Estamos a 15 de agosto y desde mi salón escucho cómo ruge el viento y la lluvia golpea con furia los cristales del ventanal. En estos encantadores momentos es cuando pienso en todos los turistas que, amablemente nos visitan unos días al año y que, más amablemente todavía, ni se quejan si llueve o está nublado.
"¡Qué maravilla de clima!"," ¡Qué suerte estar tan fresquitos en verano!", "¡Pero qué bien vivís aquí!", exclaman al tiempo que recuerdan lo feliz que les hace ponerse una mantita para dormir por la noche, abrigarse en pleno verano y hasta comprarse alguno de esos infames chubasqueros de plástico para protegerse del vendaval improvisado que, a diferencia de los tropicales, puede durar días enteros y baja la temperatura hasta niveles otoñales.
Aquí es cuando a mí me llaman renegada y con razón. Verdaderamente, Galicia es una belleza sin par para ver, comer, beber y hasta fiestear. Pero para los gallegos, que nos pasamos todo el laaargo invierno padeciendo el diluvio universal con la vana esperanza de que el verano nos compense (bien sabemos que aquí no hay garantías), encontrarnos con que la mitad del estío no sólo llueve sino que, encima, ni siquiera hace calor, es una auténtica burla celestial.
Cierto es que mis paisanos lo llevan muchísimo mejor que yo. Incluso en esta estación en que todos despotricamos contra la porquería meteorológica que nos castiga igual que el año pasado y el anterior siempre hay una voz amnésica que gorjea: "¡Ah, pero hace tres años pasamos muchísimo calor! ¿Recuerdas?". ¿Quién tiene la osadía de decir que los gallegos no son positivos?
Pues yo estoy, como dirían los argentinos, repodrida. No especialmente amargada porque este año he decidido que no me da la gana de que me fastidien mi crecimiento personal pero, leches, me hace falta metabolizar la vitamina D. No voy a mejorar mi altura pero es pronto para la osteoporosis. Además, cuando hace buen tiempo no tengo jaquecas y en cuanto las nubes cubren el cielo, soy como los galos, tengo la clara sensación de que éste se va derrumbar sobre mi cabeza.
Eso por no hablar de que el ligero bronceado que he adquirido me abandonará y con él, el sex-appeal veraniego que hace que mi teléfono suene con más frecuencia y mi ego compense mi no muy elevada estatura.
Yo opino que en mi región tenemos tres estaciones: otoño, invierno, otoño y mi... Como dice mi amiga Pepa... "¡Mira como chove!". Claro, así tenemos un verde que te quiero verde que es la envidia del país. Sin embargo, ¿Alguien se hace una idea del altísimo precio que pagamos por este hermoso decorado? ¿Y lo poco que se puede disfrutar paraguas volador en mano?
Nada, sigo añorando el secano, la gran ciudad o los paraísos tropicales, y soy una incomprendida. ´Sé que he de aprender a aceptar lo que la vida me da, a vivir con el clima que me toca, con la ciudad que me toca y el entorno que me toca. Pero ser una inconformista, ambiciosa, inquieta, curiosa y poco amiga de resignarse tiene un precio.
Dicen que los creativos no somos organizados ni disciplinados. Es una gran verdad. Pero es hermoso ser creativo. Los creativos hacen que el mundo cambie, se emocione o conmocione, transmita, sea irredento y se rebele contra lo establecido. Siempre repito que quiero ser de ciencias para poder optar a puestos de trabajo más demandados pero... no sería yo. Lo único que me enorgullece de mí misma son mis hijos y mi don. Y un don es algo que se da. Así que ser muy bueno en algo que aporta algo a los demás, es bello.
Por ello prefiero ser indisciplinada, un poco torpe, trabajando siempre a golpe de inspiración, sin planificar ni mis textos ni mi vida. De hecho, cuando he planificado los futuros posibles no me ha ido bien, así que he presentado mi dimisión. Y tan feliz, oiga.
Me dedico a ser creativa con mi bienestar, mis sentimientos y mis impulsos. Quiero ser creativamente feliz, fluir, dejarme llevar aunque mi felicidad sólo sean retazos de luz...
¡Pero qué luz! ¡Una llamarada!
(Y aunque no tenga que ver con la lluvia tengo ganas de colgar y dedicar esta canción, sin pretensiones pero con toda su belleza y naturalidad).
4 comentarios:
Yo soy de climas parecidos al tuyo, es decir solo de dos estaciones el invierno seco y el invierno que llueve. Luego hace algunos años que me ha tocado vivir y trabajar en lo que la mayoría considera el “paraíso” tropical, no lo aguanto, estar por arriba de los 30 grados para mi es demasiado, extraño demasiado mi frio y mis noches viendo la lluvia por la ventana… ¿no se te hace que lo de la creatividad tenga algo que ver con el clima? Muchos bicos.
Jejeje! Para nada. Con el clima de Madrid, sus cuatro estaciones, escasa lluvia y veranos calurosos me llevaba de cine. Quiero volver :-(( !!!!
Sol, solito, caliéntanos un poquito.
¿Dedicada a mi? jijiji
Pues es que no sé quién eres, deberías darme una pista... Así que si no sé quién eres, dudo que esté dedicada a tí ;-)
Pero gracias por leerme :-))
Un besito
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