Creía que había dejado de existir, que había muerto.
Yo misma participé en su magnicidio. No fui la única ni, por supuesto, la más importante.
La hoguera de las vanidades de los sin alma trabajó activamente en su destrucción: los cobardes pusieron su bloque de granito. Los mentirosos la impulsaron al abismo. Los ineptos la apagaron a escobazos. Los necios le robaron la emoción. Los ingratos llamaron estupidez a su generosidad. Los lujuriosos no apreciaron su don. Los tibios no estuvieron a su altura. Los duros de corazón no supieron amarla. Los enamorados inexpertos no pudieron llegar hasta ella.
Era un Vesubio esperando una hermosa Pompeya sobre la que desbordarse, fundirse, derretirse. Un volcán en una Tierra fría, más cerca del Sol de Medianoche que del centro de las entrañas en las que se calcinaba. Un ser fuera de lugar que sentía tanto, vivía tanto, percibía tanto, que no encajaba en ninguna parte.
Ese rugido no compartido la estaba destruyendo. Me destrozaba verla así, por eso tuve que detenerla.
Pensaba que era lo mejor. Primero sedarla del dolor causado por los sentimientos no correspondidos, por el fuego que no encuentra otro fuego que lo mantenga y lo avive. Después, ir apagándola poco a poco, despacio, que el crepitar de las ramas y hojas yermas no resuenen a muerte. Al fin, el silencio hueco, helado de la negritud. Apagué sus ya débiles llamas. "Lo hago por su bien", quise creer.
Donde hubo lava sólo quedaron piedras y fósiles. Ya no sentía nada. Si acaso, la tenue calma de aquélla que sabe que hubo tiempos donde se sintió todo pero se sufrió más. Una lobotomía del corazón que la mantenía a salvo de nuevos daños.
Ahogué su esencia, esa locura de vivir, su sensualidad apta sólo para iniciados, esa fuerza que arrastraba con ella a quien la veía, la chispa electrizante que lo anegaba todo mientras se permitió ser piel y no pensar en las consecuencias. No dejé espacio a su alma libre y salvaje. Creí que había fenecido, que se había ido. Y ella también.
Sólo cuando se cruzaron todo volvió a su lugar. O mejor aún, el desorden tomó las rienda. Las chispas, la lava en forma de sangre, se adueñaron de nuevo de sus venas y de su alma, seca y dormida durante milenios. Sus salivas fueron una y el fuego anegó el valle, arrasó la cordura, las buenas costumbres, los convencionalismos y la Ninfa fue Vesubio y halló, casi sin rozarla, su Pompeya donde inflamarse, diluirse y SER.
Desde entonces es llama, antorcha viviente, fuego inextinguible. Es ella, decidida a inmolarse, a morir en su propio calor, sin miedo al dolor de las llagas que pueda causarle ese fuego abrasador que le muerde las entrañas y la tiene tan viva que no puede pensar en otra cosa que calcinarse en y con él.
Y no hay futuro para las hogueras y es muy probable que tampoco para las ninfas pero nadie, nadie volverá a quitarles el privilegio de sentir.
Aunque deba resucitar una y otra vez para probar el dulce dolor de morir abrasada por haber tenido el valor de vivir. Esta vez no habrá nadie que la entierre.
Así tenga que acudir a enterrarlo yo misma primero.
8 comentarios:
¡Ah, qué preciosa hoguera, tan viva y tan cálida! Dan ganas de bailar alrededor sin parar de reír.
Un beso, mi querida hermana.
¡Gracias fermosa Orquídea! Ya sabes, camino hacia el abismo, however... pero me da igual.
Ya sabes, hay que vivir.
Mil besos mi bella hermana.
Amiga mía, no hay mal que cien años dure...sabía yo.. ¡me alegro mucho!
Qué va, corazón, sigo sola pero con otra actitud, simplemente...
Olé, olé y olé !!! No sé si en algún momento el soplo del viento pudo ayudar a la llama a volver a encenderse, aunque sea un poquito, pero cuanto me alegro de haber leído lo que acabo de leer... (comentarios incluídos)
Ese mismo discurso lo hubiera podido escribir yo, por supuesto no con palabras tan bien elegidas (que una es escritora o no lo es), pero con el mismisimo sentimiento en el alma.
Eso se merece un brindis, aquí, allí o entre los dos !
Un besazo, preciosa !
La actituda es un paso adelante, luego empezaste a caminar, buenas noticias guapisima... :)
siempre es mejor morir abrasada que helada, compañera....haber tenido algo y perderlo es duro, sobre todo cuando es un lujo que no está al alcance de todos los mortales, pero no haberlo tenido nunca debe ser aún más triste
Un beso reecontrado y paralelo ;-)
Gracias a todos. Ya sabéis que tarde o temprano os deleitaré con mis tragedias provocadas por las quemaduras que causa el riesgo de vivir pero, como ya tengo tantos queloides y sé que de esto no muere nadie, pues paso de ser planta.
Intentaré protegerme en la medida de mis posibilidades y recordar, cuando sea más el dolor qeu el placer, que no hay que arrepentirse.
Siempre quedará el gozoso recuerdo del esplendor en la hierba...
Un placer veros a todos, queridos, aquí.
Un beso muy especial y sentido para mi reencontrada y queridísima Criky.
Publicar un comentario