jueves, febrero 26, 2009

¿Dónde está mi corazón?

Voy a pasar unos días por mis tierras de penumbra. El viaje no es sólo de placer, tengo asuntos que resolver y no podía posponerlo más. Espero que mi hermosa tierra me reciba con sol porque gris, la verdad, yo no la veo tan hermosa.

Tengo el corazón un poco revuelto, como siempre. Mi situación actual me afecta anímicamente y por eso espero que el reencuentro con mis fieles me reviva un poco. No es que esté triste, más bien ansiosa y algo cansada.

Añoro un poco de sana monotonía pero también soy consciente de que eso no es lo mío aunque estaría bien una temporadita. Tengo la armadura resquebrajada de parte a parte y me da mucha rabia porque, como no podía ser de otro modo, es en el lugar equivocado, aún cuando sé que la armadura contraria también está regular, regular. Pero los hombres son expertos en esconderse mientras el herrero hace su trabajo.

Dicen que las personas que han amado tienen mayor facilidad para encontrar el amor. Creo que hay algo de fastidiosa verdad en eso. Yo he tardado 20 años en volver a sentir mariposas y algo más serio por alguien. También he sabido darle carpetazo. Di tiempo al tiempo (mucho tiempo), esperé paciente un avance, una maduración y no se dio. Así que, a estas alturas del partido, una aprende a decir arriverderci cuando el otro no está dispuesto a poner de su parte, por mucho que sepas que también -a su extraño modo- siente muchas cosas por ti.

Enamorarme de A. fue una sorpresa para mí. Una sorpresa por cuanto tardé casi dos años en darme cuenta y, desde luego, no me ocurrió de un día para otro. Me agradó redescubrir todo lo que tenía para dar, que podía sentir de ese modo incondicional que nunca he tenido la oportunidad de mostrar, que podía amar desinteresadamente. Acostumbrada a agazaparme, las famosas mariposas me ratificaron en mi creencia de que todo lo que tengo está por descubrir y que necesito sacarlo fuera. Ésa fue la suerte de enamorarme de él. A él no le pasó lo mismo pero yo desempolvé mi alma y eso me alegra.

Ahora no busco el amor ni dejo de buscarlo. Tengo sentimientos no correspondidos (al menos en apariencia) por ahí. Intenté restaurar la armadura pero, una vez abierta la caja de los truenos, poco puede hacerse. Y he vuelto a sentir. No quiero, intento evitarlo, razonarlo, aparcarlo. Creo que él hace lo mismo. Sin embargo, aunque me siento muy viva, muy revitalizada por un sentimiento tan puro, por esa sensación de ser capaz de ofrecer tanto, me frustra tener que comérmelo, que disimular, que seguir sin mirar atrás.

El amor es un sentimiento extraño que te hace renegar de tus más arraigadas creencias. Pensar en no tener un hijo, en cuidar de alguien, en acariciarlo, en ser de él... Son sensaciones y posibilidades que hacía mucho que descartaba.

No logro evitar el miedo que le/s produzco y no me explico por qué. Cuando uno ha descubierto su caudal emocional es como un mar embravecido que pugna por salir, que necesita entregar, vaciarse, olvidar el egoísmo, darlo todo y liberar el peso del corazón acorazado. Pero no se puede hacer con cualquiera. Lo peor es descubrir a la persona que podrías hacer feliz y que no se atreva a serlo. Malo es también cerrarse a otras posibilidades pero ya no me apetece. Tengo muchas opciones pero ya no quiero jugar con chapitas. Quiero apostar fuerte y que me dejen.

A ver si me doy la oportunidad de alguien que quiera sentir como yo. Tendré que ir a buscar a mi corazón para que sepa que ya estoy aquí, que le necesito, que me eche un cable.

Y a él, que sea valiente, que se deje de relaciones a medio gas y deje el alma al aire. Dure lo que dure, valdrá la pena. Seguro.



3 comentarios:

Félix Amador dijo...

Vivir siempre vale la pena.

Enil Redline dijo...

Me gusta lo que escribes y como lo haces.

Vivir es complicado y amar mucho más. No hay instrucciones de uso y mucho menos a quien reclamar la garantía. Aún así, cuando una se despoja de la armadura es libre realmente.

Saludos!

uros dijo...

Siempre he amado así, pero en este momento, justo en este momento, es hora de renunciar. No hay camino. Nadie sabe.