Llevo una vida tan monótona que, en realidad, no tengo nada que contar. Pero tengo que aprovechar que vuelvo a tener ganas de escribir así que, aún a riesgo de cargarme la calidad del texto, algo diré.
Se acerca otro apasionante fin de semana sin planes. A veces está bien estar en modo seta pero, habida cuenta de que no tengo dinero para ir de compras (eso es entretenido hasta sola) y que cuando me quedo en casa todo el día sufro un dolor de cabeza terrible, la cosa se complica.
Como vivo en una ciudad sin chicha ni limoná, ahí estoy, aguantando el tirón y soñando con ser económicamente libre para largarme a vivir a un clima amable, como el de Málaga, donde tengo una buena amiga, o algún lugar donde, al menos, brille el sol.
Siempre estoy pensando en emigrar. Me encantaría dar el portazo y olvidarme de la crisis y este país que me ha defraudado en todas sus esferas. No me gusta hablar de política, lo detesto, de hecho. No creo en ninguno de los partidos políticos que están a ver si sacar tajada de la situación, ni el que manda ni los demás, sé que todos harían lo mismo y me aburre profundamente.
Mis hijos crecen por días. La niña tiene casi mi estatura, que no es gran cosa pero tengo la esperanza de que me pase de largo y el peque se desespera porque el desarrollo no le ha llegado y sigue siendo un niño encantador. No tengo muchas ganas yo de que las hormonas le posean, hay tanta literatura sobre la adolescencia que temo que mi dulce pequeñeco se convierta en un muchachote contestón y desaliñado. Creo que tiene buena base pero... qué sé yo, todo eso es nuevo.
Los días pasan sin gracia ni emoción. Nada ilusionante o divertido espera con la llegada del fin de semana, aparte de dormir más. La falta de dinero genera una situación de ansiedad permanente que no me deja en paz y los deseos dormidos nunca duermen del todo.
No tengo anécdotas que contar porque mi vida se reduce a llevar a mis hjos al colegio, al fútbol, a casa de sus amigos, hacer la comida, la colada, trabajar en el ordenador mientras me formo con Social Media y casi nada más... Ya no me pasan cosas divertidas porque no me pasa nada. Supongo que es bueno porque para que ocurra algo malo, mejor nos quedamos como estamos.
Busco cursos gratuitos con la única intención de conocer gente nueva pero no es fácil tampoco y, además, no valgo para los que sean de manualidades y cosas por el estilo. Me conmueven pocas cosas aunque mis hijos me hacen reír, están en una edad dulce en que hacen compañía. Sé que pronto volarán y se distanciarán de mí pero, mientras, les disfruto. No dudo que volverán, son buenos chicos.
Sigo soñando con un futuro mejor, tratando de controlar mi tendencia a la desesperanza y falta de fe. No es sencillo, el malestar general es contagioso y yo llevo muchos años luchando contra lo mismo.
Con todo, es buena señal que haya regresado aquí, a Casa. Os deseo que mi vida se vuelva algo más animada para no escribir más naderías que me aburren hasta a mí.
A ver si vuelvo a despotricar, que soy mucho más amena aunque luego me llamen borde.
Agrias rutinas...
3 comentarios:
Cuando uno deja de buscar, las cosas aparecen solas. Inténtalo!!!!
Besazooooooooooo
De rutinas también se yo y mucho, pero cosa extraña antes la sentía como la muerte, ahora la tolero pues se que hay peores cosas por ahí, besitos lejanos guapa…
Quizá tú te refieres más a las dulces rutinas. Yo disfruté de ellas en el pasado; en compañía me resultan amables y aportan seguridad. Ojalá regresen algún día.
Cercanos besos para ti tb
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