viernes, diciembre 11, 2009

Cuánto amor, cuánto dolor, cuánta belleza...

Fue un espejismo.

Esta vez no puedo decir que la advertí, bien al contrario: reparé sus alas, abrí su jaula y la animé a volar y aletear sin miedo hacia lo que pensó era su milagro. Permití que la cegase. La empujé con todas mis fuerzas a ser piel, a ser menos etérea y más humana. Le regalé la fe y la esperanza en esa visión extraordinaria.

Escuchó atenta las llamadas del que se hizo llamar El Valiente. Quedó prendada de su seguridad arrolladora, de su fuerza, de su entusiasmo por haberla encontrado. Se sintió, por primera vez, incapaz de poner diques al mar de sus sentimientos y yo... yo la bendije, lo celebré con ella, creí con ella.

Vivió la Ninfa por primera vez la locura del amor compartido, la maravilla del sentimiento en estado puro, la certeza, la belleza incomparable de ser entera y materialmente parte de él. Los más preciosos momentos, uno a uno, incontables (su mano y sus ojos acariciándola, los paseos, los besos, los recibimientos, las despedidas, su sonrisa, su cuerpo haciéndole el amor... millones de tesoros) a pesar de lo efímeros que fueron. Ni una sola sombra de duda.

Él la tomó de la mano y la hizo volar sin miedo. "No puede ser tan fácil", repetía mi Ninfa inocente una y otra vez. Pero él la convencía con sus palabras, con sus manos, con sus ojos de que había llegado para quedarse, que era real, que era suyo, que era suya.

Disfrutó de los mejores restaurantes, las más bellas habitaciones de hotel, lujosos coches, grandes atenciones, una campanilla con sentimiento de cenicienta al final del cuento.

De todo ello, de todo ese mundo encantado de lujo y fantasía, arropada por su príncipe soñado, y que se autodestruyó del mismo modo que llegó -de pronto, sin sospecharlo siquiera-, sólo añora y le quiebran la voz dos recuerdos: el modo en que la abrazaba -una fusión total entre su pecho y el suyo, el espacio perfecto en el hueco de su hombro, la seguridad de sus brazos, el sentirse en casa- y cada vez que la bañaba en aquella profunda, insondable, devastadora mirada azul. Un baño de amor profundo imposible de simular.

De tanta belleza no queda nada. Al menos para él. El Valiente no lo era tanto, al parecer tampoco sentía tanto, no la había descubierto tanto. Sólo era un ser humano, inseguro, aterrado, voluble, arrastrado por las circunstancias, perdido en sus propios miedos, en su capacidad de ilusionarse y desilusionarse a toda velocidad. Se fue y la borró de su vida. Sin mirar atrás, sin ver la estela de dolor y amor que dejaba a su paso. Un corto amor para tan largo olvido.

No hay Valiente ni Ninfa ya. Sólo eran verdad juntos. Ahora no son nada. Él continúa su periplo por su mundo de luces de neón y ella... desearía no haberse abierto como una flor para ver sus frágiles pétalos arrancados de cuajo.

Ha sido muy real, al menos para mi Ninfa. Ha sido tan verdad, que duele sólo de pensarlo, de imaginar que algo tan bello pueda causar tanto sufrimiento. Un dolor que se esconde en lo más profundo y le quita el brillo a cualquier otra armadura. Un dolor que, definitivamente, es un precio demasiado alto.

Ahora sus lágrimas son pequeños diamantes de valor incalculable pero sólo para ninfas. No valen nada, no pesan nada, no significan nada.

No sabía que en el mundo de los hombres todo es efímero, que los Valientes no existen y que su lugar no está entre ellos.

Es extraño, cuánto dolor, cuanto amor, cuánta belleza...



"No puedo ser lo que no soy.
Pesa tan poco lo que doy.
Pero en el alma de mis versos
está la llave del secreto
de cuanto quise y no pedí

Sé que perdí la razón.
Fue detrás del corazón.
Y es que a pesar de lo que amé
como jamás había amado,
no supe amarte a ti, ya sé ...

Y encontrarás,
que es locura y no es tristeza
lo que me parte en dos la voz
Encontrarás,
cuánta herida, qué belleza
saber que aún queda mucho amor.
Que si te vas o si me dejas
voy a volar muy lejos del dolor
Encontrarás.
Que perderte, no te miento,
no me cuesta,
no me cuesta

Después de mí otra quizás.
Y como yo sólo otra más.
Y en el espacio que le cedo
dale mi amor y tiempo nuevo.
Todo lo que ya no espero.

Yo volveré a lo que fui,
fuerte y a partir de mí.
Y tú perdido entre mis versos,
descubrirás tarde el secreto
y entenderás cuánto te di.

Encontrarás,
que es locura y no es tristeza
lo que me parte en dos la voz
Encontrarás,
cuánta herida, qué belleza,
saber que aún queda mucho amor
Que si te vas o si me dejas
voy a volar muy lejos del dolor
Encontrarás,
Y que perderte no te miento,
No me cuesta

Encontrarás...

5 comentarios:

La Orquídea dijo...

Mi querida ninfa, cómo me gustaría encontrar las palabras, qué podría decirte que equivaliese a un abrazo de los de verdad...

ninfasecreta dijo...

Ya me lo has dado. Con el sentimiento que traslucen las tuyas, es suficiente. Te sigo esperando por las Galicias. El mes que viene es mi cumpleaños...

UN gran beso

angelos dijo...

¿Que decir ante semejante alegato?

Te envio un gran abrazo y decirte que echar "sapos" fuera siempre fue una buena terapia.


Ah....y volar lejos tambien.


Besos

Crika dijo...

a mi también me engañó, compañera....quise creer en él y en que la suerte esperada y merecida en el amor había llegado a tu vida, de nuevo, pero no, no era tan valiente como presumía
¡ánimo!no cierres las puertas que el auténtico valiente además habrá de ser un Sansón sino para derribarlas y ya son muchas condiciones para un solo hombre ;)

ninfasecreta dijo...

Sí, Crika, nos engañó a todos, incluido a sí mismo. Hasta mis más reticentes amigos saludaron tanto sentimiento que desprendíamos... Un gran comercial.

Habrá que seguir, sí, y no hacer pagar el pato a otros, como me pasa a mí a cada rato... Os echo de menos.

Querido Angelos... Envíame un sms si algún día te divorcias xD!!

Besos