Ya ha volado otro fin de semana... En los dos últimos meses he abandonado el estado vegetativo en que me encontraba, socialmente hablando, y procuro aprovechar el tiempo todo lo posible. Así pues, los días son de los niños y las noches, de los mayores.
El casquillo de mi cocina se ha roto, asi que ahora no puedo ni cambiar la bombilla... Estoy haciendo un curso intensivo de bricolaje de la mano de Inés para ser capaz de hacer tan magna obra por mí misma. Tengo candidatos dispuestos a hacer esos trabajos de "hombres" pero me he prometido a mí misma que no meteré a ninguno más en mi casa con mis niños dentro. No es que sea algo que haya hecho mucho que digamos pero, en los dos casos en que lo hice, fue un craso error.
Por un lado, porque dejan de verme como una mujer y pasan a verme como la maruja en potencia en que me convertiré si se enamoran (no les cabe en la cabeza que una pueda vivir perfectamente en su casa sin un tipo al que lavarle los calzoncillos y que una relación de cada uno en su casa y Dios en la de todos es fantástica para mí) y se arrogan posibles responsabilidades de paternidad que nadie les ha pedido, ni las necesitamos, ni creo que pudiesen desempeñar adecuadamente.
Por el otro, los niños son demasiado inteligentes como para no darse cuenta de qué pie cojean los adultos (la intuición aún funciona de modo puro en su interior) y temen por el daño que el desconocido de turno me hará, además de culparse de su más que previsible desaparición. Y no se han equivocado hasta ahora.
Así pues, opto por la canguro y la Ninfa picantona por las noches y por la madre moderna y antimaruja que soy de día. Es una buena combinación, los encuentros masculinos sólo fuera de casita (aunque sean puramente amistosos, salvo Luis, todos los demás tienen las puertas cerradas) con la única excepción de que estén los críos de vacaciones y yo tenga ganas de darme un homenaje.
Por lo demás, un finde completito. Conozco gente a diario, pongo a mi autoestima en el lugar que le corresponde (que es bastante alto), disfruto de nuevas sensaciones y desconecto del día a día, con todo el componente curativo que eso tiene para mi salud mental.
Mientras, intento recuperar el espíritu navideño por mis peques, así que me fui con ellos a ver adornos de navidad y nos hemos traído un Papá Noel gris, precioso, montado en un trineo. No nos hemos atrevido a nada más... Creo que debería poner guirnaldas en el salón, es un poco hortera pero sólo con el árbol ya llevamos mucho tiempo.
Como a muchos, estas fiestas siempre me producen un poco de tristeza. Tengo la fea costumbre de hacer balances y mirar todas las cosas malas que han pasado, lo que no tengo, lo que perdí o lo que no he logrado conseguir. Quisiera cambiar mi política de desagradecimiento y pensar que este año sí lo terminaré en plenitud, al lado de las personas que me llenan y, muy especialmente, acompañada por mí misma, con paz interior y sintiéndome plena con mi yo más profundo, ése que me ha limitado hasta ahora pero que ha decidido ya dejar de hacerlo.
No tengo regalos para mí en Navidad desde tiempos inmemoriales y, lo reconozco, eso me hace sentirme poca cosa. Cuando inicio una relación con alguien no puedo evitar imaginar esos días en que recibiré un hermoso paquete de regalo: mi cumpleaños, Navidad... como pasa en las familias completas... Pero no llego emparejada nunca a esas fechas. Lo de menos es lo que hay dentro, es la ilusión de ser tan especial como para que alguien pierda algo de tiempo y dinero en arrancarte una sonrisa. De todos modos, estoy acostumbrada, tampoco es importante.
Sigo avanzando en mi autoconocimiento y en abrir mi vida y mi corazón a personas y afectos nuevos. He de evitar que la armadura me posea de nuevo, al menos, sólo lo justo para evitar daños pero no impidiéndome sentir. Creo que lo estoy logrando.
Por lo demás, este año tendré una compañera de excepción: mi gatita. Así, cuando los niños no estén, seremos dos en casa y nos haremos mimos la una a la otra. No es que no tenga mimos en otra parte pero... éstos serán de casa y vienen para quedarse.
Y son los únicos que ahora mismo me apetecen, aparte de los de mis pequeños roedores. Por lo tanto, mis deseos navideños son simples: tranquilidad, paz interior, trabajo, amor (el que tengo y el que esté por llegar), algún regalo sorpresa que me recuerde que hubo un tiempo -ya remoto- en que yo también viví esas fechas con ilusión y salud. Quién sabe, es posible que la vida aún me reserve emociones nuevas y felices de aquí hasta entonces. Unas fechas bien diferentes a mis last christmas...Así lo creo.
De las diversiones más terrenales ya me ocuparé yo.
2 comentarios:
Bueno, no se que decirte, yo aparte de la del 2007 en la que estaba empezando una historia, la última navidad que pasé "en pareja establemente" fué la del 2001 y se que se echa de menos, cuando hace frío, llueve, etc... pero es que cuando no lo hace, se está tan bien...
Como bien dice la canción hay que mirar muy bien a quien se le entrega el corazón y no precipitarse regalandoselo al primero que te prometa algo de estabilidad y amor, por muy necesitada que se esté de ambas cosas.
Un besuqui y me alegro de que te hayas reconciliado contigo, esa relación si que merece la pena.
Hola nifa, por dos veces y desde caminos distintos en diferentes días y sobre todo por el azar, acabo aqui.
Me presento como un recien divorciado, solo han pasado casi dos años de entonces, y lo de rececien, será pq no me acostumbro a este estado civil.
Me gusta como escribes.
Un placer encontrarte por la red.
Por algunas cosas que leo, siento una admiración envidiosa.
Felices fiestas,
Javi
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