Nieva. No es habitual por aquí pero estos dos últimos años ha hecho aparición esa curiosa fascinación blanca. No sé qué tiene la nieve, creo que a todos nos retrotrae a la infancia incluso cuando, como es mi caso, la he visto y disfrutado contadas veces.
Lo bueno del frío es que hace de estar en casa una sensación muy agradable. Lo malo es que la factura del gas es tremenda y la padezco muy mucho. Mi niño está enfermo y, como suele pasar, no ha mejorado hasta que me he quedado a su lado. Ahora me abraza mientras tirita. Es un misterio lo que nos convierte a las madres en la mejor medicina. Nada es más curativo que un abrazo, un mimo, una atención. Cuando era pequeña, recuerdo que mi madre me hacía plátanos machacados con zumo de naranja si tenía gripe. Era lo único que comía y me encantaba la dedicación con la que me cuidaba. Mi madre no es una mujer cariñosa, no la educaron para eso, pero de niña sí percibía mucho su afecto a través de estas cosas.
Hemos montado el árbol de Navidad. Yo me he ocupado de las luces y los niños (más bien la nena, el pobrecito está muy malito) de los adornos. Para ellos es tan importante como para mi antaño tener ese gran abeto repleto de luces. Me recuerda otras navidades dulces ya muy lejanas. Cuando era niña y el alcohol y la ociosidad aún no habían azotado a mi familia, las fiestas las pasábamos los seis hermanos y mis padres. Eran estupendas, cantábamos toda la noche, había mucho turrón y cosas ricas, mis hermanos se hacían más cariñosos. Nunca tuve regalos (ni de cumpleaños ni de nada) pero adoraba esas fechas.
Luego, todo acabó, llegó la violencia, la muerte, la soledad. Durante unos años reflorecieron al lado de mi entonces marido. Intenté recuperar lo perdido y mejorarlo incluso. Así, compramos un hermoso y gran árbol, nos hacíamos muchos regalitos y eran momentos de ilusión y sorpresas.
Ahora, para mí, se reducen a la Nochebuena, que aún es mágica gracias a los niños. Luego, con el reparto separacional, suelo pasarlas sola. No me preocupa en exceso salvo los días señalados: Fin de año, Reyes... Y vuelta a empezar.
No quiero ser ni estar melancólica esta vez. Esperaba que este año fuesen diferentes como lo esperaba también el pasado. La realidad se impone y serán monocolor salvo, como he dicho, los días especiales para los niños. He vuelto a equivocarme porque, como dice una amiga, por extraño que parezca, sigo intentándolo. Una parte de mí ya no quiere creer en nadie, me han mentido mucho e innecesariamente. Pero qué sé yo... ¿Quién entiende al corazón?
Es complicado empeñarse en secarlo. Puede que sea lo más práctico: pensar en lo malo, llenarse de razón, ponerle candados al alma. Pero algunos no podemos, no sabemos. O sí pudimos y supimos pero, una vez abierta la caja de pandora, no hay retorno.
No sé cómo me las arreglo que siempre acabo hablando del corazón. Tantos temas que se me ocurren a lo largo del día y vuelta al monotema. He repasado posts viejos, llenos de dolor, de hace un año. Se me antojan extrañamente hermosos a sabiendas de todo el sufrimiento que hay tras esa belleza. Debe ser por eso que siempre los más bellos poemas son tristes. O nos lo parecen.
Ya me he perdido. Decía que nieva, no estoy triste, pero llega la Navidad y...
Te extraño
1 comentario:
Hola Ninfa:Mi deseo para esta Navidad es que la persona que SE que tanto extrañas se de por aludida y te DE Y SE DE una buena navidad,que dedique una parte de ese dia para pasarlo contigo sea como sea vuestra relacion actual.
Tambien deseo que piense que pocas veces se encuentra una mujer capaz de querer profundamente y sinceramente a alguien y que seguro que dentro de los problemas que la vida trae lo haria feliz y cuidaria de EL y su familia.
Deseo que vea tu buen fondo,la excelente compañera que eres en las buenas y en las malas,que lo aprecie, lo valore y vuelva sobre sus pasos que no sabe lo que esta dejando pasar-
ESTO ES LO QUE DESEO,POR PEDIR QUE NO QUEDE-
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