jueves, agosto 05, 2010

¿Viva la diferencia?

Hay momentos en que anda una tan perdida como un pulpo en un garaje. NO tienes idea de qué rumbo tomará tu vida, si llevas el camino correcto o has de cambiar de dirección, si lo que debes hacer es quitarte de en medio o esperar a que los tiempos mejoren.

Hoy charlaba con un nuevo amigo mío del monotema: lo diferentes que somos unos de otros. Como repito hace algún tiempo, no hay nada que entender de los hombres ni nada que razonar: hacen las cosas porque sí (que para ellos es una razón de mucho peso) y no sienten la necesidad de compartir ese por qué, entre otras cosas, porque ni se plantean darle vueltas. Hacen lo que consideran y ya está.

Es un hecho que habría que domesticar otro animal, no porque ellos sean malos (más simples sí pero no creo que peores que nosotras) sino porque no parecemos diseñados unos para otros. Nosotras necesitamos hablarlo y aclararlo todo; ellos ni quieren ni pueden hablar demasiado y pedirles explicaciones es ponerlos a pensar, algo harto peligroso porque pueden tomar decisiones peregrinas por el mero hecho de sentirse presionados.

Cuando una mujer está preocupada o triste, necesita a su hombre para que la abrace y la escuche (no para que la entienda o lo resuelva todo, como ellos piensan, las mujeres no necesitan eso, necesitan que las amen). Cuando ellos están preocupados por lo que sea, aunque no tenga vínculo alguno con su relación de pareja, se encierran y se aíslan. Y ahí empieza la gran encrucijada de la humanidad: nosotras queremos saber y ellos no quieren contar. Nosotras pensamos que la culpa es nuestra y ellos sienten que somos unas pesadas porque ya bastante tienen con lo suyo como para oír nuestras quejas procedentes de la confusión.

Y unos y otros tenemos razón. No hemos elegido nacer ni ser cómo somos, ni siquiera elegimos nuestro género y, mucho menos, el modo de comunicarnos. A nosotras nos cuesta mucho ser masculinas, oséase, no dar importancia a los silencios o a que no nos hagan ni caso algunas temporadas. Y ellos se sienten incapaces de responder a los requerimientos que les suenan a chino. Tan contentos como están tratando de abstraerse del mundo. Es una paradoja.

¿Será que el Creador se monda de risa con su experimento al que le ha dotado de una atracción inexplicable hacia su criatura casi antagónica? ¿ O es que, como digo siempre, es hombre y todo este sindiós le parece de lo más normal... Y no tiene ganas de pensarlo? ¡Qui lo sá!

Imagino que todo es cuestión de que unos cuidemos el corazón del otro pero sin dejar en segundo plano al nuestro. Parece sencillo y, sin embargo, no lo es.

Aún así, me encanta cómo lo cuenta y lo canta Sergio Dalma...

2 comentarios:

angelos dijo...

Estoy contigo. Somos tan diferentes que siempre he tenido dudas sobre si perteneciamos a la misma especie del Reino Animal.

Besos

Fran dijo...

Chica, voy a empezar a pensar que no soy hombre porque no me identifico para nada con tu descripción. No creo que seamos ni necesitemos cosas tan distintas