Sé que hoy no me leerá nadie. Pero quizás, mañana, resacosos y felizmente cansados acudáis a nuestra cita. No pensaba escribir pero es lo que tiene este hábito: engancha. Y, como tengo algunas cosas que contar y que reflexionar pues aquí estamos, dando un poco la charlita.
Fue un día curioso el de ayer, día 30. Ya os habréis fijado que este blog está un poco loco (es el mío, normal) y va un día por delante. Mi ex marido me llamó y me preguntó que tal estaba. Contesté: bien ¿y tú? Cosas de ser educado porque ahora está en plan bien y hay que fomentarlo, es un problema menos. Siguió y se explicó: "No es un formalismo... De nuevo, ¿como estás?". Ya un poco perdida le digo que tirando y tal. Me dice que si sé por qué me pregunta cómo estoy. Perdida del todo. Así que no se me ocurrió más que decirle _sin sorna, lo juro_ "¿Porque tú estás de puta madre y es Navidad?" Ahora mismo me río yo sola, hay que ver qué atontada soy cuando me pongo. Responde: "No. Hemos estado hablando de ti (no quise saber quiénes...) y la verdad es que la vida te lo ha puesto todo tan difícil siempre...". Aquí yo ya estaba con cara de boba integral. Sigue: "Te mereces que la vida te regale muchas cosas, ha sido y es muy dura contigo. Por eso te pregunto cómo estás".
Este reconocimiento por parte de él es, cuando menos, sorprendente. Después de más de dos años ejerciendo de víctima, de pronto, redescubre las dificultades de mi existencia. Ha vivido muchas cosas difíciles a mi lado _con un apoyo incondicional, siempre, es de justicia decirlo_ pero nunca imaginé que AHORA pudiese apreciar que todo fue y sigue siendo muy complicado en mi entorno.
Cuando le entregué los niños me abrazó con fuerza y me deseó que el 2007 me trajese, por fin, todo lo que me merezco. Una frase hecha pero me pareció sentida. Igual que el abrazo. No sé si me gusta que mi ex marido y su novia me tengan lástima. Yo no soy una persona que dé lástima. Creo. Es bueno que me vea con mejores ojos pero... ¿Qué significa esto? Que piensan... "qué bien nos va y esta pobre... con todo lo que lleva y, ahí sigue, sin levantar cabeza". ¡Ufff! Me dan escalofríos sólo de pensarlo.
Prefiero creer que realmente hace recuento, está despertando y empieza a ser objetivo con nuestro pasado. Será lo mejor para todos.
En estos días he recibido cartas y llamadas de más de un ex (no-novio, aventuras y todo eso) que quieren volver a verme. Estoy que alucino. Digo yo que será que están haciendo balance de final de año y salgo en el calendario porque no se explica...
Siempre es agradable que vuelvan. Aunque en muchos casos sea tarde. La pena es que alguno deje pasar su oportunidad ahora y me llame dentro de seis meses aguardando que yo sea la misma. Nunca es así. Yo siempre continúo caminando.
Hoy borraré de mi agenda a alguien que me gusta. Porque, como todos los tipos que he conocido, no sabe lo que quiere, o sí, pero está claro que lo que quiere no es lo mismo que yo. Le borraré de mi agenda y mi memoria. Si me llama dentro de unos meses queriendo saber qué tal me va, descubrirá que me sigue yendo sin él, como siempre. Puede que se alegre o que no. Será otra oportunidad perdida, para ambos.
Ayer C. me decía que aunque mi vida es una carrera de obstáculos yo no tengo arrugas. Pensé que se refería al aspecto físico (es verdad que no las tengo, ni una sola. Inexplicable para mí también. La genética que sí se ha enrollado conmigo...). Pero no era eso. Decía que hay gente que le va muy mal y está amargada o se autocompadece. Pero mis heridas no se ven por fuera. Dice que sigo siendo una persona sonriente, positiva, divertida, graciosa. Que nadie podría suponer que todo es tan duro en mi existencia. Me parece hermoso proyectar eso. Sé que la alegría de vivir y esa capacidad de reírme de mí misma me han salvado de los infiernos pero no pensaba que eso se trasluciese de ese modo al exterior.
Al menos, algo estoy haciendo bien. Todavía estoy vivita y esperando milagros, mejoras, una buena vida. No es que la mía sea tan mala pero es muy mejorable, ya lo sabéis.
La verdad es que este año tengo ganas de un amor o algo que se le parezca. He tenido todas las aventuras habidas y por haber, me he divertido mucho, me he sentido deseable y deseada pero me falta sentirme querida. Quería probar, a ver qué se siente... Aunque sepa que lo más importante en mi vida es trabajar y, más que probablemente y por suerte, no tendré tiempo ni ganas de pensar en hombres. Pero no voy a negar que mi corazón necesita un poquitín de abrigo y una fisura en la coraza.
Esta es la clase de deseo que no se cumplirá pero soñar es gratis. De todos modos, ni siquiera me pondré un tanga rojo... Así que crudo lo llevo.
A ver qué me depara la noche. Con no pasarlo mal me conformo. Modelito, medias de lujo y... ¡Fiesta! Si sigue sin haber hombres con ojos en la cara, al menos tendrán un índice de alcoholemia que los hará más sociables. Para reírse un rato, suficiente.
Le pido a 2007 que no me traiga arrugas ni motivos. Conservar las personas que me quieren y ser independiente. No está mal.
Es, incluso, ambicioso.
Feliz Año Nuevo a todos.
domingo, diciembre 31, 2006
sábado, diciembre 30, 2006
Borrón y cuenta nueva
Sólo un día para rematar otros 365 días que no han ido como debieran... No suelo hacerme propósitos de nuevo año pero, a ver si rompiendo costumbres, mejoramos algo.
Haré algo bueno seguro: terminaré el año y lo comenzaré de la mano de mi más precioso hallazgo, mi querida y hermosa prima. Así, por ella, romperé mi tradición de no salir (¡qué miedo!) y, empezaré el 2007 en FAMILIA (esto sí que es una novedad...). Por supuesto, me refiero a la de sangre, porque mis amigos siempre han estado y van a estar ahí, espero. Pero ahora viven fuera y a mí no me gusta conducir en esa fecha. Demasiado borracho al volante.
Me congratulo mucho de habernos encontrado, C. Lo valoro todos y cada uno de los días que te tengo cerca _física o emocionalmente_. Por tu inteligencia, por tu corazón tan grande y acorazado como el mío, por ofrecerme tu amistad, tus risas y tu incomparable cerebro. Que te quiero mucho, vamos, y yo esto no lo digo gran cosa en directo porque me da vergüenza...
Empiezo ya el borrado de números sobrantes en mi listín del móvil. Es una muy saludable costumbre que practico periódicamente pero esta vez lo voy a hacer como propósito de año nuevo. Tengo el sano hábito de eliminar a aquellos que, por su torpeza, egoísmo o no saber estar, no quiero volver a llamar. La mejor manera de evitarse tentaciones es pulsar la tecla mágica. Me siento bien cuando lo hago y es un puntito más que me crezco cada vez que me cargo a alguno.
Este año han caído unos cuantos. Entre hoy y mañana, más que probablemente se caerá otro/otros.
Más propósitos:
1. Eliminar de mi vida a los hombres con complejo de Peter Pan que piensan que jugando al gato y al ratón se hacen interesantes. La gente interesante lo es por lo que tiene en la cabeza y sus actos lo demuestran. Lo tengo difícil porque la mayoría de los tipos que conozco son emocionalmente infantiles pero, como yo no lo soy, apostaré por no perder mi tiempo en tonterías. A ver si encuentro alguien que prefiera una orquídea salvaje a una flor silvestre enfangada de alcohol nocturno. Si no, continuaré sola, como siempre. Vale ya de arrojar margaritas a los cerdos.
2. ¡Por Dios, conseguir ese trabajo digno por el que tanto he luchado y tanto me merezco, leñe!
3. Dejar de vivir en la cuerda floja. Estoy emocionalmente agotada de resistir el tirón, de que me admiren por lo fuerte y estupenda que soy. Quiero que no me admire nadie. Que me envidien por lo bien que me va y me critiquen, más si cabe, mientras yo disfruto de la vida. Porque yo lo valgo.
4. Tengo ganas de que se me llene el corazón de algo que no sea agua de borrajas. Me pido para Reyes (y valga el juego de palabras) un hombre que merezca la pena, que me llene, que sea capaz de verme, mirarme y no tenga miedo a sentir. Un hombre de los pies a la cabeza, como yo. ¡Si es que soy un tío hecho y derecho!
5. Ser feliz más días al año que el anterior. No ser emocionalmente dependiente de absolutamente nadie aunque ello no me impida amar a muchas personas.
6. Que mis hijos tengan todo lo que necesiten y más. Un propósito común pero, para quien está en mi situación, más difícil de cumplir. Un poco lo de antes: acabar con mi imagen de chica fuerte y ser una vulgar currante, con mi dinerito, mi vida normal y mi tiempo de diversión que no falte...
No sé qué más, seguramente muchas se me quedan. Conservar a mis amigos no es un propósito de año nuevo porque los cuido todos los días y no es algo que tenga que proponerme. Me sale feliz y fácilmente. Como a ellos quererme.
Bueno, allá voy, deleznable Nochevieja...
Que los dioses del mundo nínfico me tengan en cuenta.
Y a ti también.
Haré algo bueno seguro: terminaré el año y lo comenzaré de la mano de mi más precioso hallazgo, mi querida y hermosa prima. Así, por ella, romperé mi tradición de no salir (¡qué miedo!) y, empezaré el 2007 en FAMILIA (esto sí que es una novedad...). Por supuesto, me refiero a la de sangre, porque mis amigos siempre han estado y van a estar ahí, espero. Pero ahora viven fuera y a mí no me gusta conducir en esa fecha. Demasiado borracho al volante.
Me congratulo mucho de habernos encontrado, C. Lo valoro todos y cada uno de los días que te tengo cerca _física o emocionalmente_. Por tu inteligencia, por tu corazón tan grande y acorazado como el mío, por ofrecerme tu amistad, tus risas y tu incomparable cerebro. Que te quiero mucho, vamos, y yo esto no lo digo gran cosa en directo porque me da vergüenza...
Empiezo ya el borrado de números sobrantes en mi listín del móvil. Es una muy saludable costumbre que practico periódicamente pero esta vez lo voy a hacer como propósito de año nuevo. Tengo el sano hábito de eliminar a aquellos que, por su torpeza, egoísmo o no saber estar, no quiero volver a llamar. La mejor manera de evitarse tentaciones es pulsar la tecla mágica. Me siento bien cuando lo hago y es un puntito más que me crezco cada vez que me cargo a alguno.
Este año han caído unos cuantos. Entre hoy y mañana, más que probablemente se caerá otro/otros.
Más propósitos:
1. Eliminar de mi vida a los hombres con complejo de Peter Pan que piensan que jugando al gato y al ratón se hacen interesantes. La gente interesante lo es por lo que tiene en la cabeza y sus actos lo demuestran. Lo tengo difícil porque la mayoría de los tipos que conozco son emocionalmente infantiles pero, como yo no lo soy, apostaré por no perder mi tiempo en tonterías. A ver si encuentro alguien que prefiera una orquídea salvaje a una flor silvestre enfangada de alcohol nocturno. Si no, continuaré sola, como siempre. Vale ya de arrojar margaritas a los cerdos.
2. ¡Por Dios, conseguir ese trabajo digno por el que tanto he luchado y tanto me merezco, leñe!
3. Dejar de vivir en la cuerda floja. Estoy emocionalmente agotada de resistir el tirón, de que me admiren por lo fuerte y estupenda que soy. Quiero que no me admire nadie. Que me envidien por lo bien que me va y me critiquen, más si cabe, mientras yo disfruto de la vida. Porque yo lo valgo.
4. Tengo ganas de que se me llene el corazón de algo que no sea agua de borrajas. Me pido para Reyes (y valga el juego de palabras) un hombre que merezca la pena, que me llene, que sea capaz de verme, mirarme y no tenga miedo a sentir. Un hombre de los pies a la cabeza, como yo. ¡Si es que soy un tío hecho y derecho!
5. Ser feliz más días al año que el anterior. No ser emocionalmente dependiente de absolutamente nadie aunque ello no me impida amar a muchas personas.
6. Que mis hijos tengan todo lo que necesiten y más. Un propósito común pero, para quien está en mi situación, más difícil de cumplir. Un poco lo de antes: acabar con mi imagen de chica fuerte y ser una vulgar currante, con mi dinerito, mi vida normal y mi tiempo de diversión que no falte...
No sé qué más, seguramente muchas se me quedan. Conservar a mis amigos no es un propósito de año nuevo porque los cuido todos los días y no es algo que tenga que proponerme. Me sale feliz y fácilmente. Como a ellos quererme.
Bueno, allá voy, deleznable Nochevieja...
Que los dioses del mundo nínfico me tengan en cuenta.
Y a ti también.
jueves, diciembre 28, 2006
Remedios gatunos
Llevo toda la tarde observando a un individuo sin saber si era quien yo pensaba que era. Qué cosas. He llevado a mis niños a un parque temático de esos de colchonetas y tal donde la gente pija celebra los cumpleaños de sus vástagos.
Al rato, me fijé en un hombre muy alto (me encantan los tipos laargos, siempre reparo en ellos), atractivo, completamente trajeado. Se pasó todo el tiempo que estuvo allí hablando por teléfono en plan ejecutivo. El asunto es que CREO (porque no tengo la certeza pero por muy poquito...) que es uno de los trofeos de caza de una queridísima amiga mía en el pasado puente de la Constitución.
El muchacho en cuestión dijo que se llamaba de una manera, que había estado casado, luego lo arregló con un divorcio y, cuando mi amiga estaba a punto de rematar la faena, anunció que tenía novia.
Pues estaba yo allí, cual maruja feliz con otra amiga cuando le comento que el feliz papá era perenganito. Y cuál será mi sorpresa que cuando me dice que lo conoce, que no se llama así y que la chica con la´que estaba allí era su novia del instituto, así que... ¿Todo mentira?
Claro, con tanta información contradictoria empezaron las dudas. ¿Es él, no lo es? Por más que lo miraba no podía ver nada que indicase que no era el mismo. Claro, una noche de fiesta no me permite recordar todos los detalles. No llevaba traje, obviamente, y no fui quien se lo comió esa noche (si no, lo diferenciaría entre un millón). Le miré fijamente, cruzamos las miradas varias veces, él siempre la apartó. Bien podría ser porque no me conocía de nada o porque sí.
En fin. El individuo en cuestión es un muchimillonario empresario, majete en los años de juventud y atento esposo en el rato en que le vi. Una parte de mí quería que no fuese él, que esa pareja tan bonita fuese de verdad, la otra, desenmascararle si es un mentiroso.
En realidad, cuántas parejas de pega hay a nuestro alrededor. En esos momentos pienso que si mi pareja me hiciese carantoñas como este hombre, después de diecisiete años, y fuesen de verdad, no puede esperarse mayor suerte (partiendo de que le correspondiese, claro). Mi otra cara se dice: "¡Pufff, diecisiete años con el mismo, presumiblemente el único... qué aburrimiento!".
En esa misma dualidad tal vez se mueva el supuesto corneador. A ratos añoro que alguien me espere con ilusión, que sienta ganas de verme. Otros, me gusta ser libre como los pájaros. De todos modos, puedo engañarme cuanto quiera pero soy consciente de que, más tarde o más temprano, todos queremos una mano que estrechar con ternura y confianza. El problema surge cuando eres consciente de que esa posibilidad o momento vital pueden haber pasado ya de largo por tu vida.
¿Qué hacer? Living la vida loca, claro, ¿Qué otra opción queda? Lo malo de las aventuras es que son divertidas pero sólo eso. Que no compartes más que liviandad, juego y novedad. Uno de mis principales problemas es que debo rehuir repetir demasiado con una aventura. Al tercer encuentro sexual corro riesgo de encoñamiento. Por su parte o por la mía. Pero riesgo al fin y al cabo.
Y si te encoñas, estás perdida. Quieres verle más, que te llame, poder llamarle, le deseas a cualquier hora, no sabes si él también, tampoco sabes si sólo eso... Un sindiós. Te apetece ser tierna y no puedes mostrarte porque igual lo espantas. Si eres un toxo, como yo procuro hacer ver, se quejan. Un lío.
Resumiendo. Que si no fuese a mudarme, empiezo a pensar seriamente en la última idea de una amiga mía. Que me busque un gato. Sí, un gato de verdad. Los perros me gustan más pero hay que pasearlos y no tengo ganas ni tiempo. Cuando los pitufos desaparecen, mi sobredosis de tiempo me permite pensar demasiado. Me agradaría tener algo que acariciar de vez en cuando. Sentarme en el sofá y que alguien lo haga conmigo. Que ese alguien _el gato, claro_ se alegre de que exista aunque sea del modo egoísta en que los gatos lo hacen. Porque le doy una vidorra.
Al menos, alguien se frotaría contra mis piernas, me daría calorcito y ronronearía si le acaricio.
Menos da una piedra.
Al rato, me fijé en un hombre muy alto (me encantan los tipos laargos, siempre reparo en ellos), atractivo, completamente trajeado. Se pasó todo el tiempo que estuvo allí hablando por teléfono en plan ejecutivo. El asunto es que CREO (porque no tengo la certeza pero por muy poquito...) que es uno de los trofeos de caza de una queridísima amiga mía en el pasado puente de la Constitución.
El muchacho en cuestión dijo que se llamaba de una manera, que había estado casado, luego lo arregló con un divorcio y, cuando mi amiga estaba a punto de rematar la faena, anunció que tenía novia.
Pues estaba yo allí, cual maruja feliz con otra amiga cuando le comento que el feliz papá era perenganito. Y cuál será mi sorpresa que cuando me dice que lo conoce, que no se llama así y que la chica con la´que estaba allí era su novia del instituto, así que... ¿Todo mentira?
Claro, con tanta información contradictoria empezaron las dudas. ¿Es él, no lo es? Por más que lo miraba no podía ver nada que indicase que no era el mismo. Claro, una noche de fiesta no me permite recordar todos los detalles. No llevaba traje, obviamente, y no fui quien se lo comió esa noche (si no, lo diferenciaría entre un millón). Le miré fijamente, cruzamos las miradas varias veces, él siempre la apartó. Bien podría ser porque no me conocía de nada o porque sí.
En fin. El individuo en cuestión es un muchimillonario empresario, majete en los años de juventud y atento esposo en el rato en que le vi. Una parte de mí quería que no fuese él, que esa pareja tan bonita fuese de verdad, la otra, desenmascararle si es un mentiroso.
En realidad, cuántas parejas de pega hay a nuestro alrededor. En esos momentos pienso que si mi pareja me hiciese carantoñas como este hombre, después de diecisiete años, y fuesen de verdad, no puede esperarse mayor suerte (partiendo de que le correspondiese, claro). Mi otra cara se dice: "¡Pufff, diecisiete años con el mismo, presumiblemente el único... qué aburrimiento!".
En esa misma dualidad tal vez se mueva el supuesto corneador. A ratos añoro que alguien me espere con ilusión, que sienta ganas de verme. Otros, me gusta ser libre como los pájaros. De todos modos, puedo engañarme cuanto quiera pero soy consciente de que, más tarde o más temprano, todos queremos una mano que estrechar con ternura y confianza. El problema surge cuando eres consciente de que esa posibilidad o momento vital pueden haber pasado ya de largo por tu vida.
¿Qué hacer? Living la vida loca, claro, ¿Qué otra opción queda? Lo malo de las aventuras es que son divertidas pero sólo eso. Que no compartes más que liviandad, juego y novedad. Uno de mis principales problemas es que debo rehuir repetir demasiado con una aventura. Al tercer encuentro sexual corro riesgo de encoñamiento. Por su parte o por la mía. Pero riesgo al fin y al cabo.
Y si te encoñas, estás perdida. Quieres verle más, que te llame, poder llamarle, le deseas a cualquier hora, no sabes si él también, tampoco sabes si sólo eso... Un sindiós. Te apetece ser tierna y no puedes mostrarte porque igual lo espantas. Si eres un toxo, como yo procuro hacer ver, se quejan. Un lío.
Resumiendo. Que si no fuese a mudarme, empiezo a pensar seriamente en la última idea de una amiga mía. Que me busque un gato. Sí, un gato de verdad. Los perros me gustan más pero hay que pasearlos y no tengo ganas ni tiempo. Cuando los pitufos desaparecen, mi sobredosis de tiempo me permite pensar demasiado. Me agradaría tener algo que acariciar de vez en cuando. Sentarme en el sofá y que alguien lo haga conmigo. Que ese alguien _el gato, claro_ se alegre de que exista aunque sea del modo egoísta en que los gatos lo hacen. Porque le doy una vidorra.
Al menos, alguien se frotaría contra mis piernas, me daría calorcito y ronronearía si le acaricio.
Menos da una piedra.
miércoles, diciembre 27, 2006
Profundo valor
Cuando yo nací, fue el único que se alegró. Mi padre dijo: "Por fin" al saber que era niña (la sexta y única mujer) y poco más a lo largo del resto de mi vida.
Él tenía trece años. Se ilusionó y lo expresó con esa capacidad que sólo él poseía en nuestro entonces todavía hogar. Es el mayor de todos los hermanos. Yo, la benjamina.
Ha sido el único que, siendo una cría, me llevó un día a pasar la tarde entera con él. Me compró un yo-yo profesional, una figura de chocolate y algún capricho más. Nunca olvidaré ese día. Era muy pequeña pero nadie regalaba nada en mi casa y mucho menos malgastaba una tarde completa conmigo a los, al menos, dieciocho años que él contaba en aquel momento.
Se casó demasiado joven. Por llevar la contraria. Él era así. Pasó por todos los partidos políticos para fastidiar a mi madre (de derechísimas de siempre), blasfemaba cuando se enfadaba porque sabía que no lo soporta _en mi familia nadie lo hace aunque seamos mal hablados_ y, con unas copas, era terriblemente pendenciero. Le convertían en un tipo casi peligroso. O sin casi. Era extremo en todo. Sin embargo, es más que probable que fuese el de corazón más noble.
Tenía esa extraña dualidad. Era el único que era capaz de trasnmitir sentimientos. Presumía de mí como si fuese su capricho. Nunca se cansaba de presentarme y decir: "Mira mi hermanita. ¿A que está buenísima? Y es muy inteligente. Escribe como los ángeles". Me avergonzaba pero hoy pienso que era hermoso.
Esto puede parecer muy normal en cualquier familia pero no en la mía. Cuando niños sí estábamos más unidos pero de eso hace mucho tiempo.
No conocía la envidia. Despilfarrador nato. En cuanto ganaba dos duros, me cogía del brazo y me invitaba a comer una mariscada. A mí y a todos sus amigotes. Así, claro está, no tenía nunca una perra. Poseía unos hermosísimos ojos negros con pintas verdes, unas pestañas negras, rizadas, inmensas. Guapo de veras. Alto y bien formado. Como toda la familia, representaba mucha menos edad de la que tenía.
Temperamental como un pura sangre. Cuando a los doce años fui a visitarle a Madrid para ser la madrina de su niña, bajé al andén y no vi a nadie. De pronto, alguien me cogió por un brazo y me abrazó con una fuerza e intensidad con las que nadie lo había hecho nunca. Me quedé sobrecogida. En mi familia de sangre nadie abraza a nadie y si hemos llegado a besarnos formalmente ha sido por una cuestión puramente social.
Pero él no. Tenía esas cosas. Estuve con mi cuñada y la niña unos quince días. Parecían tan felices de tenerme allí que yo no quería estar en ninguna otra parte.
Se separó tan pronto como se casó. No fue un buen ni un mal padre. Simplemente no lo fue. No puedo disculparle por ello. Mis sobrinos _hombre y mujer hoy_ merecían una suerte mejor. Pero no estaba en mi mano solucionarlo. Ni entonces ni ahora, desgraciadamente. Afortunadamente, son dos valientes que han salido adelante sin apoyos gracias a su propio esfuerzo y el sacrificio de su madre.
Se emocionó mucho cuando tuve a mis niños. Recuerdo que me trajo una flor preciosa cuando nació Hugo, el peque. Ningún hermano mío (en realidad, sólo vinieron él y el pequeño) me hizo ninguna clase de regalo. Esas cosas sólo se le ocurrían a él. Se acomplejó mucho al ver los ramos de flores. No podía imaginar el valor que tiene un detalle inesperado de alguien de tu sangre. Una sangre tan fría como la nuestra.
Al mes de nacer el niño le hicieron el primer diagnóstico. Un tumor de aspecto maligno en la base de la lengua. Es sorprendente el efecto de negación tan impresionante que crea la mente humana para defenderse. Él tenía que comprender perfectamente el significado de esas palabras. Pero no quiso.
No voy a regocijarme en los detalles de tanta tristeza y dolor. Sólo en su incomensurable valor, el buen enfermo que fue _el servicio médico le adoraba_, sus ganas de vivir. Cuando hablamos de la más que posible laringectomía yo le decía a una prima mía ´que él no se lo haría. Ella, enfermera del hospital, afirmó tajante: "Sí que se operará. La gente quiere vivir".
Así fue. Cinco intervenciones mutilantes, dolorosas, que le dejaron mudo, dolorido y cada vez más débil. Pero las resistió todas como un campeón. Le convencí de que podría aprender a hablar y, mientras hubo un mínimo de esperanza, él quiso aprenderlo todo. Nunca olvidaré el día que me pidió que volviese al día siguiente por la mañana. Yo iba con mucha frecuencia. A diario en situaciones de crisis y espaciando un poquito cuando no porque tenía un niño de meses y una niña de año y medio, el trabajo y una casa. Era difícil. Pero para hablar con los médicos y todo eso siempre estaba yo. Y él no se fiaba mucho de nadie más. ´
Aquel día, que tenía mucha fiebre y no se quejaba, busqué a las enfermeras, a la doctora y me ocupé de que se la bajasen. Estaba desahuciado pero con tratamiento paliativo del dolor. No tenía por qué sufrir. Nadie tiene por qué. Después de mejorar me escribió: "Ven mañana. Me duele mucho y tú tienes más pelotas que yo".
En otra ocasión entré y estaba completamente inflamado. No podía verse a sí mismo, gracias a Dios. Puse una excusa y me fui al baño a llorar. No sabía cómo entrar en la habitación sin que se diese cuenta. Llamé a mi querida prima, le pedí un valium y se sentó conmigo a charlar como el mejor calmante. Nunca olvidaré toda su bondad y apoyo. Es la hermana mayor que siempre quise tener. Creo que se sorprendió de verme flaquear. Mi imagen de chica resistente me convierte a veces en una suerte de esfinge de cara al mundo exterior.
Se murió solo. Toda mi familia directa se muere así. Yo creo que lo hacemos porque sabemos que, después de todo, es lo que nos corresponde. Mira que le velé horas y horas esperando que en su último aliento me tuviese a su lado. No pudo ser.
Le echo de menos muchas veces. Cantaba los goles con un griterío espectacular aún estando solo. Teníamos un pastor alemán que se alegraba como él de la bulla que organizaba. Le gustaba el buen beber y el buen comer, igual que a mí.
Pasó demasiado tiempo solo en los últimos años. Era su elección. A veces, cuando perdemos las ganas de vivir, la vida se da cuenta y se rinde también. Hubo un momento en que perdió el interés por todo. Apenas salía y estaba triste.
Hoy he decidido recordarle. Como yo le recuerdo. Antes de la quimioterapia y la radioterapia. Lleno de vida, con esa sonrisa chispeante, ese entusiasmo casi infantil, esa volubilidad de piscis que le caracterizaba. Le mató la genética y el tabaco. Tres cajetillas diarias.
Mi sensación hoy es de vacío. De que tengo un hueco que nunca se podrá cubrir. Pero su estela me ha dado muchas lecciones de vida y de valorar cada músculo que muevo, cada sensación que disfruto, cada soplo de aire fresco. Los bares que frecuentaba aún tienen su fantasma. Creo verle muchas veces pero siempre es más feo aquel que me lo recuerda.
Hay una canción de Marta Sánchez, "Profundo Valor", que salió poco después de su muerte. Ella perdió a su hermana gemela de la misma enfermedad. Y no puedo evitar estremecerme cuando la escucho. Porque eso es lo que nos enseñan: profundo valor, fuerza, apego a la vida.
Ahora, una parte de él, vive en mí aunque sólo sea en estas líneas que yo le dedico.
Espero que te haya gustado, Pablo. Lamento que no me haya salido más literario. Ya sabes, yo también escribo con las vísceras, como tú.
Por algo seguimos siendo HERMANOS. No importa donde estés.
Me miras y sonríes. Los dos lo sabemos.
Él tenía trece años. Se ilusionó y lo expresó con esa capacidad que sólo él poseía en nuestro entonces todavía hogar. Es el mayor de todos los hermanos. Yo, la benjamina.
Ha sido el único que, siendo una cría, me llevó un día a pasar la tarde entera con él. Me compró un yo-yo profesional, una figura de chocolate y algún capricho más. Nunca olvidaré ese día. Era muy pequeña pero nadie regalaba nada en mi casa y mucho menos malgastaba una tarde completa conmigo a los, al menos, dieciocho años que él contaba en aquel momento.
Se casó demasiado joven. Por llevar la contraria. Él era así. Pasó por todos los partidos políticos para fastidiar a mi madre (de derechísimas de siempre), blasfemaba cuando se enfadaba porque sabía que no lo soporta _en mi familia nadie lo hace aunque seamos mal hablados_ y, con unas copas, era terriblemente pendenciero. Le convertían en un tipo casi peligroso. O sin casi. Era extremo en todo. Sin embargo, es más que probable que fuese el de corazón más noble.
Tenía esa extraña dualidad. Era el único que era capaz de trasnmitir sentimientos. Presumía de mí como si fuese su capricho. Nunca se cansaba de presentarme y decir: "Mira mi hermanita. ¿A que está buenísima? Y es muy inteligente. Escribe como los ángeles". Me avergonzaba pero hoy pienso que era hermoso.
Esto puede parecer muy normal en cualquier familia pero no en la mía. Cuando niños sí estábamos más unidos pero de eso hace mucho tiempo.
No conocía la envidia. Despilfarrador nato. En cuanto ganaba dos duros, me cogía del brazo y me invitaba a comer una mariscada. A mí y a todos sus amigotes. Así, claro está, no tenía nunca una perra. Poseía unos hermosísimos ojos negros con pintas verdes, unas pestañas negras, rizadas, inmensas. Guapo de veras. Alto y bien formado. Como toda la familia, representaba mucha menos edad de la que tenía.
Temperamental como un pura sangre. Cuando a los doce años fui a visitarle a Madrid para ser la madrina de su niña, bajé al andén y no vi a nadie. De pronto, alguien me cogió por un brazo y me abrazó con una fuerza e intensidad con las que nadie lo había hecho nunca. Me quedé sobrecogida. En mi familia de sangre nadie abraza a nadie y si hemos llegado a besarnos formalmente ha sido por una cuestión puramente social.
Pero él no. Tenía esas cosas. Estuve con mi cuñada y la niña unos quince días. Parecían tan felices de tenerme allí que yo no quería estar en ninguna otra parte.
Se separó tan pronto como se casó. No fue un buen ni un mal padre. Simplemente no lo fue. No puedo disculparle por ello. Mis sobrinos _hombre y mujer hoy_ merecían una suerte mejor. Pero no estaba en mi mano solucionarlo. Ni entonces ni ahora, desgraciadamente. Afortunadamente, son dos valientes que han salido adelante sin apoyos gracias a su propio esfuerzo y el sacrificio de su madre.
Se emocionó mucho cuando tuve a mis niños. Recuerdo que me trajo una flor preciosa cuando nació Hugo, el peque. Ningún hermano mío (en realidad, sólo vinieron él y el pequeño) me hizo ninguna clase de regalo. Esas cosas sólo se le ocurrían a él. Se acomplejó mucho al ver los ramos de flores. No podía imaginar el valor que tiene un detalle inesperado de alguien de tu sangre. Una sangre tan fría como la nuestra.
Al mes de nacer el niño le hicieron el primer diagnóstico. Un tumor de aspecto maligno en la base de la lengua. Es sorprendente el efecto de negación tan impresionante que crea la mente humana para defenderse. Él tenía que comprender perfectamente el significado de esas palabras. Pero no quiso.
No voy a regocijarme en los detalles de tanta tristeza y dolor. Sólo en su incomensurable valor, el buen enfermo que fue _el servicio médico le adoraba_, sus ganas de vivir. Cuando hablamos de la más que posible laringectomía yo le decía a una prima mía ´que él no se lo haría. Ella, enfermera del hospital, afirmó tajante: "Sí que se operará. La gente quiere vivir".
Así fue. Cinco intervenciones mutilantes, dolorosas, que le dejaron mudo, dolorido y cada vez más débil. Pero las resistió todas como un campeón. Le convencí de que podría aprender a hablar y, mientras hubo un mínimo de esperanza, él quiso aprenderlo todo. Nunca olvidaré el día que me pidió que volviese al día siguiente por la mañana. Yo iba con mucha frecuencia. A diario en situaciones de crisis y espaciando un poquito cuando no porque tenía un niño de meses y una niña de año y medio, el trabajo y una casa. Era difícil. Pero para hablar con los médicos y todo eso siempre estaba yo. Y él no se fiaba mucho de nadie más. ´
Aquel día, que tenía mucha fiebre y no se quejaba, busqué a las enfermeras, a la doctora y me ocupé de que se la bajasen. Estaba desahuciado pero con tratamiento paliativo del dolor. No tenía por qué sufrir. Nadie tiene por qué. Después de mejorar me escribió: "Ven mañana. Me duele mucho y tú tienes más pelotas que yo".
En otra ocasión entré y estaba completamente inflamado. No podía verse a sí mismo, gracias a Dios. Puse una excusa y me fui al baño a llorar. No sabía cómo entrar en la habitación sin que se diese cuenta. Llamé a mi querida prima, le pedí un valium y se sentó conmigo a charlar como el mejor calmante. Nunca olvidaré toda su bondad y apoyo. Es la hermana mayor que siempre quise tener. Creo que se sorprendió de verme flaquear. Mi imagen de chica resistente me convierte a veces en una suerte de esfinge de cara al mundo exterior.
Se murió solo. Toda mi familia directa se muere así. Yo creo que lo hacemos porque sabemos que, después de todo, es lo que nos corresponde. Mira que le velé horas y horas esperando que en su último aliento me tuviese a su lado. No pudo ser.
Le echo de menos muchas veces. Cantaba los goles con un griterío espectacular aún estando solo. Teníamos un pastor alemán que se alegraba como él de la bulla que organizaba. Le gustaba el buen beber y el buen comer, igual que a mí.
Pasó demasiado tiempo solo en los últimos años. Era su elección. A veces, cuando perdemos las ganas de vivir, la vida se da cuenta y se rinde también. Hubo un momento en que perdió el interés por todo. Apenas salía y estaba triste.
Hoy he decidido recordarle. Como yo le recuerdo. Antes de la quimioterapia y la radioterapia. Lleno de vida, con esa sonrisa chispeante, ese entusiasmo casi infantil, esa volubilidad de piscis que le caracterizaba. Le mató la genética y el tabaco. Tres cajetillas diarias.
Mi sensación hoy es de vacío. De que tengo un hueco que nunca se podrá cubrir. Pero su estela me ha dado muchas lecciones de vida y de valorar cada músculo que muevo, cada sensación que disfruto, cada soplo de aire fresco. Los bares que frecuentaba aún tienen su fantasma. Creo verle muchas veces pero siempre es más feo aquel que me lo recuerda.
Hay una canción de Marta Sánchez, "Profundo Valor", que salió poco después de su muerte. Ella perdió a su hermana gemela de la misma enfermedad. Y no puedo evitar estremecerme cuando la escucho. Porque eso es lo que nos enseñan: profundo valor, fuerza, apego a la vida.
Ahora, una parte de él, vive en mí aunque sólo sea en estas líneas que yo le dedico.
Espero que te haya gustado, Pablo. Lamento que no me haya salido más literario. Ya sabes, yo también escribo con las vísceras, como tú.
Por algo seguimos siendo HERMANOS. No importa donde estés.
Me miras y sonríes. Los dos lo sabemos.
lunes, diciembre 25, 2006
Como cada año
Sobrepasada ya la Nochebuena (prueba dura pero no definitva en estas fechas) se avecina ya el Fin de Año. Como cada 365 días, pinta mal. Como cada 365 días me gustaría pensar que este año me lo pasaré de muerte, me correré una juerga de época y podré salir a lucir palmito y modelito con olor a naftalina por los lugares de copas de Santiago. Pero nunca es así.
Por de pronto, y para no romper la tradición, no tengo plan. Mis amigas solteras son unas muermas, las casadas están liadas con sus propias vidas y las pocas enrolladas trabajan o están en el otro lado del país.
La verdad que me fastidia no poder evitar empezar tan mal el año una vez tras otra. Me encantaría ir a un fiestorro, con un chico atractivo que presuma de mujer conmigo (no, no es vanidad, es que una es joven y hace mucho que nadie la luce...). Si es sin chico, a un lugar lleno de tíos buenos dispuestos a ser encandilados por mi vestido-guante y/o pasar una noche loca espectacular.
,
En realidad, me la sé de memoria y nunca ha tenido lugar. Yo, con mi traje de noche o de fiesta (al gusto del gourmet), mis medias de blonda, maquillada como una reina, recibiendo a mi joven galán con un champagne bien frío. Unas risas, copitas y música para caldear el ambiente. Después, sesión de acoso y derribo del muchacho, sesión de streeptease al más puro estilo Gilda, velas por tooodo el pasillo, hielo, té caliente, champagne bien frío para intensificar todas las sensaciones, fresas y todo lo que los amantes demanden.
Nada de prisas, ha de ser una noche larga y única. Un auténtico aquelarre de malas vibraciones a través de dos cuerpos y dos mentes conectadas en perfecta comunión. Comida de cosas ricas en cama, más risas, más juegos, más champagne, más besos, más pasión. Por suerte o por desgracia, esta ilusión sólo puede realizarse de la mano de una pareja por la que sientas algo especial. Tanto esfuerzo no se puede dedicar a una vulgar aventura. O hay feeling, por lo menos, o lo mejor es dejarlo en el mundo de los sueños.
Sigue siendo una mera fantasía. La verdad, no debería ser tan difícil. Pero a pesar de que todo el mundo dice que es una noche más, salen como esa noche más a pasar frio, aburrirse porque casi todos los locales tienen cerrado el paso y ver cómo todos los gañanes de la afueras se abren paso entre la multitud.
Así que me preparo para comer las uvas sin convicción, a brindar para volver a tener esa sensación de tristeza que me invade cuando llego a casa cada una de estas fechas, esa sensación de soledad, de vacío.
Ni siquiera beberé porque donde cenaré, en principio, está fuera de Santiago y hay que ir en coche. Añoraré una vez más no poder exorcizar todos mis demonios y empezar el año gritando como Bebe "que lo he lograo". Sigo sin lograr demasiadas cosas. Eso es terrible para alguien como yo. Tan exigente con el tema de la autosuficiencia.
Empieza la cuenta atrás. Os deseo que la fiesta sea tal para vosotros. Yo creo que beberé en casita a solas tras la cena, me brindaré a mí misma como los borrachos y luego dormiré deseando que sea día 2 para que todo haya pasado ya.
Como cada año.
Por de pronto, y para no romper la tradición, no tengo plan. Mis amigas solteras son unas muermas, las casadas están liadas con sus propias vidas y las pocas enrolladas trabajan o están en el otro lado del país.
La verdad que me fastidia no poder evitar empezar tan mal el año una vez tras otra. Me encantaría ir a un fiestorro, con un chico atractivo que presuma de mujer conmigo (no, no es vanidad, es que una es joven y hace mucho que nadie la luce...). Si es sin chico, a un lugar lleno de tíos buenos dispuestos a ser encandilados por mi vestido-guante y/o pasar una noche loca espectacular.
,
En realidad, me la sé de memoria y nunca ha tenido lugar. Yo, con mi traje de noche o de fiesta (al gusto del gourmet), mis medias de blonda, maquillada como una reina, recibiendo a mi joven galán con un champagne bien frío. Unas risas, copitas y música para caldear el ambiente. Después, sesión de acoso y derribo del muchacho, sesión de streeptease al más puro estilo Gilda, velas por tooodo el pasillo, hielo, té caliente, champagne bien frío para intensificar todas las sensaciones, fresas y todo lo que los amantes demanden.
Nada de prisas, ha de ser una noche larga y única. Un auténtico aquelarre de malas vibraciones a través de dos cuerpos y dos mentes conectadas en perfecta comunión. Comida de cosas ricas en cama, más risas, más juegos, más champagne, más besos, más pasión. Por suerte o por desgracia, esta ilusión sólo puede realizarse de la mano de una pareja por la que sientas algo especial. Tanto esfuerzo no se puede dedicar a una vulgar aventura. O hay feeling, por lo menos, o lo mejor es dejarlo en el mundo de los sueños.
Sigue siendo una mera fantasía. La verdad, no debería ser tan difícil. Pero a pesar de que todo el mundo dice que es una noche más, salen como esa noche más a pasar frio, aburrirse porque casi todos los locales tienen cerrado el paso y ver cómo todos los gañanes de la afueras se abren paso entre la multitud.
Así que me preparo para comer las uvas sin convicción, a brindar para volver a tener esa sensación de tristeza que me invade cuando llego a casa cada una de estas fechas, esa sensación de soledad, de vacío.
Ni siquiera beberé porque donde cenaré, en principio, está fuera de Santiago y hay que ir en coche. Añoraré una vez más no poder exorcizar todos mis demonios y empezar el año gritando como Bebe "que lo he lograo". Sigo sin lograr demasiadas cosas. Eso es terrible para alguien como yo. Tan exigente con el tema de la autosuficiencia.
Empieza la cuenta atrás. Os deseo que la fiesta sea tal para vosotros. Yo creo que beberé en casita a solas tras la cena, me brindaré a mí misma como los borrachos y luego dormiré deseando que sea día 2 para que todo haya pasado ya.
Como cada año.
sábado, diciembre 23, 2006
Latidos controlados
Me dicen que sería una fortuna que pudiese sentir que mi corazón late por un hombre. Yo disiento. Prefiero la serenidad de no desear ni esperar a nadie. Yo sé que tengo sentimientos y que estoy viva sin sentirme atrapada por una atracción. Es más, vivo mejor sin ese tipo de vivencias.
Parece cobarde. Lo es. Pensar en alguien sin correspondencia (o con ella pero como se lleva ahora) resulta fatigoso. Cuando tienes veinte años ese sufrimiento resulta hasta gozoso. Cuando tienes treinta estás cansada del tira y afloja.
Me gusta la gente que se muestra. Que sigue sus impulsos sin racionalizarlos demasiado. Que si quiere estar, está. Y si no, sabe irse y decirlo con elegancia. Pero, como nadie lo hace, una ha de volverse cautelosa, desconfiada, desafiante. Siempre a la defensiva. Como una pantera negra. El animal que más me atrae por inquietante. No es el más bello pero sí el más misterioso, sigiloso y con esa clase de fascinación que produce el peligro.
Como ese animal me siento yo. Peligrosa y en peligro. Indestructible y vulnerable. Arrogante y sentimental. Un cúmulo de características innatas y también aprendidas.
Este año ha sido confuso. En materia de hombres no he aprendido gran cosa. Que la calle es muy dura, como le digo a mis amigas comprometidas medio en broma, medio en serio. Que hay momentos en que miro mis manos y, como el abuelo, las veo vacías. Que hay que caminar en soledad por mucho que tus amigos te arropen. Que has de enfrentarte con todo de frente con la única fuerza de tu alma. Esconder la cabeza no funciona.
Que hay personas excepcionales y gentuza a manta. Sigo pensando que si hay un hombre a mi medida está vendido o en lugar equivocado. O que yo no soy la medida de nadie.
A mi favor, un gran avance en el espacio de olvidar a la gente que no sirve. Lo percibo rápido y la expulso de mi pensamiento todavía más deprisa. Sigo desilusionándome ante la zafiedad de algunas persona pero no me afecta gran cosa. Acaba por no ser otra cosa más que la confirmación de lo débil que es el ser humano.
Para mi desgracia, aún no me he tragado mis palabras en materia de desencanto, como predijo mi amiga Ana. Sigo ratificándome. No he visto una luz compañera por ninguna parte. Resplandores fugaces, sí. En algunos casos, un mero espejismo, en otros, un imposible.
Comienza ya un nuevo año. Nunca pongo mucha fe en los cambios por nuevo calendario pero, como buena gallega, procuro cumplir las supersticiones que me sé. Porque no creo nas meigas pero...habelas haylas. Así que intentaré ponerme alguna prendita interior roja _nunca sirve para nada pero es como comprar la lotería_, empezar el año con un ajo encima (yo no´sé, pero al año que me lo salto... malo), poner algo de oro en el primer brindis del cava (no funciona pero evita ir a peor en el tema económico. Yo por si acaso, sigo intentándolo) y algo que se me olvida.
Vamos, que mientras hay vida hay esperanza. Intentaré seguir alimentando la mía en general y estancarla en materia de pareja. Porque lo que está de Dios no se lo lleva el diablo y, a decir verdad, tampoco sé si eso es lo que quiero.
Eso sí, muchas caricitas en el alma, por favor.
Y en la cartera!
Parece cobarde. Lo es. Pensar en alguien sin correspondencia (o con ella pero como se lleva ahora) resulta fatigoso. Cuando tienes veinte años ese sufrimiento resulta hasta gozoso. Cuando tienes treinta estás cansada del tira y afloja.
Me gusta la gente que se muestra. Que sigue sus impulsos sin racionalizarlos demasiado. Que si quiere estar, está. Y si no, sabe irse y decirlo con elegancia. Pero, como nadie lo hace, una ha de volverse cautelosa, desconfiada, desafiante. Siempre a la defensiva. Como una pantera negra. El animal que más me atrae por inquietante. No es el más bello pero sí el más misterioso, sigiloso y con esa clase de fascinación que produce el peligro.
Como ese animal me siento yo. Peligrosa y en peligro. Indestructible y vulnerable. Arrogante y sentimental. Un cúmulo de características innatas y también aprendidas.
Este año ha sido confuso. En materia de hombres no he aprendido gran cosa. Que la calle es muy dura, como le digo a mis amigas comprometidas medio en broma, medio en serio. Que hay momentos en que miro mis manos y, como el abuelo, las veo vacías. Que hay que caminar en soledad por mucho que tus amigos te arropen. Que has de enfrentarte con todo de frente con la única fuerza de tu alma. Esconder la cabeza no funciona.
Que hay personas excepcionales y gentuza a manta. Sigo pensando que si hay un hombre a mi medida está vendido o en lugar equivocado. O que yo no soy la medida de nadie.
A mi favor, un gran avance en el espacio de olvidar a la gente que no sirve. Lo percibo rápido y la expulso de mi pensamiento todavía más deprisa. Sigo desilusionándome ante la zafiedad de algunas persona pero no me afecta gran cosa. Acaba por no ser otra cosa más que la confirmación de lo débil que es el ser humano.
Para mi desgracia, aún no me he tragado mis palabras en materia de desencanto, como predijo mi amiga Ana. Sigo ratificándome. No he visto una luz compañera por ninguna parte. Resplandores fugaces, sí. En algunos casos, un mero espejismo, en otros, un imposible.
Comienza ya un nuevo año. Nunca pongo mucha fe en los cambios por nuevo calendario pero, como buena gallega, procuro cumplir las supersticiones que me sé. Porque no creo nas meigas pero...habelas haylas. Así que intentaré ponerme alguna prendita interior roja _nunca sirve para nada pero es como comprar la lotería_, empezar el año con un ajo encima (yo no´sé, pero al año que me lo salto... malo), poner algo de oro en el primer brindis del cava (no funciona pero evita ir a peor en el tema económico. Yo por si acaso, sigo intentándolo) y algo que se me olvida.
Vamos, que mientras hay vida hay esperanza. Intentaré seguir alimentando la mía en general y estancarla en materia de pareja. Porque lo que está de Dios no se lo lleva el diablo y, a decir verdad, tampoco sé si eso es lo que quiero.
Eso sí, muchas caricitas en el alma, por favor.
Y en la cartera!
viernes, diciembre 22, 2006
Sólo para vuestros ojos
Ahora sí. Llegó la Navidad. La lotería le tocó a los de siempre (o sea, a los demás) y es el momento de las felicitaciones. Los sms son un gran invento porque yo nunca enviaba los christmas. Los escribía con todo cariño, los metía en el sobre y, como no había sello, se quedaban conmigo para siempre.
De hecho, no sé muy bien por qué nos felicitamos pero lo hacemos. Y a mí me gusta el rollo cursi de la tele. Paz y amor. Vaale, es un cuento pero, para variar, que la gente esté positiva y solidaria se agradece.
Este año no les tengo tanto miedo como otros. Nochebuena es bonita porque no la paso con mi familia sangrante, Navidad no me pillan este año ni borracha y Fin de Año... Dios proveerá. Tengo más ganas de fiesta que otros años, estoy algo más positiva. Supongo que se llama esperanza aunque también me da repelús contar con ella. Pero es inevitable. Sin eso no hay quien siga adelante.
Vamos, que yo a lo que me iba era al tema de las felicitaciones. Cuando empecé este blog, lo hice más por presión externa que otra cosa. Me había convertido en una resistente antiletras. Si trabajar en el periodismo y no servir para nada más que para escribir era la causa de todos mis males, renegaba. Y renegué. Dos largos años.
Mi compañero de piso creó el blog y ni siquiera escribí nada. Le dije que pegara un texto-pataleta del año anterior y olvidé este espacio. Conocí Orkut. Un foro en el que hay de todo pero en el que, al final, como dice JM, se ha creado una pandilla. No nos caemos todos bien pero ahí está la salsa del tema.
Algunos amigos me apretaron para que escribiese. Los que me conocían de antes y los que querían saber qué podía contar. Y empecé. No esperaba nada del blog. Sólo perder la fobia a las letras, mis únicas amigas desde la infancia, recuperar algo de autoestima y, sobre todo, retomar el hábito. Ni soñaba con la respuesta de todos vosotros.
Yo creía que, con lo extensa que es la red, que alguien diese con mi blog sería un milagro y que fidelizase, mucho más aún. Sólo escribía como terapia personal para ver que aún podía, que aún valía. Poquito a poco fuisteis llegando. Todos. Unos del foro, otros amigos, otros amigos de amigos, por casualidad, por destino. Y estáis aquí.
Gracias a vuestra fidelidad, yo he vuelto a sentir que escribir es un don y no una maldición. Que puedo ser tierna, borde, divertida, tristona y se me seguirá reconociendo. Que me puedo mostrar tal cual soy y gustar no sólo a pesar sino gracias a ello.
Quiero hoy devolver la felicidad recibida a través de todos vuestros comentarios. Cada vez que un texto os parece bueno, un ladrillito en mi muro de autodefensa se cae. Cada vez que llego a transmitir algo de lo que sangra mi corazón, crezco por dentro. Me dais un calor que ni siquiera podéis imaginar. Me permitís desnudar el alma sin pudor, con naturalidad y cada comentario, cada visita de los que callan pero sé que están, me hace sentir que no estoy sola, que nunca lo estaré.
Al final no era una maldición. Era ni más ni menos que el destino. El año ha sido largo y variado. He llorado, he reído, he sentido, he vivido, me he sentido llena, vacía. Confieso que he vivido. Pero, quizás por mi condición de escritora frustrada, el blog me ha devuelto gran parte de la autoestima que la vida me robó. Tengo algo que ofrecer y me lo agradecéis todos los días.
Gracias, Belén, por fustigarme para que escribiese. Gracias, Luis, por todo. Gracias, JM, por haberme descubierto y no dejarte llevar por los prejuicios. Gracias, Patri, por ese amor que no sé de dónde te rebosa. Gracias, Sonia, por existir. Gracias, Sol, por ser la visión crítica y siempre lúcida. Gracias, Raúl Alberto, mi galán caballero. Gracias, Alfonso, por poner un poquito de pimienta en mi vida y en mi blog. Gracias, Carmen, querida argentina que me lees allende los mares. Gracias, David, estrella fugaz por ilusionarme con la banderita de USA cada vez que curioseas por aquí. Gracias, capitán, que sé que andas por ahí.
Gracias, Concha, por entrar en mi vida, por ser mi prima y por todo lo que hemos compartido y espero que sigamos compartiendo.
Gracias, Hugo y Noa, por vuestra salud, vuestra belleza interior y exterior. Por ser mi fuerza y los que sacáis lo mejor de mí.
Gracias a todos los anónimos y a los que me dejo. Si tecleo ya es sólo por vosotros así que no me falléis.
Para todos deseo una Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo, Feliz Vida y que no nos perdamos de vista demasiado pronto.
Gracias
De hecho, no sé muy bien por qué nos felicitamos pero lo hacemos. Y a mí me gusta el rollo cursi de la tele. Paz y amor. Vaale, es un cuento pero, para variar, que la gente esté positiva y solidaria se agradece.
Este año no les tengo tanto miedo como otros. Nochebuena es bonita porque no la paso con mi familia sangrante, Navidad no me pillan este año ni borracha y Fin de Año... Dios proveerá. Tengo más ganas de fiesta que otros años, estoy algo más positiva. Supongo que se llama esperanza aunque también me da repelús contar con ella. Pero es inevitable. Sin eso no hay quien siga adelante.
Vamos, que yo a lo que me iba era al tema de las felicitaciones. Cuando empecé este blog, lo hice más por presión externa que otra cosa. Me había convertido en una resistente antiletras. Si trabajar en el periodismo y no servir para nada más que para escribir era la causa de todos mis males, renegaba. Y renegué. Dos largos años.
Mi compañero de piso creó el blog y ni siquiera escribí nada. Le dije que pegara un texto-pataleta del año anterior y olvidé este espacio. Conocí Orkut. Un foro en el que hay de todo pero en el que, al final, como dice JM, se ha creado una pandilla. No nos caemos todos bien pero ahí está la salsa del tema.
Algunos amigos me apretaron para que escribiese. Los que me conocían de antes y los que querían saber qué podía contar. Y empecé. No esperaba nada del blog. Sólo perder la fobia a las letras, mis únicas amigas desde la infancia, recuperar algo de autoestima y, sobre todo, retomar el hábito. Ni soñaba con la respuesta de todos vosotros.
Yo creía que, con lo extensa que es la red, que alguien diese con mi blog sería un milagro y que fidelizase, mucho más aún. Sólo escribía como terapia personal para ver que aún podía, que aún valía. Poquito a poco fuisteis llegando. Todos. Unos del foro, otros amigos, otros amigos de amigos, por casualidad, por destino. Y estáis aquí.
Gracias a vuestra fidelidad, yo he vuelto a sentir que escribir es un don y no una maldición. Que puedo ser tierna, borde, divertida, tristona y se me seguirá reconociendo. Que me puedo mostrar tal cual soy y gustar no sólo a pesar sino gracias a ello.
Quiero hoy devolver la felicidad recibida a través de todos vuestros comentarios. Cada vez que un texto os parece bueno, un ladrillito en mi muro de autodefensa se cae. Cada vez que llego a transmitir algo de lo que sangra mi corazón, crezco por dentro. Me dais un calor que ni siquiera podéis imaginar. Me permitís desnudar el alma sin pudor, con naturalidad y cada comentario, cada visita de los que callan pero sé que están, me hace sentir que no estoy sola, que nunca lo estaré.
Al final no era una maldición. Era ni más ni menos que el destino. El año ha sido largo y variado. He llorado, he reído, he sentido, he vivido, me he sentido llena, vacía. Confieso que he vivido. Pero, quizás por mi condición de escritora frustrada, el blog me ha devuelto gran parte de la autoestima que la vida me robó. Tengo algo que ofrecer y me lo agradecéis todos los días.
Gracias, Belén, por fustigarme para que escribiese. Gracias, Luis, por todo. Gracias, JM, por haberme descubierto y no dejarte llevar por los prejuicios. Gracias, Patri, por ese amor que no sé de dónde te rebosa. Gracias, Sonia, por existir. Gracias, Sol, por ser la visión crítica y siempre lúcida. Gracias, Raúl Alberto, mi galán caballero. Gracias, Alfonso, por poner un poquito de pimienta en mi vida y en mi blog. Gracias, Carmen, querida argentina que me lees allende los mares. Gracias, David, estrella fugaz por ilusionarme con la banderita de USA cada vez que curioseas por aquí. Gracias, capitán, que sé que andas por ahí.
Gracias, Concha, por entrar en mi vida, por ser mi prima y por todo lo que hemos compartido y espero que sigamos compartiendo.
Gracias, Hugo y Noa, por vuestra salud, vuestra belleza interior y exterior. Por ser mi fuerza y los que sacáis lo mejor de mí.
Gracias a todos los anónimos y a los que me dejo. Si tecleo ya es sólo por vosotros así que no me falléis.
Para todos deseo una Feliz Navidad, Feliz Año Nuevo, Feliz Vida y que no nos perdamos de vista demasiado pronto.
Gracias
martes, diciembre 19, 2006
Te echo tanto de menos
Mimos. Necesito mimos. Después de dar mil vueltas pensando sobre qué postear me vuelvo donde siempre, al país de las sensaciones.
La verdad, con la armadura tan estupenda que tenía esta temporada, no sé a qué vienen estas ganas de que me achuchen todo el día, que me hagan regalitos y me digan que soy única en mi especie. ¡Qué fastidio de vulnerabilidad, narices!
No sé si es la puñetera Navidad _como no me tocan regalos ni nada pues ya se sabe, se pone una tonta perdida_ o que, después de todo, va a ser que soy un vulgar ser humano.
Echo de menos esos fines de semana que no se autodestruían en 24 horas en los que la pasión, muchos mimos (¡MIMOS,MIMOS, MIMOS... cómo me cuesta reconocer y usar esa palabra!), besos asexuados, besos completamente sexuales, baños en compañía y habitaciones cálidas de las que no salir eran todo lo que podía necesitar. Ese maravilloso sentimiento de no querer ni tener que estar en ningún otro lado. Sentirse plena, aunque fuese momentáneamente, sin temor a ser vista.
Echo de menos las risas cómplices, los almohadazos, los cachetes, ese punto adolescente que produce la fantástica estupidez transitoria que es el amor o similares (no soy una purista, si produce el efecto, me vale). Quiero volver a escuchar que soy la única con la que quieres hacer el amor, la más bella, la más sensual. Tampoco me importa si es mentira.
Tengo deseos de que vuelvas a acariciarme de arriba abajo, de abajo arriba, sin prisa, con dulzura, con delectación, para luego acabar volviéndonos locos, sudando y pidiéndote sin aliento que me uses _sin límites, sin tabúes_ como tu objeto sexual, tu más preciado objeto creado sólo para tu uso y disfrute.
Siento nostalgia de ese abrazo suave, de espaldas, tras el orgasmo. Que me tapes porque se me pone la piel de gallina. Que me digas lo bien que huelo. Sentir lo bien que hueles. Los dos a lo mismo, a sexo fresco con sentimiento.
Añoro acariciarte con calma de pies a cabeza, hacer de mi lengua, manos y de mis manos, lengua. Que te sientas pleno, que no desees ir a ninguna parte. Que suene el teléfono y lo ignores conmigo. Levantarnos para comer y volver a la cama para la siesta sin sueño.
Regarte con champagne como al mejor de los augurios y sentirme en el cielo sólo con tu aliento cerca. Deseo que te rías conmigo, que no me tengas miedo, no tenerte miedo, poder desnudarme de verdad y que tú lo hagas y nos quedemos ambos extasiados de nuestra ausencia de vergüenza. Que no me abrigue nada más que tu piel, que mi piel sedosa te parezca la única, que mis relaciones dejen de ser un holograma del sentimiento, de los cuerpos y las almas compartidas.
Quiero que me hagas sonreír en la puerta de una cafetería mirándome con admiración después de haberme pasado hora y media convirtiéndome en tu princesa. Y que no te importe que, a ratos, no sea más que una rana.
Echo de menos que me acaricies el pelo, la piel, los ojos, las cejas y hacerlo yo contigo sabiendo que hablamos de lo mismo. Que me malcríes para poder malcriarte. Que me hagas olvidar mi teoría de la autodefensa.
Que vuelvas a hacerme soñar despierta, como ahora, con un imposible.
Necesito que me acaricies el alma en lugar del cuerpo.
Pero ¿A quién diablos le importa mi alma?
La verdad, con la armadura tan estupenda que tenía esta temporada, no sé a qué vienen estas ganas de que me achuchen todo el día, que me hagan regalitos y me digan que soy única en mi especie. ¡Qué fastidio de vulnerabilidad, narices!
No sé si es la puñetera Navidad _como no me tocan regalos ni nada pues ya se sabe, se pone una tonta perdida_ o que, después de todo, va a ser que soy un vulgar ser humano.
Echo de menos esos fines de semana que no se autodestruían en 24 horas en los que la pasión, muchos mimos (¡MIMOS,MIMOS, MIMOS... cómo me cuesta reconocer y usar esa palabra!), besos asexuados, besos completamente sexuales, baños en compañía y habitaciones cálidas de las que no salir eran todo lo que podía necesitar. Ese maravilloso sentimiento de no querer ni tener que estar en ningún otro lado. Sentirse plena, aunque fuese momentáneamente, sin temor a ser vista.
Echo de menos las risas cómplices, los almohadazos, los cachetes, ese punto adolescente que produce la fantástica estupidez transitoria que es el amor o similares (no soy una purista, si produce el efecto, me vale). Quiero volver a escuchar que soy la única con la que quieres hacer el amor, la más bella, la más sensual. Tampoco me importa si es mentira.
Tengo deseos de que vuelvas a acariciarme de arriba abajo, de abajo arriba, sin prisa, con dulzura, con delectación, para luego acabar volviéndonos locos, sudando y pidiéndote sin aliento que me uses _sin límites, sin tabúes_ como tu objeto sexual, tu más preciado objeto creado sólo para tu uso y disfrute.
Siento nostalgia de ese abrazo suave, de espaldas, tras el orgasmo. Que me tapes porque se me pone la piel de gallina. Que me digas lo bien que huelo. Sentir lo bien que hueles. Los dos a lo mismo, a sexo fresco con sentimiento.
Añoro acariciarte con calma de pies a cabeza, hacer de mi lengua, manos y de mis manos, lengua. Que te sientas pleno, que no desees ir a ninguna parte. Que suene el teléfono y lo ignores conmigo. Levantarnos para comer y volver a la cama para la siesta sin sueño.
Regarte con champagne como al mejor de los augurios y sentirme en el cielo sólo con tu aliento cerca. Deseo que te rías conmigo, que no me tengas miedo, no tenerte miedo, poder desnudarme de verdad y que tú lo hagas y nos quedemos ambos extasiados de nuestra ausencia de vergüenza. Que no me abrigue nada más que tu piel, que mi piel sedosa te parezca la única, que mis relaciones dejen de ser un holograma del sentimiento, de los cuerpos y las almas compartidas.
Quiero que me hagas sonreír en la puerta de una cafetería mirándome con admiración después de haberme pasado hora y media convirtiéndome en tu princesa. Y que no te importe que, a ratos, no sea más que una rana.
Echo de menos que me acaricies el pelo, la piel, los ojos, las cejas y hacerlo yo contigo sabiendo que hablamos de lo mismo. Que me malcríes para poder malcriarte. Que me hagas olvidar mi teoría de la autodefensa.
Que vuelvas a hacerme soñar despierta, como ahora, con un imposible.
Necesito que me acaricies el alma en lugar del cuerpo.
Pero ¿A quién diablos le importa mi alma?
lunes, diciembre 18, 2006
Piedras preñadas de alma
Pues vaya lío. Tengo necesidad de escribir y muchos problemas para elegir el tema. Cosa rara, no me suele pasar. Me debato entre hablar de mis miedos (tema reiterativo y reiterado hasta decir basta), de mis sensaciones por mi ciudad y posible marcha (más miedos y más repetición sobre algo que sigue en el aire), sobre la visita de mi niña Belén, tan tierna y todo corazón ella.
De verdad, a veces me encantaría someter estas tonterías a votación. Empiezo a conocer personalmente a muchas personas que leen mis modestas o estúpidas líneas, según el gusto del consumidor. Y me retrae un poco. Creo que al final haré lo que siempre: entregarme a la escritura automática. Es mi extraño don. No planifico lo que escribo, sale solo, a través del teclado. Podría esforzarme más, soy muy vaga, me lo dice mi ángel de la guarda. Pero supongo que relaciono el esfuerzo con el dinero.
Pienso cómo será mi vida si me fuese. Y cómo sería si me quedase. Me encanta mi ciudad. Es tan hermosa. Todo el mundo ama su ciudad pero es que la mía es objetivamente inigualable. Y en la oscuridad, estas noches frías de invierno como hoy, tiene una luz y soledad que me hacen sentir el rumor milenario de sus piedras.
He viajado por gran parte del mundo. Conozco lugares fascinantes. Nunca comparo, cada cultura, cada plaza, cada monumento tienen su propia e inimitable identidad y encanto pero Santiago... tiene un halo de belleza intemporal. Sobre todo cuando estamos solas.
Yo me crié al lado mismo de la fachada del Obradoiro. Mi madre tiene su casa ahí. Jugué a polis y cacos, me di el primer inocente beso en los labios, indiqué el camino a los peregrinos en cuanto empecé a hablar. Viví once años en otra ciudad y maldije cada día que pasé fuera.
Sigue asombrándome. No sé si voy a irme pero es doloroso arrancar del alma el sentimiento de apego a todo lo que esta ciudad me ha ofrecido. Me gusta ir a los bares del Franco y conocer desde tiempos inmemoriales a los hosteleros. Sentarme sola a ver cómo gente que viene desde países remotos descubre completamente extasiada lo que para mí es parte de mi sangre.
Me he refugiado dentro de la catedral, en alguna de sus capillas, miles de veces cuando en casa las cosas se ponían muy feas. Ahora es más difícil, demasiado turismo, pero hay fechas del año en que conserva al cien por cien su espiritualidad. La catedral compostelana está en uno de los puntos de energía telúrica más importantes del mundo. Cuando estaba triste, nerviosa o débil, me acercaba. Hacía frío, había silencio. Aspiraba muy fuerte ese aire limpio. No sabía nada del tema de la energía entonces, lo hacía desde muy joven. Pero salía como si me hubiese dado un baño de oxígeno.
Ahora temo aferrarme a nada que haya aquí. Temo aferrarme a cualquier cosa en general. La vida es una hábil maestra. Me resulta duro pensar en no estar y en estar. Si me quedo, será sin futuro. Si me voy, dejo atrás mis raíces, las personas que quiero y, peor aún, las pocas que me quieren. Es una dualidad permanente. Supongo que la ventaja es que, como siempre, el tiempo y las circunstancias decidirán.
Si conozco a un hombre que me hace sentir bien, automáticamente empiezo a estar desesperada por conocer a otro para romper el lazo emocional, por pequeño que sea. Quiero sentir y lo temo. Definitivamente, ya soy un hombre hecho y derecho. No quiero no ser correspondida en ningún aspecto de mi vida. Eso que tan bien llamo cobardía.
No quiero no ser correspondida en la amistad, no quiero amar y no ser amada, no quiero partir y quedarme sin nada. Lo triste es que si me quedo, seguro que lo perderé todo. Aquí es donde imagino que es cuando una querida amiga dice que no se me entiende nada. Todo en mi existencia actual parece tener fecha de caducidad antes siquiera de empezar.
Sorprendentemente, percibo que estoy extraordinariamente receptiva a nivel emocional. Quizás porque he recibido visitas que llenan el alma. Personas que me conocen aparentemente tan poco y que me hacen sentir tanto. S (no sé si quiere que ponga su nombre), mi niña Belén (ya lo dije antes, se me escapó). Mi gente de siempre que me dice con resignación y cara triste que se alegrarán por mí si acabo marchándome mientras buscan mil peros cariñosos a todas las posibilidades de irme.
¿Qué será de mí sin todo lo que he construído aquí? ¿Sin tanto amor repartido y recibido por centuplicado, sin esa comodidad de caminar siempre por terreno conocido, sin miedo a nada?
Si decido y puedo irme será para no volver. Yo no alimento engaños. No habrá nuevas oportunidades aquí, lo sé. Tal vez otros lugares puedan llenar el resto de mi futuro y el balance final sea muy positivo.
Ahora mismo siento morriña. Esa nostalgia profunda de la tierra gallega, de sus gentes, de su comida, de mis amores pasados, de mis amigos presentes, de todo lo que le ha dado su nombre de terra meiga.
Gracias al encanto de Patri puedo proporcionaros esta maravillosa canción de Alberto Cortez. Os ruego las escuchéis con atención. No hay otra que describa mejor lo que se puede llegar a sentir por esta tierra nuestra. Yo percibo el dolor del abuelo y la fuerza de su alma que regresa, al fin, a través de su nieto.
No hay marcha atrás. Avance o no, ya no encuentro mi lugar aquí.
Que triste ¿no?
De verdad, a veces me encantaría someter estas tonterías a votación. Empiezo a conocer personalmente a muchas personas que leen mis modestas o estúpidas líneas, según el gusto del consumidor. Y me retrae un poco. Creo que al final haré lo que siempre: entregarme a la escritura automática. Es mi extraño don. No planifico lo que escribo, sale solo, a través del teclado. Podría esforzarme más, soy muy vaga, me lo dice mi ángel de la guarda. Pero supongo que relaciono el esfuerzo con el dinero.
Pienso cómo será mi vida si me fuese. Y cómo sería si me quedase. Me encanta mi ciudad. Es tan hermosa. Todo el mundo ama su ciudad pero es que la mía es objetivamente inigualable. Y en la oscuridad, estas noches frías de invierno como hoy, tiene una luz y soledad que me hacen sentir el rumor milenario de sus piedras.
He viajado por gran parte del mundo. Conozco lugares fascinantes. Nunca comparo, cada cultura, cada plaza, cada monumento tienen su propia e inimitable identidad y encanto pero Santiago... tiene un halo de belleza intemporal. Sobre todo cuando estamos solas.
Yo me crié al lado mismo de la fachada del Obradoiro. Mi madre tiene su casa ahí. Jugué a polis y cacos, me di el primer inocente beso en los labios, indiqué el camino a los peregrinos en cuanto empecé a hablar. Viví once años en otra ciudad y maldije cada día que pasé fuera.
Sigue asombrándome. No sé si voy a irme pero es doloroso arrancar del alma el sentimiento de apego a todo lo que esta ciudad me ha ofrecido. Me gusta ir a los bares del Franco y conocer desde tiempos inmemoriales a los hosteleros. Sentarme sola a ver cómo gente que viene desde países remotos descubre completamente extasiada lo que para mí es parte de mi sangre.
Me he refugiado dentro de la catedral, en alguna de sus capillas, miles de veces cuando en casa las cosas se ponían muy feas. Ahora es más difícil, demasiado turismo, pero hay fechas del año en que conserva al cien por cien su espiritualidad. La catedral compostelana está en uno de los puntos de energía telúrica más importantes del mundo. Cuando estaba triste, nerviosa o débil, me acercaba. Hacía frío, había silencio. Aspiraba muy fuerte ese aire limpio. No sabía nada del tema de la energía entonces, lo hacía desde muy joven. Pero salía como si me hubiese dado un baño de oxígeno.
Ahora temo aferrarme a nada que haya aquí. Temo aferrarme a cualquier cosa en general. La vida es una hábil maestra. Me resulta duro pensar en no estar y en estar. Si me quedo, será sin futuro. Si me voy, dejo atrás mis raíces, las personas que quiero y, peor aún, las pocas que me quieren. Es una dualidad permanente. Supongo que la ventaja es que, como siempre, el tiempo y las circunstancias decidirán.
Si conozco a un hombre que me hace sentir bien, automáticamente empiezo a estar desesperada por conocer a otro para romper el lazo emocional, por pequeño que sea. Quiero sentir y lo temo. Definitivamente, ya soy un hombre hecho y derecho. No quiero no ser correspondida en ningún aspecto de mi vida. Eso que tan bien llamo cobardía.
No quiero no ser correspondida en la amistad, no quiero amar y no ser amada, no quiero partir y quedarme sin nada. Lo triste es que si me quedo, seguro que lo perderé todo. Aquí es donde imagino que es cuando una querida amiga dice que no se me entiende nada. Todo en mi existencia actual parece tener fecha de caducidad antes siquiera de empezar.
Sorprendentemente, percibo que estoy extraordinariamente receptiva a nivel emocional. Quizás porque he recibido visitas que llenan el alma. Personas que me conocen aparentemente tan poco y que me hacen sentir tanto. S (no sé si quiere que ponga su nombre), mi niña Belén (ya lo dije antes, se me escapó). Mi gente de siempre que me dice con resignación y cara triste que se alegrarán por mí si acabo marchándome mientras buscan mil peros cariñosos a todas las posibilidades de irme.
¿Qué será de mí sin todo lo que he construído aquí? ¿Sin tanto amor repartido y recibido por centuplicado, sin esa comodidad de caminar siempre por terreno conocido, sin miedo a nada?
Si decido y puedo irme será para no volver. Yo no alimento engaños. No habrá nuevas oportunidades aquí, lo sé. Tal vez otros lugares puedan llenar el resto de mi futuro y el balance final sea muy positivo.
Ahora mismo siento morriña. Esa nostalgia profunda de la tierra gallega, de sus gentes, de su comida, de mis amores pasados, de mis amigos presentes, de todo lo que le ha dado su nombre de terra meiga.
Gracias al encanto de Patri puedo proporcionaros esta maravillosa canción de Alberto Cortez. Os ruego las escuchéis con atención. No hay otra que describa mejor lo que se puede llegar a sentir por esta tierra nuestra. Yo percibo el dolor del abuelo y la fuerza de su alma que regresa, al fin, a través de su nieto.
No hay marcha atrás. Avance o no, ya no encuentro mi lugar aquí.
Que triste ¿no?
sábado, diciembre 16, 2006
Reflexión con dedicatoria
Hoy voy a hacer una excepción. Alguien me ha pedido que le dedique un post, algo que nunca me había ocurrido de modo tan directo y, aunque esto tiene mucho peligro, me van los retos. Así que cumpliré tu deseo.
No te conozco demasiado, así que esto es todo un compromiso. Tienes un no se qué de buena persona que ha hecho que _a pesar de mi radical costumbre de darle carpetazo a las cosas en cuanto se ponen mínimamente feas_ te haya vuelto a ver después de mucho tiempo para los espacios que yo concedo a las "desapariciones". A mí me gusta dejar claro lo que no busco, no por chulería como tú piensas, sino porque me fatigan los apriorismos. Me aburre el discurso general _he dicho general, no hablo de ti_ de "nena, no vayas a sentir que estoy aquí para divertirme". Me fastidia la permanente suposición de que todas buscamos "anillitos" así que, como buen tío en que me voy convirtiendo, ahora lo digo yo.
Pero es que no hay quien os entienda. Si quieres compromiso, malo. Si das toda la libertad del mundo, molesta la aparente falta de interés. Hace mucho que no entiendo nada. ¡Pero si soy un chollo! No reclamo, no espero, no exijo. Eso sí, a cambio hay que guardarse la dulzura y la ternura. No se puede tener todo.
Puedo decirte lo que veo en ti pero es fácil que me equivoque. Guasón, bien parecido, simpático, confuso... Eres el hombre que tiene que cuidar a sus amigos como si te fueras a morir mañana. Salir todos los findes con ellos porque te "salvaron". Los amigos son más generosos que todo eso. Si son amigos. Ampliar el círculo y hacer cosas nuevas (como compartir unas horas con ninfas charlatanas, traviesas, malillas pero, en el fondo, buena gente) no está reñido con seguir en el mundo.
Me confundes con tus extrañas opiniones sobre mi persona. Estoy a la defensiva, sí. No quiero hacerme daño ni engancharme de historias que no van a ser. Eso me permite disfrutar del presente sin sufrir en el futuro. Cada cual tiene sus recursos. Tú conoces los tuyos. Me entristece parecerte vanidosa porque no lo soy. O egocéntrica, o prepotente. Me cuido de ti y del mundo. Los que estamos solos tenemos que hacerlo así. Pero nadie que me conozca de verdad pensaría eso. Es una pena que no logres verme.
Ten cuidado, no dejes pasar el sol por la puerta en pro de la "distracción". No se ama más a los hijos padeciendo. Tú luchas y los amas. No temas, lo estás haciendo bien. Yo descubrí a mis padres muy mayor, incluso fuera de tiempo, pero ellos saben quien eres. Te quieren y los quieres entrañablemente. No te angusties por lo que no puedes solucionar de momento. Disfruta y valora lo que posees ahora.
Hay gente que no tiene ni tendrá hijos. Muchos no tienen tu maravillosa familia. No tienen trabajo. No tienen amigos. Eres muy rico. Sé agradecido a la vida y te dará todavía más
Temo dar una impresión sobre ti. Podría volverse en mi contra. Mimoso a escondidas, un poquillo golfo en fase de autoafirmación a través de las copas y el tonteo (se te pasará), muy gallego (no tengo la menor idea de si vienes o si vas), una cotorra (¡¡por eso no soportas que yo hable tanto!!). Estás acostumbrado a venderte muy bien por eso te fastidia mi poca disposición a creerme nada. Ya sabes, demasiadas horas de vuelo
En fin todo lo que he dicho puede ser utilizado en mi contra. Espero que no. Sin racionalizarlo me pareces encantador, atractivo, bello por dentro y por fuera, perdido, disperso. Cada dìa mejor amante.
Por eso te prefiero lejos.
No te conozco demasiado, así que esto es todo un compromiso. Tienes un no se qué de buena persona que ha hecho que _a pesar de mi radical costumbre de darle carpetazo a las cosas en cuanto se ponen mínimamente feas_ te haya vuelto a ver después de mucho tiempo para los espacios que yo concedo a las "desapariciones". A mí me gusta dejar claro lo que no busco, no por chulería como tú piensas, sino porque me fatigan los apriorismos. Me aburre el discurso general _he dicho general, no hablo de ti_ de "nena, no vayas a sentir que estoy aquí para divertirme". Me fastidia la permanente suposición de que todas buscamos "anillitos" así que, como buen tío en que me voy convirtiendo, ahora lo digo yo.
Pero es que no hay quien os entienda. Si quieres compromiso, malo. Si das toda la libertad del mundo, molesta la aparente falta de interés. Hace mucho que no entiendo nada. ¡Pero si soy un chollo! No reclamo, no espero, no exijo. Eso sí, a cambio hay que guardarse la dulzura y la ternura. No se puede tener todo.
Puedo decirte lo que veo en ti pero es fácil que me equivoque. Guasón, bien parecido, simpático, confuso... Eres el hombre que tiene que cuidar a sus amigos como si te fueras a morir mañana. Salir todos los findes con ellos porque te "salvaron". Los amigos son más generosos que todo eso. Si son amigos. Ampliar el círculo y hacer cosas nuevas (como compartir unas horas con ninfas charlatanas, traviesas, malillas pero, en el fondo, buena gente) no está reñido con seguir en el mundo.
Me confundes con tus extrañas opiniones sobre mi persona. Estoy a la defensiva, sí. No quiero hacerme daño ni engancharme de historias que no van a ser. Eso me permite disfrutar del presente sin sufrir en el futuro. Cada cual tiene sus recursos. Tú conoces los tuyos. Me entristece parecerte vanidosa porque no lo soy. O egocéntrica, o prepotente. Me cuido de ti y del mundo. Los que estamos solos tenemos que hacerlo así. Pero nadie que me conozca de verdad pensaría eso. Es una pena que no logres verme.
Ten cuidado, no dejes pasar el sol por la puerta en pro de la "distracción". No se ama más a los hijos padeciendo. Tú luchas y los amas. No temas, lo estás haciendo bien. Yo descubrí a mis padres muy mayor, incluso fuera de tiempo, pero ellos saben quien eres. Te quieren y los quieres entrañablemente. No te angusties por lo que no puedes solucionar de momento. Disfruta y valora lo que posees ahora.
Hay gente que no tiene ni tendrá hijos. Muchos no tienen tu maravillosa familia. No tienen trabajo. No tienen amigos. Eres muy rico. Sé agradecido a la vida y te dará todavía más
Temo dar una impresión sobre ti. Podría volverse en mi contra. Mimoso a escondidas, un poquillo golfo en fase de autoafirmación a través de las copas y el tonteo (se te pasará), muy gallego (no tengo la menor idea de si vienes o si vas), una cotorra (¡¡por eso no soportas que yo hable tanto!!). Estás acostumbrado a venderte muy bien por eso te fastidia mi poca disposición a creerme nada. Ya sabes, demasiadas horas de vuelo
En fin todo lo que he dicho puede ser utilizado en mi contra. Espero que no. Sin racionalizarlo me pareces encantador, atractivo, bello por dentro y por fuera, perdido, disperso. Cada dìa mejor amante.
Por eso te prefiero lejos.
viernes, diciembre 15, 2006
Bocaditos de realidad
Hace días que le doy vueltas. Con esto de que se acaba el año me da por hacer balances como a todo el mundo. Claro que a mí me gusta "balancear" principalmente la parte emocional/sentimental. No me refiero, por supuesto, sólo a las relaciones con los hombres. A todas en general. Pero, claro, cuando una está libre y es joven, es fácil que aparezcan "cosillas".
Reconozco que, aunque al principio no era así, ahora me condiciona un poco saber que hay gente que espera estas crónicas de la loca-cuerda. Una parte de mí intenta ser más entretenida, a veces, otra más personal, dependiendo del día y conociendo las preferencias de mi "público".
En el directo yo doy una imagen muy poco sentimental. Parezco dura, graciosa, bordecilla, soy muy irónica, muy bromista y resulto _para quien no me conoce_ algo sobrada. No voy a negar que todos estos rasgos están en mi personalidad. Luego está la otra, la Ninfa verdadera. Muy espiritual, con mucho amor contenido por mi familia elegida e hijos (lo contengo porque no me enseñaron a mostrarlo y me da vergüenza...), introspectiva, curiosa, mimosa, valiente pero harta de serlo... Una paradoja, imagino que como todos.
Pues nada, que quiero hacer balance. He conocido a mucha gente nueva este año. Pero mucha. Personas igual menos pero eso ya se sabía. Comencé el año conociendo al único hombre que me deja ese regusto dulce/amargo de lo que no pudo ser. Fue mi regalo de Reyes. Bello como un Dios, solitario como un lobo estepario, superviviente como una Ninfa... La vida se encargó de tropezarnos para quedarnos con las ganas y llevárselo de vuelta a un país en el que no quería vivir, a un trabajo que no quería tener y lejos de la mujer con la que, en ese momento, quería estar.
Hubo nuevos tropezones. Repetí con algún error del pasado pero esta vez sabiendo muy bien lo que me hacía. O sea, que jugamos un poquito y enseguida me aburrí. Así que borré su número de mi listín _como siempre hago_ y seguí caminando.
Me encontré con aventuras que se convirtieron en buenos amigos, torpes con poca educación que juegan al gato y al ratón o que se creen que están por encima del bien y del mal. Hombres demasiado jóvenes y alguno demasiado viejo para mí. Inmaduros todos, claro, son hombres (lo siento, si no hago estos guiños no sería yo...).
Hay quien se muestra fascinado y, de repente, te da una bofetada telefónica. Otros que son sólo sexo de una noche y casi ninguno que es un hermoso elfo de una noche. También, claro, los que te quieren pero no o los que te quieren pero tú tampoco... Complejos que somos los humanos.
Sin embargo, con las mujeres me ha ido mejor. He conocido personas increíbles. De un gran descubrimiento os hablo sólo un post atrás. También está mi prima. No sé si le molestará que la cite pero ha sido para mí muy hermoso tenerla cerca. Tan bella (dentro y fuera), inteligente, vivaz, osada, culta. La veo menos de lo que quisiera pero es de esas personas a las que echo de menos con demasiada frecuencia. Me encanta que sea mi prima. Es de los contados familiares de los que me siento orgullosa. Y presumo mucho de ella.
Se acaba el año. He tenido noticias de tinte desagradable de algún individuo de espíritu muy pobre y vida muy vacía. Continúo sola, ahora creo que por deseo propio. Sólo expongo la duda en función de que, tal vez, lo deseo porque no veo nada en el horizonte. Continúo en el paro _esto sí que no es por gusto_ pero con expectativas y, aunque las temo, hay que agarrarse a la esperanza.
No me gusta el Fin de Año. Eso de estar feliz por definición se me da mal. Sigo sin tener nada que me haga sentir segura de verdad. Me temo que tampoco cumpliré mi fantasía de empezar algún año con una noche loca de sexo y champagne (con amor ya sería la refantasía...). No saldré, supongo. Me pondré guapa para mí misma y mis amigos/familia, beberé algo y luego me meteré en cama como todos los 31 de diciembre.
En realidad no sé cuál es el balance: he conocido un montón de tipos que no valen nada, dos que valen todo pero están a miles de kilómetros, mi ex se ha puesto en plan profundo y me ha pedido perdón por todo el daño causado _a ver lo que le dura el buen rollo_, tengo dos nuevas amigas que, cómo no, también están lejísimos.
Terminaré el año sola. Como lo empecé. Una se permite fantasear con una noche hermosa pero la experiencia es un grado y no de alcohol precisamente. A pesar de todo, no me arrepiento de nada y eso es lo bueno. He sentido, algunas veces más y a veces menos, lo cual es señal de estar viva. No he llegado a fascinarme de verdad con nadie y sí he aprendido a ser pragmática y no fascinarme ni lo más mínimo.
Estoy serena, con cierta paz. Ya no me preocupa lo que el futuro me depare en materia sentimental. Así estoy bien. Si quiero un hombre, lo tengo. Si quiero un amigo, lo tengo. Si quiero un amor... lo sueño. Si quiero una vida, la vivo.
Un año más. O un año menos. Otra vuelta de tuerca y, al final....
La nada. O el misterio. O sólo nuevos días, nuevos hombres, nuevos amigos, nuevas experiencias.
La vida misma
Reconozco que, aunque al principio no era así, ahora me condiciona un poco saber que hay gente que espera estas crónicas de la loca-cuerda. Una parte de mí intenta ser más entretenida, a veces, otra más personal, dependiendo del día y conociendo las preferencias de mi "público".
En el directo yo doy una imagen muy poco sentimental. Parezco dura, graciosa, bordecilla, soy muy irónica, muy bromista y resulto _para quien no me conoce_ algo sobrada. No voy a negar que todos estos rasgos están en mi personalidad. Luego está la otra, la Ninfa verdadera. Muy espiritual, con mucho amor contenido por mi familia elegida e hijos (lo contengo porque no me enseñaron a mostrarlo y me da vergüenza...), introspectiva, curiosa, mimosa, valiente pero harta de serlo... Una paradoja, imagino que como todos.
Pues nada, que quiero hacer balance. He conocido a mucha gente nueva este año. Pero mucha. Personas igual menos pero eso ya se sabía. Comencé el año conociendo al único hombre que me deja ese regusto dulce/amargo de lo que no pudo ser. Fue mi regalo de Reyes. Bello como un Dios, solitario como un lobo estepario, superviviente como una Ninfa... La vida se encargó de tropezarnos para quedarnos con las ganas y llevárselo de vuelta a un país en el que no quería vivir, a un trabajo que no quería tener y lejos de la mujer con la que, en ese momento, quería estar.
Hubo nuevos tropezones. Repetí con algún error del pasado pero esta vez sabiendo muy bien lo que me hacía. O sea, que jugamos un poquito y enseguida me aburrí. Así que borré su número de mi listín _como siempre hago_ y seguí caminando.
Me encontré con aventuras que se convirtieron en buenos amigos, torpes con poca educación que juegan al gato y al ratón o que se creen que están por encima del bien y del mal. Hombres demasiado jóvenes y alguno demasiado viejo para mí. Inmaduros todos, claro, son hombres (lo siento, si no hago estos guiños no sería yo...).
Hay quien se muestra fascinado y, de repente, te da una bofetada telefónica. Otros que son sólo sexo de una noche y casi ninguno que es un hermoso elfo de una noche. También, claro, los que te quieren pero no o los que te quieren pero tú tampoco... Complejos que somos los humanos.
Sin embargo, con las mujeres me ha ido mejor. He conocido personas increíbles. De un gran descubrimiento os hablo sólo un post atrás. También está mi prima. No sé si le molestará que la cite pero ha sido para mí muy hermoso tenerla cerca. Tan bella (dentro y fuera), inteligente, vivaz, osada, culta. La veo menos de lo que quisiera pero es de esas personas a las que echo de menos con demasiada frecuencia. Me encanta que sea mi prima. Es de los contados familiares de los que me siento orgullosa. Y presumo mucho de ella.
Se acaba el año. He tenido noticias de tinte desagradable de algún individuo de espíritu muy pobre y vida muy vacía. Continúo sola, ahora creo que por deseo propio. Sólo expongo la duda en función de que, tal vez, lo deseo porque no veo nada en el horizonte. Continúo en el paro _esto sí que no es por gusto_ pero con expectativas y, aunque las temo, hay que agarrarse a la esperanza.
No me gusta el Fin de Año. Eso de estar feliz por definición se me da mal. Sigo sin tener nada que me haga sentir segura de verdad. Me temo que tampoco cumpliré mi fantasía de empezar algún año con una noche loca de sexo y champagne (con amor ya sería la refantasía...). No saldré, supongo. Me pondré guapa para mí misma y mis amigos/familia, beberé algo y luego me meteré en cama como todos los 31 de diciembre.
En realidad no sé cuál es el balance: he conocido un montón de tipos que no valen nada, dos que valen todo pero están a miles de kilómetros, mi ex se ha puesto en plan profundo y me ha pedido perdón por todo el daño causado _a ver lo que le dura el buen rollo_, tengo dos nuevas amigas que, cómo no, también están lejísimos.
Terminaré el año sola. Como lo empecé. Una se permite fantasear con una noche hermosa pero la experiencia es un grado y no de alcohol precisamente. A pesar de todo, no me arrepiento de nada y eso es lo bueno. He sentido, algunas veces más y a veces menos, lo cual es señal de estar viva. No he llegado a fascinarme de verdad con nadie y sí he aprendido a ser pragmática y no fascinarme ni lo más mínimo.
Estoy serena, con cierta paz. Ya no me preocupa lo que el futuro me depare en materia sentimental. Así estoy bien. Si quiero un hombre, lo tengo. Si quiero un amigo, lo tengo. Si quiero un amor... lo sueño. Si quiero una vida, la vivo.
Un año más. O un año menos. Otra vuelta de tuerca y, al final....
La nada. O el misterio. O sólo nuevos días, nuevos hombres, nuevos amigos, nuevas experiencias.
La vida misma
martes, diciembre 12, 2006
Reina del Nilo
Hacía un ratín que la esperaba encaramada en una silla. Facilísimo reconocerla. El mar mediterráneo por duplicado en lugar de ojos, belleza, gracia, descaro y la lengua fuera. Mi amiga internáutica.
Las relaciones por internet son muy criticadas por los ajenos a la red. Los foreros les parecemos frikys y se tiende a pensar que somos gente amarrada al ordenador. Hay de todo en la viña del Señor pero, desde luego, la bella malagueña y yo no somos un exponente de eso.
Soy una persona extrovertida, no me resulta difícil relacionarme. Sin embargo, soy muy selectiva a la hora de elegir a quien dejo entrar en mi vida. S y yo empezamos con un poco de pasión desbordada _o sea, encabronándonos_ pero, como dicen los gitanos... "Mala cosa los hijos con buenos comienzos...".
Norte y sur. Sol y lluvia. Gracia andaluza y retranca gallega. Una persona muy especial. A mí no me cabe ninguna duda de que tiene muchos amigos y que encandila pero yo no soy de las que se deja enamorar por lo que fascina a todos. En los amigos me reconozco por dentro. Como dice Bach: "conocerás mejor a tus amigos en los primeros cinco minutos que a tus conocidos en un millón de años.
Eso me ha pasado. Nos hemos contado todo y de todo, sin pudores, sin timideces, sin silencios incómodos. Nos hemos reído como si hubiésemos estado haciéndolo desde siempre. Compartimos travesuras con la misma picardía, sin temor a ser juzgadas, sin temor a que sea mentira. Se hizo dueña de un pedazo de mi corazón y me ha dejado ese cachito de pena que se tiene cuando un amor de verano se aleja para siempre. Ojito, es preciosa pero, como diría ella, a mí me gustan los hombres más que comer con los dedos. Sin embargo, no lleva veinticuatro horas fuera y ya la echo de menos.
No se trata aquí de describirla, hay miles de personas que la conocen mucho más que yo y lo harían mejor. Yo sólo quiero transmitir la sensación que produce. Desprende alegría, gracia, inteligencia, criterio, genio, pasión por la vida. Uno quiere quedársela para siempre y no puede ser.
Cuando alguien me impacta las palabras no son mis aliadas. Sólo quiero presumir de tener una amiga mucho más bella por dentro que por fuera, con un halo de luz perenne como los pinos gallegos y el sol andaluz. Utilizo la palabra amiga con ligereza aparente, no hemos pasado mucho tiempo juntas en directo, sí mucho contándonos nuestras cosillas, de las más frívolas a las más importantes. Sin embargo, quien sabe de mí, reconoce la grandeza que le otorgo a esa palabra. No llamo amigos a los conocidos, a la gente de copas, a los simpáticos. Llamo amigos a los que se meten en mi alma y pasan a formar parte de mi vida, estén o no en ella.
Y, como dijo otro peculiar personaje, ambivalente malo-bueno, borde-tierno, grande-pequeño, inexplicablemente sin nadie al lado que se la merezca. Aunque, después de todo, no es tan extraño.
Sería muy difícil. Hasta siendo su amiga te sientes un poco más pequeña, más feílla, más vulnerable. Pero no es un sentimiento negativo. No para quien ama a los grandes seres humanos y está dispuesta a aprender de ellos.
Lo siento por ti, no te has ido aunque hayas subido a ese avión. Ya tienes un trocito de mis arterias en propiedad.
Para ti, Reina del Nilo
Las relaciones por internet son muy criticadas por los ajenos a la red. Los foreros les parecemos frikys y se tiende a pensar que somos gente amarrada al ordenador. Hay de todo en la viña del Señor pero, desde luego, la bella malagueña y yo no somos un exponente de eso.
Soy una persona extrovertida, no me resulta difícil relacionarme. Sin embargo, soy muy selectiva a la hora de elegir a quien dejo entrar en mi vida. S y yo empezamos con un poco de pasión desbordada _o sea, encabronándonos_ pero, como dicen los gitanos... "Mala cosa los hijos con buenos comienzos...".
Norte y sur. Sol y lluvia. Gracia andaluza y retranca gallega. Una persona muy especial. A mí no me cabe ninguna duda de que tiene muchos amigos y que encandila pero yo no soy de las que se deja enamorar por lo que fascina a todos. En los amigos me reconozco por dentro. Como dice Bach: "conocerás mejor a tus amigos en los primeros cinco minutos que a tus conocidos en un millón de años.
Eso me ha pasado. Nos hemos contado todo y de todo, sin pudores, sin timideces, sin silencios incómodos. Nos hemos reído como si hubiésemos estado haciéndolo desde siempre. Compartimos travesuras con la misma picardía, sin temor a ser juzgadas, sin temor a que sea mentira. Se hizo dueña de un pedazo de mi corazón y me ha dejado ese cachito de pena que se tiene cuando un amor de verano se aleja para siempre. Ojito, es preciosa pero, como diría ella, a mí me gustan los hombres más que comer con los dedos. Sin embargo, no lleva veinticuatro horas fuera y ya la echo de menos.
No se trata aquí de describirla, hay miles de personas que la conocen mucho más que yo y lo harían mejor. Yo sólo quiero transmitir la sensación que produce. Desprende alegría, gracia, inteligencia, criterio, genio, pasión por la vida. Uno quiere quedársela para siempre y no puede ser.
Cuando alguien me impacta las palabras no son mis aliadas. Sólo quiero presumir de tener una amiga mucho más bella por dentro que por fuera, con un halo de luz perenne como los pinos gallegos y el sol andaluz. Utilizo la palabra amiga con ligereza aparente, no hemos pasado mucho tiempo juntas en directo, sí mucho contándonos nuestras cosillas, de las más frívolas a las más importantes. Sin embargo, quien sabe de mí, reconoce la grandeza que le otorgo a esa palabra. No llamo amigos a los conocidos, a la gente de copas, a los simpáticos. Llamo amigos a los que se meten en mi alma y pasan a formar parte de mi vida, estén o no en ella.
Y, como dijo otro peculiar personaje, ambivalente malo-bueno, borde-tierno, grande-pequeño, inexplicablemente sin nadie al lado que se la merezca. Aunque, después de todo, no es tan extraño.
Sería muy difícil. Hasta siendo su amiga te sientes un poco más pequeña, más feílla, más vulnerable. Pero no es un sentimiento negativo. No para quien ama a los grandes seres humanos y está dispuesta a aprender de ellos.
Lo siento por ti, no te has ido aunque hayas subido a ese avión. Ya tienes un trocito de mis arterias en propiedad.
Para ti, Reina del Nilo
lunes, diciembre 11, 2006
Ha pasado un ángel
Una auténtica aparición. Ojos negros como la noche (jamás he visto otros más oscuros, más grandes, más hermosos), piel morena casi calé y una cara de una belleza masculina como pocas _por no decir ninguna_ veces he visto.
Estábamos las dos ahí, hablando sin parar, como desde el primer momento que nos vimos. Alma gemela malagueña (¡qué lejos, por Dios!) y gallega de camuflaje porque últimamente paso por todo menos por autóctona. La cafetería apretadita, mesas diminutas y a mi espalda alguien que movía fotos, escribía cosas y tomaba su café en la gélida tarde de diciembre.
No voy a decir de qué hablábamos los ojos verdes más bonitos de la península _sí, no exagero, tardé tres días en acostumbrarme a ellos y no repetirle una y otra vez que no podía dejar de mirarlos_ pero, vamos, que juntas tenemos mucho peligro y utilizamos el castellano en todas sus vertientes. Sobre todo las políticamente incorrectas, que resulta muy tonificante.
Vamos, que me pierdo. A la malagueña salerosa le dedicaré un post entero, que llevo esto muy atrasado, pero ahora mismo estoy de duelo porque se me ha ido y prefiero asentar sensaciones.
De pronto, la figura a mi espalda se dirige a mí/nosotras (no lo sé, estábamos petrificadas) , se disculpa y, dice que hemos de elegir una mano. Le preguntamos quién de las dos. Dijo que las dos si queríamos pero la mano habría de ser diferente. Con la mala suerte que me caracteriza y la sombra de las verdes farolas elegí mal. Le tocó a ella.
Era un hermoso marcahojas hecho a mano _lo elaboró en aquel escaso café_. Tenía una frase, preciosa, profunda, intensa. Igualita que su mirada. Le dimos las gracias, charlamos un rato. Es un peregrino, claro. La cuarta vez que hacía el camino. Argentino residente en Francia. Venía desde Lourdes y seguía camino hasta Fátima.
No era un argentino adulador y acostumbrado a la conquista. Desgraciadamente para nosotras no hizo el menor intento de conquistarnos (supongo que por eso en todo este largo puente de los muchos hombres a los que he visto _con excepción de un nuevo amigo que también se llevará un post en breve_ y con los que he coqueteado, sólo recuerdo con claridad su rostro). Nos contó un poquito de su vida, con su hablar pausado, tranquilo, sin alardes. Hace el Camino por motivos espirituales, claro, atrapado por esa magia que envuelve a los caminantes solitarios, alejados del bullicio y los motivos (absolutamente respetables, por otra parte) más festivos de otras personas.
Pues charlamos apenas un ratillo. De pronto, nos dio las gracias, pagó y desapareció para siempre. No nos pidió un sólo dato. Se fue como llegó. No reaccioné. Ni siquiera se me ocurrió invitarle al café, ni darle el mail u ofrecerle la hospitalidad debida al peregrino. No hubo tiempo.
Su halo de paz, sus hermosas palabras y su extraordinaria belleza, tanto interior como exterior, nos dejó absolutamente descolocadas. Cuando reaccionamos empezamos a hacernos cruces, claro está, de la mala pata de que tan bello ejemplar hubiese salido de nuestras vidas sin haber tenido ni el menor detalle de correspondencia.
Y mientras escribo se me ha ocurrido que le debemos algo, no sé el qué, un poco de esa serenidad dentro de las aguas negras y profundas que tuvimos la suerte que nos mirasen. Tal vez pensó que nos hacía falta un poquito espiritualidad en nuestras vidas también. Podría ser.
El caso es que ahora mismo me ha venido a la mente la idea de buscarle a través del Camino. Sólo sé que se llama Sergio, argentino, residente en Francia, camino de Fátima. Puede que alguno de los cientos de miles de peregrinos que vienen a mi Casa le haya conocido en uno de sus cuatro periplos por las piedras del Apóstol. Si alguien le conoce, me gustaría que le hiciese llegar este mensaje. Me gustaría saber de él. Un correo, un teléfono. Algo.
Si alguien puede ayudarme, lo agradeceré siempre. Para poder pagarle un café, ofrecerle abrigo del frío o una ración de queso a la más antigua usanza.
Llega la Navidad y creo haber visto un ángel.
¿Cómo no acaricié sus alas?
Estábamos las dos ahí, hablando sin parar, como desde el primer momento que nos vimos. Alma gemela malagueña (¡qué lejos, por Dios!) y gallega de camuflaje porque últimamente paso por todo menos por autóctona. La cafetería apretadita, mesas diminutas y a mi espalda alguien que movía fotos, escribía cosas y tomaba su café en la gélida tarde de diciembre.
No voy a decir de qué hablábamos los ojos verdes más bonitos de la península _sí, no exagero, tardé tres días en acostumbrarme a ellos y no repetirle una y otra vez que no podía dejar de mirarlos_ pero, vamos, que juntas tenemos mucho peligro y utilizamos el castellano en todas sus vertientes. Sobre todo las políticamente incorrectas, que resulta muy tonificante.
Vamos, que me pierdo. A la malagueña salerosa le dedicaré un post entero, que llevo esto muy atrasado, pero ahora mismo estoy de duelo porque se me ha ido y prefiero asentar sensaciones.
De pronto, la figura a mi espalda se dirige a mí/nosotras (no lo sé, estábamos petrificadas) , se disculpa y, dice que hemos de elegir una mano. Le preguntamos quién de las dos. Dijo que las dos si queríamos pero la mano habría de ser diferente. Con la mala suerte que me caracteriza y la sombra de las verdes farolas elegí mal. Le tocó a ella.
Era un hermoso marcahojas hecho a mano _lo elaboró en aquel escaso café_. Tenía una frase, preciosa, profunda, intensa. Igualita que su mirada. Le dimos las gracias, charlamos un rato. Es un peregrino, claro. La cuarta vez que hacía el camino. Argentino residente en Francia. Venía desde Lourdes y seguía camino hasta Fátima.
No era un argentino adulador y acostumbrado a la conquista. Desgraciadamente para nosotras no hizo el menor intento de conquistarnos (supongo que por eso en todo este largo puente de los muchos hombres a los que he visto _con excepción de un nuevo amigo que también se llevará un post en breve_ y con los que he coqueteado, sólo recuerdo con claridad su rostro). Nos contó un poquito de su vida, con su hablar pausado, tranquilo, sin alardes. Hace el Camino por motivos espirituales, claro, atrapado por esa magia que envuelve a los caminantes solitarios, alejados del bullicio y los motivos (absolutamente respetables, por otra parte) más festivos de otras personas.
Pues charlamos apenas un ratillo. De pronto, nos dio las gracias, pagó y desapareció para siempre. No nos pidió un sólo dato. Se fue como llegó. No reaccioné. Ni siquiera se me ocurrió invitarle al café, ni darle el mail u ofrecerle la hospitalidad debida al peregrino. No hubo tiempo.
Su halo de paz, sus hermosas palabras y su extraordinaria belleza, tanto interior como exterior, nos dejó absolutamente descolocadas. Cuando reaccionamos empezamos a hacernos cruces, claro está, de la mala pata de que tan bello ejemplar hubiese salido de nuestras vidas sin haber tenido ni el menor detalle de correspondencia.
Y mientras escribo se me ha ocurrido que le debemos algo, no sé el qué, un poco de esa serenidad dentro de las aguas negras y profundas que tuvimos la suerte que nos mirasen. Tal vez pensó que nos hacía falta un poquito espiritualidad en nuestras vidas también. Podría ser.
El caso es que ahora mismo me ha venido a la mente la idea de buscarle a través del Camino. Sólo sé que se llama Sergio, argentino, residente en Francia, camino de Fátima. Puede que alguno de los cientos de miles de peregrinos que vienen a mi Casa le haya conocido en uno de sus cuatro periplos por las piedras del Apóstol. Si alguien le conoce, me gustaría que le hiciese llegar este mensaje. Me gustaría saber de él. Un correo, un teléfono. Algo.
Si alguien puede ayudarme, lo agradeceré siempre. Para poder pagarle un café, ofrecerle abrigo del frío o una ración de queso a la más antigua usanza.
Llega la Navidad y creo haber visto un ángel.
¿Cómo no acaricié sus alas?
lunes, diciembre 04, 2006
Magia agridulce
Y se acercan las Navidades. No voy a entrar a decir por qué no me gustan porque hacerlo resulta ya mucho más tópico que disfrutar de ellas. Simplemente, me dan cierta sensación de temor. No soy miedosa, más bien al contrario. Pero siempre pienso en cómo sobreviviré cada año a ellas. Cuando pasan, tengo la sensación de haber ganado una batalla más y otra prueba superada.
Es fácil caer en el discurso de que son el resultado de un consumismo asqueroso. Probablemente es cierto pero yo me crié en una casa en que no se consumía de nada, no había Reyes Magos, ni cumpleaños ni gastos extraordinarios.
Sin embargo, yo seré honesta. A mí me gusta consumir. Me gustan los regalos (hacerlos y recibirlos), me gusta el anuncio del Almendro a pesar de que siempre me deprime porque yo no tengo ningún lugar al que volver por Navidad y nunca he percibido esa emoción en ningún familiar al verme.
Me gusta ponerme un precioso vestido de fiesta en Fin de Año a pesar de que me niego a salir porque es un auténtico coñazo. Pero el modelito no me lo salto porque me chifla y se me apolillan en el armario. Después de las uvas y dos copas siempre acabo pensando que ha sido otro comienzo de año de mierda y que estoy deseando que se acabe todo ello.
Me gusta beber buen champagne (siempre pero la Navidad es una buena excusa) y me gusta la ilusión de mis niños, sus nervios y su inocencia por la llegada de los mágicos portadores de juguetes. Eso sí que resulta precioso. Y ahí tiro la casa por la ventana mientras pueda. Pero, por lo demás, siempre me invade una agria sensación de soledad.
Los últimos años los pasé con mi familia elegida y estuvimos muy bien. Pero este año lo considero inapropiado. Tendrán aquí a muchísima familia directa venida del extranjero y no creo que deba ocupar un espacio que no me corresponde. Cómo no, sigo con mis dualidades. Mis hijos pasarán una nochebuena tristísima si no mantienen la tradición de ver llegar a Papá Noel (mi querida amiga disfrazada hasta las cejas) con tropecientos regalos para los peques. Pero soy una persona que aborrece molestar. Y como mis cachorrillos y yo somos tan poquitos da la sensación de que hay que acogernos. No soy una persona con orgullo mal entendido pero detesto dar lástima. Sólo son dos días al año y llevo unos cuantos sobreviviendo a ellos.
A mí me encanta creer en el espíritu de la Navidad y creo que las familias unidas sí lo disfrutan a conciencia. No pertenezco a ese grupo pero me gustan las luces de colores, los escaparates llenos de cositas que no me puedo comprar y ese ambiente de bonanza. Si os cuento que una de mis ilusiones es recibir una peazo cesta de Navidad (me fascinan esas con vinos buenorros, ibéricos y patés de lujo...) ya os digo todo. Aunque no compro gran cosa. Hacer una cena carísima no me hace gracia, supongo que porque me fastidia cocinar.
En fin, me preparo para la prueba de fondo anual. Sólo quisiera poder celebrar algo y sentirme segura económicamente. Me daría por muy satisfecha. Del tema sentimental estoy bastante desapegada y me va muy bien así.
No sé si porque se acercan las fechas, empiezo a recibir llamadas y mensajes de hombres que hace tiempo que no veo preguntándome dónde me escondo... Pues nunca me he escondido pero tampoco busco hacerme ver. Debo entrar en el balance anual y se ve que, volviendo la vista atrás, salgo bastante bien parada de su dispersa vida sentimental... No lo sé, en realidad, no me preocupa tampoco.
En fin, sé que tocarán un montón de sms en Fin de Año y esas cosas de gente que me quiere, de gente que no me quiere, de gente a la que le importo un pito y de otra que, en la distancia, nunca me olvida. Siempre hacen ilusión pero es como las postales: me gustan los personales y currados, no los reenviados a tutiplén aunque con alguno me he reído mucho.
Pero siempre me ha gustado un trato especial. Indica interés, afecto, atención. Cosas difíciles de encontrar pero, para mí consuelo, yo tampoco las regalo que digamos.
Se acerca la prueba: vuelta a las uvas, los buenos deseos y el gasto muchimillonario en regalitos para los niños. Al menos ellos sí conservan ilusión, emoción y sensación de magia.
Mis pequeños roedores no han descubierto aún que la magia en estado puro son ellos. Pero cuando lo descubran no se desilusionarán. De eso me ocupo yo.
Que no tengo su magia en mí pero he tenido el privilegio de llevarla en mi vientre.
Y donde hubo, siempre queda.
Es fácil caer en el discurso de que son el resultado de un consumismo asqueroso. Probablemente es cierto pero yo me crié en una casa en que no se consumía de nada, no había Reyes Magos, ni cumpleaños ni gastos extraordinarios.
Sin embargo, yo seré honesta. A mí me gusta consumir. Me gustan los regalos (hacerlos y recibirlos), me gusta el anuncio del Almendro a pesar de que siempre me deprime porque yo no tengo ningún lugar al que volver por Navidad y nunca he percibido esa emoción en ningún familiar al verme.
Me gusta ponerme un precioso vestido de fiesta en Fin de Año a pesar de que me niego a salir porque es un auténtico coñazo. Pero el modelito no me lo salto porque me chifla y se me apolillan en el armario. Después de las uvas y dos copas siempre acabo pensando que ha sido otro comienzo de año de mierda y que estoy deseando que se acabe todo ello.
Me gusta beber buen champagne (siempre pero la Navidad es una buena excusa) y me gusta la ilusión de mis niños, sus nervios y su inocencia por la llegada de los mágicos portadores de juguetes. Eso sí que resulta precioso. Y ahí tiro la casa por la ventana mientras pueda. Pero, por lo demás, siempre me invade una agria sensación de soledad.
Los últimos años los pasé con mi familia elegida y estuvimos muy bien. Pero este año lo considero inapropiado. Tendrán aquí a muchísima familia directa venida del extranjero y no creo que deba ocupar un espacio que no me corresponde. Cómo no, sigo con mis dualidades. Mis hijos pasarán una nochebuena tristísima si no mantienen la tradición de ver llegar a Papá Noel (mi querida amiga disfrazada hasta las cejas) con tropecientos regalos para los peques. Pero soy una persona que aborrece molestar. Y como mis cachorrillos y yo somos tan poquitos da la sensación de que hay que acogernos. No soy una persona con orgullo mal entendido pero detesto dar lástima. Sólo son dos días al año y llevo unos cuantos sobreviviendo a ellos.
A mí me encanta creer en el espíritu de la Navidad y creo que las familias unidas sí lo disfrutan a conciencia. No pertenezco a ese grupo pero me gustan las luces de colores, los escaparates llenos de cositas que no me puedo comprar y ese ambiente de bonanza. Si os cuento que una de mis ilusiones es recibir una peazo cesta de Navidad (me fascinan esas con vinos buenorros, ibéricos y patés de lujo...) ya os digo todo. Aunque no compro gran cosa. Hacer una cena carísima no me hace gracia, supongo que porque me fastidia cocinar.
En fin, me preparo para la prueba de fondo anual. Sólo quisiera poder celebrar algo y sentirme segura económicamente. Me daría por muy satisfecha. Del tema sentimental estoy bastante desapegada y me va muy bien así.
No sé si porque se acercan las fechas, empiezo a recibir llamadas y mensajes de hombres que hace tiempo que no veo preguntándome dónde me escondo... Pues nunca me he escondido pero tampoco busco hacerme ver. Debo entrar en el balance anual y se ve que, volviendo la vista atrás, salgo bastante bien parada de su dispersa vida sentimental... No lo sé, en realidad, no me preocupa tampoco.
En fin, sé que tocarán un montón de sms en Fin de Año y esas cosas de gente que me quiere, de gente que no me quiere, de gente a la que le importo un pito y de otra que, en la distancia, nunca me olvida. Siempre hacen ilusión pero es como las postales: me gustan los personales y currados, no los reenviados a tutiplén aunque con alguno me he reído mucho.
Pero siempre me ha gustado un trato especial. Indica interés, afecto, atención. Cosas difíciles de encontrar pero, para mí consuelo, yo tampoco las regalo que digamos.
Se acerca la prueba: vuelta a las uvas, los buenos deseos y el gasto muchimillonario en regalitos para los niños. Al menos ellos sí conservan ilusión, emoción y sensación de magia.
Mis pequeños roedores no han descubierto aún que la magia en estado puro son ellos. Pero cuando lo descubran no se desilusionarán. De eso me ocupo yo.
Que no tengo su magia en mí pero he tenido el privilegio de llevarla en mi vientre.
Y donde hubo, siempre queda.
sábado, diciembre 02, 2006
Ya no me acuerdo
Ya no me acuerdo. Entre copas, humo y alcohol he escuchado la legendaria canción de Estopa. El dúo no me gusta especialmente pero esta canción es la excepción. Me recordó todo lo que he ido olvidando.
Ya no me acuerdo de aquel deseo que tan legítimo creía de ser querida. Y aún más, ya no me acuerdo de lo que sentía y/o quería sentir.
Puedo mirar atrás y revisar a todos aquellos que se han cruzado por mi vida o por mi cuerpo _en demasiados casos su escasa capacidad de percepción no les ha permitido ver más allá_ sin alegría ni tristeza. Sin desidia ni pasión. Puedo analizarles como si fuese la mera expectadora de mi existencia. Como la estudiante que soy de los sentimientos y las vivencias.
Sé que este rincón privado y público es una ventana abierta para amigos, curiosos y gente que pasó de puntillas por mi piel. Hay personas que me leen a las que no conozco y desearía conocer y otras a las que desearía no haber conocido. No por rencor, me parece un sentimiento demasiado destructivo y profundo. No he conocido a nadie en muchos años capaz de producirme tan demoledora sensación. Simplemente porque no me aportaron nada y tampoco tuvieron la inteligencia o las ganas de que yo les aportase algo. No sé por qué me siguen pero lo hacen. Tal vez el morbo, la curiosidad o ese pequeño hábito de esperarme como quien recibe una carta diaria a la que se ha acostumbrado.
Ya no me acuerdo de las mariposas en el estómago. O sí me acuerdo pero como aquel que rememora con nostalgia su inocencia perdida sabiendo que es irrecuperable y que ello es parte de su crecimiento. No me acuerdo de cómo ilusionarme de tan bien aprendida que tengo la lección. Mi luto por cualquier ilusión perdida apenas dura una semana. Es una fortuna pero es como mantener dormida la esencia más fascinante del ser humano: su capacidad de amar no sólo por instinto (porque por instinto es también por lo que se ama: la sinrazón es así).
Me gusta mi adormidera. Me gusta sentir poquito. Me trae calma, serenidad, perspectiva. No olvido que soy un volcán semiapagado que puede desatarse en cualquier momento como el Vesubio. Pero mis miles de años de lava controlada me permiten dominar la erupción. Convertir la montaña de fuego en un oasis de calma.
Por eso ya no me acuerdo de sus dedos acariciando la guitarra que era para él mi cuerpo ni de lo que sentía cuando acariciaba mi pelo. Dicen que el tiempo y el olvido son hermanos gemelos. Yo creo que lo son la experiencia y el olvido. Los intentos fallidos, los sueños fallidos, los hombres cobardes y el olvido sí que son hermanos gemelos.
Y aún cuando sé que es lo mejor, que me siento a gusto sin sentir tanto... tengo el pequeño temor de estar engañándome. De seguir siendo aquella joven sagaz y valiente dispuesta a sentirlo todo, a vivirlo todo, a arriesgarlo todo. De ahogar la esencia de un ser vital por naturaleza. Pero si algo me he grabado a fuego es la sabiduría de no amar a quien no me ama, de que no me gusten aquellos a los que no les gusto, de no dar a quien no sabe recibir. Y, aunque eso me causó dolor en algún tiempo pasado, ahora...
Ya no me acuerdo.
Ya no me acuerdo de aquel deseo que tan legítimo creía de ser querida. Y aún más, ya no me acuerdo de lo que sentía y/o quería sentir.
Puedo mirar atrás y revisar a todos aquellos que se han cruzado por mi vida o por mi cuerpo _en demasiados casos su escasa capacidad de percepción no les ha permitido ver más allá_ sin alegría ni tristeza. Sin desidia ni pasión. Puedo analizarles como si fuese la mera expectadora de mi existencia. Como la estudiante que soy de los sentimientos y las vivencias.
Sé que este rincón privado y público es una ventana abierta para amigos, curiosos y gente que pasó de puntillas por mi piel. Hay personas que me leen a las que no conozco y desearía conocer y otras a las que desearía no haber conocido. No por rencor, me parece un sentimiento demasiado destructivo y profundo. No he conocido a nadie en muchos años capaz de producirme tan demoledora sensación. Simplemente porque no me aportaron nada y tampoco tuvieron la inteligencia o las ganas de que yo les aportase algo. No sé por qué me siguen pero lo hacen. Tal vez el morbo, la curiosidad o ese pequeño hábito de esperarme como quien recibe una carta diaria a la que se ha acostumbrado.
Ya no me acuerdo de las mariposas en el estómago. O sí me acuerdo pero como aquel que rememora con nostalgia su inocencia perdida sabiendo que es irrecuperable y que ello es parte de su crecimiento. No me acuerdo de cómo ilusionarme de tan bien aprendida que tengo la lección. Mi luto por cualquier ilusión perdida apenas dura una semana. Es una fortuna pero es como mantener dormida la esencia más fascinante del ser humano: su capacidad de amar no sólo por instinto (porque por instinto es también por lo que se ama: la sinrazón es así).
Me gusta mi adormidera. Me gusta sentir poquito. Me trae calma, serenidad, perspectiva. No olvido que soy un volcán semiapagado que puede desatarse en cualquier momento como el Vesubio. Pero mis miles de años de lava controlada me permiten dominar la erupción. Convertir la montaña de fuego en un oasis de calma.
Por eso ya no me acuerdo de sus dedos acariciando la guitarra que era para él mi cuerpo ni de lo que sentía cuando acariciaba mi pelo. Dicen que el tiempo y el olvido son hermanos gemelos. Yo creo que lo son la experiencia y el olvido. Los intentos fallidos, los sueños fallidos, los hombres cobardes y el olvido sí que son hermanos gemelos.
Y aún cuando sé que es lo mejor, que me siento a gusto sin sentir tanto... tengo el pequeño temor de estar engañándome. De seguir siendo aquella joven sagaz y valiente dispuesta a sentirlo todo, a vivirlo todo, a arriesgarlo todo. De ahogar la esencia de un ser vital por naturaleza. Pero si algo me he grabado a fuego es la sabiduría de no amar a quien no me ama, de que no me gusten aquellos a los que no les gusto, de no dar a quien no sabe recibir. Y, aunque eso me causó dolor en algún tiempo pasado, ahora...
Ya no me acuerdo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)