Vuelvo sin novedades. Vuelvo porque no soy capaz de irme y porque tampoco sabría hacerlo. Vuelvo porque ésta es, al fin, mi casa más firme en los últimos años. Y, sobre todo, vuelvo porque necesito seguir haciendo aquello que es, con toda certeza, la única cosa que nadie puede quitarme.
Me muevo en la dualidad. No quiero hablar de mi complicada existencia ahora mismo. Ya he hecho mis jornadas escritas de autocompasión. Las doy por finalizadas. Podría ponerme a escribir sobre temas más ajenos a mí realidad pero ya ni sé. No puedo proyectar despreocupación cuando no estoy despreocupada o banalidad cuando estoy reconcentrada y espesa. Sin embargo, puesto que no soy capaz _todavía_ de cambiar el color de mi vida o mis sentimientos sí me apetece sustraerme de todo ello aquí, en la bitácora de los enfermos mentales en busca de una pizca de cordura demente.
Ha sido la primera jornada de piscina de la temporada. El tiempo _al igual que los acontecimientos_ se muestra caprichoso y desagradecido este año. Un rato llueve, otro es verano; de pronto, las nubes se ciernen amenazadoras y lo cubren todo. Y en medio, como pequeños e insignificantes seres que somos, nosotros correteamos, ora huyendo del agua, ora corriendo en pos de los vivificantes rayos del astro rey.
Una de las cosas de las que estaba más orgullosa estaba era de haber logrado para mis hijos una calidad de vida que yo ni podría haber soñado en mi infancia. Corren felices con sus compañeros en el privilegiado edén privado que busqué para ellos. Tienen amigos, chapotean enloquecidos en el agua y hasta yo tengo vecinos con los que disfrutar de un vinito al final del día.
Han participado en un cumpleaños que para mí hubiese querido yo a los 20 (fiestuqui con música, pizza, juerga en la piscina, globos de agua… hasta las mil). He tenido visita de un ya viejo amigo, me he dejado abrazar por el sol (nos hemos dejado mi celulitis y yo: un año en Madrid sin ninguna clase de ejercicio pasa una factura muy alta) y ahora sueño con un favorecedor bronceado que me haga creer que, después de todo, la vida es bella aunque esa belleza sea tan manifiestamente efímera.
Me daré una vuelta por mi tierra en un par de semanas. Me sobra el tiempo, puedo perderlo en un tren a precio más barato que los aviones, ya con síndrome veraniego en sus tarifas. Echo de menos _para variar_ unos pocos mimos de diferentes tipos. Me quedaré con los amistosos, ya todos sabemos que el amor es un ave rara y traidora.
Mañana comienza otra semana de incertidumbre. A todo se acostumbra una.
6 comentarios:
Y es que todo tiene su lado positivo, siempre.
Disfruta de esas pequeñas cosas, seguro que las valoras como se merecen.
Un beso.
Hola:
Claro que hay novedad en el frente: mi amazona preferida ha recuperado la capacidad de apreciar momentos de paz en su guerra particular. Son instantes que la fortalecen y contribuyen a la victoria final.
Mimos.
P. S.: Hay algo que no cambia: la destreza con la prosa que mi amazona muestra en sus crónicas de guerra.
jajaja. Estoy buscando las letras de una cancion y me encuentro con este blog por la concidencia en la palabra cordura. Y lo primero que veo un personaje que para describirse usa terminos como compleja, inaccesible y unica. jajaja. "Interesante, interesante, interesante...." te hubiera ahorrado horas de pensar. Me has dejado echizado brujilla....
Pepe querido: sinceramente, yo hace tiempo que no creo que la adversidad tenga nada de positivo. Será que no estoy positiva ;)
Solitaire, el que sí muestra una destreza desaprovechada es usted. Hágame el favor de ponerse a escribir.
Roberto: muchas gracias, guapo. No sabes lo bien que viene una dosis de autoestima. Y no lo mucho que me gusta hechizar...
A los tres un gran beso y gracias por estar ahí.
En ocasiones la falta de novedades es una novedad en si misma.
Lo inesperado, como las liebres, salta cuando ya habiemos dejado de creen en ello.
Besos Ninfa
Y que me gustan a mi los trenes cuando van de ida...la vuelta ya es más complicada.
Besos.
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