no deberé sentir mariposas en el estómago recordándote cuando llamabas a la puerta, cuando me abrazabas en mi cama, cuando me llenabas y creía que yo también te llenaba.

Ya no.

Sólo espero que no tarde en llegar el día en que ya no duela, ya no desgarre, ya no sienta nada tras el shock del desengaño, la vergüenza y la humillación. Sólo espero poder olvidar, perdonar, alcanzar la dulce inconsciencia de la indiferencia. El día en que tu sólo recuerdo no me martirice tanto como lo amo.

Pero ese día aún no ha llegado.

Aún no.

martes, octubre 19, 2010

Bajo tierra

De un tiempo a esta parte, y habida cuenta de que ciertas personas parecen empeñadas en amargarme la vida, me ha dado por trabajar con el pensamiento positivo y cosas de ese estilo en las que, tengo que confesar, nunca había creído.

No sería honesta del todo si digo que ahora creo ciegamente y que me va de lujo. Me temo que no es tan simple pero, al menos, intento aprender a eliminar de mi cabeza todo aquello que me hace daño. No es mano de santo (por desgracia) pero, al menos, te concentras en algo más positivo que la ira, la autocompasión y el dolor. No desaparecen así como así pero he encontrado nuevas fuerzas para enfrentarlo. O eso creo.

Antes me culpaba de todo lo malo que me pasaba y sigue pasando. Creía que era culpa mía por crédula, por fría, por apasionada, por valiente y por cobarde. Vamos, que me había convertido en el chollo de todos aquellos falsos amigos y amantes varios de tres al cuarto, porque siempre encontraba un modo de ver que el daño me lo había causado yo y, por lo tanto, no era digna de ser respetada y amada por mis amigos y parejas.

Ahora he aprendido -a fuerza de muchos palos y algo de reeducación mental- que soy muy valiosa y que cada desprecio, daño o actitud egoísta de los que quiero o he querido (también practico mucho lo de pasar página, soy una máquina) no es más que un reflejo de su pobreza espiritual. Tengo la conciencia tranquila cuando he ofrecido todo, porque soy así de boba, siempre que quiero a alguien del modo que sea, familiar, amistoso o amoroso, lo doy todo. Por lo general, se vuelve contra mí, soy quien sufre al final cuando me fallan o me recriminan pero dentro de mi cambio de chip, trabajo para sufrir menos, olvidar más rápido y no dar más a quien no lo merece.

Alguien me ha dicho un día que no estaba preparados para "enterrarse en una relación conmigo". Después de otro comentario gratuito sobre mi cocina (en donde no hay ni pizca de suciedad pero se vive y hay niños), es de los más desagradables que he recibido. Pero visto lo visto, observo que quien habla de enterramientos es porque ya está muerto, quien miente y compra atención, sexo y ego, no vale nada y que las personas que amamos a nuestros amigos y a nuestras parejas, aunque no se lo merezcan, siempre tenemos menos que perder.

Si alguien te falla, sobra en tu vida. Yo quiero una vida plena, como la que ofrezco y el que no sepa verlo, que siga su camino a la mediocridad.

Yo soy una Ninfa, nadie con dos dedos de frente me trataría como a un ser vulgar, salvo que ese alguien sea el colmo de la vulgaridad. Hay que ver cómo engañan las primeras impresiones.

En fin, queridos amigos fallecidos e intentos fallidos de hombre: volved a vuestras fosas, hace mucho que estáis bajo tierra.

Y eso es lo que os merecéis.


lunes, octubre 11, 2010

¿El amor mueve el mundo?

Siempre me he reído de esa frase. La dicen constantemente en televisión, los famosos, los presentadores y hasta las marujas de la calle. "El amor mueve el mundo". Menudo pedazo de tópico.

Al margen de que está meridianamente claro que lo que mueve el mundo es el dinero (¿Qué si no dirige las posibilidades de acceso a la salud, al bienestar, a la compañía y hasta el amor -falso o no, a quién coño le importa, el tema es que lo parezca...-?).

A mí la ausencia de dinero en un momento dado me cambió la vida. Los falsos amores me rompieron el corazón pero, no hay mal que por bien no venga, acabas por no creer nada de lo que te cuenten. Ofrecer ternura y comprensión es totalmente contraproducente: te toman por idiota.

Mi experiencia demuestra, por pura estadística, que no hay como no enamorarse para que te suban a los altares y a la inversa: enamórate del mentecato de turno que le gusta que le den por saco -siempre lo niegan pero cuando se repite un patrón una y otra vez es que es un sodomita vocacional- y, en vista de que no lo zapateas te despreciará, rebajará y postergará. No todos serán así (espero) pero son muchos... Luego se quejan de sus malas experiencias previas... ¡Qué tontería! ¡Si lo que les pone cachondos es que los ninguneen, los presionen, los desprecien...!
No hay nada de malo en ello, es una elección o, más bien, una tendencia emocional. Sin embargo, deberían aceptar lo que son -aunque no sea políticamente correcto aceptar que eres un calzonazos vocacional- y no mezclarse con gente que está en una dinámica dirigida al respeto bidireccional.

Yo aprecio el respeto y el valor por encima de todo en cualquier relación: amistosas, profesionales o amorosas. Lo practico por pura coherencia aunque he de admitir que es un error en el mundo en que vivimos. Pero una es como es y es tarde para cambiar: tolerante pero con carácter, valiente pero vulnerable, sentimental pero consciente de que es un error de bulto.

La ansiedad es un sentimiento destructivo. Intento reforzar la coraza combatiéndola con todos los medios que están en mi mano. Ya sólo aspiro a sentirme bien, a tener serenidad y paz y que ésta no dependa de nadie. Recomienzo mi proyecto vital convencida de que estaré siempre con mis hijos, mientras ellos permanezcan a mi lado. Luego, sola. No será nada nuevo, he sido una solitaria desde niña, aunque tengo buenos amigos, pero no puedo ni debo depender de ellos.

Un buen golpe te hace reaccionar a veces. Si un amigo que sabe que sufres, no coge el teléfono, no es un amigo. Si un amor, pone por delante su bienestar y activa el "ojos que no ven, corazón que no siente"... no es más que un patético avestruz. A mí me gustan los hombres, la verdad, pero parece que ya no quedan.

Espero y deseo que éste sea mi último post en grado tan personal. Quiero volver a ser cronista y haceros sonreír con mi exacerbado espíritu crítico, hablando de naderías que son la base de la vida.

Voy a apostar por la cotidianeidad, por todas esas pequeñas cosas que son la vida, que nos pasan desapercibidas y pueden hacernos sonreír o emocionarnos. Quiero escribir desde fuera hacia dentro y no al revés. Os aseguro que será más divertido y terapéutico para todos.

Quiero un gato persa. Un hermoso gato que esté encantado de que lo acaricie y me haga compañía (egoístamente, lo sé, pero lo mismo hacen los hombres y, además de desaparecer, no son tan suaves y hermosos). Si alguien tiene un cachorrito para dar en adopción me hará feliz a mí y a los pequeños roedores. Para pagar el capricho no estamos.

En cualquier caso, doy gracias por lo vivido y aprendido.

Lo que nos define no es caer, es cómo nos levantamos.


domingo, octubre 10, 2010

Vuelve la Ninfa

Querida Ninfa... ¡´Cuánto tiempo te he tenido olvidada! Se me han ido los días entre el trabajo, las emociones, los silencios a gritos, la vida misma que me ha tenido tan entretenida como confundida.

Es fácil perder el hábito de escribir... o el deseo... En realidad, sigo pensando en modo blog, inventando frases con esta o aquella anécdota que me darían para un comentario. Pero he entrado en una rueda de desidia, pudor y autocontrol que me han mantenido alejada de mi Ninfa.

La Ninfa es un ser de luz, seguro y mágico. Yo quise que se conociese en su faceta más humana y, claro, ha salido perdiendo. Sin su polvo de oro protegiéndola e iluminándola los vulgares mortales se confunden y la minusvaloran. Pero ha despertado, me ha soltado cuatro frescas y me ha dicho a mí (su envoltura más carnal y vulgar) que me aparte de ella. He atraído una negatividad que no le corresponde, mi pequeña hada es el paladín de la autoestima y la capacidad de desprender y generar amor.

Ha vuelto con renovadas fuerzas. Esta vez no nos permitiremos dolor, autocompasión y derrotismo. Ha abrillantado sus alas justo donde se las rasgaron, se ha desprendido de lastres, ha arreglado su precioso vestidito y ha vuelto a mirar por encima de mis pequeños y limitados ojos. Ya no me mira a mí, ni me escucha. Camina hacia la luz.

Y no habrá temporal ni cobardes ni mentiras ni afrentas que la frenen.

Ha vuelto. Y ha vuelto para quedarss.

Bienvenida, Ninfa Secreta.


jueves, agosto 05, 2010

¿Viva la diferencia?

Hay momentos en que anda una tan perdida como un pulpo en un garaje. NO tienes idea de qué rumbo tomará tu vida, si llevas el camino correcto o has de cambiar de dirección, si lo que debes hacer es quitarte de en medio o esperar a que los tiempos mejoren.

Hoy charlaba con un nuevo amigo mío del monotema: lo diferentes que somos unos de otros. Como repito hace algún tiempo, no hay nada que entender de los hombres ni nada que razonar: hacen las cosas porque sí (que para ellos es una razón de mucho peso) y no sienten la necesidad de compartir ese por qué, entre otras cosas, porque ni se plantean darle vueltas. Hacen lo que consideran y ya está.

Es un hecho que habría que domesticar otro animal, no porque ellos sean malos (más simples sí pero no creo que peores que nosotras) sino porque no parecemos diseñados unos para otros. Nosotras necesitamos hablarlo y aclararlo todo; ellos ni quieren ni pueden hablar demasiado y pedirles explicaciones es ponerlos a pensar, algo harto peligroso porque pueden tomar decisiones peregrinas por el mero hecho de sentirse presionados.

Cuando una mujer está preocupada o triste, necesita a su hombre para que la abrace y la escuche (no para que la entienda o lo resuelva todo, como ellos piensan, las mujeres no necesitan eso, necesitan que las amen). Cuando ellos están preocupados por lo que sea, aunque no tenga vínculo alguno con su relación de pareja, se encierran y se aíslan. Y ahí empieza la gran encrucijada de la humanidad: nosotras queremos saber y ellos no quieren contar. Nosotras pensamos que la culpa es nuestra y ellos sienten que somos unas pesadas porque ya bastante tienen con lo suyo como para oír nuestras quejas procedentes de la confusión.

Y unos y otros tenemos razón. No hemos elegido nacer ni ser cómo somos, ni siquiera elegimos nuestro género y, mucho menos, el modo de comunicarnos. A nosotras nos cuesta mucho ser masculinas, oséase, no dar importancia a los silencios o a que no nos hagan ni caso algunas temporadas. Y ellos se sienten incapaces de responder a los requerimientos que les suenan a chino. Tan contentos como están tratando de abstraerse del mundo. Es una paradoja.

¿Será que el Creador se monda de risa con su experimento al que le ha dotado de una atracción inexplicable hacia su criatura casi antagónica? ¿ O es que, como digo siempre, es hombre y todo este sindiós le parece de lo más normal... Y no tiene ganas de pensarlo? ¡Qui lo sá!

Imagino que todo es cuestión de que unos cuidemos el corazón del otro pero sin dejar en segundo plano al nuestro. Parece sencillo y, sin embargo, no lo es.

Aún así, me encanta cómo lo cuenta y lo canta Sergio Dalma...

sábado, julio 24, 2010

Ilusión terapéutica

¡Andaaa, el tiempo que hace que no cumplo con mis deberes blogueriless...!
Lo cierto es que no han faltado temas, ni ganas, ni pensamientos que plasmar pero, como todo en la vida, esto es también un hábito y cada vez me acerco menos a mi destartalado ordenador, para bien y para mal.

Todas las ocurrencias que he tenido en este último mes se me han quedado desfasadas, como lo bien que me ha sentado escuchar a la gente gritar con orgullo, para variar, "!Soy español!" sin que ningún facha del otro lado te llame facha. Somos el único país que se avergüenza de su bandera como si la hubiese inventado Franco. Me parece el colmo de la ignorancia y un error en un pueblo con tan histórica tendencia a la divisón como el nuestro.

Somos muchos los que estamos orgullosos de ser españoles todo el año, que no nos sentimos caducos por ello y que no vivimos el menor conflicto con nuestra identidad como pueblo, en este caso gallego, que somos. Me encantó ver a una chica con una bandera en la calle en el País Vasco diciendo que estaba feliz de poder sacar una bandera sin miedo y proclamar que era española sin exponerse a la furia opresora de los jarrachos. Me encantó y me entristeció porque hoy no podrá salir con la bandera, no sea que la maten.

Entiendo y disfruto de la ilusión de la gente. Son malos tiempos, nos hace falta ilusión, de donde provenga es lo menos importante. Ella nos hace más bellos, más jóvenes y más fuertes. Y el que lo critique es, simplemente, un gilipollas.

Ni he entrado en esos días a ver críticas de envidiosos. Paso. Cuando algo transmite buenas vibraciones hay que absorberlo, es bueno para la salud.

Yo he disfrutado con mis hijos (especialmente el niño) de cada minuto de tensión y su fe ciega en nuestra selección. No sabía él que, por lo general, todo se quedaba en agua de borrajas y se lo advertí. Luego, felizmnte, con sus ocho añitos me ha restregado que él sí sabía que íbamos a ganar. Es estupendo tener esa certeza. Como yo le he dicho, él has dido quien le ha traído suerte a la selección española.

Yo necesito recuperar un poco la fe en el género humano y en mí misma. Tengo la ilusión un poco truncada aún cuando lucho por mantenerla viva. Probablemente es culpa mía por no creer sin ver, por no apostar sin miedo, por no otear el futuro con los ojos transparentes de los niños.

El miedo me hace vulnerable y me rebelo contra ello. Algunas partes de mi alme me duelen pero procuro volver la mirada a la ilusión y a la esperanza de un gol vital que me recoloque en donde sé que está mi lugar. Creo que lo merezco y que es posible.

Porque yo lo valgo.

sábado, julio 03, 2010

Despertar

Hay días en que uno se levanta (o se acuesta) dándose cuenta de que no sólo es prescindible -que eso ya se sabe- sino que puede llegar a estorbar.

Hay días en que recuerdas que darlo todo es un grave error. Lo que para ti es la mejor manera de entregarse es, para los demás, la pérdida del misterio y la emoción, un tiempo para dedicar a otras batallas.

Hay días en que descubres cuál es tu sitio -siempre más pequeño del que pensabas y/o deseabas- y asumes que cuando no eres una sonrisa permanente pierdes todo tu atractivo. Que para los demás todo está bien si sigues su ritmo, si asientes con la cabeza y estás siempre a la espera de los tiempos muertos ajenos.

Hay días en que te levantas y te duele todo, de dentro afuera.

Hay días que entiendes que estás sola física y emocionalmente.

Hay días en los que, simplemente, te despiertas.

Y preferirías seguir soñando.


lunes, junio 28, 2010

A mi hermana mayor

He escrito, a lo largo de los años que llevo al frente de este blog, sobre numerosas personas. Algunas me han marcado para bien y otras, para mal. Gran parte de ellas me han defraudado, otras me han enseñado cosas y, sólo unas pocas, muy pocas, han logrado que, incluso en mis peores momentos, siguiese creyendo en el género humano, aún cuando mi opinión del mismo, en general, sigue siendo muy pobre.

He dedicado posts a personas que son parte de mi familia, a hombres que me alegraron la vida y a otros que me la amargaron, a mi ángel de la guarda, pero nunca a ella, que me sigue y me persigue cuando me apago, que me cuida, que me quiere y mueve cielo y tierra para ayudarnos a mí y a mis cachorros. A ella, que ha llorado conmigo sólo porque yo no podía dejar de hacerlo. A mi hermana mayor, quien, sin colgarse ninguna medalla, me ha dejado claro con el tiempo y los hechos que no hay nadie que le llegue a la suela de los zapatos como mi amiga, mi hermana y mi compañera de fatigas.

Ahí está siempre, alentando, sin juzgar, a pesar de que mi modo de vida es radicalmente diferente al suyo. Es mi amiga más antigua, me conoce desde cuando era poco más que una niña y aún hoy, que hace ya alguna década - o dos...- que he dejado de serlo, sigue viendo en mí a aquella chiquilla vulnerable con zapatitos de tacón rosa que cruzó la puerta de su tienda para ponerse tras del mostrador con apenas diecisiete años.

Vendíamos botafumeiros, así era como yo definía mi actividad laboral veraniega en su tienda de souvenirs. Allí hemos trabajado y reído casi por igual: mucho. Siempre ha tenido la capacidad de romper la barrera defensiva con sólo una certera pregunta que me partía en dos. Incluso ni eso, una mirada, una afirmación eran suficientes: nunca pude convencerla de que era una chica dura...

Se marchó a su tierra natal durante diez años pero, aún sin saber mucho una de la otra, siempre nos tuvimos. Cuando sus padres venían de visita, me enviaba alfajores en tiempos en que era impensable encontrarlos por estos lares. Incluso el primer peluche de mi hija, antes de que naciera, llegó en avión, atravesando el océano para depositarse en su cunita.

Pasaron los años, vinieron los peques, el divorcio, la lucha titánica por la supervivencia. La frustración, el desánimo y el desamor. Cuando nadie tuvo tiempo para verme o escucharme al fondo del foso, ella se aparecía y se aparece en la puerta del colegio, a sabiendas que de que era mala compañía, que no hacía otra cosa que llorar y autocompadecerme cuando el dolor era más fuerte que la razón... en todos esos momentos me acompañó sin desafallecer, salió corriendo a atender a mis niños, a mis necesidades, a apoyarme incondicionalmente.

No hay nadie como tú, INÉS, y es triste que yo sólo sepa escribir estas cosas y se me dé tan mal decirlas en persona. Eres graciosa, eres buena, eres cariñosa, eres inteligente, eres generosa, eres GRANDE y por eso te quiero tanto. Porque eres mi única verdadera amiga a las duras y a las maduras (más, incluso, a las duras), porque es ahí cuando te matas a correr: en el momento en que todo el mundo mira hacia otro lado. Pero no es por lo que haces por mí que te quiero, es por quién eres y cómo eres: valiosa, dulce, hermosa, eternamente joven y única en tu especie.

Por eso y porque, muy probablemente, nadie me ha querido ni me querrá como tú. Ni yo he compartido ni compartiré tanto con nadie más que contigo.

Cuando escribo estas cosas siempre me parecen descafeinadas, las palabras se me quedan cortas y frías para tratar de describir quiénes somos. Mi dominio de las letras no es tan grande, como ves, pero el sentimiento de quien las escribe es mucho mayor.

Yo sólo espero que te llegue una mínima parte de todo el cariño, agradecimiento y admiración que siento por ti.

domingo, junio 13, 2010

De la amistad y otros tópicos

Escribo poco y leo menos aún en la red. Sin embargo, de vez en cuando entro en blogs conocidos -el concepto de amigo me parece que, lamentablemente, queda grande en las bitacoras e incluso en la vida misma, en demasiados casos- buscando nuevas visiones, un buen texto o algo que refresque mi conciencia o mi afán de enriquecerme literariamente.

Salvo honrosísimas excepciones, encuentro que (probablemente al igual que yo) nos repetimos como el ajo. Supongo que soy una rebelde sin (o con) causa pero reconozco que me hastía un poco leer tanto tópico en el que lo mismo hacemos exaltación de la amistad teórica y de las cosas sencillas de la vida que, al día siguiente, nos rasgamos las vestiduras porque esa preciosa vida y las personas que la conforman no están diseñadas a nuestra medida. Nos falta autocrítica y utilizo el "nos" a conciencia.

Yo tengo un elevado concepto de la amistad, lo he reiterado mil veces. Poner en tan alto lugar ese tipo de relaciones humanas tiene un coste elevadísimo. Por una parte, porque las decepciones están servidas. Unas veces te decepcionan los demás y otras decepcionas tú. Y cada cual ve la amistad y lo que espera de ella de un modo diferente. Desde mi punto de vista, los verdaderos amigos se aceptan en la diferencia, se reconocen en la afinidad y, por encima de todas las cosas, se respetan y quieren al margen de pequeñas cosas que rayan lo infantil.

Me ha pasado más de una vez, supongo que a quien lee también. He conocido a personas a las que he querido mucho y hubiese hecho por ellas lo que fuese. Pensaba, cuando era más jovencita, que el sentimiento debía ser biunívoco aunque no por ello una obligación. El tiempo, la experiencia y la gente que ha pasado de largo por mi vida me han enseñado que los demás no han de amarte como tú a ellos -en en fondo y en la forma- y no por eso son peores que tú.

Me han enseñado que se puede ser amigo de alguien que no te dará lo mismo que ofreces, no porque no te quiera, sino porque, bien no tiene la capacidad, bien ese sentimiento de amor fraterno no tiene la misma dimensión para todos.

Yo tengo cierta a tendencia a ser muy tolerante con los amigos, en el mejor sentido de la palabra. Para mí sólo pesan e importan los grandes gestos. Los pequeños errores, la diferencia de opiniones o los detalles que a mí me pudieran molestar pero que soy consciente que no soy nada personal, los obvio. No compensa.

Siempre me quedo con las cosas grandes, grandes para mí. Yo soy una persona que lo da todo en las situaciones de gran crisis lo mismo que no me doy cuenta de que meto la pata en cosas que, para mí, no tienen la menor importancia. Y, aunque tengo claro que nadie ha de vivir la amistad del mismo modo, sí tiene que conocerme y valorarme por lo leal que puedo llegar a ser cuando las cosas se ponen feas para mí o para los demás.

A lo largo de mi vida he creído tener grandes amigas que, cuando sufrían, se apoyaron en mí (apoyo que les entregué y volvería a entregar de mil amores) y cuando no les haces falta, hacen de tonterías graves defectos o afrentas personales. No me ha importado descubrirlas, la verdad. Al sufrimiento inicial siempre le sigue la sensación de haber visto a tiempo que la gente que no me conoce o no quiere usarme más que como paño de lágrimas en la adversidad, no me interesa.

Tras muchos meses de oscuridad y un año extraño en el que me sentí fuera del mundo largo tiempo, comienzo a reencontrar mi lugar. Siguen decepcionándome los amigos de papel y los personajes con complejo de censor pero, como ya es costumbre hace muchos años, me importa un bledo.

El hecho es que los amigos que han permanecido, han creído en mí en la distancia y la imperfección. Son los de siempre, quizá porque me conocen, saben de mi despiste, de mis errores pero también de mi fondo. Que, lo mismo que me olvido del día de su cumpleaños, donaría un riñón para salvar sus vidas. Probablente no sea ideal pero soy tal y como me muestro. Y así me gusta que sean los que me rodean.

Por eso será que me rodeo de tan pocos.

Pero pocos son tan buenos.

jueves, junio 03, 2010

El amante amado

Vas y vienes a toda velocidad, a veces tengo la sensación de estar sólo con un holograma de ti mismo. Pero no, desprendes tanto en tan poco tiempo que, inevitablemente, me enganchas y reenganchas con sólo una mirada, la sonrisa permanente, ese secreto que apenas guardamos nos hace cómplices traviesos, nos retrotrae al juego de los besos robados, de los mimos a escondidas de mayores y pequeños.

Amantes y amados. Pocos son los privilegiados que pueden decir que lo que les une está a la par en su forma de dar y recibir. No dudaste cuando te lo preguntaron, sin saber casi de qué hablaban. Yo tampoco dudé en mi fuero interno. Sorprendentemente, contigo nunca ha habido dudas. Miedo a nuevos golpes, sí. Al desequilibrio, sí. A caer rendida en soledad, también. Pero dudas sobre mis sentimientos, sobre lo que quiero contigo, no, jamás.

Mis malas experiencias pasadas me han abocado a la prudencia... escrita. La otra se mantiene, más en función de la posibilidad que de lo que yo quisiera.

Pero... llenas tanto, ocupas tanto, ofreces tanto... Eres tan bello por dentro y por fuera que es muy difícil callar, incluso por si luego he de hacerlo por obligación. Aunque no lo creo, no de ti.

Aún no estoy lista para soltarlo todo. Espero hacerlo, creo que lo haré. Pero de tu mano. No antes.

Gracias por la canción. "Sin ninguna pretensión pero con todas" yo también quiero seguir despertándome contigo.

Siempre.

sábado, mayo 29, 2010

Orquideas naturales

Mi pobre blog, qué abandonado te tengo... Es que no doy abasto porque mi vida laboral (la retribuida y la que no, esto es, la maternidad) y algo de espacio personal no me dejan tiempo para mucho. Pienso constantemente en ello, sin embargo, es una lástima que nunca vaya a tener tiempo material de hacerlo en serio pero soy algo fatalista, si esto ocurre así será que no es mi destino que mis letras vayan algo más allá de la red. Lo malo de las personas como yo es que siempre tenemos la sensación de estar desaprovechadas, como si algo dentro de nosotras se perdiese sin saber cómo ni por qué. Cosas de escritora frustrada.

He disfrutado de una maravillosa visita, esperada hace mucho tiempo. He tenido el placer y el honor de conocer una Orquídea cien por cien natural, nada de imitaciones. Como era de esperar, no sentí que acababa de conocerla, porque mentiría. En la distancia ha estado ahí siempre, desde hace años. Cuando perdí mi trabajo en Madrid o llegaron épocas emocionalmente muy oscuras, siempre había un correo privado ofreciendo apoyo, calor y amistad. En drecto mejora, como todo lo bueno. Parece muy joven, es y se ve tierna y dulce, frágil y fuerte al tiempo. Con ese aspecto sosegado que tienen las vidas muy vividas, acostumbradas a luchar con la adversidad y la mentira, los grandes retos de esta complicada existencia.

Nos hemos reído recordando el foro en el que nos conocimos, hace ya unos cuantos años y también hemos mirado al pasado reciente ya sin amargura, los ojos ya secos y brillando hacia otro lugar. Venía acompañada de su alter ego, ese romántico y abierto Rkincaid, que no hacía más que recordar que le había reñido en su primer comentario... Aún no sabía que la polémica me gusta más que a un tonto un lápiz.

Yo he compartido con ellos lo poco o mucho que tengo. A mi elfo impuntual, esa calamidad que me tiene cada día más atrapada con su inmenso corazón e irresistible simpatía. Siento que mis dos buenos amigos ya no virtuales serán para mucho tiempo por maduros, por auténticos, por buena gente, por honestos.

Gracias por habéroslas apañado para encontrar un lugar en vuestras agendas que confluyese en la ciudad del Apóstol. La próxima vez os venís sin hotel, que no os hará ninguna falta. Y ojalá que sea capaz de lograr que el Caballero encuentre 48 horas sólo para mí y poder escaparnos a conocer esas tierras del norte. O en punto intermedio, Santander, (que ya sabéis que decía C. "en medio, en medio... no sé yo"). En cualquier caso, ya sabéis que en mi corazón tenéis sitio ganado a pulso y en Compostela, casa, esté llena de gente o no.

Es una promesa