Llevo días acercándome a este blog y retirándome como un caracol. Podría contar muchas cosas pero, habida cuenta de que mi ex se entretiene mucho con mi vida (querido, deberías preguntarte por qué te sigue interesando tanto) y que no me gusta usar este espacio sólo para quejarme o desnudarme, me retraigo una y otra vez.
Pero hoy llueve. Llueve que se las pela, llueve como sólo llueve en Santiago. Un día gris, oscuro, deprimente y sepetecientos mil coches peleándose para discurrir por esta ciudad de juguete...
La oscuridad y esta lluvia siempre parecen ir de la mano con otro tipo de "oscuridades". Mi vida parece, en demasiadas ocasiones, una exposición permanente de arcanos del tarot de las desgracias. La estabilidad laboral y, por tanto, la económica siguen siendo, por ahora, una incógnita. El banco que me arrendaba el piso en Madrid pretende arruinarme. Sufro por mi permanente capacidad para atraer cierto tipo de desgracias y no puedo arrancarme el temor a perder lo que de veras me importa. Así que la carta de trabajo, está boca abajo, el amor permanece en suspenso y el Ángel de la Muerte planea de nuevo sobre mi casa.
No puedo evitar relacionarlo con mi regreso y es una tontería porque en Madrid las cosas fueron también mal o no estaría de vuelta. Pero es que hay sucesos que se hacen tan recurrentes que no puedo evitar preguntarme qué he hecho mal en mi anterior vida para ver cómo mi familia se va extinguiendo día a día, cómo los vicios, los malos hábitos, la ociosidad, han exteminado lo bueno que pudo haber en los cuerpos que hoy languidecen de dolor, en las mentes que han perdido el norte, en ese ser que, al final prematuro de su vida, no te reconoce, no le reconoces, no tiene la misma voz, está en otro lugar y tú no sabes qué debes desear o sentir.
Estoy peligrosamente acostumbrada a la enfermedad, a la muerte, al dolor. Quizá por eso, cuando soy feliz, soy tan exageradamente feliz. Y también por eso, cuando esa felicidad se esfuma, me pongo tan exageradamente triste. Porque no alcanzo la serenidad, porque mi destino parece ser la soledad y, sinceramente, creo que no me lo merezco. Supongo que nadie se lo merece pero, por la parte que me toca, he cumplido con creces. Y nunca parece suficiente.
He visto el Ángel de la Muerte en su cara. Sé cuando alguien enfermo va a morir. Siempre acierto. Es un color, una expresión... algo, que me traspasa en la primera visión. Es la Muerte, que tiene siempre la misma faz, a veces me sorprende que no todos la vean como yo la veo. Si algún día me pasa a mí, no tendré más que mirarme al espejo y mi vieja conocida se reirá en mi cara y me saludará. Aunque no la temo.
Temo al dolor físico, no al viaje. Temo la corta esperanza de vida que refleja mi experiencia familiar porque tengo dos niños y no quisiera -al igual que ellos- que fuesen criados por otra persona, incapacitada hoy para hacerlo. Temo no disfrutar de cada minuto cuando, tal vez, me quede muy poco tiempo. O no. Pero he visto a demasiadas personas creer que son inmortales y desperdiciar su vida. Yo no quiero desperdiciar nada pero la vida es bastante cabrona incluso con su saldo...
Necesito un poco de paz, de orden, de buenas vibraciones, de afecto, de cuidado, de despreocupación. Necesito que la vida sea vida y no sólo muerte y pérdida. Necesito que las cosas tengan un orden y un sentido.
Pero... el Ángel de la Muerte ronda de nuevo mi casa.
5 comentarios:
Ninfa, me entristece sentirte así... :(
Te diría aquello de "¡todo irá bien!", "¡date tiempo!", "¡ánimo!", pero me consta que todo eso ya te sobra a estas alturas (aunque siempre va bien ¿no?), así que te dejo mi más sincero deseo de que pronto vuelvan las aguas a su cauce y un fortísimo abrazo ^^
Cuídate ;)
Joder nena, ¿¿es que nunca puede haber paz o felicidad completa?, ¿siempre se tiene que torcer algo?.
Menuda mierda, ¿eh?.
Un besito y muchos ánimos.
Pues sí, reina, así funciona esto... Muchas gracias por tu cariño, como siempre.
Un beso
Hace tan sólo unos días escribiste un bello comentario lleno de esperanza para mí. Si existe el efecto boomerang, te devuelvo los ánimos. Nunca las cosas son lo que parecen y en Santiago también sale el Sol. Ánimo!
Muchas gracias, María. Sí creo que el efecto boomerang puede funcionar y, aún cuando me pongo muy tremenda, conservo la esperanza. Una esperanza desconfiada... pero así somos los gallegos!
Estoy mejor, de verdad, gracias a todos
Un beso
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