El otoño es como la primavera pero peor. No sé por qué, me pone de una mala leche imposible. No sé si es que, tras la temporada de cable de alta tensión contenida, estoy echando basura fuera, que aborrezco la lluvia y las nubes o que me da por hacer balance.
Lo más gracioso es que el balance es positivo, dentro de un orden. Pero no acabo de encontrar mi punto de serenidad. Creo que necesito unas vacaciones, un puentecito alejada de todas las cosas que me preocupan (querida Soni, esto es un mensaje cifrado de auxilio para que me recojas en tus soleadas y hermosas tierras…).
Estoy volviendo a mi caparazón (no es que lo haya abandonado nunca pero he dejado alguna fisura a causa de una ilusión óptica y, sobre todo, acústica). Pero la ansiedad desconozco de dónde viene. Me defiendo como gata panza arriba por cosas que, habitualmente, sólo provocarían mi indiferencia o, como mucho, mi desprecio. Hay un amigo _aún no sé de qué grado es esta amistad pero, de momento, existe_ que dice que me pierden mis prontos. Es curioso, porque hace mucho que eso no me ocurría y, ciertamente, estos días ando con la mosca detrás de la oreja por cualquier cosa. Me siento atacada o minusvalorada sea o no cierto. Yo, que suelo reírme hasta de mi sombra, me enfado por chorradas y me dejo llevar por impulsos controlados hace decenas de años. De hecho, a mí que me minusvaloren siempre me ha importado un bledo porque es señal de desconocimiento e ignorancia del otro, por tanto, otro capítulo borrado en mi listín y mi memoria.
Será que vamos camino de la oscuridad, del frío. O que hace mucho que no salgo de cañas en plan “mataora” (algo a punto de ser solucionado este jueves en que ya he firmado la convocatoria). Me viene bien para el ego y para el cuerpo tontear hasta con las piedras de vez en cuando y, si me apetece, llevarme un gato al agua. Si no ese día, pues para la chorboagenda.
Cada día creo menos en los sentimientos y en la pareja. O mejor dicho, en los Hombres, con mayúsculas. No conozco ninguno. Ni uno solo. Y ya es raro porque tengo una edad y larga experiencia. Pero no. Todos me parecen decepcionantes en un sentido u otro. Unos por echados para adelante más de la cuenta, otros por echados para atrás, otros por ausencia de cerebro, más por pedantes, casi todos por minusválidos emocionales.
Reflexionando, creo que estoy enfadada conmigo misma. Y tengo que perdonarme pero eso es difícil para una persona tan autoexigente como yo. No soporto descubrir que aún me pueden vender motos _cuando, por lo general, las compro pero no me las vende nadie_ y entrar por aros que, desde siempre, me han echado para atrás. Que me trago cuentos que no me tragaba ni a los quince. He de decir, en mi defensa, que algunas veces _pocas pero ocurre_ el tener las defensas bajas hace que me desnude con más facilidad (me refiero al corazón, enfermos…). Y acabas dando y mostrando cuando y a quien no debes. Al menos, sin saber si esa persona merece tal grado de confianza.
Hace muchos años que sé quienes son mis amigos. Los que me conocen, los que me entienden, los que permanecen. Y, ocurre que, cuando haces jornadas de puertas abiertas, corres el riesgo de que entre cualquiera. Entre, rebusque, hurgue en tus cosas y luego se largue. Y a mí eso no debería pasarme porque tengo demasiadas horas de vuelo para permitirlo y para que me afecte.
Así que hoy me castigo un poco por conservar cierto grado de ¿Inocencia? No, de idiotez. Me prometo ser buena, no hacerme mala sangre _con lo contenta que estoy por lo general y lo fea que estoy cuando me pongo borde_ y, como dice una querida e inteligentísima amiga: “Cierra el corazón y abre las piernas”.
Amén
6 comentarios:
Desarmado y sin bandera me acerco a tí, niña (...)
no dispares niña, no dispares!
mira que sólo soy un hombre,
y tengo miedo,
y me acerco a tí,
desarmado y sin bandera.
(De "Canción del soldado y la niña", inédito)
Maohi.
Hola Ninfa,
Te he conocido, virtualmente, hace poco gracias a la pagina nerlog, he estado curioseando tu blog.
Creo que ha ciertas edades, y despues de haber sufrido diversas desilusiones en amistades y amores, siempre tendemos a rechazar todo aquello que nos pueda provocar lo mismo.... pero en el fondo, que aburrido seria vivir, sino nos arriesgamos, aunque sepamos que podamos otra vez ser "engañados".
Besos y animos
Querida ninfa, a mi el otoño tb me entristece, no es q me deprima, pero me siento algo "más floja". Hablando con un amigo llegué a la conclusión de q es posible q el cambio de luz tenga mucho q ver...además los días son más cortos...pasams más tiempo en casa.
Yo este comienzo d otoño lo empecé bastante "baja de moral" (al otoño se unieron otras circunstancias), pero gracias a q el tiempo lo cura todo y a un joven caballero q se empeñó en darme mimos, me costó mucho menos superar esa fase....Hasta q dure! A mi me gusta q alguien me quiera vender alguna moto de vez en cuando; a veces lo q hago es como en el mercado: ando a regatear para no comprar nada, pero m gusta el juego en si; y si en ese momento me encuentro baja d defensas, como es ahora el caso, pues voy y la compro, aunque después tenga q dejarla aparcada o la tire por un barranco o, con un poco de suerte incluso encuentro a quien revenderla...
¡Arriba ese ánimo! Bkñs.
De un Blog que curioseo de vez en cuando, te traigo esto querida amiga, para que veas que no estas sola en tu sorpresa, para que veas todas queremos lo mismo y que a todas nos cuesta encontrarlo:
¿Tan difícil era de entender
que lo que ella quería
es que la escucharan como a una compañera,
la mimaran como a una princesa,
y la follaran como a una perra?
(Piel Desnuda)
Creo que el finde voy a estar por los madriles, te pego un toque, nos tomamos un café o unas copas y hablamos de tu escapadita, ¿ok? ;-)
Qué desazón saber que todas queremos lo mismo y ninguno tiene la menor idea aunque lo gritemos a los cuatro vientos...
Lo dicho, nenas, a domesticar otro animal.
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