Necesito un libro. Necesito una de esas obras maravillosas que me teletransportan a un mundo diferente, lejos, muy lejos de la realidad. Lo malo es que cada vez es más difícil para mí encontrar un libro que me llene.
De niña era una lectora compulsiva. Antes de los 14 años había leído a Valle-Inclán, Unamuno, Cervantes, Cela, Jane Austen, etc, etc. Después llegaron los tiempos de la adolescencia, el golfeo y la dispersión. Hace ya varios años que lo que más me engancha es la novela histórica y las biografías pero soy muy exigente con lo que leo. No vale que la historia sea buena, tiene que estar bien escrita y viceversa. Y lo peor es que, cuando estoy anímicamente mal, prácticamente no puedo leer, no me empapo de ningún texto y aborrezco pasar páginas y desperdiciarlas.
Pero añoro uno de esos libros que me tienen ansiosa por encontrar un rato para acariciar sus páginas que huelen a nuevo, que me enseñan palabras nuevas, emociones nuevas, historias nuevas. Añoro un texto que me haga palpitar y que me recuerde por qué descubrí la necesidad de escribir.
Tampoco me puedo permitir comprar muchos o ningún libro actualmente. Ese apartado está destinado a mis pequeños roedores y a otras necesidades básicas. Echo de menos unas tapas duras que me emocionen, que conviertan en otro ser que no sea éste que ahora me oprime. Una obra de esas gordotas que te da pena terminar.
Padezco ahora sobredosis de tiempo libre. No me quejo, necesitaba ese punto de soledad antes de la tempestad de volver a crear una nueva vida. Lo malo es que pienso mucho, demasiado, y en nada bueno. Estoy gris, no sé cómo dejar de estarlo y, aún peor, cómo tener ganas de hacerlo, empeñada como estoy en negarle el paso a la Ninfa por una buena temporada. Ahora soy una vulgar mortal, una vulgar parada, una más... Sólo soy gente. Quiero aprender de la estupidez imperante. Es tan cómoda...
Yo tendría que haberme centrado en ser una tía buena cuando era más jovencita y dar el braguetazo, como se dice por ahí. Tanto principio y tanto romanticismo no me han servido para nada. Sólo para no poder comprar los libros que me da la gana, para no tener al hombre que me da la gana y no poder pagarme las futuras operaciones estéticas que me convertirían en una Isabel Preysler de la vida. Ya sé, ya sé, me vais a contar que mi vida actual es mejor, que soy más honesta, que soy la pera. Chorradas.
Reconozco que encerrar a Ninfa tiene un alto coste. No veo mi luz por ningún lado o no quiero verla. No leo, apenas escribo y sonrío menos todavía. Recuerdo y recuerdo como los ancianos. Me voy a tiempos e incluso personas lejanas y reviso su paso por mi vida, reviso mi paso por la suya, me pregunto dónde y por qué me equivoqué o las dejé pasar. Supongo que mi estado es inevitable antes de cerrar una etapa que no tengo ganas de clausurar.
En fin, quiero una historia apasionante que me saque del mundo real, que me haga imaginar cosas diferentes, que me abstraiga, que me enamore, que me enseñe. Acepto sugerencias. Creo que voy a pasarme por la Fnac. Aún la tengo al lado de casa, otro lujo que tampoco tendré en miniciudad.
Estoy divagando, será el calor.
martes, junio 30, 2009
jueves, junio 25, 2009
En busca del manto dorado
Me resisto a escribir. He entrado en ese estado que busco cuando he tenido un grave disgusto. Me ha costado dos migrañas de campeonato que he empalmado con una gripe y ahora la tos me ha dejado afónica como un camionero. Emocionalmente estoy catatónica, el estado ideal. Ni frío ni calor. Fuera emociones.
Hoy alguien ha escrito un texto que me recordó uno de los dones que mi ninfa -de nuevo secreta- solía ofrecer. Decía el texto "Llevo unos días viéndome con mi vecinita ninfa para esos quehaceres que las ninfas hacen mejor que nadie (convierten en magia casi cualquier cosa)". Qué hermosa definíción. Mi ninfa tuvo un tiempo de luz, brillaba donde iba, desprendía gracia, simpatía y, sí, ponía magia en la pasión, en la lectura, en las tertulias de viajes... Era verdad que fue así y algunas personas pudieron percibirlo.
En estos días de oscuridad he recibido llamadas de atención sobre mi pérdida de fe en su halo dorado. Olvidé que la magia estaba ahí, entre las alas de mi ninfa. No puedo verla ahora, las alas están rotas. Las destrozaron de un sólo zarpazo, tratándo a mi náyade como una cualquiera, como un ser insignificante al que no hay que respetar.
Obviaron su inteligencia, su locuacidad, sus ganas de vivir, de dar, de entregar. La trataron peor que a una desconocida y deshicieron, con su vulgaridad y su ignorancia, todo el manto de oro que había tejido.
He descubierto que existe gente que cree en mi ninfa más que yo misma, que la quieren viva, libre, alegre. Pero le va a costar salir de su encierro. No sé si quiero que lo haga. Es vulnerable y delicada, como todas las cosas valiosas. Quizá su error fue mostrarse a quien no puede ver más allá de sus narices, a quien no sabe distinguir la singularidad.
Creo que mi ninfa dejó pasar su verdadera gran oportunidad hace un año ya. Una oportunidad que vive feliz en otro mundo mientras ella seguía mirando al lugar equivocado.
Yo pensaba que su corazón mágico no podía equivocarse, que veía donde él mismo no veía. Es mentira. No había nada que ver. Sólo vacío, egoísmo y egolatría.
Espero que Ninfa recupere sus alas aunque sólo sea por los que -hombres y mujeres- son capaces de verla. Ellos lo merecen.
Pero ahora, necesita calma, soledad, retiro.
Tal vez alguien venga a rescatarla algún día.
Tal vez.
Hoy alguien ha escrito un texto que me recordó uno de los dones que mi ninfa -de nuevo secreta- solía ofrecer. Decía el texto "Llevo unos días viéndome con mi vecinita ninfa para esos quehaceres que las ninfas hacen mejor que nadie (convierten en magia casi cualquier cosa)". Qué hermosa definíción. Mi ninfa tuvo un tiempo de luz, brillaba donde iba, desprendía gracia, simpatía y, sí, ponía magia en la pasión, en la lectura, en las tertulias de viajes... Era verdad que fue así y algunas personas pudieron percibirlo.
En estos días de oscuridad he recibido llamadas de atención sobre mi pérdida de fe en su halo dorado. Olvidé que la magia estaba ahí, entre las alas de mi ninfa. No puedo verla ahora, las alas están rotas. Las destrozaron de un sólo zarpazo, tratándo a mi náyade como una cualquiera, como un ser insignificante al que no hay que respetar.
Obviaron su inteligencia, su locuacidad, sus ganas de vivir, de dar, de entregar. La trataron peor que a una desconocida y deshicieron, con su vulgaridad y su ignorancia, todo el manto de oro que había tejido.
He descubierto que existe gente que cree en mi ninfa más que yo misma, que la quieren viva, libre, alegre. Pero le va a costar salir de su encierro. No sé si quiero que lo haga. Es vulnerable y delicada, como todas las cosas valiosas. Quizá su error fue mostrarse a quien no puede ver más allá de sus narices, a quien no sabe distinguir la singularidad.
Creo que mi ninfa dejó pasar su verdadera gran oportunidad hace un año ya. Una oportunidad que vive feliz en otro mundo mientras ella seguía mirando al lugar equivocado.
Yo pensaba que su corazón mágico no podía equivocarse, que veía donde él mismo no veía. Es mentira. No había nada que ver. Sólo vacío, egoísmo y egolatría.
Espero que Ninfa recupere sus alas aunque sólo sea por los que -hombres y mujeres- son capaces de verla. Ellos lo merecen.
Pero ahora, necesita calma, soledad, retiro.
Tal vez alguien venga a rescatarla algún día.
Tal vez.
miércoles, junio 17, 2009
La magia no existe
Supongo que debería escribir y digo supongo porque, en realidad, no puedo contar nada nuevo, ni me siento especialmente animada pero algo me incita a pasarme por aquí.
Con la Ninfa encerrada a cal y canto se ha dormido también una buena parte de mi legendaria chispa. Básicamente estoy triste, desilusionada con la vida en general y, lo que es peor, es como quiero sentirme. No tengo ganas de sobreponerme ni de sonreír ni de poner nada de mi parte. Deseo mantenerme así en espacio melancólico-vegetativo hasta que mi armadura se recomponga y no sienta nada, ni bueno ni malo.
Así que subo al metro, luego al tren, voy a la oficina y organizo mi trabajo y mi día como una autómata. Sólo me permito fingir ante mis hijos porque no quiero que se enteren del bajo concepto que tengo de la vida.
Escribo esto y me sorprendo porque, muchos posts atrás, yo me autodefinía como una nutria del universo por mi capacidad de disfrutar de casi todo. No la he perdido, espero, pero no siento deseos de disfrutar de nada. Es como un autocastigo: me he saltado mis normas, he osado volar, dejarme llevar por los sentimientos, darle a mi vida una pizca de loca ilusión... Y ahora lo estoy pagando. Y me lo merezco, lo sé.
Tengo por delante un giro vital que no me produce entusiasmo, lo cual hace las cosas más difíciles. Sigo viendo pasar oportunidades ante mis ojos y trenes que no volverán. Sigo siendo la misma loba esteparia (ahora a mi pesar) que hace cinco años. Sigo descubriendo personas que no valen nada y a las que se lo habría dado todo. Sigo sin tener lo que necesito para ser mínimamente feliz.
Y eso es lo malo: cero evolución, cero perspectivas, cero proyección. Sólo supervivencia y más supervivencia.
Tengo los ojos más negros que de costumbre, la expresión más dura que de costumbre y la sonrisa forzada. Ninfa se llevó la luz pero es demasiado visceral para dejarla que camine conmigo. Luego pasa lo que pasa, que le rompen las alas y me deja a mí el trabajo sucio.
Ése es el precio que pagamos ambas por ser auténticas: desilusión, heridas y daños colaterales.
Tal vez sea la hora de confesarle a Ninfa que la magia no existe.
Pobre mía.
Con la Ninfa encerrada a cal y canto se ha dormido también una buena parte de mi legendaria chispa. Básicamente estoy triste, desilusionada con la vida en general y, lo que es peor, es como quiero sentirme. No tengo ganas de sobreponerme ni de sonreír ni de poner nada de mi parte. Deseo mantenerme así en espacio melancólico-vegetativo hasta que mi armadura se recomponga y no sienta nada, ni bueno ni malo.
Así que subo al metro, luego al tren, voy a la oficina y organizo mi trabajo y mi día como una autómata. Sólo me permito fingir ante mis hijos porque no quiero que se enteren del bajo concepto que tengo de la vida.
Escribo esto y me sorprendo porque, muchos posts atrás, yo me autodefinía como una nutria del universo por mi capacidad de disfrutar de casi todo. No la he perdido, espero, pero no siento deseos de disfrutar de nada. Es como un autocastigo: me he saltado mis normas, he osado volar, dejarme llevar por los sentimientos, darle a mi vida una pizca de loca ilusión... Y ahora lo estoy pagando. Y me lo merezco, lo sé.
Tengo por delante un giro vital que no me produce entusiasmo, lo cual hace las cosas más difíciles. Sigo viendo pasar oportunidades ante mis ojos y trenes que no volverán. Sigo siendo la misma loba esteparia (ahora a mi pesar) que hace cinco años. Sigo descubriendo personas que no valen nada y a las que se lo habría dado todo. Sigo sin tener lo que necesito para ser mínimamente feliz.
Y eso es lo malo: cero evolución, cero perspectivas, cero proyección. Sólo supervivencia y más supervivencia.
Tengo los ojos más negros que de costumbre, la expresión más dura que de costumbre y la sonrisa forzada. Ninfa se llevó la luz pero es demasiado visceral para dejarla que camine conmigo. Luego pasa lo que pasa, que le rompen las alas y me deja a mí el trabajo sucio.
Ése es el precio que pagamos ambas por ser auténticas: desilusión, heridas y daños colaterales.
Tal vez sea la hora de confesarle a Ninfa que la magia no existe.
Pobre mía.
domingo, junio 14, 2009
Alas rotas
No he tenido que decirle nada, ya se ha dado cuenta ella. Alguna vez se lo sugerí y me escuchaba con los ojos muy abiertos dentro de su jaula. Pero se escapó y olvidó que el mundo de los mortales no era para ella.
Voló alto, se dejó acariciar por el aire, por sus sentimientos, por la libertad. Cada día era más libre, tanto, que perdió el miedo aterrador a entregarse, a mostrarse, a desplegarse.
Ha regresado a su jaula. Vino sola, desmadejada, con sus preciosas alas de cristal resquebrajadas. No tuve que guardarla, entró en silencio, con los ojos llenos de nada, se encogió y dejó sus alas rotas rodeando su cuerpo, convertido en una pequeña bola de polvo mágico.
Esta mañana apareció replegada, envuelta en su crisálida en forma de burbuja. Parece que duerme pero es mentira. Se encierra en sí misma para no volver a mirar fuera. Alguien debería cuidar de las ninfas con el alma al aire para evitar que, una y otra vez, la ausencia de calor humano les desgarre las alas.
Cerré su jaula dorada y no se volvió al oír el chirriar de la cerradura. Es por su bien, lo sabe, pero no le gusta su destino.
Alguien debería proteger a las ninfas. Alguien debería respetarlas.
Duerme Ninfa. Es lo mejor para las dos.
Voló alto, se dejó acariciar por el aire, por sus sentimientos, por la libertad. Cada día era más libre, tanto, que perdió el miedo aterrador a entregarse, a mostrarse, a desplegarse.
Ha regresado a su jaula. Vino sola, desmadejada, con sus preciosas alas de cristal resquebrajadas. No tuve que guardarla, entró en silencio, con los ojos llenos de nada, se encogió y dejó sus alas rotas rodeando su cuerpo, convertido en una pequeña bola de polvo mágico.
Esta mañana apareció replegada, envuelta en su crisálida en forma de burbuja. Parece que duerme pero es mentira. Se encierra en sí misma para no volver a mirar fuera. Alguien debería cuidar de las ninfas con el alma al aire para evitar que, una y otra vez, la ausencia de calor humano les desgarre las alas.
Cerré su jaula dorada y no se volvió al oír el chirriar de la cerradura. Es por su bien, lo sabe, pero no le gusta su destino.
Alguien debería proteger a las ninfas. Alguien debería respetarlas.
Duerme Ninfa. Es lo mejor para las dos.
martes, junio 09, 2009
Los dominios de la Ninfa
Estos días la Ninfa está independizada. Hace y deshace, siente, imagina y maquina totalmente al margen de la voluntad del cuerpo que la esconde.
Mientras su versión humana se preocupa de cuestiones materiales, razonables y muy importantes, ella sigue revoloteando por su estómago ajena al mundo exterior, distraída en sus deseos, sus sensaciones, sus sentidos...
Quisiera tener el poder de acallarla de vez en cuando, de hacer de ella una formal y silente hada que espere su turno para la frivolidad y el desenfreno. Pero no. En realidad, desde que resquebrajó la armadura -y antes pero acallada por la fuerza- ella lo domina todo. Hace tiempo ya que el imperio de los sentidos manda en la Ninfa. No sólo los sentidos sensuales (aunque la sensualidad es algo importantísimo para ella y para su envoltura, algo que crece y crece con el tiempo, en lugar de ir calmándose...), quizá más su ausencia de "sentido", que es lo que en Galicia calificaríamos como cabeza, sentido común.
Y hay que reconocer que la Ninfa es pesada a veces. Fuerza, presiona y empuja al pobre cuerpo que la envuelve a ser suyo, tan suyo que la materia deja de serlo para ser sólo Ninfa, hada, diosa, esclava, concubina... El deseo en su más pura esencia.
Un deseo que, para más inri, no se quiere desatar con cualquiera pero está omnipresente. Y las ropas ligeras, el sol, la caricia del viento suave la ponen alerta y alertan a quien la rodea. Es consciente de sí misma en todo momento y lugar, de cada poro, de cada sensación, de cada hueco por llenar...
Se ahoga la Ninfa en su cuerpo mortal. Quiere salir y romper puertas a patadas, desatarse del todo, escandalizar, hechizar, enamorar, esclavizar también. Le hace falta un elfo o un demonio capaz de valorarla, de aprovecharla, de apurarla hasta absorber hasta la última gota de su esencia.
La Ninfa se empeña en sacar el corazón por la boca, en tener al cuerpo en tensión, en permanente excitación, en sacudirse la moral y dejar que los deseos y los sentimientos lo dominen todo. Aburrida está de escuchar a la razón, a lo adecuado, a lo correcto. Quiere ser dueña y señora de sí y de él. Quiere amar y ser amada. Quiere tocar y ser tocada. Quiere azotar y ser azotada. Quiere doblegar y ser doblegada. Es un volcán deseoso de erupcionar.
Mientras, se entretiene en fantasear, en prepararse para el encuentro. Acaricia y protege sus alas, elimina impurezas de su frágil exterior, se ocupa en suavizar su piel, en aceitarla, en preparar juguetes... Y se sorprende con su propia codicia, sus ansias de SER, sus variopintas miradas, sus insospechadas dispersiones, su capacidad de mirar a varios frentes, de recordar goces vividos, amores abortados...
Está harta la Ninfa de ser una ninfa a medias. De gozar a medias, de amar a medias, de mostrarse a medias. Un día de estos me desgarrará la piel y me poseerá.
Ay, entonces de mi pobre cuerpo...
Mientras su versión humana se preocupa de cuestiones materiales, razonables y muy importantes, ella sigue revoloteando por su estómago ajena al mundo exterior, distraída en sus deseos, sus sensaciones, sus sentidos...
Quisiera tener el poder de acallarla de vez en cuando, de hacer de ella una formal y silente hada que espere su turno para la frivolidad y el desenfreno. Pero no. En realidad, desde que resquebrajó la armadura -y antes pero acallada por la fuerza- ella lo domina todo. Hace tiempo ya que el imperio de los sentidos manda en la Ninfa. No sólo los sentidos sensuales (aunque la sensualidad es algo importantísimo para ella y para su envoltura, algo que crece y crece con el tiempo, en lugar de ir calmándose...), quizá más su ausencia de "sentido", que es lo que en Galicia calificaríamos como cabeza, sentido común.
Y hay que reconocer que la Ninfa es pesada a veces. Fuerza, presiona y empuja al pobre cuerpo que la envuelve a ser suyo, tan suyo que la materia deja de serlo para ser sólo Ninfa, hada, diosa, esclava, concubina... El deseo en su más pura esencia.
Un deseo que, para más inri, no se quiere desatar con cualquiera pero está omnipresente. Y las ropas ligeras, el sol, la caricia del viento suave la ponen alerta y alertan a quien la rodea. Es consciente de sí misma en todo momento y lugar, de cada poro, de cada sensación, de cada hueco por llenar...
Se ahoga la Ninfa en su cuerpo mortal. Quiere salir y romper puertas a patadas, desatarse del todo, escandalizar, hechizar, enamorar, esclavizar también. Le hace falta un elfo o un demonio capaz de valorarla, de aprovecharla, de apurarla hasta absorber hasta la última gota de su esencia.
La Ninfa se empeña en sacar el corazón por la boca, en tener al cuerpo en tensión, en permanente excitación, en sacudirse la moral y dejar que los deseos y los sentimientos lo dominen todo. Aburrida está de escuchar a la razón, a lo adecuado, a lo correcto. Quiere ser dueña y señora de sí y de él. Quiere amar y ser amada. Quiere tocar y ser tocada. Quiere azotar y ser azotada. Quiere doblegar y ser doblegada. Es un volcán deseoso de erupcionar.
Mientras, se entretiene en fantasear, en prepararse para el encuentro. Acaricia y protege sus alas, elimina impurezas de su frágil exterior, se ocupa en suavizar su piel, en aceitarla, en preparar juguetes... Y se sorprende con su propia codicia, sus ansias de SER, sus variopintas miradas, sus insospechadas dispersiones, su capacidad de mirar a varios frentes, de recordar goces vividos, amores abortados...
Está harta la Ninfa de ser una ninfa a medias. De gozar a medias, de amar a medias, de mostrarse a medias. Un día de estos me desgarrará la piel y me poseerá.
Ay, entonces de mi pobre cuerpo...
domingo, junio 07, 2009
De cine y renacimientos
Llevo un fin de semana cinéfilo-sentimental. Hacía siglos que no iba al cine a ver una película que no fuese de dibujos y elegida por mí a conciencia. Así que el sábado me fui a Kinépollis con M. y un par de amigos.
Acertamos de pleno con el largometraje. Bueno, con actores de altura y manteniendo el interés durante las dos horas de duración. Fue curioso, me trajo muchas nostalgias. El hilo argumental gira alrededor de una trama periodística y de corrupción en las altas esferas. Me dio morriña ese redactor caótico, esa redacción tan tradicional en el fondo, donde el papel sigue siendo lo más importante. Al final incluso, cuando ofrecen imágenes de los fotolitos (negativos de las páginas impresas), recordé mi primer reportaje porque me lo regalaron para que lo enmarcase. No lo hice y hoy lo lamento.
Nunca me he sentido demasiado periodista porque no soy una perseguidora de noticias pero sí en todo lo demás: la pasión por escribir, por plasmar algo nuevo, por investigar, por hacer, como dice Russell Crowe, "periodismo del bueno". No echo de menos mi periódico pero sí ese bullicio redaccional, esa capacidad de concentrarse entre la multitud, la tensión y esa sensación de seguridad que produce conocer el terreno que pisas.
Encima, un personaje se parecía sorprendentemente (en la imagen, más que nada) a un chico con el que salí el año pasado. El parecido era tal, que había momentos en los que M. y yO nos reíamos sin poder evitarlo porque, como decía ella, "yo sólo veo a A. por todas partes". A. es un chico especial, bueno donde los haya, aunque algo voluble emocionalmente. En cualquier caso, una de esas personas que siempre ocupan un lugar en el corazón al margen de que el momento, la oportunidad y hasta el sentimiento inicial ya hayan pasado.
Lo más increíble es que soñé con él esa noche. Para mí la sorpresa es mayor puesto que no sueño nunca con personas que conozco. Y si fuese cierto que los sueños reflejan nuestros deseos, la cosa sería para darse de cabezazos. En cualquier caso, siempre he pensado que el universo onírico es demasiado complejo como para entenderlo con explicaciones sencillas. En general, cualquier tipo de universo me parece inexplicable.
La tarde del domingo me la he pasado viendo por enésima vez Notting Hill. Estas pelis, como dice un amigo mío, "para mujeres". Él dice que nos gustan porque nos las creemos. Yo digo que nos gustan porque sabemos que son imposibles, que esos tíos no existen. Para eso está el cine: para soñar...
En otro orden de cosas, he tomado ya mi decisión irrevocable. Ya estoy preparada para dar de nuevo el salto. De hecho, creo que ya me he ido. Ahora queda el aspecto logístico, el trabajo duro, pero estoy entrenada.
Me he prometido a mí misma que crearé (por septuagésima vez) un hogar. Colgaré los cuadros para darme la impresión de que permaneceremos y tal vez lo consigamos. Y daré un nuevo giro a mi vida. Después de todo, siempre me ha encantado bailar.
La otra gran decisión del año será escuchar a todos los que tanto me riñen por no ponerme seria y hacer de mi catarsis personal, un oficio. Sí, escribiré. Una vez resituada comenzaré ese libro que siempre me he resistido a iniciar. Es verdad, tenéis razón: soy una egoísta, una cómoda o una cobarde -qué sé yo- y nunca me he tomado en serio escribir. Así que una forma de recomenzar será resetear mis dedos, mi cerebro y moldear mi futuro aunque sólo sea en la ficción
Ahora sólo quiero volver a casa, encontrar un buen lugar para mis niños y para mí en el mundo, volver a empezar y...
Renacer. Una vez más.
Acertamos de pleno con el largometraje. Bueno, con actores de altura y manteniendo el interés durante las dos horas de duración. Fue curioso, me trajo muchas nostalgias. El hilo argumental gira alrededor de una trama periodística y de corrupción en las altas esferas. Me dio morriña ese redactor caótico, esa redacción tan tradicional en el fondo, donde el papel sigue siendo lo más importante. Al final incluso, cuando ofrecen imágenes de los fotolitos (negativos de las páginas impresas), recordé mi primer reportaje porque me lo regalaron para que lo enmarcase. No lo hice y hoy lo lamento.
Nunca me he sentido demasiado periodista porque no soy una perseguidora de noticias pero sí en todo lo demás: la pasión por escribir, por plasmar algo nuevo, por investigar, por hacer, como dice Russell Crowe, "periodismo del bueno". No echo de menos mi periódico pero sí ese bullicio redaccional, esa capacidad de concentrarse entre la multitud, la tensión y esa sensación de seguridad que produce conocer el terreno que pisas.
Encima, un personaje se parecía sorprendentemente (en la imagen, más que nada) a un chico con el que salí el año pasado. El parecido era tal, que había momentos en los que M. y yO nos reíamos sin poder evitarlo porque, como decía ella, "yo sólo veo a A. por todas partes". A. es un chico especial, bueno donde los haya, aunque algo voluble emocionalmente. En cualquier caso, una de esas personas que siempre ocupan un lugar en el corazón al margen de que el momento, la oportunidad y hasta el sentimiento inicial ya hayan pasado.
Lo más increíble es que soñé con él esa noche. Para mí la sorpresa es mayor puesto que no sueño nunca con personas que conozco. Y si fuese cierto que los sueños reflejan nuestros deseos, la cosa sería para darse de cabezazos. En cualquier caso, siempre he pensado que el universo onírico es demasiado complejo como para entenderlo con explicaciones sencillas. En general, cualquier tipo de universo me parece inexplicable.
La tarde del domingo me la he pasado viendo por enésima vez Notting Hill. Estas pelis, como dice un amigo mío, "para mujeres". Él dice que nos gustan porque nos las creemos. Yo digo que nos gustan porque sabemos que son imposibles, que esos tíos no existen. Para eso está el cine: para soñar...
En otro orden de cosas, he tomado ya mi decisión irrevocable. Ya estoy preparada para dar de nuevo el salto. De hecho, creo que ya me he ido. Ahora queda el aspecto logístico, el trabajo duro, pero estoy entrenada.
Me he prometido a mí misma que crearé (por septuagésima vez) un hogar. Colgaré los cuadros para darme la impresión de que permaneceremos y tal vez lo consigamos. Y daré un nuevo giro a mi vida. Después de todo, siempre me ha encantado bailar.
La otra gran decisión del año será escuchar a todos los que tanto me riñen por no ponerme seria y hacer de mi catarsis personal, un oficio. Sí, escribiré. Una vez resituada comenzaré ese libro que siempre me he resistido a iniciar. Es verdad, tenéis razón: soy una egoísta, una cómoda o una cobarde -qué sé yo- y nunca me he tomado en serio escribir. Así que una forma de recomenzar será resetear mis dedos, mi cerebro y moldear mi futuro aunque sólo sea en la ficción
Ahora sólo quiero volver a casa, encontrar un buen lugar para mis niños y para mí en el mundo, volver a empezar y...
Renacer. Una vez más.
miércoles, junio 03, 2009
Tiempo perdido
Hay que ver cómo se las gasta la vida. Como ya es habitual, no me deja hacer lo que me da la gana, ni siquiera lo que debo. En fin, aún espero algún giro que me facilite las cosas, a sabiendas de que rara vez se dan. Después dicen que el dinero no da la felicidad. Amos anda...
Ha llegado el calor, la ropa corta y con ellas, la sensación de estar "desaprovechada" puesto que, para algunas cosas, no tengo reparo alguno en reconocer que me gusta (pero mucho) que se aprovechen de mí...
No tengo la menor idea de cómo voy a pagar el alquiler los próximos dos meses, no me dejan rescindir el contrato y tal y tal. Sinceramente, ya estoy que vivo el día a día y dejo para mañana preocuparme por las cosas de mañana. No puedo organizar los cambios que necesito hacer a expensas de que tengo la desgracia de tener el piso arrendado a un banco, o sea, a un ladrón inflexible.
Me encuentro desgastada y no lo digo con especial acritud. Simplemente es así. Me falta ilusión en general y ésa es una de las peores lacras a la hora de seguir hacia adelante. No obstante, espero recuperarla -o algo así- en cuanto me vea libre de las últimas ataduras que me impiden iniciar otra nueva vida. Es una pena que el dinero mande siempre pero así son las cosas.
Tengo ganas de enfrentar algún reto que siempre he ido posponiendo y tengo ganas de estar entre los míos. Quisiera disfrutar de unos días al sol, sin pensar, sin preocuparme, sin vivir con el agua al cuello... pero parece que no me dejan.
Realmente, carezco de inspiración hoy pero tenía ganas de escribir. Así que, diciendo sin decir -por si los espías-, quedo a las espera de que las musas menos viciosas vuelvan por mi casa. Las otras están siempre en activo pero hay que dosificarse e, incluso, aguantarse.
Qué mal llevo la sequía...
Ha llegado el calor, la ropa corta y con ellas, la sensación de estar "desaprovechada" puesto que, para algunas cosas, no tengo reparo alguno en reconocer que me gusta (pero mucho) que se aprovechen de mí...
No tengo la menor idea de cómo voy a pagar el alquiler los próximos dos meses, no me dejan rescindir el contrato y tal y tal. Sinceramente, ya estoy que vivo el día a día y dejo para mañana preocuparme por las cosas de mañana. No puedo organizar los cambios que necesito hacer a expensas de que tengo la desgracia de tener el piso arrendado a un banco, o sea, a un ladrón inflexible.
Me encuentro desgastada y no lo digo con especial acritud. Simplemente es así. Me falta ilusión en general y ésa es una de las peores lacras a la hora de seguir hacia adelante. No obstante, espero recuperarla -o algo así- en cuanto me vea libre de las últimas ataduras que me impiden iniciar otra nueva vida. Es una pena que el dinero mande siempre pero así son las cosas.
Tengo ganas de enfrentar algún reto que siempre he ido posponiendo y tengo ganas de estar entre los míos. Quisiera disfrutar de unos días al sol, sin pensar, sin preocuparme, sin vivir con el agua al cuello... pero parece que no me dejan.
Realmente, carezco de inspiración hoy pero tenía ganas de escribir. Así que, diciendo sin decir -por si los espías-, quedo a las espera de que las musas menos viciosas vuelvan por mi casa. Las otras están siempre en activo pero hay que dosificarse e, incluso, aguantarse.
Qué mal llevo la sequía...
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