sábado, diciembre 27, 2008
Anuncios clasificados
Pues desde entonces he asistido al penoso espectáculo de individuos que me agregan al msn para ligar, mails de gente que no necesita habitación pero quiere conocerme, un esclavo sumiso que me manda un sms para hacerme las tareas de casa _aquí tengo que reconocer que un tipo que limpiase y al que pudiese insultar y hasta atizar alguna coz en nombre de todos los mamelucos, léase hombres, que he conocido es muy tentador…_ y parejas que pretenden amontonarse en la habitación a precio de saldo.
En cualquier caso, el que se cubrió de gloria fue el que me agregó y me ofreció un dinerito considerable por “yacer” con él unas cuantas veces a la semana. Cuando le dije que ni de coña, me subió el precio y hasta recortó el número de polvos a sólo uno por semana Sin haberme visto, por una foto… ¡Y tiene 22 años!
No salgo de mi asombro, mira que hay putas _con perdón_ en internet, cobrando y gratis pero debe dar morbo lo de la separada muerta de hambre (cosa que tampoco es cierta). Teniendo en cuenta que entregándome gratis con toda el alma no cobro, si no fuese por mi educación católica, apostólica y romana… es para pensarlo, como lo de zapatear al sumiso.
Está claro que el amor se me da de pena pero llevo el pecado escrito en la cara.
Alucinante.
(Por cierto, he quitado la foto)
sábado, diciembre 20, 2008
Uno más
Como ya no tengo compañera de piso, disfruto de mi casa en total soledad después de mucho tiempo, un placer que valoro mucho. No me disgusta compartir pero lo de estar uno solo consigo mismo, sin hacer la cama, sin vestir y tirada en el sofá agotada de rascarse la barriga tiene un innegable encanto.
Reconozco que me asusta un poco. Los niños y el colegio, buscar un trabajo imposible y el marujeo (que tanto me gusta…) me mantienen muy ocupada a diario pero me impiden pensar demasiado, si es que yo puedo dejar de pensar en algún momento.
Los seres humanos somos así: estoy deseando quedarme sola a sabiendas que es muy probable que en pocas horas esté quemadísima de estas carísimas paredes que me rodean. Aprovecharé para conocer gente nueva, algo a lo que siempre estoy abierta porque no dejo de ser una gata callejera por muy vaga que sea.
El Fin de Año pinta sesión de vino y pistachos a tutiplén. No iré a Galicia, demasiado caro ir y volver cuatro veces en época de restricciones económicas. En cualquier caso, aunque disfruto mis visitas, casi todos mis amigos comen con sus familias, sus hijos y todo ese mundo en el que yo no dejo de ser una rara avis.
Un nuevo amigo me dice que si voy a pasar la Nochevieja “sola y abandonada”. Yo replico que sola sí pero no abandonada porque no tengo nadie que me abandone, así que no hay mal que por bien no venga. Salir de noche ese día me disgusta: es caro, hace frío, está todo lleno de borrachos y hay que divertirse por narices. Y a mí las cosas por narices ni me gustan ni me salen. O sea, que haré lo que hacía cuando era pequeña: tragarme el programa musical completo porque ese día me dejaban acostarme cuando se acababa y yo soy noctámbula vocacional.
Tampoco creo que esa fecha cambie las cosas. Es un día más que sólo conserva un encanto para mí: la ocasión de ponerme ese modelito que se apolilla en mi armario y el que me muestra más yo misma y más ninfa que nunca. Claro que no tocará arreglarse para ver la tele, tampoco quiero pasarme de friky. Cumplo todas las puñeteras tradiciones porque, como buena gallega, “non creo nas meigas pero habelas, hailas”. De todos modos, os lo advierto, chatos: es todo un cuento. No he encontrado al hombre de mi vida, mi situación económica ha empeorado drásticamente y, bueno, salud sí conservo para mis roedores, pero la mía acusa el estrés y estoy regular tirando a mal.
Tampoco seré tan friky de comer uvas y beber champagne con oro dentro yo sola. Me daría la impresión de ser la Bella Otero en su decadencia y tampoco hay que exagerar.
De todos modos, reconozco que siempre acabo pensando que me alegro de que se largue y haya un modo de pasar página. Es todo mentira, pero el que no se consuela es porque no quiere.
Pues eso, que estos días vaguearé, en algún rato pondré orden en mi casa _no ahora, estoy podrida de marujear_, veré alguna amiga/o y… seguiré esperando milagros.
Hay que ver que soy tonta.
martes, diciembre 16, 2008
Carta a los Reyes
En definitiva, que no tengo ganas de buscar curro, no tengo ganas no trabajar, no tengo ganas de ser una luchadora, tengo ganas de dejarme ir unos días. Quizá por eso, cosa rara, tengo ganas de que lleguen las Navidades _aunque no quiero que sea utilizado en mi contra que me dé la venada de renegar dentro de una semana…_. Son una buena excusa para incidir en que el país está parado (si está parado todo el año…) y dejar de entrar infructuosamente en portales de empleo esperando milagros.
A mí lo que me apetecería es marcharme de mí misma. O recuperar a la Ninfa originaria, ésa que, aunque parezca mentira, un día fue solvente, razonablemente feliz y con cierto grado de tranquilidad en su vida. Puestos a pedir, para el próximo año me pido un Amor Verdadero (como la Princesa Prometida) o algo semejante que me haga sentir querida _ya se me ha olvidado_, relajada y me permita olvidar al mundo exterior, aunque sólo sea a ratos. También me pido un trabajo digno pero casi no me atrevo. Me pido estabilidad, eso tan poco valorado cuando se tiene, y me pido dejar de sentir este nudo en el estómago, cruce de malestar personal por no salir de una maldita vez del bache y de estar cansada de intentarlo.
Me pido fuerza y valor, me queda poca.
Si existiesen los Reyes Magos me pediría… una vida un poco más vulgar, un amante completamente inusual _a ver si os creéis que soy tonta_, un enamorado valiente, un amigo para siempre, conservar a todos mis amigos (de aquí y de allá), que pase lo que pase y haga lo que haga, mis hijos no dejen de ser felices.
Me pediría amar y ser amada. Trabajar y ser respetada. Disfrutar de mi gente y de lo que sea. Me pediría viajar aunque fuese al pueblo de al lado. Viajar con el corazón al país de las ilusiones cumplidas. Creer en el futuro y recuperar la fe.
Pero, ahora mismo, si pudiese desconectar y ser yo misma, desnuda, sin pensamientos materiales, disfrutando de mis cosillas y sin pensar en cuánto tardaré en perderlas… hasta pagaría. Pero no tengo dinero.
Bueno, aquí está mi carta para los Reyes Magos o Papá Noel, por si los otros no se enrollan.
Anda que como sea verdad que no existen… La llevo clara.
viernes, diciembre 12, 2008
Tiempo de balances
Se puede analizar el resultado anual desde varios puntos de vista. El mío ha sido, como siempre, un año muy vivido que no por ello estupendamente vivido. Pero es un hecho que con grandes subidas y bajadas.
Estaría la valoración económica y material. No hay mucho que desmenuzar aquí. Ha sido un desastre y punto. El amigo ZP me ha sumado a la larga lista de afectados por la desaceleración económica no preocupante y, para variar, me han puesto la vida patas arriba. Nada nuevo bajo el sol.
Luego está el apartado personal. Cada año conozco y desconozco a mucha gente. Conozco porque estoy abierta siempre a nuevas personas que puedan aportarme algo y desconozco porque también se repiten sorpresas desagradables, bien en personas que llevan tiempo en mi vida, bien con personajes que se autodestruyen a pesar de haber jurado y perjurado que nunca lo haríamos (ninguno de los dos) de ese modo.
Sería el año de decirle a A. (alias L.H.) que no tiene que dejar de saludarme en ningún lugar sólo porque yo no esté sexualmente disponible. Después de todo, hace años que nos conocemos, eso debería pesar… pero no. Supongo que ha sido una etapa de aclarar cualquier duda sobre mi pasado y futuro emocional, de lo que la gente puede o está dispuesta a dar y que, francamente, tengo claro que se me queda pequeño en demasiados casos. Al menos, es sin dolor ya que miro atrás. No se puede perder lo que nunca se tuvo. Quizá alguna persona me haya perdido a mí o la posibilidad de conocerme más pero imagino que les importa lo mismo que a mí en otros casos: un bledo.
También es el año de explicarle a la gente que puede haber amistad tras e incluso con el sexo y que nunca persigo objetivos imposibles. Que dar la cara no supone ser juzgado ni maltratado, es, simplemente, el modo de no maltratar a los demás. A mí no me da miedo la verdad, lo que temo es no saber qué terreno piso y que no me den la oportunidad de saberlo.
Como repito una y otra vez, no quiero a quien no me quiere, no me gustan aquéllos a los que no les gusto pero para mí no es un problema tomar un café, ir al cine y echar unas risas con alguien con quien, en algún momento ya pasado, hubo atracción física. Una lástima. Creo que hay gente que vale la pena tener en tu vida en el plano amistoso aunque no puedas funcionar como pareja. Pero eso tampoco lo entienden mucho los hombres.
Es año de reconocer, más si cabe, el valor y el apoyo de mis viejos amigos en tiempos oscuros. De asumir que la vida se me da tirando a regular pero conservo intactas las ganas de cambiarla aún cuando flaqueo muchas veces y las fuerzas fallan. No soy de piedra y tampoco lo deseo.
Tiempo de cambiar hábitos: nada de aventuras _me aburren profundamente_, nada de juegos del ratón y el gato y apertura de puertas a seres maduros y que sepan lo que quieren. ¿Qué no hay? Pues que no entre nadie.
De redescubrir al único ser que de verdad es capaz de mantener un sentimiento auténtico a pesar de las vicisitudes y las distancias y de encontrar nuevas amigas que, en caso de partir, sentiré muchísimo dejar atrás porque estoy convencida de que hay una base más que notable para convertirnos en hermanas del alma. Hablo de ti, querida C. (no doy tu nombre sin permiso).
Año de arriesgar hasta el último minuto, hasta el último euro, apostando por imposibles, como siempre. Y si hay que volver, con la frente marchita, no pensar que no lo he intentado aunque sea un pobre consuelo.
Han sido los 365 días de ver crecer emocionalmente a mis hijos, tan maduros a tan tierna edad. Agradecerles que me apoyen en las dificultades _que conocen_, que estén dispuestos a cualquier cambio con tal de seguir con “mami” y, como dice el hombre de mi casa, en un tono adulto y seguro: “si hay que hacerlo, hay que hacerlo”. Tiene siete años. Buen trabajo, Ninfa.
No sé cómo terminaré el año. Sé que en el comienzo se impondrá un cambio radical. Aquí, en mi querido Madrid, o allá, en mi Galicia natal. No me atrevo a planificar nada y lo planifico todo. Quiero quedarme y quiero arrojar la toalla. Quiero ser independiente y quiero un hombro donde descansar. Quiero vivir tranquila. Y eso es, para alguien como yo, casi una utopía.
Eso sí, se puede decir que mi vida es de todo menos aburrida pero no estaría mal aburrirse un poquillo, al menos en el tema laboral. He de reconocer que no sería la misma persona si las cosas rodasen mejor pero también tengo claro que no me importaría ser esa otra persona.
Sigo, sin embargo, abierta a que alguien, con errores incluidos, me sorprenda positivamente. Que se acerque sin temor a quien soy y no a mi envoltura física. Que me enseñe a creer de nuevo en las personas y en el amor. Y, a pesar de que una sabia amiga me ha dejado clarito que mi momento de buscar ese tipo de sentimientos ha pasado y, por mis hijos, he de ser práctica, sigo abierta también a los milagros.
Aunque ya no crea en ellos.
jueves, diciembre 04, 2008
Mi reino no es de este mundo
Hablábamos de mi corazón, para variar, porque él lo conoce a aquél y a mí muy bien, probablemente mejor que nadie. Y, por supuesto, retomamos un tema que ha sido siempre estrella en mi blog y que tengo abandonado. ¿Cuál? ¿Cuál va a ser? Los hombres y su extraño mundo.
Me hizo una serie de apreciaciones mi ángel que, como es habitual, me hicieron pensar. Opinaba que el motivo de mi dificultad para encontrar alguien con quien encajar tiene relación con que soy, usando sus palabras literalmente, “demasiado real”.
Ahí me quedé perdida. “¿Es porque la gente no es como parece y yo sí?” _pregunto_. “Sí y no”, me dice. Sí es cierto que soy quien parezco pero L. afirma que los hombres que no saben lo que quieren pueden dedicarse a andar por ahí “probando”… hasta que se topan conmigo. Sigo sin entender. “¿Qué pasa entonces?” Según L. soy demasiado real para ellos en el sentido en que me descubro más que otra gente pero, sobre todo, porque soy “mucho” y, en cuanto se meten un poco, se dan cuenta de que no pueden seguir contándose historias. Y me salen por peteneras.
No sé exactamente qué quiere decir L. con mucho pero sí es verdad que hay quien dice que una mujer “muy mujer” asusta, se teme no estar a la altura, engancharse menos que ella, sentirse descubierto. Así que ser ” real y mucho” no sólo no es ninguna ventaja sino que es un grave defecto. Ahí es cuando me replanteo el haber aparcado un poco mi armadura. Tal vez debería retomarla pero, como bien señaló mi ángel, hace mucho tiempo que no estoy cómoda con ella aunque nunca haya dejado de pensar que la necesito.
Y pienso que sin mi coraza ha ido peor. Que tendría que ser más fría, volver a ser distante, más inaccesible porque con mi armadura tenía la excusa de que lo que aterraba a los hombres de mí era que yo misma los alejaba. Pero ahora resulta que es lo que soy lo que les aleja. Y eso sí que es triste.
No hace mucho L. me dedicó un párrafo de un libro que, según sus palabras, le recordó a mí. Decía así: “También hay personas que sobrepasan las emociones de los demás, que por más de ser humanas, las emociones no se dan en todos por igual y hay quien anda toda la vida con las emociones desbordadas. A mí me han gustado siempre esas personas sensibles y emotivas, y mucho me enoja que otros les afeen que tanto y tan fuerte rían o que tanto y tan a menudo lloren… “.
¿Será eso? ¿Será que por llevar mis emociones a flor de piel, de modo tan intenso, vivo desbordada por ellas? ¿Será ese poso de frialdad y pragmatismo que me falta para ser ese tipo de mujer que un hombre elige…?
No lo sé. Lo único que tengo claro es que, aunque me he enfundado parte de mi armadura de nuevo, es a mi pesar y creo que soy mejor cuando mis emociones se dan por demás. Y si no hay nadie que pueda apreciarlo y disfrutarlo, tal vez es que…
…mi reino no es de este mundo.
lunes, diciembre 01, 2008
Una de kamikaces
Estoy agotada de pensar. Necesito un poco de chispita en mi vida. La echo de menos, esa dulce inconsciencia de disfrutar de la vida. Ese embriagador elixir de una pasión que te haga olvidar todo lo que no sea estar vivo. Esa sensación de plenitud inexplicable que da el preocuparse de existir y sentir y nada más.
Pero como no tengo nada de eso y sí problemas empíricos, no sé a qué carta quedarme. Y, la verdad, ahora quisiera un poco de frivolidad para descansar, leches. Intento volverme asexuada porque mi natural apasionado no me trae más que disgustos o desilusiones. Pero cuando no me apasiono por nada soy una sombra de mí misma. Y, encima, me sobra tiempo para comerme la cabeza.
Quisiera sentir un abrazo fuerte, intenso, sincero. Uno de esos que he recibido tan pocas veces. Un amigo o una amiga que me asegure que todo irá bien y que pueda ayudarme a lograrlo porque yo sola no puedo. También quisiera un amor, claro, pero hace mucho que sé que ese don me está vedado aunque no acabe de comprender el por qué. Debí de ser muy mala pécora en mis anteriores vidas. O en ésta. De hecho, mi madre dice que reza por mí y le dice a Dios: “No es buena pero yo tampoco…”. Manda huevos, si es que ni mi propia madre ve en mi corazón ¿Cómo voy a esperar que lo haga un ser unicelular, léase hombre?
Os echo de menos a vosotros, queridos lectores. Por eso vengo una y otra vez. He tenido mi bronca semestral con el impresentable de mi ex, como si ya no tuviese bastante bajos los ánimos.
Tengo ganas de retomar aquella ilusión y fuerza con la que llegué a esta ciudad, en un horizonte que pintaba mucho más halagüeño. Dar pasos atrás siempre ha sido algo que no acostumbro a hacer y, las contadas veces que he recaído, ha ido mal.
Soy una mujer esencialmente vital, hasta divertida, en general. Y no me gusta vivir obsesionada por problemas materiales que se me escapan de las manos y no disfrutar del hecho de estar sana, ser joven y aún atractiva. Del buen vino, del champagne en buena compañía (que no tengo ahora), de salir a bailar como en mis mejores tiempos, del buen comer, de una conversación plena y sincera, de hacer el amor con el alma y el cuerpo. De sentirme querida, como llevo esperando desde mi más tierna infancia, aunque se ve que eso se me da aún peor y no acabo de explicarme por qué.
Creo que, de algún modo, me sigo ocultado. Soy sólo un holograma exterior de quien podría llegar a ser y eso me entristece, sobre todo porque tenía el firme propósito de no esconderme más, de mostrar mi parte más luminosa y siempre se vuelve contra mí.
Bueno, no quiero quejarme más. Quiero celebrar la vida, quiero una sorpresa que me salve, un trabajito que me dé un poco de margen… En fin, nada del otro mundo.
Qué triste es la vida terrenal… Debería haberme quedado en mi arroyo nínfico.
¿No habrá un elfo como Dios manda por ahí que me endulce la vida?
jueves, noviembre 27, 2008
Sin nada bueno que contar
Así pues, a pesar de que _y aunque parezca increíble_ siguen pasando cosas malas (muy malas) cada día, intentaré no hablar de ellas. Es un tema cansino y cansado. Lo malo es que, como comentó un día una lectora, yo soy mi propia musa, la ficción me atrae poco, aunque maquille algunas cosas.
¿Y qué os podría decir? Debería tomar una decisión muy difícil en un tiempo récord: me quedo o me voy de Madrid. Ya lo he repetido antes, no me quiero ir pero las cosas son cada vez más difíciles. Necesito un buen motivo para volver a Galicia o para quedarme en Madrid. Y no sé qué hacer. Es lo malo de tener que decidirlo todo solo. Soy la única responsable de todas mis decisiones pero afectan a mis niños y a mí, por supuesto.
En cualquier caso, volver no me parece una buena solución pero pedir en la Puerta del Sol, con esta ola polar, tampoco. Es curioso, hace un año por estas fechas, alguien hubiera dado cualquier cosa porque yo estuviese en Galicia y yo no podía, ni quería, ni debía pensar en irme. Ahora podría ser un motivo pero el momento ha pasado.
Aquí encuentro múltiples motivos para quedarnos. Nos encanta Madrid, estamos a gusto, tengo mi casa montada y, aunque echo de menos a mis amigos, aquí también tengo mi ambiente. En el fondo, sólo espero un milagro laboral de tres al cuarto para seguir tirando pero no aparece. De milagros emocionales ya ni hablo. Me toca una temporada de soledad. No tengo ganas de jugar al gato y al ratón y mis intereses están claros. No cierro la puerta, claro, nunca la cierro del todo pero quien me gustaría que llamase dudo que vaya a hacerlo y de saltos de cama estoy más que harta.
En realidad, no he venido a contar nada y a contarlo todo. Necesitaba y necesito escribir y, aunque no me faltan temas, me falta chispa. Llegados a este punto es cuando me planteo dejar el blog y no estropearlo escribiendo naderías pero… ya es parte de mí.
Lo que me fastidia es que podría hacer ácidas críticas de ZP, de la nueva churri de Felipe González, que se separa ahora de viejo para ir con la clásica pija rubia madrileña (las hacen en serie, yo no sé qué les ven), que Sin tetas no hay Paraíso se está acabando y con ella, la única serie que sé a qué hora ponen en la tele y consigue engancharme y olvidarme un rato de las cosas de todos los días. Por no hablar de dejar de ver al Duque (¡Válgame Dios…!) en tiempos de sequía sexual y emocional.
Lo bueno de que las cosas feas es que llegas a este estado en el que ahora me encuentro: catatónica. Mi desastre de ayer ni siquiera me hizo pestañear mucho, no he llorado ni nada. Me he secado. Ya que mi vida es bastante vegetal, si encima no me riegan y me tiran tierra encima pues… no llega el agua y no tienes nada que soltar.
Quiero ir a casa en el puente a que me comprendan un poco, a sentirme arropada y a que me ayuden a tomar decisiones porque entre todos, las cosas parecen un poco menos duras. Me hubiera gustado llevarme invitado/a para presumir de país y relajarme un poco pero no será así.
De todos modos, no sé ni cómo me atrevo a hacer planes a una semana vista. En una semana me puede pasar de todo y no precisamente bueno.
Pues sí, parezco un tía triste.
Será que lo estoy
(No encontré una canción adecuada pero acepto sugerencias...)
sábado, noviembre 22, 2008
No se ama a las Ninfas
Y no me duele tanto saber que no me quieres cerca de ti como no saberlo. Y no me duele tanto saber que podrías sentirme como saber que no quieres hacerlo. Y no duele tanto desearte como saber que ya no me deseas o, peor aún, que sí lo haces y, aún así, me apartas de tu lado.
Cómo lamento no tener armas de mujer para evitar que huyas cuando estás tan cerca. Cómo lamento no ser capaz de buscarte, de dejar caer unas adecuadas lágrimas, de recordarte cuán en casa te sientes en mis brazos para lograr que, por una vez, te dejes llevar adonde la sinrazón te quiere conducir: a mí.
Cómo lamento descubrir que te hago y me haces feliz y, por eso mismo, no te sirvo.
Cómo lamento que no esconder mi sonrisa, mi pasión, mi deseo, mi alegría de verte no te acerque a mí sino que te aleje.
Cómo me duele recordarte, pensar en todas esas pequeñas cosas que hicimos juntos y disfrutamos hasta de lo más nímio. Recordar cómo te estremecías en mis brazos, cómo te volvía loco mi mirada, cómo nos reíamos libres, cómo chapoteábamos en el agua, cómo nos acariciábamos hasta la extenuación y nunca teníamos bastante. Cómo hacíamos el amor de forma loca, en cualquier lugar, sin poder ni querer evitarlo. Cómo estaba dispuesta a que me tomases como quisieses porque el simple hecho de darte placer era mi placer. Cómo me sentía viva sólo con rozarte.
Y lamento que, segura de que nos hacíamos sentir únicos y mágicos, que podríamos ser cómplices como casi nadie puede, te acobardes. Que no me hables más que cuando tú quieres. Que me hagas sentir pequeña y desechada precisamente tú, el único al que quise hacer sentir como a un verdadero rey.
Hoy, plego velas, una vez más. Apago las luces de la magia, haco caer el telón de tan hermoso capítulo, recojo mis sueños, el cuerpo que ya no deseas y me encierro en la cueva del olvido.
Vuelve el silencio, la soledad, la desilusión, la incredulidad. Vuelve la vulgaridad, los días todos iguales y las noches desperdiciadas. Vuelve la tristeza de tener un corazón lleno que no puede ni debe mostrarse.
Quién tuviese armas de mujer, yo no las tengo. No sé perseguirte, no sé capturarte, no quiero que vengas a mí de otro modo que no sea en plena libertad.
Sólo soy una Ninfa y tengo armas de ninfa. Nuestras alas seducen, impresionan, atraen, pero los hombres no quieren pequeñas hadas en su vida. Quieren mujeres corrientes que les hagan sentirse seguros.
No se ama a las Ninfas, son seres de ficción.
Será por eso que te has ido antes de descubrirme.
viernes, noviembre 21, 2008
Todos somos capitanes....
Por otro lado, un amigo y sin embargo lector (y probablemente, el más guapo) me dijo hace unos días que mis escritos verdaderamente buenos eran los que realizaba cuando estaba literalmente “hecha polvo”. Si tiene razón, éste os va a encantar.
El bloguero amigo hablaba de las frases hechas y de lo que le repateaban. Desde que caí en desgracia (esto vendría a ser desde que… ¿nací?) a mí me las repiten sin cesar. Todo el mundo me da consejos, pone en cuestión mi responsabilidad sobre las vicisitudes varias de las que voy de oca en oca y tiro porque me toca, me dice cómo soy, lo que hago mal, lo que lucho y lo que no, lo buena que es mi vida y la suerte que tengo incluso cuando no la tengo.
Me invade hoy un profundo hastío de vivir. Me invade hace mucho pero siempre me he revuelto como una fiera contra él. Ya no tengo ganas ni de eso. No quiero tener esperanza en cosas que no ocurren, no quiero pensar en un futuro que no llega, no quiero que me digan que soy fantástica para luego dejarme pasar. Lo detesto.
Me voy a por todas las maravillosas frases que con más o menos cariño me repiten unos y otros. Frases que son sólo eso, palabras, repetidas de generación en generación que no por ello son más verdad.
No quiero que me digan NUNCA MÁS:
Tú eres una luchadora y saldrás adelante.
Estoy harta de luchar, no creo que tener que pasarse la vida haciéndolo tenga nada de estupendo. No soy una luchadora, no me gusta pelear, sólo lo hago por necesidad y no disfruto ni encuentro la más mínima compensación en partirme los brazos para infravivir. Yo sólo quiero vivir tranquila. Y nunca lo he logrado.
Eres encantadora, bella, inteligente, lo tienes todo para encontrar a un hombre que te merezca.
Si soy encantadora, los espanto porque están demasiado a gusto. Si soy distante, se quejan de que no me entrego (¿Para qué, para cagarla?). Si lo tuviera todo para tener una relación emocional mínimamente real no llevaría cuatro años y medio conociendo mamarrachos inseguros ni me cruzaría con un cobarde tras otro.
No voy a desaparecer. No me asustas.
Éstos son los peores. Desaparecen sin falta y no tienen huevos nunca para decirlo. Motivos variados. He desistido ya de entender a los hombres. He desistido de querer a los hombres. Sólo quiero a mi hijo. El resto son basura. Me da igual que sea políticamente incorrecto. Me remito a la estadística.
Eres y tienes que ser fuerte.
Ser fuerte no me hace inmune al dolor. Y no sé qué se supone que es ser fuerte. ¿Que la vida te zapatee y no te mueras porque no es algo que puedas decidir tú? ¿Que tienes que apretar los dientes, sonreír y quitarle importancia al hecho de que todo va mal? Pues prefiero ser débil y que alguien me sujete de vez en cuando.
Eres muy negativa.
Me encantaría ver a muchos de los burgueses que me dicen esto, cuya única penalidad en la vida es que se aburren con su santa (pues que le echen huevos y la dejen) pasar por el infierno del paro una y otra vez, quedarse solos con dos niños de dos y tres años, buscar milagros debajo de las piedras, intentar y conseguir muchas veces seguir sonriendo cuando la vida se carcajea de ti, ver su cuenta en números rojos a primero de mes, ver llegar cada año la Navidad con la angustia de no saber cómo sacarás a tus hijos el mes siguiente, estar y sentirse solos, sin nadie que te haga una caricia al llegar a casa y te convenza de que, después de todo, hay un hombro dispuesto a permitirte descansar… de la vida y de ti misma.
Lo mejor está por llegar. Lo bueno de tocar fondo es que ya todo es para arriba, no puedes ir a peor.
Por supuesto que se puede ir a peor. Y lo mejor muchas veces no llega nunca. Yo llevo desde los cinco años esperando a que llegue.
No pierdas la esperanza.
¿Esperanza? ¿Qué es eso? ¿Se come?
Ya tienes a tus hijos, no necesitas nada más.
Necesito una vida para ellos y otra para mí. Soy su madre y una mujer. Quiero disfrutar de las cosas, no sólo padecerlas.
Eres muy valiente.
No quiero ser valiente. Quiero ser afortunada. No quiero ni necesito admiración. Necesito trabajo y amor. Debo estar loca por pretender tanto de esta vida de mierda.
Todo se va a arreglar y tú puedes con todo.
No, nada se arregla. Y no puedo con todo. Estoy agotada, quiero tirar la toalla y que me dejen en paz.
Se me quedan muchas en el tintero. Me duele el corazón, me duele el cuerpo, me siento profunda y añejamente triste. No quiero lástima, quiero sentirme como me dé la gana porque tengo claro que esto no mejora ni va a hacerlo.
Y esto es lo que hay, señores.
Nada.
(Tal vez sólo Carlos Goñi me entienda en este momento... No dejéis de escuchar con atención tan brillante letra)
jueves, noviembre 20, 2008
Mi tío David
Tiene unos ojos azules casi transparentes, fríos como el hielo si no miras un poco más adentro. Un hombre de los de antes, que se hizo a sí mismo, uno de los mayores de una familia de quince hermanos y no tuvo oportunidad de estudiar una carrera, que era uno de sus mayores anhelos. A pesar de todo esto, es un hombre preparado y muy inteligente. Ha trabajado toda su vida _y toda quiere decir, toda, hasta sus 90 años_ ha sabido, pasito a pasito, ser bastante más que solvente, darle una carrera a todos sus hijos e, incluso, tener algún espacio para pensar en mi madre cuando ha pasado una de las numerosísimas vicisitudes que han conformado su vida. Como veis, he salido a ella.
Es esposo de la hermana de mi madre. Siempre he envidiado a la gente que tiene hermanas. Las hermanas se pelean, se critican pero son un sostén incalculable cuando las cosas se ponen feas. Para mi madre siempre han estado feas y mi tía, que también lleva toda su existencia cuidando de un marido exigente y de cuatro hijos, en tiempos muy difíciles, partiendo de la nada para ser el castillo de coraje que hoy es, a pesar de los pesares aún puede solidarizarse con su compleja vida y hasta con la mía. Yo sólo tengo hermanos, la clase de hermanos que es como quien no tiene nada. O peor aún.
Mi tío David habla poco y escucha mucho, hace las cosas despacio, sin prisa y sin pausa, es terco, de carácter difícil y, según me cuentan, autoritario. Un hombre de su tiempo. Pero MI tío tiene una peculiar manera de ser tierno conmigo, supongo que de la misma peculiar manera en que yo lo soy, casi a escondidas. A mí nunca me costó acercarme a él, a pesar de que nos vemos poco. Pero le sentía conmigo. Mi tío nunca tuvo que decirme que me quería porque siempre me lo dijeron sus ojos transparentes y cada vez que me llamaba “Princesa”. Es el único hombre que me ha llamado así y me ha hecho creer que, de verdad, durante esos momentos en que nos acompañábamos, lo era.
Aprendió solfeo y a tocar el órgano con más de 65 años él solo. Autodidacta y tenaz, practicaba y practicaba hasta la extenuación. Estuve en su casa en aquella etapa porque mi tía _preocupada, cómo no, de mis extremadamente invalidantes jaquecas_ me llevó a Vigo para que me viera un buen neurólogo, me compró ropa y hasta obtuvo el beneplácito de él, acostumbrado desde siempre a llevar un férreo control sobre la economía familiar.
Quise que fuera mi padrino de boda. Mi padre había muerto y ninguno de mis hermanos le llegaba a la suela de los zapatos. Además, también había sido el padrino de mi madre. Es lo que más se parecía a un padre que yo conocía una vez perdido el mío. Recuerdo que en la berlina que nos trasladaba a la catedral me dijo que su papel era el más desagradecido porque llevaba una preciosa ninfa pero debería apartarse enseguida de ella. Y cuando llegó la hora de dar la paz, mi tío me besó una mano, como el caballero que siempre fue conmigo.
Mi tío David es una roca que superó con éxito operaciones de hernia discal y enfermedades a una edad en que cualquier otro se hubiese quedado postrado para siempre.
Este verano fui a visitarle. Es muy mayor, temía que se fuese y yo no me hubiese despedido de él. El parkinson le dificultaba hablar y le costaba mucho andar pero me contó muchas cosas sobre los árboles de su maravillosa finca en el campo, qué había plantado, qué no y dimos un largo paseo por La Granja. Se esforzaba en contarme cosas aunque fuese agotador para él. Paseamos entre esa bella vegetación y árboles maravillosos que cubrían el enorme terreno de la Casa Grande (algo parecido a un pazo en Galicia) que recibió por herencia de mi tía y le apasionaba cuidar.
Le di un beso en la frente, como a mí me ha gustado besarle sólo a él. Cuando me despedí, mi tía y él me recordaron que llevase un día a mis niños, que no conocían. Mi madre _cómo no_ dijo: “Si estamos vivos”. Y él aseguró: “Claro que estaremos vivos”.
Mi tío David ha muerto hoy y no puedo acompañarle en su último viaje porque estoy lejos y sin recursos. No puedo abrazar a mi tía y transmitirle cuánta tristeza me produce saber que jamás volveré a verle, lo que temo que ahora se encuentre sola y que ni siquiera puedo estrechar sus manos y recordarle que, en la distancia, estoy con él y con ella, ahora que su vida va a cambiar tanto.
No puedo llorarle más que en mi soledad y ni siquiera soy capaz de transmitir cuánto ha significado en mi vida y cuánto me duele que haya salido de ella. Así, mientras las lágrimas corren por mis mejillas y no sé cómo controlar esta sensación de vacío, de pensar que otro de los míos ha partido y, como siempre, no estuve a su lado, hago lo único que sé hacer para desahogarme y rendirle mi pobre homenaje: escribir.
He escrito todo este post en presente porque Mi Tío David vive en mi corazón y porque no quiero dejarle ir aún. Quiero llorarle en presente porque me parecía indestructible, inmortal. Mañana tendré que dejarle partir y asumir que no le veré nunca más. Pero hoy, hoy, todo mi corazón y mis lágrimas son para él.
Un tierno beso en la frente de tu “princesa”, mi galán caballero.
martes, noviembre 11, 2008
Me desean...
El caso es que, mientras conducía, sonaba una canción de Luis Miguel, que me encanta como baladista. Es un tema que, en sí mismo, no me gustaba especialmente, suelo preferir las letras más sentimentales. Soy rematadamente cursi para los temas melódicos.
Sin embargo, hoy esa canción me hizo pensar. Cuando yo estaba casada, padecí con gran dolor la durísima sensación de ser muy amada pero no deseada. Suena extraño, no voy a entrar ahora en detalles, pero ésa fue la principal rémora de mi matrimonio y la causa definitiva de su fracaso.
Sufría enormemente cuando recibía preciosos y sugerentes vestidos, exquisita ropa interior y perfumes destinados a seducir a quien me los regalaba que era, precisamente, quien no podía o no sabía desearme. Así durante muchos años, añoré desesperadamente ser y sentirme deseada. Me querían con delirio pero no percibía el deseo. Una suerte de locura incomprensible que me hacía sentir mermada como mujer, en el aspecto más físico de la palabra.
Cuando me separé, pude al fin redescubrir mi sexualidad y sensualidad. Y la paradoja del ser humano le dio la vuelta a la tortilla. Ahora me siento permanentemente deseada y, por supuesto, me encanta pero, siendo como soy una mujer rotundamente carnal, es mucho más fácil resultar y ser consciente de ser deseada que ser y sentirse amada.
Mi facilidad para vivir el sexo y la sensualidad sin temores añejos, para hablar de él con naturalidad, para desprender sensaciones me están haciendo prisionera de una imagen que no se ajusta del todo a la realidad.
Sé que sí, que me desean, como yo quería. Pero ya no me quieren, como yo deseaba. Y todo parece indicar que no se me ve más allá de mi cuerpo cuando mi cuerpo hace acto de presencia. Sólo espero que alguien me vuelva a repetir, en la intimidad, que lo más sensual de mí es mi cerebro. Curiosamente, lo dijo alguien que pudo amarme, porque podía sentirme, y decidió sólo desearme. Es más seguro.
Me siento casi exclusivamente deseada. Es tan fácil para mí hablar de deseo y transmitirlo a mi objeto del mismo que así todos podemos disimular los sentimientos, acallarlos, negarlos... Un estupendo disfraz que no es tal porque ese espíritu de la Ninfa es parte de mi esencia pero distrae, minimiza, reduce el peso del alma. Un alma de mujer también, firmemente unida a su cuerpo, pero incapaz de dividirse.
Entre tanto deseo, tanta frivolidad y tantas mariposas que se mueren con la luz del día, la Ninfa teme que su aura se pierda y luz de su magia se apague, como la de Campanilla, porque nadie crea en ella. Como dice el galán mexicano, "Si supiesen que eres mucho más que fuego, mucho más te desearían...".
Y, entretanto, como canta Luis Miguel... Me desean, claro que sí que me desean..
jueves, noviembre 06, 2008
Hotel, dulce hotel
Creo haber aclarado ya que lo mío no es el mochileo ni el camping ni otro tipo de hierbas viajeras. Yo adoro los hoteles y todo el ritual que les acompaña. Adoro las camas king size (tan poco habituales aún en España, ¡qué cruz, señores, qué cruz…), los grandes baños con ducha independiente, los jacuzzis, las sábanas recién puestas y planchadas, el kit de bienvenida, el minibar lleno de tonterías carísimas… qué sé yo, me encantan los hoteles.
Ayer viví una experiencia religiosa aquí, desde el lado oscuro de la crisis. Tenía una entrevista laboral en el Westin Palace de Madrid. Obviamente, nunca había entrado allí y, aunque he visto muchos hoteles de lujo en mi vida, a éste se le nota la categoría y el (imagino) desorbitado precio.
Se me había olvidado aquel tiempo en que los botones me abrían la puerta y me saludaban, pisaba ricas y gigantescas alfombras iluminadas por lámparas que serían ostentosas en cualquier otro lugar. El Palace es ostentoso, claro, pero la majestuosidad y un poco de ostentación son buenas compañeras siempre que no se caiga en la horterada.
Cuando entro en estos lugares, siempre pienso que yo me he equivocado de vida y dimensión. Que lo mío era vivir en medio de esas maravillas, yo que disfruto como una niña con cada detalle y que valoro lo bueno con delectación casi hereje. Observo a la gente que desayuna cerca del salón en el que estamos. Pienso que yo tendría que ser aquella señora elegante que nunca en su vida tendrá que preocuparse del maldito dinero y me sorprendo cotilleando cómo una musulmana, tapada hasta las orejas, desayuna a dos carrillos en un local tan europeo como chocante con su aspecto.
Es una pena no haber nacido Isabel Preysler o Mar Flores o Nuria nosequé (la del Fefé). Porque está claro a estas alturas que no me haré rica nunca (ni siquiera pudiente) aunque me chifle el lujo, la belleza y el buen vivir. Como dice un amigo mío, la culpa es mía, que les pongo pegas a todos aunque no es rigurosamente cierto. Yo querría ser la Preysler y ser capaz de enamorarme del señor ése que me va a solucionar la vida. Pero, claro, si yo ni siquiera conozco ese tipo de señores. Y ni siquiera me gustan los señores.
Mi entrevistador no era un hombre mayor. Dijo tener dos niños, como yo, de cinco y cuatro años y mi cerebro de mujer pudo visualizar, mientras atendía a la posible oferta de trabajo, la estupenda vida de su señora esposa, como una marquesa en su fenomenal chalet o acompañando a su esposo a sus “terribles” viajes de trabajo en los que mataría el tiempo de compras… Cuando supo que tenía dos hijos para mí sola me dijo _curioso en un hombre_ “debe ser duro criar dos niños sola”. “Muy duro”, respondí, mientras miraba alguna de esas lámparas que solucionarían la vida de los tres para los restos.
En fin, espero que mi próxima vida me compense las estrecheces de la presente y eso que siempre me las arreglo para vivir bastante bien. Pero debe ser fantástico no sufrir pensando en el futuro de los hijos ni en el tuyo propio, salir a desestresarse por Ortega y Gasset y Serrano, de tienda en tienda, o disfrutando de mi maravillosa habitación (ya puestos a pedir, una suite) mientras la visa platino se desgasta sin despeinarme. Además, soñar es lo único que se puede hacer gratis.
Ainsss, quiero reencarnarme en animal de lujo...
miércoles, noviembre 05, 2008
Como en casa
Cuando hace frío y el cielo es gris me vuelvo gatuna. ¿He dicho ya que quiero reencarnarme en gatita persa de casa de pro? Seguramente sí pero, por si alguien no conoce mis argumentos, los repito. Me gustaría renacer como gata persa (podría ser gato pero no quiero renunciar a mi feminidad) blanca _quiero ser blanca de ojos verdes enormes_ . Ahora mismo estaría en la misma posición en la que me encuentro pero más feliz. Ocuparía el mejor lugar del sofá, con mi mantita repija sólo para mí, y lo llenaría todo de pelos blancos y largos (en lugar de negros, como ahora) que mi amito atusaría y cepillaría encantado.
Es más, mi amo no se sentirá amenazado y se alegrará de que exista sólo porque existo. Una gata que se precie es apática y vanidosa pero a mi amo no le importará, él me encuentra encantadora, suave y una permanente invitación a las caricias.
Dentro de mi mantita, ronronearía de satisfacción mientras me dejo acariciar indolente. Al fin y al cabo, soy un hermoso felino de mirada de cristal: por definición he nacido para ser admirada, amada y cuidada. No tengo más misión en la vida que la estirarme y adaptar mi cuerpo al cuerpo contra el que me rozo con suavidad, alargar mis patas y contonearme para que mi amo no pueda quitarme las manos de encima.
Cuando me reencarne en hermosa gata blanca de pelo largo, me apoyaré sobre el pecho de mi amo, pasaré mi pelo suave sobre su cuerpo y él me recibirá encantado. No me temerá, no me echará de su lado. Y yo no tendré miedo de ser rechazada ni sentiré necesidad alguna de salir de casa.
Porque mi casa estará entre sus brazos.
domingo, noviembre 02, 2008
¡Ole la creatividad!
He pasado dos semanas infernales. Dos semanas en las que he tomado decisiones que sólo adelantaron acontecimientos y he salido fortalecida y no debilitada de un mal trago.
Es curioso, cuando alguien que conoce (o cree conocer) mis circunstancias y quiere atacarme suele aludir siempre a ellas para hacerme sentir mal. Me dicen que así de bien están ellos y así me trata la vida a mí. Entonces es cuando más valoro mi vida y la de los míos.
Sí señores, ésta mi vida: tengo dos niños objetivamente hermosos, más aún por dentro que por fuera, inteligentes, sanos, alegres, razonablemente felices. Llego a una casa que no está vacía aunque no estén porque yo estoy llena. Llena de ellos, del amor de mis amigos _un amor del que pocas personas pueden presumir tanto y con tanta seguridad_, de la satisfacción de buscar la felicidad en los míos y en la de saberme capaz de proporcionársela cuando me necesitan e incluso cuando no.
Conservo intacto mi sentido del humor (cáustico, sí, pero… ¡Sentido del humor!). No me siento ni estoy sola pero sé andar y vivir sin manos que me sujeten. Me encantaría compartir mi vida a medio plazo con alguien a quien poder dar todo eso que tengo pendiente y llegar a recibir todo aquello otro que la vida aún me debe pero, si esto no ocurriese, llevo mucho tiempo aprendiendo a convivir conmigo misma y a aceptarme.
Para aquellos para los que el triunfo se traduce en dinero, soy una fracasada. Yo he caído en esa tentación puntualmente. Sin embargo, cuando veo personas que se embolsan millones en una mañana y todo su afán es maltratar psicológicamente a los demás porque no tienen nadie con quien compartir su supuesta suerte, soy especialmente consciente de su pobreza. Hay quien piensa que, como no soy una superdotada que lo mismo cose, que salta al trampolín, que hace facturas o escribe parrafadas sin sentido, no soy “válida”.
Mi fortuna consiste en que sé para qué valgo y para qué no. Y, al margen de todo ello, no voy haciendo desgraciada a la gente sólo porque mi vida personal esté más o menos llena, que siempre lo ha estado.
Así pues, tras dos semanas en que trabajé en el lugar equivocado, con el jefe equivocado y con el trato equivocado, vuelvo con renovadas fuerzas a quererme mucho, a ver todo lo que tengo y a seguir haciendo lo que mejor sé: improvisar.
Mi pésame a los solitarios con caserones de tres plantas y a quienes detestan casi todas la personas que tienen que relacionarse con ellos.
Sí, así de mal me va a mí: tengo el bolsillo vacío y el corazón lleno. Estoy llena de vida, de salud y de juventud. Llena de afectos y de cariño. Y, sobre todo, llena de valor, incluso para hacer lo impensable para no permitir que pisoteen mi dignidad.
Demasiada Ninfa como para consentir que me pase un vulgar humano (o casi) por encima. ¿Qué no valgo para las tareas mecánicas? Pues me alegro.
¡Ole la creatividad!
martes, octubre 28, 2008
Cosas de meigas
A veces, una ha de tomar decisiones que se ajustan poco o nada a la razón y a lo políticamente correcto. Decisiones incomprensibles vistas desde fuera y muy especialmente si no se me conoce en profundidad. Sin embargo, a sabiendas de que me cargaré de penas si no remonto luego, creo haber hecho lo correcto.
Un post de mi querida Crika me ayudó a llevar adelante una iniciativa amparada sólo por mis más básicos valores humanos, mi tradicional tendencia a no gustar de lo que hago mal y hacer mal lo que no me gusta y una inefable, inexplicable y clarísima intuición previa incluso a darse la situación.
He dicho adiós a una oportunidad que para mí no era tal. No lo era porque no había perspectiva, porque estaba fuera de mi elemento y porque trabajar en un ambiente adverso es, por encima de todo, lo que más rechazo me produce a nivel laboral. Puede sonar cobarde y hasta puede que lo haya sido pero yo he reunido mucho valor para decir no. Es algo que se aprende con la edad y no es tarea sencilla.
Me han dicho que mi problema es de actitud y no de aptitud. Y es verdad. El sentirme a disgusto con mis jefes o en mi ambiente de trabajo reduce mi motivación. Tener un jefe que me hace sentir hostigada, llegar a una empresa donde no hay organización alguna, se te ordenan labores que nadie hace ni sabe cómo hacer y te abroncan por no hacerlas es algo que choca con mi natural espíritu crítico y rebelde. Me bloquea, es algo irracional pero no falla. Es como si parte de mí se haya marchado antes aún de haberme ido físicamente.
Como buena capricornio, soy una cabrita terca y tenaz para el trabajo. Pero en todos los trabajos en los que he estado hasta ahora había alguien dispuesto a pasarte el testigo. Si no existe ese alguien (o no se lo permiten, lo cual me parece más surrealista todavía) que te ayude y conozca la empresa, la organización y las labores estén departamentadas, a la cabra lo que le da es por volver al monte.
Pero, sobre todo, lo indispensable para mí es contar con apoyo en la empresa. Al menos las primeras semanas. Aunque yo entrase mañana en un periódico, nadie tendría que enseñarme a redactar pero seguro, seguro, sí tendrían que explicarme cómo se organizan las secciones, con qué herramientas trabajan y me darían un período para conocer la línea editorial.
Me dicen que hago las cosas mal porque no presto atención y no tengo espíritu crítico. Sí lo tengo, por eso me retiro, porque no soy la adecuada. No lo soy porque no es el tipo de trabajo para el que valgo, porque mi carácter me impide someterme a las críticas injustas y los mensajes contradictorios. Y a los jefes que viven obsesionados por el refuerzo negativo casi sin darse cuenta.
Yo no quiero acabar así. No quiero ser una persona que disfruta sermoneando una y otra vez a los que le rodean. Que olvida la importancia de generar un ambiente humano en el trabajo y que no conoce los enormes beneficios de que la gente trabaje contenta y no sintiéndose una cucaracha o permitiendo que la traten como tal, Y no quiero acabar pensando que soy genial y que todos los demás que no han llegado donde yo, son estúpidos. Hay jefes que, aún sin tener mal corazón,se han olvidado de su vertiente más humana, que la tienen, seguro, pero su ausencia de la autocrítica que proclaman para los demás no les deja ver que su vida es triste, que su permanente tensión es triste, su imagen es triste. Curiosamente, no he conocido una sola persona en Madrid que haya triunfado económicamente antes de los cuarenta que sea feliz o sepa organizar su vida emocional. Y pierden toda visión de la humildad.
No quiero ser desagradecida. Doy gracias por la oportunidad tanto por lo aprendido (a nivel moral) y por el gesto de generosidad. Mi gesto recíproco es no ser una carga y, en caso de ser escuchada, recordarle a quien pueda entenderlo que vivir permanentemente agitado, enfadado, temblando y criticando no puede compensar.
No hay dinero en el mundo que compense eso.
Y que Dios me ayude si me equivoco...
sábado, octubre 25, 2008
¡Viva la crisis!
Ahora que soy madre soltera (o viuda de vivos, como diría la llorona de mi compatriota Rosalía de Castro), trabajadora (de momento, porque este trabajo me durará dos telediarios) y mujer (a ratos, muchos menos de los que a mí me gustaría) estoy agotada. No doy abasto.
Aborrezco planchar, me gusta mi casa limpia pero me gustaba más cuando lo hacía la asistenta, cocino lo justito para que no muramos de hambre _no tengo mala mano, lo que no tengo son conocimientos ni interés en adquirirlos a estas alturas…_ y me repatea estar todo el día fregoteando por ahí, además de poner ochocientas cincuenta lavadoras a la semana y llevar la casa.
Mi vida actual es puro divertimento: a las ocho y media dejo los niños en el cole, a las nueve entro en el trabajo; como en media hora, salgo a las cinco y media corriendo a recoger a los niños, les doy la merienda y me enfrento con la casa totalmente patas arriba; hago camas, lavadoras, desmonto mochilas, monto mochilas, me peleo con los pequeños roedores para que hagan los deberes, hago cena, recojo lo que puedo, limpio la cocina por enésima vez, acuesto los niños, le robo horas al sueño para hacer algo más que trabajar, me acuesto (sola) y, al despertar, se me ofrece otro apasionante día igualito que el anterior. Añadimos a todo esto la precariedad económica y las malas perspectivas laborales y ya tenemos el círculo perfecto.
La verdad, esto no es lo que soñaba cuando era una adolescente. Incluso he tenido bastantes años de cierta solvencia. Cuando mi ex dio la campanada y acabamos los dos en la calle tras diez años en el periódico no me podía ni imaginar que, habiendo trabajado desde los 17 años, mi vida estaría en manos de cualquiera menos de mí misma.
Tener que prescindir de algunos bienes materiales, comprar marcas blancas y privarme de viajes no ha sido un gran problema. Mi ex decía que yo era “un animal de lujo” porque mi piel siempre ha querido cremas de gama alta _si no, se me desgracia y, sin embargo, está perfecta con un buen producto_, lo que mejor me sienta es siempre lo más caro (aunque no me compro ropa de marca) y, sin saberlo, en un escaparate elijo siempre el producto de mayor precio. Me encantan los buenos hoteles, la buena mesa, los buenos vinos. Pero soy un camaleón y adaptarme a las circunstancias se me da muy bien.
Sin embargo, no puedo prescindir de la tranquilidad y la he perdido. Aguantas situaciones que no aguantarías en el pasado ni de broma para poder seguir tirando. Pero yo soy una disfrutadora, no me gusta tirar, me gusta vivir. Y no me quejo, dentro de lo malo, nunca hemos vivido mal mis peques y yo. Pero hemos recibido ayuda y eso no durará siempre.
Yo quiero despertarme en un mundo mínimamente estable. La crisis para mí empezó hace cuatro años y ahora las cosas están peor que nunca. A ZP no le preocupamos los curritos, le preocupan los bancos. Y digo yo… Si en vez de darle dinero a los bancos se lo damos a la gente para que salga adelante… ¿No sería mejor para todos? Los puñeteros banqueros seguirían inflándose de pasta y la gente conservaría su vida.
Y no hay que pensar sólo en los hipotecados. Que algunos no tenemos para comprarnos un piso y también pagamos alquileres demenciales. Y las familias monoparentales hemos de pagar para poder trabajar. Paradójico ¿no?
Nos falta dinero a todos, señores. Nos falta trabajo a todos.
Y a mí me hace falta salir a dar una vuelta que iba a hacer un post divertido y me ha salido un sermón.
Será que estoy en crisis.
miércoles, octubre 22, 2008
Actualidad y pistachos
Esta mañana escuchaba en la radio que el Gobierno se había gastado el pasado año dos millones de euros en renovar los móviles de “sus señorías”. Estoy tan escandalizada como el locutor aunque no voy a decir que sorprendida. En un país en el que los políticos cobran cifras astronómicas y reciben un importante plus por cada vez que se dignan acudir a un pleno, la estupidez de nuestros gobernantes (y de los que les votamos) no tiene parangón.
A veces me pregunto cómo en tiempos de crisis a los sindicatos nos les da por convocar manifestaciones o huelgas reclamando el recorte de los macrosueldos de los que nos han llevado a la bancarrota .Sí, sí, que Europa también tenga culpa no me consuela. Yo siempre he creído que nos reportaría más problemas que beneficios y a las pruebas me remito. En realidad, he apostado más por el célebre “Europa acaba en los Pirineos”. Amén.
Pero los sindicalistas son políticos también. Una clase trabajadora que deja de trabajar para defender a los trabajadores. Una paradoja inexplicable que suena fatal.
Por eso procuro no ver el telediario. Me pone de mala leche y me deprime. Y por eso procuro divertirme todo lo que puedo. Porque es lo único que me mantiene vivita y coleando.
Los pistachos me hacen divagar. O el exceso de cafeína. O el de hormonas. O lo que sea. Mañana prometo dejarlo. Alguna de las tres cosas.
Bueno, mejor sólo los pistachos. La coca-cola y las hormonas son la chispa de mi vida.
Y menos da una piedra.
martes, octubre 21, 2008
La cruda realidad
Nunca me he explicado muy bien cuál es el motivo de que mi vocación y lo único para lo que tengo claro que sirvo no me sirve a mí. La gente acostumbra a decirme que soy “lista”, “muy inteligente” y que, con eso, podré hacerlo todo. Pero no es así. Es una tontería.
Una se cansa de reinventarse una y otra vez. De tratar de ser estupenda en todo porque, aunque me consta que soy estupenda en algunas cosas, también sé que soy torpe en otras. Hay labores que no me gustan o que no ejerzo como quisiera. Y no tiene nada que ver con mi coeficiente intelectual.
Tiene que ver con que soy un ser humano. Un ser humano que necesita que le den margen para adaptarse, que necesita espacio para SER y ESTAR, un ser humano que necesita no sentirse al borde del abismo una y otra vez. Un ser humano de lo más vulgar.
Y saberlo no me hace peor, ineficiente o estúpida. Me hace real.
Con todo el dolor, la fragilidad, el peligro y la maravilla que ello supone.
domingo, octubre 12, 2008
¿Erotismo o sexo descafeinado?
La cosa tiene su punto. Es como un culebrón en el que todas las nenas están buenísimas, operadísimas (estupendamente, por cierto, yo soy una defensora de la cirugía estética) y pasan casi todo el tiempo desnudas. Lo que me llama la atención de este programa, supuestamente caliente, es el modo tan diferente que tienen de elaborar los contenidos . No sé si es la diferencia cultural pero, lo dicho, yo alucino.
Os pongo al día: cruzan cuatro frases, como en las pornos, y en un pis-pas están ellas en pelota picada y ellos se supone que también pero no se les ve nada (así es de injusta y machista la tele…).
Lo que me hace gracia es la mojigatería que hay en toda esta supuesta transgresión. La chica de cuerpo perfecto se desnuda, se pone encima o debajo y empiezan a menearse con lentitud (una lentitud sólo para vírgenes y estrechas, desde golfo mi punto de vista).
Se supone que están “consumando el acto” (intento no poner palabrotas en el blog) pero los genitales de unos y otras están a medio kilómetro, sin posibilidad de rozamiento _no hablemos ya de penetración_ y comienzan un vaivén con ruiditos cachondos de ella (pero voz en off, queda rarísimo).
Algo han ido progresando pero he visto escenas (o sea, polvos) enteras en que el tío no le toca ni una teta a la muchacha _yo creo que gime de desesperación más que de placer_. Unas tetas que deben haber costado 3000 euros cada una, a la altura de la boca y el tío empeñado en tocarle la espaldita, tímidamente el perfecto culo y suspiros de mentira. A mí, en lugar de ponerme, es que me da la risa. Y eso que ellos también están buenísimos pero eso de hacer una serie erótica en la que casi no se puede tocar… No sé yo.
Bueno, no digo nada que ayer uno de los tíos se comió los pechos de la supermodelo mientras bailaban el vals (porque si eso es una penetración yo ya no sé nada de sexo).
En fin, es muy curioso de verdad. ¿Será que en Sudamérica eso es una guarrería de alta tensión? ¿Tan cochinotes somos los europeos que a mí eso me parece casto y puro salvo por los catarrazos que tienen que pillar las conejitas (y sus conejitos) de tanto estar al aire para nada?
¡Bah!Donde esté la magia del directo… aunque sea con cuerpo no perfecto _léase el mio_ pero que me da mis satisfacciones… No hay color. Para esto del sexo soy muy clásica: sólo con hombres, en directo, de uno en uno y sin amontonarse.
A lo mejor lo que da más resultado es el vaivén sin rozamientos. Por lo menos para el calentón nocturno en solitario.
De todas formas, yo sigo apostando por tenerlo... TODO.
Y estos caracoles son cien veces más morbosos:
viernes, octubre 10, 2008
Oro rubí y cordura para locos
He llenado mi copa de un rioja alegre y sabroso. Como yo, cuando estoy en plenitud; como la vida, cuando decide estar “tan bonita que da gusto verla”; como mi alma, cuando es libre de sus propias cadenas; como mi cuerpo, cuando decide tomar las riendas y someterme exactamente como a mí me gusta.
Lo paladeo en la boca largo rato. Nunca más de una copa en soledad. “Beber más a solas es de alcohólicos”, acostumbro a decir. Por ello la hago larga, interminable, lenta y aprecio su poso con delectación. Corre por mi garganta, como debería hacerlo tu lengua por mi cuello. Me incita, como sólo tú puedes, aún sin estar aquí. Me vuelve peligrosamente consciente de cada poro de mi cuerpo a pesar de que, inexplicablemente, no estás a mi lado para acariciarlo.
Los verdaderos placeres de la vida cuestan muy poco a nivel material pero mucho a nivel personal. Aprender a valorar cada instante es fruto de una madurez que suele llegar algo tarde.
Me encantaría tenerte ahora entre mis brazos, preso, indefenso, sumiso, para hacer de tu cuerpo mi fuente más egoísta de placer. Sé que mi placer es el tuyo, que tu sufrimiento es un gozoso infierno, que mi cuerpo, un pecado intocable que matarías por destrozar… y yo moriría por permitir que lo destrozases.
Ahora el vino debería correr por mi piel y por la tuya, como a mí me gusta regarte. Chuparía, lamería, acariciaría cada poro para recuperar la deliciosa mezcla de tu aroma, tu sudor, mi saliva y el color rubí con que te cubro. Pero no estás.
Mis sensaciones están tan a flor de piel que habré de dormirlas para poder dormir mi cerebro. Ése que maquina y me incomoda. Ése órgano maldito que no te deja libre para sentir, para vivir, para dejarme que te arrastre al averno.
En cambio, continúo degustando el oro granate que no me calma, no me amaina. Sólo me hace más consciente de que aquí está tu lugar. Y ni siquiera lo sabes.
Hoy dejaré que me haga perder la cabeza tu recuerdo.
Mañana haré que sea mi cuerpo quien te haga perder la cordura.
Y te cubriré de cordura sólo para locos.
miércoles, octubre 08, 2008
La búsqueda del Viento
El Viento necesita hallar la brisa que le complemente pero no sabe cómo ni dónde encontrarla. Sin embargo, no ha nacido para estar solo. Ha nacido para abrazar, para envolver, para acariciar. Mira y busca fuera pero la paz está dentro de él. Y, si algún día deja de girar desasosegadamente, tal vez vea que ahí mismo, a su lado, está lo que andaba buscando. Y no se había dado cuenta.
En este día, un año más, ella le desea que encuentre lo que se merece, que lo amen como se merece, que abra bien los ojos para descubrir que lo que necesita está en él… y en la que, tal vez sin saberlo, le espera ya.
Donde quiera que esté.
Feliz cumpleaños, Viento
lunes, octubre 06, 2008
Cuenta atrás
Me encuentro en plena cuenta atrás. Este mes cobro el paro por última vez (y sólo medio mes). Me debato entre la angustia y mi resistencia a dejarme llevar por la amargura. Estoy en el proceso final de selección de una empresa pero la próxima entrevista será definitiva, para mí y los demás finalistas. Así que puede ser un éxito u otra gran bofetada del destino.
Como ave fénix vocacional y forzosa que he sido toda mi vida creo que, como siempre, remontaré en el último minuto pero cada vez quedan menos minutos… Sin embargo, me niego a dejarme amedrentar aunque una parte de mí tiemble y tema tener que claudicar y volver a casa con el rabo entre las piernas. La otra, la incombustible, cree en milagros aunque no le guste decirlo en voz alta pero, ya veis, aquí, bajito y sólo para vosotros, lo repito una y otra vez esperando que sea verdad
Para compensar esta locura semanal he pasado un fin de semana estupendo. He disfrutado de esa noche madrileña que a mí me encandila como buena juerguista que soy. Me gusta salir en Madrid. Nadie te conoce, puedes hablar con todo el mundo, todos somos más abiertos, conscientes, quizás, de que nunca nos volveremos a ver. Pero así es la vida en realidad, momentos fugaces que van pasando… Y hay que disfrutarlos a tope porque, si no, te pierdes lo mejor pensando en lo que podrías perder o ganar.
Así que, con subidón de ego incluido, estuvimos mis amigas y yo bailando, tapeando y bebiendo como buenas españolitas de pro. El sábado fue muy especial. Pude combinar mis ansias de ver nuevos lugares, de salir de la rutina, con la sensación de volar en un precioso albatros de mi color favorito, el rojo, todo ello en la mejor compañía. Y viví una de esas veladas que tanto extraño en el día a día y que sólo con contados seres puedes llegar a experimentar y sentir. ¿Qué no duran para siempre? ¿Y qué es para siempre? ¿La muerte? Pues no perdamos el tiempo pensando y a vivir, que son cuatro días y dos de ellos los pasamos durmiendo.
Ver la televisión no ayuda. Sólo hablan de aumento del paro y las ocasiones parecen cada vez menores, por eso procuro verlo lo menos posible. Lo que me hace falta son los ánimos de las noticias…
Mi ser lúdico quiere abstraerse de todo y vivir a mil, como es mi naturaleza. El racional, lucha con pico y pala por un salario digno y un poco de paz. La extraña mezcla de un capricornio con ascendente en piscis. Esa rara avis soy yo.
Qué seria me he puesto. Prometo volver más poética, o más romántica, o más graciosa. Lo que es seguro es que vuelvo.
Aquí os espero. Con las botas puestas.
domingo, octubre 05, 2008
Siempre tan oportuna...
No estoy en un momento glorioso emocionalmente pero, como eso ya es costumbre, me apetece compartir otras cosas. He tenido visita de mi hermana y su novio y hemos disfrutado de las tradicionales cañitas de La Latina, de la terracita y de nuestro habitual ritmo de vacile con el que ambas nos retroalimentamos.
La llegada tuvo, cómo no, su punto surrealista, obviamente aportado por mí. Llegaron de madrugada y yo había ido a cenar fuera. Pensé que, como buenos forasteros, se perderían al llegar (que es como tiene que ser) y me avisarían cuando estuviesen cerca. Pero no. Así que, mientras tomaba un vinito tranquilamente en buena compañía (tremendo pedazo de compañía…), me llaman que ya están casi en mi casa. Salgo disparada y les digo que esperen en la gran y solitaria avenida paralela a mi calle donde les saldré al encuentro en coche.
Allá voy, rauda y veloz por la m-45, llego a calle en cuestión y veo, parado y con las luces puestas (aunque ya no estoy muy segura…) un coche. Un solo coche. Así que, no corta ni perezosa, les hago luces, me paro delante, les hago señas de que me sigan… Y nada. Un poco extrañada, llamo a M. para que se dé cuenta de que soy yo y que me sigan con su coche… Y nada.
De pronto, el coche de atrás pasa delante de mí, despacio, mientras sus viajeros me miran con cara de… ¿culpabilidad? Por supuesto, no eran mis amigos, así que me disculpé y se marcharon.
Unos segundos después mi cerebro empezaba a articular una teoría al tiempo que me sentía mezquina por tener la clara sensación de acertar. ¿Qué leches hacía a las cuatro de la madrugada un coche aparcado en una avenida en la que no hay NADA? Me pongo a pensar en el aspecto de la pareja. Ella era una rubia entrada en años y escasa de dientes y él… el clásico cliente de parada en avenidas de madrugada…
Imposible describir las burlas de las que fui objeto por parte de mis queridos amigos (que estaban más adelante, fuera del coche haciendo señas). Que si me había cargado la mamada del pobre hombre, que si le había fundido el negocio a la pobre mujer, que si pensarían que era la Policía u otra pilingui dispuesta a unirse a la fiesta… Lo malo es que tenían razón, los condenados.
Yo no sé cómo me las apaño para meterme en estas situaciones tan raras, la verdad. En fin, queda para el anecdotario de la náyade despistada e inoportuna. Está claro que les di un buen susto. O un subidón.
Vete tú a a saber…
(Este texto está recuperado de mi otro blog. Es reciente y me gustaría compatirlo aquí también. Gracias por vuestra paciencia a los que lo habéis leído)
jueves, octubre 02, 2008
Actos de fe
Estoy en temporada de reapariciones. Seguro que me habréis oído hablar de esto en otras ocasiones pero es que no falla. Tras la pertinente desaparición del cobarde o maleducado de turno, un tiempo después, siempre vuelven a llamar a mi puerta como si no hubiese pasado nada. Y es que yo ejerzo tan poca presión que algunos confunden que yo sólo quiera a alguien a mi lado por su propio deseo con que estoy disponible para cuando les parezca. Alguno hasta se sorprende de que la Ninfa encantadora se convierta en un témpano de hielo. Parafraseando al señor Trillo: “Manda huevos”.
Pues a esos pares de huevos los he mandado a tomar viento y punto pelota. Y entre mi jornada de cambios está el positivismo forzado (porque no me siento positiva pero tengo que sobrevivir y eso sí es mi especialidad). Así pues, a la espera de la tercera y definitiva entrevista de un trabajo que me interesa mucho, he cambiado las ruedas de mi coche, que lo necesitaban con urgencia y el coche será mi herramienta de trabajo (en mi nuevo empleo, cuando lo consiga…), me he comprado un gps y he inscrito a los niños en actividades extraescolares que económicamente ahora no me vienen tan bien pero me permitirán recogerlos más tarde y ahorrarme la asistenta (cuando tenga mi nuevo empleo…).
Este tipo de cosas son las que yo califico como actos de fe. De fe porque, dadas las circunstancias, debería ahorrar hasta el último céntimo para batirme en retirada. Pero no me da la real gana. He dicho que me quedo en Madrid y, en lo que de mí dependa, me quedo. Y no se hable más.
Este fin de semana me iré a la Latina, a tomar las cañas diurnas y echarme unas risas, que son muy buenas para el alma, y el viernes saldré a ligar, que también es bueno para el alma, aunque te quedes en el tonteo puro y duro. De hecho, esto es lo mejor, porque en cuanto caes, se acabó el interés. Qué mastuerzos son los tíos.
Aunque hay de todo. Ayer, una chica me escribió a través de un portal de contactos. Me sorprendió mucho que fuese una mujer pero leí el mensaje. Me contaba que se había puesto en el portal como heterosexual al principio, luego como bisexual y después como lesbiana y los tíos seguían entrando como locos (normal, es el portal de salidos más salidos de internet). Decía que le apetecía hacer amigas y tal. Pues vale, le pasé mi msn.
Esa noche se conecta y pone la cam. La muchacha es absolutamente espectacular. Eso sí, está en casa maquillada como para acudir al estreno de “Sin tetas no hay paraíso” (Sin el Duque es como no hay paraíso…) y un escote de vértigo de una talla igual de vertiginosa. Por supuesto, la nena es lesbiana. Y a mí me parece muy bien pero, como le aclaré, inexplicablemente sólo me gustan los tíos. Me sugirió probar. Hasta me sentí halagada, hay que ver qué pedazo de cachondas me ligo… Pero qué le vamos a hacer, me dejan fría.
Luego se empecinó en que me pusiese en contacto con un ex suyo que era maravilloso de la muerte o que probase con una tía. Era complicado hacerle entender a la muchacha que yo no juego así y que no voy tan necesitada. En fin, que hasta las lesbianas mienten en los portales. No somos na.
Y os dejo ya que, como soy una mujer independiente, tengo que hacer las camas.
Mierda de liberación de la mujer…
miércoles, octubre 01, 2008
Volver
Sin embargo, a pesar de haber creado otro espacio, me ha sorprendido que mis propios lectores de “siempre” me encuentren diferente. Ciertamente así es. Creo que soy/estoy diferente pero también es un hecho que el sentirme obligada a prescindir de mi alter ego nínfico ha sido una especie de mutilación tanto literaria como emocional.
Le he dado vueltas un tiempo. He valorado la desagradable sensación de haber permitido que me corten las alas para expresarme libremente sólo porque alguien se cree con derecho a amenazarme por mis contenidos (mucha gente se da por aludida gratuitamente, mis textos son míos, no han de ser reales ni ficticios, sólo son míos) o decidir dejar de escribir para que alguien se dedique a escudriñar mis sentimientos y sensaciones en lugar de centrarse en las suyas propias. Y he decidido que me importa un bledo (un carallo, como decimos en mi tierra).
Así que aquí estoy, con las mismas ganas de siempre de no morderme la lengua, de ser y sentirme libre y, querido amenazante, si tu vida está tan vacía que tienes que dedicarte a curiosear la mía, es que sigo tan presente en ella que deberías hacértelo mirar…
Además, contra todos mis principios de pesimismo y poca confianza en los concursos, me he presentado al III Certamen de bloggers de 20Minutos. Me ha dado el motivo y ha servido de motor de arranque para volver por mis fueros. Soy buenísima (¡jajaja!) aunque estoy segura de que no optaré a ningún premio. Lo único que sé es que la Ninfa no puede vivir ahogada ni silenciada y que si decide poner a parir a los hombres, a los ex y a la madre del cordero, lo seguirá haciendo. También me pondré tierna alguna vez y en ridículo unas cuantas más pero la parte que me faltaba vuelve a estar conmigo.
No desaparece Leonor, la dejaré para otro tipo de momentos o escritos. Pero yo soy Ninfa y me falta algo desde que me empeñé en disfrazarla. Voy a incluir algunos textos que escribí en otra parte que me gustan especialmente (mi querido Jabala…) para compartirlos aquí también y volveré con renovadas fuerzas a repetirme, seguramente, pero ya sé que, en el fondo, os gusta.
Os he echado de menos. Vengo con ganas de guerra, de polémica, de sentimentalismo y de sacar mi esencia oculta que sólo pude llegar a mostrar aquí. Si algún día alguien es capaz de sacarla a la luz verdadera, lo celebraremos como el hecho extraordinario que será. Eso sí, excusad mi ausencia de fe.
Bienvenidos a mi casa. El arroyo de la naturalidad y la osadía.
miércoles, julio 02, 2008
Punto y final
Es el momento de pasar la última página de este cuento. Siento que pierdo un pedacito de mí con él pero las circunstancias mandan. He de poner fin a este espacio, a ese nombre con el que me identifico y me siento y volver a pasar al anonimato.
Las razones no tienen que ver con mis deseos, como casi todo. Mi bitácora está ya en los ojos y las manos equivocadas. No tengo la opción de soltarme en libertad, ni dejar volar a mi personaje. Además, he hecho daño a terceras personas e, independientemente de lo mucho que la razón me asista, no es la finalidad de este rincón hacer sentir mal a nadie, ni atacar a seres inocentes.
Tampoco es el miedo lo que me induce a tomar esta decisión, a pesar de amenazas y otro tipo de cosas en relación con el blog, que no me afectan. Yo no temo a nada más que a que mis hijos sufran y a algún tipo de dolor físico. Para todo lo demás, tengo perfectamente claro que una de mis características más marcadas es el valor.
Quiero recuperar mi privacidad y la he perdido. Hay quien dice que no debo malgastar mi talento aquí. No lo he sentido así nunca. No me arrepiento de nada ni tengo nada de qué avergonzarme. Otra cosa es que mis letras lleguen a las personas equivocadas del modo equivocado. No disfruto con el mal ajeno.
Lamento profundamente perderos a vosotros, queridos lectores. Recibir vuestros comentarios, críticas y apoyo ha sido una compañía sin igual en estos dos años. Me alegrabais el día y me dabais un motivo para abrir el correo y ver algo más que textos impersonales y sin interés emocional.
Se cierra una etapa de mi vida, como siempre incierta. No dejaré de escribir nunca, sea donde sea, pública o privadamente. Algunos de vosotros sabéis cómo llegar a mí y estoy seguro de que otros encontraréis el modo de hacerlo.
Por el momento, no borraré mis textos. No reniego de ellos. Quedan ahí, flotando en el ciberespacio como esas estrellas muertas da las que seguimos viendo el brillo miles de años después de su desaparición.
No queda mucho por decir. Espero que volvamos a encontrarnos, aún sin saberlo. Es una de mis ilusiones.
Podría citar a muchos de mis fieles seguidores pero no me gustaría olvidarme de nadie. Os llevo a todos conmigo y seréis un motivo más para seguir haciendo cosas nuevas, en lugares nuevos, de maneras nuevas.
Se acabó la función. Es hora de bajar el telón y aplaudir a las butacas. Este toro es vuestro, os lo brindo a todos vosotros.
Ahora sólo queda el último gesto:
Escribir el punto y final.
(Este tema está repetido pero no he encontrado nada más apropiado. Y adoro esta canción...)
viernes, junio 20, 2008
De piscinas y acolchados
Me he pasado no sé cuántos días observando cómo los malditos halógenos me hacían ver mi flacidez, mis nuevos acolchados y, cuando reúno el valor para sacarlos al sol y dejar que se bronceen me quedo compuesta y sin piscina. He pensado en bajar y ligar bronce igualmente pero... señores, esto es Madrid, a 35 grados sin sombra y sin refrescarse… hasta mi proverbial coquetería tendrá que esperar.
Por no hablar del monumental cabreo (justificado) de los pequeños roedores que me han mirado como si yo fuese el malévolo inspector que clausuró el refrescante agujero.
Había cogido yo un tonito que me hacía sentir más bella (cuestión que me eleva la moral bastante en tiempos de crisis permanente), me daba la sensación de que el acolchado no era para tanto (en realidad, no lo es pero yo soy una purista), me preparaba para volver a dar una vueltita por Galicia con un falso y dorado buen aspecto… Y nada.
Este momento de superficialidad me viene muy bien, con tanta profundidad de problemas reales que no se solucionan más rápido por amargarse la vida. He leído en un blog recién descubierto que las mujeres con los años y poco “movimiento” nos estropeamos a toda velocidad… Así que me aplico el cuento y me vuelvo a asustar ante el espejo, el DNI y la madre del cordero. Habrá que buscar algo de “candela” para el veranito (no suele ser difícil, tampoco vamos a negar lo evidente) para mantener el tono muscular.
Me debato entre comprarme el step de la wii para hacer ejercicio en casa. Por un lado, es un gasto que no debería hacer y por otro, es salud física y mental. Quiero una bici estática (yo, que las detesto pero la coquetería manda) y unas pesitas… Como me dé un arrebato voy a Decathlon y arraso…
¡Dios mío, qué acelerada estoy! Papaíto quiere hablar conmigo personalmente y ya he tenido pesadillas. Cuando se pone suave y encantador y se empeña en hablar en persona, es que quiere algo y algo que, seguramente, me perjudica. Creo que esto es lo que me provoca la ansiedad…
Lo dicho, me quiero poner maciza. Ahora, vuestra obligación es instarme a que me compre el cacharro de la wii. Necesito apoyo moral para hacer gastos extraordinarios.
Y que alguien rellene la piscina… ¡YA!
lunes, junio 16, 2008
Sin novedad en el frente
Me muevo en la dualidad. No quiero hablar de mi complicada existencia ahora mismo. Ya he hecho mis jornadas escritas de autocompasión. Las doy por finalizadas. Podría ponerme a escribir sobre temas más ajenos a mí realidad pero ya ni sé. No puedo proyectar despreocupación cuando no estoy despreocupada o banalidad cuando estoy reconcentrada y espesa. Sin embargo, puesto que no soy capaz _todavía_ de cambiar el color de mi vida o mis sentimientos sí me apetece sustraerme de todo ello aquí, en la bitácora de los enfermos mentales en busca de una pizca de cordura demente.
Ha sido la primera jornada de piscina de la temporada. El tiempo _al igual que los acontecimientos_ se muestra caprichoso y desagradecido este año. Un rato llueve, otro es verano; de pronto, las nubes se ciernen amenazadoras y lo cubren todo. Y en medio, como pequeños e insignificantes seres que somos, nosotros correteamos, ora huyendo del agua, ora corriendo en pos de los vivificantes rayos del astro rey.
Una de las cosas de las que estaba más orgullosa estaba era de haber logrado para mis hijos una calidad de vida que yo ni podría haber soñado en mi infancia. Corren felices con sus compañeros en el privilegiado edén privado que busqué para ellos. Tienen amigos, chapotean enloquecidos en el agua y hasta yo tengo vecinos con los que disfrutar de un vinito al final del día.
Han participado en un cumpleaños que para mí hubiese querido yo a los 20 (fiestuqui con música, pizza, juerga en la piscina, globos de agua… hasta las mil). He tenido visita de un ya viejo amigo, me he dejado abrazar por el sol (nos hemos dejado mi celulitis y yo: un año en Madrid sin ninguna clase de ejercicio pasa una factura muy alta) y ahora sueño con un favorecedor bronceado que me haga creer que, después de todo, la vida es bella aunque esa belleza sea tan manifiestamente efímera.
Me daré una vuelta por mi tierra en un par de semanas. Me sobra el tiempo, puedo perderlo en un tren a precio más barato que los aviones, ya con síndrome veraniego en sus tarifas. Echo de menos _para variar_ unos pocos mimos de diferentes tipos. Me quedaré con los amistosos, ya todos sabemos que el amor es un ave rara y traidora.
Mañana comienza otra semana de incertidumbre. A todo se acostumbra una.
sábado, junio 07, 2008
Dios juega a los dados
Es más que probable que tenga que dar un nuevo salto al vacío. Barajo todos los pros y los contras y me quedo sin respuesta. Una vez más, he de hacer lo que debo, no lo que quiero y sin saber siquiera si acierto. Tengo que decidir entre dar otra vuelta de campana _una vez más_ a lo que más detesto trastocar: la estabilidad de mis hijos.
Puede ser que dar marcha atrás me sirva para coger impulso o sólo para retrasar la caída. Que dé la vuelta para encontrar mi lugar o que descubra que no existe y tenga que seguir peleando con ese desagradecido ente llamado destino, que se empeña en ponerme a prueba una y mil veces.
Tengo la cabeza como un bombo. Pienso y pienso sin parar. Me desgasto en ejercicios inútiles imaginando futuros posibles, alternativas inexistentes, milagros de última hora. Tal vez estoy equivocada y debería estar agradecida. Sin embargo, sólo estoy hecha un lío. Las lágrimas de mis hijos duelen más que las propias, escuecen como sal en las heridas. Y nunca sabré si lo mejor para ellos es la decisión que voy a tomar, sea ésta la que sea.
Con el corazón, me quedo al abrigo de Madrid _esa ciudad que me conquistó desde el primer día_ con las risas de los niños que juegan solos, seguros y libres en el jardín de la urbanización en que vivimos, con su mundo _tan parecido al de nuestra infancia_ rodeados de otros pequeños, con su piscina para disfrutar con ellos, con ese clima más amable para salir a ver el sol.
Con la obligación, tal vez regrese a Galicia, mi casa. Allí están mis amigos (todos ellos felizmente casados y con hijos, con vidas tan distintas a la mía), tal vez un tiempo de desahogo económico, la humedad, el cielo gris. Muchas horas de encierro en casa para los peques, una educación inferior, “sin vecinos” como dicen ellos y su padre, de nuevo también, lejos otra vez, ahora que se había trasladado a vivir en Toledo. Ellos recuperaban a su padre y yo mi vida personal. Ahora perdemos los tres.
Y todo ello sin saber si habré de desmontar mi mundo (y el de los niños) una tercera o cuarta vez. Sin saber si hago lo mejor. Sin saber nada.
Dicen que el que no se arriesga no gana. Yo no sé si se gana o no. Vivo en el riesgo permanente. Siempre caminando sobre el alambre de esa cosa extraña, compleja y, tantas veces, desagradecida que es esta existencia.
Que Dios, si existe, me ayude a hacer lo mejor. Y si no existe, que el azar se ponga de mi parte.
Aunque sólo sea para variar.
jueves, mayo 29, 2008
Sola
Me siento perdida. Una vez más, desconozco la dirección de mi vida, cómo organizarla, qué decisiones habré de tomar en breve y si serán las acertadas.
Me siento frágil, un fácil objetivo para cualquier posible daño que me ronde. Quisiera un hombro para apoyarme y descansar. Dejar de pensar, sin cesar, en lo mismo hasta dolerme la cabeza.
Hace unos meses dejé pasar una oportunidad amorosa por priorizar todo el esfuerzo logrado, el bienestar de mis hijos, la estabilidad. Ahora no tengo amor, ni estabilidad ni recompensa.
No me gusta no saber dónde estoy. Me fatiga física y moralmente. Estoy cansada. Me agota buscar y no encontrar. Me agota no poder quitarme pesos de encima.
Sigo esperando que mi vida encuentre su orden dentro de la permanente entropía que la caracteriza pero tengo la desagradable sensación de que no me corresponde. De que ni esperando ni moviéndome consigo objetivos. Y eso es lo peor. Que nada sirve. Que desconozco cómo enderezar el rumbo.
Sí, está claro. Estoy cansada.
Y estoy sola.
martes, mayo 27, 2008
Dando guerra
No he querido escribir porque no me apetecía, en primer lugar, y en segundo lugar porque no me gustar convertir mi blog en El Rincón de Plañidera. Es saludable y catárquico echar la basura fuera en forma de texto pero no me gusta escribir bazofia, aunque _como he leído hoy en un periódico gratuito_ sea bueno para la salud.
Sin embargo, hubo una ocasión en que renegué de las letras durante demasiado tiempo (casi dos años) y sabiendo que es fácil que vuelva a recaer en ese modelo de autodestrucción no me dejaré llevar. Así que aquí estoy.
He visto recientemente a uno de esos que dice que “ya no me lee” y que pretende saber todo de mí a través de mis páginas. La ignorancia (nunca me cansaré de repetirlo) es muy atrevida. A pesar de no leer mis textos los calificó de “derrotistas”, adjetivo que queda perfecto para mis tres últimos posts pero que no reflejan para nada el espíritu de este blog, ni a la Ninfa, ni a la escritora. En cualquier caso, no me sorprende que cada uno vea lo que quiere ver.
Otra cosa que me ha hecho gracia es que el mismo personaje aseguraba estar al tanto de mi vida sentimental cuando yo jamás aludo directamente al momento personal que puedo estar viviendo. Es decir, nadie puede decir que yo relate en ningún momento lo que he hecho la noche anterior en compañía de un hombre, si estoy o no saliendo con alguien, si he tenido o no sexo tal o cual día. Jamás hablo de mi vida sentimental de modo directo. Pero los listillos aluden a ilusiones rotas, amores que me abandonan y sexo a diestro y siniestro.
Es penoso que algunos ni se planteen que las letras tristes no siempre hablen de amor o pasión sexual. A mí me apasionan muchas más cosas y me producen profundas sensaciones cuestiones tan cotidianas como la amistad, la nostalgia, mis hijos, el dolor ajeno, una bonita letra, un talentoso texto, un vino de gusto alegre y vivaz o denso y ponderado… La vida me produce sensaciones muchas veces dolorosas y una canción de amor cuenta muchas de esas vivencias.
Una amiga bloguera acaba de cerrar su espacio privado y me ha dado una serie de razones poderosas que a mí me han sorprendido no por elegirlas (me dicen mucho de su valor como ser humano) sino por el corrillo que, por lo visto, se forma también en ciertos ambientes blogueros. Envidias, falsa compasión, chismorreos… Será que yo siempre vivo en las nubes _en mis nubes literarias porque, por lo demás, con tanto hostiazo estoy bien en la tierra_ que no participo de chismes y demás. No fomento la compasión porque me asquea hasta cuando la practico conmigo misma y, a pesar de alguna pataleta en la bitácora, la rehuyo en público.
Me gusta la solidaridad y la comunicación, no la compasión ni la lástima. Lo dicho, para lástima, la que siento por mí misma de vez en cuando. Si he resultado lastimosa (lo sé, lo sé, así ha sido) os ruego me disculpéis y no le déis más importancia. No tengo la menor idea de cómo pero saldré adelante. No sé con cuánta fortuna pero habrá que salir.
Así que no permitiré que las circunstancias me roben también lo único que poseo y nadie puede arrebatarme: el amor por las letras, la satisfacción de comunicarme con vosotros, el poder de transmitir más allá de mis propios sentimientos llegando a los vuestros y que ello nos permita a cada cual ordenarlos como deseemos.
Estoy lejos de estar al cien por cien y de ver mis deseos mínimamente cumplidos. Sigo rodilla en tierra pero aún queda una respetable y saludable porción de rebeldía dentro de mí. No batáis palmas, estoy lejos de estar bien. Muy lejos pero, aún así, ESTOY.
He perdido unas cuántas batallas… pero queda mucha guerra.
Y esta Ninfa es muy guerrera. Vaya si lo es.