Yo siempre le sentido de mi sangre y estoy convencida de que él a mí también aunque soy su sobrina política. Mi tío David ha sido para mí, de una forma que nada tiene que ver con el roce, los lazos familiares, los formalismos sociales, mi único tío varón y, por ende, aquel al que más quiero.
Tiene unos ojos azules casi transparentes, fríos como el hielo si no miras un poco más adentro. Un hombre de los de antes, que se hizo a sí mismo, uno de los mayores de una familia de quince hermanos y no tuvo oportunidad de estudiar una carrera, que era uno de sus mayores anhelos. A pesar de todo esto, es un hombre preparado y muy inteligente. Ha trabajado toda su vida _y toda quiere decir, toda, hasta sus 90 años_ ha sabido, pasito a pasito, ser bastante más que solvente, darle una carrera a todos sus hijos e, incluso, tener algún espacio para pensar en mi madre cuando ha pasado una de las numerosísimas vicisitudes que han conformado su vida. Como veis, he salido a ella.
Es esposo de la hermana de mi madre. Siempre he envidiado a la gente que tiene hermanas. Las hermanas se pelean, se critican pero son un sostén incalculable cuando las cosas se ponen feas. Para mi madre siempre han estado feas y mi tía, que también lleva toda su existencia cuidando de un marido exigente y de cuatro hijos, en tiempos muy difíciles, partiendo de la nada para ser el castillo de coraje que hoy es, a pesar de los pesares aún puede solidarizarse con su compleja vida y hasta con la mía. Yo sólo tengo hermanos, la clase de hermanos que es como quien no tiene nada. O peor aún.
Mi tío David habla poco y escucha mucho, hace las cosas despacio, sin prisa y sin pausa, es terco, de carácter difícil y, según me cuentan, autoritario. Un hombre de su tiempo. Pero MI tío tiene una peculiar manera de ser tierno conmigo, supongo que de la misma peculiar manera en que yo lo soy, casi a escondidas. A mí nunca me costó acercarme a él, a pesar de que nos vemos poco. Pero le sentía conmigo. Mi tío nunca tuvo que decirme que me quería porque siempre me lo dijeron sus ojos transparentes y cada vez que me llamaba “Princesa”. Es el único hombre que me ha llamado así y me ha hecho creer que, de verdad, durante esos momentos en que nos acompañábamos, lo era.
Aprendió solfeo y a tocar el órgano con más de 65 años él solo. Autodidacta y tenaz, practicaba y practicaba hasta la extenuación. Estuve en su casa en aquella etapa porque mi tía _preocupada, cómo no, de mis extremadamente invalidantes jaquecas_ me llevó a Vigo para que me viera un buen neurólogo, me compró ropa y hasta obtuvo el beneplácito de él, acostumbrado desde siempre a llevar un férreo control sobre la economía familiar.
Quise que fuera mi padrino de boda. Mi padre había muerto y ninguno de mis hermanos le llegaba a la suela de los zapatos. Además, también había sido el padrino de mi madre. Es lo que más se parecía a un padre que yo conocía una vez perdido el mío. Recuerdo que en la berlina que nos trasladaba a la catedral me dijo que su papel era el más desagradecido porque llevaba una preciosa ninfa pero debería apartarse enseguida de ella. Y cuando llegó la hora de dar la paz, mi tío me besó una mano, como el caballero que siempre fue conmigo.
Mi tío David es una roca que superó con éxito operaciones de hernia discal y enfermedades a una edad en que cualquier otro se hubiese quedado postrado para siempre.
Este verano fui a visitarle. Es muy mayor, temía que se fuese y yo no me hubiese despedido de él. El parkinson le dificultaba hablar y le costaba mucho andar pero me contó muchas cosas sobre los árboles de su maravillosa finca en el campo, qué había plantado, qué no y dimos un largo paseo por La Granja. Se esforzaba en contarme cosas aunque fuese agotador para él. Paseamos entre esa bella vegetación y árboles maravillosos que cubrían el enorme terreno de la Casa Grande (algo parecido a un pazo en Galicia) que recibió por herencia de mi tía y le apasionaba cuidar.
Le di un beso en la frente, como a mí me ha gustado besarle sólo a él. Cuando me despedí, mi tía y él me recordaron que llevase un día a mis niños, que no conocían. Mi madre _cómo no_ dijo: “Si estamos vivos”. Y él aseguró: “Claro que estaremos vivos”.
Mi tío David ha muerto hoy y no puedo acompañarle en su último viaje porque estoy lejos y sin recursos. No puedo abrazar a mi tía y transmitirle cuánta tristeza me produce saber que jamás volveré a verle, lo que temo que ahora se encuentre sola y que ni siquiera puedo estrechar sus manos y recordarle que, en la distancia, estoy con él y con ella, ahora que su vida va a cambiar tanto.
No puedo llorarle más que en mi soledad y ni siquiera soy capaz de transmitir cuánto ha significado en mi vida y cuánto me duele que haya salido de ella. Así, mientras las lágrimas corren por mis mejillas y no sé cómo controlar esta sensación de vacío, de pensar que otro de los míos ha partido y, como siempre, no estuve a su lado, hago lo único que sé hacer para desahogarme y rendirle mi pobre homenaje: escribir.
He escrito todo este post en presente porque Mi Tío David vive en mi corazón y porque no quiero dejarle ir aún. Quiero llorarle en presente porque me parecía indestructible, inmortal. Mañana tendré que dejarle partir y asumir que no le veré nunca más. Pero hoy, hoy, todo mi corazón y mis lágrimas son para él.
Un tierno beso en la frente de tu “princesa”, mi galán caballero.
7 comentarios:
Ninfa, después de leer, me atrevo a ofrecerte con todo el cariño del mundo, mi ayuda para que puedas ir a despedirle, mi email, está en mi perfil. Sí hay algo que pueda hacer, lo haré.
Un beso sentido.
Lo siento muchísimo. El homenaje es precioso, estará muy orgulloso de ti.
Recibe un sentido abrazo.
Un abrazo muy fuerte Ninfa, tranquila, has sabido transmitir todo el amor que sentias por él, el más bello homenaje, tus preciosas palabras y quererle tanto.
Seguro, te acompañará siempre...
Un abrazo y todo mi cariño, si necesitas algo, aqui estamos.
Me ha impresionado tu texto, aunque no te conozco te mando un beso fuerte y todo el ánimo que necesites
Un fuerte abrazo, Ninfa. Todos deberíamos haber tenido un tío David en nuestras vidas. Da gracias a la misma por haber disfrutado, aunque poco, de él. Besos llenos de ánimo.
Muchas gracias a todos por vuestro cariño. No puedo decir mucho más.
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