viernes, septiembre 01, 2006

Ecos de la perla del Caribe

Se acaba el verano. Mira que a mí me gusta el sol y el calor. Por mis tierras soy un poco rara porque los gallegos, con ese estilo paradójico que les caracteriza, se quejan de la falta de sol todo el año pero luego dicen que les gusta la lluvia. A mí no. A mí me repatean los días grises.

Empecé a viajar relativamente joven. Siempre, desde niña, había soñado con ello. Así que, a la primera oportunidad que tuve, me largué a Cuba cuando aún no estaba de moda. Me fui sola porque estaba más que harta de ir donde querían y/o podían las demás. Por tanto, con 23 añitos y todos mis cuartos encima, me lié la manta a la cabeza, me apunté a un tour supuestamente destinado sólo a jóvenes y me dije: "Pues ya conocerás a gente enrollada y te lo pasarás de muerte".

En aquella etapa de mi vida hacía mucho que soñaba con ir a Cuba. Como era jovencita pensaba en ir de luna de miel en un futuro y esas chorradas. A los 23 ya había decidido que lo de casarse no iba a ser, así que no quise perder la oportunidad de conocer la isla de mis sueños.

Total, que con lo tímida que era entonces para conocer gente _de entrada, luego siempre me he soltado con facilidad_ me subí al avión y, tras un larguísimo viaje con escala en ¡Canadá! aterricé en "la Cuba de Fidel".

La primera impresión ya fue muy impactante. El aeropuerto no era el actual. Era un aeropuerto escaso y cutrillo. Iba despeinada, con el pelo largo y hecho una pena del viajecito. Cuando me tocó pasar ante el policía que revisaba los pasaportes, él discutía agriamente con un compañero sin mirarme. De pronto, se giró para tomar mi documento, cambió de expresión y dijo: "¡Qué linda!". Me puse colorada, no supe qué decir y me dio la bienvenida al país con todos los honores, sin mirar el pasaporte y alucinando con que viniera sola. Bueno, la entrada no podía ser más triunfal, habida cuenta de que yo nunca me consideré nada del otro jueves. Proporcionadita y mona pero ya está. Así que más que halagada estaba avergonzada. Pero encantada, ojo, que una es mujer desde que nació.

Segunda impresión: No había carros para las maletas. Muerta del corte y sin muchas fuerzas para cargar mi equipaje, me dirigí a un señor de cierta edad para preguntarle dónde podía conseguir uno de esos exóticos vehículos. No me olvidaré de su respuesta porque resultó todo un símbolo del espíritu cubano. "Mira, mijita, si no hay un carro yo te lo invento porque tú eres la muñequita más linda que ha pisado este aeropuerto". Osú, luego los españoles se extrañan de que nos gusten los caribeños. Pero si hasta para un rollo te tratan como si fueses el amor de su vida... !Las 24 horas que dure!

Salió un carro de no se sabe dónde y acto seguido todos los guiris hispánicos _talluditos ellos_ me preguntaron cómo lo había conseguido. Contesté la verdad pero es que había pocos carros...

La salida del aeropuerto fue impresionante. Nunca olvidaré esa humedad que corta el ambiente, ese calor, los coches antiguos, los carteles antiestadounidenses y las proclamas revolucionarias. Como si todo hubiese ocurrido el día anterior. Me sentí transportada a otro planeta. Ya hace muchos años que esa Cuba exótica no lo es tanto. Ahora hay coches de alquiler modernos, tiendas para turistas en las que hay de todo en las que, ahora al menos, pueden comprar los cubanos y un mercado negro para guiris acaparado por oportunistas y prostitutas que ofrecen una imagen completamente sesgada de la gente del país.

Podría dedicar muchas líneas a este apartado porque Cuba es una isla bellísima, con personas buenas, humildes y trabajadoras. Pero ésas no son las que conocen los turistas cámara en mano y bermudas. Para ellos están las prostitutas en las puertas de los hoteles (no las juzgo, cada uno sale adelante como puede y allí no es fácil)para esa pandilla de impresentables que dicen que las caribeñas son más calientes... Si pagaran en España la pasta que se gastan para ir allá, aquí se pasearían con macizas de alto estánding... En fin.


Mi llegada no pudo ser más surrealista. Me subo al autobús de jóvenes promesas de Unijoven y la media de edad no rebajaba los 45. Aún no había llegado al hotel y ya estaba deprimida. Sola, rodeada de personajes que podían ser mis padres y a miles de kilómetros de casa por primera vez. Subí al habitación de mi hotel. Era un hermoso lugar que hoy ha perdido todo su encanto. Por entonces se llamaba Habana Libre. Lleno de cafeterías ancladas en el pasado, con sus actuaciones en directo, alfombras que olían a viejo y a rancio abolengo, escalinatas años 50... Fascinante. Mi habitación estaba en la planta 22. Mientras ascendía pensaba en cómo sobrevivir a quince días con Unijoven Serie ORO. Tenía ganas de llorar. Era una cría, sola en el otro lado del mundo con un grupo de solterones y solteronas y alguna que otra pareja de recién casados (esos son los peores, no han salido de casa en la vida, no volverán a hacerlo y se juntan con las otras parejitas para hablar del convite sin el menor interés por conocer nada... endogamia pura y mejor para todos).

Crucé la imponente habitación con !Tres camas! y pensé en el desperdicio que era semejante pedazo de suite para no compartirla... Así es la vida. Decidí asomarme a la terraza. Enorme, hermosa. Era de noche. Incluso de noche o, mejor dicho precisamente de noche, La Habana se muestra en todo su esplendor. Mi hotel estaba frente al malecón, la inmensidad de la vieja colonia perdida se extendía ante mis noveles ojos. Me quedé fascinada. Con esa determinación que no sé de dónde he sacado desde niña me prometí a mí misma que yo iba a disfrutar de aquella maravilla aunque fuese lo último que hiciese en mi vida.

Llevaba 48 horas en pie y 24 de viaje. Bajé a una de las cafeterías del hotel. No tardé nada en encontrar tres jóvenes galanes dispuestos a invitarme a tomar algo. No salí del hotel, claro, aunque Cuba es un lugar seguro en aquel momento yo no tenía la menor idea, ni las tablas, ni la edad. Al día siguiente me arrimé a la única pareja joven que había en el grupo, majísimos, viajados, no casados, claro. Al año siguiente viajamos juntos a Turquía. Grandes amigos.

Lo demás es historia. Disfruté muchísimo. Pasé por cubana en casi todas partes. Me paraba la policía en la puerta del hotel pero, en contrapartida, me colaba en los cabarets sólo para cubanos pagando en pesos _invitada, por supuesto, a mí no me chulean en ningún lugar del mundo_, conocí personas fantásticas, también verdaderos buitres, aprendí mucho y disfruté de un país hermosísimo.

Años después volví, en circunstancias bien distintas. Conocí en esta ocasión a dos parejas que hoy forman parte de mi familia. Están aquí, a mi misma calle. No fue fácil para ellos llegar y mantenerse. Sigue sin serlo. Pero trabajan, tienen dignidad, formación, capacidad y afán de superación. Y me mantienen unida a ese lugar que me enamoró.

Después viajé a muchos otros lugares del mundo. Lugares que se quedaron también un trocito de mi corazón. Tal vez siga hablando de ellos. De momento, continúo como siempre, improvisando.

Y echando de menos un invento español ya extinto: el piropo. En Cuba, simplemente al pasear, el ego te sube catorce pueblos con cumplidos llenos de gracia y simpatía. Ni siquiera es para pararte, es parte de una cultura que les dejamos y se ha perdido.
Luego vuelves a España, a la cruda realidad, y si alguno pestañea a la luz del día al verte, puedes darte con un canto en los dientes.

En cuanto a los lugares, la luz, el mar, las ciudades de la perla del caribe, las conservo grabadas a fuego en lo que queda de mí de aquella aguerrida chiquilla de 23 años.

Mucha ilusión de vivir y la capacidad de apreciar todo lo bueno que nos ofrece la vida. Por pequeño que sea.

2 comentarios:

Raúl Alberto dijo...

Creo que se entiende perfectamente, el porque el viajar es la mejor manera de volverse ciudadano del mundo, no sabia de tus incursiones en la isla, yo también estuve por allá una vez en mi “juventud universitaria” que suele ser la mas osada de todas las juventudes, en fin, el encanto de la isla es incuestionable, así como la de sus habitantes, por cierto que conozco algunos por acá que ya forman parte de la vida de a diario, para todos ellos muchos saludos y claro, para ti un biquiño.

Anónimo dijo...
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