miércoles, diciembre 27, 2006

Profundo valor

Cuando yo nací, fue el único que se alegró. Mi padre dijo: "Por fin" al saber que era niña (la sexta y única mujer) y poco más a lo largo del resto de mi vida.

Él tenía trece años. Se ilusionó y lo expresó con esa capacidad que sólo él poseía en nuestro entonces todavía hogar. Es el mayor de todos los hermanos. Yo, la benjamina.

Ha sido el único que, siendo una cría, me llevó un día a pasar la tarde entera con él. Me compró un yo-yo profesional, una figura de chocolate y algún capricho más. Nunca olvidaré ese día. Era muy pequeña pero nadie regalaba nada en mi casa y mucho menos malgastaba una tarde completa conmigo a los, al menos, dieciocho años que él contaba en aquel momento.

Se casó demasiado joven. Por llevar la contraria. Él era así. Pasó por todos los partidos políticos para fastidiar a mi madre (de derechísimas de siempre), blasfemaba cuando se enfadaba porque sabía que no lo soporta _en mi familia nadie lo hace aunque seamos mal hablados_ y, con unas copas, era terriblemente pendenciero. Le convertían en un tipo casi peligroso. O sin casi. Era extremo en todo. Sin embargo, es más que probable que fuese el de corazón más noble.

Tenía esa extraña dualidad. Era el único que era capaz de trasnmitir sentimientos. Presumía de mí como si fuese su capricho. Nunca se cansaba de presentarme y decir: "Mira mi hermanita. ¿A que está buenísima? Y es muy inteligente. Escribe como los ángeles". Me avergonzaba pero hoy pienso que era hermoso.

Esto puede parecer muy normal en cualquier familia pero no en la mía. Cuando niños sí estábamos más unidos pero de eso hace mucho tiempo.

No conocía la envidia. Despilfarrador nato. En cuanto ganaba dos duros, me cogía del brazo y me invitaba a comer una mariscada. A mí y a todos sus amigotes. Así, claro está, no tenía nunca una perra. Poseía unos hermosísimos ojos negros con pintas verdes, unas pestañas negras, rizadas, inmensas. Guapo de veras. Alto y bien formado. Como toda la familia, representaba mucha menos edad de la que tenía.

Temperamental como un pura sangre. Cuando a los doce años fui a visitarle a Madrid para ser la madrina de su niña, bajé al andén y no vi a nadie. De pronto, alguien me cogió por un brazo y me abrazó con una fuerza e intensidad con las que nadie lo había hecho nunca. Me quedé sobrecogida. En mi familia de sangre nadie abraza a nadie y si hemos llegado a besarnos formalmente ha sido por una cuestión puramente social.

Pero él no. Tenía esas cosas. Estuve con mi cuñada y la niña unos quince días. Parecían tan felices de tenerme allí que yo no quería estar en ninguna otra parte.

Se separó tan pronto como se casó. No fue un buen ni un mal padre. Simplemente no lo fue. No puedo disculparle por ello. Mis sobrinos _hombre y mujer hoy_ merecían una suerte mejor. Pero no estaba en mi mano solucionarlo. Ni entonces ni ahora, desgraciadamente. Afortunadamente, son dos valientes que han salido adelante sin apoyos gracias a su propio esfuerzo y el sacrificio de su madre.

Se emocionó mucho cuando tuve a mis niños. Recuerdo que me trajo una flor preciosa cuando nació Hugo, el peque. Ningún hermano mío (en realidad, sólo vinieron él y el pequeño) me hizo ninguna clase de regalo. Esas cosas sólo se le ocurrían a él. Se acomplejó mucho al ver los ramos de flores. No podía imaginar el valor que tiene un detalle inesperado de alguien de tu sangre. Una sangre tan fría como la nuestra.

Al mes de nacer el niño le hicieron el primer diagnóstico. Un tumor de aspecto maligno en la base de la lengua. Es sorprendente el efecto de negación tan impresionante que crea la mente humana para defenderse. Él tenía que comprender perfectamente el significado de esas palabras. Pero no quiso.

No voy a regocijarme en los detalles de tanta tristeza y dolor. Sólo en su incomensurable valor, el buen enfermo que fue _el servicio médico le adoraba_, sus ganas de vivir. Cuando hablamos de la más que posible laringectomía yo le decía a una prima mía ´que él no se lo haría. Ella, enfermera del hospital, afirmó tajante: "Sí que se operará. La gente quiere vivir".

Así fue. Cinco intervenciones mutilantes, dolorosas, que le dejaron mudo, dolorido y cada vez más débil. Pero las resistió todas como un campeón. Le convencí de que podría aprender a hablar y, mientras hubo un mínimo de esperanza, él quiso aprenderlo todo. Nunca olvidaré el día que me pidió que volviese al día siguiente por la mañana. Yo iba con mucha frecuencia. A diario en situaciones de crisis y espaciando un poquito cuando no porque tenía un niño de meses y una niña de año y medio, el trabajo y una casa. Era difícil. Pero para hablar con los médicos y todo eso siempre estaba yo. Y él no se fiaba mucho de nadie más. ´

Aquel día, que tenía mucha fiebre y no se quejaba, busqué a las enfermeras, a la doctora y me ocupé de que se la bajasen. Estaba desahuciado pero con tratamiento paliativo del dolor. No tenía por qué sufrir. Nadie tiene por qué. Después de mejorar me escribió: "Ven mañana. Me duele mucho y tú tienes más pelotas que yo".

En otra ocasión entré y estaba completamente inflamado. No podía verse a sí mismo, gracias a Dios. Puse una excusa y me fui al baño a llorar. No sabía cómo entrar en la habitación sin que se diese cuenta. Llamé a mi querida prima, le pedí un valium y se sentó conmigo a charlar como el mejor calmante. Nunca olvidaré toda su bondad y apoyo. Es la hermana mayor que siempre quise tener. Creo que se sorprendió de verme flaquear. Mi imagen de chica resistente me convierte a veces en una suerte de esfinge de cara al mundo exterior.

Se murió solo. Toda mi familia directa se muere así. Yo creo que lo hacemos porque sabemos que, después de todo, es lo que nos corresponde. Mira que le velé horas y horas esperando que en su último aliento me tuviese a su lado. No pudo ser.

Le echo de menos muchas veces. Cantaba los goles con un griterío espectacular aún estando solo. Teníamos un pastor alemán que se alegraba como él de la bulla que organizaba. Le gustaba el buen beber y el buen comer, igual que a mí.

Pasó demasiado tiempo solo en los últimos años. Era su elección. A veces, cuando perdemos las ganas de vivir, la vida se da cuenta y se rinde también. Hubo un momento en que perdió el interés por todo. Apenas salía y estaba triste.

Hoy he decidido recordarle. Como yo le recuerdo. Antes de la quimioterapia y la radioterapia. Lleno de vida, con esa sonrisa chispeante, ese entusiasmo casi infantil, esa volubilidad de piscis que le caracterizaba. Le mató la genética y el tabaco. Tres cajetillas diarias.

Mi sensación hoy es de vacío. De que tengo un hueco que nunca se podrá cubrir. Pero su estela me ha dado muchas lecciones de vida y de valorar cada músculo que muevo, cada sensación que disfruto, cada soplo de aire fresco. Los bares que frecuentaba aún tienen su fantasma. Creo verle muchas veces pero siempre es más feo aquel que me lo recuerda.

Hay una canción de Marta Sánchez, "Profundo Valor", que salió poco después de su muerte. Ella perdió a su hermana gemela de la misma enfermedad. Y no puedo evitar estremecerme cuando la escucho. Porque eso es lo que nos enseñan: profundo valor, fuerza, apego a la vida.

Ahora, una parte de él, vive en mí aunque sólo sea en estas líneas que yo le dedico.

Espero que te haya gustado, Pablo. Lamento que no me haya salido más literario. Ya sabes, yo también escribo con las vísceras, como tú.

Por algo seguimos siendo HERMANOS. No importa donde estés.

Me miras y sonríes. Los dos lo sabemos.


8 comentarios:

Anónimo dijo...

JODER!!!

ninfasecreta dijo...

Lobo... Joder qué??

Patri dijo...

Jolín Ninfa, y después dices que no tienes corazón y te haces la fuerte. Con cosas como las de hoy me demuestras justo lo contrario, y siento enormemente no poder estar a tu lado y darte un abrazo...

No he podido evitar llorar. Tu hermano debe sentirse muy bien con lo que le has escrito.

Besotes ángel dulce.

ninfasecreta dijo...

Gracias preciosa. Yo nunca he dicho que no tengo corazón, más bien puede haber quien lo piense... aquel que no me conoce.

Un beso enorme

Unknown dijo...

ains, me he acordado de mi padre en las mismas... y de mi tía ahora...ains..

feliz año de salud

ninfasecreta dijo...

Sí, felices años de salud.

ninfasecreta dijo...

Qué bonito Mattbor, gracias!

Pepe Castro dijo...

Conmovedor, muy emotivo. Visceral, en efecto.
Pablo estará orgulloso allí donde se encuentre.