Y llega diciembre... con todo lo que eso supone. A mí me salva que, en mi familia, la Navidad no se vive. O sea, ni grandes cenas ni comilonas ni regalos ni nada de nada. Me salva y me condena, claro, porque la única que hace regalos a los pequeños roedores soy yo... y no tengo un duro.
La bola de nieve de la tarjeta de crédito y el fantasma de la amenaza de la suspensión de la pensión alimentica de mis hijos hace que los números rojos campen por sus fueros en esta nuestra casita de papel. Lo que más me fastidia son los niños porque es el primer año que saben que la magia no existe y lo van a descubrir cuando menos dinero tenemos... Así que ni sé qué voy a regalarles ni cómo.
Para más inri, es el cumpleaños de mi hijo y si se celebró el de su hermana, él no va a ser menos, habida cuenta que el año pasado ya no tuvo fiesta. Así que, recordando toda la infancia, juventud y el resto de mi vida en que mis aniversarios han pasado desapercibidos, no privaré de esa ilusión a mis peques, tan maduros ellos que no pedirán grandes cosas por Reyes, a la espera de que entonces (¡Pobres!) yo tenga algo más de dinero para regalarles porque con la generosidad de su padre no cuentan hace mucho.
Me paso el día en infojobs apuntándome ya a cualquier cosa: dependienta, comercial y lo que sea en que puedan aceptarme... Pero no es tan simple. Es triste creer que tienes un potencial intelectual y que no vale para nada pero mi prioridad es ingresar dinero en cuenta, criar a mis vástagos y que el potencial de ellos salga adelante. No sé qué he hecho mal pero a mí no me toca realizarme en ese aspecto, así que si acabo de cajera del Carrefour, pues mira, qué le vamos a hacer. Es lo que tiene la crisis: democratiza la caída a los infiernos.
Otro sábado más me lo paso encerrada en casa a cal y canto. No tengo con quién salir y tampoco lo busco. Entre mi situación económica (por llamarla de algún modo) y la apatía existencial, tengo ganas de tener otro gato que complete el círculo de mi soledad ya elegida.
Quizá si la programación televisiva fuese menos infame, no echaría tanto de menos algo de compañía. O sí, para qué engañarnos, aunque mi última pareja se quedaba dormida mientras le hablabas (al menos conmigo). En cualquier caso, he asumido mi soledad, no me entristece. No me parece lo ideal pero es mi forma de vida actual. De todos modos, ya lo sabemos: cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana...
Estoy cansada, la verdad. No estoy deprimida, o sí, pero ya no me doy cuenta. Estoy aburrida y desmotiva. Agotada de pelearme con los números, de pensar que siempre estamos al borde del abismo y que no sé qué futuro les daré a mis hijos. Supongo que como millones de españoles, lo que pasa es que yo llevo más tiempo en esta guerra.
Me haría bien distraerme, sentirme útil, volver a sentirme bella...
Pero no tengo ganas...
3 comentarios:
Mal de muchos.... consuelo de....
Por acá estamos parecido, claro, yo sigo con mi esposa, pero miestras ella se saca la mugre trabajando, yo no encuentro en que ocupar mis capacidades y potencialidades".... así que como veterinario estoy postulando a portero, mesero, obrero de la contru... o lo que sea para ganar algo con que ayudar en casa... y traer algo para navidades...
espero te valla bien... y comprendo lo que puedes estar sintiendo....
De nada sirve decirte que sé como te sientes porque las particularidades de cada uno hacen que aún siendo lo mismo sintamos diferente.
Lo dicho, si quieres te presto mi hombro.
Beso
Solo puedo decirte que aquí me tienes, si necesitas conversar, hablar, distraerte,...etc.
Ter podría decir que no desesperes, que no hay mal que cien años dure,...pero no valdría de nada.
Un beso y un fuerte abrazo.
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