martes, septiembre 05, 2006

Magia cotidiana

Una de mis mejores amigas está embarazada. Qué digo amiga, mi hermana. Era la que me faltaba _en edad de procrear y emparejada_ por llegar al ruedo maternal. Como siempre, la llegada de un bebé a la familia es algo hermoso y deseable. Antes no me gustaban los bebés. Desde que tuve hijos empezaron a atraerme más, al revés de lo que le suele acontecer a la gente que es muy niñera antes de tener niños propios. Los más apáticos descubrimos el mundo infantil de la mano del amor filial y los más entusiastas descubren los inconvenientes de tener esos preciosos juguetitos en casa.

También mi ex está a punto de ser padre otra vez. Para los libros de sus hijos no hay un duro pero creo que el ajuar de la pequeña en vistas es completísimo. Así es la vida. Tal vez los hijos de este hombre tienen la suerte de tener unas madres que se ocuparán de que tengan lo que necesitan porque papaíto sirve más para ir al parque que para ocuparse de las responsabilidades contundentes.

En fin, lo que está claro es que la vida de una pareja se transforma radicalmente cuando un diminuto ser lloriqueante hace entrada en escena. Adiós a las noches largas y completitas, adiós al tiempo libre, adiós al "dolce far niente". De pronto, el coche se queda pequeño, salir a la calle sin ir cargada de equipaje y carritos que no pueden acceder a miles de lugares es una experiencia religiosa. Llegan los gases, miles de pañales, miles de mudas, miles de inseguridades de novatos.

También llega el instinto natural de protección. A las mujeres nos pasa en el momento mismo en que sabemos que estamos embarazadas. Los hombres es otra cosa. Saben que para tal fecha les mandan por Seur un niño y, hasta entonces, no saben ni de qué va la fiesta. El amor de madre se hace ya con el roce, con el día a día, con los detalles y crece año a año.

De todos modos, yo no soy de las que hace exaltación de la figura de madre-coraje. Considero que cada faceta en la vida de una mujer puede y debe estar bien diferenciada. Como lo hacen los hombres. Sólo que a ellos les sale naturalmente y nosotras somos tan lelas que nos sentimos culpables por no mezclarlo todo. Yo soy mujer, soy madre, soy amiga, soy profesional. Todas esas cosas son aspectos diferentes de mí. Parte indivisible pero, paradójicamente, bien colocada cada cual en su compartimento estanco.

No me siento culpable de divertirme cuando no estoy con mis hijos y me siento muy bien cuando estoy con ellos. Sigo teniendo necesidades de mujer independiente aún sabiendo que mi existencia está, al menos en parte, mediatizada por la existencia de los niños. Los amo de forma inconsciente, como a la vida, sin pensarlo, sintiendo sólamente. Necesito mi espacio de dama solitaria también. Me he acostumbrado a hacer muchas cosas sola que antes ni se me ocurriría y me siento bien con ello. No dependo de nadie para organizarme el día o para buscarme quehaceres o quenohaceres.

La evolución vital nos enseña que somos más adaptables al medio de lo que nunca creímos. Que somos capaces de casi todo lo que queremos porque hace más el que quiere que el que puede. Que se sobrevive a todo menos a la muerte. Que crecemos como esos chiquitines con ellos, a través de ellos y a pesar de ellos. Que somos un engranaje más de la rueda de la vida. Y que, si la miramos con los ojos transparentes de los niños, podemos disfrutarla un poquito más cada momento, cada segundo, cada parpadeo.

Que también nosotros seguimos naciendo y muriendo cada día. Y, por ello, cada día es único e irreemplazable. No podemos dejar la vida para después. Después no existe. Después es nada.

Por eso, la ninfa paladea cada segundo, cada sabor, cada olor como si estuviera en su paraíso de diosa menor.

Y con eso, cada pequeña cosa hermosa, acaba convertida en magia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

nena, yo por más que intento postear aquí, no me deja... a ver si cambiando el usuario...

Anónimo dijo...

ah pues así, si. Muy chulo el escrito, pero tú sabes que la realidad no es tan mágica y cada segundo no se aprovecha como si fuera el último, eso es una utopía, siempre hay cosas ocupando nuestra mente y desviando nuestra atención.

ninfasecreta dijo...

Yo me refiero a que se puede aprender _yo lo he hecho, por necesidad y por deseo_ a ser muy consciente de cada minuto de belleza que la vida nos aporta. Todos los días ocurre algo que merece ser disfrutado. Hay muchas cosas que me distraen y me hacen daño pero sigo pendiente de las que me compensan.

Se puede hacer, créeme.

Anónimo dijo...

SOL, si piensas que la magia no está imaginate que este dia no lo vives, que solo pasa. Borrado. Cada minuto, cada instante. O toda la semana ... fiuuuu ... se fue, y tu no has estado
Se sobrevive, si, ... se sobrevive. Pero la vida tiene esa magia. A veces toca el número de David Copperfield y a veces el número de Tamariz ...chiararara ... yo me parto con ese hombre ;-)