lunes, febrero 21, 2011

Vueltas de campana

Esto es lo que se vulgarmente se conoce como "hay que ver las vueltas que da la vida". Hace apenas una semana buscaba coche nuevo, ilusionadísima de tener algo cien por cien mío por una vez en mi vida y, sólo unos días después, volvía al que ya parece mi estado natural: el paro.

No voy a hacer un ejercicio de victimismo. Probablemente no mereciese mi puesto de trabajo aunque siempre estuve dispuesta a mejorar y sacrificar lo que fuese por conservarlo. Tal vez sólo fue un regalo puntual con fecha de caducidad a pesar de que me habían asegurado que era fija apenas en octubre. Quizás no hay manera de encontrar mi camino, siendo de letras, mujer, divorciada, con dos hijos a cargo y una pensión para ellos que da risa.

Si ni siquiera soy un bien a conservar por el hecho de, como dicen los que no saben amar, "soy un pack completo" inasumible, quién va a apreciar las limitadas capacidades de alguien que apenas nació para escribiente, que no escritora. Mi profesión está en declive y, para más inri, a mí no me gusta el periodismo. A mí me gustan los gabinetes de prensa o escribir un artículo de esos de una página que salen en revistas y suplementos diciendo lo que me da la gana, como ahora, pero cobrando y sin hablar tanto de mí, claro. Sin embargo, esos espacios están reservados a las plumas famosas, así que las teclas anónimas poco espacio van a encontrar ahí. Es una pena porque creo que tendría bastante éxito. Cuando me pongo a escribir en serio -no hay que olvidar que este blog sólo es el patio de mi casa, muy particular, claro - soy bastante buena. Pero sólo hablamos de utopías.

Como soy una sentimental me da lástima también que, acabado el amor, ahora sí por ambas partes, el mal rollo permanezca. He intentado buscar la normalidad en los comienzos pero es un hecho que hay personas que no pueden mantener una relación buena con alguien que deja de interesarles. Lo digo sin acritud, me produce mucha tristeza tener una mala opinión de alguien a quien quise muchísimo aunque ahora no le quiera ni un poquito. No por despecho sino por desencanto, por desilusión y, sobre todo, por como sus propias palabras indican "no me importa que tengas una buena impresión de mí". Tengo que agradecerle, sin embargo, ese desprecio porque tratarme mal es la mejor manera de lograr que se me congele el corazón.

A mí sí me importa conservar una buena impresión de ti. Ojalá lo logre y tú puedas mirarme como lo que soy: una mujer que pasó por tu vida, con poca incidencia para ti pero con mucha para mí. No volveré a mentarte pero, honestamente, no sé por qué visitas este lugar si no te importa mi opinión y te molesta ver que te aludo. A mí tu vida dejó de importarme hace tiempo (que no tu corazón, esto es más reciente) y todo lo que he sabido ha sido por accidente y de mala gana. No he ido a revolver a tu espacio personal a ver qué haces, qué piensas y cómo te diviertes. Ya sin eso dolía bastante.

Supongo que ahora toca detestarse, espero y deseo que sea una etapa aunque, afortunadamente, ya no me importa si no es así en el futuro. Me gustaría que los buenos recuerdos permaneciesen para ambos a la larga o que, al menos los malos dejen de tener peso. Pero mis deseos emocionales no tienen nada que ver ahora y, francamente, no son mi prioridad.

Mi prioridad es, una vez más, salvar mi hogar, saber cómo darles estabilidad a mis hijos y no volver a los números rojos (otra vez), como ya estoy. Pienso en reinventarme pero no sé en qué. Incluso he pensado en emigrar, largarme con mis hijos al quinto pino y comenzar una nueva vida en una sociedad menos pacata y que me tiene tan aburrida como la que yo vivo. Pero claro, hoy en día.... ¿Adónde me voy? Nuestros padres podían emigrar pero ahora... lo que se pide en el extranjero son puestos de ciencias y, aunque aprendiese inglés, que me encantaría... ¿Qué podría hacer?

Y no tengo idea de en qué reciclarme, que estoy dispuestísima.

Ahora quemo adrenalina en el gym e intento resituarme y creerme lo que me está pasando. Quisiera estar convencida de que esta vez el paro no durará, que de verdad me ayudarán pero he pasado por esto demasiadas veces y estoy agotada. No sé si este subir y bajar profesional (de emocionarme, directamente, paso ) se detendrá algún día y si encontraré mi lugar, que me parece lo más difícil.

Nueva carambola y ganas de huir. Pero estoy encerrada entre este manto gris, esta lluvia interminable de agua y de fracaso. Me toca seguir luchando, no tengo opción. Así que oremus, atraigamos prosperidad, recuperemos la fe en el futuro y....

Que Dios provea, por Dios!

(Esta canción parece triste pero es un ejercicio de autocrítica y, su final, tiene un poso de esperanza. Con eso me quedo)

3 comentarios:

Chipsoni@ dijo...

Pues si, querida amiga, algunas personas somos tan gilipollas que es casi mejor que se porten mal con nosotros, porque sino, nos quedamos enganchados para los restos de personas que claramente no nos merecen.

Mantén la furia el máximo tiempo que puedas.

Javi dijo...

No se que decir, salvo que te entiendo y participo de tus palabras por mi experiencia; mucho animo.

Bss Ninfa.

ninfasecreta dijo...

Gracias y bienvenido Javi:

No hay mucho que decir, gracias otra vez. El ánimo se mantiene, no sé cómo, pero ahí sigue.

BESOS