Hasta hoy nunca había hablado de ellos directamente. Son el epicentro de mi vida y todo lo que ocurre les afecta y me afecta pero siempre he sido celosa de su intimidad. Sin embargo, creo que es hora de que les otorgue el homenaje que se merecen -sin dar nombres, como siempre- no por ser mis hijos sino por las maravillosas criaturas que son.
La verdad que los últimos años he perdido mucha autoestima a nivel laboral. He pasado de ser una persona que en mucho tiempo no me echaban de ningún sitio a ir capeando el temporal del paro en el peor momento: separada y con dos niños, en su día, muy pequeñitos.
No suelo hablar de ellos porque me importa mucho mantenerlos al margen de la curiosidad exterior. Exponer mi corazón no me importa nada, es mío, hago con él lo que me da la gana, pero ellos no deciden lo que se cuenta o no sobre ellos, por esto, y porque me considero su escudo protector a ultranza, siempre los he mantenido al margen. Sin embargo, son dos personitas tan extraordinarias que creo que se merecen que presuma desde el anonimato de mi blog.
He de reconocer que durante mucho tiempo (y aún a día de hoy) han servido de excusa a más de uno para no apostar por mí. Entiendo y respeto que alguien no quiera convivir con hijos ajenos. Otra cosa es cuando se cambia de idea de un día para otro y sin previo aviso. De cualquier modo, en los últimos tiempos he descubierto que esto me importa un carajo.
Yo siempre he vivido sola. Habitaba en soledad en una familia de ocho personas totalmente desestructurada, conviví en un matrimonio de ficción -aunque nos llevábamos bien- en el que, más que una pareja, éramos dos hermanos y esto provocó en mí una frustración tal como mujer (que, además, por respeto a mi entonces marido, no podía compartir con nadie), que en mi vida ideal de mentira también zozobraba sola y en silencio. Tras la separación no he vuelto a convivir con ningún hombre. Porque no he querido en casi todos los casos y porque la relación se frustró antes de pensar en ello, en otros.
Y ellos son los que logran que cada día no me sienta sola. Me ha costado aprender a apreciarlo, a no buscar el amor fuera, a no desear una pareja para sentirme completa, a disfrutar de las cosas que hago con mis niños. Pero ahora, que son casi dos chicos, con sus maduros nueve y diez años, disfruto cada día más su presencia y sobre todo, su inteligencia, creatividad y energía positiva.
Se llevan poco más de un año y son totalmente diferentes: ella es reservada, muy responsable, perspicaz, demasiado madura para su edad, discreta, sentimental, extremadamente sensible y celosa. Él es extrovertido, con poca tolerancia a las críticas, ocurrente, vital, vago en los estudios aunque muy inteligente también como su hermana y un auténtico fanático de los deportes (como su difunto abuelo, al que nunca conoció). Muy cariñosos los dos. Muy bien educados los dos.
Quizá es de lo único que no dudo que pueda estar orgullosa, especialmente viendo las bestias pardas que otros tienen por hijos. Los míos son modélicos: se duchan solos hace al menos dos años, jamás rompen nada, no me han formado una pataleta infantil fuera de casa jamás en su vida, saben estar donde se les lleve y conocen muy bien el límite entre el cariño y el respeto que nos debemos mutuamente.
Es por esto que hoy debía hablar de mis pequeños roedores, porque además de bellos por fuera lo son, y mucho, por dentro. Aceptan a la perfección los inconvenientes de una economía permanentemente depauperada, jamás piden nada y lo agradecen todo. Generosos en sentimientos con su padre, al que casi no ven, y sus medias hermanas, a las que tratan con gran cariño, no guardan rencor a las diferencias que, ahora sí porque son mayorcitos, perciben que se hace con ellos. Se sienten a cubierto en casa, no es fácil hacer daño a quien es bienamado.
Por esto y por muchísimas cosas que me dejo en el tintero, quiero contar que les quiero, que son los únicos que nunca me han abandonado y no me abandonarán ni cuando se vayan, que estoy orgullosa del trabajo que he hecho con ellos, de su propia naturaleza y de ser su madre.
Como cualquier madre pero, objetivamente en mi caso, con muchísima razón.
Os amo, pequeños roedores.
7 comentarios:
Tienes mucha suerte de tenerles, pero ellos también son muy afortunados de tener una madre con una mente extraordinaria y un corazón amoroso y fuerte como el tuyo.
Y no te estoy dando jabón, que no soy de esas. Solo digo la verdad.
Un abrazo fuerte, Ninfa.
Muchas gracias preciosa. A ver si esa supuesta extraordinaria mente deja de andar dando tumbos laborales y alcanza la estabilidad... que más parece una utopía.
Un abrazo grande, grande Orquídea
A ver boquita de fresa, este post tuyo me ha gustado especialmente, por eso te voy a dejar un comment en contra de mi costumbre.
Me gusta porque se sale un poquito de tu linea habitual y da algo de color a tu blog. Ademas es todo cierto, tienes unos hijos guapisimos y seguro que fuera de serie y fuera de molde, como mama.
Un bico cosa bonita :)
Enhorabuena, tienes razón en lo de que se ven auténticos cafres por ahí. Seguro que ellos ya están tan orgullosos de ti como tú de ellos.
Me choca que a las hijas de su padre las llames sus medio hermanas. Aunque sólo compartan padre, son hermanos igual ¿no? Nunca se me ocurriría referirme a uno de mis hijos como el medio hermano del otro. Son hermanos, pero cada uno vive con su madre.
Y ya acabo. No entiendo que haya tanto pazguato que no se atreve a comprometerse por el hecho de que haya enanos de por medio. Cuando me junté (al mes de conocernos) tuve claro que el hijo de mi mujer no debía de ser un impedimento en nuestra relación. Encima es un chico estupendo, y creo que me ha aceptado bastante bien, así que ningún problema.
Un besote, y suerte en lo laboral.
Viva la mujer que eres!!!
Viva la madre luchadora que eres!!!
Un escrito sacado desde dentro :)
Los "roedores" son seres que nos enseñan a vivir... si o si ;)
Besos de este apasionado amante de los "roedores"
Querida Belenchi:
Gracias por comentar, era una coñita y no hacía falta. Quiero salirme de mi linea y volver por mis fueros chafarderos (recuerdas?) pero éste se lo debía hace mucho tiempo.
Hola Pepe:
Pues gracias tb y, sí, la mayoría no quieren hijos de otros... es lo que hay. Habitualmente les llamamos hermanas pero es un hecho que son medio hermanas a todos los efectos: su padre no los trata por igual, no los ve por igual y su madre y yo (que soy quien los cría y saca adelante) no tenemos nada que ver ni en la forma de educarlos ni en otros aspectos. Y el vínculo de hermandad que existe entre ellos dos no lo van a tener en la vida con ellas... es así.
Gracias David. Soy una madre como todas, viene de serie con la procreación :)
Bicos a todos
Hola Ninfa, me ha encantado este último post, por como has tratado el tema. Me siento identificado con lo que pones al ciento por ciento.
Un placer leerte, pq es como explicar en muchas de las partes mis pensamientos.
Tienes razones y motivos para sentirte orgullosa de tus campeones, y por supuesto de ser la madre que eres, todo un valor como madre y persona.
Mas que nunca, un placer el leerte, te sigo.
Publicar un comentario