(Este post fue publicado el 19 de diciembre de 2006. Dedicado a Javi. Lamentablemente, nada ha cambiado)
Mimos. Necesito mimos. Después de dar mil vueltas pensando sobre qué postear me vuelvo donde siempre, al país de las sensaciones.
La verdad, con la armadura tan estupenda que tenía esta temporada, no sé a qué vienen estas ganas de que me achuchen todo el día, que me hagan regalitos y me digan que soy única en mi especie. ¡Qué fastidio de vulnerabilidad, narices!
No sé si es la puñetera Navidad _como no me tocan regalos ni nada pues ya se sabe, se pone una tonta perdida_ o que, después de todo, va a ser que soy un vulgar ser humano.
Echo de menos esos fines de semana que no se autodestruían en 24 horas en los que la pasión, muchos mimos (¡MIMOS,MIMOS, MIMOS... cómo me cuesta reconocer y usar esa palabra!), besos asexuados, besos completamente sexuales, baños en compañía y habitaciones cálidas de las que no salir eran todo lo que podía necesitar. Ese maravilloso sentimiento de no querer ni tener que estar en ningún otro lado. Sentirse plena, aunque fuese momentáneamente, sin temor a ser vista.
Echo de menos las risas cómplices, los almohadazos, los cachetes, ese punto adolescente que produce la fantástica estupidez transitoria que es el amor o similares (no soy una purista, si produce el efecto, me vale). Quiero volver a escuchar que soy la única con la que quieres hacer el amor, la más bella, la más sensual. Tampoco me importa si es mentira.
Tengo deseos de que vuelvas a acariciarme de arriba abajo, de abajo arriba, sin prisa, con dulzura, con delectación, para luego acabar volviéndonos locos, sudando y pidiéndote sin aliento que me uses _sin límites, sin tabúes_ como tu objeto sexual, tu más preciado objeto creado sólo para tu uso y disfrute.
Siento nostalgia de ese abrazo suave, de espaldas, tras el orgasmo. Que me tapes porque se me pone la piel de gallina. Que me digas lo bien que huelo. Sentir lo bien que hueles. Los dos a lo mismo, a sexo fresco con sentimiento.
Añoro acariciarte con calma de pies a cabeza, hacer de mi lengua, manos y de mis manos, lengua. Que te sientas pleno, que no desees ir a ninguna parte. Que suene el teléfono y lo ignores conmigo. Levantarnos para comer y volver a la cama para la siesta sin sueño.
Regarte con champagne como al mejor de los augurios y sentirme en el cielo sólo con tu aliento cerca. Deseo que te rías conmigo, que no me tengas miedo, no tenerte miedo, poder desnudarme de verdad y que tú lo hagas y nos quedemos ambos extasiados de nuestra ausencia de vergüenza. Que no me abrigue nada más que tu piel, que mi piel sedosa te parezca la única, que mis relaciones dejen de ser un holograma del sentimiento, de los cuerpos y las almas compartidas.
Quiero que me hagas sonreír en la puerta de una cafetería mirándome con admiración después de haberme pasado hora y media convirtiéndome en tu princesa. Y que no te importe que, a ratos, no sea más que una rana.
Echo de menos que me acaricies el pelo, la piel, los ojos, las cejas y hacerlo yo contigo sabiendo que hablamos de lo mismo. Que me malcríes para poder malcriarte. Que me hagas olvidar mi teoría de la autodefensa.
Que vuelvas a hacerme soñar despierta, como ahora, con un imposible.
Necesito que me acaricies el alma en lugar del cuerpo.
Pero... ¿A quién diablos le importa mi alma?
(Quería poner el vídeoclip oficial pero no parece existir...)
2 comentarios:
Gracias Ninfa.
A ti.
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