jueves, agosto 17, 2006

Y volver la vista atrás...

Repasando el blog me he fijado en algo que me ha parecido curioso. No he vuelto la vista atrás prácticamente para nada. Es decir, no he tocado mi pasado, ni siquiera el más reciente. Alguna salvedad son cosas como mis hermanos y la familia. Esto es algo que considero saludable, desde luego. En los últimos dos años he desarrollado una impresionante capacidad para borrar de mi disco duro todo aquello que sobra o no interesa.

Antes era una persona que me recreaba bastante en las desgracias pasadas. Desde muy joven. Si tenía un noviete de los veinte que me había dejado el clásico sabor agridulce de las cosas agradables que se acaban, le mitificaba y le recordaba con nostalgia años y años. El único chico que yo señalaría como aquel al que verdaderamente amé (y aún así conservo mis dudas de que haya sido así) fue mi recuerdo recurrente durante los años de matrimonio para recordar todo ese sentimiento del que carecía en esa etapa. Hasta soñaba con él y me sentía infiel. Sorprendentemente, en el momento en que me separé perdí todo interés en verle.

Algo de morbo tiene la cosa pero está casado y total no tiene ya la menor importancia. Ni siquiera cosas que ocurrieron a lo largo del año pasado y que fueron importantes en su momento vuelven a mi memoria con frecuencia.

Las veo como algo remoto. He aprendido a borrar todos los mecanismos que me causen daño sin casi hacer esfuerzo. Simplemente, tengo mi par de días malos y continúo adelante. Yo misma me sorprendo. Una persona en la que podía haber depositado ilusión hace un mes es apenas un recuerdo vago al cabo de él, si se ha ganado mi olvido.

Hoy charlaba con un amigo y recordaba curiosidades del pasado más remoto. Cuando era una niña miraba infatigablemente el cielo con la esperanza de ver un ovni. Y ser abducida. Sí, hasta de niña era una friky. Creo haber visto hasta estrellas móviles. Y luego nunca he pillado ni una pequeña lluvia de estrellas. Y del Haley ni hablemos. La pereza de salir de casa me puede más que mi pasión espacial. Y mira que me hacen gracia esos fenómenos.

Era una niña algo rara. Yo no lo pensaba, me lo dijo mi ex cuando ya era mayorcita. Ahora que lo pienso, cambiarse seis veces de colegio en EGB por deporte no es algo muy normal. Para mí era como viajar. En vez del clásico apego que los niños tienen por el entorno, a mí me fascinaba ver pizarras de diferentes colores, pupitres nuevos, caras desconocidas, profesores distintos. Y al año ya me había aburrido. A día de hoy no me explico por qué mi madre me permitía esos desmanes. Sacaba buenas notas y utilizaba la técnica de la gota china, debía ser eso.

Jugaba a las muñecas sola. Normal, teniendo cinco hermanos varones. Pero nunca hablaba en alto ni hacía voces. Jugaba con el pensamiento con ellas. Y yo misma me sentía mal por no ser como las demás. Sabía que eso era extraño. Un signo de soledad. No dormía con las muñecas y no tenía peluches porque nunca me los compraron. De vez en cuando, me daba el ataque y las metía todas juntas en la cama. Claro, incomodísimo. Al día siguiente, todas al puñetero suelo. Un chico muy especial me confesó que a él le gustaban los peluches. Lo decía como algo raro e inconfesable. Siento pena de no haber seguido el impulso de regalarle uno de los muchos que hay en mi casa. Qué pena seguir tan pocas veces los impulsos.

También me gustaba cambiarme de habitación. Cuando vivíamos en Ourense teníamos dos pisos unidos porque éramos mucha gente. Pues cada equis tiempo, yo iniciaba una mudanza y me cambiaba de cuarto. Porque tenía ventana o porque no. Porque era muy pequeño y oscuro y eso me gustaba y, después, todo lo contrario.

Me gustaba estar con la gente mayor. Mi niña se me parece mucho. Mis hermanos no me podían ni ver (como siempre, con excepción de Pablo, el mayor y el único que alguna vez me hizo un regalo) pero sus novias me adoraban y ellos llegaban a tener hasta celos (siempre han sido unos inmaduros, qué se le va a hacer). Así que a los siete u ocho años ya era carne de cafetería. Me encantaba. Sigo siéndolo. Disfruto de una manera irracional tomando cualquier cosa en una cafeta. Ni siquiera sé por qué, con lo que clavan. Iba a sus guateques _entonces había de eso, mis cuatro hermanos mayores me llevaban bastantes años_ y era la única enana que no era expulsada. Eso agrandaba mi infantil ego que no veas.

Aunque ahora sorprenda, entonces cantaba muy bien. Era popular en los diversos colegios por los que me paseé. Una negligencia médica se cargó al jilguero y me convirtió en una acomplejada un montón de años. Ahora soy una mujer joven con voz de mujer madura. No me gusta mucho pero reconozco que hace que se me tome más en serio. No hay mal que por bien no venga. Y bailaba. O bailo. Ahora quiero ser Shakira. Haces abdominales y eres recontrasexy ¿Qué más se puede pedir?

Creo que si todos nos pusiésemos a recordar esas etapas casi olvidadas nos sorprenderíamos de quiénes fuimos. Aquellos 15 tiernos años en que volvía corriendo con mi amiga con los zapatos de tacón en la mano para poder llegar a las diez a casa. Y a lavarse los pies en el bidet. Qué cosas. Nunca nos cortábamos, vaya suerte.

Otro de nuestros divertimentos era tirar toda clase de cosas por la ventana. Remojar a los viandantes nos producía un subidón de adrenalina impresionante. Me río sólo de pensarlo. Qué lástima haber perdido ese punto infantil. Se echa de menos para tomarse la vida menos en serio. Y eso que yo sigo permitiéndome travesuras pero, claro, menos de las que quisiera.

Hoy siento el impulso de recordar a esa niña bastante triste que fui. A pesar de ello, disfruté mucho de algunos retazos de mi infancia y siempre era charlatana y activa. Supongo que era el instinto de supervivencia. O que soy un loro y no lo puedo remediar. Hubo momentos en que me robaron la infancia pero, como salvavidas, me he regalado una larga juventud.

Espero que me cunda. Me la merezco. Y tú también.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya, fíjate, yo creo que me hubiese dado pánico cambiar tanto de cole ...en EGB, of course. De más mayor me encantaba conocer gente nueva...¿y te dejaba tu madre cambiar?...

La verdad es que yo si me acuerdo de bastante de mi infancia y mi adolescencia...a veces me vienen recuerdos, como flases, con un sabor maravilloso...hasta recuerdo cosas dolorosas con gustillo de saber que ya han pasado, que he tirado para adelante y que la vida me va bien...

Creo que es bueno, de ver en cuando y sin abusar, echar la vista atrás y oler el pasado...

¿Un loro parlanchín, que baila y hace abdominales?...¡nueva especie para la ciencia!, ¡tengo que describirla!

Un biquiño,

Santibichos

Anónimo dijo...

Espero que sí que esa juventud se te vaya alargando hacia el infinito. Y envidio esa capacidad que dices que has desarrollado para olvidar ciertas cosas, para formatear selectivamente tu disco duro. Yo si tengo algo es una memoria prodigiosa, que es capaz de traer hasta aquí cosas de hace muchos años como si las estuviera viendo ahora mismo. Sin embargo, me resulta difícil practicar la des-memoria, se me quedan algunas cosas clavadas en el disco duro y sólo tengo capacidad de disimularlas un poco, porque cuando menos lo deseo vuelven a aflorar. Un besote.

Chipsoni@ dijo...

Bueno cariño, ya sabes lo que dicen las malas (o buenas, depende de como se mirén o sientan o.... ya me estoy liando, coñe!) lenguas: hacia atrás, ni para coger impulso.