Hay días en que uno se levanta (o se acuesta) dándose cuenta de que no sólo es prescindible -que eso ya se sabe- sino que puede llegar a estorbar.
Hay días en que recuerdas que darlo todo es un grave error. Lo que para ti es la mejor manera de entregarse es, para los demás, la pérdida del misterio y la emoción, un tiempo para dedicar a otras batallas.
Hay días en que descubres cuál es tu sitio -siempre más pequeño del que pensabas y/o deseabas- y asumes que cuando no eres una sonrisa permanente pierdes todo tu atractivo. Que para los demás todo está bien si sigues su ritmo, si asientes con la cabeza y estás siempre a la espera de los tiempos muertos ajenos.
Hay días en que te levantas y te duele todo, de dentro afuera.
Hay días que entiendes que estás sola física y emocionalmente.
Hay días en los que, simplemente, te despiertas.
Y preferirías seguir soñando.
3 comentarios:
Oh, Ninfa... lo siento mucho.
Estoy aquí, ya lo sabes.
Un beso enorme.
La pereza también puede llegar a ser una virtud, si le lleva a uno a obtener lo mismo a cambio del mínimo esfuerzo humanamente posible.
No le va mejor a quien se esfuerza más, sino al que hace menos pero en la ocupación correcta.
Y, a veces, es bueno ser vago hasta para ponerse triste, ya que tal desidia emocional ayuda a que los ataques de soledad sean más breves.
Tómate un tiempo mi amor, que yo viviré esperando, mientras tanto...
Siempre he pensado que en esa frase falla la segunda mitad: si alguien necesita tiempo para pensar, para aclararse o para rascarse, está bien que lo tenga, pero desde luego, hay que tener mucha cara para pedirle a alguien que espere sentadito, mirando el telefono y fieles como perros hasta que uno despeje sus dudas.
No se que ha pasado tesoro, pero tú no esperes a nadie, que las reinas no esperan, las esperan.
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