No hay nada más inspirador que el insomnio, cruz con la que cargo, a mi pesar, desde los doce años. Las vacaciones de mis hijos me permiten desordenar aún más mi sueño y mi caótica tendencia a pensar sin parar favorecen que ni los somníferos puedan con mi hiperactivo cerebro.
Me paso la noche pensando en noticias tristes como que el periódico donde me formé como profesional ha cerrado hoy sus puertas. Era una mierda de diario, lo mismo que es una mierda de empresa, dirigida por un cacique cateto y con aires de grandeza para compensar sus complejos por no pasar del metro cuarenta. Sin embargo, las cosas como son, que los medios cierren es lo mismo que decir que los que pertenecemos a ese mundo estamos en desuso y es que así es. No me gustaba trabajar allí, me explotaron hasta el límite de mis fuerzas pero sabía que era muy buena, que mi capacidad de trabajo era incombustible y me curtí hasta extremos inimaginables.
Aprendí que podía escribir de cualquier cosa, que podía hacer legible y hasta interesante un montón de temas que me aburrían y no me interesaban ni lo más mínimo. Eso es oficio y eso es lo que diferencia a un profesional de un becario o de un redactor pretencioso. Y aunque parece que estoy presumiendo, nada más lejos de la verdad, porque antes de entrar en el periodismo yo era muy versátil: en el instituto, durante las vacaciones, trabajaba en una tienda de recuerdos, fui auxiliar de acupuntura durante dos años,subencargada en una cadena de moda, tras mi periplo por el periódico trabajé como relaciones públicas y comunicación en Madrid, asesora de prensa aquí en Galicia... Secretaria malhadada aunque después de decirme que era la peor y que no era nada personal, el tipo (o séase el jefe) puso a su nueva querida en mi puesto, lo cual me da mucha tranquilidad, así todo lo que dice que está mal por mi culpa todavía ya sabemos que son excusas de la nueva -que tiene mala leche y muy poca discreción, grandes dotes para una secretaria- cuando meta la pata. De todos modos, es cierto, el trabajo de secretaria es para mentes mediocres, organizadas, sin ambición (ojalá la mía fuese así). Realmente, no es mi destino.
No quería hablar de trabajo, quería hablar de insomnio. Yo creo que no me favorece no tomar nada de vino pero no me gusta beber en soledad (ya sabéis, es de alcohólicos), hay poca compañía y yo la busco menos. Me preocupa la supervivencia casi hasta la enfermedad. La gente se va despidiendo a la francesa y casi lo prefiero, ahorro de aquí y de allá y que les den a todos.
Con la crisis ha nacido otro nuevo tipo de prostitución, lo he descubierto en la red. Yo chateo, ya lo sabéis, por puro aburrimiento. A veces conozco gente interesante, en general, conozco mentecatos. Pues en los últimos tiempos ya van dos fulanos que se ofrecen a ser mis "amigos especiales" a cambio de conseguirme trabajo, hacerme regalos caros y todo lo que, como querida, no quise sacarle a mi ex pareja, que aún tiene la osadía de echarme en cara los cuatro regalos que me hizo en su día (mala memoria: en París me iba a comprar un bolso, un reloj -nada de nada-, se ofreció a entrar en una tienda de jeans de 300 euros y la buitre de Ninfa se negó, entramos en Hermés y ni un perfume quise, hasta las camisetas de regalo para mis niños las pagué yo... mientras en otras se invertía 800 euros en un vestidito y unos zapatitos, se iba de vacaciones a la playa a un destino exótico que había preparado conmigo a mis espaldas...).
Pero fui muy interesada, qué duda cabe... Y no sigo rajando pero cualquier día de estos hago un inventario porque me da la gana y como éste no tiene nada mejor que hacer que mirar mi blog pues así hace memoria. La consecuencia de todo esto es que, por su culpa, yo no puedo ver París, no sé si podré volver algún día, que con este tipejo y el Cobarde (otro que tal baila) cualquier recuerdo relacionado con el amor me produce arcadas y malas vibraciones. Nada bello, nada digno de recordar. Sólo dolor, desprecio y vergúenza ajena.
Pues eso, que los tíos con pasta, hacen como el zorro plateado, compran las parejas y a mí ya me han ofrecido el oro y el moro sin darles amor a cambio -porque de eso ya he dejado claro que ni tengo ni quiero sentir más-. El caso es que, aunque estaría bien eso de encontrar un cretino que pagase mis gastos, nunca he sido capaz y, aunque fuese con todo claro, si el individuo no me gusta mínimamente, creo que no le soportaría más de una tarde de paseo. En fin, una pena, porque está la cosa muy mala.
No sé si sentirme halagada o asqueada.
Creo que ya no siento nada.
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