El círculo se cierra. O eso parece. Mi intuición natural por mi condición de mujer, unida a mis orígenes gallegos, se ha ido desarrollando con la experiencia y la permanente sensación de vivir en el filo. Es por ello que atiendo a las señales. Y las señales llegan.
No son señales que auguren un futuro mejor, ni siquiera un futuro pero sí indican -o a mí me lo parece- un destino. Yo soy un tanto fatalista, en el sentido más estricto de la palabra, o sea, no es que crea en destinos negativos pero sí pienso que hay cosas que no dependen de nosotros. Simplemente, son así.
Todo en mis circunstancias actuales apunta a un cambio radical. Una vez más. He intentado por todos los medios resistirme, luchar contra los elementos y no ha servido. La realidad se impone a mis deseos y a la vida que, en su momento, creí elegir. Esa vida ya no es tal. Es otra cosa, por mucho que me niegue a admitirlo. Lo que considero lo mejor no se materializa. Y es posible que ésa sea la señal.
No me siento ni optimista ni pesimista en este estadio aunque negar que duele sería mentir. Pero empiezo a valorar otros futuros posibles, otra vida que pensé dejar atrás y que, tal vez, sólo tal vez, deba/tenga que retomar.
Madrid me dio lo que creí mi gran oportunidad laboral y personal. Y así fue durante un tiempo. A nivel personal sigo pensando que ha sido una experiencia valiosa y enriquecedora. Me enamoré de ella, de algunas de sus gentes, de su anónimo calor, de sus luces y de sus sombras. Siempre he sido muy urbana, vivir en la capital sólo ha ratificado mi gusto por las grandes ciudades, por ese tipo de urbe que se reinventa constantemente, que descubres una y otra vez, inabarcable, inmensa y siempre sorprendente.
Le di la vuelta a mi proyecto vital, aposté fuerte, lo aposté todo. Y perdí. No me arrepiento, soy consecuente con mis decisiones como intento ser consecuente ahora con la existencia que, casi con toda probabilidad, abandonaré en unos meses.
El destino parece decidido a devolverme a mis legendarias tierras de penumbra. La suerte no está echada aún. Sin embargo, no puedo desatender a las numerosas señales que me llegan.
La crisis hace imposible la supervivencia, se va mi duendecillo, acosado también por las dificultades económicas. Mi duendecillo necesita abrirse camino y no puede hacerlo a mi lado aún cuando ambas sabemos que nos haríamos mucho bien. Yo soy muy empática. Cuando conecto con alguien a primera vista nunca me equivoco. Esas cosas no pasan todos los días pero a nosotras nos ocurrió. Mi duendecillo es como mi fuese mi hermanita menor, hace que desee protegerla, instruirla, apoyarla. Creo firmemente que había numerosas razones para nuestro encuentro. No ha sido baldío pero breve, demasiado breve.
Nos separaremos con tristeza por partida doble. Porque quisiéramos seguir juntas y porque el porvenir es incierto para las dos. Y ésa es una de las señales.
Demasiados obstáculos, demasiadas casualidades, demasiados intentos fracasados. Tal vez sea hora de rendirse. Una retirada a tiempo es una victoria, dicen. A lo mejor no es una retirada, es lo que tenía que ser.
Si las señales no fallan espero que haya una expectativa esperando porque los pasos atrás nunca han sido mi estilo. Espero que lo que este destino caprichoso me reserve tenga sentido. Necesito que lo tenga. Siento una extraña serenidad. Esa tensa calma que precede a la tormenta, una calma parecida a la resignación. O a la aceptación.
Los extraños sucesos de este pasado mes y la imposibilidad de mantener ningún tipo de estabilidad me dan las claves para que, salvo sorpresas de última hora, tome mi decisión (por otra parte ineludible, no tengo opción) con tristeza pero tranquila. Al menos ahora. Quedan unos meses de prórroga y luego...
¿Quién sabe...?
12 comentarios:
Eso, quién sabe? las cosas cambian cuando menos te lo esperas, para bien y para mal... quién sabe...
Te he leido, y decirte que diste paso de veliente, la vida es caprichosa, para que adelantarnos a acontecimientos que a veces llegan y a veces se quedan por el camino... Como tú dices, a disfrutar de este momento y ¿quién sabe? :) Un beso y ánimo.
Que sea para bien.
Ah, Galicia. Yo me enamoré de sus gentes, de sus rincones, de su magia. Y mi unicornio es gallego así que le tengo un aprecio especial.
Las cosas suceden por alguna razón, siempre. El Destino es inexorable y es mejor no forzar nada.
Besos!
Sólo gana el que arriesga, y fuiste valiente y decidida. No te lo tomes como una retirada, sino como otro cambio de rumbo.
De derrota en derrota hasta la victoria final.
Un beso.
vas a separar a tus hijos de su padre, planteatelo.
Mis hijos tienen que comer y su padre no hace nada para que puedan permanecer en Madrid.
Plantéatelo.
Jajajaa, es encantador y poco posible coincidencia...
Querido Josepmaría... tu nombre real empieza por E, verdad??
Bien sabes que hace mucho que no siento ni padezco... Y permanezco bella.
Dejas que las cosas fluyan y no forzar nada, es lo mejor. Si después de varios intentos no funciona hay que cambiar de ruta, más nunca desanimarse.
El tiempo vivido pasa a formar parte del pasado, recuerdos al fin y al cabo, agradables o no, pero recuerdos que probablemente marquen tu vida.
Y si el destino, o lo que sea, te quiere llevar de la mano a otro lugar... ¿por qué no ir? Total, ya sabes, si una puerta se cierra, abre otra en su lugar.
Muy valiente ninfa, adelante, y suerte.
Un fuerte abrazo.
Realmente nunca sabe una a donde la llevará el caprichoso destino, pero lo que sea deja que fluya...
de momento, amiga aquí estamos por si necesitas un empujoncito.
Un abrazo, valiente ¡¡¡
Y además guapa ¡¡¡
Gracias a todos, sois encantadoramente indulgentes...
Pero me viene bien, estoy mejorando... :)
Besos
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