La ilusión se alimenta _la mayoría de las veces_ de las cosas más pequeñas. Tuve la fortuna de disfrutar de ella con la visita de un querido amigo de mi tierra en el centro de Madrid.
Es curioso, encontrarte a tu gente en un ambiente al que no pertenecen y en el que no los ubico, produce un especial regocijo. La tarde-noche era agradable. Me gusta pasear por el centro de Madrid iluminado, lleno de gente, en buena compañía. Ahora estoy en Santiago _esto es un poco de locos, cambio de escenario continuamente, menos mal que soy camaleónica_ aguardando el momento de prodigarme un poco en nuestra noche medieval, hacer un poco más felices a mis niños y a mí misma rodeada de lo que quiero y me quieren.
He de reconocer que es fatigoso también. Ahora mismo, en Madrid puedo hacer vida de soltera, trabajar sin preocuparme por la hora de llegada, salir con las chicas de la oficina y paladear algo de la vertiente más dulce del Foro. Los fines de semana, agitados pero entretenidos. Descanso poco o nada, la verdad. Sin embargo, cuando los niños vengan a Madrid todo será más difícil. En cualquier caso, aplico mi habitual filosofía de vivir el momento. Disfruto del actual y ya me las arreglaré para que el siguiente paso sea lo más gratificante posible.
Hace unos días alguien diferente (por especial, por inteligente, por buena gente) me comentaba _hablando de relaciones, cómo no_ que mi visión de las mismas era como la vida del tiburón. Yo opino que las relaciones hombre-mujer (ya sabemos que queda feo decir novios, parejas, blablabla...) no pueden permanecer en "stand by" nunca mucho tiempo. Llega un momento en que, si se estancan han de dar un paso adelante o atrás. Es decir, o ganan y evolucionan o mueren. Yo nunca me quedo esperando mucho tiempo a ver qué pasa. No tengo paciencia para eso.
Me cuenta mi galán de la zona de los Austrias que los tiburones han de estar en permanente movimiento toda su vida. Jamás se paran. Cuando lo hacen es para morir. Eso es exactamente como yo veo la relaciones sentimentales. En realidad, todo lo veo así. No permanezco sentada en el andén de ninguna estación el tiempo suficiente para encariñarme con ningún tren de mentira. No me gusta detenerme para no hacer nada productivo. Y creo que las relaciones que no crecen no son más que episodios sin importancia.
Me cuenta también que debemos ser como el Coyote del Correcaminos. Siempre intentando cazarle aunque sea una utopía, sin desfallecer. Es una gran verdad. En eso consiste la vida. En seguir sin detenerse por nada ni por nadie, porque se nos escurre entre los dedos y es un regalo demasiado valioso para perder el más mínimo segundo en causas perdidas. Seguimos corriendo con destino a ninguna parte pero disfrutando todo el tiempo de la adrenalina de la carrera, del riesgo, de la emoción, hasta de los tropiezos.
Y en eso estamos todos. ¡Bip-bip!
2 comentarios:
Seguramente todos el mundo sabrá quén es Dalí. Un genio. Un auténtico genio, en mi opinión. Sin embargo, nadie, o casi nadie, sabrá quién es su hermana. Ni siquiera sabrán que él tenía una hermana. Una chica corriente (por desconocida), una más de tantas y tantas personas que pasan por el mundo como una maleta. Ana María, dicha hermana del genio, una desconocida, anónima como un servidor (no tan anónimo para ninfa) sirvió de inspiración al maestro en una de sus mejores obras: "Ventana, 1925". ¿Quién le iba a decir a esa desconocida, a esa "don nadie" que serviría de inspiración al gran genio???. Gracias, ninfa!
Gracias a ti, genio!!!
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