Una semana extraña. Creo que entre los efluvios primaverales, la enfermedad mental de mi ex (cada día más evidente), saber que a los niños les está afectando nuestra separación y la permanente angustia de no saber si mi vida laboral se compone o no, estoy un poco "atacada".
Mira que a mí me gusta reírme, lo hago casi como un ejercicio de salud. Me río cuando estoy mal y cuando estoy bien, me río sobre todo de mí misma _no es para menos, la verdad_ y me río de todo lo que sirve para esbozar una sonrisa. De hecho, se me conoce por eso. Si un día estoy mínimamente seria, se da cuenta todo el mundo. No hay forma de que un bajón pase desapercibido.
Las ex esclavas me miran a la cara y lo saben, mis amigas no se creen ninguna milonga cuando hablo poco, hasta mi jefe me dice uqe no le gusta mi expresión. A veces desearía no ser tan transparente en este aspecto. No me funciona la cara de póker. O sí, cuando la pongo, todo el mundo se preocupa. Hasta yo.
En la permanente mutación que es mi existencia _y la de todos, supongo_ me redescubro sintiendo cosas inadecuadas por la persona inadecuada (esto no es tan raro pero el tipo de circunstancias sí lo son). ¿Por qué ha de ser que, cuando realmente tienes sintonía con alguien, nunca puede ser? Las leyes de los hombres mandan. La mal denominada buena conciencia, el miedo a dar saltos mortales _perfectamente respetable pero mucho más grande en el caso de los hombres_, los sentimientos que sorprenden cuando uno cree que su vida está "ordenada".
¿Estar bien es estar enamorado? Estar cómodo, seguro. ¿Es eso? No lo pregunto con ironía, creo que nunca he vivido el amor al cien por cien de forma correspondida.
Supongo que lo ideal sería poder dejarse arrastrar por las pasiones pero no funciona así. Nos han educado para otra cosa. Yo tengo ganas de hacerlo y nunca puedo/debo/quiero (elija alguna de las tres opciones).
Cuando quiero sentir, no lo logro. Cuando quiero no hacerlo, no puedo evitarlo. Creo que no estoy más loca que el resto del mundo, quizá sólo lo llevo más a gala o soy muy consciente de ello.
Me toca dar pasos en la dirección contraria a la que me apetece. Sé que puedo hacerlo, lo he hecho miles de veces aunque nunca había encontrado/sentido lo que ahora. Tengo que seguir la marcha y me resisto. Ni siquiera por capricho sino porque siento la necesidad de seguir a mi corazón, sólo por un rato. A sabiendas de que volveré, por narices, al ejercicio de "hasta aquí hemos llegado" y "un clavo saca otro clavo".
Hay una canción que me encanta de Shakira, con la que me siento muy identificada, que no puedo quitarme de los labios estos días. Se llama "Inevitable". Me pasa como a ella, creo sinceramente que, "siempre supe que es mejor, cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo".
Tampoco sé preparar café y si no hay nadie a mi lado, no me baño los domingos. Creo que alguna vez fui infiel, juego mal a cualquier cosa, no entiendo de fútbol e incluso lloro una vez al mes. Sobre todo cuando hay frío. Conmigo nada es fácil, "ya debes saber, me conoces bien".
No encuentro forma alguna de olvidarte porque seguir sintiéndote es... "inevitable".
Prometo enmedarme. Pero todavía no.
domingo, mayo 27, 2007
martes, mayo 22, 2007
¿Cómo encontrar un "cuelgafácil" en Madrid?
Llevo unos días pregúntame y preguntándole a todas las chicas de mi entorno cómo funciona eso del ligoteo en Madrid. Me tienen confundida estos muchachos, no acabo de cogerles el punto. ¿A qué viene todo esto? Me explico:
Resulta que yo procedo de un lugar donde los hombres suelen ser bastante torpes en el momento de dar el paso para iniciar un “contacto” verbal con la o las chicas que les interesan. Me refiero a la noche, claro está. Cierto es que las gallegas, por lo general, somos _creo que no es mi caso pero no me voy a excluir para que no me llamen engreída_ bastante antipáticas en el ambiente “pubtaurino”.
La cosa, por mi tierra, se plantea así: montones de hombres en grupos, montones de mujeres en grupos y nada de mezclas. ¿Por qué? Ellos dicen que no se acercan por temor a ser rechazados con una mala cara o un buen corte y ellas de que los muchachos no toman la iniciativa. Unos por otros y la casa sin barrer.
A favor de los galaicos valga decir que, una vez que dan las tres de la mañana y ya tienen una ingesta de copas lo bastante contundente, le echan valor y, a veces, entran a matar. Si se encuentran con alguna sonriente y hay buen rollito, se “aparcan” literalmente a su lado toda la noche. Cuando llega la hora de las despedidas (pongamos por caso que no ha habido aún ningún intercambio de fluidos) ellos se hacen los remolones, hablan de tomar copa en casa de alguien o piden teléfonos. Sencillo, ¿No?
Pues una vez llegada a Madrid es donde yo me pierdo. En Madrid, la variedad de “macizan boys” es tal que marea, son majos, simpáticos y bien educados en general. Se quedan contigo toda la noche si hay buen rollo peeeeeeeeeeeeeeeero… al final de la noche… ¡Nada!
No es la primera ni la segunda vez que nos vemos rodeadas por una pandilla de estupendos y guapos mozos, que nos invitan, nos galantean, son amables y parecen encantados de la vida. Sin embargo, al llegar el momento crítico de la despedida… ¡Zas! Nadie tiene valor para pedir los teléfonos y, esto es Madrid, señores. Si le dejas ir sin teléfono, olvídate que nunca más le volverás a ver. Incómoda despedida, unos mirando a los otros y sin que nadie se atreva a decir la frase mágica.
Aquí es donde yo pido encarecidamente instrucciones al género masculino madrileño y que participe del mercado en la actualidad. Yo no tengo problemas en dar el primer paso (los llamo con el dedito, les suelto alguna frase descarada y… listo, ya tenemos compañía) pero con el último tengo muchas dudas. Porque, veamos, si los muchachos se han pasado toda la noche con nosotras es porque interesamos, ¿No? Si llevan toda la noche diciéndote que tienes el mejor culo que han visto en su vida, que si un 10,8 sobre diez, que conmigo al fin del mundo, que tal y que cual… ¿Alguien puede decirme por qué no me piden el teléfono?
Me digo: “Bueno, muchacha, pídeselo tú, qué mas da”. Pero empiezo a pensar: “¿Y si sólo son chicos majos que se relacionan y hasta puede ser que tengan novia?”. O ¿“Y si realmente no quieren mi teléfono?”. ¿Qué hago? ¿Me llevo un papelito y se lo deslizo en la mano al despedirme? (Lo he pensado más de una vez, señores). ¿Le pido el suyo? Más todavía ¿¿Por qué narices no me atrevo a pedírselo??
Ya veis que duda más estúpida, la verdad. Pero es que mis amigas y yo estamos un poco hartas de darnos de cabezazos al día siguiente por cobardes, por no decir la frase de marras y santas pascuas.
Sinceramente, no sabemos muy bien qué es lo que se espera de nosotras. Que demos el siguiente paso o que nos esfumemos pero a esto hay que ponerle solución porque yo estoy en fase de sacarme el clavo de turno y como dicen que un clavo saca otro, intento poner los pies en la tierra y clavar algo por ahí. El fallo es que sólo se encuentran “cuelgafáciles” en los tiempos que corren pero todo sea en pro de restaurar grietas, chapas y armaduras desvencijadas.
Así que estoy dudando entre comprarme un libro de autoayuda que ponga “Cómo ligar y rematar la faena en Madrid” o imprimir unas cuantas tarjetas con mi número de teléfono para repartirlas cuando proceda… o aunque no proceda.
Ains, ¡Qué dura es la vida de la mujer soltera!
Resulta que yo procedo de un lugar donde los hombres suelen ser bastante torpes en el momento de dar el paso para iniciar un “contacto” verbal con la o las chicas que les interesan. Me refiero a la noche, claro está. Cierto es que las gallegas, por lo general, somos _creo que no es mi caso pero no me voy a excluir para que no me llamen engreída_ bastante antipáticas en el ambiente “pubtaurino”.
La cosa, por mi tierra, se plantea así: montones de hombres en grupos, montones de mujeres en grupos y nada de mezclas. ¿Por qué? Ellos dicen que no se acercan por temor a ser rechazados con una mala cara o un buen corte y ellas de que los muchachos no toman la iniciativa. Unos por otros y la casa sin barrer.
A favor de los galaicos valga decir que, una vez que dan las tres de la mañana y ya tienen una ingesta de copas lo bastante contundente, le echan valor y, a veces, entran a matar. Si se encuentran con alguna sonriente y hay buen rollito, se “aparcan” literalmente a su lado toda la noche. Cuando llega la hora de las despedidas (pongamos por caso que no ha habido aún ningún intercambio de fluidos) ellos se hacen los remolones, hablan de tomar copa en casa de alguien o piden teléfonos. Sencillo, ¿No?
Pues una vez llegada a Madrid es donde yo me pierdo. En Madrid, la variedad de “macizan boys” es tal que marea, son majos, simpáticos y bien educados en general. Se quedan contigo toda la noche si hay buen rollo peeeeeeeeeeeeeeeero… al final de la noche… ¡Nada!
No es la primera ni la segunda vez que nos vemos rodeadas por una pandilla de estupendos y guapos mozos, que nos invitan, nos galantean, son amables y parecen encantados de la vida. Sin embargo, al llegar el momento crítico de la despedida… ¡Zas! Nadie tiene valor para pedir los teléfonos y, esto es Madrid, señores. Si le dejas ir sin teléfono, olvídate que nunca más le volverás a ver. Incómoda despedida, unos mirando a los otros y sin que nadie se atreva a decir la frase mágica.
Aquí es donde yo pido encarecidamente instrucciones al género masculino madrileño y que participe del mercado en la actualidad. Yo no tengo problemas en dar el primer paso (los llamo con el dedito, les suelto alguna frase descarada y… listo, ya tenemos compañía) pero con el último tengo muchas dudas. Porque, veamos, si los muchachos se han pasado toda la noche con nosotras es porque interesamos, ¿No? Si llevan toda la noche diciéndote que tienes el mejor culo que han visto en su vida, que si un 10,8 sobre diez, que conmigo al fin del mundo, que tal y que cual… ¿Alguien puede decirme por qué no me piden el teléfono?
Me digo: “Bueno, muchacha, pídeselo tú, qué mas da”. Pero empiezo a pensar: “¿Y si sólo son chicos majos que se relacionan y hasta puede ser que tengan novia?”. O ¿“Y si realmente no quieren mi teléfono?”. ¿Qué hago? ¿Me llevo un papelito y se lo deslizo en la mano al despedirme? (Lo he pensado más de una vez, señores). ¿Le pido el suyo? Más todavía ¿¿Por qué narices no me atrevo a pedírselo??
Ya veis que duda más estúpida, la verdad. Pero es que mis amigas y yo estamos un poco hartas de darnos de cabezazos al día siguiente por cobardes, por no decir la frase de marras y santas pascuas.
Sinceramente, no sabemos muy bien qué es lo que se espera de nosotras. Que demos el siguiente paso o que nos esfumemos pero a esto hay que ponerle solución porque yo estoy en fase de sacarme el clavo de turno y como dicen que un clavo saca otro, intento poner los pies en la tierra y clavar algo por ahí. El fallo es que sólo se encuentran “cuelgafáciles” en los tiempos que corren pero todo sea en pro de restaurar grietas, chapas y armaduras desvencijadas.
Así que estoy dudando entre comprarme un libro de autoayuda que ponga “Cómo ligar y rematar la faena en Madrid” o imprimir unas cuantas tarjetas con mi número de teléfono para repartirlas cuando proceda… o aunque no proceda.
Ains, ¡Qué dura es la vida de la mujer soltera!
lunes, mayo 21, 2007
Criatura de luz y de sombras
Hay que ver qué mal fario tienen los lunes. Hoy me he levantado gris, como el día, sin ánimos y con menos interés aún por casi todo. En proceso de reparación de la armadura defensiva, ésa que tan mal me sienta pero con la que tan bien me va.
Hoy me he despertado realista, sin ganas de contarme cuentos. No es que me guste creer en los pajaritos preñados porque rara vez logro creerlos pero es la clase de despertar en el que no cabe casi nada que no sea rutina, estoicidad y desilusión. No es tristeza, tampoco. Es apatía, desidia, crujir de cerrojos y chatarra. Me estoy colocando el casco férreamente y suena hueco cada vez que lo aprieto.
Mantenernos alejados del dolor y del peligro es cómodo pero las armaduras se oxidan, dejan de ser bonitas, impiden caminar con ligereza, tapan, esconden, advierten. Cierran el paso a lo malo pero también a lo bueno. Eso es exactamente lo que hacen: cerrar.
Y entre cerrojazo y cerrojazo quedan capas de momentos inolvidables que emparedarás “por el bien de los dos”, que diría Coti. Son armaduras de hierro pero con forma de cebolla: capas y capas de momentos, de vida, que intentan taparse unas a otras pero siguen inevitablemente ahí. Por suerte o por desgracia. Eso se ve también en función del color con que se mire.
He pasado un fin de semana muy divertido, viviendo la noche y el día del Madrid más amable. He jugado con mi faceta más frívola, la que más se ve, la más creíble. Pero hoy no estoy de buen humor, curiosamente. Será que soy un ser humano normal y llevo mal los lunes, que estoy cansada, que me falta algo de chispa de la vida, como la Coca-Cola.
Será que la realidad se hace paso a empellones entre las brumas de la fantasía emocional. Será que ya todo ha pasado y la vida sigue igual para la criatura de luz y de sombras que soy. Hoy tocan sombras.
Mañana volverá la luz.
Hoy me he despertado realista, sin ganas de contarme cuentos. No es que me guste creer en los pajaritos preñados porque rara vez logro creerlos pero es la clase de despertar en el que no cabe casi nada que no sea rutina, estoicidad y desilusión. No es tristeza, tampoco. Es apatía, desidia, crujir de cerrojos y chatarra. Me estoy colocando el casco férreamente y suena hueco cada vez que lo aprieto.
Mantenernos alejados del dolor y del peligro es cómodo pero las armaduras se oxidan, dejan de ser bonitas, impiden caminar con ligereza, tapan, esconden, advierten. Cierran el paso a lo malo pero también a lo bueno. Eso es exactamente lo que hacen: cerrar.
Y entre cerrojazo y cerrojazo quedan capas de momentos inolvidables que emparedarás “por el bien de los dos”, que diría Coti. Son armaduras de hierro pero con forma de cebolla: capas y capas de momentos, de vida, que intentan taparse unas a otras pero siguen inevitablemente ahí. Por suerte o por desgracia. Eso se ve también en función del color con que se mire.
He pasado un fin de semana muy divertido, viviendo la noche y el día del Madrid más amable. He jugado con mi faceta más frívola, la que más se ve, la más creíble. Pero hoy no estoy de buen humor, curiosamente. Será que soy un ser humano normal y llevo mal los lunes, que estoy cansada, que me falta algo de chispa de la vida, como la Coca-Cola.
Será que la realidad se hace paso a empellones entre las brumas de la fantasía emocional. Será que ya todo ha pasado y la vida sigue igual para la criatura de luz y de sombras que soy. Hoy tocan sombras.
Mañana volverá la luz.
viernes, mayo 18, 2007
Reflexiones y una pizca de melancolía
Quiero escribir. Por eso estoy aquí. Quiero escribir y no quiero desnudarme en exceso. No me conviene hablar de mí. Hay muchos ya que me conocéis, algunos me queréis, otros _aunque sea a través del blog_ no me soportáis pero, de un modo u otro, estamos vinculados.
No quiero ser monotemática y hablar de sentimientos pero me ocurre como a Gala, que me deja fascinada siempre que diserta sobre el amor, su tema favorito. Conozco sus respuestas casi de memoria pero siempre dice algo nuevo, de otro modo y me atrapa con su verbo culto, sabio, valiente. Yo no hablo ni escribo como él _qué más quisiera_ pero empatizo con sus monotemas.
Sigo a caballo entre dos vidas que pretendo unificar: mis hijos y mi trabajo. Padezco el acoso emocional de un padre pretencioso y soberbio que me amenaza de vez en cuando delante de mis hijos con “medidas sorpresa”. Ya sé que no puede hacer gran cosa pero es imposible que no me afecte. Sólo conozco a una persona que me desquicie y ése es mi ex marido. Hemos discutido más en tres años separados que doce y medio juntos, es curioso. Y eso que no entro al trapo que si no…
Estoy físicamente cansada _una gripe y una afonía que me han dejado muda para deleite de los que han de aguantar habitualmente mi verborrea incesante_, emocionalmente viva y sola, como siempre, laboralmente, animada unos días y muy preocupada otros. Como veis, no puedo ser más vulgar.
Me contengo cada día para no dedicarle estas líneas a alguien que ya no está y quiero mucho. Para que esto no se convierta en un escaparate de la amistad perdida y de la añoranza. Sin embargo ¿Cómo evitar ser quien una es? ¿Por qué mantener siempre la medida de lo que se dice y lo que no?
Tengo nuevas cómplices. Amigas tan parecidas y diferentes a mí que pasan por lo mismo y todo es totalmente distinto, sin embargo. Quiero para ellas el futuro que yo sé que a mí me está vedado. Quiero creer que hay cuentos de hadas para ellas al menos. Como siempre digo, a mí se me dan bien los amantes y muy mal el amor. En fin, siquiera de momento, queda algo para el ego y el cuerpo.
Sigo descubriendo Madrid poquito a poco. Concierto al aire libre en las Vistillas, más eventos, más cosas nuevas. Me gusta la capital pero, de un tiempo a esta parte, también me gusta mucho el sur. Cada vez tengo mejores amigos allí, el clima perfecto, lástima que está la cosa tan difícil allá. Aunque es probable que mi lugar no sea ése. Pero me hubiera encantado descubrirlo.
Pues ya veis, reflexiones en alto, novedades que os pueda/quiera/deba contar: cero y toda una vida por delante. Me voy a pintar la sonrisa del fin de semana y aparcar la melancolía. No me pega y no me traerá nada de lo que le pido. Mujer siempre pragmática al fin. Al menos en teoría
Así que, paciencia, si no se puede volver a detener el tiempo con hechizos pasajeros, al menos no olvidaré nunca que "sólo los madrileños tienen siempre prisa...".
Y yo soy de provincias.
No quiero ser monotemática y hablar de sentimientos pero me ocurre como a Gala, que me deja fascinada siempre que diserta sobre el amor, su tema favorito. Conozco sus respuestas casi de memoria pero siempre dice algo nuevo, de otro modo y me atrapa con su verbo culto, sabio, valiente. Yo no hablo ni escribo como él _qué más quisiera_ pero empatizo con sus monotemas.
Sigo a caballo entre dos vidas que pretendo unificar: mis hijos y mi trabajo. Padezco el acoso emocional de un padre pretencioso y soberbio que me amenaza de vez en cuando delante de mis hijos con “medidas sorpresa”. Ya sé que no puede hacer gran cosa pero es imposible que no me afecte. Sólo conozco a una persona que me desquicie y ése es mi ex marido. Hemos discutido más en tres años separados que doce y medio juntos, es curioso. Y eso que no entro al trapo que si no…
Estoy físicamente cansada _una gripe y una afonía que me han dejado muda para deleite de los que han de aguantar habitualmente mi verborrea incesante_, emocionalmente viva y sola, como siempre, laboralmente, animada unos días y muy preocupada otros. Como veis, no puedo ser más vulgar.
Me contengo cada día para no dedicarle estas líneas a alguien que ya no está y quiero mucho. Para que esto no se convierta en un escaparate de la amistad perdida y de la añoranza. Sin embargo ¿Cómo evitar ser quien una es? ¿Por qué mantener siempre la medida de lo que se dice y lo que no?
Tengo nuevas cómplices. Amigas tan parecidas y diferentes a mí que pasan por lo mismo y todo es totalmente distinto, sin embargo. Quiero para ellas el futuro que yo sé que a mí me está vedado. Quiero creer que hay cuentos de hadas para ellas al menos. Como siempre digo, a mí se me dan bien los amantes y muy mal el amor. En fin, siquiera de momento, queda algo para el ego y el cuerpo.
Sigo descubriendo Madrid poquito a poco. Concierto al aire libre en las Vistillas, más eventos, más cosas nuevas. Me gusta la capital pero, de un tiempo a esta parte, también me gusta mucho el sur. Cada vez tengo mejores amigos allí, el clima perfecto, lástima que está la cosa tan difícil allá. Aunque es probable que mi lugar no sea ése. Pero me hubiera encantado descubrirlo.
Pues ya veis, reflexiones en alto, novedades que os pueda/quiera/deba contar: cero y toda una vida por delante. Me voy a pintar la sonrisa del fin de semana y aparcar la melancolía. No me pega y no me traerá nada de lo que le pido. Mujer siempre pragmática al fin. Al menos en teoría
Así que, paciencia, si no se puede volver a detener el tiempo con hechizos pasajeros, al menos no olvidaré nunca que "sólo los madrileños tienen siempre prisa...".
Y yo soy de provincias.
martes, mayo 15, 2007
En ocasiones veo culos
En ocasiones veo culos. Sí, como lo leéis. Esta mañana, me he desayunado un croissant y la raja trasera de la señorita enfrente de mí encaramada a la barra (razón por la cual, la línea del pecado me quedaba a la altura de la nariz). Esto de las modas es la pera. Va a acabar teniendo razón mi madre.
Si ya resultaba antiestético eso del pantalón allá abajo y el tanga dos tallas menos de las necesarias allá arriba marcando chicha, ahora... directamente, ha desaparecido. Lo más fashion ahora es que se ve la raya del culo, ni braga, ni tanga de mercadillo ni nada de nada. El culo de toda la vida, vamos.
Yo no sé cómo vive el sexo masculino esta moda (hay quien dice que el tanga marcando chicha es sexy) pero yo lo llevo fatal. El otro día en el aeropuerto había una mujer con una talla 44 por lo menos y el pantalón por la mitad de tan soberano trasero. Y no estoy exagerando, podría defecar sin moverse del sitio y perdonad la vulgaridad.
No sé si esto a los hombres les parece atractivo. A mí, desde luego, no. Porque ese pedazo de nalgas pegadas a presión bajo un cintúrón y el "canalillo" a la altura de las narices me produce cierto repelús. Ni el culo más bonito resiste tan mal gusto.
Y digo yo... ¿No tienen frío? ¿No se dan cuenta _no me lo puedo creer..._?Directamente... ¿Son memas?
No me voy a meter a moralista porque más minifaldera que yo pocas he conocido, me gustan los escotes, me gusta la ropa ajustada, me gusta insinuar. Pero señores, la raya del culo es la raya del culo. Y tiene un uso que resulta de todo menos sexy, al menos a la vista de las inocentes heterosexuales como yo a la hora de comer o desayunar. ¿Qué ha quedado de la ropa interior sensual y sólo visible para los elegidos? ¿O del culito prieto en pantaloncito sin que te salgan "líneas de flotación" inexistentes por culpa de la puñetera moda?
En fin, habrá opiniones para todos los gustos _y culos_ pero, yo, sinceramente, sigo prefiriendo desayunar con croissant sin línea perpendicular. Ya me contarán los caballeros si estoy equivocada, anticuada o voy por el sendero correcto.
Eso sí, yo, el culo, no lo enseño!!
Si ya resultaba antiestético eso del pantalón allá abajo y el tanga dos tallas menos de las necesarias allá arriba marcando chicha, ahora... directamente, ha desaparecido. Lo más fashion ahora es que se ve la raya del culo, ni braga, ni tanga de mercadillo ni nada de nada. El culo de toda la vida, vamos.
Yo no sé cómo vive el sexo masculino esta moda (hay quien dice que el tanga marcando chicha es sexy) pero yo lo llevo fatal. El otro día en el aeropuerto había una mujer con una talla 44 por lo menos y el pantalón por la mitad de tan soberano trasero. Y no estoy exagerando, podría defecar sin moverse del sitio y perdonad la vulgaridad.
No sé si esto a los hombres les parece atractivo. A mí, desde luego, no. Porque ese pedazo de nalgas pegadas a presión bajo un cintúrón y el "canalillo" a la altura de las narices me produce cierto repelús. Ni el culo más bonito resiste tan mal gusto.
Y digo yo... ¿No tienen frío? ¿No se dan cuenta _no me lo puedo creer..._?Directamente... ¿Son memas?
No me voy a meter a moralista porque más minifaldera que yo pocas he conocido, me gustan los escotes, me gusta la ropa ajustada, me gusta insinuar. Pero señores, la raya del culo es la raya del culo. Y tiene un uso que resulta de todo menos sexy, al menos a la vista de las inocentes heterosexuales como yo a la hora de comer o desayunar. ¿Qué ha quedado de la ropa interior sensual y sólo visible para los elegidos? ¿O del culito prieto en pantaloncito sin que te salgan "líneas de flotación" inexistentes por culpa de la puñetera moda?
En fin, habrá opiniones para todos los gustos _y culos_ pero, yo, sinceramente, sigo prefiriendo desayunar con croissant sin línea perpendicular. Ya me contarán los caballeros si estoy equivocada, anticuada o voy por el sendero correcto.
Eso sí, yo, el culo, no lo enseño!!
lunes, mayo 14, 2007
Trolls, anónimos y cobardes
El mundillo del blog es un universo verdaderamente peculiar. Cuando comencé a escribir _ya lo he señalado en numerosas ocasiones_ mi único afán era dar salida a esa necesidad de canalizar sentimientos del mejor modo que sé y no perder mi supuesto don así como recuperar el cariño por las letras, perdido durante largo tiempo de resistencia pasiva.
Cuando empiezas, al menos yo, no te haces la menor ilusión de que te vaya a leer nadie. No imaginé que tendría lectores y menos aún que fidelizaría. He conocido a gente estupenda que ha querido conocer a la persona que está detrás del personaje, me han conocido algunos que se sienten más seguros observándome desde el personaje y luego, como grandes estrellas invitadas, están los "trolls" o anónimos con mala leche.
Hay una gran variedad de anónimos. Un año al frente de este cuaderno me ha ofrecido la oportunidad de irlos reconociendo. Está el anónimo inocente: novato en las líderes de la lectura de blog que, como no conoce los mecanismos y no usa nick, postea anónimamente. Da su opinión, lo que le gusta, lo que no pero sin más intenciones añadidas.
Otro elemento es el anónimo conocido: individu@ (casi siempre varón) que te conoce y no quiere que te des cuenta de que te lee, te sigue o te morfica. Los hay que saben que les reconocerás por el estilo (estos son los anónimos amigos y especiales) y están los que _aunque también los reconocemos por la ausencia del mismo_ sufren cierta animadversión contra la figura del blogguero y aprovechan el anonimato para ponerte verde y entrar siempre en el plano personal.
Por último, el "Troll": el troll es una suerte de frustrado que se dedica a ir por los blogs descalificando a quien escribe aunque no tiene valor ni para ponerse nombre. Existen algunos que rayan la enfermad, así que, a pesar de lo horrible que les pareces, los insultos y la porquería que es tu blog, no pueden dejar de leerte compulsivamente (eso sí, se aburren, tú eres estúpida, no evolucionas y eres un ser anodino)y criticarte del mismo modo.
Repetidas veces, algún anónimo faltón responde a los rebates de la blogguera aludiendo a su falta de autocrítica. Curioso: ellos pueden criticarte pero, si argumentas en contra, no aceptas las críticas. Existe también en ellos una penosa tendencia a entrar en la descalificación personal. Afirman que si uno escribe públicamente y admite comentarios, tiene que aceptar que le menosprecien, juzguen o pongan en cuestión.
Esto no es así, señores. Quien escribe publica porque tiene un don que necesita canalizar. Porque escribir es una manera de comunicar. Cuando alguien toca un instrumento en público no es para que le llamen exhibicionista o se le pueda poner a parir por no ser perfecto. Lo hace porque puede y necesita hacerlo.
La crítica es buena cuando es constructiva y va dirigida al estilo, a la forma de escribir. Si no nos gusta como escribe alguien, al menos yo, no le leo. Si creo que puedo aportar algo, lo aporto pero jamás entro a juzgar y mucho menos a nivel personal.
Cuando admito comentarios no es para que me halaguen como muchos que entienden poco de literatura y comunicación creen. Es, simplemente, una vía de contacto con los lectores. Un troll se cree que eso es el foro del desahogo de sus frustraciones.
Critican tu modo de ver la vida, cuestionan tus comportamientos y tu alma. Eso sí, desde el anonimato de los cobardes, claro está. No te conocen y te juzgan e incluso osan decirte qué camino has de tomar. No entran en el acuerdo o desacuerdo en temas genéricos. Están en desacuerdo con tu existencia, con tu capacidad de transmitir _mejor o peor pero real al fin_, incluso con tu popularidad.
Pues eso, deberían darnos las gracias por encontrar un lugar donde mostrarse tan feos como son en libertad y nosotros deberíamos estar mudos y no responderles para que se queden a gusto. Pero resulta que no va a poder ser, así que, queridos frustrados, seguid leyendo... y sufriendo.
Va por vosotros
Cuando empiezas, al menos yo, no te haces la menor ilusión de que te vaya a leer nadie. No imaginé que tendría lectores y menos aún que fidelizaría. He conocido a gente estupenda que ha querido conocer a la persona que está detrás del personaje, me han conocido algunos que se sienten más seguros observándome desde el personaje y luego, como grandes estrellas invitadas, están los "trolls" o anónimos con mala leche.
Hay una gran variedad de anónimos. Un año al frente de este cuaderno me ha ofrecido la oportunidad de irlos reconociendo. Está el anónimo inocente: novato en las líderes de la lectura de blog que, como no conoce los mecanismos y no usa nick, postea anónimamente. Da su opinión, lo que le gusta, lo que no pero sin más intenciones añadidas.
Otro elemento es el anónimo conocido: individu@ (casi siempre varón) que te conoce y no quiere que te des cuenta de que te lee, te sigue o te morfica. Los hay que saben que les reconocerás por el estilo (estos son los anónimos amigos y especiales) y están los que _aunque también los reconocemos por la ausencia del mismo_ sufren cierta animadversión contra la figura del blogguero y aprovechan el anonimato para ponerte verde y entrar siempre en el plano personal.
Por último, el "Troll": el troll es una suerte de frustrado que se dedica a ir por los blogs descalificando a quien escribe aunque no tiene valor ni para ponerse nombre. Existen algunos que rayan la enfermad, así que, a pesar de lo horrible que les pareces, los insultos y la porquería que es tu blog, no pueden dejar de leerte compulsivamente (eso sí, se aburren, tú eres estúpida, no evolucionas y eres un ser anodino)y criticarte del mismo modo.
Repetidas veces, algún anónimo faltón responde a los rebates de la blogguera aludiendo a su falta de autocrítica. Curioso: ellos pueden criticarte pero, si argumentas en contra, no aceptas las críticas. Existe también en ellos una penosa tendencia a entrar en la descalificación personal. Afirman que si uno escribe públicamente y admite comentarios, tiene que aceptar que le menosprecien, juzguen o pongan en cuestión.
Esto no es así, señores. Quien escribe publica porque tiene un don que necesita canalizar. Porque escribir es una manera de comunicar. Cuando alguien toca un instrumento en público no es para que le llamen exhibicionista o se le pueda poner a parir por no ser perfecto. Lo hace porque puede y necesita hacerlo.
La crítica es buena cuando es constructiva y va dirigida al estilo, a la forma de escribir. Si no nos gusta como escribe alguien, al menos yo, no le leo. Si creo que puedo aportar algo, lo aporto pero jamás entro a juzgar y mucho menos a nivel personal.
Cuando admito comentarios no es para que me halaguen como muchos que entienden poco de literatura y comunicación creen. Es, simplemente, una vía de contacto con los lectores. Un troll se cree que eso es el foro del desahogo de sus frustraciones.
Critican tu modo de ver la vida, cuestionan tus comportamientos y tu alma. Eso sí, desde el anonimato de los cobardes, claro está. No te conocen y te juzgan e incluso osan decirte qué camino has de tomar. No entran en el acuerdo o desacuerdo en temas genéricos. Están en desacuerdo con tu existencia, con tu capacidad de transmitir _mejor o peor pero real al fin_, incluso con tu popularidad.
Pues eso, deberían darnos las gracias por encontrar un lugar donde mostrarse tan feos como son en libertad y nosotros deberíamos estar mudos y no responderles para que se queden a gusto. Pero resulta que no va a poder ser, así que, queridos frustrados, seguid leyendo... y sufriendo.
Va por vosotros
viernes, mayo 11, 2007
Otro capítulo inacabado
Tengo tanto que transmitir y tan poco que contar... ¿Nunca habéis sentido esa tristeza sorda, tranquila, sin esperanza? Una tristeza resignada, callada, que anega los ojos en lágrimas ante tan sólo una sonrisa de comprensión, de complicidad, de apoyo.
Aborrezco las despedidas. Todos decimos lo mismo, lo sé. Pero yo las aborrezco especialmente porque acostumbro a mantener la compostura. Hoy no la mantengo. La he perdido con muchas otras cosas pequeñitas y enormes, de incalculable y, sin embargo, desconocido valor para la multitud. Ahora tengo la sensación de no tener nada más que polvo de oro que se escurrió entre los dedos. Unos dedos que aún brillan pero no puedo retener el metal precioso.
Sé, con el peso que da la experiencia, que el dolor pasará o lo podré meter en una bolita quística inventada en exclusiva para mi alma. No es al dolor al que temo.
Temo haber perdido, sin haberlo tenido jamás, lo que siempre estuve buscando. Temo no recuperar jamás ese milagro de la sinrazón que te hace romper barreras, pasar por encima de denominado como "bueno" o "malo". Temo no volver a sentirme plena con nada más que un amigo a mi lado, una buena comida, un secreto jamás contado.
Sin embargo, nunca olvido que el dolor de hoy es parte de la felicidad de entonces. Así que, una vez más, confieso haber vivido, haber perdido y haber sentido.
Hoy cierro un nuevo capítulo de mi vida. Lo hago de mala gana, sin haberlo terminado, con la sensación de que está todo escrito pero no he osado poner la tinta. O no he tenido la capacidad. O el Todopoderoso, como siempre, recoloca las cosas en el lugar apropiado que, casualmente, nunca soy yo.
No me he despedido. No he dicho adiós. En Galicia decimos que adiós sólo se le dice a los muertos. Y todo lo que se ha ido está muy vivo, tan vivo que lastima en el pecho. Acostumbro a ser valerosa. Para mí la prueba de valor hoy ha sido permitirme no tenerlo, llorar, huir. Con esa sonrisa llena de lágrimas que sólo producen los fenómenos más bellos e inexplicables.
Tengo una muesquita nueva en el corazón que duele pero recuerda que estás viva. No eres la elegida pero aún eliges. Y una sonrisa amarga y dulce que entremezcla cariño, empatía, comprensión y pasión compartidas.
Se han ido, al menos físicamente. Pero el libro de mi existencia tiene páginas nuevas, aire fresco, que va y viene como todo en ella. Aún así, me alegro de seguir aprendiendo, arriesgando, volando. Sin prisa y sin pausa.
Chisssttt... Sólo los madrileños tienen siempre prisa...
Adoro esta canción. Siempre he querido ser una bruja volandera. Quizá por eso, quiero compartirla hoy con cualquiera que pueda llegar a ella. Es de Los Burros. Si podéis escucharla, no dejéis de hacerlo.
"Tu Me Sobrevuelas 3'45
(M.García / Q.Portet)
"Muy dentro del bosque, sobre un manto de humedad;
sentados muy juntos te contemplo, te oigo hablar.
Mientras, me has pintado la noche de carmín,
me señalas el cielo que se abre para tí.
De repente miro y tiemblo porque ya no estás.
Entre nubarrones el viento te llevará;
por el cielo cruzan brujas del alba.
Me siento estremecer, tu mirada es azabache.
Escapaste entre alientos de fuelle y hoguera ululante;
te vas, ¿qué será de mí?
Sopor, duermevela, incertidumbre, ¿dónde estás?
Espero señales, saber que regresarás.
Con las puntas de tus dedos rózame;
noto tu presencia, Dios del cielo, ahí estás.
Tendido en el suelo me miro en tus ojos.
Bruja volandera de entrevientos y cerrojos;
de tormenta y viento tu me sobrevuelas,
y por un instante tu mirada es negra.
Albas de zozobra y desapego terrenal.
Encuentros del cielo que me aturden, déjame escapar.
Entrelanzamientos de acoso a mi debilidad.
Mi remolino de estrellas, quiero estar donde tú estés.
Noto que se abate ese espíritu que fuí.
Noto que se abate ese espíritu que fuí...".
Aborrezco las despedidas. Todos decimos lo mismo, lo sé. Pero yo las aborrezco especialmente porque acostumbro a mantener la compostura. Hoy no la mantengo. La he perdido con muchas otras cosas pequeñitas y enormes, de incalculable y, sin embargo, desconocido valor para la multitud. Ahora tengo la sensación de no tener nada más que polvo de oro que se escurrió entre los dedos. Unos dedos que aún brillan pero no puedo retener el metal precioso.
Sé, con el peso que da la experiencia, que el dolor pasará o lo podré meter en una bolita quística inventada en exclusiva para mi alma. No es al dolor al que temo.
Temo haber perdido, sin haberlo tenido jamás, lo que siempre estuve buscando. Temo no recuperar jamás ese milagro de la sinrazón que te hace romper barreras, pasar por encima de denominado como "bueno" o "malo". Temo no volver a sentirme plena con nada más que un amigo a mi lado, una buena comida, un secreto jamás contado.
Sin embargo, nunca olvido que el dolor de hoy es parte de la felicidad de entonces. Así que, una vez más, confieso haber vivido, haber perdido y haber sentido.
Hoy cierro un nuevo capítulo de mi vida. Lo hago de mala gana, sin haberlo terminado, con la sensación de que está todo escrito pero no he osado poner la tinta. O no he tenido la capacidad. O el Todopoderoso, como siempre, recoloca las cosas en el lugar apropiado que, casualmente, nunca soy yo.
No me he despedido. No he dicho adiós. En Galicia decimos que adiós sólo se le dice a los muertos. Y todo lo que se ha ido está muy vivo, tan vivo que lastima en el pecho. Acostumbro a ser valerosa. Para mí la prueba de valor hoy ha sido permitirme no tenerlo, llorar, huir. Con esa sonrisa llena de lágrimas que sólo producen los fenómenos más bellos e inexplicables.
Tengo una muesquita nueva en el corazón que duele pero recuerda que estás viva. No eres la elegida pero aún eliges. Y una sonrisa amarga y dulce que entremezcla cariño, empatía, comprensión y pasión compartidas.
Se han ido, al menos físicamente. Pero el libro de mi existencia tiene páginas nuevas, aire fresco, que va y viene como todo en ella. Aún así, me alegro de seguir aprendiendo, arriesgando, volando. Sin prisa y sin pausa.
Chisssttt... Sólo los madrileños tienen siempre prisa...
Adoro esta canción. Siempre he querido ser una bruja volandera. Quizá por eso, quiero compartirla hoy con cualquiera que pueda llegar a ella. Es de Los Burros. Si podéis escucharla, no dejéis de hacerlo.
"Tu Me Sobrevuelas 3'45
(M.García / Q.Portet)
"Muy dentro del bosque, sobre un manto de humedad;
sentados muy juntos te contemplo, te oigo hablar.
Mientras, me has pintado la noche de carmín,
me señalas el cielo que se abre para tí.
De repente miro y tiemblo porque ya no estás.
Entre nubarrones el viento te llevará;
por el cielo cruzan brujas del alba.
Me siento estremecer, tu mirada es azabache.
Escapaste entre alientos de fuelle y hoguera ululante;
te vas, ¿qué será de mí?
Sopor, duermevela, incertidumbre, ¿dónde estás?
Espero señales, saber que regresarás.
Con las puntas de tus dedos rózame;
noto tu presencia, Dios del cielo, ahí estás.
Tendido en el suelo me miro en tus ojos.
Bruja volandera de entrevientos y cerrojos;
de tormenta y viento tu me sobrevuelas,
y por un instante tu mirada es negra.
Albas de zozobra y desapego terrenal.
Encuentros del cielo que me aturden, déjame escapar.
Entrelanzamientos de acoso a mi debilidad.
Mi remolino de estrellas, quiero estar donde tú estés.
Noto que se abate ese espíritu que fuí.
Noto que se abate ese espíritu que fuí...".
jueves, mayo 03, 2007
Letras de sangre
Es otro de esos días, uno de tantos, en los que comienzo a escribir sin tener la menor idea sobre qué. Simplemente, es una necesidad, como comer o ver a los amigos. Estoy de minivacaciones en mi tierra, viendo a mi gente, recibiendo besos y hasta "saudades" de Miriam, la que fue mi asistenta brasileña unos meses y continúa ayudando en esta casa de la que ya soy sólo una okupa.
Observo cómo nada ha cambiado a mi alrededor, excepto yo, que sigo siendo la misma pero con una vida totalmente diferente. Y me gusta. Me gusta este ir y venir, siempre he sido una friky de aeropuerto. Me encanta cambiar el escenario (anteayer en Madrid, ayer en Barcelona, hoy en Compostela...) y también los actores sin reemplazar jamás a los personajes principales. Me gusta esta paz y aquel ajetreo de la gran ciudad. Añoro a mis amigos que me añoran pero tampoco tienen demasiado tiempo para mí, al igual que yo tampoco ya para ellos.
Conozco nuevas caras, nuevos pensamientos. Siguen caminando a mi lado por vías paralelas, siempre destinada a no cruzarme con nadie. Soy la mujer que no conoce las intersecciones. Tengo cierta curiosidad por saber quién será el próximo que se cruce en mi existencia y, al tiempo, una agradable sensación de sufrir ni padecer por nadie. Miro a mis hijos, que crecen cada día más bellos, más sonrientes. Me miro a mí que logro mantener mi alma sin arrugas y el ánimo de lo que ahora mismo soy: una privilegiada.
Sobre todo, me mantengo expectante ante cualquier acontecimiento venidero. Impaciente por naturaleza, sin poder esperar para conocer las buenas y hasta las malas noticias. Me guardo los mimos y saco la coquetería, la más legendaria de mis armas junto a una lengua peligrosamente afilada.
Continúo mirando a la gente por dentro y por fuera. Hace poco le respondía en una conversación al desertor Duque de Ramales que, vista la porquería que había dentro del género masculino, había decidido quedarme con lo de fuera y por lo menos disfrutar de los platos apetitosos.
No sé cómo va a ser mi vida a partir de agosto, si cambiará para bien o para mal. Vivo al día pensando en el mañana. Siempre al filo de la paradoja. Salgo a bailar y a reír sin mayor ánimo que recordarme que estoy muy viva.
Escribo por escribir, como señaló el genial Fiti: "Porque escribo igual que sangro, porque sangro todo lo que escribo".
Y ahí os dejo, unas gotas de mi sangre, para quien quiera beberlas...
Observo cómo nada ha cambiado a mi alrededor, excepto yo, que sigo siendo la misma pero con una vida totalmente diferente. Y me gusta. Me gusta este ir y venir, siempre he sido una friky de aeropuerto. Me encanta cambiar el escenario (anteayer en Madrid, ayer en Barcelona, hoy en Compostela...) y también los actores sin reemplazar jamás a los personajes principales. Me gusta esta paz y aquel ajetreo de la gran ciudad. Añoro a mis amigos que me añoran pero tampoco tienen demasiado tiempo para mí, al igual que yo tampoco ya para ellos.
Conozco nuevas caras, nuevos pensamientos. Siguen caminando a mi lado por vías paralelas, siempre destinada a no cruzarme con nadie. Soy la mujer que no conoce las intersecciones. Tengo cierta curiosidad por saber quién será el próximo que se cruce en mi existencia y, al tiempo, una agradable sensación de sufrir ni padecer por nadie. Miro a mis hijos, que crecen cada día más bellos, más sonrientes. Me miro a mí que logro mantener mi alma sin arrugas y el ánimo de lo que ahora mismo soy: una privilegiada.
Sobre todo, me mantengo expectante ante cualquier acontecimiento venidero. Impaciente por naturaleza, sin poder esperar para conocer las buenas y hasta las malas noticias. Me guardo los mimos y saco la coquetería, la más legendaria de mis armas junto a una lengua peligrosamente afilada.
Continúo mirando a la gente por dentro y por fuera. Hace poco le respondía en una conversación al desertor Duque de Ramales que, vista la porquería que había dentro del género masculino, había decidido quedarme con lo de fuera y por lo menos disfrutar de los platos apetitosos.
No sé cómo va a ser mi vida a partir de agosto, si cambiará para bien o para mal. Vivo al día pensando en el mañana. Siempre al filo de la paradoja. Salgo a bailar y a reír sin mayor ánimo que recordarme que estoy muy viva.
Escribo por escribir, como señaló el genial Fiti: "Porque escribo igual que sangro, porque sangro todo lo que escribo".
Y ahí os dejo, unas gotas de mi sangre, para quien quiera beberlas...
martes, mayo 01, 2007
Al Duque de Ramales
Hay sentimientos que nada tienen que ver con el sentido común. Ni siquiera con la fe. Se producen de modo inesperado, sin buscarlos ni esperarlos y se desparraman a borbotones cuando algún elemento precipita su catarsis. Se sienten en el estómago y se les aparta de la razón.
Hay momentos especiales cuya belleza a veces sólo la pueden describir unas lágrimas inesperadas. Lágrimas de tristeza, de sorpresa, de autodescubrimiento. Y, aún siendo tristes, son hermosas. Te recuerdan que estás más vivo de lo que podías suponer, que aún quedan emociones puras y que, a pesar de todo el escepticismo que deposites para defenderte, ellas son más fuertes y más valientes que tú.
Hay detalles _como una púa gastada, un disco, una mirada esquiva en público, un secreto preciado y precioso_ que marcan un antes y un después en una relación aunque ésta no tenga nada que ver con las tradicionalmente tipificadas como amorosas, sexuales o la mera atracción.
Dicen los sabios que no existe la tuerca perfecta para cada tornillo. Pero sí hay puzzles que _de modo fugaz, sin materializarse siquiera, sin palabras ni actos palpables_ se componen de empatías que se escapan de lo conveniente, de lo debido, de lo políticamente correcto y, por un tiempo efímero pero de valor incalculable, encajan perfectamente. Eso sí, Lejos de las leyes de los hombres.
Pierdo un amigo irrepetible, un confidente fiel, un interlocutor sin igual. Se va el silencio sonoro de la Plaza de Ramales, el lazarillo de la mujer con el peor sentido de la orientación _qué suave y firme ese roce que te indica el camino..._. Se aleja para siempre la mirada esquiva que guarda el secreto a voces silentes, el piropo callado de los ojos moros, el cómplice de los pecados veniales y mortales.
Hubiese escrito cosas muy parecidas y muy diferentes cuando sentí el primer impulso de elaborar este texto. Pretende ser íntimo y necesita hacerse público. Y, aún cuando jamás he creído en esos sentimientos que surgen sin buscarse en modo alguno, que se evitan y rompen los estereotipos, hoy me toca descubrir que sigue habiendo emociones y reacciones de una misma que no se conocen, que no se esperan y que, como siempre, no conducen a ninguna parte.
O sí. Me conducen a recordar que hay armaduras que son invisibles para los que realmente ven y a admitir que no todo está bajo control. Me alegro mucho de haberme hecho una fisura en medio de la chatarra porque, aún cuando sigo sin tener la menor expectativa emocional, los acordes de una guitarra me han gritado que quedan sentimientos desconocidos dentro de mí que no se ajustan a lo esperado ni debido pero no por ello son menos fascinantes.
Se acabó el concierto y, con él, la magia en el Madrid de los Austrias. Y, aunque éste sea la última carta que os escribo, tened por seguro, Noble Señor, que cada vez que cruce Ópera y entre a la Factoría esquivando vuestra mirada _que ya no está_ sonreiré en mis adentros y os guardaré en mi corazón, como aquel que sabe encontrar las llaves de lo inescrutable.
´
Buen viaje, mi galán caballero, que vuestra vida continúe por el afortunado sendero elegido y que, a ratos, algún día rozando magistralmente vuestra guitarra no olvidéis dónde tenéis una incondicional admiradora y amiga.
Para vos, Señor Duque de Ramales.
Hay momentos especiales cuya belleza a veces sólo la pueden describir unas lágrimas inesperadas. Lágrimas de tristeza, de sorpresa, de autodescubrimiento. Y, aún siendo tristes, son hermosas. Te recuerdan que estás más vivo de lo que podías suponer, que aún quedan emociones puras y que, a pesar de todo el escepticismo que deposites para defenderte, ellas son más fuertes y más valientes que tú.
Hay detalles _como una púa gastada, un disco, una mirada esquiva en público, un secreto preciado y precioso_ que marcan un antes y un después en una relación aunque ésta no tenga nada que ver con las tradicionalmente tipificadas como amorosas, sexuales o la mera atracción.
Dicen los sabios que no existe la tuerca perfecta para cada tornillo. Pero sí hay puzzles que _de modo fugaz, sin materializarse siquiera, sin palabras ni actos palpables_ se componen de empatías que se escapan de lo conveniente, de lo debido, de lo políticamente correcto y, por un tiempo efímero pero de valor incalculable, encajan perfectamente. Eso sí, Lejos de las leyes de los hombres.
Pierdo un amigo irrepetible, un confidente fiel, un interlocutor sin igual. Se va el silencio sonoro de la Plaza de Ramales, el lazarillo de la mujer con el peor sentido de la orientación _qué suave y firme ese roce que te indica el camino..._. Se aleja para siempre la mirada esquiva que guarda el secreto a voces silentes, el piropo callado de los ojos moros, el cómplice de los pecados veniales y mortales.
Hubiese escrito cosas muy parecidas y muy diferentes cuando sentí el primer impulso de elaborar este texto. Pretende ser íntimo y necesita hacerse público. Y, aún cuando jamás he creído en esos sentimientos que surgen sin buscarse en modo alguno, que se evitan y rompen los estereotipos, hoy me toca descubrir que sigue habiendo emociones y reacciones de una misma que no se conocen, que no se esperan y que, como siempre, no conducen a ninguna parte.
O sí. Me conducen a recordar que hay armaduras que son invisibles para los que realmente ven y a admitir que no todo está bajo control. Me alegro mucho de haberme hecho una fisura en medio de la chatarra porque, aún cuando sigo sin tener la menor expectativa emocional, los acordes de una guitarra me han gritado que quedan sentimientos desconocidos dentro de mí que no se ajustan a lo esperado ni debido pero no por ello son menos fascinantes.
Se acabó el concierto y, con él, la magia en el Madrid de los Austrias. Y, aunque éste sea la última carta que os escribo, tened por seguro, Noble Señor, que cada vez que cruce Ópera y entre a la Factoría esquivando vuestra mirada _que ya no está_ sonreiré en mis adentros y os guardaré en mi corazón, como aquel que sabe encontrar las llaves de lo inescrutable.
´
Buen viaje, mi galán caballero, que vuestra vida continúe por el afortunado sendero elegido y que, a ratos, algún día rozando magistralmente vuestra guitarra no olvidéis dónde tenéis una incondicional admiradora y amiga.
Para vos, Señor Duque de Ramales.
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