Hay que ver lo mal que está la gente. La gente en general, sí, ésa. Estos días me ha tocado observar unas cuantas borderías pero nada que pueda extrañarme demasiado.
Ayer sin ir más lejos, uno de esos contactos que tengo en la red _a los que les advierto, desde el primer día, que mi intención es simplemente charlar y distraerme y que lo de quedar está difícil_ se puso gallito porque no podía ir a tomar nada con él.
Digo yo que lo del rechazo nos va mal a todos pero cuando nadie te está dando alas, ya me contaréis de dónde sale tanta chulería. Pasamos del “hola guapa” al “no sé quién coño te crees que eres”. A lo que yo repuse, claro está, que era evidente que él no podía saberlo puesto que no me conocía de nada, al margen de que no tengo que dar explicaciones si no puedo/quiero quedar. Lo bueno de estas cosas es que me garantizan que mi criterio de selección sigue funcionando. Pero la gente está fatal.
El otro día cruzando Preciados (calle peatonal en el corazón de Madrid por si alguien no la conoce) venía un camión de bomberos a toda pastilla, con sus sirenas y tal. Hay un individuo cuya labor diaria consiste en colocarse en el suelo de rodillas, los codos también hincados en la piedra, cabeza pegada al suelo y las manos en posición suplicante. Todo ello aderezado por un grito poco creíble de “denme dinero, por favoooorrr”. Siempre que paso delante de él (y lo hago todos los días) siento el irresisteble deseo de pegarle un puntapié. Es que con su culito en pompa, en el medio siempre estorbando y pegando alaridos… De verdad, dan unas ganas…
Pues el otro día el pendejo se cubrió de gloria (y chulería). Como os iba diciendo, pasó el camión de bomberos, todos los vulgares mortales apartándose y el fulano ni se movió. Siguió en su pose y se la sudaron las sirenas y la madre del cordero. Imagino que va tan puesto de sabe Dios qué que ni se entera. Total, que los bomberos le tuvieron que esquivar porque no movió un músculo. Surrealista, pero cierto. Encima, si le llegan a atropellar hubiesen tenido que pagarle por bueno… Vivir para ver. Lo dicho, una buena patada arreglaría muchas cosas.
Yo estoy en contra de la mendicidad y todo lo que la fomente. Hay unos mecanismos sociales para evitarla y, si no son suficientes, que se creen. No comprendo a la gente que les da dinero a estos tipejos. No suelen ser viejos _salvo algún borracho que otro_ y dejando al margen el bochornoso espectáculo de los mutilados (repugnante en muchas ocasiones), como aquel tipo que posaba en la Puerta del Sol sin camiseta exhibiendo su ausencia de brazos, todos tienen manos y piernas para hacer algo más tocársela a dos manos en la calle. El mutilado de marras tenía lo suyo porque sostenía la bolsita del dinero con los dientes. Y digo yo, cuando le das… ¿qué haces? ¿Le sacas la bolsa o la vida de los dientes, babada, rellenas y le pides que abra la boca para que vuelva a sujetar el monedero? ¡No me digáis que no es asqueroso!
Luego están los chicos de Acnur, tan majos, que todos los días intentan hacerme socia… ¡cuando ya lo lograron una vez! Pero, bueno, son educados y solidarios, eso es otra cosa. También tenemos los clásicos que ponen bote “para porros” y “para cañas”. Al menos son sinceros pero tienen la misma cara que el resto. Sólo que saben que su jeta genera más simpatía. Los que disfrazan perros me fastidian más (por los perros), pobres animales que pasan todo el día allí tirados y vestidos ridículamente pero, por lo general, parecen bien alimentados.
Es que el circo medieval de los mendicantes en el centro de Madrid da para mucho. Un poco más arriba, en Gran Vía y Montera están las prostitutas al lado de las terrazas. No se cortan mucho, tampoco molestan, pobres chicas. No es un espectáculo muy agradable (desde mi punto de vista, sobre todo por ellas, que tienen que estar ahí, en plena calle ofreciéndose a babosos) pero no te incordian pidiéndote dinero. Hacen su trabajo. Nos puede gustar más o menos pero trabajan. Quizá un poco más de discreción no sobraría (incluso de gratis no vamos ofreciéndonos para polvos por la calle, eso se hace en los bares). Los yonkys son más fastidiados, porque están por encima del bien y del mal y nunca sabes por dónde te van a salir.
Lo dicho, la gente está muy mal y este circo de la vida da para mucho. De todos modos, no olvidemos que la gran mayoría _o sea, el vulgo, nosotros_ pasa desapercibida porque parecemos normales. Si lo somos o no, es otro tema pero lo importante es parecerlo.
Porque en este sindiós de existencia, el hábito SÍ hace al monje.
O a la monja.
viernes, marzo 28, 2008
martes, marzo 25, 2008
Donde sea que hoy estés
Aquí estoy de nuevo. Me he dado un descanso emocional, laboral y literario durante la pasada semana. Volví a mis tierras de penumbra a ver cómo llovía y, sobre todo, a empaparme del cariño de los míos. He de decir que tres días y medio (que es, al final, en lo que se queda) no llegan para nada. Incluso me hice una agenda para intentar ver a los que me fuese posible. No faltaron los indispensables, claro, pero sí se me han quedado muchos abrazos pendientes.
Hoy estoy mejor pero el domingo y el lunes ejercí de gallega morriñosa a conciencia. Me costó mucho irme y no me suele pasar. No son los lugares lo que añoro, son las personas, mi gente. Fue un puente de descubrimiento para mí. Recordé las charlas desenfadadas y las profundas que sólo puedo mantener con mis amigas del alma sin temor a ser juzgada, sabiendo que me conocen, que no me hace falta ya explicar casi nada. Recordé la sensación de tener una familia donde acudir con los niños mientras los mayores bebemos, desvariamos o arreglamos el mundo. Recordé que echaba de menos unos brazos cálidos entre los que dormir sin prisa por salir de cama (uno de mis deportes favoritos) y que esa necesidad _sí, también recordé que podía tener esa necesidad_ no va a ser colmada. Recordé cuánto echaba de menos la complicidad, ese humor cáustico bidireccional que tanto me divierte y que, normalmente, no tengo con quien practicar. Recordé que hay personas que me importaban, me importan y que nunca estaré en sus vidas.
De todos modos, nadie me quita el placer de unas copas y una charla inteligente con mi prima (arruinadas por contingencias comunes), las risas cómplices y malintencionadas de mi querida A. y su novio, la ironía de mis hermanas caribeñas y la lengua viperina de algún gallego con mucho peligro. Hubo momentos tristes también. Momentos de pasar páginas que pudieron haber sido _o eso creímos_ pero no serán. En cualquier caso, fueron unos días vividos, que es lo que a mí me gustan sentir de la vida.
La Operación Retorno no me perdonó y, tras meterme entre pecho y espalda un cocido gallego de “muerte”, subí al coche y en sólo NUEVE HORAS, llegué a Madrid. Me sorprende mucho que se cree este terrible atasco. Me sorprende que haya gente que año tras año pase por esto porque lo que es mi menda, una y no más santo Tomás. La próxima en avión o viajaré al día siguiente ¡Voto a bríos!
Sin embargo, la laaarga caravana me la tomé con filosofía (a ver…) y me dio tiempo de reflexionar sobre todo lo divino y lo humano. Han sido unos días renovadores. El ver algunas caras me sirvió para darme cuenta de cuánto necesito o quiero (no sé muy bien la diferencia) quitarme la armadura. Me fui de mi Galicia con tristeza, pensando en cuánta gente que me quería dejaba atrás y cómo caminaba, sola, hacia un lugar donde nadie me esperaba. Me dolió un poco. Al final, todos queremos llegar a “casa”. Y el hogar lo conforma el sentimiento, la compañía, la complicidad, la capacidad de compartir.
Pensé en mis sentimientos dormidos a la fuerza, en la sensación de no ser correspondida o de sí serlo cuando no corresponde, en sentirme llena con casi nada y en que no tengo ese casi nada… Me di cuenta de que quiero que alguien me espere al llegar a casa o al final del camino.
Lo mejor de todo es que me di cuenta de que ya no tengo ganas de fingir más. De que no quiero enfundar más mis sentimientos, de que no me importa sufrir si así puedo gozar. Y de que quiero encontrar a alguien que sienta lo mismo.
Es difícil, ya sé. Pero sé lo que quiero. Quiero encontrarte. Quiero llegar a casa y dormir entre tus brazos.
Donde sea que hoy estés.
Hoy estoy mejor pero el domingo y el lunes ejercí de gallega morriñosa a conciencia. Me costó mucho irme y no me suele pasar. No son los lugares lo que añoro, son las personas, mi gente. Fue un puente de descubrimiento para mí. Recordé las charlas desenfadadas y las profundas que sólo puedo mantener con mis amigas del alma sin temor a ser juzgada, sabiendo que me conocen, que no me hace falta ya explicar casi nada. Recordé la sensación de tener una familia donde acudir con los niños mientras los mayores bebemos, desvariamos o arreglamos el mundo. Recordé que echaba de menos unos brazos cálidos entre los que dormir sin prisa por salir de cama (uno de mis deportes favoritos) y que esa necesidad _sí, también recordé que podía tener esa necesidad_ no va a ser colmada. Recordé cuánto echaba de menos la complicidad, ese humor cáustico bidireccional que tanto me divierte y que, normalmente, no tengo con quien practicar. Recordé que hay personas que me importaban, me importan y que nunca estaré en sus vidas.
De todos modos, nadie me quita el placer de unas copas y una charla inteligente con mi prima (arruinadas por contingencias comunes), las risas cómplices y malintencionadas de mi querida A. y su novio, la ironía de mis hermanas caribeñas y la lengua viperina de algún gallego con mucho peligro. Hubo momentos tristes también. Momentos de pasar páginas que pudieron haber sido _o eso creímos_ pero no serán. En cualquier caso, fueron unos días vividos, que es lo que a mí me gustan sentir de la vida.
La Operación Retorno no me perdonó y, tras meterme entre pecho y espalda un cocido gallego de “muerte”, subí al coche y en sólo NUEVE HORAS, llegué a Madrid. Me sorprende mucho que se cree este terrible atasco. Me sorprende que haya gente que año tras año pase por esto porque lo que es mi menda, una y no más santo Tomás. La próxima en avión o viajaré al día siguiente ¡Voto a bríos!
Sin embargo, la laaarga caravana me la tomé con filosofía (a ver…) y me dio tiempo de reflexionar sobre todo lo divino y lo humano. Han sido unos días renovadores. El ver algunas caras me sirvió para darme cuenta de cuánto necesito o quiero (no sé muy bien la diferencia) quitarme la armadura. Me fui de mi Galicia con tristeza, pensando en cuánta gente que me quería dejaba atrás y cómo caminaba, sola, hacia un lugar donde nadie me esperaba. Me dolió un poco. Al final, todos queremos llegar a “casa”. Y el hogar lo conforma el sentimiento, la compañía, la complicidad, la capacidad de compartir.
Pensé en mis sentimientos dormidos a la fuerza, en la sensación de no ser correspondida o de sí serlo cuando no corresponde, en sentirme llena con casi nada y en que no tengo ese casi nada… Me di cuenta de que quiero que alguien me espere al llegar a casa o al final del camino.
Lo mejor de todo es que me di cuenta de que ya no tengo ganas de fingir más. De que no quiero enfundar más mis sentimientos, de que no me importa sufrir si así puedo gozar. Y de que quiero encontrar a alguien que sienta lo mismo.
Es difícil, ya sé. Pero sé lo que quiero. Quiero encontrarte. Quiero llegar a casa y dormir entre tus brazos.
Donde sea que hoy estés.
martes, marzo 11, 2008
Otra vuelta más en la noria
Tengo de nuevo esa sensación ya cíclica en mi existencia. Me encuentro en tránsito.
Cuando estoy en tránsito entro en una suerte de estado emocional catatónico. No sufro ni padezco pero disfruto menos de lo que gustaría y mi naturaleza acostumbra.
Necesito un cambio vital y, a la espera del mismo, no sé qué diablos hacer para que se produzca. No suelo quedarme sentada esperando por nada _ya me hubiera podrido_ así que, dentro de ese “je ne sais quois” que me envuelve, estoy mirando a mi alrededor expectante a ver si atisbo ese futuro ignoto e incomprensible que me está esperando pero, al igual que un espíritu de mal agüero, no acaba de manifestarse.
Llegados a este punto creo _y digo creo porque ya no estoy segura de nada_ que necesito una vida emocional más intensa y, sobre todo, equilibrada. Ahí es na. Pero es lo que me apetece. El problema es que no conozco al/los posibles artífices de todo ese giro vital. Tal vez ni existan y eso es malo. Porque cuando reconozco una necesidad dentro de mí necesito materializarla. Soy impaciente por naturaleza y, de pronto, siento unas imperiosas ganas de que me rodeen caras nuevas, que vuelvan las mariposas al estómago pero sin color negro ni ensuciadas por errores pasados. Necesito unas alas nuevas y un hermoso alazán que me transporte con tal fuerza que no me perciba siquiera.
La cosa está en que está imposible el tema. Cuanto más sabes y más experiencia tienes, menores son las posibilidades de encontrar ese alter ego. Cuando eres jovencita te mimetizas con el supuesto amado. Así que, de pronto, descubres que te gusta lo que le gusta, que te interesa lo que interesa durante el estado de estupidez transitoria, independientemente de que eso tenga absolutamente nada que ver contigo. Cuando eres adulta cuesta hasta mezclarse y, mucho menos, pasar por el aro de nadie.
Tengo muchas ganas de ilusionarme (es lo que viene justo después de una demoledora desilusión) con el problema añadido de que no me fío _y con razón_ ni de mi sombra. Pero me hace falta. Me vendria bien tragarme unas milongas unos días, vivir la emoción durante lo que me dure (que siempre es poco, claro) y santas pascuas. Acabaré encontrándome con que todo es fantasía pero es como subir a una atracción de feria: no es la realidad pero da subidón de adrenalina y después te bajas y a otra cosa mariposa.
Creo que me voy a meter en la noria de la red. Está llena de mentiras pero qué más da. Es como la vida misma. Todos diciendo las mismas chorradas y todos con el mismo propósito: no estar solos.
Aunque sólo sea durante un rato y en la cama.
Cuando estoy en tránsito entro en una suerte de estado emocional catatónico. No sufro ni padezco pero disfruto menos de lo que gustaría y mi naturaleza acostumbra.
Necesito un cambio vital y, a la espera del mismo, no sé qué diablos hacer para que se produzca. No suelo quedarme sentada esperando por nada _ya me hubiera podrido_ así que, dentro de ese “je ne sais quois” que me envuelve, estoy mirando a mi alrededor expectante a ver si atisbo ese futuro ignoto e incomprensible que me está esperando pero, al igual que un espíritu de mal agüero, no acaba de manifestarse.
Llegados a este punto creo _y digo creo porque ya no estoy segura de nada_ que necesito una vida emocional más intensa y, sobre todo, equilibrada. Ahí es na. Pero es lo que me apetece. El problema es que no conozco al/los posibles artífices de todo ese giro vital. Tal vez ni existan y eso es malo. Porque cuando reconozco una necesidad dentro de mí necesito materializarla. Soy impaciente por naturaleza y, de pronto, siento unas imperiosas ganas de que me rodeen caras nuevas, que vuelvan las mariposas al estómago pero sin color negro ni ensuciadas por errores pasados. Necesito unas alas nuevas y un hermoso alazán que me transporte con tal fuerza que no me perciba siquiera.
La cosa está en que está imposible el tema. Cuanto más sabes y más experiencia tienes, menores son las posibilidades de encontrar ese alter ego. Cuando eres jovencita te mimetizas con el supuesto amado. Así que, de pronto, descubres que te gusta lo que le gusta, que te interesa lo que interesa durante el estado de estupidez transitoria, independientemente de que eso tenga absolutamente nada que ver contigo. Cuando eres adulta cuesta hasta mezclarse y, mucho menos, pasar por el aro de nadie.
Tengo muchas ganas de ilusionarme (es lo que viene justo después de una demoledora desilusión) con el problema añadido de que no me fío _y con razón_ ni de mi sombra. Pero me hace falta. Me vendria bien tragarme unas milongas unos días, vivir la emoción durante lo que me dure (que siempre es poco, claro) y santas pascuas. Acabaré encontrándome con que todo es fantasía pero es como subir a una atracción de feria: no es la realidad pero da subidón de adrenalina y después te bajas y a otra cosa mariposa.
Creo que me voy a meter en la noria de la red. Está llena de mentiras pero qué más da. Es como la vida misma. Todos diciendo las mismas chorradas y todos con el mismo propósito: no estar solos.
Aunque sólo sea durante un rato y en la cama.
lunes, marzo 10, 2008
España va mal...
Llevo unos cuantos días sin escribir. Normalmente, en mi caso, la falta de ánimos y la de inspiración suelen ir unidas. No ando de muy buen humor últimamente. Sin entrar en detalles, parece que la felicidad de los míos no se me da bien y eso es algo que me afecta mucho por cuanto yo soy quien soy y no puedo hacer gran cosa, a estas alturas, para cambiar.
Ha ganado ZP, vaya por Dios… Yo me he sentido tan perezosa y he visto la (mala) suerte tan echada que no me he quitado el pijama para salir a votar. Ya sé que está mal pero, entre que no sabía dónde estaba mi colegio electoral, y que estaba cantado que volvería a ganar el tonto del pueblo… pues eso, que otra vez será.
No es que yo sea de derechas, la verdad. Yo soy del que gobierna bien y, muy especialmente, del que gestiona bien mis dineros. Y a los socialistas se les dan muy bien las políticas populistas (tipo bodas homosexuales, operaciones de cambio de sexo, subvenciones a go-go para extranjeros y demás, que me parecen perfectas pero después de que me operen la miopía que me convierte en una minusválida y nos arreglen los dientes a todos, homosexuales o no) pero no suelen tener ni puñetera idea de gestionar los dineros. Del tema de la liberalidad, me ocupo yo. Ni unos ni otros nos van a decir a estas alturas lo que está bien o mal en esta materia.
No me preocupa lo que opinen ni los fachas ni los supuestos progres de lo que hago con mi vida privada o lo que hacen los demás. A mí lo que me interesa es que bajen el precio del alquiler (yo ni sueño con una hipoteca pero tampoco es algo que me haga especial ilusión), que los libros de los niños sean gratis, que me subvencionen los enormes gastos del cole y que, por ley, me suban el sueldo dignamente cada año en relación con los precios. Y esto no se hace. No tienen ni pajolera idea de cómo ni les importa. Ellos ganan mucha pasta.
Resumiendo, que España va mal y ni ZP ni sus votantes se han enterado. Quizás porque no había opción política _la desgracia de este país_ porque a mí no me hacía ilusión votar a Rajoy que tiene el mismo carisma que Torrebruno pero me temo que, respecto al otro ya sabemos que es un blando y que el puesto le viene grande.
En fin, estoy contraviniendo mi consigna de no hablar de política pero ya que no he votado, al menos rajar un poquillo.
Quiero irme unos días a mi tierra. Estoy cansada, necesito unos pocos mimos y comprensión de los que me conocen y me entienden. Y son pocos y están tan lejos…
Voy a tener una de esas conversaciones que no sirven de nada con mi ex pero que le recordarán que tiene dos hijos allende las Galicias. En fin…
¿Os he dicho ya que estoy cansada?
Pues eso.
Ha ganado ZP, vaya por Dios… Yo me he sentido tan perezosa y he visto la (mala) suerte tan echada que no me he quitado el pijama para salir a votar. Ya sé que está mal pero, entre que no sabía dónde estaba mi colegio electoral, y que estaba cantado que volvería a ganar el tonto del pueblo… pues eso, que otra vez será.
No es que yo sea de derechas, la verdad. Yo soy del que gobierna bien y, muy especialmente, del que gestiona bien mis dineros. Y a los socialistas se les dan muy bien las políticas populistas (tipo bodas homosexuales, operaciones de cambio de sexo, subvenciones a go-go para extranjeros y demás, que me parecen perfectas pero después de que me operen la miopía que me convierte en una minusválida y nos arreglen los dientes a todos, homosexuales o no) pero no suelen tener ni puñetera idea de gestionar los dineros. Del tema de la liberalidad, me ocupo yo. Ni unos ni otros nos van a decir a estas alturas lo que está bien o mal en esta materia.
No me preocupa lo que opinen ni los fachas ni los supuestos progres de lo que hago con mi vida privada o lo que hacen los demás. A mí lo que me interesa es que bajen el precio del alquiler (yo ni sueño con una hipoteca pero tampoco es algo que me haga especial ilusión), que los libros de los niños sean gratis, que me subvencionen los enormes gastos del cole y que, por ley, me suban el sueldo dignamente cada año en relación con los precios. Y esto no se hace. No tienen ni pajolera idea de cómo ni les importa. Ellos ganan mucha pasta.
Resumiendo, que España va mal y ni ZP ni sus votantes se han enterado. Quizás porque no había opción política _la desgracia de este país_ porque a mí no me hacía ilusión votar a Rajoy que tiene el mismo carisma que Torrebruno pero me temo que, respecto al otro ya sabemos que es un blando y que el puesto le viene grande.
En fin, estoy contraviniendo mi consigna de no hablar de política pero ya que no he votado, al menos rajar un poquillo.
Quiero irme unos días a mi tierra. Estoy cansada, necesito unos pocos mimos y comprensión de los que me conocen y me entienden. Y son pocos y están tan lejos…
Voy a tener una de esas conversaciones que no sirven de nada con mi ex pero que le recordarán que tiene dos hijos allende las Galicias. En fin…
¿Os he dicho ya que estoy cansada?
Pues eso.
martes, marzo 04, 2008
Madrid la Nuit...
Ayer me di un garbeo por el Madrid más amable, el que más me encandila a mí, chica de provincias al fin aunque con ansias cosmopolitas desde que tengo uso de razón.
Me fui de concierto con unas amigas a ver a Cinco Tristes Tigres en la conocida Sala Galileo. Ya tuve oportunidad de disfrutarles en otro concierto en Las Vistillas el año pasado pero aquí los tenía en primera línea y, además de lo divertidos y estupendos cantantes que no cabe duda que son, algunos de sus componentes resultan todo un goce para los sentidos…
Paco Cifuentes está bueno desde pequeño, claro, pero los hombres con pelos largos pierden mucho a mis ojos (no me ponen ni pizca las lanas en los tíos, tengo gustos clásicos en ese aspecto) y estaba demasiado flaco. Si a eso añadimos que no me gusta ponerme a la cola de mil titis que el muchacho podría tirarse cada noche, pues pasa al grupo de los descartes. Eso sí, además de estar bueno, tiene una voz preciosa.
Yo me quedé más con Manzanero, el rubiales, que tiene un hoyuelo que… buffff y está cachas. Muy completito para mí. Supongo que ni me habrá visto (lástima…) pero yo no le quité la vista de encima las tres cuartas partes del concierto. Y no me ando con tonterías: miro fijamente, sin parpadear, sin apartar la mirada. Después de todo, ¿qué tengo perder? Nada. Así que eso, a deleitarse la vista y los oídos.
Para mí, la noche de Madrid tiene un encanto sin igual porque cualquier día de la semana es bueno para salir, porque hay mil conciertos en lugares pequeños donde podrás ver a gente que, tal vez, más adelante esté lejos, lejos y porque salas como Galileo son pequeños templos de la vida cultural de Madrid. La pena es no tener 25 años y estar sin cargas porque lo que hubiese exprimido la vida de capital iba a ser digno de ser visto y contado…
Vuelvo en mí poco o poco. Los jueves ya “se sale” (mi consigna de guerra para salir de fiesta directamente del trabajo) y hasta me he apuntado a los concierticos. Me he propuesto recuperar mi espacio emocional y vital. Quiero y necesito aire fresco y un porcentaje de libertad porque la Ninfa encerrada y sin desplegar su pequeña magia se convierte en una vulgar mortal y, ya sabéis, al igual que Campanilla, si dejamos de creer en la magia… su luz se apagará.
He estado medio apagada pero mis pequeñas alas empiezan a relucir de nuevo. He dejado de brillar con luz propia para preocuparme de la luz de los demás y me he quedado sin ambas. Así que ahora retomo mi pulso, mi estilo y mi peculiar sentido de la seducción. Seducción para conmigo misma y con el mundo exterior.
Se acerca la Semana Santa. Me iré a Galicia con toda seguridad lo que no sé es si lo haré acompañada de madrileñas _a las que intento hechizar para que vengan a disfrutar de la tierra meiga_ o yo solita. En cualquier caso tengo mi agenda repleta de visitas que quiero y debo hacer. A ver en qué agendas figuro yo…
Apenas duermo últimamente pero estoy segura que para mi cutis no hay nada como la fiesta, la vida social y las cervecitas y vinitos. Soy más bella cuando estoy de buen humor, con o sin ojeras, y, como soy una mujer coqueta, apuesto por Madrid la Nuit en lugar del lifting. Creo que saldré ganando con el cambio.
Y es más barato.
(Aquí os dejo a Paco Cifuentes _con el pelo corto, como Dios manda_ un deleite para los sentidos de ellos y de ellas. Como en la canción yo también "me quedo sentada entre Sevilla o Gran Vía", mis dos calles fetiches, tan cerca siempre de mí):
Me fui de concierto con unas amigas a ver a Cinco Tristes Tigres en la conocida Sala Galileo. Ya tuve oportunidad de disfrutarles en otro concierto en Las Vistillas el año pasado pero aquí los tenía en primera línea y, además de lo divertidos y estupendos cantantes que no cabe duda que son, algunos de sus componentes resultan todo un goce para los sentidos…
Paco Cifuentes está bueno desde pequeño, claro, pero los hombres con pelos largos pierden mucho a mis ojos (no me ponen ni pizca las lanas en los tíos, tengo gustos clásicos en ese aspecto) y estaba demasiado flaco. Si a eso añadimos que no me gusta ponerme a la cola de mil titis que el muchacho podría tirarse cada noche, pues pasa al grupo de los descartes. Eso sí, además de estar bueno, tiene una voz preciosa.
Yo me quedé más con Manzanero, el rubiales, que tiene un hoyuelo que… buffff y está cachas. Muy completito para mí. Supongo que ni me habrá visto (lástima…) pero yo no le quité la vista de encima las tres cuartas partes del concierto. Y no me ando con tonterías: miro fijamente, sin parpadear, sin apartar la mirada. Después de todo, ¿qué tengo perder? Nada. Así que eso, a deleitarse la vista y los oídos.
Para mí, la noche de Madrid tiene un encanto sin igual porque cualquier día de la semana es bueno para salir, porque hay mil conciertos en lugares pequeños donde podrás ver a gente que, tal vez, más adelante esté lejos, lejos y porque salas como Galileo son pequeños templos de la vida cultural de Madrid. La pena es no tener 25 años y estar sin cargas porque lo que hubiese exprimido la vida de capital iba a ser digno de ser visto y contado…
Vuelvo en mí poco o poco. Los jueves ya “se sale” (mi consigna de guerra para salir de fiesta directamente del trabajo) y hasta me he apuntado a los concierticos. Me he propuesto recuperar mi espacio emocional y vital. Quiero y necesito aire fresco y un porcentaje de libertad porque la Ninfa encerrada y sin desplegar su pequeña magia se convierte en una vulgar mortal y, ya sabéis, al igual que Campanilla, si dejamos de creer en la magia… su luz se apagará.
He estado medio apagada pero mis pequeñas alas empiezan a relucir de nuevo. He dejado de brillar con luz propia para preocuparme de la luz de los demás y me he quedado sin ambas. Así que ahora retomo mi pulso, mi estilo y mi peculiar sentido de la seducción. Seducción para conmigo misma y con el mundo exterior.
Se acerca la Semana Santa. Me iré a Galicia con toda seguridad lo que no sé es si lo haré acompañada de madrileñas _a las que intento hechizar para que vengan a disfrutar de la tierra meiga_ o yo solita. En cualquier caso tengo mi agenda repleta de visitas que quiero y debo hacer. A ver en qué agendas figuro yo…
Apenas duermo últimamente pero estoy segura que para mi cutis no hay nada como la fiesta, la vida social y las cervecitas y vinitos. Soy más bella cuando estoy de buen humor, con o sin ojeras, y, como soy una mujer coqueta, apuesto por Madrid la Nuit en lugar del lifting. Creo que saldré ganando con el cambio.
Y es más barato.
(Aquí os dejo a Paco Cifuentes _con el pelo corto, como Dios manda_ un deleite para los sentidos de ellos y de ellas. Como en la canción yo también "me quedo sentada entre Sevilla o Gran Vía", mis dos calles fetiches, tan cerca siempre de mí):
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