domingo, noviembre 21, 2010

El secreto de vivir

Sigue sin aparecer mi GPS. ¿Os he contado alguna vez lo importante que es el GPS en mi vida? ¿No? Pues lo es, y mucho.

Mi GPS fue mi salvador y guía frente a mí inexistente sentido de la orientación durante mi accidentado periplo por la capital. Sigue (o seguía) siendo todo un aliciente a la hora de subirme al coche y salir pitando sin miramientos y a cualquier hora para emprender la aventura de conocer algo o alguien. Me da libertad y empuje para lanzarme a la carretera sola sin temor a no llegar... adonde sea. Vamos, que es muy importante mi GPS, leñe.

Pues no está, se ha ido, me lo han robado o no sé qué pasa. Nunca lo saco del coche y por más que busco y rebusco, nada, no aparece. Amiga como soy de ver señales por todas partes, me he parado a pensar. ¿Será el momento de aalir al mundo sin dirección, sin metas que me detengan, disfrutando del camino sin pensar adónde me lleva mi instinto? Tal vez...

Es tiempo de cambios y averías. A mi portátil le faltan tres teclas, tiene la batería viciada, la de enchufe se desconecta a cada rato y está más muerto que vivo. No sé cómo me las arreglaré cuando se descuarijingue del todo porque me hace falta para trabajar y no me sobra de nada.

Capítulo aparte merece la carrocería de mi coche: da más pena que mi cuenta corriente. Se ha convertido en la prueba visible de las cicatrices de los golpes de este... inopinado año. No soy mala conductora, algo fuguillas, eso sí. Me gusta correr, me cabreo como un camionero y no tengo que envidiarle nada a ningún madrileño a la hora de hacer piratadas... Sin embargo, sus marcas de guerra no se han producido por mi ineptitud al volante. Unas se deben a que soy una sobrada de cuidado (o sea, voy marcha atrás con prisa y sin mirar más de una vez...) y, principalmente, a las heridas del alma.

El pobre Scenic tiene más rascazos, abolladuras y demás ocasionadas este año que en toda su vida activa. ¿Motivo? Cada vez que tengo un disgusto, lo rozo o golpeo en el garaje. El porcentaje ha sido alto, me prometieron que me lo iban a arreglar (entre otras muchas promeses incumplidas), me ofrecieron comprarme otro ordenador y, en mi empeño de no ser ni parecer interesada lo rechacé, sabiendo que me hacía falta porque, aunque adoro los regalos, me parecía mucho más importante que apreciasen que me importaban mucho más los obsequios del corazón. Un error. No se valoró y todos los caprichos se destinaron a otras... causas.

En fin, actualmente, con el coche me pasa lo mismo que a esas chicas que engordan y ya no les sienta bien ninguno de aquellos bonitos vestidos de tallas más pequeñas. Se sienten feas, se compran prendas cada vez mayores hasta que llega el punto en que ya no sienten el deseo de arreglarse ni bajar de peso porque hace demasiado tiempo y tallaje que no pueden verse atractivas. Eso me pasa con mi pobre coche. Está machacado, tiene muchos kilómetros, yo no acostumbro a tener medios para ir reparando las rayaduras, abolladuras, cicatrices... y llega el momento en que siempre lo veo feo y viejo. Me da un poco de pena, es un fiel amigo y tiemblo al pensar en el día en que deje de andar. Eso sí que será una dramática pérdida de libertad y no sé de dónde saldrá la posibilidad de tener otro. Quizá por ello creo que le debo y me debo la oportunidad de que se le/me vea bien.

Quiero borrar las huellas de golpes. Las del coche y las mías. Yo estoy bien, me siento bien conmigo misma; ya no dependo de nadie para proyectar mi presente y mi futuro. He decidido ser y hacer feliz y sé qué puedo. No importa el cómo: es y será. Me basta con esa certeza. Así que, no sé de quémodo ni cuándo pero curaré a mi coche y, cuando fallezca, tendré uno grande y hermoso. Conozco hasta el color. Exactamente como ocurre con mi proyecto de vida, será brillante, claro y seguro.

Será mi reflejo. Y me he comprado el mejor espejo que se puede comprar sin dinero porque tengo...

El Secreto de Vivir.


4 comentarios:

angelos dijo...

Solo hay una cosa que supera a una ninfa pesimista, y esto es, una ninfa optimista.


Besos



Pd:Yo, hace ya algun tiempo que deje de ser escrupuloso con los regalos y/o/u ofrecimientos.
jejejeje

ninfasecreta dijo...

Jajajaaa! Tienes toda la razón en las dos cosas que dices!!!

Pos sí, que me voy a comer el mundo y, también, que soy gilipollas por hacerme la estrecha con los regalos. Con lo poco que los recibo y lo muchisísisimo que me gustan...!!

Besoss

Chipsoni@ dijo...

Bueno, de todo se aprende y está bien aprender a decir: "oh, gracias, me encanta!", en lugar de: "no te molestes, no hace falta."

angelos dijo...

Ains...

Pensando, pensando he descubierto que me estoy acostumbrando a leer a la Ninfa casi a diario y despues, cuando no escriba tendre mono......
jajajaja

Aunque mirando el lado positivo, asi me acostumbrare a los "monazos" para cuando decida dejar de fumar....

Petons